INAUGURADO EL 28 DE DICIEMBRE DE 1929.
Un día me dijo la licenciada Alma del Carmen López Ley: ?Oiga Ingeniero Espinoza, por qué no nos favorece con escribir algo sobre Tijuana?
Bueno, pues este es ya el tercer artículo en 2010, que escribo sobre Tijuana y su región; atendiendo la inquietud de un número cada vez mayor de personas que lo han solicitado.
En los años de los cincuenta y sesenta del siglo veinte, viajaban troques por los polvorientos caminos peninsulares, llegaban a cualquier pueblo, o rancho en búsqueda de caballos, burros, mulas, machos, o cualquiera de aquellos animales que pudieran comprar, para lo cual ofrecían cierta cantidad de dinero, que la mayoría de las veces era menor.
Siempre me pregunté la razón por la que aquellos camiones y sus ocupantes andaban tan interesados en la compra de aquellos nuestros compañeros de faenas, a los que les dejábamos siempre la carga pesada, los hacíamos trabajar de sol a sol, les dábamos a veces escasos alimentos, y poca agua, debido mayormente a las fuertes sequías que azotan aquellos Lares de mi tierra.
A raíz de las entrevistas a mis parientes en el tiempo Rigoberto Martín del Campo Marrón, y Francisco “Panchito” Rodríguez Duarte, así como a los artículos resultantes de sus relaciones, y entre otras a las amplias platicas y comentarios que sobre el hipódromo y sus trabajos, me han hecho mis amigos tijuanenses: licenciados Juan Carlos Osuna Rivera, y Ramón Reynoso Nuño, y también por mis recuerdos de aquellos tiempos, tan presente que los tengo, en que observaba a los troques llenos de caballos, con rumbo al norte, sin saber entonces el destino que en otras tierras les esperaba.
Mientras a mi me tocaba verlos partir desde el desierto como viajeros en troques, con rumbo al norte, a los ahora licenciados Osuna, y Reynoso, entonces jóvenes les tocaba verlos llegar a Tijuana. Ni los ahora licenciados sabían de mi existencia, ni yo sabia de la de ellos; tampoco sabíamos que los tres mirábamos alguna vez, a los mismos animales, solo que en distinto lugar y momento.
Tanto el padre del licenciado Osuna como él y la mayoría de sus hermanos fueron trabajadores del hipódromo, tenían contacto diario con caballos, y con perros; mientras que el licenciado Reynoso tenía contactos ocasionales solo con los que traían los caballos que llegaban desde el desierto central de Baja California, o de cualquier rancho de la basta región peninsular; solo que aquellos infelices animales, aunque los traían para el hipódromo, no venían para correr en sus pistas.
En sus relaciones con respecto a aquellos caballos, machos, mulas, y burros, comenta el licenciado Reynoso que llegaban a un rastro que se encontraba en la zona río de Tijuana, y que antes de bajarlos, él llegaba con la intención de comprar alguno de aquellos animales, que según su aspecto fuera de buen ver. Así llegó a comprar, y a salvarle la vida por algún tiempo a ocho de aquellos indefensos caballos, que la inmensa mayoría caían abatidos con balazo de rifle .22 en la frente, de ahí a un gancho, luego a destazarlos, para pasarlos al molino, en donde los animalitos se convertían en carne molida para los perros del hipódromo de Tijuana.
¡Qué tristeza!, con lo que nosotros queríamos a aquellos animales en nuestros pueblos!
Claro que nuestros mayores si sabían que al subir al troque con rumbo al norte, nuestros “amigos” de trabajo estaban destinados para comida de perros, aunque nosotros los niños de entonces, ni idea teníamos del triste y lamentable fin de aquellos que nos llevaban y traían en su lomo por donde quiera, a todas partes, a todas horas, y sin respingar, aunque a veces los burros, si.
Cuando algún comprador de caballos, llegaba a la casa de mi abuelo, tan luego intentaba ofrecer dinero por algunos de los caballos; de inmediato, mi abuelo, les decía:
¡Ni me lo plantees, si ya sé para qué los quieres!
Luego le preguntaba a mi abuelo:
¿Y para qué los quieren abuelo?, él siempre contestaba:
¡Muchas cosas es mejor no saberlas!; o alguna respuesta similar.
Los caballos ya en Tijuana, el licenciado Reynoso compró ocho de aquellos caballos, de miles que miró llegar y sucumbir, le costaban por regular unos cien dólares, o 1,250 pesos de aquellos Morelos.
El licenciado Osuna los veía llegar en latas blancas de carne molida que entregaban en las perreras del hipódromo, pobladas de perros buenos para comer, y otro día después de la perruna digestión, limpiaban los “restos de los caballos” de los rancheros peninsulares, aquellos restos que llevaban a tirar por allá en los basureros de la entonces pequeña pero pujante ciudad.
Por su parte el licenciado Reynoso afirma que existían en aquellos tiempos contratos con personas o empresas que se firmaban para mantener abastecido al hipódromo de carne molida para alimentar a la “perrada”, -como los rancheros decimos-, y que siempre andaban “rancheando” para poder comprar los animales, y cumplir con las obligaciones contractuales.
Mientras que el licenciado Osuna afirma que según sus cuentas, en el hipódromo deben haber tenido algo así como entre trescientos y quinientos perros.
¡Nos podremos imaginar la cantidad de “Caballos molidos”, que se requerían para alimentar aquellas jaurías!
El licenciado Osuna entre otras actividades, trabajaba tirando la basura de los perros; la tal basura era el papel en tiras, ya fuera de periódico, o cualquier otro que se usaba como “colchón” para que la perrada durmiera, y como amanecía orinado, mal oliente, y con los residuos de los caballos que el día anterior habían degustado, le tocaba retirar esa ‘basura” en una “traila” cargada por otros trabajadores que la subían para que él la llevara a tirar al basurero, y que en muchas ocasiones, entre el papel le echaban perros que habían muerto durante la noche, y que se daba cuenta al querer bajar la basura con un rastrillo, de repente jalaba un perro muerto, que al ocurrir su muerte su disposición final era otra, y no aquella de tirarlo al basurero; se lo echaban ahí por la flojera de otros trabajadores.
El propio licenciado Osuna recuerda que diario morían perros, y que los que no daban ganancias al hipódromo, le ponían una inyección letal, luego los llevaban y los deshacían en ácido, y en otras ocasiones los quemaban.
Cuando algún caballo de carreras, aunque fuera de pura sangre, no daba ganancias, se lastimaba, o se quebraba, los dueños lo mandaban por el mismo caminito de los caballos de los rancheros; al día siguiente, o el mismo día, regresaba de nuevo al hipódromo, solo que ahora era en una lata blanca, y no a las caballerizas, sino a las perreras.
Con respecto a los caballos de los rancheros para el hipódromo, Rigoberto Martín del Campo Marrón, recuerda que a causa de los “hartos o tragones” perros del hipódromo, la “mesteñada”, de las mesas, y serranías de la región de Rosarito, Valle de Las Palmas, Tecate, y Cueros de Venado, se vio en graves aprietos dada la terrible cacería que sobre sus poblaciones se lanzó, y que además de alimentar a la perrada, también para el zoológico de San Diego se enviaba de aquella carne molida, para alimentar a los leones.
Qué triste final para los caballos que cuando fuimos chicos, tanto queríamos.
En mis memorias recuerdo también que en los años de 1970 a 1974 en que ampliamente conversé con mi tío Willy Cochran, decía que los caballos mesteños en tiempos de la revolución mexicana fueron capturados en las sierras peninsulares, por él, y por su amigo Percy Hussong, quienes los amansaban y se los vendían a Pancho Villa, solo que el negocio duró muy poco, pues el general no les pagaba.
Sabemos también que durante milenios los primeros pobladores del continente americano veían a los caballos, solo como alimento, al grado de extinguirlos, y que fueron reintroducidos de nuevo aquí, hasta la llegada de los europeos; es decir, para cuando llegaron los conquistadores europeos a caballo, miles de años después de su desaparición, ya los descendientes de los primeros “americanos”, no los conocían, siendo que existieron en cantidad de millones por toda la geografía continental.
Los burros “mesteños” en la península padecieron igual suerte con los rancheros que mucho gustaban, y gustan de comer sus carnes, seca, en machaca, y “carne azada”, aunque en machaca seca, llamada “cecina”, en tortillas de harina, es la preparación mas popularizada, y que llaman: Burritos:
¿De dónde vendrá ese nombre?
ALGUNOS DATOS IMPORTANTES DEL HIPODROMO AGUA CALIENTE:
Según las relaciones de Rigoberto “Rigo” Martín del Campo Marrón, mientras que él trabajó en el hipódromo durante treinta años, su padre José Dolores Martín Rodríguez, lo hizo desde el primer día en que abrió sus puertas. Su padre, originario de Zacatecas, pero criado en Jalisco, había nacido el 13 de marzo de 1910, y para el día en que el hipódromo abrió sus puertas, el 28 de diciembre de 1929, él fue de los primeros trabajadores en ese sitio.
En el hipódromo, nos relata “Rigo”, mas de mil personas trabajaban en las zonas de caballerizas, y de perros; en la sección de las caballerizas, caballerangos, galopeadores, jockeys, jinetes, entrenadores, de limpieza, quienes los alimentaban, los bañaban, veterinarios.
Dentro del departamento de mantenimiento había jardineros, quienes limpiaban las pistas, los edificios, electricistas, mecánicos, albañiles, plomeros, carpinteros, ayudantes de todo tipo.
Dentro del edificio había además de los anteriores, el departamento de venta de boletos; MUTUAL BETTING, es decir: pagadores de boletos a los ganadores.
En el FOREING BOOK, o libro foráneo se recibía a los apostadores, tanto para el hipódromo de Tijuana, como para los de “Del Mar”, “Santa Anita”, “Sara toga”, y otras mas.
En el departamento de cocina se encontraban los chefs, cocineros, ayudantes, meseros, eran todos espacios de gran tamaño.
Existía una sección del hipódromo que se le llamaba “CLUB HOUSE”, ésta era de súper lujo, donde llegaban los dueños de los caballos de carreras, artistas, y otras personalidades importantes.
En el departamento de “Pistas”, había tractoristas, y regadores; en ésta área trabajó Vicente Arce y su hermano Ricardo, quienes llegaron desde San Telmo, Baja California.
Desde 1929 a 1980, se usó para el argot de los cantineros y sus “Porter”, que en español es: Ayudante o aprendiz.
En sus inicios el hipódromo, era parte del casino de “Agua Caliente”, así como el campo de Golf, el galgódromo, y la pista de aterrizaje, que se encontraba donde hoy se localiza la confluencia de los bulevares Agua Caliente, y Salinas, por el lado de éste último.
“Rigo” trabajó en la sección número uno, que eran las caballerizas, desde 1957, a 1960, entrando al sindicato “Alba Roja” en el propio año de 1960, hasta 1971, año en que se quema el hipódromo, sale en busca de otros trabajos, y regresa en 1974 con la empresa “Hipódromo Agua Caliente”, ya no con el sindicato, quedándose allí, hasta 1988. En ese lapso sus labores fueron: Juez de pista, y tomador de tiempo durante los dos primeros años; después de esa actividad pasó a ser superintendente de caballerizas, hasta 1988, año en que se retira.
CARRERAS DE CABALLOS EN HIPODROMO:
Relata “Rigo” que en la sección uno de caballerizas, había 43 cuadras de caballos de carreras, 2 para caballos de trabajo o poneadores, con un total de 1,250 establos para los caballos de carreras; y 150 corrales, así como tres pistas para las carreras.
Como datos técnicos, y en el lenguaje o argot de esta actividad, nos cuenta que: La pista principal es el óvalo de una milla de longitud; así como dos pistas para entrenamiento; una de ellas es de 5/8 de milla, mientras que otra es de ¼ de milla; que en la de una milla es para que corran un máximo de 14 caballos, a esto le llama “FIELD”, o “GRUPO” de caballos, con máximo de 14, y un “GATE” con máximo de 13 caballos corriendo.
De las personas expertas en el manejo de los caballos de carreras se tiene a los “Caballerangos”, que es quien cuida, alimenta, baña, y limpia al caballo; mientras que el “Galopeador”, es quien entrena a diario al caballo, es quien lo monta diariamente en las mañanas, sabe perfectamente como se encuentra el caballo; a ese mismo caballo lo monta en la carrera de competencia el jockey el domingo. El “Poneador”, entrena al caballo, montado en otro caballo; cada poneador tenia tres o cuatro caballos con los que entrenaban al caballo de carreras, este no llevaba carga, ni jinete, o le daban “Picadero”; esto último significa que a un caballo lo entrenan haciéndolo correr en círculos, mientras que el entrenador o caballerango se encuentra al centro del circulo que se describe con las vueltas que da el caballo en el entrenamiento.
El “Galopeador” entrena al caballo con una, dos, o tres vueltas en pista de 5/8 de milla, en “Paso de milla en 2”; o bien que el caballo debe recorrer una milla de distancia en dos minutos. Igualmente el galopeador “trabaja” al caballo desde ¼, ½, o 5/8 de milla, según lo que sea requiera; a este entrenamiento se le conoce como “WORKOUT”, según el argot de la actividad.
Si el caballo es de “Distancia”, el galopeador lo trabaja mas; hay caballos de “Corta Distancia”; de ½ milla de longitud en 48 segundos, lo que es muy buen trabajo; existen también caballos de 47 segundos con 2/5, que corren ½ milla en un tiempo entre 47 y 48 segundos, a este animal se le llama: “De muy buen desempeño, o de muy buen trabajo”.
Para un buen trabajo en 5/8 de milla de distancia, el caballo debe hacer un minuto con un segundo, pero aun mejor es un “Minuto Flat”, o sea un minuto cerrado; siendo caballo de trabajo o desempeño excelente el que recorre una milla de distancia en 58 segundos con 3/5, y hasta 59 segundos.
Los caballos que recorren “Seis Fourlongs” es decir 3/4 de millas de distancia en un minuto con trece segundos a un minuto con catorce segundos, es muy bueno en su desempeño; si es en menos tiempo: Es excelente.
Continua relatando “Rigo”, que en el departamento de caballos no hay descanso nunca, pues es mucha la responsabilidad, dadas las grandes cantidades de dinero que se apuestan a las patas de un caballo, y a la experiencia de los jockeys. Recuerda que su tío Jesús Martín del Campo Rodríguez trabajó en las caballerizas, y también en perros.
Nos dice que el alimento para los caballos se traía de con el señor Castro, quien sembraba alfalfa, y avena en “La Presa”, en Tijuana; que también de Mexicali traían pacas de paja, pues allá no había garrapata, pero en la “paja” de la costa si.
Desde San Vicente Ferrer se traían grandes cantidades de pastura para los caballos, aunque la mayor parte provenía de Mexicali, y de Ojos Negros, Baja California. Que a los que llegaban en sus troques a vender cien, doscientas o mas pacas de sácate, en Tijuana, les llamaban los “Terrisureños”.
Recuerda también que para dar de comer a los perros trajeron miles de caballos mesteños desde las mesas de “Los Indios”, “El Descanso”, y “La Rinconada”, en la zona de Playas de Rosarito, y que eran vendidos mayormente por las familias Gilbert, Crosthwaite, y Machado.
Según las memorias de “Rigo”, cuando ya no quiso ir a la escuela, su padre se lo llevó al hipódromo, se lo dejó a su tío Jesús, diciéndole: “Ahí te lo encargo”, empezó su trabajo cuidando a dos caballos de carreras que su tío entrenaba, pagándole diez dólares por semana, siendo condición para mantenerlo en el trabajo, entregarle cinco dólares de su sueldo a su madre, y cinco para él por semana; allí duró varios meses. Después se fue al “Edificio”, pues aunque existía lista de espera, y como su padre fue socio fundador del sindicato “Agua Caliente”, les daban preferencia a los de la lista que fueran hijos de socios, y mas si eran fundadores; en el edificio duró año y medio, para cuya labor le entregaron una escoba y un recogedor, con éstos objetos levantaba del suelo gran cantidad de boletos, y otros papeles, y basura; mientras que los botes de cerveza y botellas de soda que el público tiraba al suelo, los acarreaba en un balde de lámina; eran los tiempos en que los vasos de foam, de cartón, y de plástico no existían. Las botellas las llevaba a la parte Este del edificio del hipódromo viejo, que se encontraba a la entrada de los subterráneos, en el área donde se encontraban los almacenes de electricidad, plomería, carpintería, y pintura. En ese lugar trabajaban muchas personas sorteando las botellas que llevaban en los baldes de lámina, y las colocaban en sus respectivas cajas.
Por infinidad de caminos nos lleva la vida, eso está fuera de nuestras decisiones, y así, por lo que toca a las travesías que me ha hecho cruzar, es como he podido recopilar, tal vez rescatar, o enlazar en la actualidad, que en realidad hoy es el futuro de los años de mi niñez, y que algunas de las vivencias aquellas se han cruzado con las vivencias actuales; que en realidad serán parte del destino, o de alguna de las tareas que a esta vida vine a realizar…
AUTOR DEL ARTÍCULO:
INGENIERO ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
17 DE DICIEMBRE DE 2010.
NOTAS RELEVANTES:
Rigoberto “Rigo” Martín del Campo Marrón, comenta que sus escapes de su arduo trabajo en el hipódromo fue siempre en los rancho de las familias pioneras en la región fronteriza de Baja California, siendo muy queridas por él, las familias: Gilbert, Ames, Machado, Yorba, Marrón, Crosthwaite, Nevares, Martín del Campo, Alvarado, Loperena, Cordero, Borja, Ulloa, McAlleer, Brethnvash, Cordero, Cuevas, Hernández; entre otras, con distintas antigüedades de radicar en la región.
Su mayor distracción consiste en la “Cabalgata de la Mojonera de Palou”, que en 1994 en que fue invitado a ella por primera vez, lo hizo su primo Norberto “Palomo” Gilbert Armenta; quien le presta siempre una buena cabalgadura; siendo iniciada esta bella actividad por Norberto Gilbert, Guillermo Crosthwaite (qepd), Carlos Borja, y Arnulfo Ulloa, quienes son vaqueros de cepa.
Dentro de las familias que mas gratos recuerdos le traen a “Rigo”, se encuentran sus amigos de la comunidad de San José de la Zorra, en el municipio de Ensenada, quienes son descendientes directos y sobrevivientes de las milenarias familias originales de Baja California, como son: Macedonio Espinoza (Cuñur), quien era empleado del rancho “La Cañada de los Alisos”, de la familia Marin) distante a unos cinco kilómetros del rancho “La Pila” de la familia de “Rigo”.
Recuerda a la madre de Macedonio, llamada Doña Petra Cuero de Espinoza (Cuñur), a sus hijas María y Eloisa; ellas siempre apoyaban en las labores del rancho “La Pila”, bañando cuando niño a “Rigo” y a su hermano Sergio; Ellas no aceptaban pago en dinero, solo en café, azúcar, manteca, o harina; de igual manera con el padre de “Rigo” trabajó Hilario Fernández, de la misma comunidad. Recuerda de la misma comunidad de San José de la Zorra, a la familia Carrillo, entre ellos Juan, Abelardo, y Fermín; así como a Rodolfo Silva y a su hijo Rito; a Alejandro Montes,; a Sabino, e Isidro Espinoza (Cuñur). El señor Isidro Espinoza (Cuñur) es descendiente directo de Jatiñil; como olvidar a Isidro Silva, a José Gamuza, Andrés Vega. Muchos de ellos aun hablan su lengua original, el dialecto OTAI (NAUCA).
En la comunidad se celebra año con año el día 19 de marzo al Santo “SAN JOSÉ”; preparan barbacoa; los tradicionales jaripeos, y baile.
La foto que aparece al inicio del artículo es del dominio público, siendo tomada el día 28 de diciembre de 1929, año en que se inauguró el hipódromo “Agua Caliente” de Tijuana, me fue facilitada por el ingeniero tijuananse Rogelio Raúl Fernández Montaño, siendo escaneada y enviada a mi correo electrónico por el también tijuanense Contador Público Heriberto Sarabia Mendoza; y con arreglos del ingeniero José Alejandro Politrón Contreras.
La familia del licenciado Juan Carlos Osuna Rivera, tiene su origen como a continuación se relata:
• Los padres del licenciado Osuna, nacen y se conocen en la ciudad de Chametla Sinaloa, México, donde se casan en 1936, naciéndoles en ese poblado sus hijos Alfredo, José Marcelino, Gloria Esperanza, quien fallece de una pulmonía a los dos años de edad; y Manuel Antonio.
• En 1942 deciden venir a la ciudad de Tijuana en busca de un mejor futuro, llegando a la Colonia Independencia donde ya los esperaba su medio hermano Alfonso Hernández Cruz, donde radican por año y medio.
• En 1944 logró su padre conseguir trabajo en el Hipódromo de “Agua Caliente”, por lo que deciden buscar un lugar cercano al sitio, siendo la Colonia “Rancho Alegre”, donde asientan su casa habitación, aunque de manera provisional.
• Fue en 1946 cuando su padre siendo velador de los terrenos del Hipódromo, tarea que le encomienda el Sr. Jhonny Alessio, entonces propietario del inmueble, le facilitaron uno de estos terrenos para que construyera su vivienda, siendo la propiedad con superficie de unos 7,500 m2, mismo que actualmente colinda con el mercado Cali-Max Hipódromo, y el bulevar Agua caliente.
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• Juan Carlos Osuna Rivera es casado con Martha Patricia Villegas Díaz, siendo conocidos desde los tiempos profesionales, en el Instituto Tecnológico de Tijuana donde inician su carrera de estudios juntos, Ella termina su carrera de Lic. En relaciones comerciales y el de Lic. en Relaciones Industriales.
• Se casan en 1984 naciéndoles Juan Carlos, Raúl Andrés. Daniela Patricia y Diana Valeria.
• Martha Patricia Villegas Díaz actualmente es maestra Jubilada de la Escuela Secundaria Técnica numero UNO.
• Juan Carlos Osuna Rivera actualmente labora en Gobierno del Estado de Baja California, donde ha laborado como por más de 20 años.
• Algunos de los puestos como funcionario, han sido: Director de Contraloría Municipal; Jefe de Compras del Ayuntamiento; Sub-director de la Inversión Publica Municipal; Jefe de Servicios del Colegio de la Frontera Norte; Delegado de Transportes del Estado; Administrador de Oficialía Mayor del Estado; Verificación Fiscal Vehicular (todos los anteriores en Tijuana); Administrador de Instituto de Servicios Educativos y Pedagógicos en Tecate BC. Su primer trabajo formal fue en 1974, por cierto en el Hipódromo de Agua Caliente, como ya ha quedado relatado párrafos arriba
• SUS HIJOS:
• Carlos , (25 años) casado con Mariana Tamayo ( 19 años); la primer nieta: Isabela Osuna Tamayo ( 2 años )
• Raúl Andrés (23 años) Estudia la carrera de Administración en la Universidad Autónoma de Baja California, Campus Tijuana.
• Daniela Patricia (16 años): Estudia en la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas.
• Diana Valeria (14 años): Estudia en la Secundaria Técnica numero UNO de Tijuana.