RESUMEN SUSTANCIAL DE LA PONENCIA.
La ponencia denominada:
La ponencia denominada:
“Supervivencia de los primeros rancheros bajacalifornianos, emanados de las misiones”, consiste en dar una idea del medio ambiente natural de la península, tanto en sus regiones florísticas, y distritos faunísticos, de cuyas especies fueron aprovechadas tanto por los primeros pobladores durante milenios, para su supervivencia, posterior a ellos los misioneros, y mas tarde los primeros rancheros que emanaron de los asientos misionales.
Trata además sobre la problemática que tuvieron que sortear los primeros rancheros a raíz del creciente e implacable azote que significó para ellos, la policía rural, llamada entonces “La Acordada” y los aduaneros. Se analiza el impacto que sobre las primeras familias peninsulares con origen misionero, tuvo el decreto de José de Gálvez, emitido en Real de Santa Ana, el 12 de agosto de 1768, el que vino a ser un intento por poblar la soledad bajacaliforniana; y cómo ese decreto fue seguido durante muchas generaciones, y que algunos de sus efectos aun persisten.
Con relación a las costumbres misioneras se da como ejemplo el desarrollo del rancho misionero “San Juan de Dios“, en El Rosario, Baja California, el que viene a ser una replica de una misión aunque en menor escala. Se mostraran fotografías durante la exposición de las ruinas actuales del rancho.
Aborda además la ponencia “Somos de los Espinoza buenos, o de los Espinoza malos”, esto en alusión a uno de los resultados del decreto de José de Gálvez, en cuanto a que los padres debían escoger “Al hijo mas apto y respetuoso”, para repartir sus bienes, en forma mayoritaria.
PONENCIA.
PRIMEROS RANCHEROS PENINSULARES EMANADOS DE LAS MISIONES.
A continuación se presentan algunos datos que nos ponen en perspectiva de manera breve lo que es el ambiente natural de la península, y de cómo los primeros pobladores sobrevivieron en ella durante milenios, después los misioneros, los primeros rancheros, todos ellos se apoyaron en los recursos naturales que la tierra y el mar les ofrecía.
REGIONES FLORISTICAS:
El Estado de Baja California comprende dos regiones fitogeográficas:
La región Californiana también conocida como mediterránea, y la región del desierto central, desierto Sonorense, y en algunas ocasiones es citado como Desierto Cochimí. Las comunidades vegetales en que se divide la primera son cinco, mientras que la segunda se divide en cuatro, tres de las cuales se encuentran en la entidad.
Región Californiana o Mediterránea: Comprende desde la línea internacional con los Estados Unidos de Norteamérica en el norte, hasta la altura del poblado de El Rosario, Baja California, en el sur, y de la costa del pacífico a las sierras moderadamente húmedas, en los cuales se dan veranos cálidos y secos.
El matorral costero se presenta en forma discontinua a lo largo del litoral del océano pacífico desde los límites con Estados Unidos de Norteamérica, gracias a las brisas marinas el matorral costero en el Estado se encuentra en terrenos cercanos a la costa y sobre la propia línea costera; aunque en ciertos tramos se presenta hasta 30 kilómetros tierra adentro.
La parte baja del valle del río Colorado también conocido como desierto micrófilo; Se extiende desde Los algodones en el norte, por todo el golfo hasta el sur de Bahía de los Ángeles, desde la línea costera y altitud de hasta 1000 metros sobre el nivel medio del mar. Es una de las regiones más áridas, por su baja precipitación, baja humedad del suelo, y por el gran numero de días soleados.
Costa Central del Golfo conocido también como desierto Sarcocaule: La precipitación en esta zona es muy escasa y errática; por lo que su flora cuenta con particularidades muy distintas al la del resto de la península.
Bosque de confieras: Esta vegetación se encuentra de manera preponderante en las altas montañas, de clima frío-templado de la península, y su principal ocurrencia es en los macizos montañosos del Estado, las sierras de Juárez, y la de San Pedro Mártir, entre otras extensiones.
Desierto Central también conocido como desierto de Vizcaíno, o desierto Sarcófilo: Su parte más norteña es Punta Baja, en las cercanías del poblado de El Rosario, y su parte más sureña es el paralelo 28 grados. En esta zona existe en amplia cantidad el agave, yuca sirio, árbol elefante, conocido por los habitantes del desierto como “torote”.
Entre el paralelo 28° en el sur y el 30° en el norte, y de costa a costa, se encuentra el área natural protegida denominada “Valle de los Cirios”, es decir la zona abarca desde la línea divisoria entre los dos Estados peninsulares, en el sur, hasta las inmediaciones del poblado de El Rosario, Baja California en el norte.
Existe en la península una amplia diversidad de plantas; las más conocidas por su nombre popular son: Palmilla, gobernadora, frutilla, voladora, alfilerillo, alfombrilla, zacatón, avenilla, galleta, higuerilla, tallo, cacomo, damiana, salado, chaparral, chamizo, huisache, malva, tapona, fístula, wisapole, jojoba, canutillo, trébol, bledo,, junco, mezquite, ocotillo, palo verde, palo Adán, palo fierro, torote, sirio, mangle, sandía burra, también conocida por lo primeros pobladores como melón coyote; entre muchas otras, que los habitantes de la península han utilizado en mayor o menor grado desde remotos tiempos, ya sea como leña, para calentar sus viviendas, o en la cocción de sus alimentos; como medicinas, alimentos para los pobladores o para sus animales domésticos, de corral y de trabajo.
Por ejemplo la sandía burra, o melón coyote que nace y se reproduce en arroyos, y arenales era ampliamente utilizada para engordar a los cerdos, y para alimentar a los burros.
Con respecto a las plantas del desierto cactáceas tenemos por su nombre común: Cardón gigante, cochal, pitahaya dulce, pitahaya agria, garambullo, agabe o mezcal, agabe lechuguilla, saltadora, dedos de diablo, barba de viejo, cholla, biznaga, nopal silvestre, entre otros mas; sin embargo éstas son las que más han utilizado los pobladores de la península. Algunas de las cuales, como la pitahaya, desde tiempos antiquísimos.
DISTRITOS FAUNISTICOS.
La fauna de Baja California está estrechamente relacionada con los cambios climáticos ocurridos en el período terciario, particularmente en las glaciaciones que provocaron cambios en la flora y con esto los cambios en la fauna y su distribución, causando inmigración o emigración de los animales, estableciendo corredores migratorios en gran diversidad.
La península de Baja California se divide en cinco distritos faunísticos de los cuales uno se encuentra en Baja California Sur, y los cuatro restantes en Baja California; siendo estos:
Distrito de San Pedro Mártir: Las especies que caracterizan este distrito son: Víbora de cascabel, borrego cimarrón, venado cola blanca, águila ratonera, también llamada halcón cola negra, águila pescadora puma, y zorra gris, codorniz de California, paloma, conejo, liebre, camaleón, lagartijas, correcaminos, topo, rata canguro, coyote, ardilla, víbora prieta, etc., distribuidos a diferentes altitudes con respecto al medio del mar. En la costa habitan gaviotas, pelícanos o alcatraz, águila pescadora, sarapicos, garzas, tildillo, patos buzos, entre varios otros.
Distrito San Dieguense: Algunas especies de este distrito son:
Camaleón, cerceta ala verde, pato golondrina, porrón cabeza roja, cerceta café, cerceta azul, pato de collar, pato pinto, codorniz de california, paloma de alas blancas también conocida como zenaida asiática, huilota también conocida como zenaida macroura, coyote, cuervo, y rata canguro, entre muchas otras.
Distrito del desierto del colorado: Las especies de este distrito son: Codorniz Gambel, borrego cimarrón, murciélagos, liebre, ardillas, conejo, ratones, coyote, zorro, mapache, puma, lagartijas, víboras, lechuza, tecolote, pájaro llanero, chánate, entre muchos otros.
Distrito de Vizcaíno: En su extensión se localizan las mesetas graníticas características de la zona, además de la planicie volcánica del área de Calmallí. Este distrito se distingue por el extraordinario desarrollo de la vegetación desértica: Algunas especies de este distrito son: Gato montés, borrego, venado, liebre, conejo, codorniz de California, entre muchos otros.
BREVE SINOPSIS HISTORICA ACERCA DE LOS PRIMEROS POBLADORES.
La Península de Baja California, localizada en el Noroeste de México, es una de las más largas y estrechas del mundo. Dividida en dos Estados por el paralelo 28 grados de latitud norte, haciéndola prácticamente en dos partes iguales, Baja California, y Baja California Sur; sin embargo comparten una geografía e historia íntimamente ligada.
Hasta antes de la llegada de los europeos estaba poblada por cochimies, pericués, y guaycuras. Al llegar estos encontraron a los californios básicamente como si hubieran llegado unos diez mil años antes; pues a juzgar como los describen en sus escritos, y por los restos líticos, las representaciones de arte rupestre, y otros vestigios arqueológicos nos hacen suponer que los patrones de vida y costumbres, no distan en mucho de los que vivieron aquí hace milenios, con los naturales que vieron los europeos a su llegada.
El uso de Metates y otros elementos de molienda hacen ver la importancia que para su alimentación tenían los granos silvestres en su dieta.
Utilizaron además cordeles y canastos hechos a base de fibras vegetales, así como instrumentos para raspar y cortar.
Recordemos que el primer contacto que se dio entre los californios con gente extraña –los europeos-, fue ocasional, este se dio con las exploraciones que se llevaron a cabo en la península entre el año de 1533 y hasta 1697.
El segundo contacto fue permanente a partir de 1697, con la llegada de la primera de todas las misiones de la Baja y Alta California, establecida en Loreto.
Sin embargo ambos tipos de contacto causaron cambios relevantes y de suma importancia en la población nativa; por principios de cuenta los cambios biológicos y culturales; existen evidencias que enfermedades exóticas, conceptos sociales y religiosos fueron traídos por marineros europeos, por algunos africanos y asiáticos, esto antes que las colonias españolas se establecieran en América de manera definitiva.
EXPLORACION PREVIA A LA FUNDACION DE LA PRIMER
MISION DOMINICA NUESTRA SEÑORA DEL SANTISIMO ROSARIO DE VIÑADACO.
Miguel León-Portilla refiere:
“A fines de 1773 desde San Fernando Velicatá, Fray Vicente Mora exploró al norte de Velicatá, reconociendo un sitio que en lengua cochimí era Viñatacot, o Viñadaco. En ese sitio crecían numerosos sauces, había bastante agua. Interesaba al padre Mora estar seguro de que aquel lugar contara con los recursos suficientes para hacer posible la agricultura. En el diario que conserva sus recuerdos de esta visita de inspección, describe con detalle el procedimiento que siguió para alcanzar la certeza de que en Viñadaco podía establecerse la primera misión dominica”.
MISIONES FUNDADAS POR LAS TRES ORDENES QUE SE ESTABLECIERON EN LA PENINSULA, Y EN LA ALTA CALIFORNIA.
La red de 48 misiones que, entre 1697 y 1834, establecieron los Jesuitas, Franciscanos, y Dominicos, cuyo territorio fue desde San José del Cabo, Baja California en el sur, hasta Sonoma en la Alta California, en el norte, fue pilar de suma importancia para ampliar los dominios de España; con la doble intención de hacerse de más tierras teniendo presencia en ellas, evitando la expansión de los Rusos hacia el sur, y para proteger el comercio español con el Oriente.
El Jesuita fue el único sistema en la península que tuvo el mando, sin un gobierno civil o militar alterno, siendo así que no hubo problemas entre iglesia y Estado, en ese lapso de 70 años.
Al expulsar a los Jesuitas de sus dominios, España ideó un nuevo sistema, en el cual introdujo la explotación de minas, lo que generó un sistema económico y político distinto al utilizado con los Jesuitas al frente.
Con el arribo de los misioneros a la península, trajeron consigo la vid, el olivo, higueras, palmas datileras, la técnica para elaborar quesos, y otros derivados de la leche; así también introdujeron la crianza de bovinos, caballos, burros, mulas, cerdos, cabras, ovejas, aves de corral, entre muchos otros animales desconocidos hasta entonces en estas tierras por los californios.
El cultivo de la uva se introdujo desde los tiempos de los jesuitas, pasando este a todas las misiones, -las que ellos establecieron-; mas tarde los dominicos al iniciar con la red de sus misiones propagaron hacia el norte el cultivo de la vid, también los vinos de mesa.
La elaboración de los vinos, se estableció en todas las misiones, y estaba destinado para el uso de los frailes, así como en baja escala para los soldados de cuera, y otras “gentes de razón”.
En la parte norte y sur, posterior a las misiones se abrieron mayores tierras para el cultivo de vid de manera artesanal.
Es importante citar que las plantas de parra que se trajeron de España, Francia y de Italia a la Nueva España (México), son las antepasadas de las que se conservan en ranchos y pueblos peninsulares.
Resulta importante para ubicarnos en el tiempo, el origen que en México tiene la vid y el vino. La primera bodega vitivinícola en América se instaló en Parras de la Fuente, Coahuila, en 1593, fundada por el capitán español Francisco de Urdinola.
Tenemos así que entre los años de 1595 y 1888, se instalaron solamente dos bodegas vitivinícolas en México, siendo estas: Bodegas Ferriño en Coahuila en 1860, y bodegas de Santo Tomás, Baja California en 1888.
Con respecto al olivo, continúo su cultivo por parte de los primeros rancheros peninsulares, siendo básica la aceituna en su alimentación, de la cual obtenían aceite, y la fruta era desamargada ajándola con navaja, dejándola en agua natural, la que se cambiaba durante varios días, hasta retirarle lo amargoso de origen, después le agregaban sal, para ser usada en su alimentación diaria, de la que obtenían calorías, y se agregaba en los platillos tradicionales, como caldos de pescado, y de abulón, a los que llamaban forzado, en empanadas de carne deshebrada, en caldos de jaiba o de langosta llamado chopin; en caldo de papas con queso, o simplemente eran usadas como botanas, -aceituna, queso y vino-.
Se propagó ampliamente el cultivo del olivo, mayormente en la región más norteña de la península, desde El Rosario, hasta el rancho de la Tía Juana.
El higo no se quedaba atrás con respecto a la uva y la aceituna, pues este fruto era “El Postre”, ya que lo preparaban en empanadas, jaleas, mermeladas, agua fresca, brevas, higos frescos, orejones secos, hacían también pastel de higo. El higo era tan popular entre los primeros rancheros, tanto como el “Pan de Lonche”[1]. Fuera de temporada del higo las aguas frescas eran de “Agua Miel”. Al igual que este fruto, se usaban durazno, pera criolla, membrillo, albérchigo o chabacano, ciruela, cereza, entre otras. Muy popular era también la calabaza, la que se preparaba en empanadas, a la “calabaza con leche”, le llamada Colachi. Preparaban también cubiertos de calabaza, utilizando piloncillo, o azúcar de caña, que algunos rancheros aprendieron a elaborar. Cuando no era temporada de calabaza los cubiertos eran elaborados con biznaga.
El dátil y el taco (fruta de la palma), eran también muy apreciados ya que formaban el postre en la frontera. Estos frutos eran enviados desde el sur al norte peninsular. Décadas después preparaban otro dulce llamado “panocha de gajo”, elaborado con papayas que llegaron y fructificaron en la parte más austral de la península, muchas otras frutas de climas tropicales, se introdujeron desde el macizo continental mexicano.
De la leche y sus derivados es muy amplia la gama de usos y costumbres, a manera breve puedo relacionar: Leche bronca, asadera, panela, queso seco, jocoque, mantequilla, crema agria, requesón, queso cocido, nata, suero, y cuajada. Todos éstos derivados eran muy apreciados por nuestras gentes, las acompañaban con tortillas de harina, y frijoles refritos, fríjol de la olla, fríjol de la olla con trigo, fríjol de la olla con maíz, o fríjol de la olla con carnes. Y siempre arroz blanco sin sal, llamado arroz morisqueta..
Complementaban los primeros rancheros su alimentación con animales de granja y de corral, siendo éstos: Cerdos, cabras, borregos, gallinas, guajolotes, palomas, ganado vacuno, gansos,
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[1] Pan de lonche, o pan de campo: Se le llama de esta manera a un panecillo, elaborado a base de harina de trigo, espauda, poca sal, mantequilla, y poca azúcar, este panecillo es altamente resistente a hongos, y al paso del tiempo, se endurece de manera que no se puede comer sin ser remojado en café, leche, atole, chocolate, o cualquier otro líquido. Fue altamente usado tanto por nutrieros, vaqueros, pescadores, mineros, arrieros, leñadores, leñeros, muleros, fa yuqueros, jornaleros, y por pastores. Se empacaba en un saco de harina, y era llevado en la “carga”, dentro de las alforjas, o dentro de los cajones de los víveres. Otra variante de este panecillo era con piloncillo, y otra lo es la galleta pilota.Recuerdo que en mi niñez y sin que los mayores se dieran cuenta los utilizaba en vez de piedras, para lanzarlos sobre los becerros, cuando estos no querían meterse al corral, también se los lanzaba a las codornices, y a los conejos, como estos panecillos son redondos describen suave trayectoria al lanzarse. Después solo los recogía, los sacudía, y me los comía con café o con leche bronca. Un día fui descubierto por mi abuelo, y me dijo: Eso mismo hacía yo, y les pegaba a mis hermanos con ellos.
patos. A éstos le agregamos los de monte, como venado, borrego cimarrón, conejos, codornices, guilotas, y los animales obtenidos en los bajamares de las costas y del mar, como abulón, langosta, jaiba, mejillones, almejas, lapas, y pescado de varias especies.De los huertos familiares, se obtenían: Chicharo, habas, zanahorias, nabo, pepino, calabaza, lechuga, repollo, verdolaga, cacahuate, fríjol, maíz; todos estos en cantidades suficientes solo para el consumo familiar. Estos se intercambiaban por otras mercancías, con vecinos, personas de otros pueblos, con los barcos balleneros, guaneros, “piratas”, -llamados de esa manera a los que a bordo de barcos llegaban de remotos lugares y saqueaban nuestras costas y mares-. Los alimentos se almacenaban también, secos, salados, en conservas de cal y de ceniza, y desde principios del siglo veinte, enfrascados.
La salsa picante, y chiles de cualquier tipo no formaban parte de la dieta de los pobladores peninsulares; este suculento alimento llegó a la Baja California en tiempos tardíos, ya para la década de 1930 y mayormente la de 1950, cuando grandes migraciones de personas de todos los Estados de la República llegaron para las reparticiones de las tierras peninsulares, en forma de ejidos. Con esas migraciones llegaron además de la salsa picante, una amplia gama de platillos mexicanos, antes desconocidos por nosotros.
Cabe aclarar que los usos y costumbres antes descritos siguen vigentes en mayor o en menor grado hasta nuestros días.
Desde luego que la abundancia relativa de las poblaciones de especies marinas, costeras, y de tierra ha decrecido grandemente, comparado con las existentes en la actualidad y las que se encontraban hace 200 años. También la población ha crecido de manera vertiginosa, hay mas bocas que alimentar, existe ahora mucha competencia, también grave piratería, incluso han desaparecido especies, como la nutria, otras poblaciones como la tortuga marina han sido severamente mermadas, sólo por mencionar algunas.
Con las breves explicaciones dadas acerca de regiones florísticas, distritos faunísticos, breves relaciones de los primeros pobladores, misioneros, la vid, olivos, higo, dátil, queso, animales silvestres y domésticos, y su aprovechamiento, considero que son de amplia utilidad para darnos una idea de los ambientes en que se desenvolvieron los primeros rancheros emanados de las misiones desde la secularización de estas.
Es conveniente mencionar que el decreto dado en el Real de Santa Ana, el día 12 de agosto de 1768, por Don José de Gálvez; vino a impactar a todas las familias pioneras de la península; en lo relativo a sus usos y costumbres.
Entre otros puntos en el referido decreto se asienta que si el poseedor de un terreno excava un pozo para el agua, puede obtener un terreno, y si el pozo se construye entre dos poseedores, ambos pueden obtener un nuevo terreno para cada quien.
Esa fue la razón que todos nuestros antepasados se pasaron toda su vida y en todas las generaciones “haciendo pozos” por dondequiera: Para el caso particular de mi familia “ESPINOZA” los hicieron Carlos, en 1800, su hijo José del Carmen, su nieto Policarpo, su tataranieto Santiago, el hijo de su tataranieto Alejandro (mi abuelo), mi padre y hasta yo llegué hacer mi propio pozo en 1983. Igualmente esta costumbre la llevamos todos los descendientes de los primeros rancheros, y se practica en todos los pueblos: -Acaso sin saberlo-. Aunque en la actualidad las autoridades han dado su última palabra: Ni un pozo más en el Estado de Baja California, porque no hay agua; como si antes, si hubiera existido.
En el decreto aludido se indica que se otorgarán terrenos suficientes para que se formen los pueblos con sus plazas y calles, con un ancho suficiente para que el dueño pueda plantar enfrente de su casa dos árboles de sombra, a igual distancia de la puerta, es decir que esta quede al centro de ambos árboles, para evitar el sol directo, así como enverdecer los pueblos que se formen[2].
Indica además que se construirán casas, las que serán hereditarias con perpetuidad a los hijos y descendientes de estos, o hijas que se casen con pobladores útiles, y que no se les haya repartido tierra antes a sus esposos; y que los hijos poseedores de esas tierras tengan obediencia y respeto a sus padres, y que los padres al tener varios hijos, tenían la libertad de heredar a quien ellos escogieran, siendo siempre el hijo mas apto; y en caso de tener mas de un terreno, lo podían de igual manera repartir, a los hijos que mejor garantizaran el desarrollo adecuado de la propiedad, y que a futuro se garantizara la formación del pueblo; a la vez prohibía la subdivisión del predio y que además no podría venderse, ni enajenarse de ninguna manera.
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[2] Gálvez dedujo que con su decreto se poblaría, y que el progreso de las ásperas tierras de la península pronto entrarían en prosperidad: Sin embargo no fue así. Gálvez había ordenado a un grupo de familias de Guanajuato y San Luís Potosí, con la intención de que se establecieran en la península, para que trabajaran en las actividades agropecuarias y mineras. De estas familias varias ni siquiera salieron de sus lugares de origen con rumbo a esta tierra, y de las que si vinieron, muchas abandonaron mas temprano que tarde sus propósitos al encararse con la hostil, agreste y la escasa economía de la Baja California, lo que acabo por desilusionarlos y regresar a sus lugares de origen.
En otro punto indica que ni los primeros dueños, ni sus descendientes, no podrían imponer ningún tipo de gravamen sobre la propiedad, ni aunque fuera para la misión, y que si alguno contravenía esta orden, se le retiraría del predio entregándosele a otro poblador que fuera útil y obediente.
Los vecinos, continúa el decreto, podrán disponer de los pastos comunes para sus ganados, y que no podrán tener mas de cincuenta cabezas de ganado, las que deberán pastorearse para que no se convierta en ganado bronco; y que además se buscaba que la riqueza de las tierras y pastos fuera igual para todos, evitando así el monopolio.
Asienta que por tres años los pobladores no pagarán ningún tipo de impuesto ni diezmo, a fin que obtengan la riqueza necesaria, y logren establecerse; debiendo construir sus casas, en el primer año de trabajo y que además las habiten; que cerquen o construyan zanjas, para delimitar su propiedad, colocando mojoneras en las esquinas de del predio, plantar diez árboles frutales o de sombra en cada predio.
Obliga que después de diez años de criar ganado, los pobladores y sus descendientes queden obligados a aumentar en dos marranas de vientre su hato, ya que estas destruyen las víboras y las langostas, y que las deban pastorear, para que no las ataquen los coyotes y los leopardos.
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[2] Gálvez dedujo que con su decreto se poblaría, y que el progreso de las ásperas tierras de la península pronto entrarían en prosperidad: Sin embargo no fue así. Gálvez había ordenado a un grupo de familias de Guanajuato y San Luís Potosí, con la intención de que se establecieran en la península, para que trabajaran en las actividades agropecuarias y mineras. De estas familias varias ni siquiera salieron de sus lugares de origen con rumbo a esta tierra, y de las que si vinieron, muchas abandonaron mas temprano que tarde sus propósitos al encararse con la hostil, agreste y la escasa economía de la Baja California, lo que acabo por desilusionarlos y regresar a sus lugares de origen.
En otro punto indica que ni los primeros dueños, ni sus descendientes, no podrían imponer ningún tipo de gravamen sobre la propiedad, ni aunque fuera para la misión, y que si alguno contravenía esta orden, se le retiraría del predio entregándosele a otro poblador que fuera útil y obediente.
Los vecinos, continúa el decreto, podrán disponer de los pastos comunes para sus ganados, y que no podrán tener mas de cincuenta cabezas de ganado, las que deberán pastorearse para que no se convierta en ganado bronco; y que además se buscaba que la riqueza de las tierras y pastos fuera igual para todos, evitando así el monopolio.
Asienta que por tres años los pobladores no pagarán ningún tipo de impuesto ni diezmo, a fin que obtengan la riqueza necesaria, y logren establecerse; debiendo construir sus casas, en el primer año de trabajo y que además las habiten; que cerquen o construyan zanjas, para delimitar su propiedad, colocando mojoneras en las esquinas de del predio, plantar diez árboles frutales o de sombra en cada predio.
Obliga que después de diez años de criar ganado, los pobladores y sus descendientes queden obligados a aumentar en dos marranas de vientre su hato, ya que estas destruyen las víboras y las langostas, y que las deban pastorear, para que no las ataquen los coyotes y los leopardos.
No obstante lo anterior, se indica que habiendo transcurridos los dos primeros años los pobladores estarán obligados a tener además de las dos marranas de vientre, una yunta de bueyes o vacas, un arado, dos rejas o puntas, para labrar la tierra, dos azadones, una hacha, un martillo, un cuchillo de monte (machete), cinco ovejas o cabras, y dos yeguas con fierro propio, y pastándolas, así como cinco gallinas y un gallo.
Para generar mayor progreso manifiesta que aquel poblador que fuera buen productor, y que además hiciera un pozo para agua de riego, se le otorgarían dos terrenos mas aparte del que ya se le hubiera dado; y que si el pozo lo construyeran entre dos vecinos, se le daría un terreno mas a cada uno de ellos, con solo mostrárselo a quien estuviera a cargo en el gobierno.
Cada poblador cabeza de familia se le otorga el reconocimiento de fuero militar, y que deberá tener un fusil, o escopeta, una espada ancha, y adarga, para defender el país, y a la misión en caso de invasión enemiga, alzamiento de los nativos, y que deberían alistarse en una o dos compañías militares que se establecerían.
Este decreto las familias lo tomaron casi al pie de la letra, para empezar, fue la causa por la que Juan Nepomuceno Espinoza y Loreto, salieran de la misión de Loreto, en busca de algún sitio ideal, para establecer su rancho.
En la segunda generación Espinoza y ya asentados en San Juan de Dios, se construyó la casa de dos cuartos, con dos árboles en frente, y a igual distancia, se construyeron zanjas al limite del terreno, así también se colocaron las cuatro mojoneras.
Cuando llegaron a la misión de El Rosario, en el verano del año de 1800, procedentes del paraje de San Juan de Dios, construyeron otra casa en la misión de arriba, con dos cuartos de adobe, techo de tule, y dos árboles en frente, a igual distancia de la puerta; lo mismo hicieron cuando se cambiaron a la misión de El Rosario de Abajo, en 1802.
Al formarse la casa Espinoza Castro, la obediencia de los hijos y el respeto, fueron a como lo indicaba el decreto.
Las casas de todos ellos fueron siempre permanentes, no se dividieron; Baste decir que la casa grande que mi antepasado Carlos Espinoza Castro construyó en 1836, paso a sus descendientes, durante 144 años, casa y terreno intactos, hasta que en 1980, la tumbaron en busca de tesoros.
Para generar mayor progreso manifiesta que aquel poblador que fuera buen productor, y que además hiciera un pozo para agua de riego, se le otorgarían dos terrenos mas aparte del que ya se le hubiera dado; y que si el pozo lo construyeran entre dos vecinos, se le daría un terreno mas a cada uno de ellos, con solo mostrárselo a quien estuviera a cargo en el gobierno.
Cada poblador cabeza de familia se le otorga el reconocimiento de fuero militar, y que deberá tener un fusil, o escopeta, una espada ancha, y adarga, para defender el país, y a la misión en caso de invasión enemiga, alzamiento de los nativos, y que deberían alistarse en una o dos compañías militares que se establecerían.
Este decreto las familias lo tomaron casi al pie de la letra, para empezar, fue la causa por la que Juan Nepomuceno Espinoza y Loreto, salieran de la misión de Loreto, en busca de algún sitio ideal, para establecer su rancho.
En la segunda generación Espinoza y ya asentados en San Juan de Dios, se construyó la casa de dos cuartos, con dos árboles en frente, y a igual distancia, se construyeron zanjas al limite del terreno, así también se colocaron las cuatro mojoneras.
Cuando llegaron a la misión de El Rosario, en el verano del año de 1800, procedentes del paraje de San Juan de Dios, construyeron otra casa en la misión de arriba, con dos cuartos de adobe, techo de tule, y dos árboles en frente, a igual distancia de la puerta; lo mismo hicieron cuando se cambiaron a la misión de El Rosario de Abajo, en 1802.
Al formarse la casa Espinoza Castro, la obediencia de los hijos y el respeto, fueron a como lo indicaba el decreto.
Las casas de todos ellos fueron siempre permanentes, no se dividieron; Baste decir que la casa grande que mi antepasado Carlos Espinoza Castro construyó en 1836, paso a sus descendientes, durante 144 años, casa y terreno intactos, hasta que en 1980, la tumbaron en busca de tesoros.
RANCHO MISIONERO DE SAN JUAN DE DIOS, EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, PROPIEDAD DE LA FAMILIA ESPINOZA[3].
El paraje de San Juan de Dios fue fundado El 8 de marzo de 1766, por el padre Jesuita Wenceslao Link, siendo el primer europeo que llegó tan al norte, partiendo de la misión de San Francisco de Borja Adac, en donde era el encargado.
A la fundación de la misión Franciscana San Fernando Velicatá, el 14 de mayo de 1769, por Fray Junípero Serra, se asignó a San Juan de Dios, como una visita de la Misión. El Padre Serra estuvo en San Juan de Dios, el día 15 de mayo de 1769, aquejado por los males de una pierna, fue la causa que duraran en ese sitio hasta el día 21 de aquel mes.
El Padre Serra que viajaba en caravana para San Diego Alta California, explorando una ruta hacia aquel sitio, y dado lo mal de su pierna, le pidió al arriero Juan Antonio Coronel, que le aplicara una plasta de hierbas y cebo, de las que le aplicaba a las mulas, y este titubeante se lo aplicó, con lo cual obtuvo grandes mejorías de su dolencia, y por esta razón se le denomina al sitio “San Juan de Dios de la Llagas”. Según la tradición oral Espinoza, en ese contingente que acompañaba a Serra, viajaba como arriero Juan Nepomuceno Espinoza.
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[3] Se denominaba entre los primeros rancheros, de esta manera a cualquier rancho que fuera el asiento de una familia pionera, y que en sus características físicas el sitio era semejante a la forma de construcción de una misión, teniendo dimensiones menores. El rancho misionero, contaba con tierras para cultivo, deposito para agua, canales para riego, árboles frutales, ganado mayor y menos, horno, fragua, pozo para tatema, panteón, una capilla, taste para carreras de caballos, corrales y cercos de piedra, áreas con abundante leña; y un patriarca, en vez de misionero.
Cuando Juan Nepomuceno Espinoza con su familia viajaba de regreso con rumbo a la misión de San Fernando Velicatá, provenientes de Alta California, en 1799, encontrándose en ese paraje, le sobrevino la muerte de manera repentina.
Por este hecho la familia permaneció en dicho sitio, en espera que los hijos mayores Carlos y Zacarías, regresaran de Oregon, a donde se habían ido a la casería de nutrias, y a donde se les había enviado un correo informando la muerte de su padre.
Cuando los hermanos Carlos y Zacarías llegaron al paraje de San Juan de Dios, unos seis meses después de ocurrida la muerte de su padre, encontraron a la familia angustiada, y luego que se reconfortaron, iniciaron con la construcción de una casa de dos habitaciones, a base de adobes y rocas.
La edificación de la vivienda se hizo directamente sobre la tumba del padre, al viejo estilo de las misiones, en el que sepultaban a los padres ministros dentro del recinto de la misión, o en su patio más cercano.
La familia Espinoza siguiendo esta costumbre misionera, sepultó a su padre fundador en el recinto propio de la casa. Esta casa fue ampliada con los años de manera que llegó a ser conocida como la “Hacienda de San Juan de Dios, se le construyó un túnel, y sótano ubicado muy cerca de la tumba de Juan Nepomuceno, en el cual guardaban todo tipo de alimentos, botellas de diversa índole, telas, calzado, herramientas y otros objetos de uso cotidiano.
La construcción de la primer etapa de la casa Espinoza se lleva a cabo entre principios y mediados del año de 1800; habiendo sucedido esto marchan con rumbo a El Rosario, haciéndolo por la vereda que existe entre San Juan de Dios, y la Misión de San Fernando, y de ahí a la misión de El Rosario, entrando al lugar por la cañada de San Fernando, ambos senderos con milenios de antigüedad y que era utilizado por los cochimis desde tiempos inmemoriales.
San Juan de Dios obtiene por parte de la familia Espinoza un fuerte impulso, que lo a de convertir en los siguientes ciento veinte años, en otra misión en pequeño, ya que en sus tierras se construyeron grandes casonas, acueducto, pilas a las que se abastecía de agua mediante el ingenioso sistema de agua a jarritos, con la fuerza motriz de un burro, caballo o mula.
Se construyó una gran cerca de piedra, que cruza el arroyo de San Juan de Dios, encerrando con ella una inmensa extensión de terreno donde se limita el paso del ganado; la cerca de roca cierra el cañón del rancho, creando así un corral de descomunales dimensiones.Se construyó un horno para quemar roca caliza, llamada caliche y sacar cal, la que era utilizada para la construcción, y para conservar alimentos, y curtiduría de pieles. A la par se construyeron pozos para tatemar mezcal pardito, del cual extraía principalmente vinagre, para conservar alimentos, y también obtenían licor de alta calidad. En el rancho de San Juan de Dios, se construyeron además corrales de piedra para jaripeo, taste[4] para carreras de caballos, pista para carreras en costales, y otras diversiones de aquella antigua época. Elaboraban todo tipo de calzado, ropa de vestir a partir de pieles de res. En la crianza de ganado se llegó a contar con miles de cabezas, de las
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[4] Un taste mide de 3.40 a 4.00 metros de ancho, y entre unos 250.00 y 400.00 metros de longitud. Dicho en el argot campirano de las carreras de caballo, un taste mide entre 300 y 500 varas de largo, por unas 5 varas de ancho. Siendo una vara equivalente a 84 centímetros.
cuales eran enviadas para su venta en Pascualitos, en el Valle de Mexicali, donde se encontraban compradores de origen chino, quienes las compraban, las descansaban, engordaban y las exportaban para Estados Unidos.
A la fundación de la misión Franciscana San Fernando Velicatá, el 14 de mayo de 1769, por Fray Junípero Serra, se asignó a San Juan de Dios, como una visita de la Misión. El Padre Serra estuvo en San Juan de Dios, el día 15 de mayo de 1769, aquejado por los males de una pierna, fue la causa que duraran en ese sitio hasta el día 21 de aquel mes.
El Padre Serra que viajaba en caravana para San Diego Alta California, explorando una ruta hacia aquel sitio, y dado lo mal de su pierna, le pidió al arriero Juan Antonio Coronel, que le aplicara una plasta de hierbas y cebo, de las que le aplicaba a las mulas, y este titubeante se lo aplicó, con lo cual obtuvo grandes mejorías de su dolencia, y por esta razón se le denomina al sitio “San Juan de Dios de la Llagas”. Según la tradición oral Espinoza, en ese contingente que acompañaba a Serra, viajaba como arriero Juan Nepomuceno Espinoza.
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[3] Se denominaba entre los primeros rancheros, de esta manera a cualquier rancho que fuera el asiento de una familia pionera, y que en sus características físicas el sitio era semejante a la forma de construcción de una misión, teniendo dimensiones menores. El rancho misionero, contaba con tierras para cultivo, deposito para agua, canales para riego, árboles frutales, ganado mayor y menos, horno, fragua, pozo para tatema, panteón, una capilla, taste para carreras de caballos, corrales y cercos de piedra, áreas con abundante leña; y un patriarca, en vez de misionero.
Cuando Juan Nepomuceno Espinoza con su familia viajaba de regreso con rumbo a la misión de San Fernando Velicatá, provenientes de Alta California, en 1799, encontrándose en ese paraje, le sobrevino la muerte de manera repentina.
Por este hecho la familia permaneció en dicho sitio, en espera que los hijos mayores Carlos y Zacarías, regresaran de Oregon, a donde se habían ido a la casería de nutrias, y a donde se les había enviado un correo informando la muerte de su padre.
Cuando los hermanos Carlos y Zacarías llegaron al paraje de San Juan de Dios, unos seis meses después de ocurrida la muerte de su padre, encontraron a la familia angustiada, y luego que se reconfortaron, iniciaron con la construcción de una casa de dos habitaciones, a base de adobes y rocas.
La edificación de la vivienda se hizo directamente sobre la tumba del padre, al viejo estilo de las misiones, en el que sepultaban a los padres ministros dentro del recinto de la misión, o en su patio más cercano.
La familia Espinoza siguiendo esta costumbre misionera, sepultó a su padre fundador en el recinto propio de la casa. Esta casa fue ampliada con los años de manera que llegó a ser conocida como la “Hacienda de San Juan de Dios, se le construyó un túnel, y sótano ubicado muy cerca de la tumba de Juan Nepomuceno, en el cual guardaban todo tipo de alimentos, botellas de diversa índole, telas, calzado, herramientas y otros objetos de uso cotidiano.
La construcción de la primer etapa de la casa Espinoza se lleva a cabo entre principios y mediados del año de 1800; habiendo sucedido esto marchan con rumbo a El Rosario, haciéndolo por la vereda que existe entre San Juan de Dios, y la Misión de San Fernando, y de ahí a la misión de El Rosario, entrando al lugar por la cañada de San Fernando, ambos senderos con milenios de antigüedad y que era utilizado por los cochimis desde tiempos inmemoriales.
San Juan de Dios obtiene por parte de la familia Espinoza un fuerte impulso, que lo a de convertir en los siguientes ciento veinte años, en otra misión en pequeño, ya que en sus tierras se construyeron grandes casonas, acueducto, pilas a las que se abastecía de agua mediante el ingenioso sistema de agua a jarritos, con la fuerza motriz de un burro, caballo o mula.
Se construyó una gran cerca de piedra, que cruza el arroyo de San Juan de Dios, encerrando con ella una inmensa extensión de terreno donde se limita el paso del ganado; la cerca de roca cierra el cañón del rancho, creando así un corral de descomunales dimensiones.Se construyó un horno para quemar roca caliza, llamada caliche y sacar cal, la que era utilizada para la construcción, y para conservar alimentos, y curtiduría de pieles. A la par se construyeron pozos para tatemar mezcal pardito, del cual extraía principalmente vinagre, para conservar alimentos, y también obtenían licor de alta calidad. En el rancho de San Juan de Dios, se construyeron además corrales de piedra para jaripeo, taste[4] para carreras de caballos, pista para carreras en costales, y otras diversiones de aquella antigua época. Elaboraban todo tipo de calzado, ropa de vestir a partir de pieles de res. En la crianza de ganado se llegó a contar con miles de cabezas, de las
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[4] Un taste mide de 3.40 a 4.00 metros de ancho, y entre unos 250.00 y 400.00 metros de longitud. Dicho en el argot campirano de las carreras de caballo, un taste mide entre 300 y 500 varas de largo, por unas 5 varas de ancho. Siendo una vara equivalente a 84 centímetros.
cuales eran enviadas para su venta en Pascualitos, en el Valle de Mexicali, donde se encontraban compradores de origen chino, quienes las compraban, las descansaban, engordaban y las exportaban para Estados Unidos.
El Rancho de San Juan de Dios, se encuentra en lo que fue el camino real misionero, por lo alto de las montañas desde el sur se llegaba por el cañón de los Abajeños, y para el mar, de ambas costas se llegaba por los antiquísimos senderos cochimí, y que después vinieron a ser la ruta de los primeros misionero, exploradores, rancheros y vaqueros, y que hasta nuestros días existe.
A CAUSA DE LAS COSTUMBRES EMANADAS DE LAS MISIONES Y DEL DECRETO DE JOSE DE GALVEZ.
¿SOMOS DE LOS ESPINOZA BUENOS, O DE LOS ESPINOZA MALOS?
¿SOMOS DE LOS ESPINOZA BUENOS, O DE LOS ESPINOZA MALOS?
A raíz de las costumbres de las familias pioneras de la península, y con base a las costumbres asimiladas de las misiones y al decreto de José de Gálvez emitido en el Real de Santa Ana, el día 12 de agosto de 1768, en el que entre otras cosas se asienta que los padres heredaran a sus hijos “los mas aptos, obedientes y respetuosos”, todos sus bienes, de manera indivisible, y que a los demás se les repartirían las propiedades según el patrimonio que se hubiera logrado formar, tomando en cuenta la opinión del misionero, de la misión donde se encontraran los bienes.
Para el caso de la familia Espinoza en San Juan de Dios y en El Rosario, las cosas se dieron de la siguiente manera:
Para el caso de la familia Espinoza en San Juan de Dios y en El Rosario, las cosas se dieron de la siguiente manera:
Cuando Juan Nepomuceno Espinoza fallece el año de 1799, en el paraje de San Juan de Dios, sus hijos eran jóvenes y niños; Carlos se alista en la milicia al servicio de España, y Zacarías se va a Sonora, sin regresar jamás. Sus hijas se casan en El Rosario, sin existir entonces padre ni dote que entregar. Sus hermanos se retiran de El Rosario, y van a vivir a muy distintos lugares, principalmente a las misiones de Santo Domingo, San Ignacio, La Paz, San José del Cabo, Rancho Rosarito, -cercano a la actual Tijuana-. Ante esta situación, al no existir nada que repartir, en aquella primera generación Espinoza, las cosas marchan sin ningún contratiempo.
Cuando Carlos Espinoza Castro se casa con Maria Dolores Salgado Camacho, les nacen dos hijas, y dos hijos: Maria Rita en 1833, Ildefonza en 1834, José del Carmen en 1838, y Daniel Isidro en 1839, quien fallece niño. Para los tiempos en que Carlos debía repartir entre sus hijos los bienes, que para entonces ya era propietario de la Exmisión de El Rosario, y de toda su zona de influencia, y visitas, tomando en cuenta la parte del decreto que dice: “El más apto y respetuoso”. Carlos simplemente le entregó a su hijo José del Carmen todos sus bienes, incluido el rancho San Juan de Dios, entre muchos otros; que sumaban mas de seiscientas mil hectáreas de su propiedad. A sus hijas al momento de casarse les entregó a Ildefonza, casada con José Montes originario de la Exmisión de San Ignacio un rancho en la Exmisión de San Fernando Velicatá, donde les ayudo a construir su casa, les entregó un toro, cincuenta vaquillas, cinco gallinas, un gallo, un caballo, cinco yeguas, varios burros, mulas, machos, borregos, y marranos. A Maria Rita, casada con Loreto Acevedo Ceseña, originario de El Rosario, le entregó las tierras de la cañada de Santo Tomás, en la exmisión de El Rosario, conforme a las costumbres de la época, apoyó a sus hijas, en igualdad de circunstancias.
Cuando a José del Carmen Espinoza Salgado, casado con María de la Cruz Marrón Carrillo, le toca entregar sus bienes a sus descendientes, al igual que su padre y su abuelo antes, tampoco tuvo problemas ya que sus hijos solo fueron tres, dos hijas y un varón. Maria de Jesús, la mayor se casa el 30 de julio de 1869.
Gertrudis Espinoza Marrón, segunda hija del matrimonio Espinoza Marrón se casa, a ambas hijas se les entregó su dote consistente además de un rancho, del toro, las cincuenta vaquillas, y los demás según la costumbre ancestral, nacida del decreto de José de Gálvez.
A Policarpo Espinoza Marrón, único hijo varón nacido en 1857, simplemente se le entregó el resto de las propiedades de la familia Espinoza, que eran cerca de seiscientas doce mil hectáreas para entonces, ya que el resto se encontraba en manos de las mujeres hijas de la familia Espinoza.
Así que en las generaciones de Juan Nepomuceno Espinoza, Carlos Espinoza Castro, José del Carmen Espinoza Salgado, y Policarpo Espinoza Marrón, no existió ningún contratiempo a la hora de repartir o heredar sus propiedades a sus hijos, ya que durante 108 años, solo existieron en El Rosario, un Varón Espinoza por generación.
Cuando Policarpo Espinoza Marrón se casa en 1876, llegó el día en que le tocaba repartir, a él le toco vivir una situación sin antecedentes, que la misión como institución había dejado de existir antes que su padre naciera, así que no había misionero, para pedirle apoyo. Recurrió a su padre, quien tampoco tenia antecedentes de tal situación, entonces se encontraron con que se debía decidir quien era el hijo mas apto y respetuoso.
Cuando Carlos Espinoza Castro se casa con Maria Dolores Salgado Camacho, les nacen dos hijas, y dos hijos: Maria Rita en 1833, Ildefonza en 1834, José del Carmen en 1838, y Daniel Isidro en 1839, quien fallece niño. Para los tiempos en que Carlos debía repartir entre sus hijos los bienes, que para entonces ya era propietario de la Exmisión de El Rosario, y de toda su zona de influencia, y visitas, tomando en cuenta la parte del decreto que dice: “El más apto y respetuoso”. Carlos simplemente le entregó a su hijo José del Carmen todos sus bienes, incluido el rancho San Juan de Dios, entre muchos otros; que sumaban mas de seiscientas mil hectáreas de su propiedad. A sus hijas al momento de casarse les entregó a Ildefonza, casada con José Montes originario de la Exmisión de San Ignacio un rancho en la Exmisión de San Fernando Velicatá, donde les ayudo a construir su casa, les entregó un toro, cincuenta vaquillas, cinco gallinas, un gallo, un caballo, cinco yeguas, varios burros, mulas, machos, borregos, y marranos. A Maria Rita, casada con Loreto Acevedo Ceseña, originario de El Rosario, le entregó las tierras de la cañada de Santo Tomás, en la exmisión de El Rosario, conforme a las costumbres de la época, apoyó a sus hijas, en igualdad de circunstancias.
Cuando a José del Carmen Espinoza Salgado, casado con María de la Cruz Marrón Carrillo, le toca entregar sus bienes a sus descendientes, al igual que su padre y su abuelo antes, tampoco tuvo problemas ya que sus hijos solo fueron tres, dos hijas y un varón. Maria de Jesús, la mayor se casa el 30 de julio de 1869.
Gertrudis Espinoza Marrón, segunda hija del matrimonio Espinoza Marrón se casa, a ambas hijas se les entregó su dote consistente además de un rancho, del toro, las cincuenta vaquillas, y los demás según la costumbre ancestral, nacida del decreto de José de Gálvez.
A Policarpo Espinoza Marrón, único hijo varón nacido en 1857, simplemente se le entregó el resto de las propiedades de la familia Espinoza, que eran cerca de seiscientas doce mil hectáreas para entonces, ya que el resto se encontraba en manos de las mujeres hijas de la familia Espinoza.
Así que en las generaciones de Juan Nepomuceno Espinoza, Carlos Espinoza Castro, José del Carmen Espinoza Salgado, y Policarpo Espinoza Marrón, no existió ningún contratiempo a la hora de repartir o heredar sus propiedades a sus hijos, ya que durante 108 años, solo existieron en El Rosario, un Varón Espinoza por generación.
Cuando Policarpo Espinoza Marrón se casa en 1876, llegó el día en que le tocaba repartir, a él le toco vivir una situación sin antecedentes, que la misión como institución había dejado de existir antes que su padre naciera, así que no había misionero, para pedirle apoyo. Recurrió a su padre, quien tampoco tenia antecedentes de tal situación, entonces se encontraron con que se debía decidir quien era el hijo mas apto y respetuoso.
Los viejos de la familia Espinoza concluyeron en octubre de 1905, que el al mas apto era Santiago, el segundo hijo de Policarpo, nacido en 1878, quien entonces contaba con 27 años de edad.
A causa de esta situación el hijo mayor que era Juventino se retiró. Y se inició entonces en 1905, en El Rosario, por parte de personas ajenas a la familia, con el comentario que existían “Espinozas Buenos y Espinozas malos”
Mientras en El Rosario, se le entregan los bienes en su mayor parte a mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta, dejando ranchos para todos los hijos, incluido desde luego Juventino, quien decide no aceptarlos.
Fue así como desde hace 102 años existe en los rosareños, la pregunta “¿Somos Espinozas Buenos o somos Espinozas Malos?”. Esto emana de las costumbres heredadas por el referido decreto, dado en tiempos misionales.
A causa de esta situación el hijo mayor que era Juventino se retiró. Y se inició entonces en 1905, en El Rosario, por parte de personas ajenas a la familia, con el comentario que existían “Espinozas Buenos y Espinozas malos”
Mientras en El Rosario, se le entregan los bienes en su mayor parte a mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta, dejando ranchos para todos los hijos, incluido desde luego Juventino, quien decide no aceptarlos.
Fue así como desde hace 102 años existe en los rosareños, la pregunta “¿Somos Espinozas Buenos o somos Espinozas Malos?”. Esto emana de las costumbres heredadas por el referido decreto, dado en tiempos misionales.
LOS INDESEABLES.
A causa del crecimiento de las familias y la multiplicación de los ranchos en la península, se vio repentinamente con ganado de todo tipo, y por todos los rincones. Con el incremento en el número de criadores y de los hatos ganaderos, aparecían paralelo a la actividad un sin número de asaltantes, abigeatos, bandoleros, secuestradores, aunado a esto la confusión entre los dueños, pues en los primeros tiempos del México independiente, y a la disolución de las misiones, el ganado pasó a ser parte de las actividades de los primeros rancheros.
El que los criadores de ganado confundieran unos animales con los de otros propietarios trajo consigo, incluso muertes entre rancheros por disputas, ya fuera por los agostaderos, las tinajas, por las pozas de agua, o por el robo de animales. Sin embargo la cantidad de maleantes que cayeron sobre los animales de los criadores, y sobre ellos mismos y sus familias, los hizo olvidar sus diferencias y los obligó a unirse para defenderse en conjunto de tanto indeseable saqueador.
A principios de la década de 1860, se instituyó en Baja California el registro civil, con este apoyo se registró a personas de todas las edades, siendo principalmente en La Grulla, donde se registraron a los primeros fronterizos, entre ellos a los Espinoza.
Al dar inicio en forma ordenada el registro de personas, de nacimientos, matrimonios, defunciones, documentos de propiedad, entre otras novedades que trajeron las leyes de Benito Juárez, trajo también el registro de animales.
Se ideó una marca de errar, o de fuego, señal de sangre, así como un registro por propietario, que ya era practicada desde tiempos misionales. En El Rosario, los primeros marcas de errar, o señal de fuego.
A causa de los antecedentes relacionados y otras calamidades, como la constante visitas de representantes de autoridades sobretodo policiaco, aduaneras, y los que nunca faltan: los políticos vivillos, esos convenencieros que nos han acompañado durante todas las generaciones, pues los antes mencionados individuos, de buenas a primeras llegaban por ganado regalado, por carne seca, por caballada. Si el criador no aceptaba la petición, esos sujetos tenían muy buenos métodos para convencerlos.
Sus métodos eran principalmente fabricar pruebas de abigeo, de asaltos, de robo común, o de asesinatos, culpando a los rancheros de tales tropelías.
Hacia mediados de la década de 1890, existía un fa yuquero, quien viajaba por la península, vendiendo principalmente telas, botones, hilos, hilazas, agujas, espejos, era además informante de los rurales, es decir de la policía montada, les pasaba informes de los lugares donde tenían caballada, ganado, y otros bienes.
Este fa yuquero enviaba cartas al dueño del rancho mas cercano en que se encontraba, solicitando ayuda, según él para mover la carga, que porque le habían “robado” sus bestias de carga; luego que era socorrido pretextaba, que el propio ranchero lo había asaltado, o que era el responsable de la pérdida de sus animales; con esto marchaba a Ensenada, levantaba la denuncia correspondiente, y luego la policía montada partía de inmediato con rumbo al rancho en cuestión, arrestaba al dueño, a sus trabajadores, y los llevaban arrestados hasta Ensenada, donde se les seguía juicio.
De esta manera tenían a su merced a los rancheros con sus bienes de por medio.
En una ocasión el fayuquero en cuestión envió desde Agua Dulce, sitio ubicado al sur de San Juan de Dios, una carta a Policarpo Espinoza Marrón, solicitando de su ayuda, consistente en el préstamo de unas mulas para transportar su carga hasta el rancho, y poner a salvo sus pertenecías, ya que venía en tránsito desde la Exmisión de San Ignacio, y le habían “robado”, las mulas mientras dormía, según su dicho.
El que los criadores de ganado confundieran unos animales con los de otros propietarios trajo consigo, incluso muertes entre rancheros por disputas, ya fuera por los agostaderos, las tinajas, por las pozas de agua, o por el robo de animales. Sin embargo la cantidad de maleantes que cayeron sobre los animales de los criadores, y sobre ellos mismos y sus familias, los hizo olvidar sus diferencias y los obligó a unirse para defenderse en conjunto de tanto indeseable saqueador.
A principios de la década de 1860, se instituyó en Baja California el registro civil, con este apoyo se registró a personas de todas las edades, siendo principalmente en La Grulla, donde se registraron a los primeros fronterizos, entre ellos a los Espinoza.
Al dar inicio en forma ordenada el registro de personas, de nacimientos, matrimonios, defunciones, documentos de propiedad, entre otras novedades que trajeron las leyes de Benito Juárez, trajo también el registro de animales.
Se ideó una marca de errar, o de fuego, señal de sangre, así como un registro por propietario, que ya era practicada desde tiempos misionales. En El Rosario, los primeros marcas de errar, o señal de fuego.
A causa de los antecedentes relacionados y otras calamidades, como la constante visitas de representantes de autoridades sobretodo policiaco, aduaneras, y los que nunca faltan: los políticos vivillos, esos convenencieros que nos han acompañado durante todas las generaciones, pues los antes mencionados individuos, de buenas a primeras llegaban por ganado regalado, por carne seca, por caballada. Si el criador no aceptaba la petición, esos sujetos tenían muy buenos métodos para convencerlos.
Sus métodos eran principalmente fabricar pruebas de abigeo, de asaltos, de robo común, o de asesinatos, culpando a los rancheros de tales tropelías.
Hacia mediados de la década de 1890, existía un fa yuquero, quien viajaba por la península, vendiendo principalmente telas, botones, hilos, hilazas, agujas, espejos, era además informante de los rurales, es decir de la policía montada, les pasaba informes de los lugares donde tenían caballada, ganado, y otros bienes.
Este fa yuquero enviaba cartas al dueño del rancho mas cercano en que se encontraba, solicitando ayuda, según él para mover la carga, que porque le habían “robado” sus bestias de carga; luego que era socorrido pretextaba, que el propio ranchero lo había asaltado, o que era el responsable de la pérdida de sus animales; con esto marchaba a Ensenada, levantaba la denuncia correspondiente, y luego la policía montada partía de inmediato con rumbo al rancho en cuestión, arrestaba al dueño, a sus trabajadores, y los llevaban arrestados hasta Ensenada, donde se les seguía juicio.
De esta manera tenían a su merced a los rancheros con sus bienes de por medio.
En una ocasión el fayuquero en cuestión envió desde Agua Dulce, sitio ubicado al sur de San Juan de Dios, una carta a Policarpo Espinoza Marrón, solicitando de su ayuda, consistente en el préstamo de unas mulas para transportar su carga hasta el rancho, y poner a salvo sus pertenecías, ya que venía en tránsito desde la Exmisión de San Ignacio, y le habían “robado”, las mulas mientras dormía, según su dicho.
Policarpo Espinoza le envió las mulas solicitadas, el fayuquero levantó la carga, y se dirigió a San Juan de Dios, entrando al rancho por la cañada de Los Abajeños[5].
Luego que se instaló en el rancho, en cierto momento empezó a insultar a su benefactor diciéndole que uno de los trabajadores del rancho le comentó, que era el propio Policarpo Espinoza quien le había robado sus animales.
Policarpo muy disgustado por su proceder lo cuestionó con respecto a quién le había dado esos falsos informes.
Ahora bien: Para qué podía querer Policarpo Espinoza unas seis u ocho cansadas mulas por tantos viajes del fayuquero; si en los ranchos de San Juan de Dios, La Suerte, El Cartabón, Las Codornices, San Fernando Velicatá, y El Rosario, los Espinoza tenían en ese tiempo entre mulas, machos, caballos comunes, caballos percherones, yeguas, y burros, mas de dos mil ejemplares.
El fayuquero se disculpó, le pidió prestadas las bestias para proseguir su viaje a Ensenada, a lo que Policarpo accedió.
Partió con rumbo a El Rosario, a donde llegó a una casa y les platicó lo que le había sucedido, asegurando que Policarpo le había robado sus animales de carga, y que iba para Ensenada para levantar una denuncia ante la policía Rural; a los días llegaron a San Juan de Dios un piquete de Rurales, venían con órdenes de arrestar a Policarpo Espinoza y a otros varios trabajadores del rancho, y llevarlos a Ensenada, como así lo hicieron.
Policarpo muy disgustado por su proceder lo cuestionó con respecto a quién le había dado esos falsos informes.
Ahora bien: Para qué podía querer Policarpo Espinoza unas seis u ocho cansadas mulas por tantos viajes del fayuquero; si en los ranchos de San Juan de Dios, La Suerte, El Cartabón, Las Codornices, San Fernando Velicatá, y El Rosario, los Espinoza tenían en ese tiempo entre mulas, machos, caballos comunes, caballos percherones, yeguas, y burros, mas de dos mil ejemplares.
El fayuquero se disculpó, le pidió prestadas las bestias para proseguir su viaje a Ensenada, a lo que Policarpo accedió.
Partió con rumbo a El Rosario, a donde llegó a una casa y les platicó lo que le había sucedido, asegurando que Policarpo le había robado sus animales de carga, y que iba para Ensenada para levantar una denuncia ante la policía Rural; a los días llegaron a San Juan de Dios un piquete de Rurales, venían con órdenes de arrestar a Policarpo Espinoza y a otros varios trabajadores del rancho, y llevarlos a Ensenada, como así lo hicieron.
La acusación era por “Salteadores de Caminos”; En el juicio que se les siguió se les denominó “Los Bandidos de El Rosario”, así es como quedó registrada esa mancha en los archivos de la Judicial.
Por su parte los Rurales, con esa intriga de ellos y del fayuquero, pusieron a su disposición a los del rancho San Juan de Dios, para llegar cuando les viniera en gana, pasar y llevar desde vacas, caballos, mulas, o carne seca. Durante varios años se despacharon con la cuchara grande, al cabo que tenía un procedimiento legal en contra de los Espinoza.
Tiempo después en la misma década de 1890 a 1900 pasó a El Rosario un agente aduanero de San Quintín, para cobrarle a Policarpo Espinoza Marrón, su cuota, o en todo caso, ya sabría a que atenerse.
Por su parte los Rurales, con esa intriga de ellos y del fayuquero, pusieron a su disposición a los del rancho San Juan de Dios, para llegar cuando les viniera en gana, pasar y llevar desde vacas, caballos, mulas, o carne seca. Durante varios años se despacharon con la cuchara grande, al cabo que tenía un procedimiento legal en contra de los Espinoza.
Tiempo después en la misma década de 1890 a 1900 pasó a El Rosario un agente aduanero de San Quintín, para cobrarle a Policarpo Espinoza Marrón, su cuota, o en todo caso, ya sabría a que atenerse.
El pretexto era siempre el mismo: Que habían sido acusados de contrabando, y que la superioridad los enviaba a vigilar y detener el contrabando, y a los contrabandistas.
Llegó a ser tan descarada esta situación, que hasta el propio Juez de Paz de El Rosario, en 1915 le quitaron sus mulas pretextando que eran propiedad de la nación. El Juez ni tardo ni perezoso le envió una carta Esteban Cantú, entonces gobernador del Distrito Norte de la Baja California, cuando recién se instalaba la capital en Mexicali; en la que le informaba del atropello del que era objeto, y que el podía comprobar que había comprado las mulas
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[5] Cañada de Los Abajeños, se le llama así pues por ella llegaban los viajeros del sur, también llamados “Los de Abajo”, de aquí pasaban al norte peninsular y a Sonora.
[5] Cañada de Los Abajeños, se le llama así pues por ella llegaban los viajeros del sur, también llamados “Los de Abajo”, de aquí pasaban al norte peninsular y a Sonora.
con derecho y de buen proceder.
El Juez enfrentó a las huestes de sus atracantes según ellos lo persiguieron de ahí en adelante por “rajón”.
Abusivos, autoritarios y déspotas como eran algunos de la ley, tenían a los pueblos hasta el hastío.
Baste recordar que la policía Rural nace en tiempos de Benito Juárez, empobrecido y en constantes luchas intestinas como se encontraba el país desde su independencia en 1822; Juárez había dado su anuencia para que los policías de hicieran de sus pagos pidiendo apoyos económicos a la sociedad, para que a su vez fueran protegidos por las fuerzas del orden. A los policías rurales les parecía más cómodo, obligar a la población a pagar su “protección”. Así se fomentó la mordida en todo el país, después el soborno, luego el asalto y el despojo protegidos por una placa.
Los peninsulares acostumbrados como estaban a defender sus familias, tierras, y el honor, dejaban de lado los miramientos, diciendo: “Pues muero en la raya”. A partir de esa decisión extrema, las cosas tomaban ese rumbo: morían o mataban.
Después de Juárez, llegó al país la paz porfiriana lo que significaba otro azote para la población, ya que era desesperante la opresión que los rurales ejercían sobre los habitantes de los ranchos, el ganado y la caballada que eran su botín favorito.
Después de Juárez, llegó al país la paz porfiriana lo que significaba otro azote para la población, ya que era desesperante la opresión que los rurales ejercían sobre los habitantes de los ranchos, el ganado y la caballada que eran su botín favorito.
Claro, la historia los pinta como benefactores y protectores de la sociedad por el orden que impartían. Juan pueblo, no opina lo mismo.
Se agrupaban los criadores de manera armada, para poder defender sus hatos ganaderos de tanto indeseable bandido dentro y fuera de la ley.
Incluso en los tiempos de la revolución muchos llegaban por el camino real desde otros sitios del país, ya fuera huyendo de la leva, persiguiendo a otros, o simples y vulgares asaltantes, algunos auténticos y útiles fayuqueros, mineros, gambusinos y muy eventualmente pasaban por las veredas peninsulares algún historiador, o naturalista.
Incluso en los tiempos de la revolución muchos llegaban por el camino real desde otros sitios del país, ya fuera huyendo de la leva, persiguiendo a otros, o simples y vulgares asaltantes, algunos auténticos y útiles fayuqueros, mineros, gambusinos y muy eventualmente pasaban por las veredas peninsulares algún historiador, o naturalista.