"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

miércoles, 7 de agosto de 2024

ANDAS MOJADO EN TIERRA SECA.

EXPRESIÓN QUE ME DIJO UN TOHONO O´ODHAM, EN EL EJIDO LA SANGRE, MUNICIPIO DE TUBUTAMA, SONORA; EN 1969.

Es indiscutible, existen personas que se cruzan brevemente en nuestros caminos y nos acompañan el resto de la vida…



AUTOR: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

MARTES, 30 DE JULIO DE 2024.

ARTICULO No. 138.

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.


NUESTRO LEGADO ES CULTURA Y CONOCIMIENTO”

DERECHOS PROTEGIDOS POR EL AUTOR, BAJO PATENTE 1660383.


Viaje desde el desierto central de Baja California al desierto Sonorense.

En agosto de 1969, cuando contaba con once años de edad, me encontraba recién llegado desde El Rosario, Baja California, en los pueblos de San Manuel y La Sangre del municipio de Tubutama, Sonora; lugares enclavados en el Desierto de Sonora.

Había ido con mis tíos Heraclio Manuel Espinoza Grosso y Rhode Dicochea Gaxiola, ella nativa de San Manuel, y mi tío; nativo de El Rosario y profesor de primaria. El motivo de mi viaje fue para terminar la primaria en la escuela “Maestro Justo Sierra”, -lugar en el que mi tío era maestro de sexto año-, ubicada en el pueblito de “La Sangre”, mientras que nuestra casa se ubicaba en San Manuel.

Cuando recién llegamos desde El Rosario, Baja California, a San Manuel, a mediados de agosto del lejano año de 1969, mis tíos prosiguieron el viaje para Hermosillo, ya que estaban en vísperas de que les naciera su primer hijo, a quien llamaron Eduardo Hiram, nacido el 14 de septiembre. A mí me dejaron en la casa.

Como me quedé solo y sin conocer a nadie en los pueblos, un caluroso día, después de haber conocido a la familia Celaya Jiménez, cuyos padres eran Ruperto Celaya Bernal y Arminda Jiménez Chávez, decidí ir, a pie, de San Manuel a La Sangre; para ubicar la escuela que se encuentra a unos cinco kilómetros de la casa. Caminé por una vereda de arena blanquizca que mi tío me había indicado antes, misma que discurría por entre el monte formado de mezquites, palo verde, palo fierro, cinitas, hediondillas, y sahuaros, entre otra diversa vegetación; fui soportando un calor abrazador que alegraba a las chicharras, que mediante sus melodías, parecía que disfrutaban aquellas altísimas temperaturas, mientras unas chureas –correcaminos- cruzaban el monte a toda velocidad. Llegué hasta la escuela, la observé y di la vuelta de regreso.


Salvador Jiménez Ríos.

Cuando ya venía de regreso con rumbo a la casa, me topé en el campo de béisbol con Salvador Jiménez Ríos, quien entonces contaba con unos cuarenta años de edad; siendo la primera persona que conocí en La Sangre; era el comisario del ejido, hablamos un poco, nos presentamos y seguí mi andar.


Encuentro con un sonorense Tohono O’odham.

Más adelante me encontré de frente a un hombre de unos cincuenta años quien viajaba en una mula parda frontina. Salí de la vereda y me acomodé entre el monte para darle el paso, sin embargo él se detuvo frente a mí, mientras me saludaba, con un “eitale buqui”, en seguida me dijo:

Andas mojado en tierra seca”, expresión que no entendí, y que al notar mi interrogación, me explicó: “nosotros los Tohono O’odham así decimos cuando andamos bañados en sudor debido al calor extremo, en plena resequedad”. Mayor fue mi confusión, y entonces aquel hombre se acomodó de lado en su montura y me cuestionó:

  • ¿No sabes nada sobre el pueblo de los Pápagos, que también así nos dicen a los Tohono O’odham?

  • No, no sé nada, nunca había escuchado esas palabras, le contesté.

  • Ah, ya caigo en cuenta que no eres de aquí, porque tienes una tonadita diferente al hablar.

  • No, no soy de aquí, acabo de llegar, soy de un pueblo que está muy lejos, en Baja California; se llama El Rosario, está mucho más allá de Ensenada.

  • No, si yo a duras penas he escuchado mentar un Mexicali, una Tijuana, muy rara vez Ensenada, pero de El Rosario, ni idea tenía. Soy Pápago, pero no nos gusta que nos digan así, porque eso es burla para nosotros, que en nuestra lengua quiere decir: “los come frijoles”, así que haz la lucha de aprender a pronunciar bien nuestro verdadero nombre.

  • Está bien, nomás que se me va a olvidar, es difícil de pronunciar.

  • Es fácil buqui jodido, nomás repítelo mucho, a ver dilo:

  • No, pues ya se me olvidó.

  • Tohono O’odham, Tohono O’odham, así se pronuncia, a ver repítelo.

  • Tojonodam, tojono odam…

  • Pues no, pero está bien; cuando seas grande vas a saber sobre los Tohono O’odham.

  • Que te vaya bien buqui, ya me voy…y se fue, de repente volteo hacia atrás y gritó:

¡Ah, mi pueblo se llama “El Quelele”!, está para el lado de Sonoyta, nomás que ando con mi parientada de acá de Altar, Caborca, Pitiquito y ahorita aquí ando en San José.

¡Se te va a olvidar todo eso que te dije, casi estoy seguro!…

Solo en esa ocasión miré aquel hombre, no nos dijimos nuestros nombres, se nos pasó, y cada quien siguió su camino. Me fui repitiendo Sonoyta, Caborca, Altar, Pitiquito, porque recientemente eran las primeras veces que escuchaba aquellos nombres. “El Quelele”, no olvidé ese nombre, porque lo relacioné con el Quenene Arce, un amigo de mi padre y de mi abuelo.



Ruperto Celaya Bernal.

Continué con rumbo a la casa, y como un kilómetro adelante entró a la vereda, desde otro sendero, Don Ruperto Celaya Bernal, de unos treinta y tantos años de edad, nos fuimos platicando y me invitó a su casa a comer. En el trayecto le comenté sobre el Tohono O’odham. Son muy trabajadores aunque muy serios, expresó; están desde aquí hasta Pitiquito, Caborca, Puerto Peñasco, Sonoyta y en todo el desierto de Altar, y en los volcanes de El Pinacate. Mi familia Celaya, es de Átil, abundó.

Fotógrafo ambulante:

Al día siguiente, mientras me encontraba lustrando los zapatos, llegó a la casa Bernabé García, quien era fotógrafo ambulante y contaba entonces con unos treinta y cinco años de edad. Después del saludo, preguntó por mis tíos y se ofreció a tomarme unas fotos, lo cual acepté, dijo que se las pagara a la siguiente vuelta cuando ya las trajera impresas. Eso me preocupó, ya que no había considerado que su trabajo tenía un costo, y como ya me las había tomado, no hubo marcha atrás. Me comentó que andaba por todos los pueblos buscando clientela.

Al escuchar eso, le pregunté por los nombres de los pueblos y sus rancherías, me los fue mencionando, -mientras yo los anotaba en un cuaderno- : Altar, Oquitoa, Átil, Tubutama, El Nogalito, Cerro Prieto, Sáric, La Reforma, La Sangre, San Manuel, La Cuchilla, y para acá para abajo, ando para El Ocuca, Trincheras, Santa Ana y hasta el ejido El Claro, alcanzo a llegar. Y para el otro lado, voy a Las Playas, Pitiquito, Caborca, Arivaipa; para el Pozo Grande, y Pozo Verde, allá con los Pápagos…

Entonces lo interrumpí: Fíjese que ayer conocí a un hombre, me dijo que es de un pueblo que se llama “El Quelele”…

Ah sí, ellos son Pápagos, también les he tomados infinidad de fotos, voy a sus fiestas y a las de todos los pueblos y ranchos, después regreso y les entrego sus fotografías.

Fue Bernabé García quien me dijo como se escribe Tohono O’odham.


Bernabé García, mensajero y encomendero de a pie.

Los pueblerinos aprovechaban los largos recorridos del fotógrafo Bernabé, para enviar toda suerte de mensajes, cartas y encomiendas a sus familiares y conocidos en los demás pueblos. Mucho de los mensajes eran de “hablada” me comentó, en otras ocasiones él mismo redactaba los mensajes, porque muchos no sabían escribir.

Los mensajes eran muy variados, según recordó, al grado que al ser tantos, se le olvidaban y por eso tuvo que usar una libreta, dejando un espacio en cada mensaje para anotar la respuesta y llevarla de regreso al interesado. Usaba una libreta para sus pedidos y abonos de fotografías y otra para los mensajes y encomiendas. Su pedazo de lápiz era tosco y chato, por lo que plasmaba letras y números muy grandes en sus destartaladas libretas, compañeras de mil batallas, que muy seguido recibían grandes gotas de sudor que resbalaban de la cara y frente de Bernabé, desfigurando los textos antes escritos.

Por los caminos que recorría Bernabé, se encontraba con otros ambulantes de distintas actividades, como fayuqueros, circos, cines, gitanos, peluqueros, zapateros, parteras, y a veces leñeros. En ocasiones enviaban con él, niños que entregaba con sus familiares en otros pueblos.

Viajaba a pie dentro de los pueblos y entre pueblo y pueblo en el camioncito de Don Pancho López, que recorría la ruta Átil, Tubutama, La Reforma, San José, La Sangre, San Manuel, El Ocuca, Santa Ana, y todas las rancherías intermedias; aunque la mayoría de ocasiones Bernabé viajaba de aventón, durmiendo en donde le caía la noche y preparando sus alimentos en campo a ras de suelo, mientras que en muchos pueblos era “abonado” de fondas y pequeños restaurantes, llamados “Tanichitos”

Conservo las fotos que me tomó en aquella ocasión, además las de graduación de la primaria, por él tomadas.

Pueblo milenario del desierto sonorense:

Los Tohono O’odham, son un pueblo que vive en el desierto, cuyo significado es ese precisamente: “Gente del desierto”. Pertenecen a la familia Uto-Azteca, cuya lengua pertenece a la familia yuto-nahua; radican en el noroeste de Sonora, en México y, en el Suroeste de Arizona en Estados Unidos.

En Sonora, es un pueblo nativo que se ubica entre los Pimas altos al Este, y los Pinacateños, Areneños y los Cucapah, por los rumbos del Río Colorado y la península de Baja California, aunque antes de la llegada de los europeos, eran parte de la alta pimería, siendo divididos por la colonización y el sistema misional español.

Ante los intentos de México por reducirlos y someterlos a la nación mexicana, estos se levantaron en armas en 1840.

Además, en la época del México independiente, Tohono O’odham fueron reclutados para someter a los apaches, en los tiempos de las guerras continuas de nativos contra el gobierno mexicano.

El territorio ancestral del pueblo Tohono O’odham, quedó dividido entre México y Estados Unidos, al pasar La Mesilla –territorio entonces mexicano del norte de Sonora, comprendido entre la actual línea fronteriza y el rio Gila- a ser parte de Estados Unidos, incorporado a Arizona.

Sin embargo, el pueblo Tohono O’odham continúa hasta nuestros días relacionado entre sí, como ancestralmente lo hizo, a pesar de estar dividido por una frontera y dos países. Del lado de México se dedican a las labores de vaquerías, elaboración de productos lácteos, ganadería y actividades de rancho en general; mientras que del lado estadounidense, se dedican mayormente al turismo y casinos; enviándoles recursos económicos a sus hermanos del lado mexicano.

He sabido también que en los cabildos de algunos municipios de Sonora, de la región Tohono O’odham tienen representación.

Dentro de sus costumbres, el ser muy serios y de poco hablar, son de gran arraigo.

Nunca supe el nombre de aquel hombre con quien crucé unas cuantas palabras en la vida, ni lo volví a ver; aunque más que palabras, fue una enseñanza en mi niñez; y que ahora, después de transcurridos cincuenta y cinco años, escribo estas letras dedicadas aquel hombre que me vio “mojado en tierra seca”, y en honor a su pueblo Tohono O’odham, hermanos nuestros de la patria mexicana…






Notas relacionadas:

Mi tío Heraclio Manuel Espinoza Grosso, quien fue mi maestro en sexto año, en 1969, contaba con 25 años de edad; falleció en accidente carretero, en Mexicali, Baja California; a los 35. Mientras que mi tía Rhode Dicochea Gaxiola, contaba con 18, y vive actualmente.

La última vez que miré a Bernabé García, fue a fines de junio de 1970, jamás he vuelto a saber de él, quien con su breve plática, también fue mi mentor en la niñez.

Galería de fotos.

Las fotos que se agregan al presente, fueron tomadas por el fotógrafo ambulante Bernabé García, entre éstas:






En agosto de 1969: en la casa me tomó dos fotos, una mientras lustraba los zapatos y otra, de rostro.

En junio de 1970: foto de los grupos de quinto y sexto grado, a quienes nos dio clases en el mismo salón el Profesor Heraclio Manuel Espinoza Grosso, y donde posamos con motivo de graduación de primaria, mi madrina María Badilla González y yo.

La foto de la casa en la que vivíamos, fue tomada por Paloma Castañeda Núñez, el año 2020. Esa casa, fue construida por mi tío Heraclio Manuel Espinoza Grosso, entre 1967 y 1968.





Derechos de autor:

El presente es un trabajo de investigación que pertenece íntegramente a su autor, Ing. Alejandro Espinoza Arroyo, quien lo protege bajo patente 1660383, otorgando el permiso para divulgarlo, siempre y cuando se respeten sus derechos de creación y contenido, se den los créditos y menciones correspondientes. El autor y su creación, no siguen lineamientos gubernamentales, económicos, políticos, ni religiosos de ninguna índole.



jueves, 11 de julio de 2024

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, A UN CUARTO DE MILENIO DE SU FUNDACION.


AUTOR: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO 

MARTES, 09 DE JULIO DE 2024. 

ARTICULO No. 137. 

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA. 

 

“NUESTRO LEGADO ES CULTURA Y CONOCIMIENTO” 

DERECHOS PROTEGIDOS POR EL AUTOR, BAJO PATENTE 1660383. 

 

UNA VENTANA HACIA EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA; SU HISTORIA Y SU GENTE  

 

De sus orígenes prehispánicos:  

Viñatacot, así llamada en lengua yumana peninsular de dialecto borjeño de la nación cochimi, lo que en español significaba: “Arroyo con abundante agua y tule”. Los primeros pobladores milenarios, subsistieron en el agreste territorio peninsular, gracias a la fauna y flora de la zona desértica y de la costa marina. Existen concheros dispersos por todas partes, tatemas en las costas y en cuevas de las montañas, multitud de pinturas rupestres y petrograbados, metates y piedras de molienda, veredas milenarias y senderos marcados en la roca, manifestaciones de su paso en cientos de generaciones. Aun en la actualidad, en El Rosario, se “cosechan” pitayos y panales de miel, de los que ellos durante milenios se sirvieron, al igual que “las tatemas”: ellos tatemaban mezcal; la sociedad actual, carnes y mariscos. 

Cuando El Rosario estuvo establecido en calidad de misión, se valió del invaluable servicio que aportaron los nativos cochimi, quienes habitaban la región desde hacía al menos unos ocho mil años antes de la fundación. 

De sus orígenes hispánicos. 

En el muy lejano año de 1773, fue explorado el valle y arroyo de VIÑATACOT, lugar ubicado al noroeste de la misión de San Fernando Velicatá, sitio misional que había sido fundado por el franciscano, Fray Junípero Serra, en mayo de 1769, cuando iban abriendo ruta hacia la bahía de San Diego, siguiendo los pasos de Francisco Javier de Rivera y Moncada, quien iba adelante. Serra  llevaba las miras de fundar la primera misión en el entonces territorio de la Alta California, como así fue. 

La zona de Viñatacot, fue explorada por un hombre de apellido “Morillo”, siendo el lugar apropiado para la fundación de una misión, dada su población nativa milenaria, tierras para labranza y agua suficiente para su sustento y regadío. 

Su fundación data de julio de 1774, algunas fuentes citan el día veinte, mientras que la tradición oral ancestral de El Rosario, la ubica, en el día dos de ese mes y año. La portada del documento de fundación, donde se asentó la fecha exacta, hasta donde se sabe, se extravió. Fray Vicente Mora y Francisco Galisteo, misioneros dominicos, fueron quienes fundaron la misión con el nombre de  “Nuestra Señora del Santísimo Rosario de Viñadaco. 

Nuestra tradición oral ha traído a lo largo de dos siglos y medio, que en la fundación estuvo presente el español Juan Nepomuceno Espinoza, ya que se desempeñaba como arriero, explorador y mulero en el sistema misional. Personaje quien había llegado a bordo del galeón “Santísima Trinidad” en diciembre de 1755, procedente de Manila a la misión de San José del Cabo, en el extremo sur de la península y que vino a ser el fundador de ese linaje en la península. Fue casado con la cochimi Loreto Castro, y cuando tuvieron familia sirvieron todos al sistema misional, unos de soldados de cuera y otros en diversas tareas en las misiones a lo largo de la península.   

Fue esta la primera misión dominica fundada en la vasta y agreste geografía peninsular, por lo que la región hasta 1774, llamada Viñatacot, pasó a llevar el nombre del nuevo sitio misional, mismo que al secularizarse, el año de 1832, se le empezó a denominar como “Ex misión de Nuestra Señora de El Rosario”; para 1858, se elevó a categoría de “Pueblo de El Rosario”. 

 

De su geografía: 

Dentro de su ámbito territorial, El Rosario,  cuenta con formaciones paleontológicas de sesenta y seis millones de años, concheros arqueológicos y paleontológicos, formación “El Gallo” y Punta Baja.  

Los cerros:  “La mujer dormida”, “El Rayado”, “El Cantil, espejo o cascada de tierra”, “Matomí”, “San Miguel”, “San Juan de Dios”, “El Roñoso”, “Chato”, “de la sepultura”, “Pelón”, “Divisadero”; las mesas: “Larga”, “El Canasto”, “San Carlos”, “Norte”, “La Corcholata”; por la costa y en tierra adentro: “Punta Baja”, “Punta San Antonio”,  “Campo Nuevo”, “Punta Cachiji”, “Las Albóndigas”,  “Cajiloa”, “Punta San Carlos”, “Punta Escarpada”, y los sitios geológicos costeros de “El Desfondadero”, últimamente conocido como “La Lobera”, aunque no es habitado por lobos marinos, sino por focas; “La Bocana”, “La Ballena”, “La Ventana”, “Puerto de los Chinos”; dentro de la bahía de El Rosario: “Arrecife Sacramento y la isla de “San Gerónimo”, “La Piedra Reventadora” y los Bajos de Arriba y de Abajo”, entre muchos otros sitios de importancia.  

Existen grandes formaciones de rocas ígneas, basálticas, graníticas, que  principalmente forman parte del batolito peninsular, existen conos cineriticos, volcanes extintos, altas cumbres, valles, precipicios, arroyos, pozas, aguajes, acantilados y grandes formaciones limo arcillosas. 

 

De su flora y fauna. 

En el desierto, valles y montañas, abundan el cardón, cirio, pitayo, garambullo, ocotillo, cochal, dedos de diablo, barba de viejo, biznaga, choya hachón, mezquite, palo verde, gobernadora o hediondía, mezcal pardito, mezcal lechuguilla, mezcal o agave, jojoba, liga, hierba del venado, hierba del borrego, hierba el manso, palo adán, frutilla, matorral costero, entre muchos otros.  

De su fauna terrestre: León de montaña, lince o gato montés, coyote, zorro, ardilla, liebre, conejo, Juancito, correcaminos o churea,  paloma güilota, codorniz de California, cenzontle, águila, gavilán, gaviota, pelicano, nocturno, pato, gallineta, entre muchos más.  

De su fauna marina: abulón, langosta, erizo, caracol tornillo, caracol panocha, almeja pismo, roñosa y generosa; pulpo, peces: vieja, blanco, rocot, mero, lenguado, tiburón, corvina, concha lapa, pepino; entre otros tantos. 

 

De sus familias fundadoras: 

Cabe destacar que el primer nativo de la misión de El Rosario, registrado, fue Gabino Arce, hijo de soldado misional: Tal como se asentó en el registro de su bautizo en octubre de 1774: “hijo de Gabriel Arce y de una india de casa” 

El español Juan Nepomuceno Espinoza y la cochimi pura Loreto Castro, se casaron en la misión de Loreto, en 1777; ella de 19 años de edad, él de 47, naciéndoles su primer hijo, llamado Carlos, en 1778,  en esa misma misión, donde de inmediato los misioneros la empezaron a llamar “Mamá Espinoza”. Procrearon a diez hijos en total, quienes nacieron a lo largo de la península, ya que se movían a distintas misiones, según lo iban requiriendo los misioneros. Sus hijos nacieron entre 1778 y 1797; siendo ellos, Carlos, Zacarías, Juan Nepomuceno, Loreto, María del Carmen, Perfecta Escolástica, Antonio, Juana, Cosme y José Luciano, de apellidos Espinoza Castro. Cuando fueron adultos se dispersaron y formaron familias a lo largo y ancho de la península. En El Rosario, vivimos los descendientes de Carlos y de María del Carmen, solamente.  

Fue en 1799, a la edad de 69 años, cuando repentinamente falleció Juan Nepomuceno, al estar acampando cuando iba la familia en ruta hacia el sur peninsular, en el paraje San Juan de Dios, en la sierra de El Rosario, sitio que había sido fundado por el jesuita Fray Wenceslao Link el 8 de marzo de 1766. A raíz del fallecimiento de Juan Nepomuceno, Loreto y sus hijos decidieron ir a radicarse en la misión de El Rosario y no proseguir su viaje. Así que para el verano del año de 1800, la familia llegó y se radicó en el lugar, sitio donde aún permanecemos sus descendientes, 224 años después. Juan Nepomuceno, se encuentra sepultado en San Juan de Dios, y su esposa Loreto, en el panteón misionero de El Rosario, donde falleció en 1838, a 80 años de edad. 

Las primeras familias en asentarse en el lugar fueron la Espinoza y la Ortiz. La familia Ortiz, proviene del español José Rito Ortiz, quien fue soldado misional, compañero en ese servicio de Carlos Espinoza Castro, y cuya esposa fue María del Carmen Espinoza Castro, hermana de Carlos, siendo ellos el tronco del linaje Ortiz. Dentro de los hijos de este matrimonio, nació Rosario Ortiz Espinoza, quien fue casado con Josefa Aguilar Savin; ella fue de sangre cochimi pura y milenaria; hija de Domingo Aguilar (Wagalá) y Columba Savin (Amagamá); mientras que Rosario, era mestizo de español y cochimi; cuyos hijos fueron Ortiz Aguilar. El matrimonio Ortiz Espinoza, procreó además de a Rosario, a Juana, Prisciliano, Santiago, Tomas Federico y Vicente. Hubo una segunda Juana, ya que la primera falleció al caer de un caballo. 

La familia Marrón se asentó en El Rosario a principios de la década de 1820, formada por Ignacio Marrón Murillo o Carrillo y Petra Pellejero (Verdugo) Sevilla. Los Marrón, provienen del soldado misional y después mayordomo de misiones: Juan Nepomuceno Marrón Arce, nacido en 1774, en el sur peninsular y María Elena Murillo o Carrillo. 

La Acevedo hacia 1827, formada por el soldado misional Eduardo Acevedo y Germana Ceseña.  

Ames hacia 1847, formada por Julián Jesse Wilbur Ames y Perfecta Escolástica Espinoza Castro., naciendo en El Rosario, Donaciano, su primer hijo.  

Pellejeros, en 1835, formada por José Pellejero (Verdugo) Alvarado y Columba Sevilla.   

Montes hacia 1850, formada por José Montes e Ildefonsa Espinoza Salgado. 

 Loya en 1869, formada por Ángel Loya Moreno y María de Jesús Espinoza Marrón. 

  Duarte, en 1872, formada por Domingo Duarte Cossío y Gertrudis Espinoza Marrón.  

Peralta, hacia 1872, formada por Inocencio Peralta Aguiar y Francisca Veliz Osuna. 

  Vidaurrázaga, Ortega, en la década de 1870; Valladolid, Camacho, Redona en la década de 1880; Meza, Collins, Echeverría, Aguilar, Villavicencio Núñez, Rayle, en la década de 1890; Arce, Meling, Capaceta, Sandez, Sotelo, Benson, Villegas, se asentaron en la primera década del siglo veinte, entre 1900 y 1910. 

A principios de la década de los 1840´s, se asentaron en El Rosario varios extranjeros, dedicados a la cacería de nutria marina, trabajando bajo las ordenes de Carlos Espinoza Castro, hijo mayor de Juan Nepomuceno Espinoza, quien para entonces era nutriero y recolectaba pieles que eran enviadas para su venta en las cortes imperiales de China y Rusia, que desde varias décadas antes realizaban ese comercio los pueblos asentados en Alaska hasta la bahía de El Rosario, en Baja California. 

De los extranjeros asentados en El Rosario, el norteamericano Julián Jesse Wilbur Ames se casó con Perfecta Escolástica Espinoza Castro; también estaba el Irlandés Phillip Chroshtwaite, aunque se casó, en 1848,  en San Diego, con Josefa López.  

  

Comunidad Yaqui en El Rosario.  

En 1907, se asentó un gran contingente de la tribu yaqui de Sonora, quienes perseguidos por el gobierno de Porfirio Díaz a nivel nacional y por el gobierno de Rafael Izabal Salido, gobernador de Sonora, quienes pretendieron exterminar a la hermana nación yaqui, para despojarlos de sus tierras y aguas. Los que pudieron huyeron con distintos rumbos, llegando uno de aquellos grupos, que fueron protegidos por los habitantes de El Rosario, y formaron su colonia en la cañada de San Fernando, donde vivieron guarecidos por muchos años. Eran las familias, Seguapise, Tena, Casillas, Moroyoqui, Poblano, entre otros. De esa comunidad ya nadie vive en el pueblo. 

 

Habitantes extranjeros en El Rosario. 

Existió, desde más o menos 1915 a 1930 gran número de chinos radicados en el pueblo, donde se desempeñaban de cocineros, albañiles, lavanderos y comerciantes. También vivieron entre nosotros un chileno, tres alemanes, dos noruegos, un vasco francés y un vasco español, así como varios españoles, un tres italianos, y un nicaragüense. Casi todos dejaron descendientes; siendo éstas, de los vascos, Etchart y Vidaurrázaga; de los italianos Salizzoni, Grosso, Poidomanni; de alemanes, solo la Reseck; del nicaragüense la familia Vázquez del Mercado, que después se redujo a solo Vázquez, de los noruegos, la familia Meling. De los chinos, solo Hy, casó con una Peralta Ramírez. 

 

Algunos datos extra. 

El Rosario, fue al igual que otras misiones que dieron origen a poblados, sin embargo en el actual estado de Baja California, El Rosario, fue el primero, ya que fue asiento de infinidad de familias llegadas desde el sur peninsular, principalmente, aunque también llegaron hombres solos que formaron familias, siendo los chihuahuenses: de Parral, Ángel Loya Moreno, en 1869, quien casado con María de Jesús Espinoza Marrón, son los orígenes de esa familia en la región, iniciando con su hijo Jesús, quien nació en El Rosario, 1870. Este matrimonio recibió del padre y abuelo de la novia, José del Carmen Espinoza Salgado y Carlos Espinoza Castro; cincuenta hembras de ganado vacuno, un semental, aves de corral y el rancho “El Rosarito”, dando con esto inicio a su propio patrimonio y familia. 

Hacia 1880, llegó desde Villa de la Concepción, Chihuahua, Manuel Valladolid Apodaca, quien casado con Encarnación Ortiz Aguilar, dieron origen a esa estirpe. El sudcaliforniano, de familia sonorense Domingo Duarte Cossío, llegado a El Rosario en 1872, y se casa en la rosareña Gertrudis Espinoza Marrón,  dando origen a esa familia, en 1872, después de las fiestas próximas al centenario de la fundación de El Rosario, donde ella fue la reina. Es decir, al terminar las fiestas de su reinado, prosiguieron con las fiestas de la boda. El padre José del Carmen Espinoza Salgado  y Carlos Espinoza Castro, abuelo de la novia, les otorgaron los ranchos “Los Mártires” y “San Antonio”, cincuenta hembras vacuno, un semental y animales de corral, para que iniciaran su propio patrimonio y familia. 

Luis Collins Marrón, quien casado con la comundeña Pilar Meza Arce, dio origen a esa familia en El Rosario, en la década de 1880. 

El sudcaliforniano  Cruz Sandez Aguilar, quien caso con la rosareña Antonia González Espinoza, dieron origen a ese linaje en los albores de los años 1900´s.  Vivieron en la vieja casa en la que Carlos Espinoza Castro, alojaba a los nutrieros extranjeros en la década de 1840, ubicada en la margen izquierda del estero, hoy propiedad de la familia Espinoza Dicohea. 

Don Crisóstomo Arce Higuera, llegado a El Rosario, hacia 1900, proveniente de su natal San Ignacio, Baja California, Sur; se casó con la rosareña Luisa Collins Meza, dando origen a esa rama de su familia, aunque para la primera década del siglo veinte se fueron a vivir a la ex misión de San Vicente, donde descansan y radican muchos de sus descendientes. 

Marcelino Murillo y Manuela Arce, fundaron ese linaje en El Rosario, desde alrededor de 1900. 

Anastasio Villavicencio y María de la Cruz Duarte Espinoza, fundaron ese linaje, desde alrededor de 1905. 

Salvatore Meling Olsen, llegado de Noruega a principios del siglo veinte casó con Catalina Ortiz Aguilar, dando pie al nacimiento de esa familia en El Rosario, aunque Soren, hermano de Salvatore, fundó familia en Arroyo Seco y Colonet. 

El alemán Eduardo Reseck se casó hacia 1921, con la rosareña Enriqueta Núñez Ortiz, tuvieron solamente a su hijo Benjamín; nacido en Calexico, California, falleciendo su madre al nacer él. Benjamín, llegó a El Rosario tierra de su madre, cuando era ya un joven, siendo ahí donde se casó con la rosareña Bertha Duarte Valladolid, naciendo formalmente ese linaje, y formaron el barrio de los Reseck, en el predio que perteneció desde la década de 1890 al jalisciense Julio Núñez, padre de Enriqueta, cuya madre fue Dorotea Ortiz Aguilar. 

Meza, familia formada, hacia 1909, por el comundeño Francisco A. Meza Arce y la rosareña Dorotea Echeverría Ortiz. Otro matrimonio Meza, de los mismos tiempos, fue el formado por Rosario Meza Arce y “N” Pellejeros. 

 

El italiano Eduardo Eugenio Grosso Boittard casado, en 1890, en Santa Rosalía, Baja California, Sur; con la sonorense Tecla Peña Duarte, llegaron con su familia al sitio que llamaron “Rancho Buenavista”, dando origen a esa familia en El Rosario, hacia 1910. 

El italiano Piero Domingo Salizzoni Riggotti, se casó, hacia 1930 con la rosareña Sofía Espinoza Peralta, dando origen a esa familia rosareña, aunque sus descendientes radican principalmente en Ensenada. 

Es importante resaltar que desde El Rosario, durante finales del siglo diecinueve y hasta mediados del veinte, partieron familias a las fundaciones de Ensenada, Mexicali, Tijuana, Tecate, San Felipe y a la Alta California, convirtiéndolo en pueblo cuna o semillero de pobladores primigenios a diversos lugares. 

Los éxodos de El Rosario, le llamaban a los contingentes que salían del pueblo, debido a las grandes correntadas del arroyo y en otras ocasiones a las extenuantes y largas sequias que azotaban el desierto rosareña. Infinidad de personas que salieron en esas expulsiones, vivieron todas sus vidas en otros lares, sin embargo al final de sus días, pidieron descansar en el panteón  misionero de El Rosario, entre sus los suyos, quienes algunos tenían cien o más años descansando en paz. 

Las numerosas generaciones de rosareños, han vivido dentro de la tradición misionera, acaso sin saberlo, pues estuvo arrinconado entre el desierto, el mar y la montaña, por 199 años, abriéndose poco a poco al exterior, con la llegada de la carretera transpeninsular, en 1973. Su aislamiento fue la causa de que sigan siendo sus principales fuentes de sustento; la ganadería, recolección, pesca, comercio en pequeña escala, agricultura de subsistencia; aunque últimamente esta actividad es de mayor escala y para exportación.  

Al cumplir doscientos cincuenta años de su fundación, lo reviste de importancia, ya que cuenta con  cincuenta más que la república mexicana. El Rosario transitó como “Viñatacot”, unos ocho mil años de los primeros pobladores; cincuenta años como parte de la Nueva España, y doscientos como tierra mexicana. Ha contado en todo ese tiempo, con solo tres direcciones: Arriba, Abajo y El otro lado. 

 

De sucesos relevantes: 

Algunas Efemérides de El Rosario. 

En julio de 1774, se funda El Rosario, como misión. 

En 1849 se despacha un contingente militar con rumbo a El Rosario, dentro del programa federal llamado “Colonias Militares”, emplazadas a los largo de toda la nueva frontera, la de occidente, le correspondió a El Rosario; y dado que en esa acción  fue asiento del gobierno, se le consideró la primera capital política de Baja California, desde marzo a julio de 1850. El contingente militar era para que sirvieran en la protección de la nueva frontera entre México y Estados Unidos de América, dado que el año anterior, el vecino del norte le arrebató a nuestro país, lo que hoy ellos llaman: el suroeste. 

En marzo de 1850, arriba la soldadesca enviada desde La Paz, por órdenes del jefe político de la península, Rafael Espinoza, para destacarse en El Rosario, causando infinidad de tropelías en la población, por lo que en vez de servir al pueblo y la frontera, se sirvieron de él, razón por la cual, fueron enviados a Santo Tomas, lugar más cercano a la nueva frontera. 

En marzo de 1850, es nombrado Carlos Espinoza Castro, en calidad de Alcalde Auxiliar de la Frontera, con asiento en El Rosario, que abarcaba desde la línea internacional, hasta el sur de la misión de Santa María de los Ángeles; que viene siendo similar al cargo actual de gobernador. Es la razón por la que se considera a El Rosario, la primera capital de Baja California. 

En 1850, dentro de las diversiones del pueblo, se bailaba el “Baile Vaquero”, que era en imitación a los movimientos del ganado en celo, también se le denominaba “Baile Calabaceado”, aunque las fiestas consistían en varias otras actividades. El baile vaquero era al final. Este bailable se extendió al resto de los sitios conforme se fueron habitando. –fue rescatado por el poblado La Misión, al norte del municipio de Ensenada,  por Playas de Rosarito y Tijuana. -En las festividades del 250 aniversario de El Rosario, se presentara el grupo de danza bajacaliforniano “KICUKPAICO”, para bailar “El Calabaceado”, tal y como se bailaba antiguamente en nuestro pueblo-.  

En 1846, los nutrieros extranjeros se fueron de El Rosario, para servir en la guerra a favor Estados Unidos y en contra de México; resultado de la cual, nuestro país perdió más de la mitad de su territorio, arrebatado por los vecinos del norte.  

Entre 1853 y 1854, se dieron movimientos turbulentos debido a la invasión filibustera del norteamericano William Walker, quien pretendió separar a Baja California y Sonora para fundar un nuevo país. 

En 1858, es elevado a rango de pueblo. Ha pertenecido a la nación Cochimi, al sistema misional de la Nueva España, al Partido Norte de la Baja California, al Distrito Norte de la Baja California, al Territorio Norte de la Baja California, a la municipalidad de Ensenada,  y actualmente (desde 2021) pertenece al municipio de San Quintín. Al Estado de Baja California, desde 1952.  

En 1961, los gobiernos federal y estatal, enfrentan a hermanos mexicanos contra los nativos de El Rosario, debido a entrega de tierras, situación que persiste hasta 2024. 

1973, se abre la carretera transpeninsular, que comunica fehacientemente a El Rosario, después de 199 años de aislamiento. 

1978, el gobierno federal introduce la electrificación. 

Década  de 1990, se instalan servicios de agua entubada, televisión por antenas satelitales. 

Siglo XXI, llega internet y redes de telefonía fija y móvil. 

 

De sus autoridades: 

Su primera autoridad formal, el sistema misional a través de sus misioneros, desde 1774 a 1832. De 1832 al 1850, tuvo jueces o encargados de los asuntos públicos, con control desde La Paz. En 1850, fue alcalde Auxiliar de la Frontera, Carlos Espinoza Castro, con asiento en El Rosario. Fue Delegación y subdelegación alternadamente, durante el siglo veinte. Su última representación como Delegada y como  parte del municipio de Ensenada, fue Yulma Inés Espinoza Verdugo, y su primer Delegado como nuevo municipio de San Quintín, es Rogelio Espinoza Valladolid. 

En 1872, hace 148 años, en vísperas del primer centenario de la fundación, la primera reina de las fiestas de El Rosario, fue la entonces señorita Gertrudis Espinoza Marrón, quien a la postre, vino a ser la madre fundadora de la familia “Duarte”, en el pueblo. 

En 1886, el supremo gobierno, dio inicio a la venta de terrenos a los pobladores, dando plazo de años para pagarlos, siendo después titulados. 

Entre 1910 y 1920, en El Rosario, se dieron hechos relacionados con la revolución mexicana, particularmente con la invasión filibustera de 1911. La problemática mayor se dio entre 1910 y 1915, enfrentada por el entonces Juez, Don Francisco A, Meza Arce. 

 

Sobre los centros educativos: 

En 1886, inició de manera formal la instrucción escolar, en El Rosario, inaugurándose entonces, la Escuela Nacional Elemental mixta número IV; cuyo primer Preceptor fue Sebastián de Aparicio Soriano; y sus primeros alumnos Juventino, Santiago y Cecilio Espinoza Peralta; Prisciliano Ortiz Pellejeros, Guadalupe Loya Espinoza, entre otros, cuyas familias se fueron del pueblo, sin quedar nadie de sus descendientes en la actualidad. Le siguieron hacia 1900 la Escuela Nacional Elemental Mixta número VI; entre 1907 y 1925, la escuela de la comunidad Yaqui; de 1921 a 1980 la Escuela elemental “Padre Salvatierra”, en el antiguo edificio de estilo victoriano, que ahora es el recinto del Museo Comunitario “El Rosario”, -su primer alumno fue mi abuelo Alejandro Espinoza Peralta, en diciembre de 1921-; la escuela cuenta con nuevas instalaciones al lado. Desde 1945 a 1966, la Escuela Rural Federal “Riveroll”. A partir de 1966 la Escuela Primaria Rural “Francisco I. Madero”. A partir de 1980, los Jardines de Niños: “Centro del Poblado”, “Rosa María Aguirre” y “El Rosario de Abajo”. En 1976, inicia la Escuela Secundaria “Prof. Heraclio Manuel Espinoza Grosso”. El nivel preparatoria, a partir de 1998, aproximadamente, siendo hoy el Colegio de Bachilleres del Estado de Baja California: COBACH-BC. 

 

De su equipamiento y fuentes de trabajo: 

Cuenta con espacios e instalaciones de jardín de niños a preparatoria, una biblioteca pública, museo comunitario, centro de salud, clínica del instituto mexicano del seguro social, un gimnasio de usos múltiples, agua entubada, internet, teléfono, energía eléctrica, carretera que lo comunica al norte y al sur peninsular, plantas procesadoras de mariscos, y de producción agrícola; extracción de cantos rodados costeros; ganadería, algo de minería incipiente y artesanal, oficina de pesca, delegación municipal, dos parques y otras áreas deportivas muy poco equipadas, fondas y hoteles de mediana calidad; farmacias básicas, mercados me mediano calibre, ferreterías; y un establecimiento de la red Oxxo, que hace las veces de banca básica. 

 

De sus áreas de entretenimiento y distracción: 

Existe un campo de béisbol en tierra, cancha deportiva pequeña, sin estacionamientos, gimnasio de usos múltiples sin terminar, corral para jaripeo con grada de mediana estampa, tastes improvisados para carreras parejeras de caballos. 

De sus carencias. 

Dentro de los difíciles caminos por los que El Rosario ha cruzado, en el cuarto de milenio de existir, ha padecido hordas de indeseables salteadores, despojos, olvido gubernamental, simulación de parte de políticos, saqueos, falta de certidumbre jurídica en la tenencia de la tierra. No existen bancos, correo, servicios médicos expeditos y de calidad, universidad, fuentes de trabajo adecuado para quienes regresan de realizar sus estudios; panteones dignos, movilidad vial adecuada,  servicio público de transporte interno, instalaciones deportivas y culturales adecuadas, alumbrado público escaso. No existe cine, ni teatro, casa de la cultura. 

De las festividades por sus  250 años de fundación: 

La primera reina de las fiestas de El Rosario, como ha quedado dicho, fue Gertrudis Espinoza Marrón, en 1872, es decir en el siglo diecinueve. 

En el siglo veinte, específicamente en 1914, la primera reina fue Enriqueta Núñez Ortiz. 

En la era moderna, la primera fue Rosario Reseck Duarte, nieta de Enriqueta Núñez Ortiz, a principios de la década de 1960, aproximadamente. 

  Han sido muchas las reinas después de 1960, de quienes recuerdo: Genoveva Acevedo Espinoza, Gertrudis Ortiz Peralta, Olivia Fuerte Espinoza, Patricia Espinoza Murillo, Ramona Duarte Martorell, Lucila Duarte Martorell, entre muchas otras gentiles señoritas rosareñas. 

En lo personal acompañé, en 1977 o 1978, a la reina Clementina Arce Grosso. 

 

Las festividades para la celebración de los 250 años de fundación, consisten en: 

Cabalgata de Punta Baja a El Rosario, Conferencia Histórica, Bailable calabaceado, Presentación de reinas del festival, Bailable, Reconocimiento a personalidades destacadas del pueblo, Carreras de Caballos, Pelea de gallos, Palo encebado y Desfile de autos antiguos.  

Todos los eventos serán premiados con trofeos. Se busca que las fiestas sean de primero orden, en honor al cuarto de milenio de la existencia del pueblo más antiguo del Estados de Baja California, ya que tal cantidad de años, simboliza el esfuerzo y persistencia de diez generaciones de rosareños 

 

El Comité organizador para festejos de 250 años de la fundación de El Rosario, Baja California. 

 

 Presidente: Maestra Karla Jeannette Mendoza Terraza. 

Secretaria: Mariana Valladolid Quintero. 

Tesoreros: Lidia Yesenia Acevedo Loya y Eddy Cajeme. 

German Loya: Embajadoras y Mini embajadoras 

Perla Alvarado: Logística de Rodeo. 

Aylwin Valladolid: Acciones de Rodeo. 

Ing. Alejandro Espinoza Arroyo: Historia y Cultura, 

Kenia Mendoza Terraza: Carreras 5 y 10 kilómetros 

Diego Aguilar Espinoza: Desfile de autos clásicos. 

Isidro Duarte: Palenque. 

Armando Jaramillo y Noemí López: Bailes. 

Rogelio Espinoza Valladolid: Vigilancia. 

René Espinoza: Acción deportiva. 

Gonzalo Ansaldo Castro: Cabalgata. 

Héctor Arce Espinoza: Carreras de caballos. 

 

INVITADO ESPECIAL: 

Grupo de danza “KICUKPAICO”, cuyo nombre evoca a los grupos milenarios nativos de Baja California: Kiliwa, Cucapah, Kumiai, Pai-Pai, y Cochimi: Bailarán “El Calabaceado”: Director: Maestro Juan Gil Martínez Tadeo. 

 

AGRADECIMIENTO ESPECIAL AL ENSENADENSE ARQ. MIGUEL ALCAZAR SANCHEZ, POR SU VALIOSO APOYO GRATUITO EN EL MANEJO DE LA PAGINA BLOG, DESDE 2007, DONDE SE PUBLICAN ESTAS INVESTIGACIONES. 

El presente es un trabajo de investigación que pertenece íntegramente al autor, Ing. Alejandro Espinoza Arroyo, quien lo protege bajo patente 1660383, otorgando el permiso para divulgarlo, siempre y cuando se respeten sus derechos de creación y contenido,  se den los créditos y menciones correspondientes. El autor y su creación, no siguen lineamientos gubernamentales, económicos, políticos, ni religiosos de ninguna índole.