Les comparto una tradición campirana, una anécdota, y un mensaje que
varias personas me solicitan hacerlo.
Autor: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, Baja California
26 de Febrero de 2013
“Somos de Baja California, no de Baja; bajacalifornianos, no bajeños”.
Artículo número 109.
Patente: 1660383.
“Nuestras tradiciones son conocimiento y cultura, valoremos nuestro
legado”.
Ya en repetidas ocasiones hemos citado
el trabajo campirano de los vaqueros, también hemos dicho que en Baja
California, las vaquerías es una de las primeras actividades ancestrales.
Nuestros
antepasados bajacalifornianos sustentaron el desarrollo de sus ranchos,
principalmente en el manejo de ganado vacuno, primero el llamado 'chinampo o chinapo', que es una especie 'corriente',
no es de raza; sin embargo para los crudos y ásperos ambientes de la península,
por su resistencia física, ese ganado
'corriente', es el que mejor se adapta a la agreste tierra peninsular.
Los
primeros vaqueros se 'hicieron', atendiendo los hatos ganaderos de la misión,
ya que esos animales, fueron introducidos a la península durante la época
misional a cargo de la orden religiosa de los Jesuítas. Fue en los primeros
años de los 1700, cuando aparecieron los vaqueros primigenios
peninsulares, muchos de ellos fueron
individuos de la población autóctona milenaria, y soldados misionales, de
quienes descendemos gruesos troncos
familiares actuales.
Cuando las misión dejó de existir, se
abrieron parajes y corrales de manejo improvisados por los
primeros rancheros, muchos de los primeros vaqueros, con el paso del tiempo se
convirtieron en ganaderos, pero la mayoría siguieron siendo sólo vaqueros.
Como en la Baja California, el clima es
árido, el suelo es rocoso, arenoso, y agreste, la vegetación la conforman
grandes chollales, cactus de varias especies y tamaños, aunque se dan infinidad
de plantas comestibles por los rumiantes, sino no hay lluvias, no hay pasto,
por lo que el agua y el pasto, son bastante escasos, fue la razón por la que
los primeros vaqueros tuvieron que soltar sus animales para que pastaran en la
serranía, y que abrevaran en las tinajas, oasis, o pozas temporales que se
forman en temporadas de lluvias.
Y luego que al ganado lo soltaron al
monte, éstos siguieron las veredas que por milenios habían utilizado los
primeros pobladores, y también por los senderos que desde tiempos inmemorables
recorren los borregos cimarrones, venados, coyotes, pumas, y todo clase de
animales salvajes en ruta a los lugares con
mejor sustento.
Los vaqueros sólo tuvieron que seguir
los caminos que el instinto de sus
animales los hizo caminar, que con el tiempo muchos ejemplares se volvieron
salvajes, y que al ir los vaqueros en
búsqueda del ganado que vaga
suelto en las serranías, dio orígen al nacimiento de 'Las campeadas'.
Las campeadas, no es otra cosa más que
salir a buscar por montes, valles, y cañones a los animales que durante meses
recorren grandes distancias ramoneando las pocas hiervas que en su andar
encuentran. Normalmente las campeadas son en los meses de mayo y junio de cada
año.
Se alistan los vaqueros con grandes
ajuares y bastimentos para larga travesía entre las montañas; llevan a su cargo
grandes recueas de mulas, manadas de burros, y caballería, alimentación de todo
tipo, salen en cabalgata a 'campear' a sus animales, es decir a buscarlos.
Conforme los van encontrando, aparecen becerros lepes, orejanos, enteros,
vacas paridas, y toros viejos aun orejanos. Sus faenas consisten en lazarlos,
señalarlos, castralos, bañarlos, separarlos, vacunarlos, y bajar algunos
ejemplares para la venta.
Durante las faenas los separan por
tamaños y por edades, castran a los toretes que quieren que no se reproduzcan,
sino que son para la carne, señalan y marcan con fierro de herrar a los
orejanos, es decir, a los que no tienen ninguna señal. A los becerros lepes, es
decir, huerfanos, también los alistan; los toros orejanos viejos, si son muy bravos,
los sacrifican para la carne seca, lo mismo que a las vacas viejas.
Para realizar esas vaquerías, los vaqueros
cabalgan durante al menos dos meses, en un trabajo rudo, ardúo, y muy
'sacrificoso' como lo dicen en su argot.
Siempre van en el grupo, vaqueros,
cocineros, caporales, por lo regular
también va el ganadero, y por supuesto siempre son acompañados por ' jóvenes
aprendices'; antes íbamos los niños de
muy corta edad.
En tiempos secos y de 'muncha resolana', el
ganado aún siendo chinampo, pasaba hambre, y moría por esa causa, por tal
razón, de la época de mis abuelos hacia atrás, se quemaban uno por uno, los
brotos de las chollas, para que el ganado la pudiera comer al no tener espinas,
así mantenían a su ganado al filo del hambre, o mejor dicho, 'entre azul y
buenas noches'.
LOS
TIEMPOS SECOS Y DE MUCHA RESOLANA.
Muchos vaqueros trabajaban en las
'quematas' de los chollales pa'que el ganado no muriera de hambre, aunque era
un trabajo 'muy-sacrificoso', recorrían 'toitito aquéllo', los llanos y los valles, por los caminos de
los 'indianos', buscando principalmente cholla de 'achón', y la quemaban con
los 'chisguetes de lumbre' que lanzaban con arcaicos quemadores de gasolina blanca,
o con 'cachimbas', que éran lámparas de carburo, aunque resultaba muy difícil
conseguir los combustibles, éran los mineros quienes a escondidas los proveían;
y 'ya de plano', los quemaban con leños
ardiendo, o con cualquier improvisada
antorcha.
LA COCINA
DEL CAMPO VAQUERO.
El cocinero y los aprendices son los que
se levantan primero, y se acuestan al
final, son los que atienden a cuerpo de
rey a todos los demás, cualquiera le puede pedir atención, ya sea café, agua, o
comida; los vaqueros dejan tirados los trastes donde comieron, y los aprendices
andan de sitio en sitio recogiendo 'la cocina', los lavan, los acomodan en las
alforjas o cajones, porque la siguiente comida será en distinto paraje; mientras el desayuno se toma en algún sitio, la
comida en otro, y la cena más allá.
El primer café se toma en la madrugada, el
desayuno al amanecer, la comida a la hora que se pueda, la cena igual; por lo regular, cuando los
embravecidos animales lo permiten.
Los vaqueros, al ser los que más duro
trabajan, son los que más duro exijen atenciones, al igual que los buzos en la
pesca. Les gusta comer tortillas de harina hechas a mano, les fascina el
sabroso café vaquero, los frijoles refritos con mucho queso, carne asada, machaca, burritos de frijol, galletas
pilotas, pan de lonche, y cuando se puede, exijen postre.
El cocinero, muchas veces no sabe ni qué
hacer con los voraces apetitos de los rudos vaqueros, así que sus
'impaciencias' las descargan en los aprendices, porque sino lo hace, le da 'la
luna', que quiere decir que se pone de 'mal pelo', se pone entre 'mírame y no
me toques'.
Mientras cenan, o después de cenar,
todos entran en aménas charlas, lo hacen alrededor de una fogata, a la que se
le llama: 'El mentirero de los vaqueros', porque es en esos momentos, y en ese
preciso lugar, donde cada quién cuenta sus aventuras de campaña, que no en
pocas ocasiones resultan ser exageraciones, y otras veces, una 'zarta de
mentiras', retumbando el silencio de la monataña por las sonoras carcajadas.
PREPARACION
DEL CAFE VAQUERO, UNA ESPECIALIDAD.
El café vaquero: Se pone en una olla con agua sobre tres
piedras, se le prende fuego, y se le agrega el café molido directo sobre el
agua aún fría, sin ningún tipo de filtro. Cuando suelta el primer 'hervor', se
le deja caer un chorro de agua fría en círculo espiral, desde el centro hasta
la orilla de la olla, de manera que al caer sobre el café hirviendo y hacer
contacto con el agua fría, los asientos se van al fondo de la holla, se separa
del fuego, y luego se sirve.
Los vaqueros toman su primer café en horas
de la madrugada, todos duermen a ras de suelo, tirados en el llano, a campo
abierto, lejos uno de otro, razón por la que el cocinero debe caminar en la
obscuridad para acercarle su café a uno por uno; muchos lo toman muy pronto, y
gritan pidiendo más, el problema inicia cuando la olla se ha vaciado, y con el
tiempo que dura en estar la siguiente, muchos se 'enojan', aunque muy poco les
dura el enfado, pues sueltan de nuevo el estruendo de los ronquidos.
UNA
ANECDOTA SOBRE EL CAFE VAQUERO.
Fue en alguna campeada, o algo parecido,
cuando fui muy pequeño, los vaqueros me despertaban por la madrugada para que
les alistara el café; y como era muy
pequeño, no podía la olla, tardaba en
prender el fuego, en servirlo, y
llevarlo a cada quien, algunos me apuraban, otros se volvían a dormir, y a
otros, para cuando lllegaba con el café, ya no se acordaban que me habían
levantado.
El mayor problema que yo tenía, es que para 'bajar los asientos',
no le rociaba bien el agua fría, y los gabazos quedaban flotando; nomás escuchaba la renegadera de los viejos,
y cuando escandalosamente los escupían.
Recuerdo
una ocasión de cierto día, tendría yo unos cinco o seis años de edad, en
que no pude sacar agua de un 'tanqui de quince galones', luego empezó a hervir
el café, y como no dejé agua fría para 'bajarlo', y tenía muchas ganas de
orinar, me paré frente a la olla, y sin que nadie se diera cuenta, oriné en
redondo dentro del café, no quedaron asientos flotando, y luego que los viejos,
cuando tomaban su 'café vaquero' por mí preparado, decían:
!Haaa, qué buen café prepara éste amigo!.
A la fecha ya no existe ninguno de
aquéllos que les gustó mucho mi café, y es que en la inocencia de un niño,
muchas cosas pueden pasar.
Cuando le invito café a algunos que les he platicado esa
historia, contestan, que si el café es
vaquero, mejor no; y supongo que ahora que lo hago público, ya nadie quedrá
tomar café por mí preparado, aunque no sea 'café vaquero'.
Fue mucho lo que aprendí de los viejos
vaqueros, cocineros, caporales y ganaderos, son muchas las memorias que podría
seguir compartiendo, y que en mi tierra se han llevado por más de dos siglos,
como si fueran rituales. Nunca he sabido que alguien aparte de mí, haya
preparado el café de la manera que les comento.
Y porque existen quienes se confunden,
les diré que un vaquero, es quien maneja el ganado, que un caporal, es quien
manda a los vaqueros, que un ganadero es
el dueño del rancho y del ganado, por lo tanto, es el mero patrón; y que
ranchero, es cualquier persona, independientemente de su actividad, que viva en un rancho. Los rosareños nativos,
somos rancheros desde hace más de dos siglos y medio, por lo que nos hemos ganado
a pulso el sentido de pertenecia a la Baja California campirana.
EL PARRAFO
SIGUIENTE SE ESCRIBE A PETICION DE
VARIAS PERSONAS.
El mejor homenaje que les podemos brindar
a nuestros antepasados, es compartir sus memorias, y no dejarlas desaparecer,
porque fueron muy grandes los esfuerzos por ellos realizados, mucho sudor,
sangre, y angustias que pasaron para poder 'amansar' a la ruda Baja California,
y que sin lugar a dudas, aquéllos sus grandes esfuerzos, son ahora , nuestra
identidad, aunque como siempre no faltan los 'sabios' políticos que nos quieren
endilgar una identidad, porque creen que son dueños de la verdad absoluta,
y creen que en ésta tierra nadie ha
realizado más esfuerzos que ellos, y por eso, torpemente quieren que les
creámos que somos bajeños, y no se han dado cuenta que somos Bajacalifornianos
de cepa pura, y que para abrir el surco, para criar ganado, para generar todo
tipo de riquezas, contamos con
amplio legado de verdaderos
forjadores.
Nosotros no olvidamos, que nuestras
tradiciones y costumbres nos dan identidad, que la identidad nos da arraigo, y
que el arraigo nos da patria, que Baja
California, y México en general, para nosotros, es lo máximo.
Por eso, en nombre de quienes solicitaron
éstas palabras, del mío propio, y a la
memoria de nuestros antepasados que derramaron su sangre y sudor en ésta
tierra, afirmamos que somos de Baja California, no de Baja, que somos Bajacalifornianos, y que jamás le
aceptaremos a nadie, que nos pretenda llamar Baja, o Bajeños, porque nuestra
identidad, nuestro arrigo, nuestro sentido de pertenencia, y el nombre de
nuestra tierra, no se vende, no se denigra, ni se politiza a cambio de un
puñado de votos.
AUTOR DEL
ARTICULO:
ING.
ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL
ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
24 DE
FEBRERO DE 2013.
El
presente trabajo es propiedad del autor quien lo protege bajo patente 1660383,
se permite su uso, siempre y cuando se otorguen los créditos y menciones
correspondientes, y no sea con fines comerciales, políticos, ni de lucro.
NOTAS
RELEVANTES: Les comparto dos poemas que 'arreglé' el 05 de Agosto de 2008; a
los que intitulé: 'LOS VAQUEROS DE MI TIERRA', Y 'EL MINTIRERO DE LOS
VAQUEROS'. El primero, tuve el honor que Don David Acosta Montoya lo publicara
en su importante libro: 'HISTORIA DE LA GANADERIA EN BAJA CALIFORNIA”,
Editorial 'VOCES DE LA PENINSULA”, TIJUANA, BC 2009.
“LOS VAQUEROS DE MI TIERRA”:
Los
vaqueros de mi tierra, se han logrado convencer;
Que los
días siempre son largos,
Y empiezan, mucho antes del amanecer.
Vaqueros,
caballos, monturas, y mulas;
Con sus
tareas tan rudas, siempre viajando en campo abierto;
En la
montaña, y el desierto; de rocas,
chollas, víboras, y de peligros cubiertos;
Ven como
la vida se va, sin nunca perder el aliento.
Cuando el ganado
se busca, entonces se le campea;
Hallando
toros muy viejos, vacas, vaquillas, y lepes;
Con sus
reatas bien trensadas, pronto al corral las arrean;
Si por la
fuerza la reata truena, un botón se le palmea.
OH
vaqueros de mi tierra, que a lo rudo se han hecho;
El desierto no los deja, siempre están bajo
su acecho;
Qué sería
de nuestra tierra, si dejaran de existir,
¡Lo que no
se entendería, pues aquí, así se empezó a vivir!.
OH
vaqueros de mi tierra, sus monturas son su hogar;
Las
montañas su familia, las veredas son sus guías;
Y por
éstas de tanto andar, con sus vidas han de terminar;
Y entonces
desde lo alto, a los nuevos han de guiar.
Vaqueros
de mi tierra, nunca se puede ignorar;
Que
ustedes son la raíz, con la que mi tierra empezó a florear;
Más de
doscientos años de campear, y más campear,
Será muy
fácil decirlo, pero no se puede olvidar.
Los
vaqueros de mi tierra, saben mucho valorar;
Al alto
cielo estrellado, al desierto, montañas, y al mar;
El agua su
mejor aliado, que siempre han de llevar;
Su tesoro
más preciado, el agua no tiene igual.
!AH que
veredas tan hondas, las que han dejado al campear;
En la
montaña son cicatrices, para el vaquero son mucho más;
No sólo en
su rostro las lleva, es su alma sin cicatrizar;
Los
vaqueros de mi tierra, nunca se habrán de olvidar!
“EL MENTIRERO DE LOS VAQUEROS”
Cuéntame
una de vaqueros, suele decirse,
Cuando
algo exagerado ha de presumirse;
Nuestras
ricas tradiciones, nos otorgan fábulas de a montones,
Y desde
tiempos de las misiones,
Los
vaqueros en los llanos, cuentan mentiras, y fábulas;
Sin a
nadie dañar , son sólo eso, exageraciones de a montón,
Día tras
día, campear y cabalgar, lanzando la reata,
Por las
noches, alrededor de agradable fogata;
Saboreando
su café, y haber quién empieza primero,
Para luego
continuar, platicando un mentirero.
OH fogatas
tan amigas, consideradas que siempre han sido,
Cuántas
mentiras les haz oído, y nunca de ellos te haz reído;
Y los
chistes tan aménos, las fábulas, los cuentos;
Todos por
vaqueros socorridos.
Decía un
viejo vaquero, sus mentiras resaltando,
Cómo
estarán aquellas hermosas chicas,
que me han estado esperando;
¡Aquellas
flaquitas cuerpo de álambre!,
¡Qué
bonito se estremecen, de pura pasión y de hambre!
Las
cenizas de la fogata del mentirero;
Muy pronto
reciben a otro grupo de vaqueros;
Que al
anochecer encienden las fábulas, los recuerdos,
En la que
todos los vaqueros, cuando la noche cae;
Cae
también, su tradición de fabuleros.
Sergio
Espinoza Grosso, en la campeada de 1987: El Rosario, Baja California: Foto de
su colección.
El
autor, preparando 'café vaquero' en el 'Paraje Espinoza', San Jorge, El Rosario, Baja California: Foto: Alejandro Espinoza
Jáuregui: 2005.