HISTORIA DEL VINO EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.
Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
Memorias Bajacalifornianas.
Artículo 132.
Protegido bajo patente número 1660383.
“Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento”
Rondy
Frenkel, se
encuentra escribiendo un libro sobre la historia del vino, a cuya petición
escribo sobre el asunto en El Rosario,
Baja California y su región.
Los primeros sarmientos de vid fueron introducidos a la
península por los misioneros a partir de la fundación, en 1696, de la misión de
de Loreto Conchó, al mismo tiempo que se desarrollaba el equipamiento de ese
asentamiento misional, se sembró el primer huerto en la California.
La distribución de misiones a los largo del
territorio peninsular, de sur a norte, trajo consigo, entre otros, la
introducción de la cultura europea, y con ello, la de diversas plantas
frutales, animales y tantas costumbres como se conocían en aquella cultura.
Propiamente en la misión del Santísimo Rosario de
Viñadaco, que fue fundada en julio de 1774, se introdujo, al igual que en las
misiones sureñas peninsulares, toda suerte de novedades en cuanto a
agricultura, cría de animales, elaboración de quesos y vino, entre otras.
El vino misional, como se le conoce
en El Rosario, por ser elaborado con uva misionera, inició su producción al
mismo tiempo que la vida de la misión, en 1774; se sembraron sarmientos, primer
en un predio que se encuentra en la terraza inferior a la que alojaba los
edificios, y el represo del agua, desde donde se regaba; al ser insuficiente el
agua del represo para su riego, se sembraron unas cuatro hectáreas a la orilla
del arroyo, en la margen derecha, derivando el agua superficial del propio
arroyo, por medio de un acueducto a base de tierra, que era llamado todavía
hasta 1977, como la “acequia o pante de la misión”, que fue utilizada por los
habitantes del pueblo, para sus trabajos agrícolas, hasta ese año.
Los huertos de parra, eran desde
1774 hasta 1977, de “uva misionera”, con la que obtenían “vino tinto”, que se elaboraba
en una cava, construida en un túnel, en la cabecera oeste del huerto misional,
y que en la actualidad, en ese lugar se encuentra una unidad deportiva.
Cuando,
en 1802, el sitio de la misión fue ubicado en lo que hoy se conoce como “El
Rosario de Abajo” se sembraron unas diez hectáreas de parra de uva misionera, y
se construyó un túnel, ya desaparecido,
en una ladera que se ubica en la
parte trasera del actual Museo Comunitario. Posterior a la construcción del
segundo sitio misional, se cosechaba una de las dos huertas, la antigua en El
Rosario de Arriba, y nueva en el de Abajo.
Fueron los misioneros, y soldados de
cuera en El Rosario, quienes enseñaron a elaborar el vino, y a la
secularización del sistema misional, en 1832, el antiguo soldado de cuera, Don
Carlos Espinoza Castro, continuó con dicha actividad, así también la familia
Ortiz.
La tradición de la elaboración y
consumo de vino tinto, sigue hasta nuestros días, llegando gracias a la
trasmisión de generación en generación. Después de Carlos Espinoza Castro, y la
familia Ortiz, se construyeron cavas casi en todas las casas, siendo así que
las familias Sevilla, Verdugo, Marrón, Aguilar, Pellejeros, Acevedo, Montes,
Duarte, Peralta, Villavicencio, Vidaurrázaga,
Loya, Sandez, y Collins, elaboraban sus propios vinos, que
intercambiaban por otras mercancías, o bienes.
Todas las familias en El Rosario
construían sus propias barricas, o toneles con madera de mezquite, o de wata,
siendo muy rudimentarias, y cuidadas casi hasta el fanatismo.
Cabe
destacar que en todos los ranchos de la demarcación de El Rosario, que
iniciaron desde 1828, y con fuerza en 1833, todas las familias elaboraban vino,
todos los ranchos tenían sus cavas, donde también destilaban licor de “mezcal
pardito”.
Los
últimos vinateros de abolengo fueron: Don Tomás Vidaurrázaga Murillo, Amadeo
Peralta Murillo, los hermanos José María, Marcelino, y Plácido Murillo Arce;
Juan Peralta Acevedo, y Genaro Murillo
Peralta.
De
las plantaciones de misioneras de la vid, ya no quedan los sitios originales;
el primero se lo llevó una correntada del arroyo en 1978, y que había estado al
cuidado por más de cien años de la familia Valladolid Ortiz, siendo el último
de ellos Don José Valladolid Ortiz, a cuya muerte en avanzada edad, la huerta
le sobrevivió un par de años; y la segunda huerta, la de Abajo, se secó debido
a una plaga, hacia 1990; sin embargo existen dispersas por el pueblo algunas
plantas descendientes de las originales de la misión.
En
la actualidad, Carolina Espinoza Murillo, ha retomado la actividad, después de
algunas décadas de abandono, ya que los últimos que lo elaboraban fueron los
primos Amadeo Peralta Murillo, en la cava original del sitio de Arriba; y Juan
Peralta Acevedo, en una propia; y Don
Juan González Durán, en el antiquísimo rancho de la familia Pellejeros Sevilla,
llamado “Palo Loco”.
Fue
Genaro Murillo Peralta, quien trasmitió
a su sobrina Carolina Espinoza Murillo, la manera ancestral misionera de la
elaboración del vino tinto.
Y
como anécdota, diré que Don Tomas
Vidaurrázaga Murillo, falleció, hacia 1927, en la “cuesta de El Salto”, a causa
del rodamiento sobre él, de unos toneles de vino que transportaba en su carro
de mulas, desde el rancho Rosario de los Loya Espinoza a El Rosario, distantes
entre sí, unos ochenta kilómetros.
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