"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

sábado, 4 de junio de 2011

RANCHO SANTA CATARINA, BAJA CALIFORNIA.

Don Gilberto Peralta Véliz, quien fuera casado con Otilia Solorio, fundó hacia el año de 1900, propiamente ese paraje como rancho llamado desde entonces Santa Catarina, Baja California, ubicado en el actual municipio de Ensenada, sobre la antigua segunda ruta del mármol, que comunica a la mina del mismo nombre con el puerto de Santa Catarina, en el océano pacifico.
Fue en ese rancho fundado hace ya unos ciento veinte años, en un paraje que era utilizado por los “vaqueros” del sistema misionero, en cuyo lugar pastaban algunos animales de la caballada, y vacunos con los que las misiones se ayudaban tanto en la alimentación, como en las labores propias de la campiña de la misión de San Fernando Velicatá, ubicada un poco al noroeste de Santa Catarina, siendo este sitio parte de la demarcación de aquella misión.

Don Gilberto Peralta Veliz, y Doña Otilia Solorio, se dedicaron como todos los rancheros de aquella época, a la cría de aves de corral, su hato ganadero, bestias para la carga, algunas siembritas, ordeña, y en la elaboración de varios derivados de la leche, principalmente queso, mantequillas, requesón, asaderas, y cuajada. Por el rancho pasaba la ruta hacia el puerto donde embarcaban los bloques de mármol, y se desembarcaban desde carros de mulas, estufas, ropas, provisiones, caballos, vacas, zacate, y todos los elementos que daban apoyo a la vida cotidiana de hace al menos un siglo.

Los “operadores” de los carros de mulas, en los que se transportaba el mármol a la costa, llegaban a comer y dormir luego de todo un día de andar desde la mina al rancho. Luego de pernoctar en ese lugar, cambiaban de caballos, prosiguiendo el viaje con rumbo al barco, llegando después de otro día de arduo trayecto al rancho “La Ciénega de San Carlos”, propiedad que era de Don Tomas Vidaurrázaga Murillo; hacían lo propio que antes habían hecho en el rancho Santa Catarina, y viajaban durante el tercer día, hasta llegar al mar, descargar el mármol, descansar un día, para al siguiente cargar y regresar con rumbo a las montañas, donde los esperaban ansiosamente con los exquisiteces que a bordo de los carromatos transportaban. El trayecto para llegar del puerto a la mina, es tan largo como cruzar la península del pacifico al golfo, un poquito menos, por esa razón el viaje en esos toscos aparatos duraba tres días.

En el rancho de Santa Catarina, lugar en el que nacieron los hijos Peralta Solorio, lo hicieron con el apoyo de parteras, entre ellas la señora Maria Garcia de Cajeme, esposa que fue de Pascual Cajeme, ambos originarios de la nación yaqui del valle del yaqui, en Sonora, quienes habían llegado a estas tierras peninsulares, huyendo del terrible azote del gobierno del dictador y nefasto Porfirio Díaz Mori.

Fue una de las hijas Peralta Solorio, llamada Etelvina, y uno de los hijos Cajeme Garcia, quienes en su adultez, y ya casados formaron la familia Cajeme Peralta, fundando el rancho “El Progreso”, que se ubica a la entrada del camino a la misión de San Fernando Velicatá, sobre la actual carretera transpeninsular. Ese sitio el que además de rancho fue un restaurante en el que los troqueros “sureños”, los de la diligencia de la ruta postal ambulante, los vaqueros, los “gringos locos”, y algunos otros viajeros disfrutaban de la machaca seca con ajo, tortillas de harina, frijol y queso, que forman uno de los tradicionales platillos de la península, sobretodo en la zona aislada, la antes muy poco visitada, la que comprende desde El Rosario, al norte hasta los Cabos en el extremo sur; zona que incluso en nuestros días es poco frecuentada, y en la que sigue como antaño ofreciéndose el tradicional platillo; aunque me ha tocado escuchar a algunos gringos ordenar hamburguesa con papas.

“Gringos locos” se les llama aquí en México a cualquier individuo con aspecto de andar dando vueltas sin rumbo aparente, con una cámara fotográfica al cuello, pantalón corto, y lentes obscuros; algunos de ellos se hospedaban por días en el rancho Santa Catarina.

En la actualidad ya no existe en el rancho la actividad con la que se desenvolvió durante décadas, ya sus fundadores y muchos de sus hijos desaparecieron, quedaron nietos, y bisnietos que se marcharon al pueblo del Guayaquil, no muy distante del rancho, cercano al antiguo rancho “El Águila” de Don Reyes Quiñonez Castellanos, quien fuera directivo de la mina, y propietario de la tienda general. Con el éxodo de los habitantes de varios ranchos se formó poco a poco el pueblo del Guayaquil, sin embargo el desierto siempre vence, siempre tiene la última palabra. Si Guayaquil se originó con los habitantes de ranchos y del pueblo del Mármol, cuando la mina se dejó de explotar, no logro sobrevivir ni siquiera un siglo, pues en la actualidad es también un pueblo fantasma, el que a orillas de la carretera transpeninsular, no tuvo la suficiente fuerza para resistir el inexorable paso del tiempo, y lo agreste de la tierra, la casi nula existencia de agua, lo que se puede considerar un triunfo de sus moradores al poder resistir casi cien años en ese paramo, que aunque bello no deja de ser una inmensa soledad.

Los pobladores o descendientes de El Guayaquil, del pueblo de El Mármol, y de infinidad de ranchos viven en la actualidad ya en Cataviñá, Punta Prieta, Guerrero Negro, Nuevo Rosarito, Ensenada, y principalmente en El Rosario; por lo que toda la región geográficamente localizada entre El Rosario, y el paralelo 28 grados, es decir unos quinientos kilómetros de península se encuentra prácticamente deshabitada, de no ser por los pueblos de: El Rosario, Cataviñá, Punta Prieta, Nuevo Rosarito, Santa Rosaliita, Bahía de los Ángeles, Villa Jesús Maria, y El Costeño, que en suma tendrán si acaso unos diez mil habitantes, lo que nos da una perspectiva de la soledad de la región; pero si lo vemos en retrospectiva, cuando fui niño en El Rosario vivíamos si acaso unos doscientos habitantes, todos emparentados entre sí. No queda ninguna duda en la razón por la que casi todos los habitantes desde El Rosario, hasta el paralelo veintiocho nos conocemos, pues además de ser pocos individuos, tenemos aquí las familias hasta doscientos cincuenta años de sobrevivir en este desierto.

Espinoza, Cajeme, Peralta, Garcia, Maclis, Smith, Ceseña, Quiñonez, Cota, Agúndez, Arce, Mouett, Marrón, Duarte, Loya, Murillo, Valdez, Gonzalez, Díaz, Solorio, Sandez, Collins, Aguilar, Acevedo, Vidaurrázaga, Romero, Tena, Grosso, Meléndrez, Ibarra, Villavicencio, Fuerte, son algunas de las familias representativas en la región de la que hablo.

Y sobre sus ranchos desde los lejanos ayeres se encuentran: San Juan de Dios, Santa Úrsula, Santa Catarina, Ciénega de San Carlos, El Progreso, El Águila, El Roñoso, El Cartabón, cerro Pelón, San Antonio, Los Mártires, El Arenoso, El Aguajito, El Porvenir, Santa Teresa, Sonora, Santo Dominguito, Jaraguay, Chapala, Las Arrastras, El Pedregoso, Santa Cecilia, Los Torotes, y Las Codornices principalmente, siendo la misión de San Fernando Velicatá primero, y después la mina del mármol la que principalmente les dio vida a todos esos ranchos, aunque muchos fueron criaderos de grandes hatos de ganado que expendían a los chinos en Mexicali, principalmente el de San Juan de Dios de los Espinoza.

Al viajar en tiempos actuales se pueden ver las ruinas de muchos de estos sitios, y otros nuevos, que en mucho, son los menos. EL Progreso es un rancho y restaurante que sobrevivió a sus fundadores el matrimonio Cajeme Peralta, ya que su hijo Guillermo y su esposa Dominga atienden a los comensales que detienen su andar allí.

En El Arenoso, se encuentran solo las ruinas, y en muy buen estado de conservación un pozo artesiano ademado en madera, la que dejó un recoveco donde unos pajarillos llaneros instalaron su nido, un poco arriba del espejo de agua, que a juzgar por el paisaje se antoja pensar que no existe este líquido, sino muy por debajo de la tierra, al menos si en sitios muy lejano; pero no, no es así, el agua se encuentra muy fresca apenas a unos cuantos metros de excavar la tierra; de no ser por ello, nunca hubiéramos sobrevivido durante dos siglos y medio bajo las típicas inclemencias.

En las notas dejaré asentada una carta que Rosendo Peralta Murillo envió a su madre Matea Murillo Smith desde Santa Catarina a El Rosario, en 1911, solo con la idea de poner en retrospectiva el rapidísimo paso del tiempo, el que a pesar de ser así, mucho humanos viven como si fueran eternos, sabiendo que somos como una lechuga expuesta al ardiente sol.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

INGENIERO ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
03 DE JUNIO DE 2011.

ALGUNAS NOTAS RELEVANTES:

Don Gilberto Peralta Veliz, fue hijo de Inocencio Peralta Aguiar, y de Francisca Veliz Osuna, quienes con hijos chicos llegaron a El Rosario, en 1873, provenientes de Comondú, Baja California Sur. Cuando Gilberto llegó a la adultez y casado con Otilia Solorio reutilizaron el viejo paraje de Santa Catarina, conociéndose desde entonces como rancho.
Sus hijos fueron entre otros: Elías, Güero Peralta, Etelvina, y Beto Peralta Solorio.
Los hermanos de Don Gilberto Peralta Veliz fueron: Bruno (fundador del rancho Santa Úrsula); Epigmenio casado con Petra Acevedo Marrón); Balbina (casada con Policarpo Espinoza Marrón: mis tatarabuelos paternos); Victoriana (casada con Tomas Vidaurrázaga Murillo); Cenobio (casado con Matea Murillo Smith: padres de Rosendo); Jaime ( de los Peralta de Arroyo Seco, Santo Tomas, y Colonet).

CARTA DE ROSENDO PERALTA MURILLO A SU MADRE MATEA MURILLO SMITH:
“Santa Catarina, Julio 26 de 1911.

Mi muy estimada mamá a quien le deseo una gran felicidad, en toda la compañía de toda la familia, y tendré mucho gusto que cuando reciban esta carta en sus manos, se encuentren todos buenos, y gozando una buena salud, y yo también estoy bueno ahora, ya tengo tres días aquí en Catarina, yo también iba de auxiliar si acaso estaba Margarito aquí en Catarina, como no estaba, no fui, pero se llevaron mi montura, también no fui porque supe que mi papá venia para acá en estos días y ahora estoy dando tiempo a ver si viene; pero ahora me voy para atrás, contésteme y pregúntele si puedo ir a la guerra, también no fui porque mis tíos no me dejaron que fuera; dígale a Eloísa que si tiene ganas que vaya a pelear con los revoltosos que me mande decir para ir yo. Para allá iba ahora (para El Rosario), pero al último no fui porque iba muy arrancado, no llevaba ni cinco centavos, pero si viene el barco tengo seguros noventa y tantos pesos, por eso no fui para allá por falta de dinero, se me hace muy triste ir sin ni un centavo en la bolsa.
Yo les aseguro ir muy pronto para allá, voy a trabajar otra vez, pero puede que no dure mucho; si acaso no trae dinero el vapor, ya hace mucho tiempo que lo aguardan desde el día 18 lo están esperando, y no viene. No tengo más que notificarles salúdeme a toda la familia de doña Tula, y dígale al Cuate D. que mate a todos los pronunciados que pueda; y ustedes reciban un fino recuerdo que hago para ustedes y demás familia. Su hijo que verla desea más que escribirle.


ROSENDO PERALTA”


En la carta claramente se aprecia la dependencia económica que de los dineros producto de la venta del ónix se tenía en la región, que era casi la única actividad que generaba dinero en efectivo, ya que el resto de las actividades y de obtención de bienes era a través del trueque.

Pedia permiso para ir a “la guerra”, se refería a enlistarse en los movimientos revolucionarios de los Flores Magón de 1911, en el norte peninsular. Aunque no fue cuando solicitaba el permiso a la familia, si se enlistó tiempo después, muriendo en Mexicali antes hacia 1913, en los hechos de armas del lado de la revolución, del lado del pueblo.

“Eloisa”, a quien se refiere, fue su hermana, quien casó con Cecilio Espinoza Peralta.
También menciona a “Margarito” Duarte Espinoza, quien no llegó a Catarina, él era también su cuñado casado con su hermana Elvira Peralta Murillo.

“Cuate D”.: Se refiere a Salvador “Cuatito” Duarte Espinoza, quien fue casado con Anna Valladolid Ortiz.

“Doña Tula”: Fue Gertrudis Espinoza Marrón: madre del Cuate Duarte, de Margarito, y de muchos más. Fue la madre fundadora del apellido Duarte en El Rosario, cuyo esposo fue el primer Duarte en el lugar, llamado Domingo Duarte Cossío.

“Los pronunciados”: les llamaban a los que estaban en contra de ellos y de sus ideales

El vapor al que se refiere era uno de los barcos que llevaban el mármol a Estados Unidos, y desde allá, y desde Ensenada, traían los bienes que al principio del articulo cité.

Es una gracia que Rosendo supiera leer y escribir, y más aún su madre, ya que hace cien años el analfabetismo en nuestro país, era galopante.

La carta que se inserta en este artículo, al morir Rosendo un par de años después de escribirla, su madre la guardó hasta su muerte, heredándosela a su otro hijo Amadeo “Quitito” Peralta Murillo, quien la conservó hasta su muerte, poco antes de ocurrida se la entregó a su hijo Jesús Peralta Espinoza, quien en 1989, me facilitó la original, misma que publiqué en mi primer libro: “LOS ROSAREÑOS” en 1992. La carta la conserva aún a cien años de escribirse en custodia de Jesús Peralta Espinoza en El Rosario, quien de seguro la encargara por tercera ocasión a otro de los descendientes Peralta.

Los hermanos de Rosendo Peralta Murillo fueron: Bartola, casada con Jose Maria Murillo Arce; Eloísa, casada con Cecilio Espinoza Peralta;, Elvira, casada con Margarito Duarte Espinoza; Maria, casada con Fernando Duarte Espinoza; Jacinta, Victoria, casada con un Castillo; y Amadeo, casado con Isabel Espinoza Romo. Por su parte Rosendo Murió soltero, en la guerra a la que la familia no lo dejaba ir soltero, quedo sepultado en algún lugar de la campiña del valle de Mexicali, Baja California.

Existe otro sitio llamado ‘SANTA CATARINA”, que se encuentra en la Sierra de Juárez, al Este de la ciudad de Ensenada, sitio habitado desde hace milenios por los californios nativos: Pai pai.




AL CENTRO: “BETO PERALTA SOLORIO” EN GUAYAQUIL, BAJA CALIFORNIA: HIJO DE DON GILBERTO PERALTA VELIZ Y DE OTILIA SOLORIO. LO ACOMPAÑAN SU ESPOSA, SU HIJA, NIETAS, SANTA ANNA PERALTA ORDUÑO, Y JULIO ESPINOZA GARCIA: Foto: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo: 1995.

POBLADORES DE EL MARMOL, Y RANCHOS VECINOS, EN EL VELORIO DE FRANCISCA PERALTA, MEDIA HERMANA DEL PADRE DE ROSENDO: AÑO 1924. ARCHIVO: WILLIAM JAMES COCHRAN FLORES: ELENA ESTHER COCHRAN GARCIA.


JULIO ESPINOZA GARCIA; TILONGO SMITH, Y LORENZO “YAQUI": Foto: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo: 1995.


EL AUTOR: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO, EN UN RANCHO EN CATAVIÑA, BAJA CALIFORNIA: FOTO: SANTA ANNA PERALTA ORDUÑO: 1995.



NIDO EN EL POZO DE AGUA EN LAS RUINAS DEL RANCHO “EL ARENOSO’: FOTO: ing. Alejandro Espinoza Arroyo: Marzo de 2008.



OTRO NIDO EN EL DESIERTO: DE HALCON:
FOTOS: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo: Marzo de 2008.







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