"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

viernes, 23 de diciembre de 2011

LOS REYES DE LOS CAMINOS EN BAJA CALIFORNIA.

CARLOS “DON CHALE” ESPINOZA PERALTA: NUESTRO GRAN VAQUERO ROSAREÑO.


. (Foto: Por Harry Crosby: 1967).
Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.
20 de Diciembre de 2011.


La herencia en el amplio y profundo conocimiento de la geografía peninsular por parte de las primeras familias, y sus descendientes que habitaron la región bajacaliforniana, data de los tiempos en que nuestros ancestros fueron arrieros, muleros, soldados de cuera, rancheros, leñeros, leñadores, pescadores y vaqueros; es la razón que en El Rosario, y otros pueblos con origen misionero, sus hijos sean tan diestros en esos menesteres.

Los reyes de los caminos, era como Harry Crosby llamaba a Carlos “Don Chale” Espinoza Peralta, Antonio Peralta Gaxiola, y a otros personajes que le sirvieron de guía para los recorridos de exploración que en bastas regiones de la península realizó, que con motivo de estudiar los diversos asentamientos humanos, y rancherías, que se encuentran principalmente sobre la antigua ruta de las misiones.

Aquella ruta misionera, también conocida como “Camino real misionero”, en gran parte son las veredas y senderos que durante miles de años, y por miles y miles de pasos de los pobladores ancestrales que marcaron inclusive las rocas, y que después servirían para que el europeo español extendiera sus dominios hacia el norte continental de América.

Cuando los misioneros debieron seguir explorando todos los rincones de las tierras de los seres mal llamados “Sin razón”, obtenerlas para sí, y someterlos por las buenas o por las malas, a quien fueran encontrando, adoctrinándolo en su religión, y destruyendo todo vestigio de las paganas creencias de los nativos, dio como resultado además de tantos otros, que los soldados, arrieros, y cualquier hombre de campo que apoyaba a la misión como institución, conociera palmo a palmo la región por donde eran buscados tanto los “Aborígenes”, como sus escasos bienes.

El conocimiento primero, los hombres blancos lo obtuvieron aprovechando las enemistades y rivalidades que existían entre los pueblos autóctonos, valiéndose de esos desencuentros para sacar “tajada”, y que los enemigos de tal “nación” les mostrara los escondites de los que eran buscados, así que nada tonto el europeo, utilizó a “indios” contra “indios”; igualito como ahora se dan festín nuestros indescriptibles políticos mexicanos, sacando tajada a cualquier situación anómala, y si no existe, pues ellos mismos la forman, y resuelven nuestros problemas, porque saben cómo hacerlo, y cómo no van a saber, si son ellos los que “hacen” las intrigas.
Bueno, el caso es que nuestros hombres de campo conocieron tan bien cuando rincón existe, y al trasmitirlo a sus descendientes, y recorrerlos juntos llegaron a tener un conocimiento tan basto, como basto era el territorio recorrido.

Y por esa razón, Carlos “Don Chale” Espinoza Peralta y al ser descendiente directo de Juan Nepomuceno Espinoza, Carlos Espinoza Castro, José del Carmen Espinoza Salgado, y de Policarpo Espinoza Marrón; quedando “Don Chale” en quinta generación de “Espinoza” en Baja California, en el orden que los he anotado.

Al pertenecer a la quinta generación en la familia, cuando las cuatro anteriores conocían a la perfección nuestra geografía peninsular; “Don Chale”, a los dos años de edad, ya andaba con su abuelo José del Carmen Espinoza Salgado en las correrías del ganado, y en las campeadas.
Para cuando el investigador norteamericano Harry Crosby conoció a “Don Chale”, era ya un hombre de casi setenta años de edad, así que su asombro por su amplísimo conocimiento peninsular lo dejó prácticamente con la boca abierta; no por nada fue su guía en repetidas ocasiones, y a él junto con otros peninsulares los llamó en su libro publicado en 1974: “Los Reyes de los caminos de Baja California”.

Mi tío bisabuelo Carlos “Don Chale” Espinoza Peralta, conocía como cualquiera de sus contemporáneos, cada cañada, ojo de agua, oasis, arroyo, cueva, vereda, montaña, desierto, valle, árbol, animal, estrellas guías, vientos, nubes, fríos, calores, que con sólo presenciarlos, sabían qué decisión tomar. Para ellos un arroyo era como una carretera, cada montaña como un monumento, cada vereda la veían como cicatriz en la montaña, cada cueva como una habitación, cada animal o planta, como sus desayunos, comidas o cenas; de cada viento, calor o frío, predecían su andar; y de cada lluvia el baño de las bestias y el relajamiento a sus propios cuerpos por el largo tiempo de cabalgar.

Fueron excepcionales hombres, rústicos al parecer, sin embargo no era así, algunos contaban con gran sensibilidad, sencillez, amistad, y humildad; que aun en los “tiempos malos”, eran buenos, y en los “tiempos buenos”, eran mejores. Y sí eran rústicos, si a “letras” nos referimos; sin embargo conozco a muchísimos “letrados”, bastante mas rústicos que mis queridos viejitos, pues ellos aunque no letrados del todo, muy educados que fueron; bien se dice que el ser estudiado, no significa necesariamente: Ser educado.

Aunque bastante breve, estas palabras las escribo a la grata memoria de mi muy apreciado tío bisabuelo “Don Chale Espinoza”, imaginando que ahora las veredas que cabalga, le deben ser tan conocidas como las que en esta península recorrió.

AUTOR DEL ARTÍCULO:
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.
20 DE DICIEMBRE DE 2011.


El presente trabajo es propiedad intelectual del autor, quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383; se puede utilizar siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y no sea con fines de lucro, ni comerciales.



Carlos “Don Chale” Espinoza Peralta (San Juan de Dios 1898- El Rosario 1974); llevó ese nombre en recuerdo a Carlos Espinoza Castro, quien fue su bisabuelo, pero que no conoció.

Juan Nepomuceno Espinoza (España 1730-San Juan de Dios, El Rosario, Baja California1799): Fue de origen español, y el primer Espinoza en Baja California, a donde llegó en 1755. Fue arriero con los misioneros jesuitas hasta 1767; y guía de misioneros franciscanos y dominicos posteriormente.

Carlos Espinoza Castro (Misión de Loreto, Baja California, Sur 1778- Misión de San Fernando Velicatá, El Rosario, Baja California 12 de mayo de 1883); fue el primer Espinoza en El Rosario, a donde llegó en el verano de 1800. Fue soldado misional, o de cuera, al servicio de la misión como institución española, antes que México existiera.

Carlos “Don Chale” Espinoza Peralta, fue el vaquero número uno en todas las fiestas que se realizaron en El Rosario, desde 1910 a 1950; destacó en todas las suertes de las vaquerías; su mayor premio consistió en dos monedas que llamaban “alazanas” de oro que recibió de manos del comisario del pueblo en 1920; de las cuales una la donó a su segundo, y con la otra compró “mucha provisión para la casa”, según me lo platicó una tarde del verano de 1972, en que lo fui a visitar;

Fueron tantos los víveres que compré que tuve que pedirle prestado un “Foringo” a Santiago mi hermano, tu bisabuelo, pues las mulas no lo podían cargar, entonces era un hombre de 22 años de edad, recalcó.

El día de ayer 19 de diciembre de 2011, falleció Cecilio Espinoza Adarga, quien fuera hijo de Carlos “Don Chale” Espinoza Peralta. Fue mi hermano Héctor Espinoza Arroyo quien me avisó.

Para mayores datos familiares consultar: “Familia Espinoza”, y mi primer libro “LOS ROSAREÑOS”: 1992, en esta misma bitácora.


Aquí lo tienen en foto, a Carlos "Don Chale" Espinoza Peralta, tomada por Harry Crosby en 1967, cuando en viaje de investigación de El Rosario al rancho San José de Los Meling, por la alta serranía, "Don Chale" fue el guía; siendo llamado por Crosby como: "El rey de los caminos de Baja California".
Mandeville Special Collection, Library UCSD: San Diego, California, Estados Unidos de Norteamérica.
Steve Coy: University Archivist.

jueves, 15 de diciembre de 2011

ORIGEN DE LA FAMILIA “VALLADOLID” EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
Jueves 08 de Diciembre de 2011.
 
La Villa de la Concepción, hoy llamada Ciudad Guerrero, en el norteño Estado mexicano de Chihuahua, es un antiguo asentamiento de origen misional, enclavado en el Municipio de Guerrero, en el valle del Papigochi, a orillas del rio del mismo nombre, en la sierra madre occidental, en cuyo lugar fue fundada en 1649 la misión del Papigochi, localizada cerca de Básuchil o Borjas.
En ese lugar, antes llamado “Villa de la Concepción”, nació hacia 1860, Manuel Valladolid Apodaca, quien fue el primero de su linaje en arribar a El Rosario.
Fue hacia 1880, cuando en viaje con otros aventureros, siguiendo los senderos ancestrales de la nación Tarahumara, sobre el sinuoso camino, casi inexistente sobre el río Papigochi, que desemboca en el río Yaqui, en el Estado mexicano de Sonora, vecino de Chihuahua, por donde viajaron Valladolid, y los demás, rumbo a la costa, con la finalidad de proseguir con rumbo a Baja California, que entonces presentaba mejores oportunidades de trabajos en minerías, y vaquerías, ya que el intenso frío de Chihuahua, en poco le permitía ganarse la vida. Aunque eran los “decires” sobre una misión perdida, la que en realidad lo atrajo a estas tierras peninsulares.

En el verano de 1989, en cerrada conversación que sostuve con Doña Faustina Valladolid Ortiz, hija menor de Valladolid, nacida en El Rosario en octubre de 1901, refirió la travesía que su padre había seguido desde aquellas lejanas tierras chihuahuenses, a lomo de mula, hasta llegar a Hermosillo, pero antes había estado en la desembocadura del río Yaqui en el mismo Estado de Sonora, y de ese lugar cabalgar hacia el noroeste, cruzando el árido desierto sonorense, arribar a ”La Posta de Los Algodones, Baja California”, donde se quedó trabajando con unos chinos, en cuyo lugar conoció a la gente de José del Carmen Espinoza Salgado, de El Rosario, quien enviaba en ocasiones a través de la sierra y el desierto, partidas de ganado para intercambiar con los chinos por bienes de consumo y herramientas.

Cuando los vaqueros de Espinoza regresaron a El Rosario, Valladolid “se les pegó”, viajaron en su recua de mulas, cruzando el valle, y costeando el golfo de California después, a lo largo del desierto, para luego de días de cabalgar subir por las “Caydas del desierto”, hacía la sierra de San Pedro Mártir, y sobre la cumbre de la serranía, viajar hasta el “Rancho La Suerte”, propiedad de Espinoza, y de aquel lugar al rancho grande de San Juan de Dios, también propiedad de Espinoza.

Para Valladolid, hombre de unos 20 años de edad entonces, aquel viaje significó el colocarse como vaquero en el rancho San Juan de Dios, significó también, que como muchos otros, antes y después que él, se quedaría para siempre en ésta tierra, dejaría su prole, y sobretodo, ésta tierra lo recibiría cuando los años se le vinieron encima, y hubo de partir por el camino sin regreso.

Allá en su tierra natal, se había desempeñado en la minería, y al igual que otros había escuchado hablar de la “Misión Perdida” que en Baja California, atesoraba las riquezas que los misioneros jesuitas no habían podido llevarse cuando se les expulsó de los territorios entonces españoles, en 1767; tal leyenda lo atrajo, aunque en el viaje desde el valle que, décadas después llamarían Mexi-Cali, a El Rosario, los vaqueros lo desanimaron, ya que la tal misión perdida, nadie jamás la había visto, y mucho menos sus tesoros; por tal motivo Valladolid se aseguró de obtener un puesto que le redituara al menos la alimentación, habitación, y algunas prendas de vestir, y de ser posible la paga de veinticinco centavos plata al mes.

Una tarde le indicó su patrón Espinoza, que se alistara pues debía salir de madrugada junto con otros vaqueros para “El Rosario”, y como así lo hizo, pronto conoció el suelo que a su partida de este mundo lo habría de recibir.
El tal viaje de San Juan de Dios a El Rosario, era a la casa de Rosario Ortiz Espinoza, con la suerte, -recordaba doña Faustina-, que en esa ocasión se conocieron mis padres, pues una chica le sirvió café, la que más tarde sería su esposa: Encarnación “Chona” Ortiz Aguilar, mi madre.

Valladolid, que también era herrero de minas, oficio que había aprendido en su natal Chihuahua, pronto se dedicó a trabajar, cuando ya se había casado, en la herrería de Federico Ortiz Espinoza, y de su hijo Federico Tomas Ortiz Pellejeros; tío y primo hermano de Encarnación.

En cierta ocasión Valladolid quiso regresar a Chihuahua, esto fue en 1883, pero como ya había nacido su hijo “Modesto”, la familia se le paró de uñas, y no lo dejaron partir, ni lo siguieron, así que desde aquel año, y con las condiciones impuestas por la familia, y por un pedazo de tierra que le obsequió Carlos Espinoza Castro, poco antes de su muerte, se quedó de manera permanente en la que 74 años después vendría a ser mi tierra natal.

Don Manuel Valladolid Apodaca, hombre sin vicios, enteramente dedicado a los suyos, con el tiempo fue propietario de las tierras que aun pertenecen a esa familia, en El Rosario, de Arriba; en los terrenos donde se encuentra la escuela primaria “Francisco I. Madero”, y donde se encuentra la clínica de Salud, que del otro lado de la calle colinda con la escuela; y que después pasaron a manos de su hijo José “Pepe Garrucha” Valladolid Ortiz, nacido en El Rosario, en 1894.
Muy poco se dedicó a la pesca, por no decir, que no lo hizo, sin embargo, la agricultura, y la cría de animales domésticos, de corral, caballar, y vacuno, fueron sus principales actividades; pasando por la recolección de frutas y avellanas silvestres, como la jojoba, que con los trabajos de herrería complementaba el sustento familiar.

Don Manuel Valladolid Apodaca, y Encarnación Ortiz Aguilar, procrearon basta familia: Modesto, Josefa, Rebeca, Manuel, José, Anna, y Faustina, nacieron entre 1883, y 1901.

En la actualidad los representantes “Valladolid” en el pueblo, son los descendientes de José, quien casado con Dominga Duarte Espinoza, dejaron tronco familiar más o menos numeroso.

Hombres de la talla de Valladolid, Espinoza, Collins, Vidaurrázaga, Duarte, Montes, Marrón, y tantos otros, y desde luego, el amplio apoyo que de sus familias recibieron, es que ahora se pueden destacar sus proezas, antes que el inexorable paso del tiempo las borre.
 
 
AUTOR DEL ARTÍCULO:
 
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.
JUEVES 08 DE DICIEMBRE DE 2011.
 
El presente trabajo es investigación de orden intelectual, pertenece al autor, quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383; se permite utilizar la información, siempre y cuando se cite la fuente, y se den los créditos correspondientes.
 
NOTAS RELEVANTES:
 
Manuel Valladolid Apodaca fue casado con la Rosareña Encarnación Ortiz Aguilar; sus hijos fueron casados con:

Modesto con una muchacha de la familia “Loya” del rancho El Rosarito, padres de Auda Valladolid Loya, quien fuera esposa de Manuel “Tehua” Espinoza Peralta, hermano menor que seguí a mi abuelo Alejandro “Negro”.

Anna casó con Salvador “Cuatito” Duarte Espinoza: Sus hijos fueron: Filipina, Celestina, Amado, Salvador “Chavalo Duarte”, Guadalupe “Lupe la de Toba”, entre otros.

Rebeca no fue casada, poseía una tienda en El Rosario de Arriba, donde ahora se encuentra el mercado “Impulsora Comercial”; aquella tienda se llamó “La Hormiguita”.

José “Pepe Garrucha” fue casado con Dominga Duarte Espinoza; sus hijos fueron: Francisco, Manuel, Simón, Lidia Ramona, Guadalupe “Lupe la de Ramón Meza Pellejeros”, Norberto “Beto Valladolid”, Teodoro, Paz “De Roberto Higuera Duarte”, Martha, y Dionisio.

Josefa fue casada con Concepción “Chinito Duarte” Duarte Espinoza; sus hijos fueron: Rosario “Chayo Juit”, Anastasio “Ticho Duarte” o “Sam pin Duarte”, Raymundo “Santos Duarte”, Pablo “Gaby Duarte”, Concepción “Chiro”, Esther, Enriqueta, Maria Magdalena “La de Chayulín Espinoza”, Alejandra “La de Juan Peralta Acevedo”, y Julia “la de Ricardón Sandez Gonzalez, Gertrudis “Tulita esposa de Lázaro Peralta Acevedo”.

Faustina fue casada con Francisco “Chicurales” Duarte Espinoza; sus hijos fueron: Leobardo “Balo Duarte”; Bertha “Güera del Benny Reseck Núñez”; Telesforo, Anselmo, Jorge “Caco Duarte”, Rubén, Herminia “Mina”, Luis “Zurdo Duarte”, Balbina.

Tres hermanos y una hermana Duarte Espinoza, se casaron con tres mujeres y un hombre Valladolid Ortiz; y fueron:

Concepción “Chinito”, Francisco “Chicurales”, Salvador “Cuatito”, y Dominga Duarte Espinoza, se casaron con: Josefa, Faustina, Ana, y José “Pepe Garrucha” respectivamente, así que muchos confunden a las familias pues se apellidan igual, pero son hijos de distintos matrimonios.

A Don José Valladolid Ortiz, se le conoció como “Pepe Garrucha”, porque por su estatura le querían decir “Garrocha”; y como en mi tierra le quitan, le ponen, o cambian letras de las palabras, Garrocha, derivó en “Garrucha”. Don Pepe y Doña Dominga, su esposa, fueron grandes anfitriones en las fiestas navideñas en El Rosario, ya que cocinaban hasta 2,500 y 3000 tamales solo para invitar al pueblo a comer; y luego Don Pepe los deleitaba con sendas canciones que acompañaba con su guitarra, que muy bien tocaba. Ver el artículo: “José Valladolid Ortiz, Dominga Duarte Espinoza; Lázaro Peralta Acevedo, y Gertrudis “Tulita” Duarte Valladolid”, en esta misma bitácora.



Aquí lo tienen, el chihuahuense: Don Manuel Valladolid Apodaca, cuando ya contaba con unos ochenta años de edad; lo acompañan sus hijos, y nietos: El de pipa es José “Pepe Garrucha”, su esposa Dominga Duarte Espinoza, justo enfrente de él. Foto El Rosario, B.C. 1920: Me la obsequió Faustina Valladolid Ortiz, en 1988.


Faustina Valladolid Ortiz, y Francisco “Chicurales” Duarte Espinoza, el día de su matrimonio: El Rosario, B.C. 1919.: Me la Obsequió Faustina.


Boda de Francisca Valladolid Duarte, la hija menor de “Pepé Valladolid” y de Dominga Duarte Espinoza; el dia en que se casa con Zacarias Espinoza Peralta. El Rosario, Baja California, hacía 1954. Foto que me facilitó Francisca. La niña de blanco junto a la novia, es Cecilia “Chacha” Peralta Espinoza.



Auda Valladolid Loya, y Manuel “Tehua” Espinoza Peralta, siendo acompañados por mis hijos Alejandro, y Laura Delia, y el autor de este trabajo: Foto en Ensenada, B.C. 1995: Tomada por Maria Magdalena Jáuregui López de Espinoza.



Anastasio Peralta Duarte, El Autor, Esteban Duarte Loya, y Rubén Duarte Valladolid;
El Rosario, B.C. hacia 1995. Foto: Alejandro Espinoza Jáuregui.


Anastasio “Ticho Duarte” o “Sam Pin” Duarte Valladolid.
Fue un hombre muy generoso, no dejó familia, nunca se casó;
Falleció hacía 1981. La última vez que lo vi, iba vestido
De revolucionario, con carrilleras, carabina 30-30,
Sobre un carro de mulas, el 20 de noviembre de 1980,
Amablemente saludaba a la rancherada.



Simón Valladolid Duarte, sentada su madre
Dominga Duarte Espinoza.
El Rosario, B.C., hacia 1950.



Roberto Higuera Duarte, su esposa Paz Valladolid Duarte, y su familia.

Desconozco el año.


Enriqueta, Julia, hija de Julia, y Esther Duarte Valladolid: Desconozco el año. Enriqueta fue esposa de Manuel “Pachuco “Sandoval; Julia de Ricardon Sandez Gonzalez, y Esther de Antonio Pucci Garcia.


Delegado de El Rosario, Don José “Pepe Garrucha” Valladolid Ortiz,
y su consuegro Rosario Meza Arce. El Rosario, B.C. hacía 1950.



Mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta;
José “Pepe Garrucha” Valladolid Ortiz, y Cristóbal Gilbert Murillo.
El Rosario, B.C. 1942: Foto que me obsequió mi abuelo.



Juan Acevedo Valtierra el día en que se casa con Francisca Bejarano Duarte: Los acompaña Pablo Duarte Valladolid. El Rosario, B.C., hacia 1960.




Guadalupe Valladolid Duarte, el día en que se casa
con Ramon Meza Pellejeros; El Rosario, B.C. hacia 1951.




El día en que se fundó el Museo Comunitario “El Rosario”, en edificio que en 1992 se encontraba en ruinas; construido en 1921, y rescatado por el autor de estos trabajos entre 1992 y 2008, con apoyo del INAH, la comunidad, algunas empresas, y algunos profesionistas. El primer recurso para la rehabilitación fue el producto de la venta de mi primer libro “LOS ROSAREÑOS”, que doné de manera íntegra, para rescatar la escuela a cuyo recinto el primer alumno que entró en diciembre de 1921, fue mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, y quien antes de fallecer en 1991, me pidió que me hiciera cargo de que no se destruyera esa joya, como así lo hice, con un mar de problemas, y gastos de mi propio bolsillo, y durísimo trabajo que de manera personal ejecuté.
Aparecen en la foto en primer fila: Lidia Ramona, y Guadalupe Valladolid Duarte, Maria Grosso Duarte de Cousiño, Manuel “Tehua” Espinoza Peralta, Jesus “Tío Chuy” Espinoza Arce, Ana Grosso Peña, y Jose Manuel Rodriguez Ramirez.
Foto: Maria Magdalena Jáuregui Lopez de Espinoza: 09 de Octubre de 1994.




Darío Rabago, Teófilo Ortiz Garcia, Benjamín Reseck Núñez, Rosario “Chayo Juit” Duarte Valladolid, Jesus “Tío Chuy” Espinoza Arce, al fondo Rodhe Dicochea Gaxiola, Concepción Reseck Duarte, y Manuel “Tehua” Espinoza Peralta:
Foto: Después de inaugurar la primer etapa del Museo Comunitario “El Rosario”, 9 de octubre de 1994. Foto: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.
Los viejitos rosareños en 1994, y que aun vivían de los primeros alumnos de la escuela “Padre Salvatierra”, en 1921, Fueron los invitados de honor, para que atestiguaran aquel difícil y penoso logro. Muy contentos y con lágrimas que corrían por sus mejillas, me felicitaron aquel día, por la tarea tan pesada que me eché a cuestas, y que saqué adelante.

jueves, 1 de diciembre de 2011

“LOS INDESEABLES”; SUJETOS ASI LLAMADOS EN BAJA CALIFORNIA POR SU CRUELDAD, DESFACHATEZ, Y RUINDAD.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
Martes 01 de Diciembre de 2011.

Cuando vemos alguna película gringa, en la que se enaltece los sufrimientos de sus pioneros recorriendo a pie, a caballo, o en carretas las grandes llanuras, y las montañas desde el Este de aquel país, con rumbo a California, y al viejo Oeste en general; jamás vemos que se haga la más mínima mención de los que antes, mucho antes que ellos llegaron, e hicieron florecer las inhóspitas tierras del “Salvaje Oeste”, según su decir, mientras que para los demás eran las tierras de los nativos ancestrales, primero; españolas, y mexicanas después; y que las películas gringas pomposamente las publicitan como las tierras de la fiebre del oro, el salvaje oeste, y la tierra de los pioneros, esto cuando ya se encontraban en manos del imperio yanqui, muy pocas veces haciendo alusión a los trabajos que los nativos, los españoles, y los mexicanos realizaron.
Escasamente vemos en esas películas, las desbandadas de forajidos que cruzaban la nueva frontera con rumbo al sur, al viejo México, sitios muy apetecidos por aquellos rufianes para llevar a cabo inmensas tropelías con nuestras familias, las que con tanta escasez y dificultades aquí se asentaban. Aquellas hordas de indeseables gringos eran también acompañados por indeseables mexicanos, europeos, y aventureros de toda índole, siempre profundizados en el vicio, la lapidación, el pillaje, la burla a flor de piel ante el caído, y la cobardía y el llanto al verse menguados.

Y eso que escribo con respecto a aquellos miserables chacales, no es cuestión de animadversión de mi parte hacia ellos, más bien es recordarle o hacerle saber a los actuales y a nuestros futuros descendientes, sobre las duras condiciones de vida que los nuestros pasaron para poder dejarnos esta tierra, tradiciones, y costumbres, que por malas, pobres, o intrascendentes que para algunos parezcan, son las que nos dan sentido e identidad.

Ni bien iniciaban con un ranchito, ni bien criaban algunos animalitos, cuando sobre nuestros rancheros caían aquellas hordas de saqueadores, y si alguien se atrevía a enfrentarlos, les quemaban las casas, violaban a sus mujeres, secuestraban a algún miembro de la familia, o simplemente asesinaban sin piedad.

Muchos hombres que llegaban a este suelo peninsular, provenían del interior del país, otros más del lado gringo, de Sudamérica, de Asia, y de Europa; muchos de aquellos eran buenas personas, de buenos principios, con conocimientos y costumbres que trasmitían entre los californios, incluso dejaron sus estirpes cuando se casaron con mujeres de aquí.

Pero había otros “Los Indeseables”, como se conocían en general, fueran de donde fueran; pero si eran mexicanos, se les llamaba: “Tagualilas, Chuntaros, Cuchis, o Cuchibriachis”; y esas maneras de llamarlos eran porque se les mostraba doble desprecio por ser nuestros paisanos en contra de sus paisanos.

No tardó mucho en que el gobierno persiguiera a aquellos bandoleros, sin embargo mucho con placa trabajaban para los dos bandos, o por lo menos obtenían sus buenos dividendos por las cuotas que los malhechores les pagaban, de acuerdo a los “arreglos” que entre ellos tenían. En Ocasiones cuando algún buen “Rural” del gobierno llevaba preso a algún malviviente, no faltaban sus compinches que en la serranía lo liberaran, en ocasiones asesinaban al rural de la “Acordada”, o se reían de ellos porque eran mayores las fuerzas de los malvados.

Con el paso del tiempo, y ya para el año de 1837, más o menos, en mi tierra nuestros rancheros se dieron a la tarea de construir murallas a base de rocas, para tener sus trincheras, y poder defenderse de los ladrones; tenemos así lo que ahora se conoce como “El corral del Chino”, las murallas de San Juan de Dios, los “Corrales” en “Los Mártires”, y tantas otras obras de defensa, que solo es cuestión que alguien al pasar por esos rumbos se dé el tiempo de visitarlos y analizarlos. Hoy en día se utilizan como corrales, pero en su origen y durante muchas décadas fueros obras de defensa.

Nuestros rancheros llamaban de muchas maneras a aquellos viles seres, sus apodos eran entre otros: Moscas, por encimosos; Mazatanes por buenos para tomar café; Lurios, por enamorados; en fin.

Por desgracia en la actualidad que vivimos, no son pocos los malvivientes que alternan con cualquiera, y en cualquier medio; ahora los actuales “Indeseables”, mejor conocidos como “Malandros”, son gentes que tienen lo suyo, y que no describiré.

Y si bien las películas, y las novelas nos hacen el flaco favor de olvidar los enormes esfuerzos de abnegadas familias ya pasadas, y otras del presente, al menos nosotros sí les damos la dimensión que merecen.

Este pequeño artículo lo dedico a la memoria del Señor Guadalupe Loya Espinoza, quien falleció a manos de “Los Indeseables” en El Rosario, a principios del siglo veinte; así también a la memoria de Jesús Loya Espinoza, el hermano mayor de Guadalupe, quien también falleció a manos de aquellos chacales; sin olvidar a Julio Espinoza Peralta, hermano de mi bisabuelo paterno, quien falleció en Mexicali a manos de los mismos individuos; a Marciana Marrón Ortiz, tía que fue de mi abuela paterna, quien falleció a manos de los mismos individuos; a Juan Ortega Espinoza, asesinado a los 18 años de edad por los mismos sujetos; a Rosendo Peralta Murillo, caído por las mismas circunstancias; a Aquilina Loya Espinoza, también asesinada por aquellos chacales; y a tantos más que han quedado bajo los polvos del olvido; a todos ellos donde quiera que se encuentren, mi consideración.

AUTOR DEL ARTÍCULO

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO
JUEVES 01 DE DICIEMBRE DE 2011.

El presente trabajo es de orden intelectual propiedad del autor, quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383, se permite su uso, siempre y cuando no sea con fines de lucro o comerciales, y se otorguen los créditos correspondientes..



Muralla en San Juan de Dios, El Rosario, Baja California, que se utilizaba para encerrar el ganado, y como defensa ante los ataques de “Los Indeseables”; su construcción la inicio Carlos Espinoza Castro, hacia el año de 1837. Foto Alejandro Espinoza Jáuregui: 17 de Septiembre de 2007.


Corral que fue construido en el rancho “El Metate” propiedad que fue de mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta, quien a su vez fue bisnieto de Carlos Espinoza Castro. Se puede ver la puerta que se le construyó muchas décadas después de construido.Foto: Alejandro Espinoza Jáuregui: 17 de Septiembre de 2007.


Corral “Del Medio”, originalmente construido con los mismos fines de defensa; este corral data de la década de 1830, fue construido por Carlos Espinoza Castro, y se encuentra cerca del rancho San Juan de Dios, y de “El Metate” de la familia “Espinoza”. Foto: Alejandro Espinoza Jáuregui: 17 de Septiembre de 2007.


Muralla para la defensa del rancho “Los Mártires” de la familia Duarte en El Rosario, Baja California. En la parte alta de la montaña que se ve al fondo existe otra muralla, desde donde disparaban los “Duarte” para defenderse de los ladinos aquellos. En la parte de abajo, la muralla que se ve en la foto, era donde se guarecían las familias. Foto: Alejandro Espinoza Jáuregui: 17 de Septiembre de 2007.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

¡PRESTAME UN CHAMACO PARA LOS MANDADOS!:

Esta era una de las frases que más escuchábamos en el rancho cuando fuimos niños.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
Lunes 31 de Octubre de 2011.


Echa con todo respeto, y sin que sea malagradecido, pero una de las críticas que tengo para las costumbres de nuestros ancestros, es que a los niños nos prestaban como si fuéramos herramientas, bestias de carga, o simplemente como que nos veían con cierto desdén, y en el interés de vernos formados “hombres”, nos prestaban con parientes y amigos para que fuéramos utilizados en las más diversas tareas, ajenas por supuesto, en las que el beneficiado con nuestro tierno trabajo, no siempre quedaba del todo satisfecho, y nosotros “los prestados” siempre quedábamos totalmente agotados, pero eso sí, “más hombrecitos”, como si en los trabajos de la propia casa no hubiésemos podido igual, “Agarrar tal hombría”.

Desde luego que mi postura no es la de criticar aquellas antiguas costumbres, más bien, es de analizar el por qué, desde los cuatro o cinco años éramos los niños varones, y en algunas ocasiones también las niñas, vistos por nuestros mayores con cierto deber por parte de ellos, el sacarnos del seno materno y enviarnos fuera de casa para que en otras apoyaran a nuestros padres para que “Nos hiciéramos hombres”, según sus propias palabras:

Normalmente a casa llegaba algún pariente o amigo de la familia, buscando al padre, diciéndole:
Préstame a fulano para que me ayude unos meses en el rancho: A lo que con todo desenfado el padre contestaba:

Sí, llévatelo “para que se haga hombre”

Luego llamaban al elegido, la madre le alistaba una cajita, o un costalito con sus muy escasas pertenencias, lo echaban atrás del troque, y se llevaban al chico, casi un bebe, con rumbo a tal o cual sitio, y allá iniciaba el ritual de hacer hombre al desvalido, ritual que normalmente iniciaba a las cinco de la mañana de todos los días, y concluían al anochecer.

¿Cuáles juguetes, cual niñez?, en aquellos tiempos eran atender una tarea tras otra, otra, y muchas más...Los niños más “utilizados”, eran los que habían perdido a alguno de sus padres, y al padre que quedaba a cargo le resultaba imposible sostener a la familia, lo que redundaba en hacer repartición de niños entre la parientada…

Y se nos fue la niñez, se nos fue en puro hacer mandados, y tareas tantas que apenas nos dejaban respirar; atendiendo aquellos arreglos que se daban entre nuestros mayores, ya fuera que se hubieran arreglado de caballo a caballo, de carro a carro, o en una borrachera, en la que uno le ofrecía, o aceptaba la petición del otro, para que le diera en préstamo a un chamaco de tantos que tenía.

En fin, así eran las costumbres, también yo, así me crié en El Rosario; aunque siempre el “prestado” se podía preguntar: ¿Por qué me traen aquí, si tienen hijos de mi edad?, aunque debo reconocer que en muchas de aquellas casas donde nos “arrimaban”, eran personas de muy buen trato, en otras no. Dependía entonces, de a qué casa íbamos a parar, porque mientras en algunas eran agradables nuestras estancias, en otras eran un verdadero martirio; en fin así fueron las cosas, pero de todos aquellas situaciones grandes aprendizajes obtuvimos, y sea tal vez, a eso, lo que antes los nuestros llamaban: “Hacerse hombres”.

En muchas ocasiones “los prestados”, íbamos a vivir con personas de avanzada edad, para mí eso era gratificante, pues en las nochecitas los interrogaba a mis anchas, y de aquellos “Interrogatorios”, es que han salido muchas de las historias que he investigado a lo largo del tiempo, muchas de las cuales ahora comparto, tanto en pláticas personales, como en narrativas.
Y para no hablar de mi persona, prefiero dejar el espacio a mi apreciable tío ANGEL ZACARIAS ESPINOZA AGUILAR, quien en sus propias palabras nos comparte algo de su vida, y de la costumbre que he tratado párrafos antes:

A continuación, transcribo la narrativa de Ángel Zacarías Espinoza Aguilar:


“Salí de El Rosario a la edad de 8 años con destino a Ensenada por órdenes de mi
Madre, quien entonces se encontraba atrasada económicamente, pues éramos varios hermanos; era lo que se usaba en aquellos tiempos: “Prestaban” a los hijos con los parientes, igual como prestar cualquier cosa.

Mi madre ganaba un peso a la semana y no le alcanzaba para mantenernos a todos, así que me mandó con mis Abuelos, los padres de ella, Ruperto Aguilar y María de Jesús Acevedo Marrón que Residía en Ensenada en donde cursé mi enseñanza primaria, de allí pase a Tijuana a la edad de 16 años, allá vivía mi tía Isabel Aguilar a quien aprecio bastante, pues me ofreció su casa me daba comida y allí me acomodé.

Bonitos Recuerdos guardo cuando le llevaba lonche a mi abuelo Ruperto Aguilar,
Él trabajaba cortando alfalfa para un señor ruso de apellido Rudakoff, quien tenía una gasolinera en la calle Quinta y Ruiz en Ensenada, eso fue en la década de 1940.

Yo le ayudaba a mi abuelito Ruperto Aguilar en su trabajo, ya que él se ganaba la vida cortando alfalfa con una guadaña, y pues la mentada herramienta estaba más grande que yo, después que terminábamos de cortarla, nos sentábamos a comernos el lonche. Mis abuelos vivían en Ensenada por la calle Sexta y Blancarte.

Me platicaba mi hermana Balbina Espinoza que cuando ella vivía en la casa de mi tío “Nico Loya” me miraba pasar cuando le llevaba el lonche a mi abuelo, me dijo, pasabas descalzo, y me daba mucha pena, un día le dije: Recuerdo que te miraba en el lavadero cada vez que pasaba; ¡Ah que bonitos recuerdos tan lejanos!.

Recuerdo que trabajaba cerca del rastro en donde mataban marranos y reses y le daban a mi abuelo sangre de res, después mi abuela María de Jesús hacía empanadas con ella, y yo las llevaba a vender al viejo muelle que había en ese entonces en Ensenada, de donde salían los turistas a pescar; mi abuela me decía véndelas a diez centavos moneda nacional, lo cual equivalía como un penny o dos, y los güeros me pagaban cinco o diez centavos moneda americana.
Pues que crees Alejandro, con esas ventas yo ganaba más que mi abuela, después de las ventas me metía al cine a gastar las ganancias y a mirar películas de vaqueros, a comer palomitas de maíz, perros calientes, y sodas.

También vendía el periódico americano “Los Ángeles Times”. Cuando fui más grande me acuerdo que mi hermano Policarpio (Polo) Espinoza y mis tíos Esteban, Jesús, y Alejandro “Cano Aguilar” y mis primos el “Grande”, y Adán Aguirre se iban a Eréndira, Baja California a sacar choros para la cooperativa “Ensenada” de los hermanos Guerrero, y yo me les pegaba, allí sacaba mi dinerito entonces tendría entre catorce o quince años de edad.

Un día mi hermano Polo me dijo que necesitaban un cocinero, que si quería irme a la isla Natividad, Baja California, Sur, que se encuentra justo debajito del paralelo 28 grados, pero del lado sur, enfrente de la Isla de Cedros, que se encuentra al norte del mismo paralelo; que si quería irme con ellos, pues mi hermano y el “Grande Aguirre” trabajaban un equipo en la pesca de langosta; y como si me fui con ellos para allá, cuando se iban ellos a marea echaba mis trampitas en lo bajito después que regresaban nos íbamos Francisco (Pancho) Aguirre; y yo a sacar las langostas de las trampas. Recuerdo que mis tíos, y mis primos nos hacían pelear a Pancho y a mí, pues éramos de la misma edad. Estuve en la isla de Natividad durante tres años, de aquel lugar pase a Tijuana, donde vivía en la casa de mi tía Isabel y mi tío Manuel Aguilar; un día fui a visitar a mi hermana María (Maura) y su esposo Jesús Ayala; vivían en Tijuana, en la calle primera y avenida “H”, como a media cuadra de su casa, estaba la lechería y pasteurizadora: “La Suiza”.

Me dijo mi hermana María:
¿Por qué no vas a buscar trabajo a la lechería?; y como así lo hice y con tan buena suerte que me acomodé de ayudante repartiendo leche a las tiendas, el dueño se llamaba Ernesto Jiménez; y el que me dio trabajo ese día se llamaba Efrén Sánchez, era primo de la ex esposa de Jiménez; los Sánchez eran de Sinaloa. Después me fui a la lechería de los hermanos “Alonso”, que eran Armando, Sany, Wallis, y el mayor Marcos Alonso.

Mi padre Alejandro (Mechudo) Espinoza Peralta siendo vaquero en la sierra trabajó con el papá de los “Alonso” cuando tenían borregos y ganado; un buen día me dijo Armando Alonso que tenía unas fotos de mi padre y me las iba a regalar, lo cual nunca sucedió. El conoció a mi padre, pero yo no.

Mi tío Santiago Espinoza Peralta le prestó algunos corrales a “Alonso” cuando pastoreaban su ganado y su borregada.

Trabajé en Tijuana de repartidor de leche, para ese entonces mi madre y mis hermanos ya residían en Ensenada, después pasaron a Tijuana a petición de mi tía Isabel; después conocí a Maria Eugenia Castruita con quien me casé, y procreamos cuatro hijos:
Ángel, Sandra, Patricia, y Francisca.

En el año 1963, un mes o dos antes que naciera Ángel mi primer hijo, me mandó decir Carlos Aguilar desde Los Ángeles, California, que si quería irme a trabajar a para allá, pues me tenía un trabajo en un restaurante “Dennis”, no dejé pasar la oportunidad; y desde entonces acá estamos.

Espero que en el futuro miembros de nuestra familia puedan dar una mirada atrás a través de éstos apuntes. La vida nos enseña muchas lecciones, pero sobretodo debemos tratar de dejar un legado digno que será parte de sus raíces con el paso del tiempo.

‘’Ángel Zacarías Espinoza Aguilar‘’.
Agosto de 2011.



Bueno pues, a eso es a lo que me referí en la introducción de este artículo; con las breves pero importantes palabras de Ángel Zacarías, nos pudimos transportar a las veredas que anduvo, en sus palabras nos dimos cuenta de cómo se vive cuando se es “niño prestado”, y sobre todo cuando se es niño sin padre, como en su caso, ya que su padre, el primer Alejandro que existió en nuestra familia, falleció cuando Ángel era apenas un pequeño niño.

A pesar de su dura niñez, de su dura y nula juventud, dentro de sus escasos entretenimientos se encontraba, como lo relata, comiendo palomitas de maíz, y disfrutando de las películas de vaqueros, en un cine de la Ensenada aquella, que ya se ha quedado unos sesenta años detrás de este tiempo que ahora vivimos; No obstante, Ángel, jamás se fue por caminos torcidos, cuyos resultados se palpan ahora, en una apreciable y digna familia; y aunque su narrativa la envió para compartirla con mi persona, la hago del conocimiento público, porque considero que es un ejemplo de vida que a muchos de seguro nos servirá de estímulo.


AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
LUNES 31 DE OCTUBRE DE 2011.


El presente trabajo es de orden intelectual, es propiedad del autor, quien lo tiene protegido bajo patente numero 1660383; se permite el uso parcial o total, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y no sea con fines de lucro o comerciales.

NOTAS RELEVANTES:
En Isla Natividad, Baja California. Sur, Ángel Zacarías también trabajó con los hermanos Luís y Jesús “Canguro” Vázquez Collins.
El padre de Ángel Zacarías Espinoza Aguilar fue Alejandro “Mechudo” Espinoza Peralta, hermano menor de mi bisabuelo Santiago; Alejandro nació en El Rosario, en 1895, y falleció asesinado en Ensenada en 1945:
La madre de Ángel Zacarías fue Francisca Aguilar Acevedo, descendiente de las antiquísimas familias rosareñas.
El nombre de Zacarías, lo lleva porque así se llamó el segundo Espinoza nacido en Baja california, en 1779, Zacarías Espinoza Castro, hermano del patriarca Espinoza de El Rosario, Carlos Espinoza Castro.

Zacarías Espinoza Castro se fue de El Rosario a Sonora en 1802, o en 1803, de donde jamás regresó, pero si lo hizo 120 años después José Espinoza, bisnieto que fue de Zacarías, y se asentó en Ensenada, donde aún viven sus descendientes. En 1928 José ya se trataba con los Espinoza de El Rosario, en la calidad de parientes, y fue por él, por quien se supo de su ancestro Zacarías. José Espinoza instaló en Ensenada, en la década de 1920 un taller de fotografía y una barbería que llamó “La Popular”.

El padre de Ángel Zacarías, fue el primer “Espinoza” que en El Rosario llevó el nombre de “Alejandro”, mejor conocido por el apodo de “Mechudo”; el segundo fue mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, nacido en 1912, y fue sobrino de Alejandro “Mechudo”; el tercero fue Alejandro Espinoza Peralta, nieto del “Mechudo”, e hijo de Arnulfo “Chuty” Espinoza Loya, hermano de Ángel Zacarías; el cuarto fue Alejandro Espinoza Bañaga, hijo de Carlos “Don Chale” Espinoza Peralta, y de la Kiliwa Dionisia Bañaga; el quinto es quien esto escribe; el sexto es Alejandro Espinoza ¿?, hijo del tercero; el séptimo es Alejandro Espinoza Jáuregui (mi hijo); y con una ligera variante el octavo es Isaac Alexander Espinoza Montiel (mi nieto). El nombre “Alejandro” apareció en nuestra familia en 1895, por lo que a la fecha lleva 116 años utilizándose.
Los cuatro primeros “Alejandro” ya han fallecido, mientras que “Mechudo” falleció antes de los 50 años de edad, mi abuelo falleció de casi 79, en 1991; Alejandro hijo de “Chuty” cerca de los 60, hacia 2010; y el hijo de “Chale Espinoza”, falleció de 30, hacia 1986.

Alejandro “Mechudo” Espinoza Peralta en sus primeras nupcias fue casado con Ángela Loya Espinoza; procrearon a: Emilio, María Guadalupe, Enriqueta, Gustavo, María Maura, y Arnulfo “Chuty”. Luego que enviudó de Ángela:
En segundas nupcias se casó con Francisca Aguilar Acevedo, procreo a: Bertha, Leopoldo, Angelita, Balbina, “Tardo”, Cruz (mujer), Ricardo, y Ángel Zacarías.


De izquierda a derecha: Ángel Zacarías Espinoza Aguilar, Zacarías Espinoza Peralta, y el autor de este trabajo: El Rosario, Baja California, 2005.
Foto: Alejandro Espinoza Jáuregui.

Zacarías Espinoza Peralta, fue primo y padrino de Ángel Zacarías, y ambos fueron primos de mi abuelo Alejandro “Negro Espinoza Peralta. Zacarías Espinoza Peralta falleció un par de años después de tomada esta foto frente a su casa.

“Nico Loya”, a quien Ángel Zacarías menciona en su narrativa, fue José del Carmen Loya Espinoza, primo hermano de su padre Alejandro “Mechudo” Espinoza Peralta. Fue con “Nico Loya” con quien me inicié de escritor, si es que se me puede otorgar tal distinción, ya que fue en su casa de Ensenada, en 1972, contando con catorce años de edad, cuando tomé mi primera toma nota de las pláticas y relaciones que de sus orígenes me hiciera aquel año.

Kiliwa: Es una etnia de los pobladores ancestrales de la península, habitan en El Arroyo de León, en el Municipio de Ensenada, Baja California; pertenecen al troco lingüístico yumano peninsular, y al dialecto Borgeño. Actualmente sólo existen en Baja California de manera muy mermada poblaciones de Kiliwa, Paipái, Kumiai, y Cucapah; siendo unos cuantos de los miles que habitaban en toda la geografía peninsular a la llegada de los conquistadores españoles, que aunque algunos afirman que a la península no se le conquistó; el azote español primero y el mexicano después, prácticamente extinguieron a la población ancestral; pues a esa raza pertenecía mi tía Dionisia Bañaga, esposa que fue de Carlos “Don Chale” Espinoza Peralta, hermano de mi bisabuelo con quienes tuve el gusto de ampliamente charlar.

La Kumiai Gloria Castañeda elaborando una cesta en Tecate, Baja California: Foto Ing. Alejandro Espinoza Arroyo: 1995.

ORIGENES DE LA FAMILIA “VIDAURRAZAGA” EN BAJA CALIFORNIA.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
Jueves 27 de Octubre de 2011.

El primero de ésta estirpe que arribó a la península en su juventud fue Tomás Vidaurrázaga, hacia 1835, era ultramarino, como antes se les llamaba a los extranjeros. Era de origen Vasco Español de Navarra; según sus nietos, hombre pelirrojo de larga, y cerrada barba; alto y esbelto, de pocas palabras; hablaba las lenguas euskera, y español; aunque él no se consideraba español, sino Vasco o Euskadi. En Baja California Vidaurrázaga se ganaba la vida más en la minería que en las actividades campiranas, de donde los primeros peninsulares obtenían el sustento.

En viaje de España a México, vía Veracruz, Vidaurrázaga llegó aquí en viaje sin regreso, como tantos otros hombres que se quedaron para siempre en América; él arribó a la península Bajacaliforniana casi por casualidad, ya que del centro de México viajaba a Sonora, lugar en donde escuchó por vez primera acerca de la existencia en Baja california de la misión “perdida”, según “decires”, se encontraba en el desierto central peninsular, que según era el lugar donde los misioneros jesuitas habían dejado escondidas sus riquezas tras la repentina expulsión de los territorios ocupados por España que sufrieron por órdenes de su rey, en 1767; esto lo hizo viajar hasta acá para iniciar la búsqueda de tal misión, que nunca logró encontrar; y que más tarde su hijo Tomás Vidaurrázaga Murillo, nacido en la península, también buscara con especial ahínco, sin encontrarla jamás; de igual manera que años después la buscara el también Vasco, pero del lado de Francia: Luís Etchart, originario del área de los pirineos atlánticos.

Cuando Vidaurrázaga le había dedicado varios años a la búsqueda de la “misión perdida”, y al haber casi perdido las esperanzas, se fue para la primera de las misiones peninsulares: Loreto, en donde hizo trabajos diversos, como vinatero, zapatero, sastre, y otros que le permitían ganarse la vida. De Loreto prosiguió para el sur, hasta llegar a los minerales de “El Triunfo”, y “Santa Ana”, lugares no muy distantes del final de la península, donde durante escaso tiempo se dedicó a lo que mejor sabía hacer: La minería.

De esos pueblos mineros se fue regreso a la misión de Loreto, donde conoció a la peninsular Josefa Murillo, con quien se casa.

Si Vidaurrázaga había realizado un viaje desde Europa hasta la península de Baja california, cuando hacerlo era sumamente difícil, qué trabajo le costaba viajar del sur al norte peninsular, como así lo hizo; Con su esposa y sus pequeños hijos Manuela y Tomás Vidaurrázaga Murillo, viajaron hasta llegar al sitio conocido como mineral de la Ciénega de San Carlos, en las cercanías del antiguo paraje de Santa Catarina, lugares al sur de El Rosario, distantes de ese lugar, algo así como unos ochenta kilómetros cuando mucho.

Don Tomás Vidaurrázaga, el pionero, se había casado en el sur de la península, en 1841, para lo cual había requerido del permiso de la iglesia que era la que dominaba la vida y las almas de todo mundo; mayormente si el pretendiente era extranjero, debía obtener la anuencia positiva de la iglesia, pues su calidad de “Ultramarino” en estas tierras no era bien visto, si de bodas o de cualquier “arreglo” se trataba, debía intervenir la iglesia católica.

Acá, en la región de El Rosario, se dedicó al rancho, y cuando la primera compañía del mármol llegó a El Mármol, ya sus hijos adultos se ocuparon en la explotación de la cantera.

Don Tomás Vidaurrázaga enseñó a sus hijos a hablar el Euskera, su idioma materno, sin embargo sus hijos no lo trasmitieron a sus descendientes; tenemos por ejemplo que su hija Manuela se casó con el italiano Carlos Pérpuly, cuyos hijos hablaban Español e Italiano, pero no el Euskera.
En los relatos que obtuve de Francisca Vidaurrázaga Peralta, nieta que fue de Don Tomás, supe que salvo algunos nietos por interés propio, mas no por instrucción de sus padres, aprendieron la lengua de su abuelo, el Vasco Tomás Vidaurrázaga; ella por ejemplo no sabía ni una sola palabra de euskera, sin embargo su padre Tomas Vidaurrázaga Murillo, incluso su madre Victoriana Peralta Veliz, habían aprendido de manera correcta esa lengua.

Fue precisamente en el mineral de la Ciénega de San Carlos, donde Francisca Vidaurrázaga Peralta nació el día primero de agosto de 1909, en cuyo lugar fue sepultado su abuelo el Vasco Tomás Vidaurrázaga, fundador de su linaje en Baja California.

Tomás Vidaurrázaga Murillo, hijo del pionero, fue Juez en la Sección de Santa Catarina, y El Mármol, ambos lugares pertenecientes en aquella época a la cabecera con sede El Rosario, Baja California.

Mientras tanto Tomás hijo, fue casado con la Comundeña asentada en El Rosario, Victoriana Peralta Veliz, procrearon basta familia, y son esos descendientes Vidaurrázaga que se conocen en la actualidad en la región norte peninsular, mientras que otros en el sur, además de que no son tantos, se han distanciado al paso de 170 años, que es el tiempo que ha transcurrido desde que nació esa estirpe en ésta tierra peninsular. Continuando con la narrativa; casado Tomás hijo del pionero, con Victoriana Peralta Veliz, procrearon a Ricardo “Pilayo”, Alberto, Fidencio, María Isabel, María Josefa, Artemisa, y Francisca.

Y cuando ya Tomás Vidaurrázaga Murillo se hizo viejo en la región de El Rosario, se dedicaba principalmente a la elaboración de vino, siendo precisamente unas barricas de madera, también conocidos como toneles, los que causaron su muerte.

En las amplias pláticas que sostuve con María Isabel, y Francisca, nietas del Vasco Tomás Vidaurrázaga y de Josefa Murillo, recordaban que sus abuelos habían vivido casi siempre entre El Mármol y el mineral de la Ciénega de San Carlos. Se trasladaron a El Mármol, donde su abuelo había sido explorador en apoyo a la primera compañía que trabajó la mina, sucedió esto años antes que nadie trabajara en ese lugar; hacia 1885 que fue cuando se dieron las primeras exploraciones o prospecciones en busca del ónix, en las que apoyó Vidaurrázaga.

Actualmente en El Rosario, no vive ningún representante de esa familia, los Vidaurrázaga más cercanos habitan en El Socorro, y en el poblado de Santa Maria, pueblo que se encuentra entre San Quintín, y El Rosario, son descendientes de Ricardo “Pilayo” Vidaurrázaga Peralta y de Aurelia García Marrón; siendo las actuales familias, en El Socorro: Aguilar Vidaurrázaga, y en Santa María: Vidaurrázaga Aguilar. Mientras que en El Rosario, sólo vive una persona que ostenta ese apellido, siendo: Carolina García Vidaurrázaga. Por supuesto, ninguno de los descendientes habla la lengua de su ancestro el Vasco Tomás Vidaurrázaga.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
JUEVES 27 DE OCTUBRE DE 2011.


El Presente trabajo es de orden intelectual, y propiedad del autor, quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383; se permite su uso, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y no sea con fines de lucro, ni mercantiles.

NOTAS RELEVANTES:


Según la investigación de Pablo L. Martinez en “Guía Familiar de Baja California 1700-1900”; Tomás Vidaurrázaga solicitó permiso a la iglesia para casarse con Josefa Murillo, en la misión de Loreto, Baja California, Sur, el día 7 de enero de 1841; los motivos fueron por ser “Ultramarino”, es decir extranjero, en el español actual.

Igualmente en la investigación de Pablo L. Martínez asienta que Manuela Vidaurrázaga (Murillo) contrajo matrimonio en Comondú, Baja California, Sur, con el italiano Carlos Pérpuly, el 24 de julio de 1876; siendo él de 42 años de edad, de ocupación comerciante, hijo de Nicolás Pérpuly y de Violante S.; mientras que Manuela Vidaurrázaga contaba con 27 años de edad, siendo hija de Tomás Vidaurrázaga y de Josefa Murillo.

Tomás Vidaurrázaga Murillo contrajo nupcias con Victoriana Peralta Véliz (1860-1942); procreando a: Ricardo “Pilayo”, Alberto, Fidencio, María Isabel, María Josefa, Artemisa, y Francisca; de aquí tenemos que se casaron con:

Ricardo Casó con Aurelia García Marrón (1915-1949), fue la hermana menor que seguía a mi abuela paterna María Visitación: sus hijos fueron: Rosalía, Ricardo “Calilo”, Salvador, Cruz (hombre), Carolina, y Tomás Jorge, mejor conocido como “Tomasito Vidaurrázaga”, fallecido a los 64 años de edad, en julio de 2008). Vive en El Socorro Rosalía, mientras que Ricardo vive en Santa María; y Carolina en Ensenada.

Alberto fue casado con Sara Domínguez, cuyos descendientes desconozco.

Fidencio falleció joven, hasta donde sé, no dejó descendencia.

Maria Isabel mejor conocida como “Chabela del Caracol” casó con Adalberto “Caracol” Espinoza Peralta; sus hijos fueron: Esperanza “Toto”, Dolores “Lola”, Alejandrina “Jarino”, Rosario “Chayulín”, Francisco “Raile”, Angelina, Rafael. El mayor se llamó Adalberto, falleció a un año de edad, y se encuentra sepultado en el panteoncito del rancho de San Juan de Dios. Ya han fallecido todos ellos.

María Josefa, mejor conocida como: “Chepita del Tambo” cuyo nombre fue en honor a su abuela Josefa Murillo; casó con José del Carmen “Tambo” Espinoza Peralta; sus hijos fueron: Julio “Tambo”, Eduardo “Lalo”, Palmira “Ema”, y Manuel “Niní” recientemente fallecido. “Chepita del Tambo” falleció en Ensenada el 27 de diciembre de 1991, a la edad de 92 años.

Artemisa casó con José Contreras, vivieron y procrearon familia en Mexicali, sólo conocí a su hijo José Contreras Vidaurrázaga.

Francisca (1909-1997) “Pachita de Lapo” casó con Serapio “Lapo Viejo” García Marrón (1911-1994), Hermano de mi abuela paterna María Visitación; sus hijos fueron: Arnulfo “Ruso”, Gloria, Octavia, Estela, y Carolina; de todos ellos sólo vive Carolina.

El Socorro, pertenece a la Delegación Municipal de El Rosario, de cuya cabecera dista 30 kilómetros al norte aproximadamente; mientras que Santa María pertenece a la Delegación Municipal de San Quintín, de cuya cabecera dista unos 25 kilómetros al sur aproximadamente.
San Quintín se encuentra 200 kilómetros al sur de Ensenada, y a 300 de Tijuana, frontera noroeste de México con Estados Unidos de Norteamérica.

El Rosario, se ubica 260 kilómetros al sur de Ensenada.

Victoriana Peralta Véliz de Vidaurrázaga falleció en casa de su hijo Alberto, en la mina de El Mármol, Baja California; la causa fue que se tropezó con el marco de la puerta de la casa, se desplomo y golpeó con una roca de mármol en la frente, perdiendo la vida de manera instantánea, en 1942, cuando contaba con 82 años de edad; vivía en El Rosario, había ido de “raite” de El Rosario a la mina con mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, cuando era el encargado de llevar las mercancías del puerto de los chinos, en la bahía de El Rosario, hasta la tienda de Don Reyes Quiñonez en aquella mina. Victoriana fue sepultada en el panteoncito de ese lugar.


Serapio “Lapo Viejo” García Marrón y Francisca Vidaurrázaga Peralta;El Rosario, Baja California, 1993.Tomada por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.Francisca fue nieta del Vasco Tomás Vidaurrázaga.

Las primas Palmira “Ema” y Angelina Espinoza Vidaurrázaga,
Siendo acompañadas de Bertoldo Peralta Acevedo, y Enrique Delgadillo Dávalos.



Rosario “Cahayulín” Espinoza Vidaurrázaga, Es acompañado por su esposa María Magdalena Duarte Valladolid, y por un nieto: El Rosario, Baja California: 1980.

Izquierda a derecha: Los primos hermanos: Arnulfo “Ruso” García Vidaurrázaga,
Rafael Espinoza Vidaurrázaga, y Ricardo “Calilo” Vidaurrázaga García.
Fueron hijos de los hermanos: Francisca, María Isabel, y Ricardo,
en el mismo orden que aparecen. De ellos sólo vive Ricardo;
Los tres fueron bisnietos del Vasco Tomás Vidaurrázaga.

jueves, 27 de octubre de 2011

ORIGEN DE LA FAMILIA “COLLINS” EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
Jueves 28 de Septiembre de 2011.


Desde la lejana Inglaterra, muy lejana si consideramos que para navegar en barco ballenero desde las islas Inglesas, hasta el extremo sur de la península de Baja California, se debe dar vuelta a casi todo el océano Atlántico, hasta la Patagonia en el extremo del cono Sudamericano, y una vez salvada la Sudamérica, navegar a contracorriente bordeando por toda la costa hasta llegar al norte de México, a la península bajacaliforniana; se sobreentiende que no es nada fácil navegar miles y miles de kilómetros en los bastos mares, sobre todo si quien los navega está viviendo en el año de 1814, y con edad que apenas rebasa los dieciocho años, y no suficiente con eso, sufre además el azote de los despóticos tratos de los jefes de a bordo de la embarcación ballenera, la que se convierte en su único hogar por meses de navegación, y también en amargo sitio de vejaciones y todo tipo de malos tratos, tan malos, que aquellos jóvenes prefirieron mejor huir adentrándose en las tierras peninsulares desconocidas por completo para ellos, peor aún, sin jamás regresar a sus casas, ni volver a ver a sus familias.

Fue así como llegan a la península de Baja California un puñado de jóvenes ingleses mal llamados “Piratas”, seis para ser precisos, entre ellos John J. Collins, que fue el primero de esa estirpe en estas tierras, y de quien descienden los Collins de Baja California, y por supuesto los de El Rosario.

Aquellos seis jóvenes ingleses sin saber ni una palabra de español se armaron de valor y escaparon del buque que los apresaba, podremos imaginar las hostilidades que la nueva tierra les habrá impuesto, las que sin embargo supieron sortear y hacerse vivir aquí todos hasta su muerte. Por fortuna todos ellos dejaron su sangre entre los peninsulares, y es así como ahora podemos tratar sobre el origen de los Collins en mi tierra.

Cuando por primera vez escuché “historias” sobre los “piratas balleneros” que se escaparon de la borda del buque en el que duramente trabajaban, fue cuando fui un niño, y es que mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, ampliamente me platicaba sobre Don Luís Collins Marrón, hijo que fue de John J. Collins, y de Loreto Marrón Murillo.

Todo inició para mí, un día de 1964 en que nos encontrábamos en “El Cardonal”, rancho que mi abuelo poseía en El Rosario, y recordando que cuando él era niño, hacía 1920, le hacían muchas travesuras a Don Luís Collins Marrón, compadre y primo hermano de mi tatarabuelo Policarpo Espinoza Marrón, también compadre de su sobrino, mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta. Los Collins vivían en el Rosario de Abajo, no muy retirado de las casas de mi tatarabuelo y bisabuelos.

Según mi abuelo, él y Gustavo Ceseña Smith, capitaneaban una banda de niños que se dedicaban a las travesuras; la peor de éstas, se la hacían a Don Luis Collins Marrón, quien para 1920 era de avanzada edad, además era invidente, lo cual no era motivo para dejar de caminar todos los días a media mañana, por una vereda que se encontraba entre su rancho y el pueblito de El Rosario de Abajo, la tal vereda serpenteaba por el monte, y era precisamente ahí donde los traviesos aquellos atravesaban gruesas varas a la altura de las rodillas, causando tremendas caídas a Don Luís; mientras tanto los vagos se escondían para reírse de los aprietos por los que pasaba su víctima, hasta que un día los descubrió Josefa Peralta Ramírez de Espinoza, madre de mi abuelo, entonces se acabaron los problemas para Collins, e iniciaron para la bandita, que al menos esa vez se llevaron tremenda “pela” que les dio Josefa con una de las varas que antes habían atravesado para “descontar” con un porrazo a Don Luis.

COLLINS EN BAJA CALIFORNIA. Según los relatos que hicieran en repetidas conversaciones que sostuve con Onofre Collins Sandez, y con Jesús “Gononi” Arce Fernández, nieto el primero, y bisnieto el segundo, de Don Luís Collins Marrón; bisnieto, y tataranieto del primero de su linaje: John J. Collins, las que bien se podrían relatar de la siguiente manera:
Recordaba Don Onofre, y “Gononi” Arce, que al tiempo de escapar de a bordo John J. Collins, tuvo que andar a salto de mata por temor a que lo fueran a recapturar los capitanes del navío ballenero, también por temor a que los nativos les comentaran a la tripulación de cualquier barco inglés, que en la región se encontraban unos jóvenes paisanos de ellos, y fueran en su búsqueda.
Hacía el año de 1818, John J. Collins conoció en el pueblo de Miraflores, Baja California, Sur, a Loreto Marrón Murillo con quien se casó ese mismo año, o en 1819, procreando familia, entre ellos a Luís, lo que motivó que jamás regresara a Inglaterra.

Para poder desposarse con Loreto Marrón Murillo, John J. Collins, tuvo que insertarse en las costumbres católicas de la época y cambiar su nombre por uno hispano, y con el apellido de su padrino, pasando a llamarse: Juan Bautista Montaño, primero; y más tarde: Juan Colín. Poco antes de su muerte recuperó de nuevo su original nombre: John J. Collins, y así registró a sus hijos, como Collins.

Según la familia, John J. Collins, nació en Londres, Inglaterra, el 24 de junio de 1796, y murió en Miraflores, Baja California, Sur, el 3 de julio de 1866, a la edad de 70 años, datos que he podido corroborar consultando las investigaciones de Pablo L. Martínez, en: “Guía Familiar de Baja California, 1700-1900.

Prosiguiendo con la narrativa: Luís Collins Marrón, nacido en 1840, se casó en 1875 con Pilar Meza Verdugo, de la misma edad, originaria del propio pueblo de Miraflores, de donde pasaron a vivir a La Purísima, Baja California, Sur, y de ese lugar se fueron a San Quintín, Baja California, en cuyo lugar, en 1880 le nació su primer hijo, al menos el primero que se les logró, a quien pusieron por nombre: José María; regresaron a La Purísima, donde nacieron María Natalia, y José; después la familia pasó a vivir a Mulegé, Baja California, Sur, donde les nacieron María, Luisa, Regina, y Pilar; y para principios de 1894 se fueron a vivir definitivamente a El Rosario, lugar que era frecuentado por Don Luís, desde 1871, y donde les nació Rosario, en 1896, y que por haber nacido en ese lugar, llevó ese nombre.

Los Collins, ya asentados en El Rosario, formaron su rancho en las cercanías de la bocana, por la margen izquierda del arroyo; siendo vecinos de Don Cruz Sandez Aguilar y su esposa Hilaria Gonzalez; fue en ese sitio donde nació el único Collins rosareño del siglo diecinueve: Rosario; Aquellas tierras, Don Luís las heredó a su hija Luisa, quien se casó con Crisóstomo Arce Higuera, originario de la misión de Mulegé, Baja California, Sur.

La familia Collins en El Rosario fue pionera en la industria, que aunque doméstica, no deja de serlo, fabricaron un molino para caña de azúcar, con el que obtenían hasta una tonelada de ese endulzante, que en porciones vendían o intercambiaban con los del pueblo, después de separar la de su propio uso. El tal molino para la caña, lo fabricaron con madera de mezquite y de palo fierro, traída de la zona de bahía de Los Ángeles, Baja California; no contaba con ningún clavo, era por completo ensamblado, y tallado en esa densa madera; su fuerza motora, era un caballo manso que daba vueltas durante todo el día, mientras que el prensado de las cañas, que ellos mismos cultivaban, era machacada por una gran rueda tallada en roca ígnea basáltica, labrada por ellos a cincel y marro.

Me he enterado que el “Molino Collins” para la azúcar, se encuentra en un museo en Estados Unidos de Norteamérica, ya que alguien lo vendió, lo que quizás no sea tan malo, visto desde la perspectiva que de no ser así, quién sabe si el pintoresco molino existiera en la actualidad, pues antes nosotros no contábamos con museo para su resguardo, cosa que por fortuna ya no es así.
La familia Collins fue y sigue siendo prolífica en lo que se proponen, tienen como principio de vida: ser unidos, laboriosos, mesurados, la mayoría muy dedicados a los suyos, mayormente, desde siempre han sido comerciantes.

Lo que más me sorprendió, de eso hace ya varias décadas, es que Don Luís Collins Marrón, y mis tatarabuelos Policarpo Espinoza Marrón, y Tomás Marrón Pellejeros, hayan sido primos, y que los tres fueran nietos del antiquísimo soldado misional Don Juan Marrón, y de su esposa María Elena Murillo; en otras palabras, jamás me habría imaginado que por esa línea, estamos emparentados con los Collins, al igual que con los Marrón de la misión de Santo Domingo de la Frontera, quienes descienden de José Rosario Marrón Murillo, y de María de Los Ángeles Espinoza de las Rosas; los dos últimos, tío y prima hermana de mi tatarabuelo Policarpo Espinoza Marrón; es decir, todos somos hilos de la misma tela.

¡Qué pequeño es el mundo, qué corto es el tiempo, y qué bonita es la historia!

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO
JUEVES 29 DE SEPTIEMBRE DE 2011.


El Presente trabajo es propiedad intelectual del autor, se permite su uso parcial o total, otorgando el crédito correspondiente, siempre y cuando no sea con fines comerciales ni de lucro.


NOTAS RELEVANTES:
Luís Collins Marrón, nació en 1840 en Miraflores, Baja California, Sur: Sus padres fueron: John Joseph Collins (Londres 1796-Baja California 1866); y Loreto Marrón Murillo (Baja California, Miraflores 1805-¿?).

Luís Collins Marrón y Pilar Meza Verdugo fueron padres de: José María, María Natalia, José, Luisa, María, Regina, Pilar, y Rosario.

Continuando con la genealogía Collins, en El Rosario:

José María nació en San Quintín, Baja California el 18 de octubre de 1880; fue casado con Gregoria Acevedo Marrón, procreando a Francisca, María (falleció niña), y Carmen (Carmelita Collins Acevedo, casada con el nicaragüense Jesús Vázquez del Mercado Zamora: padres de Jesús “Canguro”, Eva, y Olga: Carmelita fue también madre de Esther, y Elena, cuyo padre fue Lorenzo Aguirre; Carmelita y Plácido Villavicencio Duarte fueron padres de Socorro Villavicencio Collins).

Gregoria Acevedo Marrón, esposa de José María Collins Meza, falleció a los 22 años de edad en El Rosario, el día 6 de diciembre de 1909, la causa que se le prendió su largo vestido cuando se acercó a agarrar agua caliente para bañar a las niñas: María, Francisca, y Carmelita. Gregoria fue hija de: Zenón Acevedo Espinoza y de Maria del Carmen Marrón Pellejeros.
José María Collins Meza al enviudar de Gregoria, se casó con Sara Regalado.

María Natalia Collins Meza nació en la Purísima, Baja California, Sur, el 3 de julio de 1883; fue casada con Crisóstomo Arce Higuera, nacido en 1863, originario de Mulegé, Baja California, Sur; siendo los padres de:
Jesús, nació el 11 de abril de 1895, en El Rosario:(Padre de Jesús “Gononi” Arce Fernández), Isidoro “Viti”, Cruz nacido en El Rosario el 22 de abril de 1897; Francisco, Enriqueta “Tita”, Minegui “Mina”, Angelita, Amparo (Hombre), Miguel, y Candelario “Callallo Arce” de San Vicente Ferrer, Baja California. Jesus padre de “Gononi Arce” fue casado con Eulogia Fernández Smith.

Francisco Arce Fernández, por muchos años fue el correo en carretela y a caballo por la península; en 1990, a sus 95 años de edad vivía en Tijuana; lo fui a buscar para entrevistarlo, sin poderlo encontrar jamás; para cuando supe bien como llegar a su casa, ya había fallecido.

La familia Arce Collins se fue de El Rosario a San Vicente Ferrer, Baja California, donde se establecieron y poblaron bastas regiones del norte. Crisóstomo Arce Higuera fue hijo de Isidoro Arce y Luisa Higuera, ambos de Mulegé, Baja California, Sur. Crisóstomo y Luisa descansan en el mismo panteón que lo hace el héroe peninsular: Antonio María Meléndrez Ceseña, en San Vicente Ferrer.

José Collins Meza nació en La Purísima, Baja California, Sur, el 14 de mayo de 1885, fue casado en primeras nupcias con Demetria Arce, sus hijos fueros: José, Albina, y Cruz (mujer).
José Collins Meza, fue casado en segundas nupcias con Nícida Sandez Aguilar, siendo la boda el 9 de mayo de 1916; sus hijos fueron:
Oscar, Onofre, Virginia, Bertha, Luís Rubén, José Concepción “Pepe Collins”, Consuelo, Jesús (mujer), y Miguel Alfonso.

En la actualidad en El Rosario, viven José Concepción “Pepe” Collins Sandez, quien casado con Anita Ortiz, procrearon familia en el lugar, y son propietarios de una tienda de abarrotes, y nevería.

Luís Rubén Collins Sandez (Luís por el abuelo), radicó en San Vicente Ferrer, Baja California, era comerciante, en ese lugar falleció no hace mucho.

Miguel Alfonso se fue de El Rosario, después regreso, y se volvió a ir; trabajó de comerciante; siempre acompañado de su esposa Dolores “Lolita” quien falleció hace algunos años; en la actualidad Miguel Alfonso vive en Ensenada.

Regina Collins Meza, nació en Mulegé, baja California, Sur, el 28 de julio de 1890, no tengo más datos de ella.

María Collins Meza, nació en Mulegé, Baja California, Sur, el 6 de diciembre de 1892; no tengo más datos de ella.

Pilar Collins Meza, nació en Mulegé, Baja California, Sur, el 8 de enero de 1894; no tengo más datos de ella.

Rosario Collins Meza, nació en El Rosario, Baja California, el 4 de mayo de 1896; no tengo más datos.

Los compañeros del buque ballenero de John Joseph Collins fueron: John Mc CLish, que se utiliza en la actualidad como: Maclis; Joseph Anthony Gabarine; Peter Robinson; John Leggs, y N. Hastings.

Todavía en los hijos de Luís Collins Marrón y Pilar Meza Verdugo, llevaron en algunos documentos el apellido: Colín.

No he sabido si alguno de los actuales descendientes Collins lleve el nombre de John, Joseph, o John Joseph.

En ningún documento he encontrado el nombre de John Joseph, solo “John”, sin embargo según sus descendientes de mayor edad que conocí, comentaban que su nombre completa era: John Joseph.

Los descendientes de mayor edad que conocí y conversamos sobre su familia fueron: Candelario “Callalo” Arce Collins, nacido en El Rosario a fines de la década de 1890; Onofre Collins Sandez, nacido en El Rosario, a fines de la década de 1910; y Jesús “Gononi” Arce Fernández,


Así se podía observar lo quedaba de la casa de Luís Collins Marrón Y Pilar Meza Verdugo, en El Rosario, Baja California, donde vivieron con su familia, y que después perteneció a María Natalia Collins Meza y Crisóstomo Arce Higuera. Aquí nació Rosario Collins Meza, y Jesús Arce Collins, así como todos sus hermanos. Las palmas las plantaron los Collins, hacía el año de 1898.

Foto: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo: año 1996: Esta foto la tomé ese año, pues sabía que era cuando se cumplía un siglo de haber sido construida, y como el vandalismo estaba destruyéndola a pasos agigantados, creí que al menos en imagen se podría conservar.


En la extrema izquierda se encuentra mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, a la edad de 8 años; el segundo de la derecha es Gustavo Ceseña Smith, de 11 años de edad, quienes causaban las caídas a Don Luís Collins Marrón. Foto Diciembre de1921: Es el grupo de alumnos que inauguró la escuela “Padre Salvatierra”, donde actualmente se encuentran las instalaciones del Museo Comunitario “El Rosario”. Foto que me heredó mi abuelo.


Acompañamos mi familia y yo, a la familia Kacherisky: Lidia de Kacherisky, esposa del ruso Gabriel Kacherisky, que aquí posan, es nieta de José María Collins Meza y de Gregoria Acevedo Marrón.
Foto tomada en Valle de Guadalupe, Baja California en 1996.


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Muy Estimado y Fino Amigo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.

Me es grato saludarlo y estar en contacto con Usted por este medio, y gracias a las bondades de la tecnología, he podido contactarlo. Mi nombre es Jorge Armando Bejarano Amilpa, y derivado de la lectura de su maravillosa publicación:

ORIGEN DE LA FAMILIA “COLLINS” EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
Jueves 28 de Septiembre de 2011.

la cual encontré en la web en días pasados, es que Usted con ese trabajo me ha venido a hacer un gran beneficio moral.
Mi Padre faclleció en 1988 en el Distrito Federal, cuando yo contaba con 11 años de edad, y de lo que me acuerdo, es que me platicaba que nosotros, por la linea de los COLLINS descendíamos de Piratas Ingleses. Mi Madre nunca ahondó en el asunto con él, y yo lo tomé con el tiempo como una historia para niños.
Cual sería mi sorpresa y fascinación al leerlo a Usted en el artículo citado, donde aquella "leyenda" cobra vida y me esclarece mi origen, tal y como mi Padre me lo había contado alguna vez.
Mi Padre fue Mario Bejarano Collins, originario de San José del Cabo, Baja California, Sur, fue hijo de la señora Cruz Collins. Esa es toda la información que poseo de mi abuela, porque así está en mi acta de nacimiento, y mi madre la recuerda vagamente, como un "copo de nieve".
Ahora con su extraordinaria labor y derivado de su esfuerzo encomia ble, es que conozco la historia de mi familia, y mis raices, a lo cual le estoy profunda y sensiblemente agradecido.
Quedo a sus apreciables órdenes, para seguir en comunicación.
Muchas Gracias y un fuerte abrazo.
Atte.
Jorge Armando Bejarano Amilpa.

viernes, 30 de septiembre de 2011

ORIGENES DE LA FAMILIA “MONTES” EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
Lunes 26 de Septiembre de 2011.

En la ex misión de San Ignacio Kadakaamán, Baja California, Sur, en 1830 nace José Montes, quien en su temprana juventud salió con rumbo al norte peninsular, trabajando de vaquero y de arriero, primero con sus parientes, los Arce en San Francisco de la Sierra, y Guadalupe, ambos pueblitos enclavados en la sierra de San Francisco, en las cercanías de San Ignacio.

Del antiguo pueblo de Guadalupe siguió rumbo al norte por los milenarios senderos que utilizaron los primeros pobladores, que lo llevaron hasta El Rosario, Baja California, habiéndole tomado aquel viaje de unos 750 kilómetros que separa a El Rosario de San Ignacio, un par de años de su vida, ya que se había quedado en distintos ranchos para trabajar y granjearse el bocado.

No bien llegó a El Rosario, se alistó como vaquero de Don Carlos Espinoza Castro, cuando corría el año de 1850, habiendo sido enviado al rancho “La Suerte” propiedad también de Espinoza, ubicado en la sierra de “San Miguel”, estribación sur de la de San Pedro Mártir; en 1851 regresó al rancho principal de Espinoza, “San Juan de Dios”, y fue cuando conoció a Ildefonsa, la segunda hija de Espinoza, nacida en El Rosario en 1834, con quien se entendió y casó en 1853.

A causa de la boda, y por las costumbres ancestrales Espinoza entregó a Ildefonsa, como antes, en 1849, lo había hecho con María Rita, su primera hija, le hizo entrega a Ildefonsa de la dote matrimonial que consistía en:

Un toro semental, cincuenta vaquillas de vientre, un gallo, cinco gallinas, varios burros, mulas, machos, marranos, y caballos, y la principal entrega: Un rancho consistente en unas trescientas hectáreas de terrenos de agostadero con aguaje, y un solar para que levantaran su rancho, que llevó el nombre de: “Las Codornices”, que años después pasó a ser propiedad de Don Anastasio Villavicencio Arce, sobrino de José Montes, originario también de San Ignacio, Baja California, Sur; para cuando Villavicencio llegó a “Las Codornices”, en 1887, contaba con 23 años de edad; mientras que el rancho tenía unos doce años abandonado por Montes, ya que se había asentado en El Rosario, y en la misión de San Fernando Velicatá, ya vivían un tiempo en un lugar, o ya en el otro sitio.

Antes de eso, hacia 1870 José Montes se convirtió en “Perito Huellero”, y cuando había entrado en los sesenta años de edad, hacia 1890, ensenó esa actividad al entonces joven Fernando “Tilico” Duarte Espinoza, sobrino nieto de su esposa Ildefonsa Espinoza Salgado, actividad que era sumamente utilizada para cacería, y para hostigar a los dañinos “Indeseables”.

En El Rosario, la familia Montes Espinoza, construyó una casona de adobe de inmensas dimensiones y de gran altura, con amplio corredor al frente, queseras, corrales para la ordeña, una gran arboleda de frutales, corrales para las aves y ganado, así como una amplia extensión de “verano” donde sembraban melones, sandias, cacahuate; y otra para el frijol, y para el maíz. La propiedad que describo se encontraba en la parte donde ahora existe un campo de beisbol del Ejido “Nuevo Uruapan”, desde allí, hasta el arroyo.

En la actualidad no existe ni el menor rastro de aquella propiedad, ni de su arboleda, ni unos pinos muy viejos en los que jugábamos los niños que lo fueron junto conmigo en la década de 1960 a 1970.
Y es que cuando ya se habían casado los once hijos Montes Espinoza, y estando ya un tanto “Viejarros”, hacia 1905 de manera definitiva José e Ildefonsa se fueron a vivir a la misión de San Fernando Velicatá, porque no toleraban el bullicio del pueblo, compuesto entonces por unos ¡Trescientos ruidosos habitantes!

Fue en 1882, cuando Carlos Espinoza Castro, entonces de 103 años de edad pasó de El Rosario a vivir a San Fernando a casa de su hija Ildefonsa, ella se esmeró en cuidar a su “viejito” quien se valió por sí mismo hasta unos días antes de su muerte, ocurrida en aquella casa el día 12 de mayo de 1883. Con ellos Vivían Zenón Acevedo Espinoza, nieto de Carlos, y sobrino de Ildefonsa; vivían, como venía diciendo, Zenón y su esposa María del Carmen Marrón Pellejeros que junto con sus pequeños hijos ocupaban la casa más pequeña de las dos que aún existen.

José Montes, Zenón Acevedo Espinoza, y un joven de apellido Núñez sembraban la huerta misional, utilizando el acueducto construido a partir 1769, subían el agua que corre aguas arriba de la misión, hasta un aljibe de amplias dimensiones, pasando por un acueducto en el acantilado rocoso, desde el cual derivaban el agua al aljibe, y de éste a una huertita aguas abajo; en esta tierra sembraban principalmente frijol, maíz, garbanzo, y chícharos. A lo largo del acueducto (Acequia) en la parte cercana a las casas se encontraban varios árboles frutales, principalmente higuera, dátil, tacos, olivos, membrillos, y granadas.

En 1892, allí mismo en la misión de San Fernando Velicatá, mientras se celebraba una boda, en la nochecita llegaron hasta el rancho un grupo de “Indeseables”, y por simple gusto asesinaron al joven Núñez, quien mientras agonizaba, escuchaba asombrado las escandalosas risas de aquellos forajidos, que después de su artero acto siguieron con rumbo al sur, no sin antes robar todo lo que estaba a su alcance.

En San Fernando Velicatá aún existen las dos casas en las que vivieron sus últimos días, las que después de años de abandono fue utilizada por Isidoro Aguilar, su esposa Genoveva Acevedo Saiz y los hijos de ambos, y que actualmente ya van para la ruina, ya que el nuevo abandono, y sobretodo el pillaje de gentes sin escrúpulos las han venido destruyendo cada vez más: ¡Qué lástima que nuestra cultura no dé para más!

Cuando los Montes Espinoza vivían aún en El Rosario, en el rancho de gran arboleda que ya describí, en 1900 llegó enviado desde el Estado de Jalisco a El Rosario el joven Felipe Dueñas Palencia, quien se hizo cargo de la escuela Nacional Mixta Elemental número IV, de la que fue director primero, tocándole fundar la Mixta Numero VI, de la que fue su primer director. Antes que Dueñas, había sido preceptor, como eran conocidos los profesores entonces, Sebastián de Aparicio Soriano, quien en 1886, y con apoyo nacional había fundado la primera escuela en El Rosario; así que catorce años después aparece Dueñas, ya que Soriano fue enviado a Calmalli, en calidad de agente aduanal, en cuyo lugar falleció de los riñones en 1905.

Dueñas al ser profesor, era en el pueblo hombre de letras, él, junto con mi tatarabuelo Policarpo Espinoza Marrón, y su padre José del Carmen Espinoza Salgado que entonces eran los jueces de paz en El Rosario, y San Juan de Dios respectivamente, hicieron pronto buenas migas con Dueñas quien además era al igual que los Espinoza, excelente conversador.

No tardó mucho tiempo en que los Espinoza propusieran al gobierno que Dueñas fuera además de director de la escuela, también Juez, como así fue, se convirtió en el primer Juez Suplente de Policarpo Espinoza Marrón, quien era propietario; José Montes era el Juez suplente tercero.

Recién iniciaba el siglo veinte cuando Dueñas había arribado a El Rosario, y tan pronto lo hizo fue conociendo la comunidad, y a sus gentes, en una de esas conoció a la rosareña Crescencia Montes Ortiz, descendiente para aquel entonces de antiguas familias de ese lugar; hija de Francisco Montes Espinoza y de Gregoria Ortiz Aguilar; con Crescencia se casó pasado algún tiempo, procreando a su familia, aunque ya fuera de El Rosario, ya que se fueron a vivir al valle de Mexicali hacia 1903, cuando recién nació aquel pueblo, ahora Ciudad y capital de Baja California. Y como allá se ocupaban mexicanos para contrarrestar la creciente población extranjera, y con inmensas extensiones de las tierras en manos de la Colorado River Land Compay; así que Dueñas ya no salió sólo de El Rosario, ahora lo acompañaba su esposa, y un gran número de rosareños que se fueron al recién nacido Mexicali, para engrosar las filas de mexicanos en aquellas muy calurosas tierras, muy politizadas y peligrosas que se encontraban entonces, y por lo menos hasta el 27 de enero de 1937, cuando se dio el “Asalto a las Tierras”. Cabe destacar que Dueñas fue guiado por varios rosareños de las familias Espinoza, Loya, y Duarte en las “arreadas” de ganado a Mexicali, el primero de aquellos viajes para Dueñas fue a partir de 1903, en viajes de ida y regreso, y que en forma definitiva se instaló en el valle mexicalense a más tardar hacia 1907, lugar donde procreó a su familia.

En Mexicali nació en 1908, Francisco Dueñas Montes, hijo del profesor Felipe Dueñas Palencia y de Crescencia Montes Ortiz, quien llegó a ser un muy distinguido mexicano, al grado que la UNESCO lo reconoció en 1966. En artículo por separado hablaré de este gran hombre descendiente de El Rosario, y de su padre el profesor Felipe Dueñas Palencia, por lo pronto comentaré que Felipe Dueñas Palencia ya radicado en Mexicali, se encontraba en Los Algodones cuando se dio la invasión filibustera de 1911. La relación de ésta familia Dueñas Montes será enriquecida seguramente con la aportación de su descendiente Raúl Dueñas Díaz.

Y volviendo a El Rosario con los Montes, el 28 de abril de 1910 falleció Ildefonsa Espinoza Salgado, siendo su hijo Francisco Montes Espinoza quien solicitó se levantara el acta correspondiente en El Rosario, precisamente el padre de Crescencia Montes Ortiz, y por quien el ilustre Francisco Dueñas Montes recibiera ese nombre, en honor a su abuelo materno.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO
LUNES 26 DE SEPTIEMBRE DE 2011.

El presente trabajo es propiedad intelectual del autor quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383, se permite utilizarlo en parte o totalmente otorgando los créditos correspondientes, sin alterar su contenido en ninguna forma, no se permite el uso de manera comercial o con fines de lucro.

NOTAS RELEVANTES:
José Montes fue originario de San Ignacio Kadakaamán, Distrito Sur de la Baja California, nació en ese lugar entre 1830 y 1834, con la certeza que fue en 1830.

Ildefonsa Espinoza Salgado nació en El Rosario, Baja California en 1834, y falleció el 28 de abril de 1910 en San Fernando Velicatá lugar donde fue sepultada a lado de su padre Carlos Espinoza Castro.
Los hijos de José Montes e Ildefonsa Espinoza Salgado fueron:

María del Rosario casada en primeras nupcias con Bernardo Ubes de Monterey, Alta California; Ubes murió en 1892 a los 38 años de edad;

María del Rosario casó en segundas nupcias con Pablo Martínez Duarte originario de El Triunfo, Baja California, Sur, el 7 de marzo de 1893, en El Rosario: Sus testigos fueron: Manuel Valladolid (Apodaca) y Pablo Meza.

Daniel casado con Loreto Villegas de San Ignacio, Baja California Sur: (padres de los Montes Villegas); Loreto Villegas falleció al poco tiempo de desposarse con Daniel, al parecer de parto.

Francisco fue casado con la también rosareña Gregoria Ortiz Aguilar: Sus hijos fueron: Crescencia, Carlota, Celestina, Delfina, Trinidad, Dolores, Marcelino, Francisco, Rosario, Manuel, y Josefa “La Nana Montes”, todos ellos nacidos y criados en El Rosario.

De ésta familia Crescencia se casó con el profesor Felipe Dueñas Palencia.

Catalina “La Tía Catana” fue casada con Julio Ortega Murillo, originario de San Ignacio, Baja California, Sur: Fueron los padres de: Benito, Julio, Felipe (Esposo de la Nana Montes), Agustina, Margarita, Hilaria, Victoria, y otra hija que se fue joven de El Rosario, y jamás se supo más de ella.

Sebastián Padre de la familia Montes Murillo.

José casado el 7 de agosto de 1890 con Esperanza Ortiz Pellejeros; Esperanza falleció de pulmonía el 13 de abril de 1901, en El Rosario.

En realidad son muy pocas las familias que se han perdido de El Rosario, casi hasta en su totalidad como la MONTES, que son muy pocos los que aún viven en el pueblo. Los descendientes “Montes” se encuentran dispersos por infinidad de rumbos, espero que algunos de ellos al leer estos renglones se sumen para el rescate de sus raíces ancestrales: Estaré al pendiente…

Las notas anteriores fueron publicadas en mi libro “LOS ROSAREÑOS” en 1992.

La construcción de la misión de San Ignacio Kadakaamán la inició el Jesuita Fernando Consag en 1733, no logró verla concluida debido a su fallecimiento; siendo terminada su construcción por el dominico Juan Crisóstomo Gómez en 1786. Se requirió el trabajo de miles de “Californios antiguos” durante los 53 años que duró la obra. Es la misión de San Ignacio Kadakaamán uno de las más bellas construcciones que poseemos en la península.









Dibujo de José Estrada Ramirez, sacado del dibujo
Que Manuel Clemente Rojo Zavala hiciera de
Carlos Espinoza Castro, en su casa de El Rosario,
el 19 de Octubre de 1848.





Firma de Carlos Espinoza Castro:
El Rosario, Baja California a 15 de Julio de 1850.
Colección de la Biblioteca Bancroft, San Francisco, Ca. EEUU.



Así se encontraba la casa de José Montes e Ildefonsa Espinoza Salgado
En 1995, en San Fernando Velicatá, El Rosario, Baja California:
Izq. El Autor, Derecha Candelario “Calayo” Acevedo Saiz:

Foto: Niño Alejandro Espinoza Jáuregui: 1995.



Don Manuel Valladolid Apodaca, de mayor edad, fundador de esa familia en El Rosario, fue testigo
de la boda de Maria del Rosario Montes Espinoza y de Pablo Martínez Duarte en El Rosario, el 7 de marzo de 1893.



Al centro Policarpo Espinoza Marrón, quien fue Juez de Paz Propietario
En El Rosario, en 1900 cuando llegó el profesor Felipe Dueñas Palencia.
Foto: En El Rosario, Baja California: 1927.


Vestigios del “Corral del Medio” construido por Carlos Espinoza Castro
En 1837.
Foto: Alejandro Espinoza Jáuregui: 17 de Septiembre de 2007.



Paisaje típico de la región de El Rosario. Foto Alejandro Espinoza Jáuregui: Marzo de 2008.

Poco antes de llegar a la entrada de la Misión de San Fernando Velicatá, El Rosario, Baja California.
Foto: Alejandro Espinoza Jáuregui, Marzo de 2008.