"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

lunes, 26 de noviembre de 2012

UN DIA DEL AÑO 1898, EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.


Viaje a El Rosario, al año de 1898, a traves de una fotografía, y de la narrativa histórica.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, Baja California
26 de Noviembre de 2012
Artículo Número 105.
Patente 1660383.

Nuestras tradiciones son conocimiento y cultura, valoremos nuestro legado.
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, COMO A LAS 9 DE LA MAÑANA DE UN DIA DE 1898.

Son como las nueve de la mañana,  es un día del año de 1898,  vamos caminando cuesta arriba, el fotógrafo, un parroquiano y yo, sólo que ellos lo hacen a pie, y yo viajo en mi mente, al igual que lo hará el lector.
       El fotográfo y sus anfitriones en el pueblo, como es costumbre, habían estado tomado café desde las 5 de la mañana, se levantaron del desayuno, y luego un parroquiano del pueblo acompañó al fotógrafo con rumbo a la colina, desde la cual se lograba tener un buen ángulo para tomar una foto con la vetusta cámara, que a cuestas y sobre el hombro llevaba aquél hombre, que capturaría un instante en el tiempo, y lo dejaría plasmado para la posteridad.
   Cuando hubieron llegado al sitio adecuado, claramente se apreciaba el caserío de los rosareños, que después de enfocado  dejó, quizás sín saberlo en aquél lejano momento, una imágen para futuro deleite de quienes la observen, y que también  manifieste cómo era el pueblo entonces, y que para el año 2012, 114 años después, en nada se parecerán los caseríos.
   Y si dejamos volar nuestra mente, podremos adivinar, casi como si lo estuvieramos viendo, que en la tienda de Don Francisco “Don Pancho Meza” Arce, que se localiza enseguida de su casa, con uno de los pocos árboles del pueblo, se encuentra un carro de mulas, y que por ser el área comercial en 1898, un ranchero ha llegado ya a surtirse de víveres para sus pequeños retoños, que para el lejano futuro año de 2012, ya hasta los que no habían nacido, habrán muerto de viejos. En el patio, casa, y tienda de 'Don Pancho Meza”, en 1974, será el corral de jaripeos del pueblo, y para el año de 2012, sólo se encontrarán un viejos pinos, y la casa de Irma Peralta Orduño.
      En seguida, más allá de la tienda de Meza, se aprecia otro carruaje con un cliente de la tienda del chino Chinchan, quien por tanto fiar a muchos malos para pagar, se tuvo que conformar, para subsistir, con el trabajo de lavar y planchar ropa ajena, siendo apoyado por varios jóvenes chinos varones que ilegalmente se encontraban en México, que no hablaban ni pizca del español, y que vivían a salto de mata, por las persecusiones que sobre ellos pesaban por parte de algunos 'fieles servidores públicos', muy celo$os de su deber, que  llegaban de Ensenada, y de San Quintín, en persecusión de ilegales, y que ca$i nunca encontraban.
 En el terreno donde en 1898 se encuentraba la tienda de Chinchan, en 1925, Don Santiago Espinoza Peralta, construirá un edificio de adove que ocupará la iglesia católica del pueblo, y en 1978, será demolido por el padre Fray Felipe de Jesús López, que llegará de Ensenada, y levantará con el apoyo de los feligreses, el edificio tal y como se conocerá en el lejano año de 2012.
Y enfrente de la casa y tienda de Don Francisco Meza Arce, cruzando 'el parque', explanada en la foto, se encuentran otros caballos, y es que en ese lugar, en 1898, es la tienda del chino Alfonso Cho, quien en 1921, fallecerá asesinado por el rufián Santiago Bawser de orígen alemán, y que merodea el pueblo desde al menos hace unos 5 años, es decir desde 1893. Cho, será sepultado en el panteón del cerro, abandonado desde 1880, y junto a él, serán sepultados muchos rosareños, entre otros Cenobio Peralta Véliz, en 1927.
  Enseguida de la tienda del chino Alfonso Cho, se encuentra la casona de Don José del Carmen Espinoza Salgado, quien en 1898, cuenta con 60 años  de edad,  la construyó en 1862, en lo que fue el taller de herrería de su padre Don Carlos Espinoza Castro, después de su sobrino Santiago Ortiz Espinoza, más tarde del hijo de éste, Federico Ortiz Pellejeros, donde en 1900 nacerá Altagracia Ortiz Ortega, y todos sus hermanos;  por allá en 1934, será 'Tienda Mixta' propiedad de Balbina Espinoza Peralta, y su esposo Juan 'Guero Mouett' Pérez; y después de 1939, se convertirá en la primera planta pesquera de El Rosario; en esa planta-casa se procesarán los primeros abulones que serán trabajados por Mouett, ya que será 'armador'; tanto él como los pescadores y buzos de abulón, para el año 2012, no vivirá ninguno de ellos. Para 2012, la casa estará ocupada por la familia Ceseña Amador.
   Será sólo una parte de ésta casa, junto con la de Policarpo “Tío Polo” Espinoza Peralta, las que llegarán al año de 2012, y ninguna otra de las que aparecen en la foto.
Al fondo del 'parque', a la derecha, se aprecia la casa de Hilario Acevedo Espinoza, y a la izquierda de esa casa, se ve la otra que aún existe en 2012, y que fuera de Jesús 'Tío Chuy' Espinoza Arce, que por cierto no durará mucho después de 2012, a menos que sus entonces dueños hagan pronto algo por ella.
A la izquierda de la casa 'Espinoza Arce', se encuentra, con dos ventanas y una puerta al frente, la casona de Bárbaro Marrón Pellejeros, y ensenguida de ésta, se encuentra la casa de Don José Raile, al lado de la propiedad de Don Francisco Sotelo.
Atrás de la casa de 'Don Pancho Meza', de color blanco y con un árbol al frente, se encuentran la propiedad del sudcaliforniano Othón Benson y familia, y la de Don Policarpo Espinoza Marrón.
Al fondo de la casa y tienda de 'Don Pancho Meza', se encuentra un edificio, al que se le aprecia la puerta abierta, se trata de la escuela Elemental Mixta número VI, en la que en 1898, su profesor es Felipe S. Dueñas Palencia.
En la parte trasera de la escuela de 1898, se encuentran las casas de la familia Ortiz Aguilar, y frente a éstas, la casa de Don Juan Orduño.
El edificio blanco que se aprecia a la extrema izquierda, es la iglesia al lado de las ruinas del segundo sitio de la misión de El Rosario, instalado en ese lugar en 1802.
Enseguida, al fondo de la 'blanca iglesia' se encuentra un árbol eucalipto, de los que trajeron los misioneros, según las relaciones que dedujimos Benjamín 'El Viejo Benny' y quien esto relata, fue plantado por  la familia Ortiz, hacia 1820; ese árbol fue el 'padre' del 'Palo Loco', que hacia 1850, del otro lado del arroyo, plantó Petra Pellejeros Sevilla, y que un fuerte viento del 16 de enero de 1988 lo derrumbará.
Por lo que hace al eucalipto original, que se encuentra en la parte posterior de la misión, y donde hacia 1947 'El Viejo Benny' construirá su casa, un fuerte rayo en el lejano año de 2010 lo destruirá.
La foto fue tomada desde el cerro, atrás de la casa que en 1836, construyó Don Carlos Espinoza Castro, el patriarca 'Espinoza' de El Rosario; al pie del cerro de la foto, se aprecian las ruinas de lo que fueron las construcciones donde estuvo asentado el juzgado, y donde se hospedaron los militares que vinieron desde la Paz, Baja California Sur, en 1849, según eso para proteger la nueva frontera que a raíz de la invasión yanqui a México, cuando se le arrebató más de la mitad de su antiguo territorio a éste país.  Al fondo profundo de la foto se aprecia 'La Bocana' del arroyo de El Rosario, en su desembocadura en el oceáno pacífico.
      La gente que se encontra en el pueblo, y dentro de las casas, en 1898, al momento de tomar la foto, serán nuestros bisabuelos, y tatarabuelos, porque nuestros padres, abuelos,  nosotros, y nuestros hijos naceremos hasta el siglo entrante, que será el siglo veinte, mientras que nuestros nietos, y sus descendientes nacerán el siglo XXI, tiempo muy distante, por cierto, del momento del abrir y cerrar de la cámara, y que sin embargo tendrán la oportunidad de observar la imágen, que se congelará de un instante de 1898.
      Para cuando llegué el lejano año de 2012, ya abrán desaparecido todas las casas, menos dos, tambien abrán fallecido nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, y todos los que se encuentran en el pueblo al momento de la foto.
Es por esas razones que el valor de vivir es tan grande, como grande es la oportunidad de trascender...como ha sido la trascendencia del instante captado en imágen en El Rosario, Baja California, un día de 1898.

AUTOR DEL ARTICULO.

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
26 DE NOVIEMBRE DE 2012.

El presente es trabajo del autor, quien lo protege bajo patente número 1660383, se permite su uso, siempre y cuando no sea con fines políticos, comerciales, ni de lucro, y que además se otorguen los créditos correspondientes.

NOTA RELEVANTE.
La foto fue facilitada por el Sr. José Armando Estrada Ramírez del Seminario de Historia de Baja California.
“Somos de Baja California, no de Baja; Bajacalifornianos, no Bajeños”.



sábado, 10 de noviembre de 2012

PANTEON MISIONERO DE EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.

Una tradición misionera centenaria que sobrevive en Baja California.

El primer panteón de El Rosario fue fundado en 1774; el segundo en 1802; el tercero hacía 1863, y el cuarto el 24 de Diciembre de 2011.
Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento, valoremos nuestro legado.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, Baja California
07 de Noviembre de 2012.
Artículo número 104.
“Somos de Baja California, no de Baja; Bajacalifornianos, no bajeños”.

           Cuando en 1774, se estableció en lo que hoy conocemos como El Rosario de Arriba, Baja California el primer sitio de la misión en el paraje Viñatacot, sitio natural así conocido durante milenios por las tribus de los primeros pobladores, los mal llamados “indios”, y que a partir del año del establecimiento de la misión nace El Rosario, un asentamiento mas para mitigar en poco la ansiedad de mas territorios y dominios para el imperio español en la península de Baja California, siendo la fundación de  El Rosario, el primer logro de la orden dominica,  la mas austera y pobre de las tres ordenes religiosas misioneras que sometieron la tierra peninsular bajacaliforniana y a sus habitantes a  la España de aquél entonces.
           En el primer asiento misional establecido en El Rosario, Baja California en el ya remoto año de 1774, hoy conocido como El Rosario de Arriba, se abrió el primer panteón  para las gentes de “razón”, que eran españoles, y criollos, mientras que, era costumbre de los misioneros, que a la poblacón autóctona  se les sepultara aparte, para el caso de El Rosario, en el sitio de la primera misión,  los 'indios' se sepultaban en la parte noreste, sobre una colina, fuera de los muros de la misión.  Recientemente se construyó una calle a base de concreto, que conduce a la colonia “la misión”; esta rampa se construyó en el preciso sitio donde se encontraba el panteón de los “neófitos”, tambien llamados penitentes, o indios, que era como los misioneros y cualquier extranjero llamaba a los cochimies.
        Para el año de 1802, en que se estableció el segundo sitio de la misión, en lo que hoy conocemos como El Rosario de Abajo, de inmediato se abrió un nuevo panteón al suroeste de las construcciones del nuevo sitio misional. Aunque desconocemos en la actualidad a quien fue la primera persona que se le sepultó en ese lugar, sabemos que a partir de aquel año, de 1802,  la mayoría de los rosareños allí descansan.
           Posteriormente, en los primeros días del registro civil en México, en El Rosario, hacía 1862, se extendió el panteón hacia el Este, colina arriba, en cuyo lugar se han sepultado infinidad de personas, mayormente de las familias Valladolid, Meza, y Ortiz. En ese lugar, hacia 1863, fue sepultado Regís Varelas, siendo abandonado el sitio por unos veinte años, siendo hasta los 1880 en que se sepultó a dos o tres parroquianos má, para ser abandonado de nuevo, y reabierto en 1921 con el sepelio del chino Alfonso Cho, siendo desde esa fecha utilizado en forma permamanente hasta la actualidad.

DIA DE MUERTOS EL AÑO DE 1848.
            A nuestros días ha llegado un valioso legado, relativo a la original costumbre misionera de la conmemoración del día de muertos, que en El Rosario se ha transmitido de generación en generación, siendo este el único sitio en Baja California, donde se conserva esa tradición misionera, y que Don Manuel Clemente Rojo,  dejara algunos  importantes pormenores  acerca de esta costumbre.
         Según las relaciones que Rojo dejó escritas y que llegaron hasta nuestros días, él se encontraba en la misión de Santo Domingo de la Frontera, el día dos de noviembre de 1848, día de muertos, viajó hasta allá proveniente de El Rosario.
            “Por la mañana del día dos de noviembre, describe Rojo, las familias acuden a limpiar las tumbas, y el panteón en general; lo hacen de manera que mientras unos llegan, otros se retiran del lugar.
            La celebración de lleno inicia al caer la noche, se reúnen  las familias alrededor de las tumbas de sus difuntos, mientras encienden una “bujía”, (en referencia a una vela), que los mismos rancheros fabricaban para ese fin, valiéndose de la cera de las pencas de miel.
             La familia reunida en torno a la tumba del ser querido, enciende la bujía, y se quedan toda la noche velándola para volver a encenderla cuando el viento la apaga, mientras tanto, todos rezan, y platican mayormente los recuerdos que se guardan del difunto.
             Al amanecer se despiden los últimos parientes que aun quedan en el panteón, de donde el retiro inicia hacia las tres de la mañana, para volver al año siguiente”.
             Esta conmemoración de muertos descrita por Manuel Clemente Rojo, se acostumbraba en todas las misiones, sin embargo en la actualidad, solo en El Rosario se conserva intacta, al igual que  en aquellos lejanos tiempos.

CELEBRACION EN EL ROSARIO.
            En El Rosario al igual que antaño, en la actualidad, el día primero y dos de noviembre se atiende durante el día la limpieza de las tumbas y el panteón, mientras unos llegan, otros se retiran, llevando a cabo todo tipo de arreglos dentro del camposanto, es decir, se prepara el panteón, para que al anochecer del día dos  el pueblo completo acude a pasar la noche con sus fallecidos, de tal manera que el ambiente  de respeto, de camaradería, de afecto, entre todos los asistentes es de suma importancia y cordialidad.
           Nunca se  ha acostumbrado tomar licor durante esta ceremonia, solo se agregaron bebidas calientes, después algunos alimentos, y ya para principios del siglo veinte, se introdujeron a muy baja escala panes de lonche, panecillos de maíz, galleta pilota, chocolate,  atole de maíz; y principalmente café.
         Hoy en día, en cada tumba se encienden cientos de velas, ya no una como las que describe Rojo. Familias completas desde mayores, jóvenes, niños de brazos y de mano, se arremolinan en torno a las tumbas, y después de un rato, inicia el recorrido por todo el panteón, para saludar y brindar el respeto a los parientes que “velan” las tumbas, donde descansan los demás parientes.
          Desde hace siglos, en El Rosario, se ha enseñado, y se  sigue enseñando a los niños que enciendan  velas en las tumbas que permanecen apagadas. Los niños piden velas a cualquier persona que se encuentren a su paso, los que generosamente  las obsequian para que cumplan con su encargo, y para que la tradición continúe.
       Existen tumbas en las que nadie enciende velas, salvo los niños y algunos adultos; estas tumbas son en las que descansan personas que ya no cuentan con ningún sobreviviente en el pueblo, o bien, son de personas que vivían solas, y cuando murieron la caridad pública las sepultó; y que ahora la misma caridad pública les enciende velas para iluminarles el camino hacia donde quiera que vayan.
        Por fuera del panteón, en la colindancia sur, existen varios y solitarios sepulcros, en las que hace unos cien años o más, fueron sepultadas las personas que la iglesia consideraba herejes, tales como practicantes de magia negra, o cualquier individuo que hubiera sido excomulgado.
        Estas personas eran consideradas no gratas, y la iglesia los olvidaba para siempre, no permitiendo cruz en sus tumbas, tampoco el nombre del fallecido, de tal suerte que su entierro era en todos los sentidos, y por fuera del camposanto. Por estas razones legadas durante todos los tiempos, no se acostumbra voltear incluso en la actualidad a ver los sitios donde yacen aquellos desdichados; aunque ya para estos tiempos se encuentran muy borrados, y afectados por las corrientes pluviales, con lo que se viene perdiendo esa parte de nuestra historia.
        A todas las tumbas que se encuentran dentro del cerco del camposanto, absolutamente a todas, se les encienden velas.
    Esta bonita costumbre y tradición misionera de festejar a los muertos, originalmente arraigada en todos los panteones del norte peninsular fue perdiendo presencia, a grado tal, que ya se ha olvidado en todas partes, no así en El Rosario, y que se ha conservado, creo que es, gracias a lo aislado  que estuvo este sitio desde su fundación hasta el año de 1973, año en que llegó la carretera transpeninsular; es decir su aislamiento fue durante 199 años, lo que redundó en la preservación de originales costumbres como esta, las vaquerías, la pesca tradicional, la microhistoria narrada de padres a hijos, entre otras originales costumbres que continúan hasta nuestros días en mi tierra.



    MI PRIMER CONTACTO CON ESTA TRADICION.    
                 La primer ocasión que tuve conocimiento de esta bonita tradición,  -claro sin entenderla en aquella primera vez-, fue cuando era un niño que aun no cumplía los seis años de edad, el año de 1963, y es que la tarde del día dos de noviembre de aquel año, mi madre y yo preparamos tamales de carne de res, y tan luego como cayó la tarde, casi para obscurecer, me mandó a pie con rumbo al panteón, para que los vendiera, y con ello poder ayudarnos un poco con la  maltrecha economía familiar de aquellos “tiempos malos”.
          Recuerdo que por ser mi carácter callado, y como no se acostumbraba entonces que los chicos  cuestionaran las decisiones de  los mayores, partí desde El Rosario de Arriba, donde vivíamos, con rumbo a El Rosario de Abajo, donde el panteón se encuentra.
Antes de salir de casa mi madre me dio tremendas y vastas recomendaciones:

      No te vayas por el camino de carros, vete por el arroyo, por las veredas de los caballos, no sea que algún borracho te atropelle, y cuando escuches algún jinete te metes al monte, no te entretengas en nada; !Ah!, y no vayas a perder el dinero.
         En la travesía entre la casa y el panteón, me asaltaban y torturaban todo tipo de pensamientos, mientras pensaba que a mi madre algo malo le pasaba, pues como era que vendería tamales en el panteón, donde todos estaban muertos. Mi  miedo y angustia crecían importantemente a medida que la obscuridad caía, se acrecentaba entre mas me acercaba al panteón.
   Cuando salí del monte, ya en El Rosario de Abajo, alcancé a mirar  un lucerío en el panteón, nunca antes visto por mi en ningún lado, mi sorpresa fue mayúscula, pues creía que las ánimas se estaban apareciendo, ya que esas eran las cosas que contaban algunos mayores en repetidas ocasiones.
      Escuché que se acercaban algunos jinetes al lucerío, y luego escuché murmullos como de platicas, y de rezos; por ahí dejé la pesada olla de los tamales, mientras me acerqué sin salir de la absoluta obscuridad, para apreciar, y explorar  lo nuevo que aparecía ante mis ojos, y poder correr en caso necesario, pero distinguí personas conocidas, así que después de un rato de observación regresé por la olla, y con cierta confianza me adentré al panteón,  para entonces eran  cuando mucho las nueve de la noche.
 Se acercaron varias personas, todas conocidas por mí, estaban vivas, me compraron rápidamente los tamales, así que la confianza la recobré, y el miedo se fue.    
       A partir de 1961, con la llegada a El Rosario, y posterior fallecimiento de personas del Ejido Nuevo Uruapan,  oriundos del interior del país, y que al sepultar en nuestro panteón a sus seres queridos, integraron a nuestras costumbres la flor de cempasúchil antes desconocida por nosotros. Ellos adornan las tumbas al estilo del México interior, y asisten al panteón sólo de día.
      Con celebraciones auténticas, genuinas formas de vida transmitida de abuelos a nietos, de padres a hijos, es como conservamos, en parte, aun el espíritu misional en nuestra tierra, el que sin lugar a dudas perdurara espléndidamente por largo tiempo, como hasta ahora ha sido…!Se las encargamos jóvenes rosareños!…
OTRA COSTUMBRE DE SEPULTAR.
          Los sepulcros que se encuentran en los ranchos de la región de El Rosario, como lo son San Juan de Dios, Los Mártires, El Rosarito de los Loya, entre otros, eran construidos como a continuación se indica:
          En los suelos rocosos se abrían fosas de unos cuarenta centímetros de profundidad, apenas en cuanto el ras del suelo cubría el cuerpo del difunto, este era colocado sobre el cuero crudo de una res, y bajo el cuero una tanda de gruesos troncos de mesquite, una cobija, después se colocaba el cuerpo, y se cubría  con mas cobijas y, con otro cuero crudo de res. Encima de esta mortaja se colocaba una tanda de gruesos troncos de mesquite, luego encima una capa de piedras planas; enseguida  partiendo desde el suelo hasta una altura de un metro y medio aproximadamente, se levantaba un muro perimetral en la fosa. El muro era de roca acomodada,  asentada con mortero de cal fabricada por los mismos rancheros. Este muro se rellenaba de tierra, y en la parte alta se terminaba la tumba en bóveda o algo similar, que era como se le daba el acabado final.   
           Este tipo de sepulcros se utilizaron al menos durante todo el siglo diecinueve; y se pueden aun ver en los panteones de los ranchos, y en las viejas tumbas del panteón de El Rosario, tanto arriba de la colina, como en la parte baja.
         Muchos años después, ya en pleno siglo veinte, los ataúdes en el pueblo se construían a base de madera, muchas veces con tablas o tablones de los que se varaban en las playas y bahías de la península. En El Rosario, desde aproximadamente 1937, año en que llegó el colimense José Martínez Radillo,   de oficio carpintero, se dio a la tarea de construir los ataúdes en los que se sepultaba desde la década de los 1930 a los rosareños; utilizaba tablas de madera de pino, y como era la madera tan escasa, en muchas ocasiones los construía con la pedacera de tablas que reciclaba de las pequeñas embarcaciones que él mismo construía en su taller
          Los tales ataúdes en ocasiones eran de varios colores, una parte de pino, otro pedazo de ébano, otro de encino; Don José completaba el ataúd a como se podía. Cuando la familia llegaba por el ataúd, Don José además les entregaba por separado la tapa y unos clavos, para que al momento de bajar al ser querido a su última morada,  la clavaran, en el umbral de la fosa.
         En 1967, llegó a El Rosario, el día de muertos un andarín, o húngaro, que es como en los pueblos se les llama a los hombres que caminan solos, antes  por el camino real, hoy por la carretera transpeninsular. El tal sujeto de mediana edad, se llamaba “Fortunato”, o al menos así dijo llamarse, este hombre padecía serios trastornos mentales, que rayaban en la locura. La noche de aquel día dos de noviembre, cuando el pueblo celebraba a sus muertos en el panteón, hizo su arribo Fortunato, y deslumbrado por la cantidad de luces y por el fuego de las velas, poco antes de amanecer, cuando ya todos se habían retirado a sus casas, se dio a la tarea de quitar todas las cruces de madera, las amontonó, y les predio fuego, quemándolas en una gran fogata, mientras  eufórico gritaba. Así de esta manera, El Rosario perdió una gran cantidad de  antiguas cruces labradas por expertas manos de muchos ya difuntos artesanos. Durante años “Fortunato”, fue recordado como: “El loco que quemó el  panteón”.
    En la actualidad existe un cuarto panteón, que se ubica en la parte de El Rosario, llamada Ejido Nuevo Uruapan, siendo su primer sepultado, el 24 de Diciembre de 2011, el señor Juan González Durán.


AUTOR DEL ARTÍCULO.

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO

La presente es investigación de su autor, quien la protege bajo patente 1660383, se permite su reproducción siempre que se otorguen los créditos correspondientes.
Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento, valoremos nuestro legado.
Somos de Baja California, no de Baja; Bajacalifornianos, no Bajeños”.

Vista parcial norte del panteón misionero de El Rosario, Baja California, el día 2 de noviembre de 2012: Foto: Javier Villa Espinoza, y Lourdes Espinoza Liera. Archivo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo/Laura Delia Espinoza Jáuregui.

Vista parcial Oeste del panteón misionero de El Rosario, Baja California, el día 2 de noviembre de 2012: Foto: Javier Villa Espinoza, y Lourdes Espinoza Liera. Archivo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo/Laura Delia Espinoza Jáuregui.

Niños encendiendo velas,  ya de noche en el panteón de El Rosario, Baja California, el día 2 de Noviembre de 2012, sobre la tumba de Zacarías Espinoza Peralta. Foto: Javier Villa Espinoza. Archivo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo/Laura Delia Espinoza Jáuregui.