Es el extinto pueblo de EL MARMOL, BAJA CALIFORNIA, localizado en el corazón del gran desierto central de Baja California, enclavado también en El Valle de los Cirios, ejemplo palpable del comentario del párrafo anterior.
El Mármol, Baja California, fue un pujante pueblo, durante al menos unos setenta años, desde finales de la década de mil ochocientos ochenta, hasta por lo menos, la década de mil novecientos cincuenta. Fue la mina de ónix la que dio origen y vida a este ahora pueblo fantasma, al que en la actualidad solo le quedan en pie, las ruinas de la única escuela construida en mármol en la península de Baja California, y el panteón donde descansan para siempre muchos de los que acabaron sus días en este mundo, y que bajo la tierra se convirtieron en mudos testigos de la existencia antaño de un pueblo minero; aquel panteón que se abre paso en un vallecito por sus montículos de trozos de ónix, que señalan el sitio exacto donde muchos fueron recibidos por esta tierra.
De la mina fueron extraídas grandes cantidades de ónix, las que en grandes cubos eran transportados, una por una, primero a bordo de rudas carretas tiradas por caballos percherones, que los mineros y rancheros también llamaban “matalotes”, por lo corpulento y la fortaleza de aquellos ejemplares. En los “carros de mulas”, como eran conocidos, aunque no fueran mulas, sino caballos percherones los que las tiraban, se transportaban los bloques en su primer etapa de explotación, desde la mina hasta San Carlos, puerto natural ubicado por lo menos a unos cien kilómetros de distancia, eran caminos de terracería, con altas cuestas, y con polvorosos caminos formados en el lento andar de los carromatos de carga. De la costa de San Carlos, con miles de batallas, y con singular ingenio, las pesadas piezas eran acercadas, a través de las olas hasta el “vapor”, que eran los barcos que en su borda las transportaban al norte, a Estados Unidos, país que compró a México, cientos y cientos de aquellos enormes bloques, los que reducidos y transformados en miles de piezas de ornato quedaron diseminadas por el mundo.
Con el paso de los años los ingenieros de la mina se dieron a la tarea de buscar una ruta menos fatigosa que la de San Carlos, encontrando la travesía al puerto de Santa Catarina, pasando por el rancho Santa Catarina propiedad que fue de Don Gilberto Peralta Velis, después a la ciénaga de San Carlos, y en el último jalón llegaban al puerto; en cuya costa William James Cochran Flores, construyó un puerto y muelle de madera, muy similar al que también él construyó en la isla de Cedros, y que en la actualidad existe aún, aunque bastante deteriorado por los largos casi noventa años de uso. Con el muelle en Santa Catrina, las cosas se facilitaron grandemente, ya los carros de mulas, llegaban hasta la falca del vapor, de este con “malacates”, llamados también “winchis”, transbordaban aquellos bloques, los que apilados con todo orden, hundían bastante a los “vapores”. En aquellos vapores se transportaban desde Estados Unidos a la mina toda clase de bienes, tanto para la construcción, maquinaria, ropa, alimentación, caballos, zacate, mas carros de mulas y sus refacciones; podremos imaginarnos el vaivén de todo aquel mundo de cosas y situaciones antes cotidianas, y ahora por completo ignoradas.
La ruta del mármol, por así llamarla, desde la mina, hasta las fábricas en Estados Unidos, hicieron nuevos ricos, y a muchos otros los mandó a la ruina; los ricos los puso Estados Unidos, y a los arruinados, los puso México, qué raro.
En 1914, tiempos en que los vientos de la primera guerra mundial soplaban, nace en la mina de El Mármol, mi abuela paterna Maria Visitación Garcia Marrón, entonces era un pueblo de cientos de trabajadores, quienes con sus familias vivían en el lugar en casas que lograron construir; unos años después, por ahí de mil novecientos veinte, o poco después, los carros de mulas fueron sustituidos por camioncitos a motor de gasolina que sobraron de la primera guerra mundial, llegando aquellos “foringos”, aunque no todos eran Ford; cuyo principal problema en la mina era que nadie los sabia manejar, así que los capataces norteamericanos, enseñaron a manejarlos a decenas de mineros, que desde entonces pasaban a ser mineros-choferes, lo que les daba alta distinción entre la rancherada, y los mineros de a pie.
Cuando la segunda guerra mundial concluyó, también le sobraron camiones, aunque entonces ya habían aparecido la doble tracción, entre ellos comandos, jeeps, ambulancias, y otros rudos vehículos que vinieron a favorecer a la ruta del mármol, ya que poco antes de mil novecientos cincuenta, aquellos pesados camines transportaban los bloques de ónix, desde la mina hasta Ensenada, al puerto, uniendo con ello, a los ranchos y pequeñas comunidades diseminadas a los largo del camino real, que desde la mina a Ensenada, es una distancia de unos cuatrocientos kilómetros, de los cuales solo unos ciento diez, eran de pavimento; el resto inmensos lodazales, y enormes nubes de polvo; inmersos en un vaivén también, que lo mismo servían para transportar las cargas de la mina, que como correo, como transporte de personas, y todo tipo de bienes que los rancheros ocupaban; incluso fueron en ocasiones el medio por el cual algunos se “robaban” a la novia.
En el pueblo de El Mármol, existió “de todo”, como tienda general, juzgado, policía rural para mantener el orden, escuela, panteón, caserío de los trabajadores, oficinas y casas de los jefes gringos, talleres mecánicos, maquinaria de vapor, tanques elevados para el agua, correo, caballerizas; parteras, pero no doctor, ni cura; los asesores morales de los mexicanos eran los profesores, quienes gozaban de altísima reputación y honor; aunque no tanto como muchos de los profesores de estos tiempos…
Los trabajadores, eran operarios de maquinarias, y choferes, picadores, que eran los que moldeaban a cincel y marro los bloques para su mejor acomodo en camiones y barcos, barrenadores, peones labrantíos, capataces, también cocineras, lavanderas, planchadoras, leñadores, y leñeros, existía también un sepulturero, que un buen día, el pueblo lo sepultó.
A continuación deseo dejar manifiesto un arreglo que a ese pueblo le compuse, hará un par de años cuando mas.
“EL MARMOL”
Pueblo y mina del diecinueve,
De los mil ochocientos, y de los mil novecientos,
Donde tantas familias, encontraron sustento,
Sacando inmensos bloques de óni, en pleno desierto.
El Mármol con su mina, dio vida a Santa Catarina,
Y a San Carlos, los puertos,
A donde movían sus cargas, en carros de mulas, o en troques muy viejos;
Por brechas de lodo, de polvo suelto el trayecto.
Las compañías mineras, tres fueron las aventureras,
Rindiendo los mejores frutos a una tierra extranjera;
Dejando a los nuestros duros y penosos trabajos,
Y sin riqueza en la tierra.
Por principios de mil novecientos,
A finales de mil ochocientos;
En tu suelo nacieron, tantos descendientes,
En este emporio de agua sediento.
Hoy solo quedan los huecos, las tecatas, la derruida escuela,
El panteón con los trabajadores de antaño;
Descansando en tu lecho, bajo cielo estrellado por techo;
El Mármol, pueblo fantasma, historia pasada sin olvidar;
¡Eres un mudo ejemplo de la vida,
En el desierto peninsular!
AUTOR DEL ARTÍCULO
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
SABADO 28 DE MAYO DE 2011.
NOTAS RELEVATES:
Tomás Vidaurrázaga Arce, y Gilberto Peralta Velis, fueron dos de los jueces de El Mármol, en su época minera; el ingeniero en construcción pesada y geólogo William James “Willy Cochran” Flores, fue uno de sus mejores hombres; Don Reyes Quiñonez Castellanos, fue uno de sus gerentes generales, cuyo jefe era el señor Kenneth Brown.
En el museo comunitario de “El Rosario”, alojé los restos de uno de los “Malacates” de El Mármol, de los de principio del siglo XX, que me donara el seños Pedro Maclis, quien hace poco falleció.
Elena Esther Cochran Garcia, quien me facilitara las antiguas fotos aquí señaladas, nació en El Mármol, Baja California, el día 29 de mayo de 1929, por lo que mañana será su cumpleaños, que con este sencillo artículo, a mi manera le celebro.
La región peninsular que colinda al norte con El Rosario, es la Delegación de El Mármol, que es lo que queda de aquel viejo pueblo, colinda también con la de Punta Prieta, al sur.
ALGUNAS FOTOS DE EL MARMOL, EN 1926, DE LA COLECCIÓN DE “WILLY COCHRAN”, AHORA PROPIEDAD DE SU HIJA ELENA ESTHER COCHRAN GARCIA.
SE APRECIA EL PUERTO DE SANTA CATARINA; FOTO MISMO ORIGEN QUE LA ANTERIOR.
FOTO ACTUAL DEL MUELLE DE MADERA DE ISLA DE CEDROS, BAJA CALIFORNIA, CONSTRUIDO HACE UNOS NOVENTA AÑOS POR “WILLY COCHRAN”.
TOMADA POR EL AUTOR EL 17 DE MAYO DE 2011.
11 comentarios:
las minas veleidosas dan y quitan. Ellas esperan al quien las sepa tratar
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Donde queda San José de las palomas?....según wilkipedia se encuentra dentro de la delegación de mármol? Gracias...excelente trabajo
Siempre he querido conocer esos sitios olvidados. Gracias por compartir
Muy interesante! No conocía esta historia de mi Baja.
Yo soy bisnieta de Reyes Quiñónez ❣️
Yo conocí al Sr Pedro maclis le Conor a ónix para hacer mesas en los 80s y mi papá en los 60 y 70s 35 dlls la tonelada !!! Aprendí a trabajarla y aún conservo algunas pequeñas máquinas en mi museo personal que tiempos
Excelente trabajo Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.
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