"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

domingo, 26 de agosto de 2018

SAN MANUEL, MUNICIPIO DE TUBUTAMA, SONORA. (6)

Por: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, Baja California
A 27 de julio de 2018
Protegido bajo patente no. 1660383.
Artículo No. 129.

SEXTA PARTE
...Y después de recordar a los personajes: "RAMÓN GORDO", y "PIANO GAXIOLA", continuamos con el estilo de la vida cotidiana, que por tradición ancestral centenaria vivíamos, y se siguen viviendo en los pueblos rurales, en éste caso en 1969 y 1970 de la región de Santa Ana, de Sonora.
Cuando de llenar los depósitos del agua para uso domestico se trataba, en todas las casas se contaba con pozo, que eran todos de descomunal profundidad, y que los rancheros excavaban a pico y pala, a puro pulmón.
Para obtener el preciado líquido, -ahí sí era preciado- sacábamos el agua a pulmón también. Cuando me tocaba llenar, cada tercer día, un tanque o tambo de doscientos litros, por curiosidad contaba el tiempo que transcurría entre bajar el balde desde el brocal del pozo, arriba, hasta el espejo de agua abajo; y luego de jalón y jalón, hasta que llegaba el balde arriba, "mantearlo" y vaciarlo.
 Para sacar un balde se tomaba entre quince y veinte minutos. El tanque, barril, o tambo de doscientos litros ocupaba al menos quince vueltas de arriba abajo, y de abajo arriba, por lo que llenar aquél depósito tomaba entre tres y cuatro horas; al menos eso me tomaba a mí. Así que nos podremos imaginar si el agua era o no apreciada en los pueblos del desierto sonorense.
Esos doscientos litros, alcanzaban apenas para lavar las "zapetas de tela” de los niños, y otra ropita; para cocinar, lavar los trastes, trapear, y para beber, porque el agua de los pozos era para todos los usos.
En la casa me tocaba siempre sacar el agua; un día mientras lo hacía pasó Don Ruperto Celaya Bernal, nuestro vecino, y me dijo que fuera por una yegua blanca con la que trabajaba la milpa, y que también viniera Sergio "Chejo", su hijo, para que me ayudara.
Desde aquel día en adelante, me subía al resistente lomo del animalito, jalaba el bote hasta allá pegado al cerco, y cuando el bote llegada hasta el brocal, "Chejo" lo "manteaba" y lo vaciaba al depósito; y luego regresábamos la yegua y Yo hasta el pozo, y cuando el balde se llenaba abajo, dábamos  media vuelta y nos íbamos hasta casi llegar al cerco de la propiedad, y "Chejo", -que era menor un año que Yo-, repetía la operación del manteo y el vaciado.
Con  ese valioso apoyo, el tanque lo llenábamos en una hora. Yo me sentí realizado al ver el tanque lleno la primera vez, pero luego lo veía bajar más y más.
Sólo por dar una idea, en la casa vivíamos cuatro personas, se utilizaban unos diez barriles por semana.
¿Y la leña?...
Las estufas de gas, nomás no existían, o había de plano muy pocas. Los alimentos se preparaban, casi en su totalidad en estufas de leña, fogones, parrillas, hornillas, y pozos para la "tatema". Los pozos para cocer barbacoa, birria, menudo, o cualquier otro alimento que en grandes cantidades se preparaban, lo hacen en agujeros en la tierra que son protegidos por ladrillo, llevan una placa arriba como tapadera; se mete leña gruesa de palo fierro y mezquite, y cuando las brasas son en gran cantidad, sobre ellas se asienta la olla, bote, o recipiente con el alimento; se deja toda la noche completamente tapado, para ser servido en el desayuno. Se obtiene de ésta manera, una comida sumamente exquisita, que durante siglos se ha hecho al igual en Sonora, que en El Rosario, y tantos más lugares de México y el mundo...
Sí para las estufas dentro de las cocinas se trataba, la leña debía ser cortada en trozos pequeños, y de igual manera que en los pozos, es un deleite cocinar en ellas durante el frío de otoño e invierno, un poco en primavera, y una verdadera tortura, es hacerlo en verano, dadas las altas temperaturas  de Sonora.
También en la casa el abastecimiento de leña estaba bajo mi más amplia responsabilidad, al igual que el del agua.
Me iba al monte con un hacha, marro, piola, un cincel, y otros pedazos de puntas de metal para poder quebrar la leña en el monte. Era tan duro de quebrarla, que pronto urdí una estrategia; me dedicaba sólo a sacar las raíces de árboles que habían muerto, y desaparecido, -desaparecido, tal vez como leña, antes que Yo llegara ahí, incluso antes de mi nacimiento-
Sólo una pequeña punta del extinto árbol asomaba sobre el ras del suelo; descubrí, que excavando en su rededor, y cortando a marro y cincel, "pronto" podía obtener de aquella leña, que aunque dura, lo era menos porque alguna estaba un tanto reblandecida por los años de estar bajo tierra.
Me imaginaba que aquellos árboles habían muerto de viejos muchos años antes de que yo naciera, y que ahora estaba aprovechando lo poco que de ellos quedaba para mantener lleno el cajón de la leña en casa, y la estufa caliente para los alimentos.
En una ocasión en que estaba haciendo la cueva para sacar una raíz, me encontré con un nido de tortugas del desierto; me puse a jugar con ellas, y luego tapé la excavación, sin causarles ningún daño, y me fui en busca de otra raíz.
En repetidas ocasiones encontré tortugas pequeñas, siempre las dejaba en paz, y me iba a buscar otra, cuidando dar los primeros golpes con cuidado por si acaso había nido.
En la casa  Celaya Jiménez, tenían un perrito pelos de alambre, color café que se llamaba "Tepo", siempre me seguía, y se quedaba con la cabeza ladeada mientras miraba lo que hacía con los cortes de la leña. Y cuando volvían a salir tortugas, pronto se paraba y levantaba la cola en señal de júbilo; Yo le decía: No Tepo, no las molestes, vayámonos; luego aquel animalito bajaba la cola, y se tiraba de panza sobre la tierra fresca de la excavación.
Una vez que andábamos el “Tepo” y Yo en la leña, al tiempo que le pegué el primer marrazo al tronco, salió una nube de embravecidas avispas; nos hicieron correr tanto, que no hayamos en donde meternos; aunque el verdadero problema fue cuando quise recuperar la herramienta que había quedado al pie del panal. Les puedo decir que las picaduras de avispas son muy dolorosas, mucho más que el de las abejas.
Dos cajones de leña se usaban al día en la casa, así que entre sacar agua e ir por la leña, me tomaba gran parte de mi tiempo fuera de clases que eran durante todo el día de lunes a viernes.
Cuando le sacaba las cenizas a la estufa pensaba:
 -Tan dura que es de cortar la leña, y se convierte en blanda ceniza y en humo; lo bueno que nos queda la comida y el calor-...
Las "chacuacas" o codornices, chureas o corre-caminos, liebres, conejos, y varios tipo de pájaros eran mis compañías en el monte cuando andaba en la leña, me gustaba escuchar su canto, apreciar sus carreras, y recordar que allá muy lejos, a cientos de kilómetros de distancia,  entre los cardonales de mi tierra bajacaliforniana, sucedía lo mismo,
Y cuando tenía tiempo libre y llegó la temporada de la fruta de los sahuaros, Sergio Celaya y Yo improvisamos un "sahuarero", que era una pieza larga de madera de sahuaro seco, con un gancho en la punta, y con ese instrumento bajábamos los exquisitos manjares del los altos sahuaros.
Decía Don Lázaro Murrieta que durante las noches los murciélagos comían la fruta, y que durante el día nos tocaba a nosotros la que quedaba, pero que ni nos preocupáramos porque los murciélagos son muy limpios.
Una vez presencié que una churea se estaba comiendo a una víbora de cascabel; la engulló en cuestión de un par de minutos después que la atontó a golpes.

Las milpas de temporal que se regaban, y se riegan aprovechando las fuertes lluvias de verano; en Sonora llamadas "Las Aguas", que llegan después y durante fuertes estruendos de relámpagos, centellas y rayos; es un arduo trabajo que los hombres llevaban a cabo.
El suelo de Sonora es desértico, las lluvias son pocas, pero cuando llegan "las Aguas", lo hacen con fuertes correntadas, que arrastran con todo a su paso. Para calmar un poco la fuerza de esas furiosas aguas, la”rancherada” construye redes de canales, que bien podríamos llamar "distritos de riego artesanal".
Tienen sus terrenos agrícolas en sucesión de dueños, -uno en seguida de otro-; entre aquéllas parcelas dejan callejones, y al costado más próximo de cada parcela, por donde bajan las aguas broncas, a pico y pala construían canales, apoyados con bestias de trabajo, -al menos así eran las cosas cuando estuve entre ellos-
Don Salvador Jiménez Ríos, Lázaro Murrieta, los hermanos Ruperto, Francisco, y Federico "Lico" Celaya Bernal; Don José Castañeda y sus hijos Santos y Fidel Castañeda Núñez; los Noriega Núñez, los González Badilla, Tavares, Serna, Barceló, Calixtro, Dicochea Gaxiola encabezados por su padre Don David Dicochea, Guillermo Figueroa Traslaviña, los Gaxiola, Don Arsenio Celaya, Cobo Montoya, entre mucho otros, trabajaban en mayor o menor medida, en aquellos "distritos de riego artesanales"; unos poseían represas con bordos de tierra, y otros, un tramo de canal colindante con su milpa.
El apoyo y la cooperación entre ellos era tal que se podían ver los canales muy bien construidos o reparados, como si lo hubiera realizado una sola persona, y es que la organización y arrojo de todos ellos ante las broncas aguas, era de admirarse. Y como las lluvias no tenían hora para llegar; en cuanto empezaba lo más fuerte, al medio día, o a la media noche, o en la madrugada; y cuando cada quien en su casa consideraba que ya estaban por llegar las corrientes por las cañadas; bajo el intenso aguacero, rayos, relámpagos, truenos y centellas, bajaban todos, casi al mismo tiempo al arroyo, para canalizarlas hacia dentro de su parcela, que por cierto, contaban con un alto bordo en todo su rededor, de tal suerte que cada quien llenaba su predio, dejándolo con tanta agua como si fuera una laguna.
Una vez que anegaban todos sus tierras, almacenaban algo más en sus represas, o canales, que en Sonora y Baja California llamamos acequia, aunque en el argot sonorense dicen: "Jeequia", y en el bajacaliforniano "cequia"
- Era de admirarse el arrojo de las personas que he mencionado-
En una ocasión, según me comentó Don David Dicochea, uno de sus hermanos perdió la vida al ir apurado a realizar el apoyo comunitario que he descrito, y cuando estaba cruzando un cerco de alambre de púa, un rayo cayó en cierta parte de la alambrada, electrocutándolo de manera inmediata. -Fue el padre de Salvador Dicochea, y de Kenedy-
En otra ocasión, una centella que corrió como serpiente a ras del suelo, entró por la ventana de una casa en San Manuel, cerca del represo grande, y mató a una niña que se encontraba dentro de la casa; y cuántas desgracias más sucedieron, no sé...
Por esas razones es que me parece digno de admirarse el arrojo que aquellos nuestros rancheros realizaban bajo el intenso aguacero, rayos, centellas, relámpagos y las muy fuertes y peligrosas corrientes de "Las Aguas", como ha quedado dicho, y que debo insistir por la importancia que eso tiene.
Una vez que "las aguas" había amainado, y en las parcelas el agua infiltrado, hasta una profundidad de al menos un metro, y cuando se había oreado; los rancheros "tiraban" su maíz, frijol, cebada, trigo, o cualquier otra siembra que alcanzara a darse con aquella humedad, o que al menos crecieran y sirvieran como pastura para los animales de corral, mayormente caballos y vacas.
Como en las orillas de las milpas, el agua era más profunda, se sembraban en esa parte melón, pepinos, calabazas, y sandías principalmente.
Existían pozos para agricultura que eran similares a los caseros, artesianos, a cielo abierto, todos excavados a pulmón.
Don José Castañeda, en su rancho en el ejido La Sangre, contaba con un pozo en su rancho, sacaba el agua con una bomba que trabajaba con una banda muy larga, que mucho lo hacía batallar.
Una vez me dijo:
"¡Me dan ganas de sacar agua con una cachimba mejor, con ésta bomba no saco agua ni para que nazca el salisieso!"
Y es que "salisieso"  llaman en Sonora a los "chamizos o ramas voladoras", así conocidas en Baja California; de esas en forma de pelotas que salen en las películas de los pueblos fantasmas, y que con el viento van rodando y dando brincos como de gusto entre el polvo, como contentas porque van tirando miles de semillas de esa enfadosa hierva".
...Y ya que estamos hablando de nombres de plantas:
La cinita de Sonora, que es una planta cactácea, da una fruta pequeña parecida en su textura a la del sahuaro y de la pithaya; en mi tierra se conoce con "garambullo", y en otros lares como "órgano".
El sahuaro de Sonora, que es de la familia del Cardón de mi tierra, solo que el cardón es mucho más grande, y vive mayor tiempo.
Del sahuaro se aprovecha la fruta, del cardón no, o casi no.
El mezquite, es igual, palo verde casi no hay en mi tierra, palo fierro solo en ciertas partes de la península. El ocotillo es común en ambas regiones. Y es que una gran parte de la Baja California, pertenece al Gran Desierto de Sonora...
...Continuando con las costumbres y actividades en San Manuel, La Sangre, La Cuchilla, Santa Isabel, San Jose, El Ocuca, y en general en toda la comarca rural sonorense, la ordeña que muy de mañana se acostumbraba en casi todas las casas; unas familias para apoyar el sustento diario, mientras que otras la realizaban, y siguen realizando, para elaborar queso fresco, que mayormente se vende para Nogales, Caborca, y algunos otros centros de consumo.
 Mucho me lamentaba al ver que les pagaban muy barato el kilo de tan sabroso queso, que con tanto esfuerzo y esmero preparaban los rancheros; mientras que en otras ocasiones hasta la leche líquida vendían muy barata, porque según estaba "abarrotado" el mercado de queso.
 Eso me causaba entre confusión y tristeza, pues me daba cuenta de los grandes esmeros de todos ellos; mientras que en los mercados, los precios eran exorbitantes.
Como ejemplo, un kilo de queso fresco, los intermediarios les pagaban a los productores, como a la décima parte del valor en que se expendía en las tiendas de las ciudades.
La leche que tomábamos en la casa, era de la ordeña de las vacas de Uvaldina Montoya Gaxiola y Federico "Lico" Celaya Bernal, su esposo.
A eso de las seis de la mañana iba Yo a recoger el galón que nos entregaban ellos; les dejaba un galón de depósito y me daban otro lleno; siempre me decía "Uva":
-"Nomás buqui siruncio cabezón que no me traigas el depósito, pura chucata te entrego la lechi mañana".
Fue a ella a quien le pregunté el significado del vocablo "chucata", ya que me era desconocido, y que por primera vez lo escuché de Don Pancho López, el del camión de pasajeros.
"Come Chucata": quiere decir que mastique la  resina que sueltan los árboles. También significa en Sonora algo pegajoso.
Como cuando se suda mucho: "Ando todo chucatoso"…
…continuará…

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