"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

lunes, 26 de diciembre de 2016

CAJILOA: paraje ancestral Cochimí en El Rosario, Baja California.



Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, “Pueblo Histórico”, Baja California
24 de diciembre de 2016
Articulo 123

“Nuestras costumbres y tradiciones son cultura y conocimiento: Valoremos y protejamos nuestro legado…
            Cajiloa, es un vocablo de origen Cochimí, que debe tener miles de años pronunciándose, sin embargo es muy poco conocido por el público en general.
            Es un paraje que se ubica en la Delegación de El Rosario, Baja California, se localiza en las cercanías del puerto natural de San Carlos, al sur de la bahía de El Rosario; y por tierra se llega al sitio desde los desérticos valles de San Vicentito y de El Malvar, pasando por “Las Albóndigas”, que es un cañón flanqueado por hermosos cardones, gigantes cactus que adornan el paisaje que se vuelve sumamente lodoso e intransitable cuando las escasísimas lluvias llegan a la región.
Cajiloa, fue, desde la década de los 1880´s, hasta 1914 aproximadamente, paso obligado para los carromatos que transportaban los bloques de mármol, -ónix-, que era enviado desde la mina de El Mármol, Baja California, hasta el puerto natural de San Carlos, para depositarlos en la orilla “del islote”, y desde esa orilla, llevarlos a  bordo de las barcazas, no sin antes verse cara a cara con el embravecido mar, que por  cuyos oleajes, cobró grandes bloques de ónix que hasta la fecha se pueden ver cuando baja la marea. El trabajo, tanto para extraer los bloques de las entrañas de la cantera, labrarlos, cargarlos a los carromatos tirados por catorce caballos percherones, transportarlos por terracería unos cien kilómetros, descargarlos, maniobrar entre las olas para llevarlos a cubierta, y desde “el islote”, llevarlos por mar hasta San Francisco, o algún otro puerto de entrega en Estados Unidos.
Todas las estufas, camas, muebles domesticos en general, herramientas, monturas, equipos de minería, de labranza, lecheras, telas, hilos, fotos, sombreros, guitarras, calzado, ropa, tabaco, licor, cuadernos, alimentos industrializados de todo tipo, y muchos, pero muchos más bienes salieron de puertos de Estados Unidos, que transportados en barcos a vapor, que de ida llevaban bloques de ónix, y de regreso traían mercancías de todo tipo para la rancherada y los mineros;  todos aquellos bienes se desembarcaron en “El Islote” de San Carlos, y pasaron por Cajiloa con rumbo a la mina de El Mármol, y a los ranchos de la comarca, como Santa Catarina, El Águila, Jaraguay, San Juan de Dios, San Fernando Velicatá, Rosarito de los Loya Espinoza, Los Mártires,  San Antonio, La Suerte, El Arenoso, Santa Úrsula, y, por supuesto, al pueblo de El Rosario, que en aquel tiempo era de unos cien habitantes, o menos.
Desde luego que aquellos “vapores”, transportaban algunos individuos que iban o venían de “raite” para, o desde “el otro lado”, por cierto que ni pasaporte ocupaban, si acaso alguna modesta identificación, o un: “Sí, lo conozco.
Las casas en el pueblito de El Rosario, y de los ranchos se construían con adobe crudo y techos de tule, o de palma, con travesaños de “latas de cardón”, de mezquite, o lo que se tuviera al alcance. Pero en ocasiones se construían con barrotes rústicos que eran recolectados de las “Barazones”, que grandes marejadas arrojaban a la playa, y que la rancherada iba a propósito en su búsqueda, y muy apreciados que eran aquellas piezas que adornaban las casas. Otros de aquellas maderas rústicas que provenían de aserraderos de Estados Unidos, eran transportados en los “vapores” por encargo especial de algún ranchero. Y los rancheros decían: “Es madera curada, no la “desfarata” la polilla””.
Cuando las minas, que fueron muchas, como: la Julio Cesar, El Mármol, El Sauzalito, y muchas otras, dejaron de extraer, quedaron sin uso cientos de piezas de madera “que no desfarataba la polillla”, lo que vino a ser un “deleite” para los rancheros. Con aquellos troncos, y maderas gruesas en general, construyeron, además de sus corredores y cobertizos, cercos, corrales de manejo para el ganado, comederos, silleros, carretones, muebles, bancos, tapancos, brocales y ademes para pozos de agua, y tantas cosas de utilidad. A la fecha, por ejemplo, en el pozo de El Arenoso, se puede ver su ademe con madera de aquel origen.
Cajiloa, que en tiempos milenarios fue un sitio a donde los Cochimí llegaban a la costa para extraer abulón, choros, -mejillones-, peces, y otras especies que el mar les ofrecía.
Cajiloa fue un punto de interés milenario, ya que era, junto con las mesas de San Carlos,  El Canasto, San Carlos, Punta Escarpada, los valles de San Vicentito, El Malvar, el arroyo del Venado, Las Pintas, La sierrita, Mesa de la Sepultura, Velicatá, La Sierrita, y El Rosario, -Viñatacot-, sitios habitados por los milenarios Cochimí.
Desde el punto de vista científico, es relacionado con las formaciones geológicas de la mesa de San Carlos, como referencia geográfica al menos.
Y volviendo a los carromatos que transportaban el ónix de El Mármol a San Carlos, uno de sus primeros conductores fue Don Andrés Acevedo Marrón, quien en aquellos tiempos era un jovencito, que mas tarde, después de 1914, la ruta del “camino largo”: -El Mármol-San Carlos-, cambio su ruta por otra, que vino a ser por: El Mármol-Rancho Santa Catarina-Ciénaga de San Carlos-Puerto Santa Catarina.
Pocos son los vocablos ancestrales milenarios Cochimí, en la actualidad conocidos, que por cierto, son agradables al oído, tales como: Cajiloa, Velicatá, Cataviñá, Patai, Jatai, Otay, Kuatay, Wagalá, Amagamá, entre tantos mas. Hasta nuestros días se conserva el ancestral nombre de la “India Flaca”, -cañada de El Aguajito, frente al Cantil- en El Rosario, y, Valladares –sitio en la sierra San Miguel de El Rosario, donde murió el nativo californiano “Valladares”, quien viajaba en el contingente de Fray Junípero Serra en 1769, cuando se abrió la ruta de Velicatá a San Diego.
Cuando alguien pasa por cualquier sitio, por imperceptible o humilde que parezca, podemos estar seguros por completo que guarda amplísimas historias, que si esos sitios pudieran hablar, este relato resultaría menos que mínimo.
AUTOR DEL ARTÍCULO:
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, “PUEBLO HISTORICO”, BAJA CALIFORNIA
24 DE DICIEMBRE DE 2016.

El presente trabajo es propiedad intelectual de su autor, quien lo protege bajo patente número 1660383. Se permite su uso, siempre y cuando no sea con fines políticos, comerciales, de lucro, ni religiosos; y se otorguen los créditos correspondientes.

Nota: En la actualidad, gente sin conocimiento, le han cambiado el acento al vocablo “Cataviñá”, por “Catavíña”. Lo correcto es como lo pronunciaban los primeros pobladores peninsulares, que eran Cochimí, y hablaban el dialecto borjeño, ellos pronunciaban: Cataviñá.

domingo, 21 de agosto de 2016

FRANCISCO RODRIGUEZ OBISPO.

El tesón de un hombre de lucha, y los logros de una familia de éxito.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, Baja California
05 de agosto de 2016
 Patente 1660383
Articulo 122.
“Nuestras costumbres y tradiciones, son cultura y conocimientos”: Valoremos nuestro legado…
Francisco Rodriguez Obispo, un Rosareño por adopción, que en la vida,y desde niño, se desenvolvió pasando en los trabajos de “Almorcero”, “tumbador” y “jimador de cocos”, sindicalista, caminero, policía, piscador de algodón,  obrero de fábrica, jubilado, y de apoyo para  desamparados.
Nacido el 30 de agosto de 1943, en Corralitos, Municipio de Aquila, Michoacán, hijo de Felipe Rodríguez –Reyna- Munguía, y de Adelaida Obispo González. Casado a temprana edad con su inseparable compañera María Guadalupe Vázquez  Espíritu.
“Almorcero”, se le nombra en algunas partes de México a quien desde las casas  lleva el almuerzo o desayuno a quienes se encuentran trabajando la tierra.
A los siete años de edad, Francisco, el niño almorcero, en el Estado de Colima, dio inicio a quien vendría a ser un ¨hombre de trabajo¨.  Por ciento cincuenta pesos de sueldo a la semana, lo rentaban por contrato a esa corta edad, sueldo que su padre cobraba por él, y le daba, a veces, algunas monedas para que gastara.
El trabajo de Almorcero, consistía en llevar los alimentos a los que trabajaban arando la tierra, sembrando o limpiando, principalmente maíz y frijol; regularmente los trabajadores, eran los hombres de la comunidad y los niños “añejíos”, que rondaban los diez años de edad. Los de entre cinco y diez eran rentados para actividades más ligeras, pero igual de importantes en la labor. Los alimentos consistían normalmente en tortillas de maíz hechas a mano, frijol, salsa de molcajete, queso y leche, y cuando se podía, carne de aves, cerdo o de res.
Los mayores a los diez años trabajaban en la yunta de bueyes, ya fuera arando, cultivando y preparando la tierra de la  manera requerida, según la plantación que estuviera en puerta.
El obrero de yunta en la labor rompía la tierra con bueyes o con mulas, siempre eran niños “añejíos”, de diez años, trabajo que realizaban bajo las ordenes de los mayores, con sueldo de trescientos pesos mensuales; labor también realizada por Francisco.
A los trece años de edad, se fue a un lugar llamado “Cerro Ortega”, en Colima, pero ahora, su trabajo consistía en “ayudante de albañil”; actividad que dejó para dedicarse a trabajar a “Gancho y machete”, desahijando vástagos en las plantaciones de plátano.
Para 1958 o el ´59, se enroló en una compañía conocida como “Cofasa”, de los ingenieros Apolonio Farías padre, e hijo de igual nombre; el trabajo predominante de esa compañía era la construcción de caminos y puentes. A Francisco le tocó trabajar en esa actividad desde la frontera entre Colima y Michoacán: El puente “Coguayana”, sobre el río del mismo nombre; en el puente que cruza el río Zihuatlán, frontera entre Colima y Jalisco. De ahí pasó al estado de Guerrero, donde apoyó en la construcción del puente que cruza el río “Néspan”, en un lugar conocido como “Las Vigas”.
 A los diecisiete años de edad regresó a Cerro Ortega, Colima, donde se alistó en el sindicato de “tumbadores y jimadores de coco”, perteneciente a la confederación nacional campesina.
Los cocos de las palmeras de hasta veinte metros de altura los tumbaban con un gancho y una vara de otate, parecida al carrizo, solo que ésta es sólida. Con tal vara y gancho cortaban el racimo de veinte o veinticinco cocos, haciendo el corte en el “malachicón”, que es la parte que une al racimo a la palma. El racimo, cae a toda velocidad, directamente sobre el cortador, quien con toda habilidad esquiva la cocotera que se le viene encima. Luego continua “descargando” las palmas del zurco, y cuando esto ha sucedido, regresa el cortador machete en mano, para cortar las barbas que le quedan al malachicón, hasta dejar el montón de coco ya “despencados”, al pie de cada palma.
Hasta los montones de cocos, al pie de cada palma, llegan los “juntadores” y “sacadores”, que a lomo de bestias cargan en “arguenas”, que son redes especiales, mientras que otros usan canastas para sacar la cocotera.
Recuerda Don Francisco: “Cuando abren las “arguenas”, cae la “porriza” de bolas por debajo de la panza de la bestia”.
Hasta un callejón llegan los troques, donde cargan la cosecha de cocos. Francisco tumbaba entre uno a seis mil cocos al día.
Para no desperdiciar el terreno: Arriba están las palmas, y por debajo de éstas los vástagos de platinos.
Pero si la palma es de altura mayor a los veinte metros, otra es la historia: El cortador sube al amanecer a descargar la palma, lo hace con machete que tiene filo por los dos lados, y se hace al amanecer para ganarle al viento y al calor. Con gancho y vara, desde el suelo, todo el día pueden cortar, en palmas con altura menor a veinte metros; pero al subir a la palma, no. Les pagaban a veinticinco pesos el mil de voilas, ya “despencados” al pie de la palma. Cuando subían a descargar, les pagaban veinticinco pesos el mil de bolas, que debían quedar al pie de la palma.
Los cocos mas grandes los apartaban para jimarlo; le quitaban la cascara, le daban tres machetazos para su presentación, le dejaban la estopa, que es la cascara interna. Toda esa labor, es como si fuera un arte, ya que la destreza que ellos adquieren es increíblemente eficaz cuando de limpiar a machetazo limpio un coco, o miles de ellos. El Jimador utiliza un tronco de árbol “pacueco”, que es un trozo de madera blanda, para que no se dañe el machete. También trabajaban los “Copreros”, que son quienes sacan la carne del coco, pero tiran el agua. Cuando les llegaban pedidos grandes de coco, los tumbadores también jimaban. Siempre se decían entre ellos cuando estaban por partir a las labores, en las mañanas: “Vamos al destino”, porque no sabían en qué tareas les tocaría trabajar durante el día.
Francisco, siendo muy joven, dejó su trabajo en las actividades campiranas y se enroló en las de gobierno, en la policía en Cerro Ortega, Municipio de Tecomán, Colima, lugar en el que tuvo que “aguzar” el ingenio para atrapar criminales.
Recuerda Don Francisco Rodríguez Obispo, que en una ocasión lo comisionaron para que intentara atrapar a un muy peligroso rufián. Para tal acción se vistió de civil con un sombrero de los que hacen en Sahuayo. Vestido de esa manera, llego hasta donde se encontraba el sujeto, en la cantina de Antonia, se le emparejo al individuo, quien lo confundió con parroquiano, sin saber que era un policía que le iba a echar guante, y que en un descuido del malandro, lo pesco sin que no pudiera ni siquiera, decir: “pio”.
Recuerda, que cuando era niño, hubo una matazón de trece personas, tragedia que sucedió en el pueblito de Tepames, Colima, hechos ocurridos en la cantina “Paloma”, cuando corría el año de 1948.
Y en un rancho llamado Cuirindales, se celebraba una boda, cuando de repente llegó un coyote, ya que estaban cocinando unas gallinas para los crudos, alguien le disparó al coyote mantequero, con la mala suerte que le pegó a un invitado, y de esa manera empezaron los balazos. En la balacera, que nadie pudo detener, murieron ocho hombres, incluido el novio. Esos hechos ocurrieron en 1946 o tal vez el ´47. Recuerda que en la bola andaba un “Rural de la defensa”, y que cuando quiso actuar, había perdido el cerrojo de su rifle, y que en 1963, cuando andaban todos intentando pasar de mojados al otro lado, le hacían burla al “Rural”, ´por la conveniente “Perdida” del cerrojo ante la matazón, que mas que perder la pieza de su rifle, la había escondido para no tener que ver nada en la balacera, por temor a perder la vida. Aquel rural se llamó: José Barajas.
Por las muchas veredas que Don Francisco ha transitados en la vida, le tocó pizcar algodón en el valle de Mexicali, que en 1964, era un requisito para entrar de alambre, mojado o bracero al lado gringo de la frontera.
La segunda semana de 1969, llegó a Estados Unidos de mojado, al paso del tiempo le tocó trabajar en el sindicato que dirigía Cesar Chávez, nacido en Deleno, California, cuya labor consistía en ser el presidente de quejas, mientras trabajaban en la compañía “Kilbor”, encomienda que atendió Don Francisco con todo esmero.
Dice Don Francisco, que él fue a la escuela un lunes, un martes y un miércoles de una semana de su niñez, y que es toda la escuela que tiene, pero que la escuela de la vida, le ha dado muchos grados de aprendizaje.
Cuando pasaron los años, y llegó la jubilación o poco antes de ésta Don Francisco gustaba de ir a pescar a Punta Canoas, al sur de El Rosario, en el océano pacifico, y que tantas veces fue, que en una ocasión, siendo acompañado por su familia, se detuvieron a descansar en El Rosario. Cuando comenzaban en tal descanso, se acercó hasta donde ellos estaban, el rosareño Santiago Espinoza Murillo, quien muy amablemente le ofreció una casa para que no estuvieran casi al aire libre. Recuerda Don Francisco, que le contestó, que sí aceptaba la casa, porque consideró que era solo una expresión de Santiago. Cuando al rato va llegando con las llaves, y les dijo: “Aquí tiene las llaves, esa es la casa, y entren para que descansen y se asistan bien”.
La sorpresa de ellos fue mayúscula, pues no conocían a nadie en el pueblo, y ahora hasta en casa estaban alojados. Al día siguiente, regresó Santiago, y le dijo a Don Francisco, que la casa era de su padre Herminio Espinoza Romero, y que la tenía en venta. Yo, recuerda Don Francisco, que quería congraciarme con la Doña, mi esposa, porque venía algo enojada en el viaje, le pregunté, si quería que le comprara esa casa, sabiendo que le contestaría un rotundo “no”; pero que le va diciendo que “sí”.
 Y se dijo Don Francisco para sí mismo, riéndose: “Ándele, ahí fue donde le pegaron en el hocico al perro”. Y bueno, compraron la casa, y desde hace unos dieciséis años son propietarios de esa casa, donde actualmente viven, alternadamente en la de El Rosario, y en otra que tienen en California. Una en Baja California y otra en California.
Su esposa es la señora María Guadalupe Vázquez Espíritu, nacida en Cerro Ortega, Municipio de Tecoman, Colima en 1947.
Aquí dejo unas cuantas líneas dedicadas a Don Francisco Rodríguez Obispo, que trabajó en muchas otras actividades a lo largo de su vida; y a su generosa esposa Doña María Guadalupe Vázquez Espíritu, también a sus hijos: María del Rosario, Ana Bertha, María de la Luz, Gabriel, Verónica y María Guadalupe. Gracias por su amistad, y por la labor de generosidad que tienen al obsequiar despensas a personas desfavorecidas o enfermas en una buena parte de la Baja California, desde hace al menos quince años, a raíz de su fe religiosa, y de su buen corazón como seres humanos.

LINEAS FAMILIARES:
Francisco Rodríguez Obispo fue hijo de: Felipe Rodríguez (Reyna) Munguía (1915-2005), y de Adelaida Obispo González (1916 o ´17-1982). Nieto de Felipe Rodríguez) Arnulfo Reyna y Apolinar Munguía.
Sus abuelos maternos fueron: Tirso Obispo (Presidente de los indios de Coire, Michoacán), y de Juliana González (1892-1982).
Todos los familiares antepasados de Don Francisco eran de Coire, La Estanzuela, La Placita, San Juan de Lima, y El Faro, Michoacán, México.
María Guadalupe Vázquez Espíritu, fue hija de: Everardo Vázquez Rivera, originario de Iztlahuácan, Colima, y de María Espíritu Tejeda, de Colima, Colima.
Abuelos paternos: Constantino Vázquez y Paula Rivera.
Abuelos maternos: Santiago Espíritu Polanco y Sixta Tejeda Figueroa
Bisabuelos maternos: Aniceto Espíritu y Cecilia Polanco.

Se permite el uso de la información, siempre y cuando no sea con fines políticos, de lucro, ni religiosos. Se debe citar la fuente.
Entrevistados: Sr. Francisco Rodríguez obispo y María Guadalupe Vázquez Espíritu.

AUTOR: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

PATENTE: 1660383.

lunes, 13 de junio de 2016

DESDE LA MILENARIA VIÑATACOT, HASTA EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, PUEBLO CENTENARIO

El sitio ha tenido solo tres nombres en diez o doce mil años: “Viñatacot”, primero; “Misión de Nuestra Señora del Santísimo Rosario de Viñadaco”, en segundo lugar; y, por último: “El Rosario, Baja California”.

Por: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.
Artículo número 121.
Patente: 1660383.


         Viñatacot, fue territorio que los cochimis habitaron durante milenios, el vocablo proviene del tronco lingüístico yumano peninsular y de dialecto borjeño; eran los “hombres del norte”, lo cual significa “Cochimi”.
      Sobrevivieron en un cañón que se arrincona entre el desemboque de tres arroyos, cuyas corrientes, en tiempos de grandes lluvias, discurren desde la alta montaña, para llegar en fuertes correntadas hasta su bocana en el océano pacífico, pasando por la milenaria Viñatacot, que hoy es el centenario pueblo de El Rosario.
      Los cochimi habitaron Viñatacot, desde hace al menos entre diez mil y doce mil años, en cuya lengua significa “Arroyo con agua y tule”.
           En Viñatacot, se hicieron vivir durante diez o doce milenios, valiéndose de la recolección de frutos y semillas silvestres que el desierto ofrece, tales como jojoba, garambullo, fruto del cardón, agave de lechuguilla, entre muchos más. En la cacería destacan,  el venado, borrego cimarrón, liebres, conejos, y toda suerte de animales que les proveían carne, grasa, y piel para su escasa vestimenta, y la grasa para aliviar ciertos dolores musculares o para humectar la piel.
        Del mar cercano obtenían almejas, mejillones, y pececillos de varias especies, todo a juzgar por las descripciones de los cronistas al servicio de la corona española, durante colonia, por la observación directa de sus costumbres que describen los misioneros a su llegada, y más antiguamente, por su expresión artística rupestre, encontrada en pinturas y petrograbados, así como por los sitios arqueológicos diseminados por la vastedad del desierto. 
    Fue Viñatacot explorado hacía 1773, con intenciones de asentar la primer misión dominica en la península, ya que atrás, al sur peninsular, habían quedado las fundaciones de los jesuitas, y la única misión franciscana en San Fernando Velicatá, y como en mayo de 1769, los franciscanos habían partido de San Fernando Velicatá para abrir, desde esa entonces nueva misión, la ruta entre la Antigua o Baja California , y fundar la primera misión en Nueva o Alta California, que vino ser la de San Diego de Alcalá.

      Y fue ante la urgente necesidad de la corona española de apoderarse de Alta California, para contrarrestar el avance ruso que venía apoderándose de Norteamérica, de norte a sur, desde el estrecho de Bering.
      La urgencia era también por conquistar el territorio que se encontraba, en 1769, entre las nuevas misiones de San Fernando Velicatá, Baja California, y la de San Diego de Alcalá, Alta California, ambas fundadas, aquel lejano año, por el misionero franciscano, Fray Junípero Serra.
        La fundación de la misión de El Rosario, hubo de esperar cinco años, a partir de 1769, hasta que la nueva orden misionera se hiciera cargo de la administración peninsular, fundando su primer sitio en Viñatacot, en julio de 1774, otorgándole el nombre de “Nuestra Señora del Santísimo Rosario de Viñadaco”, por castellanizar el vocablo “Viñatacot”.
        La fundación de ésta nueva misión, en Viñatacot, cuyos terrenos labrantíos, sirvieron para apoyar a las fundaciones de las siguientes al norte de  El Rosario, como en Santo Domingo de la Frontera, que fue la segunda misión peninsular dominica.
           Con la llegada de la misión a Viñatacot, dejó de existir la comunidad original en su estado primigenio, que había perdurado por milenios, y por el cual habían vivido cientos de generaciones de cochimis,  que ante la fuerza del hombre blanco, hubieron de dejar sus antiquísimas costumbres y su vida seminómada que practicaban al aire libre, aunque solían habitar cuevas en los mantos rocosos, cuando las había.
         Con los misioneros llegaron exploradores, arrieros, muleros, y soldados de cuera, muchos de los cuales fueron enviados a las misiones de Sonora para conseguir esposas, para que no tuvieran tentación con las “indias de casa”, como los misioneros llamaban a las mujeres cochimis. Muchas sonorenses, fueron madres fundadoras de familias peninsulares. No obstante esto, el primer nacido, en Octubre de 1774, en El Rosario, fue Gabino Arce, siendo hijo del soldado de cuera José Gabriel Arce, fundador de ese linaje en la península de Baja California, y de una “india de casa”.

        Según la tradición oral de la familia Espinoza, a la fundación de la misión en Viñatacot, en 1774, estuvo presente en el acto solemne, el español sevillano Juan Nepomuceno Espinoza, nacido hacia 1730, siendo el primero de nuestro linaje en arribar a la península, proveniente de Manila, en viaje de aquél lugar asiático a Acapulco en el galeón de Manila, llamado Santísima Trinidad, arribando a la misión de San José del Cabo, en diciembre de 1755, donde se quedó dada la grave enfermedad que padeció durante los últimos meses de la travesía.
    Juan Nepomuceno se alistó en calidad de arriero, mulero, y explorador con los jesuitas, desde al menos 1756  y hasta 1768, año en que salieron expulsados los misioneros de la península. Y como Espinoza conocía palmo a palmo la vasta geografía peninsular, apoyo al misionero franciscano Fray Junípero Serra para la fundación de San Fernando Velicatá. Con Serra, viajo desde la misión de Loreto, hasta el sitio donde se fundó San Diego de Alcalá, Alta California.
       Dada la familiaridad con la que Espinoza recorría los senderos peninsulares, fue que su esposa Loreto Castro e hijos, se asentaran en El Rosario en el verano del año 1800, ya que Juan Nepomuceno falleció en 1799, en el paraje de San Juan de Dios, visita de la misión de San Fernando Velicatá, sitio que había sido fundado el ocho de marzo de 1766 por Wenceslao Link, siendo acompañado por Juan Nepomuceno en calidad de arriero. Fue sepultado en San Juan de Dios, originando con ese hecho, que la familia construyera una casa, basada en las indicaciones que emitía el decreto de José de Gálvez, del 12 de agosto de 1768. La familia Espinoza se encontraba, en 1800, asentada en El Rosario, y en San Juan de Dios.
   Valga destacar que Loreto Castro, llamada por los misioneros como “Mamá Espinoza”, ya que fue madre de la primera generación de esa estirpe en la Baja California; fue cochimi, originaria de la frontera guaycura cochimi, en las confluencias de la misión de Loreto Concho, en donde había nacido hacía 1758, siendo veintiocho años menor que su esposo.
         Al mismo tiempo se formó, a principios de los 1800’s, la familia Ortiz, ya que María del Carmen, hija de Juan Nepomuceno Espinoza y Loreto Castro contrajo nupcias con el soldado de cuera José Rito Ortiz, compañero de armas del también soldado de cuera, Carlos Espinoza Castro, el primer Espinoza nacido en la península en 1778, quien llegó a ser el patriarca “Espinoza” en El Rosario.
     La familia “Aguilar”, asentada en El Rosario, poco después que la “Espinoza” y “Ortiz”, fueron las tres primeras fundadoras de la actual sociedad rosareña.
      Hacia 1822 se asentó la familia “Marrón”, hacia 1827 la “Acevedo”, hacia 1830 la “Montes”. Hacia 1835 la “Pellejeros”, que en realidad era “Verdugo”. Entre 1840 y 1890 se asentaron  las familias, Vidaurrázaga, Collins, Sandez, Loya, Duarte, Peralta, Valladolid, Arce, Murillo, Redona, Grosso, y Meza, principalmente.

Lo que hace que El Rosario, sea el pueblo más antiguo del actual estado de Baja California.

jueves, 28 de abril de 2016

ASPECTOS DESTACADOS DE EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA

ASPECTOS DESTACADOS DE EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
El Rosario, Baja California, a 25 de abril de 2016.
Por: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.
Articulo numero 120.
Patente 1660383.

En la historia, destaca:
 El Rosario, Baja California es un pueblo de origen misionero,  que fue fundado por los Dominicos, en el paraje  milenario llamado por los cochimis como: Viñatacot, en julio de 1774.
Es el asiento de la primera misión dominica en Baja California, encontrándose bajo protección federal –INAH-  los vestigios de los dos sitios, que datan de 1774 y 1802.
Fue el asiento de las familias fundadoras, algunas iniciadas por soldados de cuera, como “Espinoza”, y “Ortiz”, y de otro diverso origen como “Montes”, “Arce”,  “Marrón”, Acevedo”, “Pellejero”, “Vidaurrazaga”, entre muchas otras que se asentaron durante los siglos diecinueve y  veinte.
Desde El Rosario, partieron familias durante las fundaciones de Ensenada, Tijuana, Mexicali, San Felipe, entre otros asentamientos primigenios de Baja California, que lo hace ser un pueblo ancestral.
Posterior a la guerra de Estados Unidos de América contra México, en El Rosario se asentó la Colonia Militar, que tenía como propósito guarecer la nueva frontera norte de México, ya que el país invasor, pretendía hacerse de mayor extensión territorial a costa de México, como así fue, al quedarse con “La Mesilla”.
Existe en el poblado el único ejemplar de los edificios que se construyeron entre 1919 y 1921 en Baja California, y que sirvieron como recintos escolares. El inmueble alberga el Museo Comunitario “El Rosario”, bajo protección del INAH.
En el campo arqueológico, en el lugar y sus alrededores se encuentran pinturas y petrograbados rupestres, concheros, e indicios de actividad humana milenaria, destacando  “Las Pintas”, y “El Cartabón”.
Existen concheros paleontológicos y arqueológicos importantes.
La región de El Rosario, es la frontera norte del área natural protegida conocida como: “Valle de los Cirios”, que le da importancia vital a la preservación ecológica del desierto central, cuya frontera norte lo es también la región de El Rosario.
Se encuentran dentro de El Rosario varios miles de hectáreas de matorral rosetofilo costero, protegido por leyes y reglas federales.
En la actualidad se llevan a cabo estudios a fin de lograr que la UNESCO dé el carácter de “Patrimonio de la humanidad”, a las veredas milenarias que fueron utilizadas por los pueblos seminómada prehispánicos, de las cuales en la región de El Rosario existe una amplia red de esos senderos milenarios.
En paleontología.
El Rosario es mundialmente conocido por su formación “El Rosario”, que data de la era Cretácica, unos sesenta a setenta millones de años hacia el pasado.
Las formaciones geológicas localizadas en las mesas de “San Carlos” y “El Canasto”, son frecuentemente estudiadas, bajo permiso del gobierno mexicano por científicos de distintos países, dado que su formación es similar a las que existen en la Antártida, solo que allá bajo capas de hielo con cientos de metros de espesor, razón por la cual, al encontrarse a ras de suelo, muchas expediciones son realizadas en El Rosario.
En la década de los 1960’s fueron encontrados en El Rosario, los restos de un dinosaurio que primero se creyó era de un “Hadrosaurio” o “Pico de Pato”, sin embargo se ha reclasificado, encontrando que es una nueva especie.
El “Cantil” o “Castillo”, es un icono paleontológico de El Rosario, pertenece al periodo del Cretácico, que data de unos setenta millones de años.
El cañón y región de El Rosario, es por completo suelo fósil de diversos periodos geológicos, que lo hace de suma importancia en el campo científico a nivel global.

Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento, valoremos nuestro patrimonio.


sábado, 2 de abril de 2016

ALGUNAS RAZONES POR LAS QUE EL PUEBLO DE EL ROSARIO, SE DEBERIA CONSIDERAR PATRIMONIO HISTORICO DE BAJA CALIFORNIA, PARA PERPETUAR AL MENOS SU NOMBRE.

Por: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
Cronista de El Rosario, Autor de seis libros de “Memorias Bajacalifornianas”; Escritor de genealogías, costumbres ancestrales, tradiciones e identidad peninsulares. Miembro de la séptima generación, de doce de la familia “Espinoza” en Baja california, de las cuales once han nacido en El Rosario, desde el año de 1800.
Patente 1660383. Se permite su eso y reproducción citando la fuente.


ANTECEDENTES HISTORICOS:

PRIMERO: El Rosario, Baja California, fue fundado cincuenta años antes que la República Mexicana existiera, siendo su fundación el día dos de julio de 1774, siendo asiento misional que derivo en pueblo.
SEGUNDO: Fue la primera misión fundada entre San Fernando Velicata y San Diego, Alta California.
TERCERO: Fue a partir del años de 1800 cuando se dio el asentamiento formal de las familias “Espinoza”,“Ortiz” y “Aguilar”, mismas que en la actualidad sus descendientes continúan residiendo en el lugar. En años posteriores se asentaron las también familias fundadoras “Marrón”, “Acevedo”, “Murillo”, “Arce”, “Montes”, “Pellejeros”,  “Vidaurrázaga”,  “Loya”, “Duarte”, “Collins”, “Sandez”, “Peralta”, “Valladolid”, “Villavicencio”, “Grosso”, “Rayle”, “Sotelo”, “Villegas”, “Benson”, “Seguapise”, “Casillas”, “Tena”, “Dueñas”, “Cota”, “Reseck”, “Meling”, entre muchas otras.
CUARTO: En 1849, el Gobernador de la península Rafael Espinoza, envió a El Rosario tropa para fundar la “Colonia Militar”, para salvaguardar la integridad de la nueva frontera mexicana, a raíz de la pérdida del norte de México a manos de los Estados Unidos de América. Otras de aquellas colonias se fundaron en Tucson, entonces Sonora, entre otras en territorios de los nuevos estados fronterizos.
QUINTO: Alcanzo categoría de “Pueblo” en 1858.
SEXTO: En el lapso de 1800 a 1900, El Rosario, junto con San Vicente, Santo Tomas, Real del Castillo, y Ensenada, fueron los principales centros de población de Baja California en su parte norte. Para la elevación del “Real del Castillo”, como capital de Baja California, en 1872, familias de El Rosario emigraron a ese lugar.
SEPTIMO: Desde antes de la fundación formal de Ensenada, el 12 de mayo de 1882, desde El Rosario partieron varias familias al naciente pueblo, entre otros “Espinoza”, “Marrón”, “Acevedo”.
OCTAVO: Para la fundación del nuevo pueblo de Tijuana, el 11 de julio de 1889, varias familias partieron de El Rosario, enriqueciendo a nuevo pueblo, destacando “Espinoza”, “Marrón”, “Montes”, “Duarte”, entre varias otras.
NOVENO: Años antes de la fundación de Mexicali, el 14 de marzo de 1903, muchas fueron las familias que desde El Rosario emigraron al valle, pudiendo citar a “Espinoza, “Montes”, “Valladolid”, “Duarte”, “Dueñas”,  “Loya”, que aún sobreviven en la comarca mexicalense, entre otras.
DECIMO: El Rosario, ancestralmente ha sido la puerta norte al gran desierto central de Baja California.
ONCEAVO: El Rosario, es conocido a nivel mundial en el campo científico por su geología, por las formaciones “El Rosario”, “Gallo”, “Punta Baja”, y “La Bocana”. A estos sitios de interés paleontológico, arqueológico y geológico son visitados anualmente, por motivos de investigación, por instituciones de varios países.
DOCEAVO: Descendiente de El Rosario, fue el diputado Constituyente  del Estado de Baja California, Dr. Francisco Dueñas Montes.
Treceavo: En 1950, un grupo de políticos intentó cambiarle el nombre a El Rosario, por el de un político, lo cual causo inconformidad y alteración importante en la población de aquellos días.

Los anteriores son solo algunos antecedentes de importancia vital,  para solicitar que EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, conserve su histórico nombre, y sea elevado a rango de “PATRIMONIO HISTORICO TANGIBLE DE BAJA CALIFORNIA”.

Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.
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