"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

miércoles, 26 de enero de 2011

ANDRES DIAZ GERARDO:

Nieto del primer “Gerardo” de El Rosario, fue Andrés Díaz Gerardo, un joven con clara visión tanto en su entorno diario desde niño, como en el futuro que muchas décadas después lo esperaba, en el que se miraba como un hombre que en su edad madura, la prosperidad, el entusiasmo, y el trabajo lo llevarían por senderos de progreso.

Nacido en “Playitas”, en la ciudad de Ensenada, Baja California el día 20 de enero de 1949, y criado entre la familia Gerardo, la que acostumbrada a trabajar duro, enseñó a Andrés, la vocación de conseguir mediante el esfuerzo y la dedicación cualquier meta por él emprendida; que aunque superadas las expectativas sembró un caudal de esperanzas, que en su mayoría culminaron en grandes éxitos.

Hombre de gran estatura física, y moral, dedicado por entero a sus actividades de empresario ganadero, y de mercadeo supo ganarse el aprecio de sus semejantes, aunque no faltaron sus detractores; esos que nadie los tiene contentos, y que ni con ellos mismos se contentan, algunos de aquellos seres peleados con la vida, ahí se encontraban sus detractores, a los que jamás escuchó, y mucho menos atendió; pues sus ganas de proseguir adelante eran mucho mayores.

En ocasiones, como a todos, la vida lo convirtió en “Lobo Solitario”, ya que remar a contracorriente es sumamente difícil, sin embargo es de ahí, de donde se sacan las fuerzas internas, el coraje, y el aprendizaje para salir adelante, como él lo hizo.

De niño pasó tiempo en Estados Unidos, lo que propició que dominara el idioma ingles de manera fluida. Al llegar por los dieciocho años de edad se aventuró con su tío Antonio “Toño Gerardo” Gómez, en la vida de pescador, donde trabajaban hacia 1967, en

Los Morros Colorados, campo pesquero ubicado unos ciento cincuenta kilómetros al sur de El Rosario, en donde trabajaban en la langosteada. En aquellos tiempos Andrés era un muchacho muy risueño, jovial y travieso con sus tíos Gerardo Gómez, a la vez que los atendía en acercarles el café caliente, o la sopa de mariscos que él mismo les preparaba. Era muy apreciado por sus buenos detalles, por sus buenos modales; y como era buen conversador, largas pláticas sostenía con su tío Antonio, quien en broma decía:

¡Andrés no me ayuda en nada, pero como me hace reír!

¡Maneja tan recio el troquecito, que por el vientazo, ya me estoy quedando sin pelo!

¡Se pone tanta loción acá en el desierto, donde ninguna doncella se ve, ni quien lo huela!

En la ocasión en que escuché las frases antes descritas fue en el año del ’67, mientras con ellos viajábamos de El Rosario, a Los Morros Colorados; en el tal viaje, Antonio nos quería “vender”, según él con Isidoro Aguilar, para que nos hiciera tamales, y nos vendiera a “Los Sureños”:

¡Puedes dar a peso cada tamal, Isidoro!

Vieja, le dijo Isidoro a su esposa Genoveva “Beba” Acevedo; cuando lleguen los sureños les ofreces tamales de becerritos, nomás no digas que son ajenos:

Los becerritos, los de los tamales, éramos mis hermanos Héctor, Eduardo, y yo, entonces entre seis y ocho años de edad.

Para nosotros fue durísima aquella experiencia de caer en manos de aquellos viejos chacales, y de la señora que nos cocinaría en tamales: Nimodo así puede ser de crédula la mente un niño; y si además se encuentra ante la disyuntiva de dos viejos tan buenos para el drama, como eran Isidoro Aguilar, y Antonio Gerardo Gómez;

Para nuestra suerte, durante el trayecto, nos habíamos ganado las simpatías y confianza de Andrés, que aunque era de unos diecisiete años de edad, nosotros lo veíamos muy grande; fue durante aquel viaje que duró muchas horas, nuestro protector ante las “embestidas” del “Toño Gerardo”, y los amigos que tenia en cada rancho, en los que parábamos mientras duró aquel inolvidable viaje.

Andrés, y Antonio viajaban en la cabina del troque, mientras que nosotros tres viajábamos en la parte alta de la carga, y arriba de los tambos de agua, y de las demás mercancías; todo el camino nos pegaba el aire de frente, y también el polvo del desierto; cantábamos, platicábamos, reíamos; saludábamos a los cardones, a los cirios, biznagas, ocotillos, mesquites, pájaros, coyotes, y a cualquier animal o planta que viéramos; pero al devisar un nuevo rancho enmudecíamos, pues desconocíamos lo que se le podría ocurrir a Antonio y a su nuevo amigo al verse.

Aquellos hondos y polvorientos caminos, por los que viajábamos con Andrés al volante de un viejo y destartalado troque, propiedad que era del “Toño Gerardo”, destartalado pero muy bueno para aquellas travesías, en las que en ocasiones el camino real cruzaba por los senderos milenarios por donde caminaron los primeros pobladores, y en otras ocasiones cruzaba las veredas abiertas por los misioneros, los arrieros, y los soldados misionales…

Al “Toño Gerardo” se le ocurría parar casi en cualquier lugar, pues la urgencia por tomar café vaquero era constante, por lo que Andrés, acomodaba el troquecito en algún llanito, para evitar estorbarle a otro troque decía; mientras que su tío le contestaba:

¡Pero cómo vamos a estorbar muchacho, si por aquí pasa un carro cada tres días, si bien nos va!

Luego agregaba:

¡Baja a los tres becerritos, para que tomen café!

¡Déjelos tío, no los confunda, no los asuste!

¡Que no te metas muchacho te digo, deja mis negocios de las tamaladas en paz!

Está bien tío, ya no me voy a meter, contestaba, mientras nos hacía una leve señal con la que nos quería decir que seguiría en nuestra defensa, lo que en aquéllos momentos, mucho se lo agradecíamos.

¡Qué historias!...

Cuando al fin llegamos a Los Morros Colorados, le dijo “Toño Gerardo” a nuestro padre:

¡Aquí te traigo a tus niños Julio, amigo, los cuidé mucho en todo el trayecto; Andrés me dio mucho lata, pues los quería vender a los rancheros en el camino!

No podíamos creer lo que escuchábamos, mientras todos reían sin ningún enfado; Andrés nos dijo, así de juguetón es mi tío, no le hagan caso.

¿Era juego?, preguntamos los tres en coro.

- Pues si, nomás que ellos hablan tan en serio, que parece que es cierto lo que dicen, pero es juego.

Trabajó sin descanso durante la mayor parte de su vida, fue Andrés una persona de gran empuje, que se planteó grandes anhelos, y los logró; nació casi en la pobreza material, pero su empuje lo llevó a ser un hombre de grandes triunfos; era muy ordenado, poseía grandes dotes natos de administrador, de empresario, lo que lo llevó a vivir de manera tranquila, con una calidad de vida buena, vio resuelta su situación económica a temprana edad, gracias al gran apoyo de su esposa Idelia Delgadillo Espinoza, y al de sus hijas Yulissa, y Yenni, quienes desde muy niñas brindaron todo su empeño y apoyo a sus padres, de quienes heredaron un incansable espíritu de lucha, y de triunfo.

Construyeron en El Rosario una amplia y moderna casa habitación, con huerto de árboles frutales, corral de manejo de ganado, y otros negocios a los que les dedicaron todo su tiempo y entrega.

Al nacer su nieto Braian Andrés Díaz Delgadillo, vino a ser para Andrés, y para la familia en general, una bujía que le dio nuevo brío a la maquinaria productiva que se encontraba desde su niñez en su interior; fue su nieto, según me lo manifestó alguna vez; una nueva fuerza antes desconocida por él, que vendría a ser el depositario de todos sus conocimientos, de sus esperanzas, y de sus ilusiones, como así fue.

Fue con su nieto Braian Andrés, de catorce años de edad, que se encontraba el abuelo Andrés aquel día 8 de diciembre del 2010, en las cercanías del corral del ganado, cuando hablaba por teléfono con una de sus hermanas que se encontraba en el norte, repentinamente, le dijo Andrés a su hermana, según lo relata el nieto:

¡Espérame poquito, al ratito te vuelvo a llamar!

Llamada que no pudo regresar jamás.

Acto seguido intentó guardar su teléfono en su pantalón, cuando se desplomó totalmente sin vida, ante la presencia de su menor nieto; a quien le quedó no solo las enseñanzas de su abuelo, sino una carga muy pesada de llevar, porque como le dijo mi hijo Alejandro a Brian:

¡Ahora tú eres Andrés Díaz, para eso te preparó!

Son pocas las palabras que dedico a la memoria y al incansable labor de mi buen amigo Andrés Díaz Gerardo, con quien ampliamente conversé, intercambié infinidad de impresiones, y precisiones, y me consta que solo anhelaba el progreso para su tierra, a la que amó profundamente, y a su gente, aunque muchas veces se sintió incomprendido, porque así lo fue; sin embargo deja una semilla en sus hijas, y en sus nietos, quienes serán guiados por su abuela, y por sus padres, mientras alcancen la madurez que el abuelo deseaba.

Muchos como Andrés le hacen falta a nuestro México.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

INGENIERO ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA

A 25 DE ENERO DEL 2011.

ALGUNAS NOTAS RELEVANTES:

Andrés Díaz Gerardo fue hijo del Jalisciense Ángel Díaz Gutiérrez, y de Guadalupe Gerardo Gómez.

Su abuelo fue Don Anastacio Gerardo Espinoza.

Su esposa fue Idelia Delgadillo Espinoza, con quien se casó el día 8 de marzo de 1970.

Sus hijas fueron: Yulissa, y Yenni Díaz Delgadillo.

Sus nietos: Braian Andrés Díaz Delgadillo, Eblen Natanael Murillo Díaz, Edlin Briones Díaz, y Jonathan Briones Díaz:

Sus yernos: José Murillo, y José Briones.

Los datos de las notas fueron facilitados por su esposa y nieto Brian, a mi hijo Alejandro Espinoza Jáuregui, en El Rosario, Baja California el día 29 de diciembre del 2010.

Mis hermanos Héctor y Eduardo en aquellos tiempos de la década de los sesenta vivían en casa de nuestros tíos Serapio García Marrón y Francisca “Pachita” Vidaurrázaga Peralta; solo en vacaciones iban al sitio donde pescaba mi padre: Mi tía “Pachita” acostaba a mis hermanos a las tres de la tarde, les daba desayuno a las tres de la mañana; y los mandaba a la escuela a las cinco, aunque la entrada era a las ocho de la mañana.

Mientras tanto yo vivía con mis abuelos paternos Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, y María Visitación García Marrón; quienes aunque me levantaban a las tres de la mañana, la hora de ir a dormir era a las nueve de la noche, el desayuno a las cinco, y la ida a la escuela, a las siete y media, y cuando al llegar me encontraba a mis hermanos quienes ya tenían casi tres horas jugando en la escuela, ya se encontraban bastante llenos de tierra, en ocasiones los regresaban por no ir “limpios”, que aunque si iban, se ensuciaban por tanto tiempo del que disponían para jugar antes de entrar a clases.

En el momento en que cierro este breve artículo, son las 7:15 de la tarde del día 25 de enero del 2011, la hora exacta en que el 25 de enero de 1980 perdió la vida en accidente carretero en la Laguna Salada, en el Municipio de Mexicali, Baja California, a la edad de 35 años, el distinguido profesor Heraclio Manuel Espinoza Grosso, primo hermano que fue de Idelia Delgadillo Espinoza, esposa de Andrés Díaz Gerardo; quien representa al igual que Andrés, otra lamentable pérdida para El Rosario. Ambos descansan en el panteón misionero de El Rosario; el profesor Heraclio Manuel en la parte baja, mientras que Andrés en la parte alta.




ANDRES DIAZ GERARDO:


IDELIA DELGADILLO ESPINOZA, ESPOSA DE ANDRES, Y MI HIJO

ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI:

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA: 29 DICIEMBRE 2010.

FOTO: BRIAN ANDRES DIAZ DELGADILLO.

martes, 25 de enero de 2011

LAS MAJESTUOSAS PINTURAS RUPESTRES; Y LA ANTIQUISIMA Y NUMEROSA FAMILIA ARCE DE SAN FRANCISCO DE LA SIERRA, BAJA CALIFORNIA, SUR.

Ni duda queda que los extranjeros disfrutan mucho, pero mucho más, nuestras bellezas de lo que las disfrutamos los mexicanos.

Baste decir que las enormes y miles de pinturas rupestres de San Francisco de la Sierra, en las inmediaciones de San Ignacio, Baja California, Sur, atraen a miles de extranjeros, por unos cuantos mexicanos; en esa odiosa comparación, nuestro antiquísimo legado pictórico en roca, le es mas familiar a cualquier europeo, asiático, o australiano, que incluso para muchos Bajacalifornianos, que ni siquiera saben en dónde se encuentra tal arte, tales pueblos, y tales sierras.

Cuando hará unos diez mil o mas años, los habitantes de la geografía peninsular vagaban por sus montañas, desiertos y costas, al no tener quizás, una manera escrita de transmitir a las siguientes cientos de generaciones, lo hicieron labrando y pintando en las rocas, y cuevas, bastos mensajes, que solo ellos sabían interpretar, seguramente apoyados en la tradición oral que se transmitía de generación en generación.

Cuando uno ve aquellos inmensos lienzos de rocas, pintados con solo dos colores, rojo ocre, y negro, de inmediato se transporta a miles de años, a miles de aspiraciones, que se intuyen deben haber tenido en tan lejanos tiempos aquellos seres humanos, tan parecidos a nosotros en todo, principalmente en el ser habitantes de estas agrestes tierras.

Cuando se llega a la parte alta de la sierra, en las proximidades del muy antiguo pueblo de San Francisco de la Sierra, el camino lo lleva por intrincados balcones que serpentean las basálticas montañas, que dan el áspero toque rocoso a todo el suelo que uno pisa, donde tierra no se ve, salvo roca, guijarros, y mas rocas.

Cuando se llega a San Francisco de La Sierra, lo recibe un pueblo con muros de rocas, apiladas a mano, sin aglutinamiento mas que el que la gravedad le da. Al entrar en ese antiguo lugar de inmediato se tiene la sensación de pasar de este tiempo a unos doscientos años en el pasado; sobretodo cuando se llega al pueblito de Guadalupe, cercano a San Francisco de la Sierra.

Tanto en uno como en otro pueblo la gente es sumamente generosa, con arraigo tan antiguo y profundo en las verdaderas costumbres peninsulares de los siglos dieciocho y diecinueve; calzan tehuas hechas por ellos mismos, sus casas son como las que se usaban en los tiempos de los misioneros, y de los primeros rancheros.

La mayoría de ellos viven cerca de los cien años de edad, y los ágiles “jóvenes” de setenta y mas años, nos dan ejemplo de resistencia a cualquiera con edad mucho menor que ellos.

En san Francisco de la Sierra, tiene el gobierno federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH, encargado a Enrique Arce Villavicencio, para recibir y anotar a todo turista o estudioso del tema rupestre, para registrarlo en una bitácora, entregando un recibo por cámara fotográfica, y por visitante, cobrando una pequeña suma que va a parar a las arcas federales, con cuyos recursos se han ido mejorando y protegiendo los cientos de sitios pictóricos y de petroglifos de aquella zona serrana.

Me tocó presenciar en marzo del 2008, cómo unos paisanos del interior del país, de México Capital, lastimosamente regateaban que se les diera un descuento, pues era para ellos un lastre a sus bolsillos; y como no lo obtuvieron, solicitaron salir del lugar, sin recorrer aquellos hermosos y únicos sitios.

Otros más, que ya habían pagado su “entrada”, pidieron se les devolviera, pues consideraban que no era justo pagar por algo que no le costó hacer ni al INAH, ni al gobierno Mexicano. Apenado Enrique Arce Villavicencio, canceló los recibos oficiales, y les regresó el dinero a los “turistas” de México capital. Otros después de recibir su comprobante pagaban menos del costo, aduciendo que sólo con eso contaban, con lo que podían pagar; desde luego el faltante lo tuvo que sufragar Enrique Arce Villavicencio; con lo escaso que es el dinero en ese lugar. Debo aclarar que no todos los de México capital que arriban al sitio tienen ese comportamiento desde luego que no, los hay también algunos muy conscientes, y respetuosos de nuestro legado.

Me pregunté al ver aquellas escenas de tacañees, mientras hacía fila detrás de diez europeos:

¿Qué les pasa a éstas tristes personas?,

¿Cuánto gastaron para llegar hasta éste remoto lugar?

¿Cómo arrugarse por pagar unos ciento treinta pesos?; si en cualquier cosa se gasta eso, y más!

Más tarde, en la nochecita, los europeos, que pagaron sin ningún miramiento, al igual que nosotros; y como acamparon muy cerca donde mi hijo, mis sobrinos, y yo lo hacíamos; se acercaron a la fogata que teníamos, y nos preguntaron por la nacionalidad de los que se habían puesto tan tacaños:

Con pena ajena, les tuve que contestar que son mexicanos; luego guardé absoluto silencio; mientras miré cómo se les desorbitaron los ojos, ante su incredulidad.

En los días que estuvimos acampados, y recorriendo la zona siendo guiados por Francisco Villavicencio Arce, sobrino de Enrique, nos comentó de las grandes cantidades de extranjeros que visitan todos los años casi en su totalidad los miles de pinturas rupestres, a cambio de un puñado de mexicanos, que en su mayor parte son estudiosos, historiadores, botánicos, arqueólogos, y de otras disciplinas; pero gente del pueblo, es sumamente escasa la que recorre esos bellos parajes, muy pocos mexicanos lo hacen. En cambio los extranjeros lo hacen por miles al año, gente común y corriente como nosotros, simples mortales, pero con un gran interés por ver lo que en sus respectivos países no tienen; sobretodo la espléndida belleza de la península, considerada una de las más bellas del mundo.

Según las relaciones que me hiciera Enrique Arce Villavicencio, en un par de entrevistas que le hice, y que fue uno de los propósitos de aquel viaje. Según sus informes, el INAH, ha venido trabajando con ellos al frente en la comunidad para que reciban a los turistas, y dependan de esto en lo económico lo mas posible, para evitar la cacería de venado, ya de por si muy escaso, lo mismo que el borrego cimarrón. Por otra parte, los pobladores crían cabras, de las cuales obtienen leche, queso, y otros de sus derivados, que expenden en los pueblos de Vizcaíno, y San Ignacio, en ocasiones a Guerrero Negro.

Cuenta Enrique, que con los pagos que los turistas hacen a los guías y a sus burros y mulas, se hacen de algunos recursos con los que la van pasando.

Si los mexicanos que visitan el área, son pocos, mucho menos son los que pagan guías y arrieros para recorrer las pinturas que se encuentran cañones abajo, y en las cantilerias.

Aquellos recorridos a lomo de mula lo hacen casi en exclusivo los extranjeros; mientras que los escasos mexicanos que suben a la sierra, lo hace en carro, y observan casi solo las pinturas que quedan a la orilla del camino; que son las de la “Cueva del Ratón”.

En otra de las amplias, fructíferas e interesantes pláticas con los pobladores de aquellos remotos y bellos parajes, nos transportamos a los tiempos en que su ancestro común, el soldado de cuera misional que fue Buenaventura Arce, casado con Rumualda Murillo, dieron origen hace mas de doscientos años a esa familia, y que siguen la vida igualito que ellos, con ciertos toques modernos, como teléfono satelital, y uno que otro carro, que por ahí interrumpe con su andar el silencio de la montaña.

Con sorpresa, por su mal gusto, escuché en uno de aquéllos ranchos, música Rap, que nada tengo en su contra, sin embargo me pareció totalmente incongruente con el medio; es como escuchar música norteña en un recinto donde se toca música sacra. Y es que alguno de los que visitaban el lugar, tenía su estruendo con volumen tan alto, que hasta las cabras del monte se ofendieron; pero en fin, así son las cosas, y sé que existe gente rara, y desubicada en cualquier lugar del mundo; aunque para todo existe un lugar, y un momento.

Y no han faltado aquellos ilustres visitantes que tiran su basura sin ningún respeto, y dejan sus “desperdicios” a flor de roca:

¿Es que su pobre cultura no les dará para más?

Existen otros visitantes que solo dejan sus huellas, y solo toman fotos, que por fortuna son los más.

Los Arce tienen viviendo en ese lugar como ya se ha dicho mas de dos siglos, conocen desde aquellos tiempos cueva por cueva; sin embargo un norteamericano de apellido “Gardner” afirmó que él descubrió las pinturas, en fin, así lo dijo él, así lo publicó; solo faltó que dijera que él dejó a los Arce en ese lugar hace dos siglos.

Por cierto, fue Enrique Arce Villavicencio quien me platicó los pormenores de los días que en su pueblo, se filmó el magnifico documental, película: “BAJO CALIFORNIA” de Carlos Bolado, con la excelente actuación de Damian Alcázar y Jesús Ochoa, dando el realce que esos lugares tienen, con el apoyo de Instituto Mexicano del Cine, y el Consejo Nacional para la Cultura y Las Artes; y que se ha transmitido a nivel nacional, y del cual por cierto, muy pocos mexicanos lo han visto, o saben que existe.

Los Arce, y otras familias de la región apoyaron dentro de lo posible la ejecución de aquella película, en la que Jesús Ochoa imita muy bien el hablar popular del sudcaliforniano, así lo refiere Enrique Arce, cuando dice:

¡Puchi, que bien nos arremedan!

¡Vieras vale Alejandro, que si no supiéramos que no son de aquí, no lo creeríamos, Puchi que bien nos arremeda aquel pobre hombre, pero apenas hizo bien, sino la película no hubiera servido!

Y cuando Jesús Ochoa, se decía “Arce”, nosotros volteábamos a vernos, y a señas nos decíamos:

¡Si va ser Arce, cómo no!

Magnificas, sobrias, y únicas son las pinturas rupestres de las cuevas desde Santa Gertrudis en el Norte, hasta la sierra en Santa Rosalía, en Mulege, desde luego que existe muchas mas cuevas y cantiles con pinturas y Petro grabados, tanto en el norte como en el sur, mejor dicho en toda la geografía peninsular. Lo ideal sería que los mexicanos al menos las conociéramos por televisión, esa televisión que tanto tiempo utiliza en programas, que tal vez ganancias económicas les reportará, pero en lo cultural, a los sitios desconocidos como este, flaco favor le hacen, como flaco seguirá, mientras sigan los programas amarillos, de chismes, y de juegos, de seguro mucho tardarán en conocerse aquellos lugares, por su muy escasa difusión masiva.

Y aunque la difusión masiva, y los programas de televisión y de revistas no es asunto mío, tal vez algún día nuestro pueblo se interese en exigir al menos cápsulas informativas de manera continua, para estar a la altura de nuestro legado, tan basto y desconocido en toda la república; desconocido por los mexicanos, y admirado por los extranjeros…

AUTOR DEL ARTÍCULO:

INGENIERO ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA

LUNES 17 DE ENERO DEL 2011.

NOTAS REELEVANTES Y ALGUNAS FOTOGRAFIAS.

Cuevas con pinturas en distintos lugares: Entrevisté a Enrique Arce Villavicencio, y a Francisco Arce Arce, quienes mencionaron las siguientes Cuevas con pinturas, en la región, haciendo hincapié que no son todas.

ZONA DE SAN FRANCISCO DE LA SIERRA, SANTA MARTHA, Y GUADALUPE:

San Gregorio I, El Batequi, La Vuelta, Mesquite Verde, El Sauzalito, La Natividad: (esta cueva tiene una cruz muy grande en color amarillo); La Matancita, La Ascensión, Los Monos, La Cuevona, Las Calabazas, La Pintada: (Existen dos cruces, y otras figuras de color amarillo); Cueva Obscura, Santa teresa I, El Represo, Santa Teresa, Cueva El Ratón, Guadalupe, La Soledad, Las Flechas, Boca San Julio, El Cacarizo, Las Águilas, San Nicolás, Tinaja, El Torotal, Supernova, Pie de la Cuesta, Cueva serpiente, Cerro Santa Martha, San Pedro, El Brinco, La Candelaria, El Enjambre de Hipólito, La Palma, Las Mantarrayas, Las Tortugas, San Gregorio, La Familia del Hombre, El Palmarito, Arroyo Cuesta Blanca, Arroyo de la Ascensión, arroyo de San Gregorio, Arroyo de San Gregorito, Arroyo de San Pedro, Arroyo de La Testera, Arroyo del Batequi, Arroyo del Balcón, Arroyo del Infierno, El Infierno I, El Infierno II, El Infierno III, El Infierno IV, El Ademado, etc.

AL SUR DEL PUEBLO DE SAN IGNACIO, BAJA CALIFORNIA SUR.

Al sur del pueblo de San Ignacio, ex misión, existen cuantiosos sitios, como:

San Luis, San Borjita, Santa Cruz, San Antonio, La Candelaria, El Rincón, El Carrizo, Agua Fría, El Muerto, Los Sauces, San Zacarías, La Puerta, El Dátil, San Juan, San Pedro, San Javier, Los Gatos, El Rincón, Las Bebe lamas, El Barco, El Salto, y muchas, muchas mas…

ENTRE LA MISION DE SAN FRANCISCO DE BORJA ADAC, Y SANTA GERTRUDIS, EN BAJA CALIFORNIA, AL NORTE DEL PARALELO 28 GRADOS; SE TIENE:

San Gregorio, San Regis, Agua San Juan, Palmarito, El Paraíso, Rincón de la Cuevas, San Pedro, San Matías, Campo Monte, La Bocana, Tres Palmas, Rancho Nuevo, El Progreso, Santa Agueda, El Carrizo, Montevideo, Las Tinajitas, u muchas otras…

EN LA ZONA DE EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, TENEMOS:

Las Pintas, El Corral del medio, El Cartabón, Mesa de San Carlos, Misión de San Fernando Velicatá; y por toda la sierra, existen cuevas, tatemas de los primeros pobladores milenarios; y muchos indicios de sus actividades…Existen estas manifestaciones pictóricas y rupestres milenarias en toda la geografía peninsular; aquí he citado unas cuantas…

ALGUNOS RANCHOS Y SUS DUEÑOS EN LA ZONA DE SAN FRANCISCO DE LA SIERRA, BCS.

San Francisco de la Sierra; habitantes: 70, cuenta con iglesia, escuela primaria con 20 alumnos, telefonía satelital, y radio de onda corta a San Ignacio, Baja California Sur, Cabecera regional.

El Mezcalito, de Filiberto Ojeda Zúñiga; El Represo, de José Lereé’ Santa Anna, de Manuel Ángel Lereé; San Julio, de Carlos Lereé; La Cueva, de Macario Arce Altamirano; Las Golondrinas, de Gonzalo Arce Altamirano; San Pedro; de Santa María Arce Altamirano; San Gregorio, de Francisco y Juan Arce Altamirano; El Triunfo, de Cesáreo Arce Villavicencio; San Gregorito, de Salvador Arce Ojeda; Santa Teresa, de Juan Arce Altamirano; Los Crestones, de Rogelio Lereé Arce; Las Calabazas, de Juan Arce Arce; San Antonio, de Alejo López Arce; Sauzalito, de Severiano Arce Arce; La Tinaja, de José Luis Arce Altamirano; Nuevo, de Primitivo Arce Ojeda; La Cerquita, de Cesareo Arce Ojeda; Palo de Rayo, donde viven cuatro familias, todos son Arce; Santa Marta, de Manuel y Francisco Ojeda Arce; La Sábila, de Carlos Ojeda Ojeda; El Aguajito, de Guadalupe Arce Arce; Aguajito Dos, de Ramón Arce Arce; Buena Vista, de Ignacio Arce Arce; El Sauce, de Armando, Francisco, y Patricio Arce Ojeda; Pie de la Cuesta, de Antonio Arce Villavicencio; Batequi, de Juan Carlos Arce Arce; San Esteban, de José María Arce Arce; y ahí la dejamos, ya nos hacemos a la idea de que los habitantes de nuestra tierra, los originales somos de origen misionero; para el caso de las familias aquí asentadas, tienen como ancestros al soldado misional Buenaventura Arce, quien casado con Rumualda Murillo, dio origen a todos los de este linaje; hará unos doscientos años cuando menos, y desde entonces ahí siguen sus descendientes; algunos en las mismísimas casas, como unas de las fotos que se incluyen en este trabajo.



ENRIQUE ARCE VILLAVICENCIO Y EL AUTOR, EN MARZO DEL 2008:

ESTE ES EL SITIO DONDE REGISTRA A TODOS LOS VISITANTES QUE ARRIBAN A SAN FRANCISCO DE LA SIERRA, BCS.

FOTO: ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI.


VASTIMENTOS DE TURISTAS A LOMO DE MULA Y BURRO, PARA VISITAR LAS PINTURAS QUE SE ENCUENTRAN EN LAS LEJANIAS DE SAN FRANCISCO DE LA SIERRA.

FOTO: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO: MARZO 2008.


DEBIDO A LA GRAN CANTIDAD DE ROCAS, ESTE ES EL CALZADO ADECUADO, QUE FABRICAN DESDE LOS TIEMPOS DE LAS MISIONES, EN SAN FRANCISCO DE LA SIERRA, Y EN MUCHOS OTROS LUGARES: CUERO CURTIDO DE RES, SUELA DE LLANTA, Y TACHUELAS.

FOTO: ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI; MARZO 2008.


ARRIERO Y GUIA DE TURISTAS, QUIENES VIAJAN A LOMO DE BESTIAS, DESDE LO ALTO DE LA SIERRA, HASTA LOS CAÑONES Y ARROYOS MAS PROFUNDOS DONDE SE ENCUENTRAN LA DIVERSIDAD DE CUEVAS.

FOTO: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO; MARZO 2008.


ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI, POSA AL PIE DE LA CANTILERIA, EN UN ESTRECHO CAÑON ROCOSO, CON UNOS QUINIENTOS METROS DE PROFUNDIDAD, CASI A PLOMO, EN LAS CERCANIAS DE LA CUEVA DEL RATON.

FOTO: JAVIER VILLA ESPINOZA: MARZO 2008


ENRIQUE ARCE VILLAVICENCIO, JAVIER VILLA ESPINOZA, LEONARDO ESPINOZA MEZA, Y EL AUTOR, PREPARANDO LA CENA A CAMPO TRAVIEZA; EN SAN FRANCISCO DE LA SIERRA, BCS.

FOTO: ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI: MARZO 2008.


HABITANTES DEL ANTIQUISIMO PUEBLO DE GUADALUPE, VECINO DE SAN FRANCISCO DE LA SIERRA: TODOS ELLOS SAN “ARCE”, LOS ACOMPAÑAMOS, EL AUTOR, JAVIER VILLA ESPINOZA, Y LEONARDO ESPINOZA MEZA:

FOTO: ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI: MARZO 2008.


BONIFACIO ARCE OJEDA, SU ESPOSA LIDIA ARCE VILLAVICENCIO; AMBOS DE 78 AÑOS DE EDAD; Y EL AUTOR, EN EL PUEBLO DE GUADALUPE, BCS.

FOTO: ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI: MARZO 2008.


LA IMAGEN ES MÁS QUE ELOCUENTE, DE ESTA ANTIQUISIMA VIVIENDA DEL PUEBLO DE GUADALUPE; EN FORMA Y ESTILO, A LA USANZA DE LOS RANCHEROS BAJACALIFORNIANOS. ESTA VIVIENDA ES COMODA, TERMICA, NO GUARDA OLORES, ES ADEMAS DE EXCELENTE ACUSTICA.

FOTO: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO: MARZO 2008.




FRANCISCO ARCE ARCE, CON UN TERCIO DE LEÑA, QUE SE ESPERA EN LA COCINA PARA PREPARAR LA CENA: USO CON MAS DE TRES SIGLOS EN BAJA CALIFORNIA.

FOTO: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO: MARZO 2008.


BALCON EN LAS CANTILERIAS ANTES DE LLEGAR A SAN FRANCISCO DE LA SIERRA.

FOTO: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO: MARZO 2008.



PINTURAS RUPESTRES EN LA CUEVA DEL RATON: LA ESCALA SE PUEDE OBTENER DE ACUERDO AL TAMAÑO DE JAVIER VILLA ESPINOZA, LEONARDO ESPINOZA MEZA, Y EL AUTOR:

FOTO: ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI: MARZO 2008.


TIPICA Y ANTIQUISIMA VIVIENDA EN SAN FRANCISCO DE LA SIERRA. EN ESTA CASA HAN VIVIDO VARIAS GENERACIONES; SIGUE EN PLENO USO:

FOTO: ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI: MARZO 2008.


EL AUTOR PREPARANDO EL DESAYUNO, EN ALGUN PARAJE PENINSULAR:

FOTO: ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI: MARZO DEL 2008.



PANTEON DEL PUEBLO DE GUADALUPE, BCS. EN UNA DE SUS TUMBAS RESA EL SIGUIENTE REFRAN:

“CUANDO UN HOMBRE POBRE MUERE, NO TRATES DE REVIVIRLO…”

FOTO: ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI: MARZO 2008.

Recorrimos aquellos lugares, en esa ocasión en Marzo de 2008, mi hijo Alejandro Espinoza Jáuregui, de veinte años de edad; mis sobrinos Javier Villa Espinoza, de dieciocho años de edad; Leonardo Espinoza Meza, de dieciséis; y yo de cincuenta. Por cierto que a Leonardo lo traje muy cortito, pues entonces era malo para el campo, o fingía serlo; ya de regreso para El Rosario, venía muy derechito, y animoso.

Ahora ya llevamos por primera vez al campo en El Rosario, el 31 de diciembre del 2010, a mi nieto Isaac Alexander, hijo de mi hijo Alejandro; aunque no mostró entusiasmo, ni rechazo; lo disculpamos, pues apenas contaba aquel día con tres meses de edad; para que vaya sabiendo los recorridos que en la vida le esperan:

Como diría mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta.

¡Así me traía mi bisabuelo Carlos Espinoza Castro; por eso te traigo a ti!

MI HIJO ALEJANDRO ESPINOZA JAUREGUI, Y SU HIJO ISAAC ALEXANDER ESPINOZA MONTIEL, POSANDO FRENTE A LA MAGNIFICA FORMACION “CANTIL”, EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, EL DIA 31 DE DICIEMBRE DEL 2010; CUANDO ISAAC ALEXANDER CUENTA CON TRES MESES Y CINCO DIAS DE EDAD; ES DECIR, ESE DIA, EMPEZAMOS A CURTIRLO EN EL DESIERTO, PARA QUE HAGA HONOR A SUS ORIGENES, COMO MIEMBRO DE LA DECIMA GENERACION “ESPINOZA” PENSINSULAR BAJACALIFORNIANA.

FOTO: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO: 31 DICIEMBRE DEL 2010.

Con todas esas vivencias, con las imágenes, los territorios que recorremos, con las suaves brisas, los sonidos, los aromas, las comidas, el alto cielo estrellado, las amistades, y tantas otras cosas:

¡Qué más podremos pedirle a la vida!...EL AUTOR.