"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

lunes, 29 de agosto de 2011

ORIGENES DE LA FAMILIA PERALTA EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
24 de Agosto de 2011.

Cuando en 1861 dio inicio el registro civil en Comondú, Baja California, Sur, esto a instancias del gobierno de Benito Juárez, como parte de las leyes que en todo el país dieron al poder civil la supremacía en los quehaceres que aglutinaron desde entonces a la sociedad mexicana, la que antes era conducida por la iglesia, es entonces cuando también en Baja California se recibe la instrucción de registrar de manera sistemática los nacimientos, bodas, defunciones, entre otros ordenamientos que dieron origen al registro civil, vigente en todas las tareas cotidianas de la vida nacional desde entonces, y hasta la época actual.

Según los registros el día 3 de julio de 1861, fue registrado en Comondú José Luciano Peralta Véliz, quien había nacido en ese lugar el 19 de noviembre de 1860, siendo hijo de los Loretanos Inocencio Peralta Aguiar, y de Francisca Veliz Osuna, y nieto de Cenobio Peralta y de Josefa Aguiar, así como de José María Véliz, y de Rosario Osuna. Habían procreado para ese entonces además de José Luciano, a Balbina, la mayor de todos, y a José Demetrio.

Este matrimonio formado por Inocencio Peralta Aguiar y Francisca Véliz Osuna, fueron los primeros Peralta en arribar a El Rosario en 1873, para ese entonces traían a varios hijos pequeños y jóvenes, entre los que se encontraban: Balbina, Bruno, Epigmenio, Victoriana, Gilberto, Cenobio, Jaime, y por último Francisca, nacida en El Mármol, quien fue hija de Inocencio Peralta Aguiar, y madre de nombre desconocido.

Epigmenio Peralta Véliz, es de quien la mayoría en línea directa de los actuales Peralta de El Rosario descienden, cuando llegaron a El Rosario en 1873, él contaba con apenas cinco años de edad; fue en ese mismo lugar donde se casó con la rosareña Petra Acevedo Marrón, el 2 de julio de 1895, cuando El Rosario festejaba el aniversario 121 de su fundación, Epigmenio contaba con 27 años de edad, mientras que la novia Petrita contaba con apenas 13. Sólo El Rosario sobrevive, ya festejó el pasado mes de julio, el día 2, su aniversario 237, mientras que todos los Peralta que llegaron en 1873, sus hijos, nietos, y muchos de sus bisnietos ya han desaparecido, desde hace mucho tiempo.

En 1873, cuando los Peralta arribaron a El Rosario, venían desde Comondú, todos en caravana con recua de mulas, algunos burros, y sus pertenecías en sus lomos; mientras que la familia caminó todo el trayecto a pie, es decir, cruzaron unos 900 kilómetros de agrestes veredas antes utilizadas por los misioneros, sus tropas, y sus arrieros; las mismas rocosas, polvorosas, choyosas, e inmisericordes veredas que durante milenios caminaron una y otra vez los primeros pobladores, y que son las mismas que algo fragmentadas siguen cruzando en la actualidad el desierto peninsular.

Son las mismas veredas o parte de éstas las que desde hace unos 44 años los corredores de las carreras fuera de camino se vanaglorian por lograr la gran odisea de cruzarlas a bordo de sus ensordecedores vehículos “todo terreno”: Por eso me pregunto: ¿Qué alarde harían éstos modernos viajeros, si las cruzaran a pie, como antes lo hicieron calladamente nuestras gentes?

Bueno, los tiempos son otros, pero la grandeza de aquellas abnegadas familias es incalificable, gracias a su enorme esfuerzo poblaron la península, dando a ésta tierra una bastedad de costumbres y raíces únicas, muy distintas a las del resto de México, no por eso de menor ni de mayor importancia, pero sí de inaudita resistencia.

Abandonadas como estuvieron las familias peninsulares por los gobiernos mexicanos de todos los tiempos, desde la época colonial, el México Independiente, el Juarismo, Porfiriato, y hasta por lo menos 1973, tiempo en que se construye para unir a los bajacalifornianos la carretera transpeninsular.

Durante todo el lapso colonial y después de la independencia, en la península las familias se vieron aturdidas por las ingratas influencias de bandoleros que operaban dentro y fuera de las filas del gobierno; algunos llegaban en barcos, otros en sus cabalgaduras, y no pocos a pie; salvo el lapso comprendido entre 1697 y 1767, aquellos setenta años en que gobernaron aquí los misioneros jesuitas, fueron los menos rígidos, aunque no fáciles para los californios milenarios, y para nuestras familias pioneras; pero lo que es de 1768 en adelante, hasta por lo menos 1973, o sea por más de 200 años, los peninsulares fuimos otros mexicanos, como nos llamó Fernando Jordán en 1949; lo que por herencia sin duda alguna seguimos siendo una raza distinta, aunque ya muy acompañada del resto de hermanos de la república.

Por principios de cuentas, los misioneros franciscanos estuvieron aquí sólo de paso, fundaron en 1769 la única misión de esa orden en San Fernando Velicatá, hoy territorio de El Rosario, y luego le dejaron en 1773 a los dominicos el gobierno misional de la península alternada con un gobierno militar; y cuyos métodos de gobierno y sometimiento dejaron mucho que desear, sólo basta con recordar la temible “Picota”.

Cuando los Peralta salieron de Comondú era la primavera de 1871, arribando a El Rosario en 1873, lo que bien cabe analizar: ¿Cuántos días soleados, lluvias, fríos, hambres, miedos, ansiedades, y tantas más difíciles situaciones pasaron?: No sé.

Lo que sí sé es que llegaron a El Rosario, por las mismas veredas desde el sur peninsular por las que antes habían llegado los Espinoza, Ortiz, Marrón, Verdugo, Aguilar, Acevedo, Montes, Ortega, Collins, Meza, Arce, Sandez, y Duarte; los primeros de éstas familias en 1800, mientras que el último en llegar entonces, era Domingo Duarte Cossío, quien había llegado en 1872, y después de él, sólo un año después, los Peralta.

Cuando los Peralta llegaron, conocían a varias familias sureñas ya asentadas en El Rosario, y como antes todo mundo se conocía o estaba emparentado entre sí, muy pronto los Rosareños acomodaron a los nuevos habitantes del pueblo, entregándoles la cañada de Santo Tomás, que se encuentra en la margen izquierda del arroyo en una amplia extensión de tierra ubicada muy cerca del arroyo, que antes había pertenecido a Carlos Espinoza Castro, heredada por él a su hermana Perfecta Escolástica Espinoza Castro, quien casada con Julián Jesse Ames, dio origen a ese linaje en Baja California; después de los Ames la propiedad pasó a manos de Rita casada con Loreto Acevedo Ceseña; y desde 1873 hasta nuestros días pertenece a los Peralta.

La propiedad de la que venimos tratando, el primer Peralta en ocuparla fue Inocencio Peralta Aguiar, después su hijo Epigmenio Peralta Véliz, más tarde su nieto Lázaro Peralta Acevedo, luego su bisnieto Silvestre Peralta Duarte, y hoy los hijos de Silvestre de apellido Peralta Grosso; en otras palabras la propiedad ha pasado de generación en generación, desde Inocencio, hasta los hijos y nietos de sus tataranietos, quienes la ocupan en la actualidad.

En tal propiedad nacieron varios de los Peralta primigenios de El Rosario, después de ellos sus hijos, nietos, bisnietos, tataranietos, y dos generaciones más.

Todas las familias peninsulares se hicieron vivir mayormente de las cosechas que de sus tierritas de labor obtenían, así como de la recolección de frutos y semillas silvestres, de los animales de caza, y de la pesca en el mar cercano. Todas las familias vivieron de la misma manera, todos trabajaban las tierras, cazaban, pescaban, recolectaban, y criaban ganado y aves de corral. Sus ropas las confeccionaban e intercambiaban entre los pueblerinos, y practicaban el contrabando de mercancías con los escasos viajeros que pasaban por el camino real, o con los navegantes que se fondeaban en la costa rosareña, como en las de toda la geografía peninsular; el contrabando de mercancías y el trueque de bienes fue, y sigue siendo de alguna manera una actividad muy arraigada entre los bajacalifornianos, nació en los tiempos misioneros; su desarrollo fue debido principalmente al aislamiento y lo arrinconada en que se ha encontrado la península en todos los tiempos, antaño comerciando principalmente con San Diego, California, en vez que con el resto del país debido a la lejanía, y a lo olvidada que siempre se encontró la sociedad de aquí, por parte del resto de la república, y al eterno abandono en que siempre la tuvo el centro, principalmente hasta antes de 1973.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
MIERCOLES 24 DE AGOSTO DE 2011.

El presente es un trabajo de orden intelectual, que se encuentra protegido por el autor bajo patente 1660383; se permite su reproducción parcial o total, siempre y cuando se brinden los créditos correspondientes, y no sea con fines de lucro, ni se altere el contenido en ninguna de sus partes.

NOTAS RELEVANTES:
La genealogía de la familia Peralta en El Rosario, es como a continuación se presenta:

Inocencio Peralta Aguiar, y Francisca Véliz Osuna, los fundadores de ese linaje en El Rosario, fueron padres de:

Balbina la mayor (1856-1908) nació en Comondú, Baja California, Sur, en 1856, fue esposa del rosareño Policarpo Espinoza Marrón: fueron mis tatarabuelos paternos.
José Luciano: Se quedó a vivir en la zona de San Ignacio, Baja California, Sur, donde tuvo familia, y de quien descienden los Peralta de esa zona.
José Demetrio: Se quedó a vivir en la zona de Santa Rosalía, y Santa Águeda, Baja California, Sur, y es de quien descienden algunos de los Peralta de esos sitios.
Bruno: Fue casado con la rosareña Francisca Ortiz Pellejeros; fundaron el rancho “Santa Úrsula”, en las cercanías de El Rosario.
Bruno: Fue casado con la rosareña Francisca Ortiz Pellejeros; fundaron el rancho “Santa Úrsula”, en las cercanías de El Rosario.
Gilberto (el menor de la familia) fue casado con Otilia Solorio, rehabilitaron el viejo paraje de Santa Catarina, y lo convirtieron en lo que hoy se conoce como: “Rancho Santa Catarina”, en las cercanías de El Guayaquil, y El Mármol.
Victoriana fue casada con Tomás Vidaurrázaga Murillo.
Cenobio, fue casado con Matea Murillo Smith.
Jaime, se radicó en la zona de Arroyo Seco, en Colonet, fue el fundador de los Peralta de esa región.

Balbina Peralta Veliz la mayor, fue casada con Policarpo Espinoza Marrón, procrearon a: Juventino, Santiago, Cecilio, María Josefa, María Guadalupe, Adalberto “Caracol”, Policarpo “Polo hijo”, José del Carmen “Tambo”, Carlos “Don Chale”, Alejandro “Mechudo”, y Julio.

Juventino se fue a vivir a San Vicente Ferrer, en 1905, donde se casó con Josefa Aráuz Aguiar.

Santiago (1878-1962) fue casado con Josefa Peralta Ramirez, sus hijos fueron: María Fe, Emilia “Balbina”, Sofía, Heraclio, Alejandro (mi abuelo), Manuel “Tehua”, Santiago, Heriberto, José de Jesús, Amanda, María Magdalena, Josefina, y Antonio Leobardo “Quirino”.

Santiago fue casado en segundas nupcias con Bertha Romero Loya, fueron los padres de:
Herminio, Gloria, Francisca, Alicia, Blanca, Violanda de Montserrat, y Elsa.

Cecilio (1880-¿?) fue casado con Cecilia Romo, fueron los padres de: Alfonso “Rey”, Alberto, Norberto “Yoti”, y María Isabel, quien fue la esposa de Amadeo “Quitito” Peralta Murillo.

Cecilio casado en segundas nupcias con Eloísa Peralta Murillo fueron los padres de: Carlos, Zacarías, Francisca “Jirto”, María (madre fundadora de los Arauz de El Rosario), Anita (madre fundadora de los Viera de El Rosario).

José del Carmen (1891-1985) “Tambo” fue casado con Juana Romo, (hermana de Cecilia) quien falleció junto a su hijo al nacer, en su primer parto en el rancho San Juan de Dios.

José del Carmen “Tambo” fue casado en segundas nupcias con Josefa Vidaurrázaga Peralta, fueron los padres de: Eduardo “Lalo”, Julio “El Tambo”, Palmira “Ema”, y Manuel “Niní” quien falleció apenas el pasado 13 de agosto de 2011.

Adalberto “Caracol” (1890-1980) fue casado con María Isabel Vidaurrázaga Peralta, fueron los padres de: Esperanza “Toto”, Alejandrina “Jarino”, Dolores, Angelina (madre fundadora de los Fuerte de El Rosario); Francisco “Raile”, Rosario “Chayulín”, Rafael, y el mayor de todos: Adalberto quien falleció niño en el rancho de San Juan de Dios.

Policarpo (hijo) (1887-1948?) fue casado con Amparo Arce, sus hijos fueron: Fidel “Güero”, Trinidad “Yita”, Ruperto “Rupe” Teresa, Carmen, Francisco, Heraclio “Pleis”, David “Bill”, Lucía, y Jesús “Tío Chuy”.

Carlos “Don Chale”, (1899-1974) fue casado en primeras nupcias con Pilar Adarga Acevedo sus hijos fueron: María Dolores, Cecilio, Demetria “Chuma”, Romualdo, Cipriano, y Ramón.

Carlos “Don Chale” fue casado en segundas nupcias con Dionisia Bañaga de origen Kiliwa del aguaje de León; tuvieron a un hijo llamado Alejandro Espinoza Bañaga, fallecido en El Rosario a los 30 años de edad en 1988.

Alejandro “Mechudo” (1895?-1945) fue casado en primeras nupcias con Ángela Loya Espinoza, sus hijos fueron: Gustavo, Emilio, Arnulfo “Chuti”, Maura, y María Guadalupe.

Alejandro “Mechudo” fue casado en segundas nupcias con Francisca Aguilar Acevedo, sus hijos fueron: Berta, Angelita, Balbina, Cruz (mujer), Policarpo, Ricardo, “Tardo”, y Ángel Zacarías.

María Guadalupe (1896-¿?) fue casada con Gabriel García López “Chimicuíl”, originario de La Grulla, Baja California; lugar ubicado en las cercanías de Ensenada; no tuvieron descendientes.

María Josefa (1897?-¿?) fue casada con José Loya Murillo, ver sus descendientes, en el artículo: “José Loya Murillo y María Josefa Espinoza Peralta”.

Siguiendo con los primeros Peralta de El Rosario:

Bruno Peralta Véliz: Fue casado con la rosareña Francisca Ortiz Pellejeros; fundaron el rancho “Santa Úrsula”, en las cercanías de El Rosario; sus hijos fueron: Rosa quien a su vez fue casada con Francisco Loya Espinoza; y Ángela quien fue casada con José del Carmen Loya Espinoza, quien fue conocido como “Nico Loya”, único Loya Espinoza nacido en el rancho El Rosarito en 1889, y fallecido en Ensenada hacia 1986.

Gilberto Peralta Véliz fue casado con Otilia Solorio, como ya ha quedado dicho rehabilitaron el viejo paraje de Santa Catarina, y lo convirtieron en lo que hoy se conoce como: “Rancho Santa Catarina”, en las cercanías de El Guayaquil, y El Mármol; sus hijos fueron: Elías, “Beto Peralta”, “Güero Peralta”, Etelvina (esposa de Marcelino Cajeme García).

Victoriana Peralta Véliz fue casada con Tomás Vidaurrázaga Murillo, fueron los padres de: Alberto, María Isabel, Ricardo “Pilayo”, María Josefa, Fidencio, y Francisca “Pachita de Lapo”.

Cenobio Peralta Véliz, fue casado con la también Comundeña Matea Murillo Smith, fueron los padres de: Rosendo, María, Eloísa, Bartola, Victoria, Jacinta, Elvira, y Amadeo “Quitito”.

El árbol genealógico de la familia Peralta en El Rosario continúa de manera muy amplia; por ejemplo tenemos que de los hijos de Epigmenio Peralta Véliz y Petra Acevedo Marrón, viven en El Rosario los descendientes de: Inocencio casado con Sara Orduño Ortega; Lázaro (1908-1992) casado con María Gertrudis “Tulita” Duarte Valladolid; Francisco casado con Teresa Espinoza Arce; y muchísimos más.

De los descendientes de Balbina Peralta Véliz, tenemos entre los que ya describí, a mi bisabuelo Santiago, padre de mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, padre de Julio Espinoza García: mi padre, luego quien esto escribe, después mis hijos Alejandro, Laura Delia, y Magda Alejandra; y aún después de ellos mi nieto Isaac Alexander Espinoza Montiel.

Tomás Vidaurrázaga Murillo casado con Victoriana Peralta Véliz, fue hijo del ultramarino (extranjero) Tomás Vidaurrázaga y de la bajacaliforniana María Josefa Murillo; quienes se casaron en Loreto, Baja California, Sur, el 7 de enero de 1841; siendo este matrimonio los que fundaron ese linaje en Baja California.

A petición de Demetrio Zamora Ramos, bisnieto de Alejandro “Mechudo” Espinoza Peralta, ampliaré más de nuestra tatarabuela Balbina:

Balbina Peralta Véliz tatarabuela de Demetrio y mía, falleció en el rancho San Juan de Dios el 14 de octubre de 1908 a la edad de 52 años; según se puede leer en el acta que se levantó por motivo de su deceso el 16 de octubre de 1908, la cual se redactó de la siguiente manera:

“En El Rosario, Cabecera de la sección del mismo nombre del Distrito Norte de la Baja California, a las tres de la tarde del día 16 de octubre de 1908m ante mí Teófilo P. Echeverría, Juez de Paz de ésta sección en funciones de Juez del Estado Civil, por ministerio de la Ley compareció el ciudadano Cecilio Espinoza (Peralta) natural y vecino de ésta sección de 28 años de edad, casado, criador, y manifestó que a las cuatro y media de la tarde del día 14 de del corriente mes, falleció de gastritis en el rancho de San Juan de Dios, de ésta sección su señora madre BALBINA PERALTA (Véliz). El referido ciudadano Cecilio Espinoza expuso que la finada era natural de Comondú, de éste territorio de 52 años de edad, casada con el señor Policarpo Espinoza (Marrón) e hija de Inocencio Peralta (Aguiar), y Francisca Véliz (Osuna) de Peralta, presentando por testigos del fallecimiento que se trata a los ciudadanos Francisco A. Meza (Arce), y Arturo Sotelo, naturales de éste territorio, mayores de edad, solteros, comerciantes y vecinos de éste lugar, manifestando que no eran parientes de la finada, cuya inhumación se verificó en el panteón del rancho San Juan de Dios, Leía la presente acta al compareciente y testigos manifestaron su conformidad, ratificándola en todas sus partes y firmaron”.

Publicada en mi libro: LOS ROSAREÑOS”, Memorias del Nacimiento y Vida de un Pueblo Bajacaliforniano”: 1992.






Palmira “Ema” Espinoza Vidaurrázaga, Bertoldo Peralta Acevedo,
Angelina Espinoza Vidaurrázaga, Enrique delgadillo Dávalos:
El Rosario, BC, 1949.



Julio Espinoza García, Francisco Peralta Duarte, Héctor Espinoza Arroyo.
El Rosario, BC, 1999
Foto Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.







Eduardo “Lalo” Espinoza Vidaurrázaga, Lázaro Peralta Acevedo,
Maria Isabel Espinoza Romo, Santiaguito Espinoza Peralta,
y Trinidad “Yita” Espinoza Arce.
El Rosario, BC. 1935.

Los Peralta que aparecen en éstas fotos son nietos y bisnietos de los primeros que llegaron a El Rosario, en 1873.





“Los Rosareños”



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"Ing. Alejandro Espinoza Arroyo, quisiera felicitarlo por su destacado trabajo, y por permitirme conocer mís orígenes, y también entender el poder entender por qué mi padre me puso el nombre de "Inocencio", soy hijo de Inocencio Peralta Solorio del rancho Santa Catarina, Baja California, y radico en Guerrero Negro, Baja California, Sur.
Quisiera comentarle que en la lista de los hijos de mi abuelo Gilberto Peralta Véliz, le faltaron algunos nombres de sus hijos, además de los que menciona, y se los envío por si gusta agregarlos; faltaron:
LUZ, ADAN, EVA, AURORA, ANGELITA, INOCENCIO (Mi padre), Y RAFAEL. Los que menciona usted en al artículo son: "Guero Peralta", "Beto Peralta", Etelvina, y Elías.
Muchas gracias por la distinción que nos hace en relatar nuestros orígenes"
Atentamente;
Inocencio Adriel Peralta Arce."

jueves, 11 de agosto de 2011

ORIGENES DE LA FAMILIA GROSSO EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

Este artículo lo escribo a petición de IRMA GROSSO ARAMBULA:
Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
10 de Agosto de 2011.

Eduardo Eugenio Boittard Grosso, fue un italiano que en su juventud llegó de su natal Italia, a Buenos Aires, Argentina, en el cono sur.

Nacido en San Bartolomé, Génova, Italia, el año de 1859; fue hijo de Juan Arturo Grosso y de Teresa Boittard, quienes nacieron, vivieron, y murieron en Italia.

Eduardo Eugenio, llegó como miles de italianos a Buenos Aires, Argentina, que era el país y la ciudad que parecía que tenía imán para “jalar” a los italianos; contando aquel país con fuerte ascendencia de Italia, y por lo tanto gruesos troncos y ramificaciones familiares de ese origen.

Después de algún corto tiempo en que se avecindó en Argentina, Eduardo Eugenio tuvo la oportunidad de viajar a México, y estando en este país, a Baja California; haciéndolo a la compañía minera de “El Boleo”, asentada en Santa Rosalía, Baja California, Sur, de donde se extrajeron grandes cantidades de cobre, cuya mina era de capital, y técnicos de origen francés; mientras que el cobre, y los labriegos eran mexicanos; y las ganancias quedaban en Francia:
¡Qué raro!

Fue en Santa Rosalía, lugar donde Eduardo Eugenio conoció a la bella Tecla Peña Duarte, hija única de Don Natividad Peña, y de la descendiente de sonorenses Úrsula Duarte; con Tecla se casó en ese mismo pueblo entonces minero, en 1885.

No pasaron muchos años en que el matrimonio Grosso Peña decide viajar al norte de la península, para entonces viajaron a lomo de bestias, cuando ya habían nacido en el mineral Arturo, Ángel, y Juan Eduardo, los tres hijos mayores, quienes viajaron al norte siendo pequeños niños de mano.

El primer sitio al que llegaron, fue un paraje en lo más agreste del desierto central, muy cerca del pueblo minero “El Mármol, Baja California”, cuyo primer ranchito llamaron “Buenos Aires”, en recuerdo del primer lugar al que Grosso había arribado en América. En ese rancho la familia duró muchos años, poco después Grosso compró el rancho “El Águila”, que después vendió a Don Reyes Quiñonez Castellanos; fundando también otro rancho llamado “Santa Teresa”, en recuerdo de su madre que había quedado en Italia.

El ranchero en Buenos Aires, era Don Anastasio Valtierra Villegas, quien sería el suegro de Don Salomé Acevedo Marrón.

La mala suerte, el destino, o un simple accidente acabaron con ese rancho, ya que se prendió una estufa de leña, se quemó la casa con todos sus menesteres; así que Buenos Aires fue abandonado. La estufa de leña había llegado en un barco a vapor llamado “Grainer” con el que acarreaban el ónix de El Mármol, desde el puerto de Santa Catarina, hasta San Francisco, California, Estados Unidos; y de allá para acá, traía toda clase de bienes gringos para todo mundo, que a muy altos precios les vendían; mientras que el ónix mexicano aquí tenía un precio pagado a México, de bajo a malo, y del otro lado de la frontera, altísimo valor comercial, o sea que no por nada los inversionistas formaron el pueblo de El Mármol, con trabajadores y peones mexicanos, y con técnicos y administrativos gringos. Qué vivos son, no cabe duda, los de primer mundo; como los franceses y estadounidenses.

No había pasado mucho tiempo del suceso del rancho, cuando llegó desde el sur peninsular Alberto Romero, quien se entendió con la rosareña Leonor Loya Espinoza, quien ayudaba en las tareas del rancho a Tecla Peña Duarte. Ya entendidos Romero y Loya, solicitaron la presencia en el rancho del padre Francisco Cota, quien llegó a bordo de una “Calesa”, carreta tirada por un solo caballo; los casó, y se fue del lugar; así en 1906, nace en la región la familia Romero Loya. De igual manera sucedió con los novios de aquellos lejanos ayeres Ruperto Aguilar quién también llegó del sur peninsular, conoció en casa de los Grosso a la rosareña María de Jesús Acevedo Marrón, y se casaron de la propia manera en que lo hicieron Romero y Loya; naciendo en ésta región, en 1907 la familia Aguilar Acevedo.

La aventura que siempre acompañó a Grosso fue la causante que un buen día se acercara hasta la casa de Don José Montes y su esposa Ildefonsa Espinoza Salgado, quienes vivían entonces en la misión de San Fernando Velicatá, para ver si Montes aceptaba venderle el rancho “Buena Vista”, que se ubicaba en pleno pueblo de El Rosario, no muy lejos del segundo sitio de la misión en el “Pueblo Viejo”, El Rosario de Abajo, o “El Otro lado”, como se le ha conocido desde siempre. El rancho hasta la fecha existe, la última de la familia Grosso que vivió allí, fue Teresita del niño Jesús Grosso Peña.

No duró mucho la familia Grosso Peña en el rancho que sí les vendió José Montes, el “Buena Vista”, pues en 1913 Eduardo Eugenio Grosso Boittard llevando de guía por las montañas y el desierto a los hermanos Francisco y José Guadalupe Loya Espinoza, cruzaron la península con rumbo al recién nacido pueblito de Mexicali, cruzaron la frontera para California, en pleno desierto, luego cabalgaron hacia el oeste subiendo la sierra “Jacumba”, que es la contraparte estadounidense de la Rumorosa mexicana, en la alta montaña reconocieron un sitio llamado “Coyote Wells”, a donde Grosso trajo a su familia un año después, y donde vivieron hasta 1923.
El viaje de El Rosario a “Coyote Wells” en 1914, lo hizo la familia en dos carretas tiradas por caballos, una iba al mando del rosareño Modesto Valladolid Ortiz, hombre entonces de 31 años de edad; la otra carreta era conducida por el también rosareño José María Collins Meza; en esta viajaba doña Úrsula Duarte, y su hija Tecla con los niños Amalia, Emilio, y la menor Anna.
En la otra carreta, la de Modesto Valladolid Ortiz, viajaban los hijos grandes, jóvenes de hasta veintitrés años de edad que eran Arturo, y otros poco menores Ángel, Juan Eduardo, Eugenio, Adelaida, y Teresita del Niño Jesús.

Las carretas donde viajaba la familia contaban con toldo de lona; mientras que a caballo cabalgaba el aventurero padre de familia Eugenio Eduardo. El tal viaje duró veinte días desde El Rosario, hasta Coyote Wells, lugares distantes entre sí, unos cuatrocientos kilómetros, que ahora muy fácil es decirlo, pero recorrerlo a lomo de bestias y a su velocidad, no es para nada cosa fácil de lograr.

Para el viaje se habían avituallado de agua, víveres, ropas, herraduras, algo de zacate seco para las bestias, y toda clase de bastimentos para una travesía de tal magnitud.

¿Cuándo puede un aventurero estarse quieto? De Coyote Wells, la familia se fue a vivir en 1923 a un sitio no muy lejano propiedad de italianos, y llamado “Encanto”, en donde todos se dedicaron a criar conejos, trabajo por el que recibían un sueldo, el del padre, y trabajaban todos. En ese sitio y con tan raquítico sueldo pagado a Grosso por sus coterráneos italianos, la familia estuvo de “capa caída”, es decir en la más terrible pobreza.

En 1927 se retiran de tal lugar con rumbo a El Rosario lugar de donde no volvieron a salir, de hecho allí fallecieron casi todos: Tecla Peña Duarte murió de tuberculosis en El Rosario, el 28 de septiembre de 1941, había nacido en El Triunfo, Baja California, Sur en 1870, mientras que su madre también fallecida en El Rosario hacia 1935, había nacido en El Triunfo, Baja California, Sur en 1856; y su madre Úrsula Duarte, había nacido en Santiago, Baja California, Sur; y su abuela de origen India Pima de nombre Pilar Duarte había nacido en Sonora en 1810, y se había avecindado en Miraflores, Baja California, Sur.

Don Eduardo Eugenio Grosso Boittard padre fundador de esa estirpe en Baja California, descansa en tierra bajacaliforniana, jamás, ni por equivocación volvió a Italia, allá quedaron sus hermanos, Maria Eugenia –su cuata-, María Ninni, y Víctor; sus padres, y el resto de toda la familia grande.
Y así es como se van tejiendo los hilos de las familias, así es como hemos llegado a esta tierra, la que ahora custodiamos, y que en un abrir y cerrar de ojos, habremos de entregar a los que nos sucederán; porque el inexorable paso del tiempo, se nos viene encima con rapidez inaudita, y sin piedad alguna.



AUTOR DEL ARTÍCULO:
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO
JUEVES 10 DE AGOSTO DE 2011.

El presente es un trabajo de orden intelectual protegido por al autor bajo patente 1660383; se puede citar total o parcialmente sin fines de lucro, otorgando el crédito correspondiente.

NOTAS RELEVANTES:
Desconozco la fecha del fallecimiento de Eduardo Eugenio Grosso Boittard, que aunque es muy probable que haya sido en El Rosario, por lo pronto no estoy en posición de afirmarlo.
De los hijos del matrimonio Grosso Peña, tenemos que formaron a las siguientes familias.

Arturo, el mayor, nacido hacia 1890 en Santa Rosalía, Baja California, Sur, se casó en primeras nupcias con la rosareña Juana Duarte Ortiz, con quien procreó a: Eduardo “Watare”, y María, quien fue la madre de los Cousiño de San Vicente Ferrer, Baja California. Arturo Grosso Peña “El Cura del desierto” vivió muchas décadas en la “Laguna Seca de Chapala, Baja California”.

Al enviudar de Juana, Arturo de casó con la rosareña Adela Peralta Acevedo, con quien procreó a: Amalia, Rosa, Lidia, Natividad, y Eugenio.

Ángel se casó en 1913 con la profesora Flora Castro, adscrita a la escuela elemental mixta número VI, en El Rosario; sus hijos fueron: Esther, Maria de Los Ángeles, Maria de Carmen, y Cesar Federico; Todos ellos viven con sus descendientes en Mexicali, Baja California.
Teresita del Niño Jesús, fue madre de su único hijo Luís Meléndez Grosso, fallecido hará un par de décadas.

Amalia, nunca se casó.

Anna se casó con Heraclio Espinoza Peralta; sus hijos fueron: Socorro, Mario, Maria del Rosario, Eugenio, Elvia, Heraclio Manuel, Santiago, Sergio, Marco Antonio; Lucio y Amalia que murieron niños.

Juan Eduardo se casó con María Fe Espinoza Peralta, siendo los padres de César Grosso Espinoza, quien a su vez fue padre de IRMA GROSSO ARAMBULA, quien solicitó que le escribiera sobre los orígenes de su familia Grosso.

Maria Fe Espinoza Peralta, fue la hija mayor de mis bisabuelos Santiago Espinoza Peralta, y Josefa Peralta Ramirez. Mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, fue el quinto hijo de mis bisabuelos.

César Grosso Espinoza falleció en 1986, en México capital.

Anna Grosso Peña, la menor de la familia continúa viviendo desde 1927, a sus 103 años de edad, en El Rosario, lugar donde nació el 16 de octubre de 1908. Solo los descendientes Grosso de Anna, viven actualmente en El Rosario.






En la foto aparece en El Rosario, hacia 1910 el italiano
Eduardo Eugenio Grosso Boittard.
De momento no cuento con la foto de Tecla Peña Duarte.
Foto que su hija Anna Grosso Peña, donó al museo comunitario “El Rosario”.












Aparece en El Rosario, Francisco Loya Espinoza,
hermano de José Guadalupe, quienes en 1913 sirvieron
de guía desde El Rosario a Mexicali
a Eduardo Eugenio Grosso Boittard.
Al fondo se ve a su sobrina María Loya Peralta,
quien fue hija de José del Carmen Loya Espinoza “Nico Loya”
Foto que me facilitó en 1988: María Loya Peralta: Hija de “Nico Loya” y Ángela Peralta Ortiz.

José Guadalupe Loya Espinoza en los arreos de ganado desde El Rosario, hasta Mexicali, localizó un sitio con aguas termales en la vertiente Este de la sierra de la Rumorosa, en tal lugar su hijo José Loya Murillo junto con su familia fundaron el balneario actualmente conocido como” “Rincón de Guadalupe” al que se llega por una brecha de buen camino desde la carretera, bajándose en la Laguna Salada, ubicada al pie de La Rumorosa, en los límites de los municipios de Mexicali, y Tecate, Baja California.




El nombre de “Rincón de Guadalupe” es en honor al rosareño José Guadalupe Loya Espinoza, quien en un viaje del durísimo arreo de ganado de El Rosario a Mexicali; llegando de regreso a El Rosario fue arteramente asesinado a corta edad, por “Los Indeseables” para asaltarlo, dejando en la orfandad a sus hijos.




Francisco Loya Espinoza, quien aparece en la foto de arriba, tomada en El Rosario en los tiempos de la artera muerte de su hermano José Guadalupe, quien lucía muy parecido a como se ve aquí Francisco.



Francisco fue casado con Rosa Peralta Ortiz, quien en su soltería vivía en el rancho Santa Úrsula, con sus padres Don Bruno Peralta Veliz y Francisca Ortiz Pellejeros.




Mas sobre los orígenes de la familia LOYA, se puede leer en: “José Loya Murillo y Maria Josefa Espinoza Peralta”, de ésta misma bitácora.

Maria Fe Espinoza Peralta, abuela paterna de Irma Grosso Arámbula, fue sobrina de Maria Josefa Espinoza Peralta, quien fue la esposa de José Loya Murillo.


miércoles, 3 de agosto de 2011

ORIGENES DE LA FAMILIA ORTIZ EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA:

Por su ascendencia con los nativos Cochimies, se considera la de mayor antigüedad en el pueblo.
Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
02 de Agosto de 2011.

El soldado misional José Rito Ortiz, de origen español, y María del Carmen Espinoza Castro, -hermana del patriarca Rosareño Carlos Espinoza Castro-, fueron los fundadores del linaje ORTIZ, en El Rosario. Fue en 1809, cuando nació la primera Ortiz en este lugar, llamada Juana Ortiz Espinoza, después de ella nacieron varios hermanos y hermanas, entre los que se encontraba ROSARIO; cabe destacar que Juana murió joven, sin dejar descendencia, y que hacia 1835, nació otra hermana que en su memoria, le pusieron su nombre, ésta segunda Juana sí dejó familia.


Fue hasta cuando se casó Rosario Ortiz Espinoza con Josefa Aguilar Savin, hacia 1865, que en El Rosario se empezó a decir, que la familia Ortiz estaba en éstas tierras desde tiempos muy antiguos, cientos de años antes de la fundación de El Rosario como misión, en 1774. Pero no fue así, no fueron los Ortiz, sino que los que sí estaban desde hacía varios siglos eran los ancestros de Domingo Aguilar, y de Columba Savin, los padres de Josefa Aguilar Savin.


A cualquier persona de El Rosario, siempre y cuando conozca la historia de las familias antiguas, dirá: La familia más antigua es la Ortiz; se encuentran aquí desde los tiempos indianos.


Sin embargo, como ya ha quedado dicho, no son los Ortiz, sino los Aguilar y los Savin que se cruzaron por medio de Josefa con Rosario, hijo de padre Español, y nieto también de español por parte de madre.


Como quiera que sean las cosas, los actuales Ortiz, por parte de los Aguilar y los Savin, sí representan sangre milenaria en El Rosario. En la actualidad no existen en este lugar, ni Aguilar, ni Savin de los que hablamos, quienes recibieron sus apellidos castellanizados de sus padrinos, abandonando con esto su nombre ancestral; ya que según Doña Juana Ortiz Aguilar, y su sobrino Teófilo Ortiz García: Los “Aguilar” eran “Wagalá”, y los “Savin” eran “Amagamá”, ambos eran Cocomaque, es decir de la misma familia Cochimi, del tronco lingüístico yumano peninsular y dialecto Borgeño.


El primer Ortiz, Don José Rito, fue al igual que su cuñado Carlos Espinoza Castro soldado misional, o de cuera, de aquellas milicias que protegieron a los misioneros mientras fundaban misiones en la península bajacaliforniana; se retiraron de la milicia en 1827 de manera temporal, y entre 1833, y 1836 de manera definitiva debido principalmente a dos situaciones:


La primera que México era ya independiente de España; la segunda, que la misión como institución había sido extinguida por el gobierno del presidente de México Valentín Gómez Farías en 1833, además que ambos cuñados, José Rito y Carlos, eran entonces hombres de cerca de sesenta años de edad.


Los hijos Ortiz Espinoza, y otras familias primigenias de El Rosario, en su adultez se casaron, tuvieron a sus vástagos, y así poblaron “bastamente” toda la región, lo que hizo que gran parte de la rancherada para 1850, fueran familias la mayoría con origen en el sur peninsular, como las Espinoza, Ortiz, Acevedo, Marrón, Pellejeros, Machado, Arce, Montes, Murillo, Sevilla; y muy pocos representantes de otras familias, así como algunos hombres solos, algunos de bien, como Julián Jesse Ames, quien hacia 1808 se casó en El Rosario con Perfecta Escolástica Espinoza Castro; y muchísimos indeseables que merodeaban los ranchos y sus bienes, que cotidianamente hurtaban aquellos ladrones, asesinos y holgazanes.

Fue después de 1850, en que además del sur peninsular y de otras regiones, Sonora, y Sinaloa mayormente, fueron llegando paulatinamente más familias, sobre todo a fines de la década de 1860, con los descubrimientos de placeres de oro en Real del Castillo, hacia 1870.

Los placeres de oro, y otras actividades de importancia fueron el foco que atrajo en inmenso número a algunos hombres solos desde lejanos rumbos, principalmente de Estados Unidos de Norteamérica, la mayoría funestos y sombríos personajes que sembraron la desolación y la muerte entre los rancheros, algunos de estos rufianes emparentaron con mujeres descendientes de los pioneros dando origen a nuevas familias, que aún existen, desde luego, y que por respeto omitiré sus nombres.

Otro grupo de individuos solos, de buenas costumbres, laboriosos y ordenados hicieron su aparición en la formación de las estirpes bajacalifornianas, tales son los casos de Loya, Duarte, Valladolid, Arce, Villavicencio, Murillo, Collins, Sandez, Echeverría, Meza, y antes que éstos, hacía 1850 Montes. A principios del siglo veinte: Garcia, Meling, Romero, Salizzoni, Reseck, Arauz, Gerardo, y De la Tova.


Las familias que llegaron a El Rosario, hacia 1870, viajaron a pie desde sus lugares de origen, siempre sitios muy distantes y distintos. Tenemos como claros ejemplos a las familias Peralta, Camacho, Sotelo, Benson, y Grosso, quienes traían hijas consigo, siendo después las esposas de los hijos, de los nietos, de los bisnietos, y de los tataranietos de los pioneros.


Jamás llegó una mujer sola, y se casó con alguno de los rancheros, ellas siempre llegaron bajo la protección de sus familias; hombres solos sí, como los fundadores de familias que antes mencioné.


Regresando con los Ortiz, entre los hijos del primer matrimonio Ortiz en El Rosario, uno de ellos, Tomás Federico, fue el que dio continuidad a los trabajos de herrería que su tío Carlos Espinoza Castro, había traído al pueblo, y a la península actividad introducida por los misioneros. Tomás Federico Ortiz Espinoza, fue entonces el primer herrero de El Rosario, entendiéndolo como fuente principal de ingresos, aunque jamás, según sabemos, cobró una sola moneda por sus trabajos, porque aparte de que el dinero no existía en la península, o era sumamente escaso, la costumbre era intercambiar, bienes por bienes; así Santiago, sus pagos los recibía en trueque.


El primer talabartero fue José Pellejeros, por emparentar con su familia, trasmitió a Federico Ortiz Espinoza, su yerno, casado Josefa Pellejeros Sevilla; siendo uno de los primeros Ortiz con aquel oficio. El resto de los miembros de esta familia Ortiz fueron también nutrieros, vaqueros, agricultores, y vinateros, todos ellos aprendieron esos oficios de igual manera que la herrería de su tío Carlos, una de las personas más laboriosas, y útiles que ha dado mi tierra, desde que se tiene memoria.


El 21 de abril de 1859, nació en El Rosario, Anselmo Ortiz Aguilar, perteneciente a la tercera generación de su familia en El Rosario, fue hijo de Rosario y de Josefa. Anselmo fue quien viajó a sus 50 años de edad a remo desde la Isla de Guadalupe, Baja California, hasta la Playa de El Socorro, en 1909.


Fue la familia Ortiz la que después de 1833, se encargó de cuidar la misión, o lo que de ésta quedaba, no dejaban que nadie se acercara a la misión, apuntaban sus rifles cuando era necesario contra cualquier intruso que tratara de prospectar en busca de tesoros enterrados.


En la actualidad son los descendientes de Rosario y Columba, quienes habitan en El Rosario, los demás se encuentran dispersos por una gran extensión geográfica que abarca estados de México y de Estados Unidos de Norteamérica.


La familia Ortiz en El Rosario, compró una casa de madera de dos niveles que había sido construida por el noruego casado con Catalina Ortiz Aguilar, Salvador “Chip” Meling Olsen. Aquella casa fue por muchos años la única de dos niveles, y en madera, originalmente construida cerca de las casa de Don Salomé Acevedo Marrón, y de Don Anastasio Villavicencio Arce. Meling Olsen se las vendió a sus cuñados Ortiz Aguilar, quienes la desmontaron de su lugar original, y la levantaron de nuevo a lado Este del panteón misionero, frente a la entrada principal de la misión, camino de por medio; en el preciso lugar donde antes de la llegada de los españoles a El Rosario, por milenios vivieron en sus “WA” sus ancestros Wagalá, y Amagamá.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO
MARTES 02 DE AGOSTO DE 2011.

Este trabajo de investigación se encuentra protegido por el autor bajo patente 1660383; se puede citar en parte, o completo sin fines de lucro, otorgando el crédito al autor.

NOTAS RELEVANTES:
“WA”,
eran las “chozas”, parecidas a los quepí de los nativos del norte; los de aquí las construían con ramas y varas, y las reparaban a diario, eran “permanentes”; también los nuestros vivían en cuevas; mientras que los del norte hacían sus quepís con cueros crudos y varas secas, y como eran nómadas las desmontaban y se las llevaban a otros lugares.

Primera generación en El Rosario, Baja California:

José Rito Ortiz y María del Carmen Espinoza Castro, casados en 1807.
Sus hijos:
Juana (1809), Federico casado con Josefa Pellejeros Sevilla, Vicente murió soltero; Tomas Federico casado con María Luisa Pellejeros Sevilla; Rosario casado con Josefa Aguilar Savin; Juana (la segunda) casada con Nabor Arce de San Telmo, Baja California; y Santiago.



Extrema izquierda: Darío Rábago, de sobrero en la mano Teófilo Ortiz García, siguen Benjamín Reseck Núñez, Rosario Duarte Valladolid, Jesus Espinoza Arce, al fondo de frente Rhode Dicochea Gaxiola, Concepción Reseck Duarte, y Manuel “Tehua” Espinoza Peralta: En la inauguración del Museo Comunitario “El Rosario”, el 09 de octubre de 1994. Solo sobrevive Teófilo Ortiz García: Foto: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.




Izquierda: Catalina Ortiz Aguilar y su hija Cotín Meling Ortiz: El Rosario, año de 1914.
Derecha: Última foto de Juana Ortiz Aguilar, hacia 1970: Falleció a los 100 años de edad.
Ambas hermanas fueron hijas de Rosario Ortiz Espinoza, y Josefa Aguilar Savin.



Izquierda: Sentada aparece Úrsula Duarte de Peña, y Dorotea Ortiz Aguilar, en El Rosario, en 1934.

Derecha: Anselmo Ortiz Aguilar, en El Rosario en 1917, al fondo en la puerta aparece su hermana Juana, la misma de la foto de arriba a los 100 años de edad, de perfil se ve a Juanita Duarte Ortiz.




Familia Ortiz frente a su primera casa, cuando reciben al alemán Eduardo Reseck, quien llega de San Diego, California a bordo de ese carro de mulas: El Rosario, Baja California: 1915.





Familia Espinoza Peralta: Mis bisabuelos que fueron padrinos de casi todos los niños Ortiz, nacidos entre 1905, y hasta 1931.
De Izquierda a derecha: Heraclio, Santiago (padre), Santiaguito, Josefa (mamá), Manuel “Tehua” niño sentados de pelo largo.
Atrás: Sofía, Emilia “Balbina”, y Maria Fe.
En los brazos de mi bisabuela Josefa: José de Jesús “Joselío Espinoza”.
Sentado en el piso: Mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta.
Todos ya han fallecido.
Foto en El Rosario, Baja California: 1915.