"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

domingo, 16 de diciembre de 2012

EL DIVISADERO.


Histórico cerro ubicado en la márgen derecha del arroyo de El Rosario.


Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, Baja California
15 de Diciembre de 2012
Artículo número 106
Patente 1660383.
“Somos de Baja California, no de Baja”.
Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento, valoremos nuestro legado.

       Su formación es de arenisca altamente consolidada, pertenece a la formación geológica que predomina en la margen derecha del arroyo, en las estribaciones de la “mesa norte” en las cercanías de la bocana. Se ubica en la misma márgen del arroyo, en que se encuentra “El Cantil”, a unos quince kilómetros aguas abajo.
Pero desde el punto de vista histórico, 'El Divisadero', como tal, data desde los tiempos de la fundación del pueblo misión  El Rosario, en 1774, y es que se encuentra frente a la cañada de Santo Tomás, hoy conocida como 'Cañada de la Agua Blanca', que era de las principales “rancherías” donde vivían los nativos catequisados por los misioneros, siendo los 'nativos indigenas' de esa zona, vigilados desde “El Divisadero”. Aunque ese lugar era utilizado para 'espionaje misionero',  mayormente a partir de 1802, año en que se instaló el segundo sitio misional en el actual El Rosario de Abajo. Los otros sitios de las 'rancherías' fueron: Macopá, Santa Rosa, El Rosario, Socorro, Cava, Fiel, Domingo, y Agustín; todos se localizaban en las áreas donde se asienta el actual poblado, salvo Macopá que era lo que hoy se conoce como: 'La India Flaca', o 'Cañada del Aguajito'; a todos esos sitios, en los tiempos misioneros se les llamaba: 'Visitas' de la misión del Santísimo Rosario de Viñadaco.
     Y pasados los años, cuando la misión dejó de funcionar como tal, en 1832, aunque se encontraba abandonada desde 1828; llegó a vivir al pie de El Divisadero, el antiguo soldado misional o de cuera, Don Eduardo Acevedo y su esposa Germana Ceseña, quienes procrearon a su prole en tal lugar, que le fue cedido por los servicios prestados al sistema misionero.
Cabe desrtacar que 'El Divisadero', que es como hoy se le conoce, en los tiempos de la misión se le llamaba: 'El Divisadero de los indios', y después: 'El Divisadero de los Acevedo'.
     Durante la época de la misión,  en su segundo sitio, es decir, entre 1802 y 1828, enfrente de El Divisadero fueron plantados variados árboles frutales, entre los que se encontraban, higueras, membrillos, granadas, olivos, vid; y se criaron burros, mulas, cerdos, cabras,  ganado caballar y vacuno, de igual manera se cosecharon suertes de tierra principalmente con maíz, frijol, calabaza, y garbanzo, ya que esas tierras tienen el agua al pie. Los árboles frutales misioneros de ese rancho sobrevivieron hasta más o menos hará unos cuarenta años, pues por los 1970, se los llevó una correntada del arroyo.
     Fue la familia 'Acevedo',  la que primeramente  vivió en tal lugar, siendo en su casa, al pie del cerro, donde en 1827, les nació su primer hijo de nombre Loreto Acevedo Ceseña, fallecido a la edad de 39 años, siendo la causa  que lo tumbó un caballo en el arroyo,  en las inmediaciones de su casa, dejando  viuda a María Rita Espinoza Salgado, y en la orfandad a sus cinco pequeños y jóvenes hijos, Zenón, Hilario, María Vicenta Teresa, Martina, y Eulalia Acevedo Espinoza; habiendo ocurrido tal accidente en enero de 1866; entonces Eulalia era de 17 años de edad, e Hilario el menor de tres. Todos  los Acevedo vivieron en El Divisadero, donde nacieron por muchas generaciones, la mayoría de esa familia; y de la misma manera en que lo hicieron los misioneros, cultivaron la tierra, criaron animales, y cosecharon los frutos de su huerta.
    Don Eduardo Acevedo, con su familia vivió en ese lugar hasta que le llegó la muerte, ocurrida a principios de la década de los 1870, cuando contaba con edad alrededor de 100 años, vendiendo la familia el rancho a  Manuel Camacho Villegas y su esposa Isidra Redona Sáiz, oriundos de San Ignacio, Baja California Sur; por cierto que uno de sus hijos, Timoteo Camacho Redona, se casó con María Ignacia Ortega Espinoza, media hermana de los Acevedo Espinoza.
    Doña Isidra Redona Sáiz y su esposo Manuel Camacho Villegas, llegaron jóvenes a El Rosario, a principios de la década de los 1870, naciéndoles varios de sus hijos en el antiguo rancho de los Acevedo, que, como ha quedado relatado,  antes fue propiedad de la misión.  
     Los hijos  menores de los Camacho Redona,  también nacidos en El Divisadero, fueron los gemelos, Hilario y Ursulo, ambos eran 'trigueños', pero Hilario, que nació primero,  tenía los ojos más grandes, y era más trigueño que Ursulo, aunque el color de los ojos de ambos, era 'perfectamente igual', esto, según su registro de nacimiento de fecha 2 de noviembre de 1891, aunque habían nacido el 21 de octubre del mismo año. Ningún descendiente Camacho Redona existe en el pueblo en la actualidad, sólo algunos sepultados.
   Anécdota de Doña Isidra:
    Recordaban los viejos, que Doña Isidra gustaba realizar bailes en su casa de El Divisadero, y cuando todos se encontraban, más y mejor, bailando en la salita de la casa, como a las nueve de la noche, salía Doña Isidra de uno de los cuartos con  un tercio de cobijas, las lanzaba a los pies de los bailadores, diciéndoles:
!Ya váyense, váyense, que se váyen les digo, porque ya tienen sueño los Cuaaaates!
   El Divisadero,  que para los 1870, ya se encontraba en manos de los Camacho Redona, prosiguió con su centenaria tradición de cultivos, y crianzas de animales de corral, pero como todo pasa en la vida, los Camacho Redona le 'regresaron en venta', pero conservaron para ellos una parte de la propiedad, el resto la entregaron a Don Zenón Acevedo Espinoza, quien casado con María del Carmen Marrón Pellejeros, procrearon vasta prole, todos nacidos en 'El Divisadero', siendo nietos de María Rita Espinoza Salgado, y de Loreto Acevedo Ceseña, siendo los de los siguientes nombres, y fecha de nacimiento:
 Gregoria, nacida en ese lugar el 28 de noviembre de 1875; Anastasio, el 15 de Abril de 1877; Román, el 8 de Febrero de 1879; Andrés, el 4 de febrero de 1881; Salomé (varón), el 22 de Octubre de 1884; Eugenio 'Chito', el 15 de Noviembre de 1886; Petra, en 1882; y Bonifacio.   
   Cabe destacar que Gregoria, la hija mayor, casada con José María Collins Meza, falleció, en 1897, a los 22 años de edad, cuando calentaba agua en el llano, que a causa del viento se le prendió su largo vestido, pues trataba de bañarse, y bañar  a sus dos pequeñas hijas: Francisca y Carmelita. Gregoria falleció, en El Divisadero, bajo los cuidados de su madre.
   De todos los Acevedo de la cuarta generación, que son los que acabo de citar, vivieron su niñez y juventud, al lado de sus padres, y luego que se fueron casando, se 'desparramaron' a tal grado que a Andrés Acevedo Marrón, le quedó el rancho, quien casado con Paula Ruíz Peralta, procrearon a sus hijos, pertenecientes a la quinta generación, siendo: Pablo 'Perico', Jesús 'Chuco', Máximo, Agueda, Francisca, entre varios otros; el mayor de este matrimonio nació hacia 1917.
    Don Andrés Acevedo Marrón, quien fue bisnieto de Eduardo Acevedo, y de Carlos Espinoza Castro, heredó el rancho, y alternaba su economía con lo que producía en la huerta, y con su trabajo en el transporte de mármol en 'carro de mulas', desde El Mármol, al puerto de San Carlos; fue por cierto, en aquél pueblo minero donde conoció a la que fue su esposa, y madre de sus hijos: Paula Ruíz Peralta.
De éste matrimonio, nació en la quinta generación Jesús 'Chuco' Acevedo Ruíz, quien heredó el antiquísimo rancho, y junto con su esposa la rosareña  Esperanza 'Toto” Espinoza Vidaurrázaga, procreaon allí mismo a sus hijos, nacidos ya en la sexta generación, siguiendo con la tradición misionera del cultivo, y la huerta de los frutales.
Pedro Acevedo Espinoza, hijo del matrimonio anterior, se casó con  la rosareña Esperanza Loya Villavicencio, procreando sus hijos en el propio rancho, entre ellos a Lidia Yesenia, siendo ésta la última generación de los Acevedo, que vivió en el rancho, pues la correntada de los 1970, los dejó a la 'deriva', por lo que tanto,  el 'Viejo Chuco Acevedo',   y todos los que aún vivían en tal lugar, en 1984, tuvieron que cambiar su residencia al poblado de El Rosario, unos kilómetros aguas arriba.

OTRAS FAMILIAS QUE VIVIERON EN LA ZONA DEL DIVISADERO.
      El Sonorense Francisco García, mejor conocido en El Rosario como: 'Pancho Gamboa', llegó a la zona de El Divisadero en 1960, aunque en 1955, había llegado al pueblito de San Simón, al norte de El Rosario, procedente de la colonia Anáhuac de Mexicali, Baja California, y es que ya para  aquél tiempo, vivían en El Divisadero, gentes llegadas de distíntas partes del país, todo a raíz de las políticas del reparto agrario, implementadas en todo México por Lázaro Cárdenas, aunque 'Pancho Gamboa' no llegó por esos motivos, sino por andar en su juventud en 'busqueda de aventuras', según sus propias palabras, por eso dejó su tierra natal: Magdalena de Kino, Sonora, lugar donde nació el 2 de octubre de 1942, hijo de Genoveva García Sánchez, oriunda de Cananea.
      Recuerda 'Pancho Gamboa', que él vivía 'arrimado' en casa del jalisciense Don Anatolio Gamboa Galicia, entonces de 70 años de edad, y su esposa la duranguense  María Castillo, a quienes conoció en San Simón, y es que en aquél lugar conoció a Gamboa en el Restaurante del 'camino real bajacaliforniano', que después rentaron a José Pinto, y pasaron a vivir a El Rosario, donde los rosareños prefirieron, por facilidad llamarlo 'Pancho Gamboa'.
     Vivía en la zona del Divisadero, en 1960, el duranguense Don Valentín Gómez, recién llegado al pueblo,  de 70 año de edad, y como vivía completamente solo, sus hijos vinieron por él, había sido recibido por la familia Collins. Don Margarito Gómez, tam,bién vivió en la zona del Divisadero, pero en los 1970.
Don Miguel Tirado Aranguré, también vivía solo en El Rosario, y fue muy apreciado por muchos rosareños, pues fue dueño en Ensenada de la cantina 'La política Alegre', y del restaurante 'La Copa de Leche', lugar donde acudían a emborracharse, y a comer, muchas de las veces sólo con un: 'anótenmelo en la cuenta'.
 'Montelongo', fue otra de las personas que en aquélla década de 1960, vivió en El Divisadero, junto con él su pareja, y la hija de ésta, a quien un 'andarín' que Montelongo recibió como protegido, y como 'trabajador', pero le mordió la mano, y abusó, o trató de abusar de la hija de su mujer, aprovechando la soledad del lugar, y que el patrón se encontraba fuera. Y luego de su fechoría, le disparó un tiro, y otro a la madre, y se fue con rumbo a El Divisadero, donde se quedó dormido, sin contar que por la obscuridad, sus inciertos disparos, aunque con mala fé, no fueron de muerte para sus víctimas. La madre, se fue tras su rastro, lo encontró dormido con la pistola a un lado, la tomó, y aquél 'chacal', no vió la luz del día nunca más. La caridad pública lo sepultó en el panetón misionero, en una tumba sin nombre, pues nadie supo cómo se llamó; éstos hechos sucedieron a principios de la década 1960.
En 1961, con la llegada del Ejido 'Nuevo Uruápan' a El Rosario, enviado por los  'sabios' políticos de aquélla época radicados en Mexicali, y en México capital, arribaron a la zona de El Divisadero, siendo Juan y Julián Torres, conocidos popularmente como 'Los Palillos', dada su delgadez física. Después llegaron su mamá, y Ricardo, hermano de los primeros.
 En la parte protegida del acantilado cercano a El Divisadero, vivió Don Jesús González Ayala, y su familia; Pedro Fonseca; y la familia  Peña Tortoledo, todos llegados a raíz del Ejido Nuevo Uruápan.
Poco antes que ellos, habían llegado, pero no en el Ejido, los michoacanos Encarnación ' Don Chon' Servín, su esposa Camila Jiménez González, y sus hijos.
Es curioso, como un simple cerro, que al verlo hoy, solo y olvidado, que si pudiera hablar, nos contaría infinidad de narraciones, muchísimas más, de las que brevemente he narrado.
    Por último, fue al pie de El Divisadero, donde Fernando 'Suriano' Acevedo Espinoza, nacido en 1956, aprendió a tocar la guitarra y el acordeón, y el sitio donde nació el único 'Dueto norteño' llamado: 'Los Coyotes de la Bocana”, hoy extínto, a raíz del fallecimiento de Suriano.
El Divisadero, como zona habitacional, existió desde al menos 1820 hasta 1984.


AUTOR DEL ARTICULO.
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
15 DE DICIEMBRE DE 2012.

El presente trabajo es propiedad de su autor, quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383, permitiendo su uso, siempre y cuando no sea con fines plíticos, comerciales, ni de lucro, y que en todo momento se otorguen los créditos correspondientes.



Andrés Acevedo Marrón, (Hijo de Zenón Acevedo Espinoza), conduciendo un 'carro de mulas', cargado de mármol, dese la mina de El Mármol, al puerto de San Carlos, ubicado a 60 kilómetros de El Rosario, Baja California.
Año 1900 aproximadamente. Archivo familia Acevedo, facilitada por su hija, la Sra. Francisca Acevedo Ruíz, y publicada por su nieto Andrés Acevedo García.



Don Zenón Acevedo Espinoza, (Hijo de Loreto Acevedo Ceseña), perteneciente a la tercera generación 'Acevedo' en El Rosario, posa con dos de sus descendientes: Foto archivo familia Acevedo, facilitada por Andrés Acevedo García. La foto es de aproximadamente 1920


Fernado 'Suriano' Acevedo Espinoza, (Sexta generación) y su padre Jesús 'Chuco' Acevedo Ruíz (Hijo de Andrés Acevedo Marrón).
                  Foto: Archivo de la familia Acevedo Espinoza, tomada hacía 1990



Publicado en el Periódico Regional El Vigía
http://www.elvigia.net/noticia/el-divisadero 

lunes, 26 de noviembre de 2012

UN DIA DEL AÑO 1898, EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.


Viaje a El Rosario, al año de 1898, a traves de una fotografía, y de la narrativa histórica.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, Baja California
26 de Noviembre de 2012
Artículo Número 105.
Patente 1660383.

Nuestras tradiciones son conocimiento y cultura, valoremos nuestro legado.
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, COMO A LAS 9 DE LA MAÑANA DE UN DIA DE 1898.

Son como las nueve de la mañana,  es un día del año de 1898,  vamos caminando cuesta arriba, el fotógrafo, un parroquiano y yo, sólo que ellos lo hacen a pie, y yo viajo en mi mente, al igual que lo hará el lector.
       El fotográfo y sus anfitriones en el pueblo, como es costumbre, habían estado tomado café desde las 5 de la mañana, se levantaron del desayuno, y luego un parroquiano del pueblo acompañó al fotógrafo con rumbo a la colina, desde la cual se lograba tener un buen ángulo para tomar una foto con la vetusta cámara, que a cuestas y sobre el hombro llevaba aquél hombre, que capturaría un instante en el tiempo, y lo dejaría plasmado para la posteridad.
   Cuando hubieron llegado al sitio adecuado, claramente se apreciaba el caserío de los rosareños, que después de enfocado  dejó, quizás sín saberlo en aquél lejano momento, una imágen para futuro deleite de quienes la observen, y que también  manifieste cómo era el pueblo entonces, y que para el año 2012, 114 años después, en nada se parecerán los caseríos.
   Y si dejamos volar nuestra mente, podremos adivinar, casi como si lo estuvieramos viendo, que en la tienda de Don Francisco “Don Pancho Meza” Arce, que se localiza enseguida de su casa, con uno de los pocos árboles del pueblo, se encuentra un carro de mulas, y que por ser el área comercial en 1898, un ranchero ha llegado ya a surtirse de víveres para sus pequeños retoños, que para el lejano futuro año de 2012, ya hasta los que no habían nacido, habrán muerto de viejos. En el patio, casa, y tienda de 'Don Pancho Meza”, en 1974, será el corral de jaripeos del pueblo, y para el año de 2012, sólo se encontrarán un viejos pinos, y la casa de Irma Peralta Orduño.
      En seguida, más allá de la tienda de Meza, se aprecia otro carruaje con un cliente de la tienda del chino Chinchan, quien por tanto fiar a muchos malos para pagar, se tuvo que conformar, para subsistir, con el trabajo de lavar y planchar ropa ajena, siendo apoyado por varios jóvenes chinos varones que ilegalmente se encontraban en México, que no hablaban ni pizca del español, y que vivían a salto de mata, por las persecusiones que sobre ellos pesaban por parte de algunos 'fieles servidores públicos', muy celo$os de su deber, que  llegaban de Ensenada, y de San Quintín, en persecusión de ilegales, y que ca$i nunca encontraban.
 En el terreno donde en 1898 se encuentraba la tienda de Chinchan, en 1925, Don Santiago Espinoza Peralta, construirá un edificio de adove que ocupará la iglesia católica del pueblo, y en 1978, será demolido por el padre Fray Felipe de Jesús López, que llegará de Ensenada, y levantará con el apoyo de los feligreses, el edificio tal y como se conocerá en el lejano año de 2012.
Y enfrente de la casa y tienda de Don Francisco Meza Arce, cruzando 'el parque', explanada en la foto, se encuentran otros caballos, y es que en ese lugar, en 1898, es la tienda del chino Alfonso Cho, quien en 1921, fallecerá asesinado por el rufián Santiago Bawser de orígen alemán, y que merodea el pueblo desde al menos hace unos 5 años, es decir desde 1893. Cho, será sepultado en el panteón del cerro, abandonado desde 1880, y junto a él, serán sepultados muchos rosareños, entre otros Cenobio Peralta Véliz, en 1927.
  Enseguida de la tienda del chino Alfonso Cho, se encuentra la casona de Don José del Carmen Espinoza Salgado, quien en 1898, cuenta con 60 años  de edad,  la construyó en 1862, en lo que fue el taller de herrería de su padre Don Carlos Espinoza Castro, después de su sobrino Santiago Ortiz Espinoza, más tarde del hijo de éste, Federico Ortiz Pellejeros, donde en 1900 nacerá Altagracia Ortiz Ortega, y todos sus hermanos;  por allá en 1934, será 'Tienda Mixta' propiedad de Balbina Espinoza Peralta, y su esposo Juan 'Guero Mouett' Pérez; y después de 1939, se convertirá en la primera planta pesquera de El Rosario; en esa planta-casa se procesarán los primeros abulones que serán trabajados por Mouett, ya que será 'armador'; tanto él como los pescadores y buzos de abulón, para el año 2012, no vivirá ninguno de ellos. Para 2012, la casa estará ocupada por la familia Ceseña Amador.
   Será sólo una parte de ésta casa, junto con la de Policarpo “Tío Polo” Espinoza Peralta, las que llegarán al año de 2012, y ninguna otra de las que aparecen en la foto.
Al fondo del 'parque', a la derecha, se aprecia la casa de Hilario Acevedo Espinoza, y a la izquierda de esa casa, se ve la otra que aún existe en 2012, y que fuera de Jesús 'Tío Chuy' Espinoza Arce, que por cierto no durará mucho después de 2012, a menos que sus entonces dueños hagan pronto algo por ella.
A la izquierda de la casa 'Espinoza Arce', se encuentra, con dos ventanas y una puerta al frente, la casona de Bárbaro Marrón Pellejeros, y ensenguida de ésta, se encuentra la casa de Don José Raile, al lado de la propiedad de Don Francisco Sotelo.
Atrás de la casa de 'Don Pancho Meza', de color blanco y con un árbol al frente, se encuentran la propiedad del sudcaliforniano Othón Benson y familia, y la de Don Policarpo Espinoza Marrón.
Al fondo de la casa y tienda de 'Don Pancho Meza', se encuentra un edificio, al que se le aprecia la puerta abierta, se trata de la escuela Elemental Mixta número VI, en la que en 1898, su profesor es Felipe S. Dueñas Palencia.
En la parte trasera de la escuela de 1898, se encuentran las casas de la familia Ortiz Aguilar, y frente a éstas, la casa de Don Juan Orduño.
El edificio blanco que se aprecia a la extrema izquierda, es la iglesia al lado de las ruinas del segundo sitio de la misión de El Rosario, instalado en ese lugar en 1802.
Enseguida, al fondo de la 'blanca iglesia' se encuentra un árbol eucalipto, de los que trajeron los misioneros, según las relaciones que dedujimos Benjamín 'El Viejo Benny' y quien esto relata, fue plantado por  la familia Ortiz, hacia 1820; ese árbol fue el 'padre' del 'Palo Loco', que hacia 1850, del otro lado del arroyo, plantó Petra Pellejeros Sevilla, y que un fuerte viento del 16 de enero de 1988 lo derrumbará.
Por lo que hace al eucalipto original, que se encuentra en la parte posterior de la misión, y donde hacia 1947 'El Viejo Benny' construirá su casa, un fuerte rayo en el lejano año de 2010 lo destruirá.
La foto fue tomada desde el cerro, atrás de la casa que en 1836, construyó Don Carlos Espinoza Castro, el patriarca 'Espinoza' de El Rosario; al pie del cerro de la foto, se aprecian las ruinas de lo que fueron las construcciones donde estuvo asentado el juzgado, y donde se hospedaron los militares que vinieron desde la Paz, Baja California Sur, en 1849, según eso para proteger la nueva frontera que a raíz de la invasión yanqui a México, cuando se le arrebató más de la mitad de su antiguo territorio a éste país.  Al fondo profundo de la foto se aprecia 'La Bocana' del arroyo de El Rosario, en su desembocadura en el oceáno pacífico.
      La gente que se encontra en el pueblo, y dentro de las casas, en 1898, al momento de tomar la foto, serán nuestros bisabuelos, y tatarabuelos, porque nuestros padres, abuelos,  nosotros, y nuestros hijos naceremos hasta el siglo entrante, que será el siglo veinte, mientras que nuestros nietos, y sus descendientes nacerán el siglo XXI, tiempo muy distante, por cierto, del momento del abrir y cerrar de la cámara, y que sin embargo tendrán la oportunidad de observar la imágen, que se congelará de un instante de 1898.
      Para cuando llegué el lejano año de 2012, ya abrán desaparecido todas las casas, menos dos, tambien abrán fallecido nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, y todos los que se encuentran en el pueblo al momento de la foto.
Es por esas razones que el valor de vivir es tan grande, como grande es la oportunidad de trascender...como ha sido la trascendencia del instante captado en imágen en El Rosario, Baja California, un día de 1898.

AUTOR DEL ARTICULO.

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
26 DE NOVIEMBRE DE 2012.

El presente es trabajo del autor, quien lo protege bajo patente número 1660383, se permite su uso, siempre y cuando no sea con fines políticos, comerciales, ni de lucro, y que además se otorguen los créditos correspondientes.

NOTA RELEVANTE.
La foto fue facilitada por el Sr. José Armando Estrada Ramírez del Seminario de Historia de Baja California.
“Somos de Baja California, no de Baja; Bajacalifornianos, no Bajeños”.



sábado, 10 de noviembre de 2012

PANTEON MISIONERO DE EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.

Una tradición misionera centenaria que sobrevive en Baja California.

El primer panteón de El Rosario fue fundado en 1774; el segundo en 1802; el tercero hacía 1863, y el cuarto el 24 de Diciembre de 2011.
Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento, valoremos nuestro legado.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, Baja California
07 de Noviembre de 2012.
Artículo número 104.
“Somos de Baja California, no de Baja; Bajacalifornianos, no bajeños”.

           Cuando en 1774, se estableció en lo que hoy conocemos como El Rosario de Arriba, Baja California el primer sitio de la misión en el paraje Viñatacot, sitio natural así conocido durante milenios por las tribus de los primeros pobladores, los mal llamados “indios”, y que a partir del año del establecimiento de la misión nace El Rosario, un asentamiento mas para mitigar en poco la ansiedad de mas territorios y dominios para el imperio español en la península de Baja California, siendo la fundación de  El Rosario, el primer logro de la orden dominica,  la mas austera y pobre de las tres ordenes religiosas misioneras que sometieron la tierra peninsular bajacaliforniana y a sus habitantes a  la España de aquél entonces.
           En el primer asiento misional establecido en El Rosario, Baja California en el ya remoto año de 1774, hoy conocido como El Rosario de Arriba, se abrió el primer panteón  para las gentes de “razón”, que eran españoles, y criollos, mientras que, era costumbre de los misioneros, que a la poblacón autóctona  se les sepultara aparte, para el caso de El Rosario, en el sitio de la primera misión,  los 'indios' se sepultaban en la parte noreste, sobre una colina, fuera de los muros de la misión.  Recientemente se construyó una calle a base de concreto, que conduce a la colonia “la misión”; esta rampa se construyó en el preciso sitio donde se encontraba el panteón de los “neófitos”, tambien llamados penitentes, o indios, que era como los misioneros y cualquier extranjero llamaba a los cochimies.
        Para el año de 1802, en que se estableció el segundo sitio de la misión, en lo que hoy conocemos como El Rosario de Abajo, de inmediato se abrió un nuevo panteón al suroeste de las construcciones del nuevo sitio misional. Aunque desconocemos en la actualidad a quien fue la primera persona que se le sepultó en ese lugar, sabemos que a partir de aquel año, de 1802,  la mayoría de los rosareños allí descansan.
           Posteriormente, en los primeros días del registro civil en México, en El Rosario, hacía 1862, se extendió el panteón hacia el Este, colina arriba, en cuyo lugar se han sepultado infinidad de personas, mayormente de las familias Valladolid, Meza, y Ortiz. En ese lugar, hacia 1863, fue sepultado Regís Varelas, siendo abandonado el sitio por unos veinte años, siendo hasta los 1880 en que se sepultó a dos o tres parroquianos má, para ser abandonado de nuevo, y reabierto en 1921 con el sepelio del chino Alfonso Cho, siendo desde esa fecha utilizado en forma permamanente hasta la actualidad.

DIA DE MUERTOS EL AÑO DE 1848.
            A nuestros días ha llegado un valioso legado, relativo a la original costumbre misionera de la conmemoración del día de muertos, que en El Rosario se ha transmitido de generación en generación, siendo este el único sitio en Baja California, donde se conserva esa tradición misionera, y que Don Manuel Clemente Rojo,  dejara algunos  importantes pormenores  acerca de esta costumbre.
         Según las relaciones que Rojo dejó escritas y que llegaron hasta nuestros días, él se encontraba en la misión de Santo Domingo de la Frontera, el día dos de noviembre de 1848, día de muertos, viajó hasta allá proveniente de El Rosario.
            “Por la mañana del día dos de noviembre, describe Rojo, las familias acuden a limpiar las tumbas, y el panteón en general; lo hacen de manera que mientras unos llegan, otros se retiran del lugar.
            La celebración de lleno inicia al caer la noche, se reúnen  las familias alrededor de las tumbas de sus difuntos, mientras encienden una “bujía”, (en referencia a una vela), que los mismos rancheros fabricaban para ese fin, valiéndose de la cera de las pencas de miel.
             La familia reunida en torno a la tumba del ser querido, enciende la bujía, y se quedan toda la noche velándola para volver a encenderla cuando el viento la apaga, mientras tanto, todos rezan, y platican mayormente los recuerdos que se guardan del difunto.
             Al amanecer se despiden los últimos parientes que aun quedan en el panteón, de donde el retiro inicia hacia las tres de la mañana, para volver al año siguiente”.
             Esta conmemoración de muertos descrita por Manuel Clemente Rojo, se acostumbraba en todas las misiones, sin embargo en la actualidad, solo en El Rosario se conserva intacta, al igual que  en aquellos lejanos tiempos.

CELEBRACION EN EL ROSARIO.
            En El Rosario al igual que antaño, en la actualidad, el día primero y dos de noviembre se atiende durante el día la limpieza de las tumbas y el panteón, mientras unos llegan, otros se retiran, llevando a cabo todo tipo de arreglos dentro del camposanto, es decir, se prepara el panteón, para que al anochecer del día dos  el pueblo completo acude a pasar la noche con sus fallecidos, de tal manera que el ambiente  de respeto, de camaradería, de afecto, entre todos los asistentes es de suma importancia y cordialidad.
           Nunca se  ha acostumbrado tomar licor durante esta ceremonia, solo se agregaron bebidas calientes, después algunos alimentos, y ya para principios del siglo veinte, se introdujeron a muy baja escala panes de lonche, panecillos de maíz, galleta pilota, chocolate,  atole de maíz; y principalmente café.
         Hoy en día, en cada tumba se encienden cientos de velas, ya no una como las que describe Rojo. Familias completas desde mayores, jóvenes, niños de brazos y de mano, se arremolinan en torno a las tumbas, y después de un rato, inicia el recorrido por todo el panteón, para saludar y brindar el respeto a los parientes que “velan” las tumbas, donde descansan los demás parientes.
          Desde hace siglos, en El Rosario, se ha enseñado, y se  sigue enseñando a los niños que enciendan  velas en las tumbas que permanecen apagadas. Los niños piden velas a cualquier persona que se encuentren a su paso, los que generosamente  las obsequian para que cumplan con su encargo, y para que la tradición continúe.
       Existen tumbas en las que nadie enciende velas, salvo los niños y algunos adultos; estas tumbas son en las que descansan personas que ya no cuentan con ningún sobreviviente en el pueblo, o bien, son de personas que vivían solas, y cuando murieron la caridad pública las sepultó; y que ahora la misma caridad pública les enciende velas para iluminarles el camino hacia donde quiera que vayan.
        Por fuera del panteón, en la colindancia sur, existen varios y solitarios sepulcros, en las que hace unos cien años o más, fueron sepultadas las personas que la iglesia consideraba herejes, tales como practicantes de magia negra, o cualquier individuo que hubiera sido excomulgado.
        Estas personas eran consideradas no gratas, y la iglesia los olvidaba para siempre, no permitiendo cruz en sus tumbas, tampoco el nombre del fallecido, de tal suerte que su entierro era en todos los sentidos, y por fuera del camposanto. Por estas razones legadas durante todos los tiempos, no se acostumbra voltear incluso en la actualidad a ver los sitios donde yacen aquellos desdichados; aunque ya para estos tiempos se encuentran muy borrados, y afectados por las corrientes pluviales, con lo que se viene perdiendo esa parte de nuestra historia.
        A todas las tumbas que se encuentran dentro del cerco del camposanto, absolutamente a todas, se les encienden velas.
    Esta bonita costumbre y tradición misionera de festejar a los muertos, originalmente arraigada en todos los panteones del norte peninsular fue perdiendo presencia, a grado tal, que ya se ha olvidado en todas partes, no así en El Rosario, y que se ha conservado, creo que es, gracias a lo aislado  que estuvo este sitio desde su fundación hasta el año de 1973, año en que llegó la carretera transpeninsular; es decir su aislamiento fue durante 199 años, lo que redundó en la preservación de originales costumbres como esta, las vaquerías, la pesca tradicional, la microhistoria narrada de padres a hijos, entre otras originales costumbres que continúan hasta nuestros días en mi tierra.



    MI PRIMER CONTACTO CON ESTA TRADICION.    
                 La primer ocasión que tuve conocimiento de esta bonita tradición,  -claro sin entenderla en aquella primera vez-, fue cuando era un niño que aun no cumplía los seis años de edad, el año de 1963, y es que la tarde del día dos de noviembre de aquel año, mi madre y yo preparamos tamales de carne de res, y tan luego como cayó la tarde, casi para obscurecer, me mandó a pie con rumbo al panteón, para que los vendiera, y con ello poder ayudarnos un poco con la  maltrecha economía familiar de aquellos “tiempos malos”.
          Recuerdo que por ser mi carácter callado, y como no se acostumbraba entonces que los chicos  cuestionaran las decisiones de  los mayores, partí desde El Rosario de Arriba, donde vivíamos, con rumbo a El Rosario de Abajo, donde el panteón se encuentra.
Antes de salir de casa mi madre me dio tremendas y vastas recomendaciones:

      No te vayas por el camino de carros, vete por el arroyo, por las veredas de los caballos, no sea que algún borracho te atropelle, y cuando escuches algún jinete te metes al monte, no te entretengas en nada; !Ah!, y no vayas a perder el dinero.
         En la travesía entre la casa y el panteón, me asaltaban y torturaban todo tipo de pensamientos, mientras pensaba que a mi madre algo malo le pasaba, pues como era que vendería tamales en el panteón, donde todos estaban muertos. Mi  miedo y angustia crecían importantemente a medida que la obscuridad caía, se acrecentaba entre mas me acercaba al panteón.
   Cuando salí del monte, ya en El Rosario de Abajo, alcancé a mirar  un lucerío en el panteón, nunca antes visto por mi en ningún lado, mi sorpresa fue mayúscula, pues creía que las ánimas se estaban apareciendo, ya que esas eran las cosas que contaban algunos mayores en repetidas ocasiones.
      Escuché que se acercaban algunos jinetes al lucerío, y luego escuché murmullos como de platicas, y de rezos; por ahí dejé la pesada olla de los tamales, mientras me acerqué sin salir de la absoluta obscuridad, para apreciar, y explorar  lo nuevo que aparecía ante mis ojos, y poder correr en caso necesario, pero distinguí personas conocidas, así que después de un rato de observación regresé por la olla, y con cierta confianza me adentré al panteón,  para entonces eran  cuando mucho las nueve de la noche.
 Se acercaron varias personas, todas conocidas por mí, estaban vivas, me compraron rápidamente los tamales, así que la confianza la recobré, y el miedo se fue.    
       A partir de 1961, con la llegada a El Rosario, y posterior fallecimiento de personas del Ejido Nuevo Uruapan,  oriundos del interior del país, y que al sepultar en nuestro panteón a sus seres queridos, integraron a nuestras costumbres la flor de cempasúchil antes desconocida por nosotros. Ellos adornan las tumbas al estilo del México interior, y asisten al panteón sólo de día.
      Con celebraciones auténticas, genuinas formas de vida transmitida de abuelos a nietos, de padres a hijos, es como conservamos, en parte, aun el espíritu misional en nuestra tierra, el que sin lugar a dudas perdurara espléndidamente por largo tiempo, como hasta ahora ha sido…!Se las encargamos jóvenes rosareños!…
OTRA COSTUMBRE DE SEPULTAR.
          Los sepulcros que se encuentran en los ranchos de la región de El Rosario, como lo son San Juan de Dios, Los Mártires, El Rosarito de los Loya, entre otros, eran construidos como a continuación se indica:
          En los suelos rocosos se abrían fosas de unos cuarenta centímetros de profundidad, apenas en cuanto el ras del suelo cubría el cuerpo del difunto, este era colocado sobre el cuero crudo de una res, y bajo el cuero una tanda de gruesos troncos de mesquite, una cobija, después se colocaba el cuerpo, y se cubría  con mas cobijas y, con otro cuero crudo de res. Encima de esta mortaja se colocaba una tanda de gruesos troncos de mesquite, luego encima una capa de piedras planas; enseguida  partiendo desde el suelo hasta una altura de un metro y medio aproximadamente, se levantaba un muro perimetral en la fosa. El muro era de roca acomodada,  asentada con mortero de cal fabricada por los mismos rancheros. Este muro se rellenaba de tierra, y en la parte alta se terminaba la tumba en bóveda o algo similar, que era como se le daba el acabado final.   
           Este tipo de sepulcros se utilizaron al menos durante todo el siglo diecinueve; y se pueden aun ver en los panteones de los ranchos, y en las viejas tumbas del panteón de El Rosario, tanto arriba de la colina, como en la parte baja.
         Muchos años después, ya en pleno siglo veinte, los ataúdes en el pueblo se construían a base de madera, muchas veces con tablas o tablones de los que se varaban en las playas y bahías de la península. En El Rosario, desde aproximadamente 1937, año en que llegó el colimense José Martínez Radillo,   de oficio carpintero, se dio a la tarea de construir los ataúdes en los que se sepultaba desde la década de los 1930 a los rosareños; utilizaba tablas de madera de pino, y como era la madera tan escasa, en muchas ocasiones los construía con la pedacera de tablas que reciclaba de las pequeñas embarcaciones que él mismo construía en su taller
          Los tales ataúdes en ocasiones eran de varios colores, una parte de pino, otro pedazo de ébano, otro de encino; Don José completaba el ataúd a como se podía. Cuando la familia llegaba por el ataúd, Don José además les entregaba por separado la tapa y unos clavos, para que al momento de bajar al ser querido a su última morada,  la clavaran, en el umbral de la fosa.
         En 1967, llegó a El Rosario, el día de muertos un andarín, o húngaro, que es como en los pueblos se les llama a los hombres que caminan solos, antes  por el camino real, hoy por la carretera transpeninsular. El tal sujeto de mediana edad, se llamaba “Fortunato”, o al menos así dijo llamarse, este hombre padecía serios trastornos mentales, que rayaban en la locura. La noche de aquel día dos de noviembre, cuando el pueblo celebraba a sus muertos en el panteón, hizo su arribo Fortunato, y deslumbrado por la cantidad de luces y por el fuego de las velas, poco antes de amanecer, cuando ya todos se habían retirado a sus casas, se dio a la tarea de quitar todas las cruces de madera, las amontonó, y les predio fuego, quemándolas en una gran fogata, mientras  eufórico gritaba. Así de esta manera, El Rosario perdió una gran cantidad de  antiguas cruces labradas por expertas manos de muchos ya difuntos artesanos. Durante años “Fortunato”, fue recordado como: “El loco que quemó el  panteón”.
    En la actualidad existe un cuarto panteón, que se ubica en la parte de El Rosario, llamada Ejido Nuevo Uruapan, siendo su primer sepultado, el 24 de Diciembre de 2011, el señor Juan González Durán.


AUTOR DEL ARTÍCULO.

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO

La presente es investigación de su autor, quien la protege bajo patente 1660383, se permite su reproducción siempre que se otorguen los créditos correspondientes.
Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento, valoremos nuestro legado.
Somos de Baja California, no de Baja; Bajacalifornianos, no Bajeños”.

Vista parcial norte del panteón misionero de El Rosario, Baja California, el día 2 de noviembre de 2012: Foto: Javier Villa Espinoza, y Lourdes Espinoza Liera. Archivo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo/Laura Delia Espinoza Jáuregui.

Vista parcial Oeste del panteón misionero de El Rosario, Baja California, el día 2 de noviembre de 2012: Foto: Javier Villa Espinoza, y Lourdes Espinoza Liera. Archivo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo/Laura Delia Espinoza Jáuregui.

Niños encendiendo velas,  ya de noche en el panteón de El Rosario, Baja California, el día 2 de Noviembre de 2012, sobre la tumba de Zacarías Espinoza Peralta. Foto: Javier Villa Espinoza. Archivo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo/Laura Delia Espinoza Jáuregui.


miércoles, 24 de octubre de 2012

ARREO DE GANADO POR LAS 'CAYDAS' DEL DESIERTO BAJACALIFORNIANO, DESDE EL ROSARIO A MEXICALI, BAJA CALIFORNIA, Y LOS SALTEADORES DE CAMINOS.


El arreo de grandes partidas de ganado desde El Rosario hasta el naciente pueblo de Mexicali, Baja California, desde la primera década del siglo veinte, y las embestidas a sangre y fuego de los salteadores de caminos..

Nuestras tardiciones son cultura y conocimento, valorémos y conservémos nuestro legado.

Por el Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
19 de Octubre de 2012
El Rosario, Baja California, México
Artículo número 103
“Somos de Baja California, no de Baja; Bajacalifornianos, no Bajeños'.
La presente investigación no sigue lineamientos gubernamentales, ni políticos de ninguna índole.

ALGO MAS SOBRE NUESTRAS TRADICIONES BAJACALIFORNIANAS.
     Fue en los primeros días de la fundación del entonces pueblo de Mexicali, y tambien los primeros años del naciente siglo veinte cuando se arreaban grandes partidas de ganado, que desde El Rosario, eran llevadas hasta unos corrales y potreros que existían en Pacualitos, pertenecientes a unos chinos, quienes compraban los vacunos para engordarlos y exportarlos a Estados Unidos de (Norte) América, y tambien para el poco comercio local que entonces se tenía entre los escasos pobladores del valle, en aquel tiempo en manos extranjeras.
Fue en la primera década del siglo veinte, cuando mi tatarabuelo Don Policarpo Espinoza Marrón, su padre Don José del Carmen Espinoza Salgado, y  su hijo, Don Santiago Espinoza Peralta, mi bisabuelo, se dieron a la tarea de arrear partidas de hasta mil cabezas, pero nunca menos de quinientas, que primero 'campeaban', y seleccionaban en los corrales y cañones del antiguo rancho 'Espinoza', llamado San Juan de Dios, en El Rosario.
Y luego que ya estaba el ganado seleccionado para el largo viaje por serranías y desiertos, y arribarlo a Mexicali por el lado sur de la sierra cucapah, arreado por decenas de expertos vaqueros, entre los que se encontraba mi abuelo Alejandro 'Negro' Espinoza Peralta.
Al llegar al portezuelo de las 'caydas' del desierto,  que 'portezuelo' se le llama a una parte baja de la serranía, como diciendo 'puerta en el suelo', después de cruzar las estribaciones al sur de la sierra de San Pedro Mártir, iniciaban las 'caydas' del desierto, que en el argot vaquero siginifica 'bajar', en este caso al desierto de San Felipe. La 'cayda' al desierto era por el rancho 'El Parral', que pertenecía a Santiago Bareño Lariñaga, ese era el principal  'portezuelo' de aquellos arreos entre El Rosario, y Mexicali, Baja California.
      Cuando las reses que para entonces habían sobrevivido, las arreaban por lo crudo del desierto, siempre ante la gran escacés de agua, las abrevaban en las inmediaciones de lo que hoy se conoce como 'Balneario cañón de Guadalupe', en la zona de la laguna salada del municipio de Mexicali, o en cualquier otra tinaja, oasis, o ciénega.
Cuando ya el ganado llegaba a 'Pascualitos', era encerrado en los corrales de los chinos, y en grandes potreros, entonces le pagaban al caporal a cargo de la arreada, o al propio Don Santiago Espinoza Peralta, con lo que iniciaba el largo tormento de regresar a El Rosario por el mismo camino del arreo, llevando consigo el dinero producto de la venta de ganado, que era el botín preferido de los asaltantes de caminos. Según las relaciones que mi abuelo y bisabuelo hacían, los chinos en el valle de Mexicali, siempre contaban con hombres armados para protegerse de los bandidos.
   El regreso era en conjunto por todos los vaqueros, quienes viajaban hombro con hombro, y codo con codo, siempre alertas, y con vigías apostados en distintos puntos para avisar con señales de humo, pero no al estilo de los antiguos pobladores, sino al estilo vaquero, para que los que  regresaban con las alforjas llenas de dinero, estuvieran al tanto de los sitios donde se encontraban los salteadores de caminos, que por cierto eran muchos mas individuos que los propios vaqueros. Por el antiguo camino del arreo, muchas cruces se encontraban señalando el sitio de los caídos, o bien sepulturas de bandoleros se distiniguían unas de otras, pues los bandoleros jamás sepultaban de manera correcta a sus compinches, solo los medio sepultaban y les colocaban algunas desaliñadas señales de que se trataba de una tumba.
Las autoridades muy poco, por no decir que nada pudieron, o quisieron hacer ante los atropellos de los indeseables, ya que ni bien tomaban a alguno preso, debían trasladarlos ante la representación de la autoridad, ya fuera en Ensenada, Mexicali, Tijuana. Los 'presos', si es que les lograban echar mano, pronto se fugaban pues sus compinches los liberaban tendiendo emboscadas en el trayecto a quienes los llebaban presos, y por lo regular escapaban bajo estruendosa carcajada, y burlas para los gendarmes que dejaban desarmados y a pie en campo abierto.

DON GUADALUPE LOYA ESPINOZA, UNO DE LOS CAIDOS.
En uno de aquéllos viajes de regreso del pueblo de Mexicali, mas o menos en 1925, Don Guadalupe Loya Espinoza, primo hermano que fue de mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta, regresaba con la alforja principal del dinero, siendo atacado por un grupo de bandoleros casi al llegar a El Rosario, quienes cobardemente lo ultimaron a tiros para arrebatarle el producto de meses de esfuerzo de todo el grupo que regresaba de un viaje de arreo.
Don Guadalupe, que era el segundo 'Loya' de su familia nacido en El Rosario, con su descomunal estatura quedó tirado largo a largo sin vida, dejando en la triste soledad a su viuda Dolores Murillo, y a varios hijos, todos chicos y de mediana edad. No fue el único rosareño que perdió la vida ante semejante situación, antes y después que él muchos cayeron. El primero fue su hermano mayor Jesús, después Esteban Villavicencio Loya, Julio Espinoza Peralta, hermano de mi bisabuelo, quien falleció asesinado en Mexicali por un grupo de bandoleros quienes  asaltaron al grupo de vaqueros rosareños.
Las tácticas de recibir dinero cambió, mi bisabuelo se entendió en negocios con el chino Rafael Chan, quien en Ensenada poseía una tienda general, y fue a través de su tienda en que recibió los pagos, principalmente en mercancías, o  por ordenes de él a Chan, ya fuera que Chan pagara en las agencias de autos, o cualquier otra tienda donde mi bisabuelo se abastecía; Chan le enviaba las mercancías a mi bisabuelo en barco de Ensenada hasta el Puerto de los Chinos, en las cercanías de Punta Baja. En las cuestiones legales se apoyaba en el  licenciado Don Manuel Careaga, radicado en Ensenada.
     Para evitar asaltos los vaqueros eran desviados de Mexicali a Ensenada, a la tienda de Chan, quien les pagaba, ya fuera en ropa, o en dinero constante y sonante. Y luego que los vaqueros recibían su pago, muchos se iban a las cantinas a emborracharse, otros más tomaban raite en algún barco con todo y caballo con rumbo a El Rosario, o bien viajaban a lomo de su bestia hasta aquel lugar, doscientos sesenta kilómetros de polvoroso andar, desde Ensenada hasta El Rosario.
Por cierto que mi bisabuelo marcaba con fierro de herrar sus monturas, sus bestias, y su ganado; tenía organizadas sus fuerzas de trabajo por grupos de vaqueros que llamaba como: 'Fuerza 1, fuerza 2”, y así sucesivamente, dependiendo de la experiencia y destreza de sus hombres; los de la fuerza 1, fueron siempre los mejores. De aquellas antiguas monturas tengo el gusto de conservar una.
     Ya para la década de los 1930, aquel romántico y épico trabajo del arreo, pero que tan duras faenas requería por parte de los vaqueros, hubo de llegar a su fin, no por falta de ganado, o de clientes para su compra, sino por la inmensa cantidad de ladrones que existían tanto en la ida a Mexicali como al regreso a El Rosario, principalmente cuando los asesinatos aumentaron en forma alarmante, y cuando muchos 'rancheros' se hicieron de ganado al robarse algunos ejemplares de cada arreada.
     En una ocasión, un frío día de 1920, un jóven vaquero avecindado en El Rosario  de unos catorce años de edad, en un arreo rumbo a Mexicali, en la sierra, y ante la urgente necesidad de esconderse de un seguro asesinato a manos de aquellos rufianes, se guareció en la parte hueca del tronco de un viejo árbol que se encontraba de pie, siendo encontrado días después  por sus compañeros vaqueros y familiares, muerto por congelamiento. Al parecer provenía de la familia Arce de San Ignacio, Baja California Sur, y fue encontrado por Santiago Bareño Lariñaga, aunque muchos lo buscaban.
     A Juan Ortega Espinoza, primo hermano de mi tatarabuelo Don Policarpo Espinoza Marrón, lo asesinaron por gusto en un baile vaquero, y ante el dolor de sus familiares, mientras los indeseables bandoleros se carcajeaban al verlos sufrir, esto ocurrió en 1890, cuando aún no se arreaba ganado al valle, y ni Mexicali existía siquiera, pero si existían los ladrones que merodeaban, y azotaban desde hacía décadas a la rancherada y sus bienes, bandoleros que provenían en gran número del otro lado de la frontera, llamados aquí 'gringos locos', 'Gabachos', y 'Gabardinos', este último mote debido a las largas gabardinas que usaban y donde escondían sus armas; aunque también merodeaban muchos otros  bandoleros nacionales de México.
     En la ex misión de San Fernando Velicatá, en otra fiesta cayó bajo las balas de los indeseables un jóven de apellido Núñez, en los mismos tiempos en que acabaron con la vida de Juan Ortega Espinoza en El Rosario.

     No quisiera extender en mucho, por esta ocación estas tristes narrativas, lo que sí quisiera agregar son al menos dos cosas:
        Que estoy de acuerdo con la corriente de pensamiento que dice que de todo lo que existe dentro del universo, lo más raro es el planeta tierra, y dentro de la tierra, el más raro es el ser humano; y si no, podemos observar a los ruines humanos que existen en todas las generaciones, y que parece que por ahora se han multiplicado; y a muchos otros que sobreponen el dinero y los bienes materiales por encima de la vida misma, como si al morirse se fueran a llevar sus 'conquistas temporales'.
      Y el otro comentario es para recordar al michoacano Licenciado Don Rafael Reyes Núñez, poeta, escritor, y político mexicano, (1873-1940) quien jamás estuvo, y tal vez ni siquiera supo de la existencia de mi pueblo El Rosario, Baja California, pero que sus últimas palabras encajan de manera ideal con lo narrado en este artículo, cuando de gente ruín se trata. Don Rafael fue abuelo de mi amigo el Arquitecto tijuanense Federico Guillermo Reyes Alvarez.

   Don Rafael Reyes Núñez, la tarde anterior a su fallecimiento, el 27 de noviembre de 1940, escribió:
“Sentí que una racha fría,
pasó suspirando por mi frente,
y que la tranquilidad me invitó a bajar al sepulcro,
Que dulce sueño dormiré lejos de las miserias humanas,
Habiendo ofrendado mi último aliento,
A mi esposa, a mis hijos, y a dios”.

      Qué puede hacer un humano, que otros no lo hostiguen, lo persigan, le compitan de manera desleal, o lo peor de todo, le arrebaten la paz, y hasta la vida.
Mientras unos, los primera mano lo arriesgan todo; otros, los segunda mano, los que copian, los que envidian, los que se adornan con el trabajo ajeno, los que viajan gratis por la vida, los que lo persiguen todo, los yoyos, los de ego crecido, son los que se aprovechan de la fuerza y visión de los forjadores; a eso es, creo, a lo que Don Rafael Reyes Núñez, llamó “miserias humanas', sintetizadas en  pocas palabras, tan vigentes siempre.
O como lo canta el colombiano 'Carlos Vives':
 “Como dios en la tierra no tiene amigos, no tiene amigos, por eso anda en el aire”...

AUTOR DEL ARTICULO:
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO,  BAJA CALIFORNIA
A 19 DE OCTUBRE DE 2012.

El presente es una investigación de nuestras raíces bajacalifornianas, se permite su uso en partes o en su totalidad, siempre y cuando se le otorguen los créditos al autor, quien lo protege bajo patente 1660383, y no sea utilizado con fines comerciales, de lucro, o políticos.

NOTAS RELEVANTES:
Un día como hoy 19 de octubre de de 1848, Don Manuel Clemente Rojo Zavala, el insigne peruano, a los veinticinco años de edad, se encontraba hospedado en El Rosario, Baja california, en casa de mi tatita Carlos Espinoza Castro, a quien dibujó Rojo, un día como hoy, pero hace ya 164 años, precisamente hoy.
Don Guadalupe Loya Espinoza nació en el rancho El Rosarito de los Loya Espinoza hacia 1872, fue casado con Dolores Murillo, siendo sus hijos: José, Rosa, Guadalupe (mujer), Adelaido, y Ruperto. De los actuales descendientes de los Loya Murillo, tenemos a las familias Loya Espinoza, Loya Gaona; Montes Loya, Duarte Loya, Valladolid Loya, Montes Espinoza, Duarte Viera, Acevedo Loya, Loya Espinoza, Duarte Acevedo, entre otros, quienes actualmente viven en El Rosario, Mexicali, Tijuana, y Estados Unidos.
Dolores Murillo, al enviudar de Guadalupe Loya Espinoza, se casó con Don Salomé Acevedo Marrón, con quien procreó cuatro hijos, entre ellos al señor Crúz Acevedo Murillo, abuelo de la mexicalense profesora Bertha Paredes Acevedo. Más tarde falleció Dolores Murillo, y Don Salomé Acevedo Marrón se casa en segundas nupcias con Francisca Valtierra, procreando a Salomé (mujer), Epifanio, Aurelio, Trinidad, Juan, y Jesús (hombre).

Y POR PARTE DE DON RAFAEL REYES NUÑEZ TENEMOS QUE:
José Antonio Martínez Alvarez, escribió un libro dedicado a la memoria del Licenciado Rafael Reyes Núñez, al que intituló: “Don Rafael Reyes, un Piedadense ejemplar”; en su página 209, Martínez publicó el manuscrito de Don Rafael, que en su lecho de muerte encontró su hija Ana María, dentro de la camisa de su padre, escrito la tarde anterior a su deceso, misma nota que se inserta a este relato, con los créditos correspondientes.


Se recomiendan las siguientes páginas con importantes investigaciones y narrativas de la Baja California.

1.-  www.californax.blogspot.com   Donde escribe el Ing. Simón Oscar Mendoza Salgado, La Paz, Baja California Sur.

2.- Www.olatv.com.mx Crónicas Sudcalifornianas del Prof. e Historiador Eligio Moisés Coronado.

3.- 'La Talacha Completa' Sitio del Prof. Armando Trasviña Taylor

4.- 'El Coyote Todosanteño': Soliloquios poéticos, Blog de Valente Salgado Calderón de la Barca.

5.- Www.antiguacalifornia.org : Sitio de la Sociedad de la Antigua California.

6.- Www.ammo-gokio.blogspot.com Blog de Martín Ortega Geraldo.


SOMOS DE BAJA CALIFORNIA, NO DE BAJA; BAJACALIFORNIANOS, NO BAJEÑOS'.


Nota Importante:

Este artículo fue publicado por el diario El Vigía el día 28.10.2012 - 12:00 en su edición impresa.


http://www.elvigia.net/noticia/arreo-de-ganado-por-las-caydas