"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

martes, 10 de enero de 2012

CUATRO PANTEONES EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo

06 de Enero de 2012.

¡Nuestras tradiciones son cultura; Cuidemos nuestras tradiciones!

Cuando la población en el cañón de lo que hoy se conoce como el pueblo de El Rosario, Baja California, era la nativa prehispánica, no contaban con panteones como los que se utilizaban en otras partes del mundo, por lo regular sus muertos eran incinerados, o medio sepultados.

Sin embargo a la llegada de los europeos a la península de Baja California, y atreves del sistema misional, impusieron como tantas otras costumbres el sepulcro de la manera en que se le conocía desde remotamente en sus lugares de origen, como la península ibérica, y el resto de Europa.

En julio de 1774 con la fundación de la misión de El Rosario, cuyo nombre fue: “Misión del Santísimo Rosario de Viñadaco”, y a raíz del primer fallecimiento, ya en la época misional, y que no sabemos quien fue, se abrió un panteón a lado noreste de la entrada principal del recinto; en la explanada que hace pendiente ascendente hacía una colina que hoy es una rampa de concreto que conduce a la colonia “La Misión”, en el actual El Rosario de Arriba.

Sin embargo bien sabemos que el paso del tiempo, el descuido, la apatía, y el abandono borran cualquier obra, tradición, o vestigios de lo que antes existió; fue esa la manera que muchos de los actuales rosareños ya no saben cual fue el primer panteón en nuestra tierra; la inmensa mayoría creen que el panteón de El Rosario de Abajo fue el primero, pero no es así, y les he tenido que dar antecedentes históricos para ubicarlos en la manera en que fueron apareciendo los cuatro camposantos.

PARTE DE LA HISTORIA.

Al fallecer la primera persona en la nueva misión después del dos de julio de 1774, sin saber la fecha, pero sí el sitio donde fue sepultado, siendo el acontecimiento con el que nacía una nueva costumbre en la disposición final de aquel primer fallecido, además de la fundación del panteón.

El primer panteoncito fue utilizado desde 1774 a 1802, es decir por un período de 28 años, y que al cambiar el sitio misional a su segundo frente, ya en lo que vino a llamarse tiempo después: “El Rosario de Abajo”, se abría paso al segundo panteón misionero, que muchos creen que fue el primero; desconocemos también quien fue el primer huésped para siempre del nuevo camposanto, solo se sabe que nació el panteón en 1802, o poco después.

Fue en 1862, cuando ya había aparecido el registro civil en México, y que la inscripción de manera ordenada y sistemática de los nacimientos, matrimonios y fallecimientos pasaron a depender de las leyes civiles, al igual que los panteones.

Bajo la nueva ley y su reglamentación, y debido a que en 1863 murió Regís Várelas, y que con su muerte nació el tercer panteón en El Rosario, localizado en el cerro al Este del segundo.

Ambos panteones, el misionero, y el del cerro, han sido utilizados para sepultar a varias generaciones de rosareños; mientras que el misionero ha recibido a nuestra gente desde hace 210 años; el del cerro lo ha hecho durante 149.

En el panteón misionero, se encuentran tumba sobre tumba. Por ejemplo cuando fuimos a construir el sepulcro que recibió a mi abuela paterna María Visitación García Marrón, el 14 de diciembre de 1987, nos encontramos con cinco restos de cuerpos: El primero se encontraba orientado de norte a sur, el segundo mas abajo también; el tercero mas abajo aun, orientado de Este a Oeste, otro mas abajo de noreste a sureste, y el último, al fondo de la excavación, se encontraba como formando una “X” con el que descansaba por encima de este. Claramente, al observar la dureza de los restos, se apreciaba que el de mas abajo llevaba sepultado al parecer hasta doscientos años, y el primero, el de mas arriba, al menos unos cien; pues cuando decidimos excavar en tal sitio, no parecía existir ningún sepulcro, ya que era campo abierto, solo lo descubrimos mientras realizamos la fosa.

En el primer intento encontramos a poco mas de un metro de profundidad los restos de alguien, por eso decidimos enterrar la fosa, y abrimos otra a varios metros de distancia de la primera, encontrando los resultados que antes describí; y como el cortejo fúnebre no tardaba en llegar con mi querida abuela, debimos continuar “Profanando” a aquellos cinco que según creerían los que los sepultaron que descansarían en paz, sin saber que hasta un par de siglos después llegarían unos intrusos, entre ellos yo. Tuvimos que hacer la tumba mas honda, hasta que no aparecieron mas restos, y debajo del concreto que sirvió de fondo de la tumba de mi abuela, sepultamos a aquellos cinco restos juntos que no tuvimos ni la mas mínima idea de quien pudieron ser en vida; y casi puedo afirmar que ni entre ellos se conocieron a juzgar por la diferencia del estado de conservación de sus huesos.

Quienes serían los que acompañaron al cementerio aquellos cinco individuos, y de qué murieron, qué edad tendrían, serían buenos o malos, hombres o mujeres, creyentes o no, su color, su estatura…: Esas fueron algunas de las preguntas que en mi mente surgían como empujándose apretujadas una con otra, apresuradas por salir; y luego al ver la belleza de la dentadura en unos de los restos, adiviné que era una joven mujer, o así lo quise creer; como que hubiera querido platicar con ella, sabiendo que eso era por completo imposible; hubiera querido saber cómo era el pueblo en los tiempos de su vida, y tantas cosas mas; pero consciente de la situación, solo atiné en depositarla con todo respeto bajo el lecho que en minutos recibiría a mi querida abuela; y casi le dije al depositarla allá: ¡Por favor guía a mi abuela, que es nueva en esto!.

El pasado 25 de diciembre de 2011 con el fallecimiento de Don Juan Gonzalez Durán, fallecido en El Rosario el día 24, nació en mi tierra su cuarto panteón; que se localiza en una meseta de las estribaciones de la mesa norte del cañón, en El Rosario de Arriba, en la parte que por capricho de políticos se llama “Ejido Nuevo Uruapan”. Al momento de sepultar a Don Juan, se retomó la costumbre de hacerlo, ya que desde hacía 210 años no se sepultaba a nadie en El Rosario de Arriba.

Don Juan Gonzalez Durán, fue oriundo del sur de México, había nacido el 24 de junio, el mero día de San Juan, y llegó a El Rosario por allá en la década de 1960, donde se asentó y procreó a su familia, quien le sobrevive. Se ha ganado la distinción de ser pionero, y que en su honor el cuarto panteón rosareño debe llevar su nombre.

La flora de la meseta donde se asienta el nuevo panteón, se encuentra en estado natural, con sus típicas chollas, agaves, y plantas del desierto central de Baja California; y que al continuar creciendo el camposanto serán destruidas, y que muy bien se haría en que se rescataran las mas posibles, y se construyera un jardín desértico, en los patios de las escuelas tal vez, en el Museo Comunitario “El Rosario”, o en sitios de taludes o barrancas, para que se preserve también nuestra bella naturaleza; ya que con nuestras partidas, seguiremos acrecentando los camposantos en mi tierra.

La primera vez que en la vida tuve conocimiento que los seres humanos somos mortales, fue cuando falleció Ana Arce, joven mujer que por cuidar a su hermano que había caído presa de la tuberculosis, viajó junto con él desde San Borja, a El Rosario, para que lo atendiera el único doctor que se encontraba en cientos de kilómetros: El Doctor Miguel Valdez, sucedía esto, allá por 1962.

El hermano de Ana Arce falleció, no sin antes dejar enferma a su protectora, a quien cuando yo contaba con cinco años de edad, le acarreaba leña hasta una casa vieja de mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, y que le había prestado para que se guarecieran, Ana y su hermano. Recuerdo que le tenía miedo a Ana, y poco antes de llegar a la casa le aventaba la leña, y me retiraba a toda prisa, mientras ella me gritaba: ¡No me tengas miedo mijito!; y luego que murió, supe que los humanos somos mortales…

Don Juan Gonzalez Durán, con su muerte se convirtió en pionero, y con su sepulcro otorgó su nombre al cuarto y más nuevo panteón de El Rosario, Baja California…el panteón “Juan Gonzalez Durán”: Descansen en Paz todos.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO

05 DE ENERO DE 2012.

El presente es un trabajo intelectual del autor quien lo tiene protegido bajo patente numero 1660383, se permite su uso, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y no sea con fines de lucro o comerciales.

¡Nuestras tradiciones son Cultura; protejamos nuestras tradiciones!





Acceso desde la carretera al nuevo panteón “Juan Gonzalez Durán”

El Rosario, Baja California.

Foto: Alejandro Espinoza Jáuregui: 31 de Diciembre de 2011.





Sepultura de Don Juan Gonzalez Durán:

Foto: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo

El Rosario, Baja California, a 31 de Diciembre de 2011.





Área que algún día serán sólo tumbas; hoy la de Don Juan Gonzalez Durán.

Foto: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo

El Rosario, Baja California, a 31 de Diciembre de 2011.




Los pajarillos deberán buscar otras chollas para anidar.

Foto: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo

El Rosario, Baja California, a 31 de Diciembre de 2011.




En primer plano la tumba de Don Juan Gonzalez Durán, al fondo el pueblo de El Rosario

Y el arroyo escurriendo su agua al mar.

Foto: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo

El Rosario, Baja California, a 31 de Diciembre de 2011.



Con el debido respeto y el permiso de Don Juan Gonzalez Durán posamos mis hijos

Y yo en la cabecera de su tumba, la que da inicio a cuarto y nuevo panteón del pueblo:

Alejandro, Laura Delia, el Autor, y Magda Alejandra Espinoza Jáuregui.

Foto: Ariana Montiel Arzate

El Rosario, Baja California, a 31 de Diciembre de 2011.

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