"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

viernes, 17 de agosto de 2012

DOCTOR Y PROFESOR FRANCISCO DUEÑAS MONTES.


Destacado y célebre personaje de Baja California, descendiente de El Rosario. 

SEGUNDA PARTE: 

INTRODUCCION Y NOTAS: 

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo. 

06 de Agosto de 2012 
Artículo número 99 
Patente 1660383
'Somos Baja California, no Baja' 

 Es este el artículo número noventa y nueve de mi página de internet, sin embargo faltará otro más para dejar más narraciones del Doctor y Profesor Francisco Dueñas Montes. Y es que en el número 100, por el logro de llegar hasta aquí, considero pertinente dedicarlo a todos los narradores que he tenido y entrevistado, a partir del verano de 1972, y hasta el verano de 2012, y que no han sido pocos los personajes con quienes he tenido el gusto de conversar, en los últimos 40 años, de los cuales la mayoría, ya se han ido de este mundo; y a manera de homenaje, les quisiera dedicar a todos ellos, el espacio que otorga el centésimo artículo de la serie de narraciones, dedicadas todas, a la querida península de Baja California. 
Y ya en el 101, continuaremos con otra parte de la herencia del Doctor Dueñas Montes a nuestra madre tierra: Baja California.

 “CAPITULO 2. 

 Por: Doctor Francisco Dueñas Montes. 
Continuando con las narraciones... 
Preparativos para regresar a Mexicali. 

 Habiéndose quedado sola mi madre con toda la familia en el Paso, Texas, tuvo que soportar no solo la pobreza, sino también la muerte del último de sus hijos nacido en El Paso, Texas; por otra parte yo enfermé del Apéndice y me llevaron al hospital del Washington Park, donde me operaron y me salvé de una peritonitis localizada, pero a los 6 días, antes que fuera dado de alta, me apareció una Tifoidea que me mantuvo con calentura en cama por espacio de un mes. 
 Para colmo de las desgracias, Julia mi hermana, resultó quemada de la cara por un muchacho que la familia recogió como huérfano y que se dedicaba a dar grasa. Quemó una caja de grasa y para evitar quemarse las manos la tiró fuera de la puerta, con tan mala suerte que le cayó en la cara a mi hermana. 
 Al sanar de las quemaduras le quedaron feas cicatrices que fueron en parte corregidas posteriormente. Ya se imagina uno los sufrimientos de mi madre con todas estas desgracias acaecidas a sus hijos. Todos estos contratiempos demoraron la salida hacia Mexicali. Se vendió todo lo que se pudo vender para completar los pasajes de todos. 
 Ante la desgracia, la familia entera se dispuso a regresar a Mexicali, y lo primero que hizo al llegar, y pisar de nuevo esta tierra que no debimos haber abandonado nunca, fuimos a visitar el panteón y cubrimos de flores la tumba de aquel que había sido nuestro padre admirable, el esposo bueno y el varón recto, batallador y honesto: Don Felipe Dueñas Palencia. 
 Cuando mi familia, lastimada por la muerte de nuestro padre, se sintió sola, desamparada, decidió regresar a Mexicali. Era el año de 1916 y llegando a Mexicali, nos hospedamos en casa de la familia Echeverría (Ortiz), con quien nos unían lazos de cariño y amistad desde que habíamos vivido en El Rosario. Se acordó entonces, que todos nosotros, fuéramos inscritos en la Escuela Cuauhtémoc, recién inaugurada. 

 (SOBRE LA ESCUELA CUAUHTEMOC, MEXICALI, AÑO 1917).
 Y ya sin padre, los Dueñas mayores se dedicaron a trabajar, a luchar por la vida y a estudiar. Nos inscribimos todos en la Escuela Cuauhtémoc. Corría el año de 1917, yo me inscribí en la misma escuela, en el segundo año, grado que me correspondió de acuerdo con las pruebas que me hicieron.
 Tal prerrogativa, ya hemos dicho, se debió a la instrucción elemental que a falta de escuelas, dio a sus hijos Don Felipe, que aparte de buen padre, fue también mi buen maestro de las primeras letras.
 Pedro Vera, mi maestro se hizo cargo de nuestro grupo de 40 alumnos que correspondió al segundo año.
 Los solares eran espaciosos, bastante limpios, los alumnos muy disciplinados y muy atentos a las indicaciones de sus maestros. Estos, por su parte, bien trajeados, eran muy cumplidos y muy responsables en sus obligaciones. Eran verdaderos maestros, en toda la extensión y significado de la palabra, (así es la imagen que tengo de todos mis maestros).
 Cuando algún alumno no cumplía con su tarea, o se la había dificultado el aprendizaje de alguna asignatura, maestro y alumno se quedaban después de la hora de salida, 5 de la tarde y juntos repasaban la clase hasta que el alumno aprendiera ya la memorización de la poesía a Juárez, ya la tabla del siete de multiplicar.
 Hubo ocasiones en que, los alumnos, éramos llevados a casa a las ocho de la noche, digamos, por su propio maestro, cuando el padre no iba por nosotros.
 En la misma Escuela había un armario donde se colocaban las armas de madera que los alumnos usaban en los desfiles de las fiestas patrias. Sin embargo no se trataba de una Escuela Militarizada. El horario de clase era de 8 a 1 y de 3 a 5 de la tarde.
 Recuerdo que todos los lunes, antes de iniciarse las clases, todo el alumnado era reunido enfrente de la escuela, y el Director, o en su caso algún comisionado, disertaba acerca de las reglas disciplinarias y de ciertas obligaciones de observancia para los alumnos, y en el mismo acto, algún, otro maestro desarrollaba algún tema de orden cívico. Se juraba bandera, con unción y respeto, y se cantaba el Himno Nacional Mexicano. Luego, cada maestro se hacía cargo de su grupo para conducirlo a su respectivo salón de clases.
 Intercalaré aquí, una intrascendente anécdota: En cierta ocasión, se presenta el profesor Piñera a los salones de clase, nos dictó algunas líneas que, curiosos y sorprendidos, escribimos con toda fidelidad. Luego, nos fueron recogidos los escritos sin que nos imagináramos el motivo de aquellas raras actuaciones del profesor.
 Al otro día, se presentó ante nosotros el mismo profesor Piñera, y nos expuso el motivo de aquella encuesta. Nos expresó, que en los sanitarios de la escuela, habían aparecido palabras escritas y frases obscenas, y que pedía al responsable que se pusiera de pie.
 Pasado un buen rato, y viendo el profesor que sus palabras no habían surtido el efecto que deseaba, repitió: Voy a revelar el nombre del alumno que pinto las groserías en los sanitarios, pero le suplico al autor, que como hombre, afronte su responsabilidad y se ponga de pie. De todos modos, el responsable, se va a identificar él solo. Empezara por sentirse inquieto en su pupitre, nervioso, la vergüenza lo hará que se ponga rojo y finalmente, obedeciendo a su calidad de hombre se pondrá de pie. Todos los alumnos buscamos en la cara de los otros, tratando de hallar al culpable.
 No fue necesario continuar con la pesquisa, porque el alumno, puesto de pie, reconoció" y aceptó su falta. Confesó haber escrito las frases y palabras obscenas y sumamente apenado abandonó el salón de clases. El Director de la Escuela, en justo castigo, lo obligó a que lavara las paredes profanadas, y tras severa amonestación para que el hecho no se repitiera., se dio por terminado aquel penoso incidente. Surgen a mi memoria muchos y variados incidentes ocurridos en la escuela, largos de enumerar y de narrar, pero inolvidable aquel que estando en plena clase, se sintió un temblor de tierra y todos nosotros, despavoridos, corrimos en tropel tratando de ganar las escaleras lo cual ocasionó que ocurrieran varios accidentes con no pocos lesionados.
 A partir de entonces, se nos dieron instrucciones de cómo proceder y actuar, en futuros casos similares para desalojar los salones de clases sin poner en peligro la vida, ni la propia ni la de nuestros semejantes. Hay que hacer mención, que algunos profesores, nos aconsejaban para que en caso de temblores, nos cubriéramos la cabeza con los libros de lectura por aquello del material u objetos que nos cayeran del techo.
 Desagradable el incidente en que protagonizaron un alumno con un profesor. Resulta que el maestro golpeo con una regla al alumno delante de sus compañeros, y este, sumamente indignado, mientras el profesor escribía algo en el pizarrón, aquel tomó un tintero y se lo arrojó con toda la fuerza de que fue capaz. Se libró el profesor del tinterazo, por falta de puntería, pues el tintero se estrelló en el pizarrón haciéndose mil pedazos.
 Pero, fuera de estos incidentes propios de muchachos coléricos, las horas de la mañana y de la tarde transcurrían placenteramente, en los salones de clase, en los patios de recreo y en el salón de actos, un hermoso salón de teatro, elegante y cómodo, que tenia aquella inolvidable escuela Cuauhtémoc donde pase parte de mi niñez.
 En aquel salón de actos de la Escuela 'Cuauhtémoc' nos reuníamos para cantar las canciones de la época como 'El Gondolero' y muchas otras más, y con unción y respeto el Himno Nacional Mexicano.
 Una vez nos reunimos todos los alumnos de los distintos grados para rendir homenaje al maestro Gregorio Torres Quintero, mostrándole su libro de lectura onomatopéyica. Allí se escenificaban actos teatrales, se declamaban composiciones poéticas y se cantaba, como quedó ya dicho.
 Recuerdo que cada año, al abandonar la Escuela por las vacaciones el Prof. Vargas Piñera nos hacía varias recomendaciones para evitar la insolación y para evitar los baños en el río donde se habían ahogado algunos niños. El mismo maestro pidió que levantaran la mano los alumnos que vivían en Caléxico y que preferían la Escuela Mexicana a la de Caléxico. Yo pasaba largas temporadas en casa de mi hermana mayor casada que vivía en Caléxico, pero concurría a la Escuela Cuauhtémoc.
 De manera que me hice acreedor a las frases de felicitación del Prof. Piñera, quien con palabras sentimentales expresó con aplauso la conducta de los alumnos que vivíamos en Caléxico y sin embargo preferían, (haciendo un sacrificio y exponiéndonos a la reprimenda de las autoridades escolares de Caléxico) asistir a la Escuela de Mexicali,
 Tras cuatro años de escuela, mis hermanos mayores la abandonaron para dedicarse a los trabajos de campo en los ranchos de los hindús que andaban en solicitud de trabajadores.
 Por mi parte, utilizaba el caballo o la carretela para llevarles la provisión una vez por semana, pues los ranchos de los "Hindúes" como aquí les decíamos, están a dos horas de camino, más o menos, de la ciudad, por el rumbo del Roncho de Lon, antes de 'Hechicera'.
 Mi madre, agobiada por la soledad, por la responsabilidad tan dura del hogar, se casó por lo civil con el Sr. Pilar Velázquez, empleado de la Aduana local.
 Yo continué mis estudios en la Escuela Cuauhtémoc, mientras el resto de la familia se traslada a Tecate donde nació un medio hermano a quien se puso por nombre Cristino Velázquez Montes. Tras un año de residir en Tecate, la familia pasó a Tijuana donde construyó una casa grande, amplia, para toda la familia. Mi hermano Enrique, que tenía ciertas facultades para la mecánica y el arreglo de motores, pronto encontró trabajó al igual que los demás.

 (EN MEXICALI, AÑO DE 1916)

 Mexicali, era ya la capital del Distrito Norte de la Baja California desde 1915. Contaba, en 1916, con una población de mil 500 habitantes, aproximadamente, la Escuela Cuauhtémoc había sido Inaugurada con gran regocijo.
 Causaba grata impresión aquel enorme edificio blanco en el centro del poblado precisamente frente al Jardín "Niños Héroes de Chapultepec", donde cada domingo, en el precioso kiosco del parque, tocaba la banda de música del 25 batallón.
 Las inundaciones de 1905 y 1906, habían formado un largo y profundo barranco, crecían frondosos pinos, sauces y álamos que sombreaban el cauce del río donde los muchachos nos bañábamos y organizábamos competencias de clavados. Las pocas compuertas que contenían de trecho en trecho las aguas del río, hacían que las aguas subieran de nivel por lo que aquello favorecía que se hicieran, con el tiempo famosas competencias de clavados.
 En 1915 se suscitó un conflicto entre el General Aviléz, apoyado como Gobernador del Distrito (Norte de la Baja California) por el General Francisco Villa en Chihuahua, y el Teniente Coronel Esteban Cantú, Jefe de las operaciones militares en Mexicali, a donde arribó el 26 de Julio de 1911, Cantú había sido un militar porfirista que desembarcó en 'El Faro' con su ejército al frente del cual venía el Coronel Fidencio González.
 El Teniente Coronel Cantú se quedó en Mexicali con 100 hombres, mientras el Coronel González siguió a Ensenada, cabecera del gobierno del distrito, donde aún se encontraba Celso Vega, que poco después fue llamado a México.
 Tras las dificultades entre los militares Aviléz y Cantú, se optó por cortar por lo sano: Cantú quedó al frente del gobierno (del Distrito Norte de la Baja California), y cambió la capital de Ensenada, a Mexicali.

 Mexicali en 1917. 

 La ciudad se extendía en esta época: de Occidente a Oriente desde el barranco (Río Nuevo) hasta unas 5 cuadras al Oriente y desde la frontera hasta la calle Azueta, cerca del Cuartel Militar o el lugar que ahora ocupa la guardería "Josefa Ortiz de Domínguez". Se recuerda que en este Cuartel ocasionalmente los alumnos de la Cuauhtémoc recibimos instrucción Militar, el manejo de las armas y el conocimiento de las partes de un cañón o ametralladoras, etc.
 Las casas y edificios comerciales eran de madera, de estuco, cemento o de adobe. Las casas estaban separadas en lotos particulares que tenían su patio que se utilizaba como caballeriza donde pastaban los caballos (principal vehículo en 1916 para trasladarse a los ranchos vecinos, donde sembraban algodón algunos mexicanos y chinos).
 La estancia de la familia en Algodones, en Yuma y sus alrededores, así como los dos años vividos en El Paso Texas, se recuerdan como muy remotos; sólo los hechos desgraciados y dolorosos se graban con mayor intensidad, como también los castigos recibidos de los padres por no obedecerlos, pues a pesar de sus recomendaciones, los paseos, los corrillos y la reunión con otros muchachos de la misma edad para Jugar o bañarse en los pozos, era cosa de cada semana.
 Viene a cuento mí caída en el río Colorado y a la vez que quise pasar los rieles antes de que pasara el tren, sucedió que yo me encontraba arriba de una carretilla cuando brincamos todos y al caer sobre el codo me lo luxé.
 Inmediatamente se regresaron mis compañeros para estirarme el brazo y colocar el codo en su lugar. Otro hecho sucedió cuando a toda la plebe la condujeron a la comandancia por bañarse en el Río.
 Cuento mis recuerdos, y no me creen, que en 1913 ya pasaban tropas y soldados por el Ferrocarril, no obstante que Estados Unidos aún no entraba a la primera guerra mundial.
 Tampoco creen muchos que Los Algodones en 1907 era más grande que Mexicali.
 En aquel lugar la Aduana adquirió tal importancia, que el Administrador General de Aduanas Sr. Enrique Baca Calderón llegó a Los Algodones y aceptó ser mi padrino en esa época.
 Por cierto que en 1925 le hice una visita en la Aduana de Tlaltelolco y recordó aquel acontecimiento.
 Parece que las obras del río preocuparon al Gobierno de México y mandó inspectores a Los Algodones para que se dieran cuenta de estas obras y porque el gobierno de E.U., había mostrado cierto interés por intervenir en el lado mexicano. (Véanse escritos de Teodoro Roosvelt, con motivo de las inundaciones de 1905 y 6).

 CAPITULO 3 
Salida de la Familia Dueñas a Tijuana.

 En 1920, aún sin terminar el 6to. año de primaria, que cursaba en la Escuela Cuauhtémoc de Mexicali, mis familiares como se dijo, hicieron planes rápidos para salir a Tijuana, donde tenían pensado radicar, debido a la falta de trabajo en esta zona. Todos preparamos los caballos y dos pequeñas racas que llenamos de tiliches. Hicimos el trayecto por el lado americano, por lo peligroso de la cuesta de la Rumorosa-. Dos caballos fuertes , 'El Pocholongo, y el hijo del Pocholongo', nos condujeron lentamente a Tecate, (Baja California).
 En Jacumba, (California, Estados Unidos de Norteamérica), se descompusieron los frenos y paramos en una herrería para que soldaran algunas piezas, pues consideramos un gran peligro continuar sin brekas (expresión de los chicanos). En Jacumba, descansamos dos días, conseguimos algunos alimentos y después de una agradable estancia al aire libre, continuamos la travesía hacía Tecate. En el trayecto mi madre se sintió mal de su embarazo y nos detuvimos para que naciera un segundo medio hermano. Afortunadamente todo evolucionó bien. Estuvimos en casa de un pariente de mi madre. En este lugar mi padrastro consiguió algunos contratos en el campo donde lo ayudamos a limpiar una zona de trigo.
 En pago recibió varios sacos de trigo que sirvió para hacer tortillas y pinole. También conseguimos algunos contratos de leña y siembra de vides. En estas tareas eventuales no faltó tiempo para nadar y chapotear en el río, que en esa época llevaba bastante agua.
 Terminados los contratos, proseguimos el camino a Tijuana, en cuanto un emisario propio nos consiguió previamente casa y un solar donde arribamos ya entrada la noche, pues nos llevó todo un día de camino, cuando en auto se hace hoy una hora. Como no había terminado el 6to. por la prisa de nuestra salida de Mexicali, ingresé nuevamente al 6to. año con el Profesor José Amador.

 Sin querer echármelas, me parecieron las clases muy sencillas y fáciles, pues todo lo había cursado ya. Asistí a la antigua escuela 'Miguel F. Martínez', que quedaba junto al cuartel y la iglesia.
 Esta escuela desapareció cuando terminaron su nuevo edificio cerca del Teatro 'Zaragoza', poco antes habíamos ocupado (como salón) una casa amarilla que rentaron para el 6to. año únicamente.
 Terminada la primaria en Tijuana entré como mensajero del Telégrafo donde operaba como telegrafista un hermano de Caballero (Roberto). Después de un año había aprendido a escribir al tacto y a interpretar los signos telegráficos, clave Morse. Aunque ganaba dos dólares diarios, eran más las propinas que recibía al entregar oportunamente los telegramas.
 Confieso que yo estaba enterado de todo el contenido de los telegramas que se cruzaban, pues como yo mismo los ponía en su sobre, antes de doblarlos los leía sin que se dieran cuenta y naturalmente entregaba primero aquellos telegramas urgentes que se cruzaban con E.U. y tuve necesidad de escribir al tacto, para escribir bien los nombres de extranjeros, algunas de muchas letras y de difícil escritura.
 Cuando hube aprendido telegrafía, me enteraba del contenido de los telegramas que se cruzaban entre Ensenada, o de este lugar para Mexicali o para E. U.
 El Jefe del Telégrafo, Sr. García me tenía bastante confianza por el servicio extraordinario que prestaba, además de mensajero. Era un viejo libidinoso a quien le gustaban las muchachas; en varias ocasiones me llamó a la ventana para preguntarme:
 ¿Quienes son aquellas muchachas que van allá?
 Le contestaba que no las conocía. Entonces respondía: niño, a tu edad, yo ya conocía a todas las muchachas de mi pueblo y me las traía aquí, en las fiestas y en los bailes. Yo nada más me reía porque sabía que sólo era un 'echón', como se dice.
 Otras veces, cuando faltaba Roberto Caballero a su trabajo y se veía obligado a salir de la oficina, me encargaba que les dijera a todas las llamadas que esperaran unos minutos que no había telegrafista presente que era el mensajero el que contestaba.
 A veces recibía algunos recados para el jefe. Me felicitaba y me decía que haría la proposición para que me dieran una plaza de telegrafista de 3era. Al telégrafo llegaba de vez en cuando Guillermo Caballero a visitar a su hermano (Roberto) y como desconocía mi nombre y oía que el jefe me decía "níño", empezó él a llamarme "niño" y así continuó; cuando nos fuimos a México, todos los estudiantes seguían llamándome niño y algunos creían que ese era mi nombre. Después que conocieron mi apellido, me nombraban como niño Dueñas. Quizás por aplicado en la escuela el profesor José E. Amador llegó a estimarme algo y cuando llegó a su Escuela el aviso del Gobernador (Abelardo Lujan) Rodríguez para que buscaran alumnos aplicados acreedores a una pensión, me buscó y me convenció para que aceptara la beca.
 Confieso que yo no quería porque (ya) me iban a hacer efectivo el nombramiento como telegrafista de 3era. y naturalmente ganaría cinco dólares, en lugar de dos.

 Nuestra estancia en el Poblado de Tecate. 

 En el año de 1920, la familia Dueñas de pronto decidió trasladarse (de Mexicali) a Tijuana, donde se creía que había mayores posibilidades para encontrar trabajo.
 Pero antes de seguir esta narración, detengámonos un momento para anotar algunos datos acerca de este lugar; recogemos la opinión del Sr. Filemón Ramírez, quien expone sus puntos de vista acerca del nacimiento de Tecate, ya que es uno de los residentes más viejos de este lugar; nació según dice, en Hermosillo, Son., en 1880, y cuando tenía 4 años de edad sus padres llegaron a Tecate para establecerse. Dice que todavía hay unas cuantas casitas levantadas por Refugio Contreras, por Antonio Downey y Ramón Salazar. Este último era dueño de toda la parte céntrica que después donó a las autoridades. El crecimiento de este rancho fue muy lento; las personas se dedicaban a la agricultura de preferencia.
 Los Indios Pai Pai, algunos de los cuales vivían en el lado americano, formaban algunas congregaciones en llanos y montañas. Estos eran indios pacíficos y rara vez utilizaban la violencia, actualmente esta tribu tiende a desaparecer como los Seris de Sonora.
 En realidad, dice, este poblado evolucionó sin grandes acontecimientos, los más notables son los hechos ocurridos en 1911 con los magonistas; pues perteneció a las fuerzas de Celso Vega, a quien sirvió como mensajero. Tecate, dice, empezó a vivir casi al mismo tiempo que Tijuana, por allá en 1890, poco más o menos, no recuerdo ninguna ceremonia especial para señalar la fecha.
 La familia Dueñas radicó en Tecate un año; aquí nació un segundo medio hermano.
 En 1922 salió mi familia para Tijuana donde estableció su definitivo hogar. En este lugar conseguí emplearme en la oficina de Telégrafos como mensajero.

 El litigio de Tijuana.
 En Tijuana radicó mi familia desde el año de 1921, había algunos llanos desocupados ya que la población mayor se desvió más hacia la línea divisoria, ocupamos uno de estos solares pegados al cerro en la parte sur de la calle “D” y nos dispusimos a construir un local amplio como primera providencia. El Famoso Hipódromo de Tijuana (el primero), se encontraba a cien metros de la garita donde también había cantinas y mesas de juego, máquinas sorteadoras, ruletas, etc.
 Junto a la garita mexicana había un sitio de taxis amarillos para los turistas que quisieran ir al centro comercial de Tijuana donde encontrarían cantinas y cabarets a todo lo largo de la calle principal.
 Esta calle, en 1924, estaba sin pavimento, comenzaban a nivelar la tierra, para empedrarla, como esta tierra suelta duró mucho tiempo con perjuicio de los negocios, los vecinos hacían chistes despectivos: cuando alguno preguntaba acerca de lo que allí harían, contestaban:
 "Van a sembrar papas".-
 Debido a la impaciencia de las gentes, finalmente pavimentaron esta avenida principal, bastante transitada por norteamericanos, por comerciantes y animales desde perros hasta burros y autos 'foringos' que ya empezaban a llegar sobre todo los sábados y los domingos.
 En 1921 la población estable apenas llegaba a los seis mil habitantes. Entre los comerciantes más conocidos recuerdo a Miguel González, dueño de tiendas de curiosidades y fabricante de cerveza; a Mariano Escobedo dedicado al comercio de licores, a un norteamericano de apellido Ed Baker, también dueño de Bares a otros como los Cuevos y Cardinale éste fabricante de la cerveza Cardinale, a Joel López del bar Alhoa, y muchos norteamericanos más.

 Notas:

 1.- Pero, regresemos poco antes de que finalice el siglo XIX, cuando Ensenada entraba en una época de bonanza, cuando el profesorado ganaba dos y tres pesos de sueldo al día. Entonces se solicitaron maestros para desarrollar la educación puesto que Ensenada contaba ya con 1,500 habitantes.

 2.- Entre los profesores que llegaron, en su mayor parte de Colima y de Jalisco, se menciona a los siguientes: Don Felipe Dueñas, mi padre inolvidable, Carlos Munguía, Julio Ramírez, Eliseo Esquironi, Julio Núñez, Luis Rodríguez, Teófilo Echeverría, Joaquín García, Matías Gómez, David Espinoza y otros más cuyos nombres escapan al grato recuerdo.

 3.- El 9 de julio de 1900: Muere en Ensenada don Manuel Clemente Rojo, insigne maestro y político de origen peruano. Había llegado a Santo Tomás en 1867 como juez de Primera Instancia; después fue subjefe político y educador. En 1875 donó su biblioteca particular al pueblo de Santo Tomás. En 1879 escribió "Apuntes históricos de la Baja California", con algunos relativos a la Alta California. Realizó una importante labor educativa”. 

CONTINUARA... 

“Hace más el que quiere, que el que puede”, dice un refrán popular.
 Las múltiples actividades de la familia Dueñas Montes, bien se pueden incluir en los grandes esfuerzos de los pioneros, aquéllos personajes que sólo el fin de sus vidas, los detiene.
 Desde Felipe S. Dueñas Palencia, a su llegada en 1898, a El Rosario, Baja California, y hasta donde nos lleva la narrativa del Doctor Dueñas Montes, ha sido sólo trabajar, y trabajar, haciéndolo tanto por el progreso de ellos mismos, como por el bien que pudieron compartir con sus semejantes. Con que México contara con unas cuantas más personas así, otro gallo nos cantara.
 Qué bien por ellos, qué bien por Baja California, y qué bien que un hombre tan destacado tenga profundas raíces en El Rosario, Baja California.

 INTRODUCCION Y NOTAS: 

 Ing. Alejandro Espinoza Arroyo 
El Rosario, Baja California 
05 de Agosto de 2012 

 El presente trabajo de investigación, en su parte medular pertenece a Francisco Dueñas Toledo, hijo del Doctor y Profesor Francisco Dueñas Montes. Queda protegido bajo patente 1660383, se puede utilizar para divulgación, sin fines comerciales, de lucro, ni políticos. 

 NOTAS RELEVANTES:

 La familia Echeverría que cita el Doctor Dueñas, se refiere a la formada por el profesor Teófilo P. Echeverria, y su esposa Gertrudis Ortiz Aguilar; esta última fue hermana de la madre de Crescencia.

 Crescencia Montes Ortiz, madre del Doctor Dueñas Montes, proviene de la la familia rosareña formada por Francisco Montes Espinoza, y Gregoria 'La tía Yaya' Ortiz Aguilar: cuyos hijos fueron: Crescencia, Carlota, Celestina, Delfina, Trinidad, Dolores, Marcelino, Francisco, Rosario, Manuel, y Josefa “La Nana Montes”, quien vivió hasta su fallecimiento en San Felipe, Baja California.

 Con relación a Licenciado Don Manuel Clemente Rojo Zavala, a quien Dueñas Montes cita en sus narraciones, puedo asentar que llegó a Baja California, por accidente, ya que se dirigía de Acapulco a San Francisco, Alta California, y que el día 19 de Octubre de 1848, Rojo, realizó un dibujo de Carlos Espinoza Castro en su casa en El Rosario, donde Rojo se encontraba hospedado por haber naufragado su barco en 'El Socorro', sitio ubicado a unos treinta kilómetros al norte de El Rosario, y que por haber quedado 'enteramente solo en aquella triste playa', como lo dice el propio Rojo, y ante el temor de los ladridos de los coyotes, que llegaban hasta muy cerca de él; no tuvo de otra, mas que irse a El Rosario, lugar que no conocía, y que se hospedó con Espinoza, hombre ya anciano, muy hospitalario, caritativo, y conversador. Rojo tomó sus primeras notas sobre la historia de Baja California, en El Rosario, de las largas conversaciones que sostuvo con Carlos Espinoza Castro, quien a esa fecha contaba con 70 años de edad, mientras que Rojo, 25. De El Rosario, Rojo pasó a la misión de Santo Domingo, aprovechando el regreso hacia aquél lugar de José Luciano Espinoza Castro, pues había ido a El Rosario a visitar a su hermano Carlos.

 Teófilo P. Echeverria, fue Juez de Paz en El Rosario, en 1890, en donde conoció a la que fue su esposa.
 Julio Núñez, fue secretario 'El escribano' del Juzgado de Paz de El Rosario, y aunque muy poco se sabe, fue el padre de Enriqueta Núñez Ortiz, madre fundadora de la familia 'Reseck' en El Rosario, y prima hermana de Crescencia Montes Ortiz.
 Sebastián de Aparicio Soriano, en 1890, según las narraciones de Manuel Clemente Rojo, era el 'preceptor' en El Rosario, en la escuela Elemental número IV, a la que concurrían treinta niños. Sebastián de Aparicio Soriano, al mismo tiempo que Felipe S. Dueñas Palencia pasa de El Rosario, a la aduana en Los Algodones, en 1901, Soriano pasa a la aduana de Calmallí, donde muere de los riñones en 1905.

 Por último, cuando cursé sexto año de primaria, 1969-1970, en la Escuela 'Maestro Justo Sierra', del Ejido La Sangre, del Municipio de Tubutama, Sonora, las clases se impartían con el mismo horario, y disciplina como lo describe Dueñas Montes; y por lo que hace al trato de nuestros maestros, era muy fino, aunque recio. No se andaban por ramas, ni con medias tintas. 

 “SOMOS BAJA CALIFORNIA, NO BAJA”.

miércoles, 8 de agosto de 2012

DOCTOR Y PROFESOR FRANCISCO DUEÑAS MONTES.


Destacado y Célebre personaje de Baja California, descendiente de El Rosario.
Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento, valoremos nuestro legado.
INTRODUCCION Y NOTAS:
Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
31 de Julio de 2012
Artículo número 98.
Patente 1660383.
Somos Baja California, tengamos dignidad, que no nos hagan decir: 'Baja'.

INTRODUCCION.
             El Profesor Felipe S. Dueñas Palencia, fue el primero de esa estirpe que llegó desde Jalisco a El Rosario, Baja California, a finales de 1898, siendo enviado por el gobierno federal para que se hiciera cargo del Juzgado de Paz del lugar, en cual atendió a partir de enero de 1899, siendo 'su' primer fallecido nada mas, y nada menos que Don Ángel Loya Moreno, quien  junto con Maria de Jesús Espinoza Marrón,  fundaron esa familia en la región,; Loya falleció en el Rancho El Rosarito de los Loya Espinoza, en mayo de aquél lejano año del siglo diecinueve.
         Era el profesor Dueñas Palencia, en 1898, cuando arriba a El Rosario, un joven de tal vez unos treinta años, cuando más. Su labor fue destacada, siendo el segundo maestro que dio clases en El Rosario, después de Sebastián de Aparicio Soriano; ambos dieron clases en la escuela mixta elemental numero IV; ademas Dueñas le siguió en el Juzgado al Juez Benjamín Romero, de quien por cierto, el Juez Dueñas, en 1899, le tocó levantar su acta de defunción, al fallecer Romero en la misión de San Fernando Velicatá,  a causa de asma. Se aprecia en la lectura del acta que el juez Dueñas, le guardó mucho respeto y admiración a Romero, a quien le llama: 'Don Benjamín Romero', siendo que apenas contaba, al morir, con cuarenta años de edad, ademas asentó los nombres de sus hermanos, padres, y otros pormenores que en ninguna otra acta se encuentran.
       Por qué llegó el profesor Felipe S. Dueñas Palencia desde Jalisco hasta el remoto , polvoriento, neblinoso, desértico, y casi olvidado pueblo de El Rosario, Baja California, en un tiempo en que viajar, era algo de pensarse dos veces. Sería porque en este tan apartado rincón de México, y de Baja California, se encontraría con la rosareña, señorita Crescencia Montes Ortiz, conocida en el pueblo como 'La Bella Crescencia”, con quien se casa en el lugar, en 1900, y fuera la madre de los primeros  siete 'Dueñas' Baja-californianos de esa estirpe: ?O sería  el destino?. Algunos dicen que el destino no existe...
       Dejaremos un poco más adelante de esta narración  para que sea su propio hijo el Doctor y Profesor Francisco Dueñas Montes, quien nos deleite con sus trabajos que durante muchos años recopiló, incluso muchos datos llegados desde su propio padre.
         No sin antes también, agradecer la gran distinción del que soy objeto por parte del señor Francisco Dueñas Toledo, hijo del Doctor Francisco Dueñas Montes, y nieto del profesor Felipe S. Dueñas Palencia, al enviarme del archivo personal de su padre y abuelo, la información que a continuación se encuentra, la que, generosamente escribieron sus autores, principalmente el ilustre doctor Dueñas.
       Y reconocer a Raúl Dueñas Diaz, nieto de Dueñas Palencia, siendo el primero de ese linaje con quien tuve el gusto de tratar, a causa del seguimiento que él le ha dado a mis trabajos de historia publicados en internet.
       El Doctor y Profesor Francisco Dueñas Montes, fue Diputado Constituyente del Estado de Baja California, fundador de la Escuela Normal Fronteriza de Mexicali, y de la Escuela de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Baja California, en Mexicali; de las que fue Director, y maestro. Fue coautor de la constitución política de Baja California. Fue reconocido por su incansable labor por la UNESCO.
       Entre tantísimas otras actividades que el Doctor Dueñas Montes legó en beneficio de Baja California, a la que por cierto, jamás llamó 'Baja', como lo hace la actual administración del Estado, sobretodo cuando se refieren a la destacada labor de nuestros deportistas, a propósito de las Olimpiadas en Londres 2012..
A las siguientes narraciones de la autoría del Doctor Francisco Dueñas Montes, solo le he agregado entre paréntesis ciertas actualizaciones para facilitar la ubicación en el tiempo.

MEMORIAS  DE  VIVENCIAS  DE  TODA  UNA  ÉPOCA
EN  BAJA  CALIFORNIA.
Por el  Doctor Francisco Dueñas Montes
Capítulo primero.-
          Baja California, fascinante y enigmática, ejerce igual atracción, a través de los siglos, lo mismo a descubridores que a conquistadores, igual a evangelizadores que a osados aventureros.
La alargada península es toda una leyenda rodeada de misterio, largos años exploradores y cartógrafos la diseñan como una isla habitada únicamente por mujeres bravías y sanguinarias. Y es hasta cuando llega la era de los grandes descubrimientos, cuando Baja California queda definida como una península, cuando se identifican las tribus aborígenes que la pueblan, y cuando se inicia de lleno su evangelización, primero por los misioneros Jesuitas, luego por los  y  franciscanos dominicos.
         En esta virtud, en mi carácter de profesor y medico originario de Mexicali y con raíces en el norte de la península, no he permanecido inmune a esa seducción. Al igual que mi padre, he observado y tomado notas, con la mayor acuciosidad que me ha sido posible, de los sucesos y lugares en que me ha tocado vivir. Por ello se puede considerar que la afición a escribir y el afán histórico me han llegado por herencia paterna.
Nací en Mexicali, cuando corría el año de 1908 y había una población que apenas llegaba a los mil quinientos habitantes, tomando en cuenta a los residentes en las áreas rurales, dedicados a la agricultura.
        Se iniciaba, en aquella época, un mayor incremento en toda clase de actividades, en leal competencia con la que se desarrollaba en Caléxico, California su vecina ciudad, que fue fundada unos dos años antes que el poblado del lado mexicano. Al igual que Los Algodones, que desde el final del  siglo pasado (diecinueve) había reunido a un mayor número de habitantes gracias a las obras que desde hacía algunos meses se venían ejecutando en el Río Colorado. La vecina Calexico había progresado un poco más en su crecimiento demográfico.
         Fue hasta que Mexicali adquirió cierta importancia y acusó un más halagador futuro, que la cabecera de la sección municipal se cambió de Los Algodones a Mexicali.
Procedo de una familia nativa de Baja California. El Gobernador del Distrito Norte de Baja California, a instancias de Don Manuel Clemente Rojo, de origen peruano, solicitó un grupo de maestros para que ejercieran en algunos poblados del Distrito, como en El Rosario, pequeña y pintoresca ranchería, ubicada al sur de San Quintín.
En ese grupo arribó a aquellas tierras, procedente originalmente de Jalisco, Don Felipe Dueñas y a la par que impartía las primeras letras en El Rosario, ocupaba los cargos de Oficial del Registro Civil y Juez de Paz de la localidad.
          En el Rosario, Don Felipe S. Dueñas casó con la Señorita Crescencia Montes, de 18 años de edad. De aquel matrimonio nacimos los siguientes hijos, (nombrados de mayor a menor):
1.- Filipina, nacida en El Rosario, 2.- Eduardo, nacido en Ensenada, 3.- Enrique, también en El Rosario, 4.- Francisco, en Mexicali, 5.- Julia, 6.- Carlos y la menor, 7.- Enriqueta, en Los Algodones, Distrito Norte de la Baja  California.
          El Rosario, a fines del siglo pasado, (diecinueve) era un rancho más o menos poblado. Había una veintena de casas habitadas por oriundos del lugar, y otros procedentes de Loreto. Las familias eran dueñas de sus pequeñas parcelas, que cultivaban gracias a un arroyo de aguas corrientes, que constantemente bajaban de las montañas vecinas, para seguir deslizándose plácidamente hasta desembocar en el mar.
        En 1774 se había construido la Misión de El Rosario, la que reunía a los fieles con su clamoroso llamar de una campana, cuyas notas escuchábanse a más de veinte kilómetros a la redonda.
Contaba el lugar con una pequeña escuelita, (Mixta Elemental Numero IV), cuyas paredes venerables recogían el eco de las palabras del Profesor, Don Felipe Dueñas, día con día, pues fue en aquella escuelita donde mi padre nutrió a los niños del pintoresco villorrio con sus primeras enseñanzas.(A los nacidos entre1887 y 1890).
         El Rosario era un alto obligado al paso del camino, entre el norte y el sur, y cuentan sus moradores que vivieron felices en aquella época, a pesar de su modestia, de su ausencia de ostentación, pues todos se conocían y trataban entre sí, todos eran amigos y muchas de las familias estaban enlazadas por estrechos parentescos. Las parcelas familiares proveían a la población de frutas, granos y legumbres, tales como maíz, trigo, frijol, verduras, en cantidad suficiente para todos, y había ocasiones en que era tanta su producción que mandaban parte, en ocasiones hasta Ensenada.
         Hagamos un paréntesis para anotar otros datos acerca de las misiones de Baja California. El rancho de El Rosario fue conocido desde 1774, cuando los padres Dominicos fundaron la Misión en ese lugar, pues los Jesuitas que habían construido sus misiones, abandonaron la- península en 1768, embarcando en (La misión de) Loreto 13 de los frailes, en lugar de los 16 que habían arribado originalmente.
El cronista, padre Clavijero, afirma que en ese tiempo había una población determinada de más o menos siete mil habitantes, repartidos en las varias misiones, que fueron poco a poco diezmados, unos por el sarampión, la viruela y otras enfermedades, pero principalmente por el ataque de los nativos indios que se calcula en 18 mil de ellos. Con la población que habitaba en la desembocadura del Rio Colorado, y la que vivía desde la Misión de Santa María hasta la Bahía de Todos Santos, Clavijero calculó aquella población en 25 mil habitantes más o menos.
         La principal y más importante obra de los Jesuitas, fue la construcción de las misiones para educar y enseñar el catecismo a los indios. Durante los setenta años que los Jesuitas habitaron la península, trazaron mapas de la costa oriental y de las islas adyacentes. Exploraron el interior de la península hasta el paralelo 31, latitud norte, trazando veredas que después fueron caminos que unieron a todas las misiones y que eran utilizados por viajeros, caminantes y arrieros. Establecieron lo que se llamó "El Fondo Piadoso" y en total, los evangelizadores fundaron 23 misiones. El sistema misional de los Jesuitas no ha sido superado. Enseñaron a los naturales a cultivar la tierra y construyeron sistemas de regadío.    Fueron misioneros de muy vasta cultura, de muy amplia ilustración y muchos de ellos procedían de familias acomodadas, cuya labor evangelizadora la desarrollaban por su alto espíritu de servicio y bondad. Entre ellos, había ocho alemanes, seis españoles y dos mexicanos nativos.
         La Misión de El Rosario, que fue ya obra de los Dominicos, debe su fundación a un donativo de dos mil pesos hecho por el Rey de España. Un año más tarde, fue fundada la Misión de Santo Domingo al norte de la anterior, construida de adobe a la orilla de un arroyo. A pesar del tiempo, aún se conservan en el lugar algunas palmeras datileras y otros frutales de los que plantaron en aquella época los frailes.
      En el año de 1824, Duflot Mofras, atache de la Legación francesa en México, hizo algunos estudios en la península, de sur a norte, visitando en su recorrido casi todas las misiones. Afirma el viajero, que en ese año, había en la Paz una población de 400 almas; en Loreto 200; en San Javier 55; en Mulegé 74; en Comondú 81; en Magdalena 35; en .Guadalupe 240; en San Ignacio 19; en San José del Cabo 320; en Todos Santos 260; en San Antonio del Real 717; en Santa Gertrudis 53; San Borja 71; en San Fernando (Velicatá) 45; en El Rosario 75; en Santo Domingo 159; en San Vicente (Ferrer) 261; en Santo Tomas 233; en San Miguel (Arcangel del la Frontera) 430 y en Santa Catarina 48. Total, 33 mil 376 habitantes.
       Cuando ocurrió la ruptura de relaciones entre los gobiernos de México y los Estados Unidos (1846), una compañía militar, al mando del Coronel Stevenson, ocupó la Bahía de Todos Santos, (Ensenada) mientras otras fuerzas, al mando del Coronel Burton, desembarcaron en la Bahía de La Paz. El Capitán Pineda, de las tropas mexicanas y el fraile de San Ignacio, invitaron a los nativos a tomar las armas contra los invasores. En este año, México fue mutilado en más de la mitad de su territorio, recibiendo en cambio una ridícula indemnización por el vil despojo llevado a cabo por Norteamérica.
       Entonces la corriente de viajeros se realizaba de norte a sur, invirtiéndose más tarde, por lo aislado de la península, por su falta de comunicaciones, porque las enfermedades y los indios diezmaban continuamente su población, y porque los descubrimientos de oro en California atrajeron la corriente de viajeros al revés, es decir, de sur a norte.
En el año 1887, se determinó dividir la península en dos distritos. El del Sur, con su capital en La Paz, y el Norte con su capital en Ensenada.
          Durante la época de auge de la compañía inglesa, que ocupó San Quintín para sembrar trigo y elaborar harina del mismo, se emplearon varios vecinos de El Álamo y otros lugares. Algunos aficionados a la pesca proveían de pescado y mariscos a la comunidad. En esos años "El Rosario" era un rancho modelo de convivencia, de identificación, donde sus moradores formaban una sola, grande y unida familia.
No faltaba en el lugar el improvisado panteón, (data de 1802) erigido en un solar adquirido por todos los vecinos, panteón que, con todo y su humildad, estaba siempre lleno de flores frescas.
     Fue entonces cuando mi padre recibió la comisión de trasladarse al rancho "Los Algodones", con el cargo de Contador de la Aduana. Allí se estableció con toda su familia, en el año de 1908.
       El rancho de "Los Algodones" se conocía desde 1859. Fue adquirido en primera instancia por Don Pedro Villarino, del gobierno de Juárez, a la sazón en Veracruz.
Después el señor Villarino traspasó sus derechos a Moreno Altamirano. Este a su vez los cedió a Bluthe y  (Guillermo) Andrade, quienes los adquirieron porque el terreno les era indispensable para derivar las aguas del Colorado al Valle Imperial.
Andrade adquirió 305 mil 735 hectáreas del gobierno, condicionando a que deberían radicar en aquellos terrenos cuando menos setenta familias de indios Cucapas, quienes ocuparían una superficie de 10 hectáreas por familia. En realidad, desde muchos años atrás ya ocupaban parte de aquellas tierras los mencionados indios.
Tras algunas gestiones, finalmente Don Porfirio Díaz, Presidente la República, extendió los títulos de propiedad a favor de Andrade por aquella inmensidad de terrenos. Tan negro capítulo se escribió el 7 de agosto de 1889.
        En los primeros años del actual siglo, el pueblo de "Los Algodones” fue creciendo por los trabajos que allí realizó el gobierno de los Estados Unidos, para evitar que las aguas invadieran cultivos en el Valle, de modo que se observaba una actividad mayor que en la zona de Mexicali, donde había una Aduana, menos importante que la de "Los Algodones", pero que contaba con un cuerpo de empleados entrenados para la revisión de los vagones del ferrocarril, cuya inspección se hacía en "Los Algodones".
      En el libro “Colonización del Valle de Mexicali”, se dice que los miembros de la expedición Williamson contemplaron un sistema artificial de regadío hecho por los indios, quienes lo aprendieron de los Franciscanos, misioneros de la Purísima Concepción y de San Pablo y San Pedro, cuyo sistema de riego también fue encontrado por el Padre Kino en algunos lugares de Sonora y Arizona. La idea era el riego por gravedad de las tierras laborales de la "depresión del Colorado”. Se sabe que el General Fremont, (invasor de la Alta California en 1846) llegó a idear la reconstrucción del "Lago Cahuilla" en esta depresión, mediante la desviación de las aguas del Colorado, con el fin de cambiar el clima del desierto. Seguramente que tenía conocimiento que las grandes avenidas del Colorado precipitaban sus aguas por todo el Valle de Mexicali y parte del Valle Imperial. Pero esta laguna se secaba al descender la corriente del río.
         Se sabe que estas aguas habían corrido abundantemente en 1840, 1842, 1852, 1862, y 1867. Los estudios de Carlos Robinson Rockwood, ingeniero de Michigan, relatados en su libro "Born of the desert” formula un mapa regional en 1856, mostrando que el hoy "Valle de Mexicali" es una área de tierra fértil y cuya superficie podía ser regada por gravedad, puesto que quedaba abajo del nivel del Río Colorado. Tal estudio, ocasionó la concurrencia de ambiciosos capitales para explotar dichas tierras previa canalización y construcción de compuertas.
Fue así como la "Colorado River Irrigation Company" puso manos a la obra y siguieron después otras empresas interesadas en estas tareas, consideradas como colosales obras de riego.
       Se dice que la formación de la "Sociedad de Riegos y Terrenos" es uno de los acontecimientos más importantes en la historia del Valle de Mexicali.
      Posteriormente, y de acuerdo con las gestionas realizadas por Andrade, se formó la sociedad anónima, en la cual intervinieron única y exclusivamente norteamericanos. La sociedad se denominó "Sociedad de Irrigación y Terrenos de la Baja California" y su objeto era, entre otras cosas, adquirir tierras, construir canales, etcétera.
        Fue así como, desde el momento en que el general Porfirio Díaz legalizó con su firma la venta de las casi 400 mil hectáreas de terrenos de Baja California a Don Pedro Villarino, que a la postre pasaron a poder de (Guillerm0) Andrade, se atentó contra la soberanía del país, se sustrajeron aquellas tierras al dominio de México, y la constitución de la sociedad formada por este individuo, con accionistas norteamericanos exclusivamente, lo prueban fehacientemente. Aquella venta a todas luces ilegal, antipatriótica, pesó sobre la soberanía de México durante largos años y fue motivo de escarnio y vil explotación de Baja California, por empresas extranjeras, hasta que el general Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de aquellos latifundios, rescatándolas para México.
       Pero, tras esta necesaria explicación, debemos agregar que la mencionada sociedad de Irrigación y Terrenos de Baja California, logró además el permiso para construir y poseer presas, acequias, acueductos y otras construcciones, para colectar, depositar, conducir, y distribuir aguas para la irrigación. Pero no fue eso todo lo que obtuvo la afortunada sociedad:     
         En el año de 1904, ya había sido autorizada para llevar agua a los Estados Unidos por el lado americano, pero, desde mucho antes, anticipándose a la obtención del permiso, la sociedad había iniciado trabajos y desde el año de 1901 ya irrigaba tierras labrantías del Valle imperial, por medio del Canal llamado número uno.
     Con trabajos, el poblado de Los Algodones fue creciendo a tal punto que el gobierno mexicano vio la necesidad de construir una Aduana, en la cual trabajó mi padre como contador, según ya lo hemos dicho, y Don Tomás Meléndrez como administrador, auxiliados por un personal de 6 o 10 empleados mas . El edificio de aquella aduana era bastante amplio, construido de madera y pintado de amarillo, a unos cuantos pasos de la línea divisoria con los Estados Unidos. En el lado americano había una garita donde se turnaban algunos celadores con sus armas.
        El lado americano se llamaba "Andrade", nombre del concesionario del latifundio. A una cuadra de la garita vivía mi familia, en una pequeña casa de madera de tres piezas. Esta casa, junto con el edificio de la Aduana, fueron quemadas por los magonistas, cuando invadieron el lugar en 1911.
          Habiendo ocupado varios cargos públicos y la responsabilidad de algunas escuelas, al sur de la península, mi padre, observador atento, era aficionado a hacer apuntes de todo aquello que veía o de cosas de las que tenía conocimiento. Estos apuntes fueron cuidadosamente conservados por la familia y han servido de mucho para confirmar algunos hechos sucedidos en los lugares en que vivió, sobretodo de Ensenada, ya como cabecera del Distrito, donde también vivían algunos de sus viejos amigos, como por ejemplo, Don Epigmenio Ibarra, que fue después Gobernador del Distrito, y tutor, en la ciudad de México, de estudiantes baja californianos, incluyendo al que esto escribe.
      Fue amigo también mi padre de David Zárate, oriundo del Real del Castillo y quien redactó interesantes y valiosos apuntes acerca de aquel lugar, que fue cabecera oficial del Distrito, antes de cambiarse a Ensenada en 1882. El entonces Gobernador Sanginez ayudó mucho a mi padre, pues invitado por dicho gobernante vino a Baja California, junto con un grupo de profesores.
        Cuando Sanginez abandonó su cargo, no quiso dejar desamparado a su gran amigo, el profesor Dueñas, habiéndolo recomendado para que pasara a la aduana de Los Algodones. Esta recomendación se hizo efectiva, lo cual comprobó personalmente el ex-gobernador Sanginez, en una visita que hizo a Los Algodones en 1902, luego de haber estado aquí, en Mexicali.
      Por cierto, se asegura que fue Sanginez, en aquella visita que hizo al villorrio aún sin nombre, quien le puso Mexicali, utilizando las primeras sílabas de México y California, al revés de como los vecinos bautizaron a su población fronteriza de Calexico, con las primeras letras de California y México.
      Fue aquella época una de las más felices para la familia Dueñas, que eran queridos y respetados en Los Algodones , villorrio que entonces se componía de unas 35 casas , algunas de adobe, otras de madera, muchas levantadas con horcones de árboles y con techos de cachanilla. Todas las noches llegaba el ferrocarril de paso, con docenas de furgones cargados de fruta del Valle Imperial, para su revisión al paso de la frontera. Los integrantes del personal del tren, empezando con los garroteros, eran bondadosos, esplendidos, y repartían a la gente del pueblo melones y sandías, verduras y vegetales y toda quella producción de los campos agrícolas, que transportaban diariamente del Valle rumbo al Este. La llegada del tren a Los Algodones, por tal motivo, era recibida con júbilo, sobre todo por la 'chiquillería', que devoraba la fruta feliz y encantada. Era fruta madura con los soles ardientes de California y con las aguas vivificadoras del Río Colorado.
    Desafortunadamente, un día aciago aquel tren no nos llevó el regalo de sus frutas ni de sus amabilidades. Nuestro añorado tren fue el mismo que llevó a las huestes magonistas a atacar Los Algodones, las huestes que quemaron la aduana y nuestra casa. Fue un día negro de 1911.
       La previsión, el amor y la devoción que mi padre profesaba por nuestra familia, y un evento fortuito, inesperado, nos salvó de la ruina y acaso de la muerte. Los rumores de que Los Algodones serían invadido por los magonistas, se precisaba ya bien claro en lo que ya no eran predicciones, sino hechos reales muy próximos a acontecer, por tal motivo, mi padre nos trasladó a Andrade, del lado americano, donde consideró segura a la familia, mientras él siguió cumpliendo sus tareas en la aduana mexicana. Había razón para la alarma, Mexicali había sido invadido por los magonistas, que ocuparon la plaza sin resistencia alguna.
     No ocurrió así en Los Algodones. Ante el asedio de los magonistas, los celadores aduanales del poblado repelieron a tiros la agresión, resultando muerto el teniente Cecilio Garza, herido el administrador de la Aduana Melendrez, que resultó herido en una pierna y fue trasladado a Andrade para su curación, y a mi padre lo salvó uno de esos fortuitos a que me refiero. Había ido a Yuma, Arizona, a una misión ordenada por el gobierno Federal. Por otra parte, la vida en Los Algodones de entonces, parecida a la de ahora, era plácida y tranquila, los vecinos se reunían los sábados y domingos para presenciar y apostar en las carreras de caballos, que se escenificaban en cualquier llano. Como los chicos no tenían escuela, ayudaban en los quehaceres de la casa, cortaban y acarreaban la leña para las estufas, sembraban algunas hortalizas y gozaban bañándose en las aguas revueltas del Río Colorado. Los mas grandecitos, incluidos los Dueñas, eran buenos cazadores de conejos. Iban los Dueñas cada semana de paseo a Yuma, gracias a la franquicia o pase que les había otorgado el ferrocarril. O iban a Y urna, o a Calexico, o a Mexicali, a la compra de ropa y provisiones.
      Habiendo nacido dos Dueñas en El Rosario, otro en Ensenada y tres más en "Los Algodones", se determinó que el próximo vástago naciera en Mexicali. Así pues nací en esta ciudad, de Mexicali a la que estoy ligado por indisolubles lazos de afecto y a la que me he esforzado en servir, como médico y profesor, al igual que como ciudadano, cuando he participado en la vida política de la entidad. (Diputado Constituye del Estado de Baja California)
        En ocasión en que nacía un nuevo vástago, era costumbre en la familia avisar mediante carta a El Rosario, anexando las fotografías para que los padres de mi madre se enteraran del nuevo miembro de la familia.
      En Los Algodones, ya lo hemos dicho, no había escuela entonces. Empero, siendo profesor Don Felipe Dueñas, no iba a permitir que sus hijos careciéramos de la elemental instrucción. Así recibimos las luces de las primeras letras, con tal eficacia, que cuando ingresé a la escuela Cuauhtémoc, de Mexicali, en el año de 1917, me pusieron en el segundo año, y no en el primero como correspondería, puesto que ya conocía las enseñanzas elementales.

EL RIO COLORADO.
    Algodones, como se le conoce ya abreviando su verdadero nombre que es “Los Algodones”, crece y crece cada día, merced de las obras que se van haciendo en el Río Colorado.
   Para estas fechas, de 1909, el caudal del río es extraordinario, rápidas e indómitas las corrientes, arrastran palizadas, ramajes, forman turbulentos remolinos. La chiquillada de Los Algodones iba a bañarse bajo el puente de Yuma, en aquellos peligrosos remolinos y abismos profundos, donde de puro milagro, salvé la vida al caer entre las aguas del río, gracias a que un compañero, heroico, que sin medir el peligro, se arrojó a rescatarme, cuando ya perdidas las fuerzas me había dejado arrastrar por la corriente vertiginosa. Posteriormente comentaba con mis  compañeros que no había podido tocar tierra con los pies, no obstante que varias veces intente hacerlo. Así de profundas eran las aguas de aquel caudaloso Colorado.
        Esto explica la razón por la cual, muchos autos y camiones, vacíos o cargados de algodón, al caer al río, desaparecieron para siempre, sin que ni los hombres ni los vehículos hayan sido recuperados jamás. Dolorosa la tragedia de los Vildósola, uno de cuyos hermanos, Pomposo, se hundió en las aguas fatídicas, sin que apareciera nunca, ni su cuerpo ni el jeep en que viajaba.
        Las presas construidas por los vecinos arriba del Colorado, a la par que domaron un poco sus furias, dejaron que las aguas corrieran con más placidez, arrastrando limos y materias orgánicas que el río, en sus veleidades, en sus continuos paseos por el valle, depositó en las partes bajas, favoreciendo con ellos la consistencia de las tierras, que se hicieron más aptas para la agricultura.
         En la esquina de una de las calles principales de Yuma, Arizona, había una frutería cuyo dueño se llamaba Yote. Tenía dos hijos, Yuguin y Ollen, quienes eran muy amigos de toda la muchachada de Los Algodones. La familia Dueñas, era vecina de los Yote, en Yuma. Los Yote eran además dueños de un rancho en La Mesa. Era la plantación de frutales con ciruelas, manzanas, naranjas, y eventualmente fresas, melones y sandías. Los amigos de los muchachos Yote iban a piscar a aquel bonito rancho y a dar rienda suelta a su glotonería.  
     Este rancho, proveía de fruta los almacenes y tiendas de Yuma. Servía además de alojamiento a nuestra familia, cuando íbamos de visita a aquel lugar, así como la casa de los Echeverría, en Mexicali, originarios de El Rosario, Baja California, emparentados con Crescencia Montes, en donde pasábamos dos o tres días, cuando veníamos a Mexicali. Pero los años de 1908 a 1913, los Dueñas vivimos de preferencia en Los Algodones y sus alrededores.
          Mi padre, originario de Guadalajara, tenía una idea fija: Quería llevar a la familia a su tierra natal, con el fin de que aprovecháramos los mejores colegios que había en la Perla Tapatía y donde sus hijos nos educaríamos con mayores recursos, y en establecimientos de primaria y secundaria, de los que en Mexicali se carecía.
         Al fin, ya plenamente decidido a mover a la familia, salió Don Felipe Dueñas rumbo a El Paso, Texas, donde haría los arreglos para llevar después a toda su familia. Partió en el tren acompañado de mi hermano mayor. Ocho días después mandó por el resto de la familia, cuando ya había conseguido casa en arrendamiento.
Pero el destino había ordenado que las cosas no fueran como las había proyectado el jefe de la familia. La revolución había tomado demasiado auge, y en Juárez había repercutido el rompimiento ocurrido entre las fuerzas de Villa y las de Carranza. Imposible era entonces proseguir el viaje hasta Guadalajara, y fue aquel giro impuesto por el destino lo que impidió entonces que los Dueñas nos hiciéramos jaliscienses y que los muchachos hubiéramos asistido a mejores colegios.
         La revolución (mexicana iniciada en 1910), en el sur y en el norte del país, había impedido el viaje de la familia a Guadalajara, como era el propósito de mi padre. Pero, ya estábamos en El Paso, Texas. Se hicieron los arreglos para adquirir un modesto restaurante y esperar que mejorara la situación en el lado mexicano y se regularizaran las corridas de los trenes hacia el sur. Más, en esos años de 1915 y 1916, las cosas fueron empeorando. La guerra civil se sentía en todos los ámbitos del país. Mis hermanos mayores se pusieron a trabajar, a vender el diario, a prestar servicios como mozos, recaderos, etc. Los domingos había oportunidad de cruzar la   frontera y visitar Ciudad Juárez. Se compraban "bilimbiques" en El Paso y se gastaban en el lado mexicano.
        En cierta ocasión, nos tocó ver al General Francisco Villa en la plaza de toros de Juárez. Aquello parecía una romería. Deambulaban los soldados armados por las calles, las soldaderas y gente del pueblo comprando cosas en el mercado. Se oían músicas, gritos, alboroto. Parecía que todo mundo andaba nervioso, queriendo expresar lo contrario, divirtiéndose en casas de juego, en las cantinas.
        A los pocos días, los carrancistas (Fuerzas de Don Venustiano Carranza, entonces presidente de México) tomaban la plaza de Juárez, de modo que los famosos "bilimbiques" (papel moneda de Villa), perdía todo su valor, quedaban convertidos en simples papeles y los únicos billetes que valían eran los que traían las fuerzas victoriosas de Carranza.
     En medio de aquel bullicio, de tan caótica situación llena de presagios, rumores y temores, pasó un año entero. Mi padre tomó entonces la determinación de regresar sólo a Mexicali, para buscar acomodo y mandar luego por el resto de la familia. Así lo hizo, más el destino había de llenar de luto y desolación a toda la familia, tan entrañablemente unida siempre. Pasaban las semanas y los meses sin que se recibiera una sola letra de mi padre.   
         Hasta que un día un familiar de los que residían en Mexicali, envió la noticia fatal directamente a mi madre: Don Felipe Dueñas, su amantísimo esposo, había muerto en Mexicali de insolación...”   CONTINUARA...

     Ninguna duda queda que, tanto el profesor Felipe S. Dueñas Palencia, como su hijo el Doctor Francisco Dueñas Montes, fueron hombres de gran valía, de letras, que a pulso aprendieron,  se hicieron valer, y que gracias a sus oportunas observaciones, y al dejarlas escritas, ahora nos llegan como parte de su gran legado.
         En los tiempos en que fui compañero en las vaquerías de mi tío bisabuelo Adalberto 'Caracol' Espinoza Peralta, nacido en 1890,  me narró gratos recuerdos de su profesor Felipe Dueñas. Recordaba que fue un hombre muy querido en el pueblo, y tanto lo quisimos que hasta la 'Bella Crescencia' le dimos, comentó en alguna ocasión de aquellos nuestros viajes a lomo de mula en 1969, cuando él contaba con 79 años de edad, y yo con apenas once.
   Mientras que mi tambien tío bisabuelo José del Carmen 'Tambo' Espinoza Peralta, en alguna ocasión me dijo: 'Mi querido profesor Felipe Dueñas, fue quien me enseño el silabario, en El Rosario'.


INTRODUCCION Y NOTAS:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
 31 DE JULIO DE 2012.

El presente trabajo de investigación en su parte medular pertenece a Francisco Dueñas Toledo. Queda protegido bajo patente 1660383, se puede utilizar sin fines de lucro, comerciales, ni políticos.




NOTAS RELEVANTES:
     El profesor Felipe S. Dueñas Palencia, llegó a El Rosario, en 1898, procedente de Guadalajara, Jalisco. Según su nieto Raúl Dueñas Díaz, hijo de Carlos, la 'S' significa 'Santiago', dado que así lo leyó en en censo que su abuelo realizó.
        Crescencia Montes Ortiz, fue hija de Francisco Montes Espinoza (El Rosario 1860-?), y de Gregoria 'La tía Yaya' Ortiz Aguilar (El Rosario 1861-?). Nació en El Rosario el 19 de abril de 1879. Su padre fue primo hermano de mi tatarabuelo Policarpo Espinoza Marrón (El Rosario1857-1928), quien también fue Juez de Paz en El Rosario de 1890 a 1897.
       La madre fundadora de la familia Montes en El Rosario fue Ildefonsa Espinoza Salgado (1834-1909), y el padre fue José Montes, oriundo de la misión de Loreto, Baja California Sur, aunque también se le reconocía como del pueblo de San Ignacio.
           La propiedad donde nació Crescencia Montes Ortiz, era dentro de El Rosario, un rancho, que  en la actualidad es campo de Béisbol en la parte de El Rosario que los políticos de Mexicali, en 1961, y sin tomar ningún parecer al pueblo, llamaron Ejido Nuevo Uruápan. El campo  es colindante con  la familia de Esteban Ruiz.
      La Escuela Elemental Mixta Numero IV, en la que Felipe S. Dueñas Palencia dio clases, se encontraba en el patio posterior del actual museo comunitario 'El Rosario', cercana a un túnel que existió en el cerro desde 1849, año en que llegó la Colonia militar a El Rosario, enviada por el presidente de México José Joaquín Herrera, según para proteger la nueva frontera  mexicana de las invasiones. Aun con esa previsión, México, en 1853, por parte de Sonora y Chihuahua perdió setenta y tantos mil kilómetros cuadrados de su territorio de 'La Mesilla', en la que se encontraba Tucson, Sonora, donde operaba otra Colonia Militar. Hoy Tucson, Arizona.
   El profesor Dueñas Palencia fue el segundo profesor en toda la historia de El Rosario, desde 1774 a la fecha, el primero fue Sebastián de Aparicio Soriano.
     Los alumnos rosareños del profesor  Dueñas fueron los que nacieron hace mas de ciento veinte años; mientras que los de Aparicio Soriano, fueron los que nacieron entre 1877 y 1885, hace unos ciento treinta y cinco años; Crescencia Montes Ortiz,  mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta, Modesto Valladolid Ortiz, por ejemplo fueron alumnos de Soriano.
    En enero de 1901, el profesor Dueñas fue sustituido por la profesora Maria Antonia Legaspi, siendo la tercera de los profesores de El Rosario, y la primera mujer en dar clases en el pueblo. A ella la sucedió su hermana Alejandra Legaspi, pero ya en la escuela elemental Mixta numero VI, y hacía 1912, la profesora Flora Castro...
      La escuela Elemental número IV, funcionó donde ha quedado dicho, mientras que la VI lo hizo en la casa de mi tatita Carlos Espinoza Castro, bisabuelo de Crescencia, y tatarabuelo de Francisco Dueñas Montes. Solo ruinas quedan de lo que fue casa de Carlos Espinoza Castro, y Escuela Elemental VI.
   
      Es de importancia resaltar que en los pueblos y ranchos de Baja California, hasta antes de la llegada al poder del Gobernador Sanginez,  y la llegada de los primeros profesores desde el centro del país, eran los padres los que daban clases a sus hijos, y  vecinos, y que el analfabetismo era muy alto.
Mi tatarabuelo Policarpo Espinoza Marrón, fue también profesor, estudió en San Francisco California, aunque en El Rosario, nunca fungió como tal, sí lo hizo como Juez de Paz.
   Las hermanas Dorotea, Juana y Gertrudis Ortiz Aguilar, tías de Crescencia Montes Ortiz, fueron aprendices de institutriz que apoyaron tanto a De Aparicio Soriano, como a Dueñas.
    La primera profesora nativa de El Rosario, hija de Dorotea Ortiz Aguilar y del Juez de Paz Teofilo P. Echeverría, de nombre Maria de la Luz Echeverría Ortiz, quien fue la esposa del Juez de Paz Francisco A. Meza Arce.
   El modesto edificio de adobe crudo que sirvió para la primera escuela en El Rosario, la Elemental Mixta Número IV, fue construido por la comunidad, ademas asistían con casa y alimentos a los profesores, y el Gobierno Federal les pagaba su sueldo.
      Fue en un viaje a El Rosario, del Coronel Esteban Cantú Jiménez, en agosto de 1919, entonces Gobernador del Distrito Norte de la Baja California, cuando el pueblo, encabezado por mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta,  por Don Gustavo Ceseña, y el chihuahuense profesor  Luis Gildardo Rembao, se arremolinó en torno a él, y le pidió que construyera su gobierno una escuela con todas las de la ley, siendo así como se construyó la Escuela 'Padre Salvatierra', en edificio totalmente de madera, estilo Victoriano, con amplias dimensiones, al igual que una cincuentena más que se construyeron entonces por todo el Distrito, de los cuales sólo sobrevive, precisamente el nuestro, el de El Rosario, en cuyo recinto se alberga el Museo Comunitario, después de que se rescató de la ruina total entre 1993-1994.
    El primer profesor en la Escuela 'Pdre Salvatierra', fue Luis Gildardo Rembao, le siguió el profesor Benitez, despues la profesora Paula Arreola. El primer alumno de la 'Padre Salvatierra' fue mi abuelo Alejandro 'Negro' Espinoza Peralta, esto cuando repitió primer año en 1921; mientras que en la primera ocasión fue en la Elemental Mixta numero VI, y que al llegar la Padre Salvatierra, desapareció la VI.
       En el actual El Rosario de Arriba, la primera profesora fue Albina Márquez, mientras que sus primeros alumnos fueron los hermanos Bárbaro y Domingo Duarte Peralta, en un salonsito de adobe crudo que la comunidad construyó. Los hermanos Duarte, entonces niños, en 1923, viajaban desde El Rosario de Abajo en una yegua colorada.
    Los billetes 'Bilimbiques'  que cita el Doctor Dueñas Montes, los conocí en Ensenada, en 1970, en casa de mi tía abuela Natividad Garcia Marrón de Cochran, donde viví seis años; y es que su esposo William James Cochran Flores, 'Willy Cochran' le tocó pelear en la revolución, y se quedó con algunos de esos billetes que usaba en Chihuahua Pancho Villa, cuando era dueño del poder absoluto en aquel Estado norteño; pero al llegar las fuerzas del presidente Venustiano Carranza, y derrotar al ejercito de Villa, los billetes pasaron a ser simple papel. En son de burla los contrarios de Villa, los llamaban en lugar de 'Bilimbiques': Pancholares; los dolares de Pancho Villa.
    En los canales para riego y derivación de aguas del rio colorado que menciona el Doctor Dueñas Montes, trabajaron los hermanos William James, Henry, y John Cochran Flores. Fue la razón por la que John conoció a la que fue su esposa: Arcadia Mendoza, quedándose a vivir en el pueblo de Los Algodones, donde radican sus descendientes actualmente.

    Para saber algo más sobre la familia Montes, se puede consultar en este mismo sitio: 'Origen de la familia Montes en El Rosario, Baja California', y 'Algunas personas que han dejado valioso legado en El Rosario'.



ALGUNAS FOTOS DE LA FAMILIA DUEÑAS MONTES.


 Profesor Felipe S. Dueñas Palencia              Crescencia Montes Ortiz.
Archivo: Francisco Dueñas Toledo                 Archivo: Francisco Dueñas Toledo.
Firma del Juez Felipe S. Dueñas, y testigos. El Rosario, Baja California, 1899.

Archivo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo. Escaneado por Laura Delia Espinoza Jáuregui.



Familia Dueñas Montes, en su casa de Los Algodones, Baja California: Que fue incendiada en 1911 por las fuerzas de los Magonistas. El niño cercano a la puerta es el Dr. Francisco Dueñas Montes.
Archivo: Francisco Dueñas Toledo.



Tarjeta de Navidad del año de 1913. Archivo: Francisco Dueñas Toledo.

Francisco Dueñas Montes, en Tijuana, Baja California, en 1923.
                               Archivo: Francisco Dueñas Toledo.


Dr. Francisco Dueñas Montes, su esposa Maria Graciela Exiquia Toledo Elorga, y dos de sus hijos, frente a su casa en Calle Reforma 1000, de Mexicali, Baja California.
Archivo: Francisco Dueñas Toledo
 Doctor y Profesor Francisco Dueñas Montes.
                                    Archivo: Francisco Dueñas Toledo.
Medalla que conmemora el décimo aniversario del Estado Libre y Soberano de Baja California, y a los ciudadanos Diputados que lo constituyeron.
Archivo: Francisco Dueñas Toledo.


SOMOS BAJA CALIFORNIA, TENGAMOS DIGNIDAD, QUE NO NOS HAGAN DECIR: 'BAJA'.