"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

miércoles, 8 de febrero de 2012

EDUARDO “LALO” ESPINOZA VIDAURRAZAGA.

AUTOR DEL CORRIDO DE “LAS ESPINOZA”: “En el pueblo de El Rosario, una tragedia pasó,… en un avión que se quema…, día 23 de agosto no me quisiera acordar del año ’64, ganas me dan de llorar…”

El presente trabajo se escribe a petición de Reyes Espinoza Osuna, hija de “Lalo Espinoza”.

“NUESTRAS TRADICIONES SON CULTURA Y CONOCIMIENTO, PROTEJAMOS NUESTROS TESOROS,…”: “NUESTRA TIERRA SE LLAMA BAJA CALIFORNIA, NO SE LLAMA”BAJA”…

SOMOS BAJACALIFORNIANOS, NO “BAJEÑOS”…

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo

Domingo 05 de febrero de 2012.

Todas mis investigaciones no obedecen líneas gubernamentales ni políticas de ningún tipo.

Fue un rosareño de la generación de mi abuelo, había nacido en El Rosario en 1925, y también en el pueblo, un día con la bruma el 3 de septiembre de 1969 se fue. Eduardo “Lalo” Espinoza Vidaurrázaga. Fue un hombre de extraordinaria sensibilidad, observador, y de clara inteligencia; compuso infinidad de poemas, y tres corridos rosareños de los cuales sólo se conserva a la fecha el de “Las Espinoza”:1965, un fragmento del “Ciclón Catherine”:1967, y otro a “Víctor Murillo”: 1963; mientras que sus arreglos poéticos desafortunadamente se perdieron tras su partida; y es que la gente en el pueblo acostumbra más cantar que declamar, quizás por eso fue que muy pronto se perdieron aquéllos sus poemas, por lo que hace a los corridos también estuvieron a punto de perderse, por fortuna mi padre quien fue el amigo sobrino de las confianzas de “Lalo”, los cantaba a dueto con él, sin embargo para el año de 1969, en que “Lalo” fallece, los tres corridos cayeron por un tiempo en el olvido, hasta que Fernando “Suriano” Acevedo Espinoza, con su dueto musical rosareño trajo de nuevo a la vida, sólo uno; antes que eso sucediera, la única persona que entonaba el “De Las Espinoza”, era mi padre de manera aislada.

Fue por esa razón que un día de 1988 llegó a casa de mi padre Jesús Loya Villavicencio, visiblemente emocionado, y es que el grupo norteño “Los Buitres del Norte”, deseaban grabar el corrido, el que para entonces sobrevivía, el de “Las Espinoza”; mi padre le dio la letra a Loya, quien la hizo llegar al grupo, siendo grabado por ellos tiempo después; y que para la fecha en que publiqué mi primer libro “LOS ROSAREÑOS”: 1992, rescaté su letra para evitar su pérdida, y que por fortuna sobrevive en su arreglo original.

LA HISTORIA.

Mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta y Bertha Romero Loya fueron los padres de Gloria mejor conocida como “PALOMA”, y de Violanda de Montserrat, “YOLI”, quienes el día 23 de agosto de 1964 realizarían un viaje en avioneta de El Rosario a San Diego, en una avioneta de modelo reciente; el tal viaje era porque “Yoli” era novia que pronto se desposaría, motivo por el cual ambas hermanas iban para comprar el vestido de novia, siendo acompañadas por JULIAN, quien era el piloto aviador, y por una joven estadounidense amiga de las hermanas Espinoza, aquella chica contaba con 16 años de edad, Julián con unos 35, Gloria con 22, y Violanda de Montserrat con 17.

La familia acudió para acompañar a los viajeros a la pista de aterrizaje que se encontraba en la parte trasera de la casa de mi abuelo Alejandro “Negro” Espinoza Peralta, hermano de las muchachas; se despidieron y para pronto “Lalo” Espinoza primo hermano de ellas, quien se encontraba en el grupo familiar, entonó acompañado de su guitarra y su magnifica voz “Las Golondrinas”. El avión tomó vuelo, y se fueron hasta la casa de mi bisabuelo Santiago, que se localizaba a unos ocho kilómetros del lugar, allá hicieron los ademanes de la despedida: ya de regreso al pasar por encima de donde se encontraba el grupo familiar en la pista, el piloto inclinó el avión para decirles adiós; al momento de nivelarlo, se le desprendió una ala, explotó en llamas, y unos metros adelante, en el traspatio de la casa de Francisca, hermana de ellas, se estrelló en una gran columna de fuego y negro humo; allí quedaron Julián y las hermanas Espinoza, mientras que la jovencita Estadounidense voló por los aires hasta quedar enredada en el cerco que divide las propiedades de Francisca, y Alonso Murillo Adarga.

Podremos imaginarnos el desconsuelo que reinó en todos, que presenciaron aquella tragedia a metros de distancia, el dolor durante el rescate de los cuerpos, y la incredulidad; ante el asombro, debió surgir el deber…

Mientras se llevaban a cabo las maniobras de rescate, así como los servicios fúnebres, todo fue llanto, confusión, y dolor. La sepultura de las hermanas Espinoza se llevó a cabo en el panteón misionero de El Rosario, al lado de la tumba de su padre Santiago Espinoza Peralta, quien había fallecido dos años antes. Mientras los días transcurrieron, y todos volvieron a sus casas, “Lalo” Espinoza ya traía en su mente un hervidero de ideas, que concretó en la composición del corrido.

Eduardo Espinoza Vidaurrázaga, tocaba la guitarra, el acordeón, bajo sesto, y bajo, amenizaba en los campos pesqueros, en las “vaquereadas”, y en los bailes que se organizaban en el pueblo, siempre lo hacía de manera gratuita, y sólo por mantenerse reunidos en torno a un ameno ambiente. Las principales “piezas” que entonaba, eran: Corridos a “Heraclio Bernal”, “Benjamín Argumedo”, “De los Pérez”, “El Sauce y La Palma”, y cuando existieron, entonaba de manera muy sentida sus corridos.

El día de las madres de 1966, o de 1967, cuando contaba con apenas nueve años de edad, no recuerdo porque razón de repente me vi como a las cuatro de la mañana en un pequeño grupo cantando las mañanitas y otras melodías casa por casa en el pueblo; de manera exquisita “Lalo Espinoza”, sus primos “Zacarías Espinoza Peralta”, Jesús “Mono” Peralta Espinoza, y José “Don Pepe” Valladolid Ortiz, alegremente tocaban y cantaban; lo cual me trajo muy animado y gratamente sorprendido por la habilidad de mis tres tíos para tocar: “Lalo” el bajo sesto, “Jesús” el acordeón, y Don José “Pepe” Valladolid Ortiz tocaba la guitarra, mientras que su yerno Zacarías, era la primera y preciosísima voz, en ciertas ocasiones me animé a seguirlos pero desentonaba terriblemente, tal vez yo estaba predestinado para que mejor escribiera, lo cual tampoco he logrado dominar del todo.

Cuando llegamos con “la música” a casa de Eleuteria “Turca” Duarte Peralta, esposa que fue de Norberto “Beto” Valladolid Duarte, tan pronto escuchó a “Don Pepe”, su suegro, le pidió que le cantara “La Palma”, y para no quedarse atrás “Beto” pidió “El Sauce y la Palma” que entonaron de manera casi virtuosa. Ni cuenta me di, en qué momento aparecieron Teófilo Ortiz García y Roberto “Chato” Romero Loya, quienes traían una polvareda por todo el patio, bailando al estilo de “El calabaceado”, mientras lo hacían, los perros los arrebataron a ladridos haciéndolos retroceder, quizás por que ya no los dejaron deleitarse con los cantores, al grado que “Beto Valladolid” tuvo que salir para apaciguarlos.

Por haber acompañado en aquélla ocasión a mis apreciables tíos, en mi primera juventud me di a la tarea de estudiar guitarra, hasta llegar a ser el primer guitarra en la estudiantina de la secundaria, cuando ya vivía en Ensenada; pero a la fecha ya ni recuerdo cómo es una guitarra.

Cuando se nos “acabaron” las casas para las mañanitas y la “tocada”, nos fuimos a casa de mi tío “Lalo”, para entonces ya el grupo era de unos veinte, y entre nosotros ya llevaban dos gallinas en un costalito. Tan pronto llegamos a casa de mi tía “Panchita Osuna”, esposa del tío “Lalo”, nos recibió con chocolate caliente; mientras que los demás encendieron fuego en el patio, otros alistaron las gallinas que mi tía preparó en caldo.

De manera casi discreta, según yo, le pregunté a mi tío Francisco Fuerte Talamantes: ¿De dónde habían salido las gallinas?, con sonora carcajada y casi a gritos contestó:

¡Andaban dando “las mañanitas”, pero amanecieron hechas caldo!

Después, ya en casa, le pregunté a mi abuelo, y me explicó la manera en que los borrachitos piden “prestadas” las gallinas antes de amanecer.

Muchas gallinas duermen en los árboles, y los que requieren del préstamo, se acercan antes del amanecer sigilosamente por debajo de las aves, con dos palos en forma de “X” o de “T”, golpean las patas de aquellas, y cómo las gallinas no ven tratan de caminar y posarse en otra vara, que ahora resulta ser la que le atravesó enfrente el acomedido, luego que ya está posada en la vara, la bajan cuidadosamente, la gallina por la obscuridad, ni un cacareo emite, así que el dueño, ni en cuenta que sus ponedoras van con rumbo a un calientito caldo pa’ la cruda.

Un día en que fuimos mi abuelo y yo a visitar a mi tío Lalo en su casa, se encontraba cantando “Los ejes de mi Carreta”, aquella milonga del gran cantor argentino Don Atahualpa Yupanqui; para mi fue la primera ocasión en que la escuché, jamás supe como llegó a oídos de él, ya que en la estación de radio que escasamente se escuchaba en El Rosario en la década de 1960, no las transmitían, es más, ni a la fecha se escuchan estaciones en mi tierra que transmitan música intelectual; tan luego se saludaron, entonó el corrido a “Heraclio Bernal”.

En otra ocasión acompañé a mi abuelo porque fue a invitarlo a comer acá en la casa, cuando llegamos hasta él, estaba parado viendo fijamente un floreado jardín en el patio de su casa; mientras mi abuelo lo invitaba, él seguía viendo el jardín, y luego si voltear a vernos exclamó:

En este jardín jugaban mis tesoros, mis queridas hijas, y en aquel cerro mi hijo; acto seguido, sin mediar palabra subió a su “picap” color naranja, y nosotros lo seguimos hasta la casa de mi abuelo.

Eduardo Espinoza Vidaurrázaga, fue un hombre especialmente sensible, lleno de afecto para muchos y rechazo para otros, igual como solemos ser todos los seres humanos. Un día en la bruma se fue, falleció al amanecer del tres de septiembre de 1969, a la edad de 44 años, al pie del primer escalón de la antigua escuela “Padre Salvatierra”, hoy “Museo Comunitario El Rosario”, precisamente a lado donde fue el patio de la casa de sus padres, y de su niñez, allí donde tantos juegos realizó, en el lugar donde aprendió sus primeras letras.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.

05 DE FEBRERO DE 2012.

El presente es un trabajo intelectual del autor, quien lo tiene protegido bajo patente numero 16603083, se permite su uso, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y que no sea con fines de lucro o comerciales.

NOTAS RELEVANTES:

Eduardo Espinoza Vidaurrázaga, fue hijo de José del Carmen” Tambo” Espinoza Peralta y de Josefa Vidaurrázaga Peralta.

Sus hermanos fueron: Julio, Palmira “Ema”, y Manuel “Niní”, recientemente fallecido.

Su esposa fue Francisca Osuna Carranco, originaria de San José de Gracia, Baja California, Sur.

Sus hijos: Lidia, Juan Antonio, Elizabeth, Beatriz, Reyes Eufrasia, y Carmen Eugenia.

Juan Antonio es conocido en El Rosario como: “Güerito del Lalo”.

Francisca Osuna Carranco falleció el 21 de agosto de 1995, también han fallecido sus hijas Elizabeth y Carmen Eugenia.

Mi hermano Eduardo, lleva ese nombre en honor al tío Eduardo, ya que así lo solicitó personalmente a mis padres.

Letras de los corridos:

“Las Espinoza”:

“En el pueblo de El Rosario, una tragedia pasó

Violanda y Gloria Espinoza

En un avión que se quema, su vida allí terminó

Día veintitrés de agosto, no me quisiera acordar,

Del año sesenta y cuatro, ganas me dan de llorar,

Vinieron Violanda y Gloria a visitar su mamá,

Ellas no se imaginaban, lo que les iba a pasar,

A la hora de despedirse, las golondrinas tocó,

Vámonos querida hermana, la hora ya se llego.

El avión que tripulaban era nueva construcción,

Cuando ya tomaba altura, un ala se le cayo,

Envueltas entre las llamas, pongan su imaginación,

Tres cuerpos carbonizados con el piloto aviador,

Una joven compañera del avión se les salió,

Su cuerpo hecho pedazos a su país regreso.

Su pobre madre lloraba sin consuelo y con dolor,

Adiós mis queridas hijas, el señor me las quitó.

Si les preguntan a ustedes, quién compuso este corrido,

Primo de Violanda y Gloria, y del piloto, un amigo.”

Autor: Eduardo “Lalo” Espinoza Vidaurrázaga”

El Rosario, Baja California, Septiembre de 1965.

Recuerdo que los restos del avión los fueron a tirar para una cañada, directamente arriba del lugar del accidente, me parecía que era muy lejos a donde los depositaron, sin saber que años después al lado de ese lugar, construiría mi casa. Cómo poder olvidar aquellos hechos, si cada que camino por esa parte del terreno de mi propiedad, me asaltan los recuerdos.

Fragmento del Corrido a “Víctor Murillo”.

“Los que lo conocen bien, dan un buen testimonio;

Mientras que otros aseguran que trata con el demonio;

Víctor no es un matón, ni tampoco es un cobarde;

Si tiene cuentas pendientes, a´i las pagará mas tarde”

Autor: Eduardo “Lalo” Espinoza Vidaurrázaga: El Rosario, Baja California: 1966.

Víctor Murillo fue un descendiente de las familia Murillo de Baja California, y fue acusado de un crimen que siempre sostuvo que no cometió, sin embargo los “per-judiciales” de la década de 1960 le propinaron tremendos “interrogatorios”, y lo pasaron preso a la Isla de Cedros, de donde se escapó en una pequeña embarcación de madera, llegando a la costa peninsular, y viajando a pie por toda la orilla con rumbo al norte, hasta llegar a la bahía de El Rosario, donde fue perseguido por hombres a mano armada; nunca se ha sabido si lo recapturaron. Murillo, tenía familiares y muchos amigos en El Rosario, entre ellos, “Lalo Espinoza” desde luego, razón que explica la composición del corrido.

Fragmento del Corrido; “Ciclón Catherine”.

“En el pueblo de El Rosario, el diablo se apareció;

Parecía el día del juicio, por lo que oigo platicar;

Peleaban colonos y ejidatarios;

Pero llego Catherine, y a todos los puso a mano;

En la Baja California, tengo una cuenta pendiente

Ciclón Catherine, si pasas por El Rosario;

Me ahogas a toda la gente”

En 1774, se fundó El Rosario como asiento misional de la corona española, y así de manera ininterrumpida trascendieron los pobladores generación tras generación, y fueron llegando a lo largo de mas de siglo y medio familias principalmente desde el sur peninsular; llegaban, se asentaban; aunque otras se iban, la mayoría siguieron en el lugar; jamás el gobierno metió la mano, y parece que poco o nada se preocupó porque las familias tuvieran o no el modo de sustento, cuidaban mucho la aduana de San Quintín, y cotidianamente se daban vueltas por los pueblos, más para saquear que para apoyar, aunque eso desde luego no se encuentra documentado; la mordida, y el atropello pocas veces se documentan, incluso en la actualidad.

Para 1961, el gobierno Federal y Estatal deciden entregar tierras a un grupo de familias para que conformados en ejido, dispusieran de los elementos básicos para su subsistencia, cosa plausible desde luego, lo arrebatado de aquellas decisiones políticas de inicios de la década de 1960, fue que lanzaron sobre la mayoría de los pueblos de Baja California, a núcleos de familias con similares necesidades que las enviadas a El Rosario; nada de malo habría tenido si en vez de enviarlas sobre tierras vírgenes, no las hubieran lanzado sobre los ranchitos y propiedades que ya se trabajaban durante más de 160 años por los rosareños.

Se armaron tremendos líos entre los de El Rosario, que llamaban “Colonos”, y los recién llegados que llamaban “Ejidatarios”, mientras tanto los “temporales dioses del gobierno” allá en Mexicali, desde lejos miraban los toros; esos enfrentamientos tan crudos entre los dos grupos de hermanos mexicanos: colonos y ejidatarios, inspiraron a “Lalo Espinoza” para componer este corrido, que lamentablemente se perdió en su mayor parte, sólo éstas cuántas letras recordadas por mi padre Julio Espinoza García, una de las personas más allegados a su autor.

Cuando en 1967, el ciclón Catherine azotó en Baja California, fue tal cantidad de agua la que bajó de la sierra a El Rosario, que arrasó con todas las tierras, que se estaban trabajando con un mar de problemas entre ambos grupos.

No quedó en pie milpa o huerta, corral, ni animal, y muchas casas se perdieron en las embravecidas aguas del Catherine, tan embravecidas como los politiquillos que llegaban al pueblo, a echarle gasolina a la discordia que ellos mismos iniciaron entre ambos grupos. Habiendo cumplido con esa labor salían del pueblo, y se iban al siguiente a cumplir órdenes, por no decir que las intrigas de sus superiores, aparte de las que los politiquillos ponían de su cosecha. Esa correntada del ciclón fue la causa que muchos de los que llegaron en el ’61 se fueran de manera definitiva en 1967 a distintos rumbos:

“Pero llegó Catherine, y a todos los puso a mano…”

Los tres arreglos, o lo que de éstos queda fueron publicados en mi libro “LOS ROSAREÑOS”, Memorias del nacimiento y vida de un pueblo Bajacaliforniano 1774-1992”: 1992. Sus poemas se perdieron.

Cuando el 28 de junio de 1993, inicié con la rehabilitación del edificio “Padre Salvatierra”, decidí no demoler la única banquetita que se había construido desde 1921 al pie de la escalinata en la fachada principal, por dos razones: La primera por ser de amplio valor histórico, o al menos de aprecio por los residentes y exalumnos, y la segunda porque en ese preciso sitio falleció mi estimado tío “Lalo Espinoza”, antes al contrario, aún me falta colocar una placa alusiva a su legado, en letras de sus corridos, tarea en la que se sumará mi querida prima Reyes Espinoza Osuna, dado el amor que guarda a su padre.

Eduardo “Lalo” Espinoza Vidaurrázaga, a la edad de 11 años.

El Rosario, Baja California: 1935

Archivo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo


Eduardo “Lalo” Espinoza Vidaurrázaga, Lázaro Peralta Acevedo, Isabel Espinoza Romo,

Santiaguito Espinoza Peralta, y Trinidad “Yita” Espinoza Arce. El Rosario, Baja California: 1935.

Archivo: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.


Foto de Eduardo “Lalo” Espinoza Vidaurrázaga,

Tomada hacia 1966?, al menos así se veía cuando dimos las mañanitas.

Las fotos de perfil eran utilizadas para tramitar cartillas de mar.

Cortesía de su nieta Karen J. Arteaga Espinoza a petición de Reyes.

(Hija de Carmen Eugenia, la hija menor de “Lalo”).

Aparecen: Eduardo “Lalo” Espinoza Vidaurrázaga,

Con sus hijas Beatriz, y Reyes; así como sus sobrinas Leticia, y Sonia Raquel Sánchez Espinoza.

Año 1960 aproximadamente, Casa de los abuelos Espinoza, en la Colonia Aviación, Ensenada, Baja California.

Por cortesía de Beatriz Espinoza Osuna, y su hija Verito Preciado Espinoza.

Me apoyó a editarla mi hija Magda Alejandra Espinoza Jáuregui.

Aparecen a la entrada de la tienda de los abuelos

José del Carmen “Tambo” Espinoza Peralta, y Josefa

Vidaurrázaga Peralta, ubicada en la Colonia Aviación de Ensenada,

Baja California, hacia el año 1963.

Lidia, Elizabeth, Beatriz, Reyes, Carmen Eugenia Espinoza Osuna;

Leticia, y Sonia Raquel Sánchez Espinoza.

Foto cortesía de Beatriz Espinoza Osuna, y su hija Verito Preciado Espinoza.

Se aprecia en la fachada de la tienda el nombre anterior de una gaseosa.

Me apoyó en editarla mi hija Magda Alejandra Espinoza Jáuregui.

Arriba: Francisca “Panchita” Osuna Carranco, Eduardo “Lalo” Espinoza

Vidaurrázaga; Abajo: sus hijas Lidia y Elizabeth “Prieta”, a distintas

Edades.

Fotos por cortesía de Beatriz Espinoza Osuna, y su hija Verito Preciado

Espinoza.

Me apoyó en editarla mi hija Magda Alejandra Espinoza Jáuregui.

Y los padres de Eduardo: Josefa “Chepita” Vidaurrázaga Peralta y

José del Carmen “Tambo” Espinoza Peralta.

Foto tomada hacia 1980.

Cortesía de Beatriz Espinoza Osuna y su hija Verito Preciado Espinoza

Me apoyó en edición mi hija Magda Alejandra Espinoza Jáuregui.

Madre: Francisca Osuna Carranco, padre: Eduardo “Lalo” Espinoza Vidaurrázaga

Enfrente de izquierda a derecha: Reyes, Carmen Eugenia, Beatriz, Elizabeth, y Juan Antonio “Güero”.

La foto fue tomada posiblemente hacia 1964, cuando aún vivían en una casa que se llevó el arroyo;

al fondo se ve el árbol que de mayor altura que ha crecido en El Rosario, llamado “El Palo Loco”, que fue derribado por uno de los más fuertes vientos que han azotado en el pueblo, y de los que se tenga memoria;

El 18 de Enero de 1988. Foto cortesía de Reyes Espinoza Osuna, y de Karen F. Arteaga Espinoza, hija de Carmen Eugenia.


Foto reciente de los cuatro hermanos Espinoza Osuna que sobreviven:

Juan Antonio “Güerito del Lalo”, Beatriz, Reyes, y Lidia.

Por cortesía de Beatriz Espinoza Osuna y su hija Verito Preciado Espinoza

Me apoyó en editarla mi hija Magda Alejandra Espinoza Jáuregui.

“NUESTRAS TRADICIONES SON CULTURA Y CONOCIMIENTO, PROTEJAMOS NUESTROS TESOROS,…”: “NUESTRA TIERRA SE LLAMA BAJA CALIFORNIA, NO SE LLAMA”BAJA”…

SOMOS BAJACALIFORNIANOS, NO “BAJEÑOS”…

3 comentarios:

Liz dijo...

Muy linda e interesante la historia de mi tío Lalo primo como todo lo que tu haces relacionado con nuestro pueblo.
Gracias por compartir tan bellos recuerdos.
Saludos

EL AUTOR dijo...

Gracias apreciable prima Liz; Y pareciera que no tenemos historia verdad?

Anónimo dijo...

Reyes Espinoza Gracias Alejandro, Me has ello llorar. gracias por tan bonito detalle de tomarte el tiempo y escribir sobre de mi papa. te mando un abrazote desde Sherman Oaks. Ca.