Aquellos hondos caminos en los que arrastraban la “panza” los carros bajitos, en los que se atascaban también cualquier tipo de vehiculo, salvo que fuera doble tracción, los que en vez de atascarse, mas profundas dejaban las rodadas, listas para que los “bajitos” pasaran horas, o días completos para poder recuperar su andar. Eran las dobles tracciones de nueva aparición en el mundo, ya que en 1946, apenas contaban con unos añitos de su existencia en Estados Unidos, desarrollados a causa de la segunda guerra mundial; pero en Baja California, eran muy contados. Los dobles que por aquí pasaban eran de gringos por lo regular; y que a causa de sus destrozos en los caminos de tierra, grandes molestias causaban en nuestros antepasados; siendo la causa que la Ruta Postal número 18, tuviera que adquirir un doble tracción, para estar a la altura de las circunstancias impuestas en los caminos por los dobles de la gringada, por el troque llamado el “Seis Ruedas” propiedad que era del minero y gambusino Willy Cochran, quien también poseía un doble tracción; y por los troques de carga que llamábamos “los sureños”.
ESTE ES EL VEHICULO DOBLE TRACCION QUE LA RUTA POSTAL NUMERO 18
ADQUIRIO PARA ESTAR A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS.
TOMADA POR MANUEL PARRA DEL VALLE, EN SANTA ROSALIA EN 1948, Y QUE PUBLIQUE EN EL LIBRO “LOS ROSAREÑOS”, EN 1992, DEL ARCHIVO DE MANUEL PARRA DEL VALLE.
ESTE TROQUE ERA “EL SEIS RUEDAS” DE WILLY COCHRAN, AL QUE NUNCA LE QUITABA
LAS RUEDAS TRASERAS DE AFUERA, COMO LO HACIAN TODOS LOS DEMAS TROQUEROS,
SIENDO LA CAUSA QUE DESCOMPONIA LOS CAMINOS POR DONDE PASABA.
FOTO: WILLY COCHRAN: FACILITADA POR SU HIJA ELENA ESTHER COCHRAN GARCIA.
VEHICULO DOBLE TRACCION DE “WILLY COCHRAN”, EN EL ROSARIO,
QUIEN LE CHECA LOS NIVELES, SIENDO ACOMPAÑADO POR SU SUEGRO
AMBROSIO GARCIA GUERRERO, Y SU CONCUÑO EL ITALIANO GUILLERMO POIDOMANNI.
EL ROSARIO, BC. : 1950.
FOTO: ME LA OBSEQUIO SU HIJA: ELENA ESTHER COCHRAN GARCIA.
Por aquellos antiguos, polvorientos, lodosos, pedregosos, angostos, obscuros y solitarios caminos viajaban las personas que por necesidad, o por simple aventura se trasladaban de norte a sur, o del sur al norte, siempre con amplias amistades cultivadas desde generaciones anteriores, que viviendo en los antiguos ranchos, eran no solo la habitación de sus moradores, sino de cualquier viajero o aventurero, quienes en todo sitio encontraban cobijo, sin miramientos por parte de los rancheros, que el visitante fuera conocido o extraño.
Don Luís Parra Rodríguez, troquero que fue en todos los caminos reales de la península bajacaliforniana, consiguió al fin de tanto insistir ante el gobierno federal una concesión para la Diligencia de Ensenada, Baja California, a Santa Rosalía, Baja California Sur; concesión que llevó el nombre de: “Ruta Postal Ambulante Número 18, Diligencia de Ensenada a Santa Rosalía”.
Fue a su hijo Manuel Parra del Valle, nacido en Tijuana, joven que en 1946 contaba con unos veinticinco años de edad, a quien le tocó ser chofer de las unidades de su padre; siendo acompañado por Juan Meza, oriundo de Santa Rosalía.
Las unidades que manejaban eran cuatro, en el siguiente orden de aparición en la compañía de los Parra:
Cadillac con motor V8, para siete pasajeros
Packard con motor 8 en línea, para ocho pasajeros
Lincoln 1932, con motor V12, para ocho pasajeros, cuyas placas eran: MEXICO 1946: 53-670.
Biuik 6 cilindros, que era conocido como “El Beiby 6 cilindros” por su “diminuto” motor.
LINCOLN MODELO 1932, CON MOTOR V-12, PARA OCHO PASAJEROS.
FOTO PUBLICADA EN MI LIBRO “LOS ROSAREÑOS”:1992, DEL ARCHIVO DE
MANUEL PARRA DEL VALLE.
En la ocasión en que para éstos trabajos entrevisté en 1990 a Manuel Parra del Valle, comentó:
¡Creo que no son importantes esas historias de la Diligencia!: a lo que sugerí:
Nada es importante, y todo es importante; dejemos que sean los demás los que califiquen, nosotros concretémonos a rescatarlo y dejarlo escrito; y agregó:
¿Bueno pues qué es lo que deseas saber?
Todo lo que recuerde: Recorra un viaje en sus memorias; un viaje desde que salían, hasta que llegaban al sur, donde paraban, en donde dormían, cuánta gasolina utilizaban, que comían, que llevaban, cuanto duraba el viaje; en fin, es usted el que sabe de eso: concluí.
De aquellas sus pláticas, puedo resumirlas de la siguiente manera:
Salían a las tres de la tarde de Ensenada para Santa Rosalía, que es también conocida como: “Cachania”, mientras que al mismo tiempo otra diligencia partía de Santa Rosalía para Ensenada; Otra más salía de Santa Rosalía para La Paz, y otra de La Paz para Santa Rosalía; todas partían a las tres de la tarde de todos los lunes: La de Ensenada, arribaba a Santa Rosalía el jueves en la noche; la de Santa Rosalía a Ensenada el mismo jueves, también en la noche, lo mismo que las de la Paz.
La terminal en Ensenada se encontraba cerca de la cantina Hussong’s, en la calle Ruiz; el costo del boleto era de cincuenta y seis pesos plata, o sea moneda nacional mexicana; el viaje que se suponía debía partir el lunes en la tarde, y arribar a Santa Rosalía, el jueves en la noche, era muy esporádicamente cumplido, ya que debido a los sinnúmero de percances, lluvias, o fallas mecánicas, el viaje llegaba retrasado hasta con quince, veinte o mas días; así que a los viajeros de las diligencias aquellas, les llamaban también: “Aventureros del desierto”.
Con el costo del boleto los pasajeros adquirían el derecho de llevar consigo el tendido, para dormir a campo traviesa, lonche en abundancia, el Veliz; y otras mercancías que en total no fueran un peso extremo. En el Veliz se podían llevar artículos para aseo personal, además se permitía llevar agua para beber; pasajero que no llevara al menos lo que acabo de describir, se convertía muy pronto en “Aventurero del hambre, del frío, del calor, y de la sed”.
La unidad se cargaba con 500 litros de gasolina, en un tanque que se instalaba en el capacete, cargaban además agua, lubricantes, herramientas diversas, y los bastimentos necesarios para los dos chóferes; después, poco antes de las tres de la tarde pasaban a recoger a los viajeros-aventureros a la terminal, la que se encontraba como ha quedado dicho enfrente de la cantina Hussong’s, para el caso de la de Ensenada, en cuyo lugar los pasajeros habían comprado sus boletos con una semana de anticipación.
Poco antes de las tres de la tarde, de todos los lunes, en los tres lugares: Ensenada, Santa Rosalía, y La Paz, se escuchaba un grito:
¡Vaaamonosss, el que se quedó, se quedó, próxima salida la semana entrante!
Ya a bordo, al poco rato empezaba a hacer mella la comida, empezaban a adormilarse, y así, de repente al rato se escuchaba la voz de Manuel Parra del Valle:
¡Llegamos a “Mi Tiendita” del señor Olachea, estamos en Santo Tomas!
Para entonces, es comprensible que entre los viajeros, unos se encontraban dormidos, otros despiertos, otros en vías de dormir, y otros más en vías de despertar.
Bajaban a “Mi Tiendita”, los atendía el señor Olachea, se estiraban, compraban, volvían a subir al Lincoln, y luego de tumbos viajaban por la cuesta del Zacatón, Las Cruces, y San Jacinto, hasta llegar al restaurante de “El Gordo” en San Vicente Ferrer; hacían fila para lavarse las manos en un lavamanos de peltre que se encontraba junto a un tanque de agua, frente a un pedazo de espejo, al lado de este una gasta de jabón de pan, y una deshilachada toalla, como en todos los ranchitos-fondas-restaurantes de la ruta del camino real peninsular de aquellos años.
Luego entraban a comer, en el restaurante que como en todos los restaurantes de la península, la especialidad era la misma, la especialidad en Baja California: Machaca seca de res, o de burro; a veces de venado, también de pescado seco. La que jamás podía faltar, ni falta en la actualidad es: La Machaca:
Siempre al llegar a cualquier restaurante del desierto en la ahora carretera transpenínsular, llega la mesera preguntando a los comensales:
¿Van a querer machaca?
En San Vicente Ferrer, llegaban también al restaurante de Candelario “Callallo” Arce Collins, nacido en El Rosario. En ambos restaurantes era famoso un hombre muy grandulón, que se llamaba Fortino; en una ocasión sirvieron un platón de tacos para ocho personas, lo pusieron en medio de la mesa, Fortino lo jaló hacia él, y se los comió todos, mientras lo hacía, les preguntó a los demás:
¿Y ustedes no van a ordenar?
De entonces en adelante se le conoció con el apodo de: “Fortino el de los tacos”, sobrenombre que le fincó Arturo Grosso Peña, quien vivía en la Laguna Seca de Chapala, mejor conocido como:”El Cura del desierto”.
Salían de San Vicente Ferrer con rumbo al rancho “Las Ciénegas”, propiedad que era de Ernesto “Monayo” Fernández, y su esposa Teresa Verdugo; de tal lugar partían con rumbo a San Antonio de la Mesa, donde eran atendidos por el mayor Rafael Castillo, quien sembraba grandes extensiones de trigo; de ese lugar continuaban su viaje hasta llegar a San Antonio del Mar; de donde continuaban su viaje hasta llegar al restaurante del noruego Salvador “Chip” Meling Olsen, ubicado en Arroyo Seco, poco antes de llegar al pueblo de Colonet.
El viaje continuaba con rumbo a San Telmo de Abajo, a donde llegaban con Alberto Legazpi, un cuyo lugar también comían; entregaban y recogían “el correo”, como la venían haciendo en los parajes anteriores, ya que la principal actividad era la “Ruta Postal Ambulante”, el que se llevara pasajeros, era ganancia extra para los concesionarios.
De San Telmo de Abajo, el camino conducía al viajero hacia la costa, para cruzar todo el llano por la orilla del mar, hasta llegar a Camalú, desde la playa, y no como ahora lo hacemos en la carretera transpenínsular.
Llegando a la Colonia Vicente Guerrero, llenaban de gasolina con el “Chapo Becerra”, pues ya se habían terminado, o quedaba muy poca de los quinientos litros originales; Además comían otra vez, pero ahora lo hacían en el restaurantito de Eulalio Marrón Pellejeros” originario de El Rosario, padre por cierto de Pedro Marrón, quien también era chofer en otra de las rutas postales ambulantes. Cargaban en ocasiones gasolina en casa de la familia Gómez, en la propia Colonia Vicente Guerrero, en cuyo lugar doña Raquel Gómez, además de gasolina, poseía un restaurante.
En tiempos de lluvias cruzar el arroyo de Santo Domingo, el cual pasa por la Colonia Vicente Guerrero, era toda una odisea; sin embargo en ese lugar se encontraba el también rosareño Salvador “Cuatito” Duarte Espinoza, quien se encargaba de “arrastrar” a cualquiera de una margen a otra del arroyo, lo hacia con la ayuda de sus mulas por una “módica cantidad”…, si el camino ya se encontraba transitable a causa de las corrientes, y ante la escasees de trabajo, el propio “Cuatito Duarte”, se encargaba de descomponerlo con tal de no ver mermadas sus “módicas cantidades”. Cierto o no, es como ha pasado a la historia, aunque él siempre afirmó que era solo: “Guasa de la gente”.
AUNQUE UN TANTO BORROSA, ESTA ES UNA DE LAS IMÁGENES QUE TODO MUNDO TENIA
A SU PASO POR LA COLONIA VICENTE GUERRERO, BC. EL CARRO DE MULAS ERA DEL ROSAREÑO SALVADOR “CUATITO” DUARTE ESPINOZA, QUIEN SE GANABA LA VIDA SACANDO A LOS CARROS QUE NO PODIAN CRUZAR EL CRECIDO ARROYO DE SANTO DOMINGO; HACIA ESTO DESPUES DE HABER PUESTO A SALVO A SUS OCUPANTES.
FOTO: WILLY COCHRAN: FACILITADA POR SU HIJA ELENA ESTHER COCHRAN GARCIA.
De la colonia Vicente Guerrero, proseguían el viaje hasta llegar al rancho “las Escobas”, en pleno Valle de San Quintín; en ese lugar entregaban y recibían el correo, en ese rancho también les servían alimentos, les facilitaban agua, elementos para mecánica, y habitación para dormir en caso necesario.
Cruzaban el Valle de San Quintín con rumbo a la playa, hasta llegar a una vieja y solitaria casa cercana a la Bahía Falsa; luego cambiaban el rumbo hasta llegar al restaurante de José Pinto, en San Simon, donde eran bien atendidos, y contaban con cuartearía para los viajeros.
Cruzaban desde San Simon, con rumbo a Santa María, y Las Parritas, teniendo frente a ellos la barra natural y difícil de cruzar que eran los “Medanos de El Socorro”, y que al hacerlo llegaban a “El Socorro” con Guillermo Poidomanni y su esposa Refugio “Cuca” García Marrón; y su sobrina Rosalía Vidaurrázaga García, casada con Francisco Aguilar Aguilar, los dos últimos aun se encuentran radicando en ese bello lugar.
Luego seguía el sitio conocido como “La Estufa”, “Seis Hermanos”, “El Arroyo Hondo”, “El Arroyo Amargo”, y “El Consuelo” en este ultimo lugar eran atendidos por Onofre Collins Sandez, y su esposa Francisca “Panchita” Acevedo Ruiz, ambos originarios de El Rosario, quienes agasajaban a los viajeros aventureros con langosta, abulon, y pescado empanizado.
Bajando la angosta, pedregosa, y caprichosa cuesta norte de la mesa de El Rosario, descolgaban hasta llegar a la entrada del pueblo, a la casa de “Doña Luz Echeverria Ortiz de Meza”, a su tienda “La Luz del día”, que se encontraba frente a la cárcel del pueblo; también lo hacían en El Rosario de Abajo, “Pueblo Viejo” al rancho “Buena Vista” de Teresa Grosso Peña al otro lado del arroyo, y a casa de Doña Leonor Loya Espinoza de Romero, quien al igual que Doña Teresa Grosso Peña, servían ricas viandas a los polvorientos pasajeros de la diligencia de Manuel Parra del Valle.
FOTO TOMADA EN 1972 DE LA CUESTA DE “EL ROSARIO”, EN LA MESA NORTE, AQUÍ SE EMPEZABA A BAJAR HACIA EL CAÑON DONDE SE ENCUENTRA EL PUEBLO. FUE EN ESTE MISMO SITIO DONDE EN 1919 MARGARITO DUARTE ESPINOZA, SUBIO CON SUS MULAS LOS CARROS EN QUE REALIZO SU GIRA HASTA EL ROSARIO EL ENTONCES GOBERNADOR DE BAJA CALIFORNIA: ESTEBAN CANTU JIMENEZ. NOS PODREMOS IMAGINAR LO QUE SUCEDIA CUANDO SE ENCONTRABAN DOS CAMIONES CARGADOS: UNO DE SUBIDA Y OTRO DE BAJADA. ERAN LOS CAMINOS PENINSULARES ESTRECHOS, EMPINADOS, ROCOSOS, POLVORIENTOS, O LODOZOS.
FOTO: DE MI ARCHIVO PERSONAL.
Al terminar la cuesta, justo a la entrada del pueblo, existía un túnel en el cerro, que es de suelo de alta dureza, en ese lugar encerraron a un hombre que bajaron de la diligencia por mal comportamiento, quedando preso algunos días. La curiosa cárcel de El Rosario, era muy segura, nadie pudo jamás escapar, a pesar de ser solo de paredes y piso de tierra, con puerta de gruesa madera, y nula iluminación.
CARCEL DE EL ROSARIO, QUE SE ENCONTRABA FRENTE A LA CASA “LA LUZ DEL DIA” DE DOÑA LUZ ECHEVERRIA ORTIZ DE MEZA.
EN LA FOTO APARECE EL SEÑOR SILVA DE ENSENADA, EN 1950, QUIEN ME LA FACILITO PARA ENRIQUECER MIS INVESTIGACIONES.
En El Rosario de Abajo llegaban también a casa de mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta, donde entregaban y recogían el correo. -Mi bisabuelo contaba entre sus muebles con un “cartero hechizo”, que se elaboró en 1861, por su bisabuelo Carlos Espinoza Castro; y que a la fecha lo conservo dentro de mis bienes mas preciados-.
De la casa de mi bisabuelo partían por todo el arroyo de El Rosario, con rumbo al Este, llegando a casa de Victoria “Doña Vito” Castillo de Villalobos, quien junto con su esposo Don Eustaquio Villalobos Meléndrez, atendían generosamente a los viajeros.
Continuaban su maltrecho viaje con rumbo a la cañada de “La India Flaca”, subiendo por toda esa cañada, que mas adelante se le conoce como “Cañada del Aguajito”, hasta llegar al rancho de ese nombre, donde eran atendidos por Ángel De la Tova Fuentes, y su esposa la rosareña Guadalupe Duarte Valladolid, por cierto hija de Salvador “Cuatito” Duarte Espinoza, el del arroyo de la Colonia “Vicente Guerrero”. En El Aguajito, la especialidad de la casa, o mejor dicho del rancho, era carne de papas con cabeza de res, tortillas de harina, frijoles refritos con queso, y café.
Luego de caminar por muchas horas y subir la cuesta del Aguajito, y bajar la pedregosa cuesta de San Jorge, llegaban al rancho “El Arenoso”, donde eran atendidos por Adalberto “Caracol” Espinoza Peralta, y su esposa Isabel “Chabela” Vidaurrázaga Peralta; la especialidad en este rancho era: Carne seca de res machacada con ajo, frijoles refritos con manteca de cochi, tortillas de harina con manteca de res, y café al gusto, hasta llenarse.
En ese rancho existe desde aquellos tiempos un pozo para el agua del cual los fatigados viajeros sacaban agua para refrescarse, y en ocasiones darse un merecido baño. Esos pozos existían en todos los ranchos, y en muchas ocasiones a campo traviesa. La casa de “El Arenoso” era de muy agradable diseño, con características de construcciones del desierto, era blanca como paloma, lucia muy bien entre los cardonales; fue construida por Juan “Güero” Mouett Pérez, y diseñada con el buen gusto de su esposa Emilia “Balbina” Espinoza Peralta, hermana de mi abuelo Alejandro.
Proseguían su viaje con rumbo al sur, llegando al entronque con el camino que entra a la misión de San Fernando Velicatá, y luego al rancho “El Progreso” del yaqui caitiobo Marcelino Cajeme García, y su esposa Etelvina Peralta Solorio; donde se les servia al igual que en el rancho “El Arenoso”; desde este sitio proseguían hasta llegar al rancho “El Águila”, no sin antes cruzar por lo que hoy conocemos como “Guayaquil”. En el rancho “El Águila”, que era propiedad de Don Reyes Quiñónez Castellanos, quien era además de dueño de la tienda general, y atender el correo, el gerente de la mina “El Mármol”, cuyo jefe era el señor Kenneth Brown.
Continuando con la travesía llegaban a “San Agustín”, a la casa de un hombre que le decían “Don Pepe”, que era el encargado del correo, desde ese lugar existía un camino directo a la mina “El Mármol”, se encontraban varias casas, en una de éstas que era de los Smith, era donde comían, y se aseaban; otra de las familias del lugar era la Maclis.
De San Agustín, llegaban a Santa Inés a casa de Don Guillermo González; luego a Jaraguay con los Peralta; subían la cuesta de Jaraguay, para llegar al paso de unas horas a la Laguna Seca de Chapala, rancho que era de Don Arturo Grosso Peña, quien junto con su esposa Adela Peralta Acevedo atendían a los aporreados y maltrechos viajeros, que para entonces ya no sentían lo duro del desierto, sino lo tupido del polvo, y del lodo que se les formaba en la boca. Algunos viajeros fueron “bautizados” en Chapala, por el “Cura del desierto” como era conocido Don Arturo Grosso Peña.
El viaje lo continuaban con rumbo a Punta Prieta, que luego de varias y cansadas horas de viaje llegaban a la tienda de Don Félix Cota.
De Punta Prieta a “La Bachata” rancho de Don Félix Cota, son unos cinco kilómetros de distancia, misma que cuando llovía se hacían hasta cinco días en cruzar los inmensos lodazales que allí se formaban, sobretodo si antes que la diligencia habían pasado, ya fuera “El Seis Ruedas”, o los “Dobles de la Gringada”, que dejaban totalmente destrozados los caminos, verdaderas trampas para los incautos.
De “La Bachata” se llegaba a “Los Bachandres” lugar donde murió Don Félix Cota y su consuegro, intoxicados con monóxido de carbono en el pozo del agua.
Continuaban con el viaje hasta llegar a “Nuevo Rosarito”, no sin antes pasar por El Crucero” a Bahía de Los Ángeles. En Nuevo Rosarito llegaban a casa de Don Gabriel “Biel” Meza, donde comían, se estiraban, y donde deseaban no subirse mas a la diligencia; también en ese lugar llegaban a un restaurante de Doña Luisa; luego viajaban por todo el arroyo con rumbo a la playa, hasta llegar a “El Marmolito”.
Se podía además viajar directo por un cañón debajo de “La Bachata” hasta llegar a “San Andrés”, y luego a “Santa Rosaliita” en la playa. Desde la playa se podía viajar por un arroyo aguas arriba hasta llegar al rancho de Don Cuco Rousseau, llamado “Santo Dominguito”, en el que en la actualidad solo se encuentran unos pinos viejos, y un panteoncito con unos cuantos eternos huéspedes, que desde la actual carretera transpenínsular se puede ver, en el crucero que lleva a San Rosaliita.
Se Juntaban los caminos antes de llegar al rancho “El Mezquital” propiedad que era de Don Fidencio Ibarra, padre del “Cepillo Ibarra”, esto es unos cincuenta kilómetros antes de llegar a “El Arco”, es decir a la frontera de lo que hoy son los Estados de Baja California Norte, y Baja California Sur.
Se llegaba también a un rancho llamado “Miramar” propiedad que fue de Don Tomas Gallegos y de su hijo “El Grande Gallegos”, ambos oriundos de Santa Rosalía, Baja California Sur.
Había una gran recta en el camino que corría desde el arroyo “San Luis”, en la que se podía levantar además de una gran nube de polvo, unos setenta kilómetros de velocidad; luego se esta muy loca carrera se llegaba a “El Arco”, donde estaba el “Pozo Alemán”, y vivía Don Gustavo Villavicencio; dejaban el correo en casa de Don Juan Ibarra, quien además poseía restaurante, gasolina en “latas”, refacciones, y otras curiosidades que despachaba Epifanio.
De ese lugar seguían con rumbo a los ranchos que se llamaban: “Las Cuevas”, “El Tablón”, “El Caracol”, y “Los Mártires”, que era en ese orden en que se iban encontrando durante el viaje; todos esos ranchos eran de un hombre de apellido “Mayoral”, oriundo del pueblo y ex misión de San Ignacio.
Del rancho “los Mártires” hasta llegar a San Ignacio, era un camino de 32 kilómetros de longitud, formado con pura piedra puntiaguda, para llegar a la tienda de Manuel Meza, que con el tiempo se la dejó a “Chacho Meza”, quienes atendían el correo.
El último jalón, la ultima etapa del viaje consistía en 80 kilómetros desde San Ignacio a Santa Rosalía; y si todo había salido bien, llegarían el jueves en la noche a su destino; que por cierto casi al mismo tiempo que bajaban los del norte, también lo hacían los del sur, procedentes de La Paz; a Ensenada estarían arribando los que salieron el lunes anterior desde Santa Rosalía, lo mismo que La Paz recibía a los propios.
De las diligencias de Santa Rosalía a La Paz, era una de ellas conducidas por “Tabaco Zúñiga”; y aunque en éste trabajo no se trata de esa ruta, fue tan importante, pesada, y de ardua labor para aquellos abnegados hombres peninsulares, tanto los que ellas trabajaron, como los que viajaron en calidad de pasajeros.
La Ruta Posta Ambulante Número 18, fue entregada al gobierno mexicano por Don Luis Parra Rodríguez en 1950, ya que es esos tiempos la paridad del tipo de cambio de peso a dólar estadounidense cambié de 4.80 pesos a 8.60 por dólar, lo que imposibilitó continuar prestando el servicio, extinguiéndose por esa causa aquel recorrido, que aunque fue sustituido por otras formas de viajar, las que aunadas a los “raites” sin costo alguno que los troqueros daban a la población en general, vinieron a solventar las necesidades de moverse de aquellos bajacalifornianos de antaño.
Creo que para rendir el merecido reconocimiento a aquellas nuestras gentes del ayer solo nos queda seguir dentro de lo posible con su ejemplo de arrojo.
AUTOR DEL ARTÍCULO:
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
A 09 DE FEBRERO DEL 2011.
NOTAS RELEVANTES:
A manera de recuerdo y merecido homenaje dejaré asentados algunos de los nombres de los chóferes que he podido investigar, cuyas listas las publiqué en mi libro “LOS ROSAREÑOS”, en 1992; y que aunque sé que no son todos, algún día alguien más apoyara de seguro con armar ese rompecabezas que es parte de nuestra historia.
DE LA DILIGENCIA:
Jesús “Chapo” Galván
“Chino” Araiza
Bartolo Cossio
Marcial Salvador Arreola
Raúl “Barril” Cota
Juan Meza
Carmelo Ortega
Ángel Olachea
Pedro Marrón
José Manuel Parra del Valle
Luis Parra Rodríguez
“Tabaco” Zúñiga
DE LOS TROQUES:
Pablo García
Serapio García Marrón
Francisco García Marrón
Tomas García Marrón
Ambrosio García Marrón
Francisco “Pancho” Valenzuela
“Güero Nailon”
Felipe Ojeda
Carlos Peralta Brooks
El chino Luis Suiqui
Luis Paniagua
Señor Gómez
Vidal Ceseña Smith
Jesús Ceseña Smith: “Pozolón”
Gustavo Ceseña Smith
Arturo Ceseña Smith
“Güero” Ceseña Smith
Antero Díaz
Carlos “Carlinga” Ibarra
“Güero” Ibarra
Lamberto “Quiqui” Castillo Villa
Santa Maria Arce
Oscar Fisher
Cheche Fisher
Don Félix Cota
Raymundo “Mundo” Cota Quiñónez
Ricardo “Chino” Aráuz Armenta
Santa Anna Peralta Orduño
Julio “Tambo” Espinoza Vidaurrázaga
Prisciliano Martínez Duarte
Guillermo Alejandro “Willy” Granados Guzmán
Alejandro Cossio Sandoval.
José Manuel Parra del Valle fue chofer hasta el final de su vida, fue socio de una línea de transportes de carga del sur, llamada “Guaycura”; falleció en La Paz, Baja California Sur, hacia 2007.
De todos las personas arriba citadas, solo sigue siendo troquero: Guillermo Alejandro “Willy” Granados Guzmán, quien es oriundo del pueblo de Santo Tomas, Baja California, ex misión. Todos los demás ya han fallecido, algunos desde hace mucho tiempo, y otros en diversas épocas. Por ejemplo Raymundo “Mundo” Cota Quiñónez falleció en accidente carretero el 10 de mayo de 1990, cuando con su joven hijo Félix Cota viajaba de Punta Prieta a Bahía de los Ángeles, ubicada en el golfo de California; por cierto que también su hijo Félix, falleció en accidente de auto en Ensenada, hacia el año 2005.
Expreso mi agradecimiento por apoyarme en escanear las fotografías que aparecen en éste artículo a: Minerva Duran Tadeo, Carlos Zamora Caballero, Ing. José Alejandro Politrón Contreras, y al Doctor en Ciencias Miguel Agustín Téllez Duarte.
1 comentario:
Muy interesante y ameno su artículo. Increíble las historia de nuestra hermosa Baja California.
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