viernes, 17 de agosto de 2012

DOCTOR Y PROFESOR FRANCISCO DUEÑAS MONTES.


Destacado y célebre personaje de Baja California, descendiente de El Rosario. 

SEGUNDA PARTE: 

INTRODUCCION Y NOTAS: 

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo. 

06 de Agosto de 2012 
Artículo número 99 
Patente 1660383
'Somos Baja California, no Baja' 

 Es este el artículo número noventa y nueve de mi página de internet, sin embargo faltará otro más para dejar más narraciones del Doctor y Profesor Francisco Dueñas Montes. Y es que en el número 100, por el logro de llegar hasta aquí, considero pertinente dedicarlo a todos los narradores que he tenido y entrevistado, a partir del verano de 1972, y hasta el verano de 2012, y que no han sido pocos los personajes con quienes he tenido el gusto de conversar, en los últimos 40 años, de los cuales la mayoría, ya se han ido de este mundo; y a manera de homenaje, les quisiera dedicar a todos ellos, el espacio que otorga el centésimo artículo de la serie de narraciones, dedicadas todas, a la querida península de Baja California. 
Y ya en el 101, continuaremos con otra parte de la herencia del Doctor Dueñas Montes a nuestra madre tierra: Baja California.

 “CAPITULO 2. 

 Por: Doctor Francisco Dueñas Montes. 
Continuando con las narraciones... 
Preparativos para regresar a Mexicali. 

 Habiéndose quedado sola mi madre con toda la familia en el Paso, Texas, tuvo que soportar no solo la pobreza, sino también la muerte del último de sus hijos nacido en El Paso, Texas; por otra parte yo enfermé del Apéndice y me llevaron al hospital del Washington Park, donde me operaron y me salvé de una peritonitis localizada, pero a los 6 días, antes que fuera dado de alta, me apareció una Tifoidea que me mantuvo con calentura en cama por espacio de un mes. 
 Para colmo de las desgracias, Julia mi hermana, resultó quemada de la cara por un muchacho que la familia recogió como huérfano y que se dedicaba a dar grasa. Quemó una caja de grasa y para evitar quemarse las manos la tiró fuera de la puerta, con tan mala suerte que le cayó en la cara a mi hermana. 
 Al sanar de las quemaduras le quedaron feas cicatrices que fueron en parte corregidas posteriormente. Ya se imagina uno los sufrimientos de mi madre con todas estas desgracias acaecidas a sus hijos. Todos estos contratiempos demoraron la salida hacia Mexicali. Se vendió todo lo que se pudo vender para completar los pasajes de todos. 
 Ante la desgracia, la familia entera se dispuso a regresar a Mexicali, y lo primero que hizo al llegar, y pisar de nuevo esta tierra que no debimos haber abandonado nunca, fuimos a visitar el panteón y cubrimos de flores la tumba de aquel que había sido nuestro padre admirable, el esposo bueno y el varón recto, batallador y honesto: Don Felipe Dueñas Palencia. 
 Cuando mi familia, lastimada por la muerte de nuestro padre, se sintió sola, desamparada, decidió regresar a Mexicali. Era el año de 1916 y llegando a Mexicali, nos hospedamos en casa de la familia Echeverría (Ortiz), con quien nos unían lazos de cariño y amistad desde que habíamos vivido en El Rosario. Se acordó entonces, que todos nosotros, fuéramos inscritos en la Escuela Cuauhtémoc, recién inaugurada. 

 (SOBRE LA ESCUELA CUAUHTEMOC, MEXICALI, AÑO 1917).
 Y ya sin padre, los Dueñas mayores se dedicaron a trabajar, a luchar por la vida y a estudiar. Nos inscribimos todos en la Escuela Cuauhtémoc. Corría el año de 1917, yo me inscribí en la misma escuela, en el segundo año, grado que me correspondió de acuerdo con las pruebas que me hicieron.
 Tal prerrogativa, ya hemos dicho, se debió a la instrucción elemental que a falta de escuelas, dio a sus hijos Don Felipe, que aparte de buen padre, fue también mi buen maestro de las primeras letras.
 Pedro Vera, mi maestro se hizo cargo de nuestro grupo de 40 alumnos que correspondió al segundo año.
 Los solares eran espaciosos, bastante limpios, los alumnos muy disciplinados y muy atentos a las indicaciones de sus maestros. Estos, por su parte, bien trajeados, eran muy cumplidos y muy responsables en sus obligaciones. Eran verdaderos maestros, en toda la extensión y significado de la palabra, (así es la imagen que tengo de todos mis maestros).
 Cuando algún alumno no cumplía con su tarea, o se la había dificultado el aprendizaje de alguna asignatura, maestro y alumno se quedaban después de la hora de salida, 5 de la tarde y juntos repasaban la clase hasta que el alumno aprendiera ya la memorización de la poesía a Juárez, ya la tabla del siete de multiplicar.
 Hubo ocasiones en que, los alumnos, éramos llevados a casa a las ocho de la noche, digamos, por su propio maestro, cuando el padre no iba por nosotros.
 En la misma Escuela había un armario donde se colocaban las armas de madera que los alumnos usaban en los desfiles de las fiestas patrias. Sin embargo no se trataba de una Escuela Militarizada. El horario de clase era de 8 a 1 y de 3 a 5 de la tarde.
 Recuerdo que todos los lunes, antes de iniciarse las clases, todo el alumnado era reunido enfrente de la escuela, y el Director, o en su caso algún comisionado, disertaba acerca de las reglas disciplinarias y de ciertas obligaciones de observancia para los alumnos, y en el mismo acto, algún, otro maestro desarrollaba algún tema de orden cívico. Se juraba bandera, con unción y respeto, y se cantaba el Himno Nacional Mexicano. Luego, cada maestro se hacía cargo de su grupo para conducirlo a su respectivo salón de clases.
 Intercalaré aquí, una intrascendente anécdota: En cierta ocasión, se presenta el profesor Piñera a los salones de clase, nos dictó algunas líneas que, curiosos y sorprendidos, escribimos con toda fidelidad. Luego, nos fueron recogidos los escritos sin que nos imagináramos el motivo de aquellas raras actuaciones del profesor.
 Al otro día, se presentó ante nosotros el mismo profesor Piñera, y nos expuso el motivo de aquella encuesta. Nos expresó, que en los sanitarios de la escuela, habían aparecido palabras escritas y frases obscenas, y que pedía al responsable que se pusiera de pie.
 Pasado un buen rato, y viendo el profesor que sus palabras no habían surtido el efecto que deseaba, repitió: Voy a revelar el nombre del alumno que pinto las groserías en los sanitarios, pero le suplico al autor, que como hombre, afronte su responsabilidad y se ponga de pie. De todos modos, el responsable, se va a identificar él solo. Empezara por sentirse inquieto en su pupitre, nervioso, la vergüenza lo hará que se ponga rojo y finalmente, obedeciendo a su calidad de hombre se pondrá de pie. Todos los alumnos buscamos en la cara de los otros, tratando de hallar al culpable.
 No fue necesario continuar con la pesquisa, porque el alumno, puesto de pie, reconoció" y aceptó su falta. Confesó haber escrito las frases y palabras obscenas y sumamente apenado abandonó el salón de clases. El Director de la Escuela, en justo castigo, lo obligó a que lavara las paredes profanadas, y tras severa amonestación para que el hecho no se repitiera., se dio por terminado aquel penoso incidente. Surgen a mi memoria muchos y variados incidentes ocurridos en la escuela, largos de enumerar y de narrar, pero inolvidable aquel que estando en plena clase, se sintió un temblor de tierra y todos nosotros, despavoridos, corrimos en tropel tratando de ganar las escaleras lo cual ocasionó que ocurrieran varios accidentes con no pocos lesionados.
 A partir de entonces, se nos dieron instrucciones de cómo proceder y actuar, en futuros casos similares para desalojar los salones de clases sin poner en peligro la vida, ni la propia ni la de nuestros semejantes. Hay que hacer mención, que algunos profesores, nos aconsejaban para que en caso de temblores, nos cubriéramos la cabeza con los libros de lectura por aquello del material u objetos que nos cayeran del techo.
 Desagradable el incidente en que protagonizaron un alumno con un profesor. Resulta que el maestro golpeo con una regla al alumno delante de sus compañeros, y este, sumamente indignado, mientras el profesor escribía algo en el pizarrón, aquel tomó un tintero y se lo arrojó con toda la fuerza de que fue capaz. Se libró el profesor del tinterazo, por falta de puntería, pues el tintero se estrelló en el pizarrón haciéndose mil pedazos.
 Pero, fuera de estos incidentes propios de muchachos coléricos, las horas de la mañana y de la tarde transcurrían placenteramente, en los salones de clase, en los patios de recreo y en el salón de actos, un hermoso salón de teatro, elegante y cómodo, que tenia aquella inolvidable escuela Cuauhtémoc donde pase parte de mi niñez.
 En aquel salón de actos de la Escuela 'Cuauhtémoc' nos reuníamos para cantar las canciones de la época como 'El Gondolero' y muchas otras más, y con unción y respeto el Himno Nacional Mexicano.
 Una vez nos reunimos todos los alumnos de los distintos grados para rendir homenaje al maestro Gregorio Torres Quintero, mostrándole su libro de lectura onomatopéyica. Allí se escenificaban actos teatrales, se declamaban composiciones poéticas y se cantaba, como quedó ya dicho.
 Recuerdo que cada año, al abandonar la Escuela por las vacaciones el Prof. Vargas Piñera nos hacía varias recomendaciones para evitar la insolación y para evitar los baños en el río donde se habían ahogado algunos niños. El mismo maestro pidió que levantaran la mano los alumnos que vivían en Caléxico y que preferían la Escuela Mexicana a la de Caléxico. Yo pasaba largas temporadas en casa de mi hermana mayor casada que vivía en Caléxico, pero concurría a la Escuela Cuauhtémoc.
 De manera que me hice acreedor a las frases de felicitación del Prof. Piñera, quien con palabras sentimentales expresó con aplauso la conducta de los alumnos que vivíamos en Caléxico y sin embargo preferían, (haciendo un sacrificio y exponiéndonos a la reprimenda de las autoridades escolares de Caléxico) asistir a la Escuela de Mexicali,
 Tras cuatro años de escuela, mis hermanos mayores la abandonaron para dedicarse a los trabajos de campo en los ranchos de los hindús que andaban en solicitud de trabajadores.
 Por mi parte, utilizaba el caballo o la carretela para llevarles la provisión una vez por semana, pues los ranchos de los "Hindúes" como aquí les decíamos, están a dos horas de camino, más o menos, de la ciudad, por el rumbo del Roncho de Lon, antes de 'Hechicera'.
 Mi madre, agobiada por la soledad, por la responsabilidad tan dura del hogar, se casó por lo civil con el Sr. Pilar Velázquez, empleado de la Aduana local.
 Yo continué mis estudios en la Escuela Cuauhtémoc, mientras el resto de la familia se traslada a Tecate donde nació un medio hermano a quien se puso por nombre Cristino Velázquez Montes. Tras un año de residir en Tecate, la familia pasó a Tijuana donde construyó una casa grande, amplia, para toda la familia. Mi hermano Enrique, que tenía ciertas facultades para la mecánica y el arreglo de motores, pronto encontró trabajó al igual que los demás.

 (EN MEXICALI, AÑO DE 1916)

 Mexicali, era ya la capital del Distrito Norte de la Baja California desde 1915. Contaba, en 1916, con una población de mil 500 habitantes, aproximadamente, la Escuela Cuauhtémoc había sido Inaugurada con gran regocijo.
 Causaba grata impresión aquel enorme edificio blanco en el centro del poblado precisamente frente al Jardín "Niños Héroes de Chapultepec", donde cada domingo, en el precioso kiosco del parque, tocaba la banda de música del 25 batallón.
 Las inundaciones de 1905 y 1906, habían formado un largo y profundo barranco, crecían frondosos pinos, sauces y álamos que sombreaban el cauce del río donde los muchachos nos bañábamos y organizábamos competencias de clavados. Las pocas compuertas que contenían de trecho en trecho las aguas del río, hacían que las aguas subieran de nivel por lo que aquello favorecía que se hicieran, con el tiempo famosas competencias de clavados.
 En 1915 se suscitó un conflicto entre el General Aviléz, apoyado como Gobernador del Distrito (Norte de la Baja California) por el General Francisco Villa en Chihuahua, y el Teniente Coronel Esteban Cantú, Jefe de las operaciones militares en Mexicali, a donde arribó el 26 de Julio de 1911, Cantú había sido un militar porfirista que desembarcó en 'El Faro' con su ejército al frente del cual venía el Coronel Fidencio González.
 El Teniente Coronel Cantú se quedó en Mexicali con 100 hombres, mientras el Coronel González siguió a Ensenada, cabecera del gobierno del distrito, donde aún se encontraba Celso Vega, que poco después fue llamado a México.
 Tras las dificultades entre los militares Aviléz y Cantú, se optó por cortar por lo sano: Cantú quedó al frente del gobierno (del Distrito Norte de la Baja California), y cambió la capital de Ensenada, a Mexicali.

 Mexicali en 1917. 

 La ciudad se extendía en esta época: de Occidente a Oriente desde el barranco (Río Nuevo) hasta unas 5 cuadras al Oriente y desde la frontera hasta la calle Azueta, cerca del Cuartel Militar o el lugar que ahora ocupa la guardería "Josefa Ortiz de Domínguez". Se recuerda que en este Cuartel ocasionalmente los alumnos de la Cuauhtémoc recibimos instrucción Militar, el manejo de las armas y el conocimiento de las partes de un cañón o ametralladoras, etc.
 Las casas y edificios comerciales eran de madera, de estuco, cemento o de adobe. Las casas estaban separadas en lotos particulares que tenían su patio que se utilizaba como caballeriza donde pastaban los caballos (principal vehículo en 1916 para trasladarse a los ranchos vecinos, donde sembraban algodón algunos mexicanos y chinos).
 La estancia de la familia en Algodones, en Yuma y sus alrededores, así como los dos años vividos en El Paso Texas, se recuerdan como muy remotos; sólo los hechos desgraciados y dolorosos se graban con mayor intensidad, como también los castigos recibidos de los padres por no obedecerlos, pues a pesar de sus recomendaciones, los paseos, los corrillos y la reunión con otros muchachos de la misma edad para Jugar o bañarse en los pozos, era cosa de cada semana.
 Viene a cuento mí caída en el río Colorado y a la vez que quise pasar los rieles antes de que pasara el tren, sucedió que yo me encontraba arriba de una carretilla cuando brincamos todos y al caer sobre el codo me lo luxé.
 Inmediatamente se regresaron mis compañeros para estirarme el brazo y colocar el codo en su lugar. Otro hecho sucedió cuando a toda la plebe la condujeron a la comandancia por bañarse en el Río.
 Cuento mis recuerdos, y no me creen, que en 1913 ya pasaban tropas y soldados por el Ferrocarril, no obstante que Estados Unidos aún no entraba a la primera guerra mundial.
 Tampoco creen muchos que Los Algodones en 1907 era más grande que Mexicali.
 En aquel lugar la Aduana adquirió tal importancia, que el Administrador General de Aduanas Sr. Enrique Baca Calderón llegó a Los Algodones y aceptó ser mi padrino en esa época.
 Por cierto que en 1925 le hice una visita en la Aduana de Tlaltelolco y recordó aquel acontecimiento.
 Parece que las obras del río preocuparon al Gobierno de México y mandó inspectores a Los Algodones para que se dieran cuenta de estas obras y porque el gobierno de E.U., había mostrado cierto interés por intervenir en el lado mexicano. (Véanse escritos de Teodoro Roosvelt, con motivo de las inundaciones de 1905 y 6).

 CAPITULO 3 
Salida de la Familia Dueñas a Tijuana.

 En 1920, aún sin terminar el 6to. año de primaria, que cursaba en la Escuela Cuauhtémoc de Mexicali, mis familiares como se dijo, hicieron planes rápidos para salir a Tijuana, donde tenían pensado radicar, debido a la falta de trabajo en esta zona. Todos preparamos los caballos y dos pequeñas racas que llenamos de tiliches. Hicimos el trayecto por el lado americano, por lo peligroso de la cuesta de la Rumorosa-. Dos caballos fuertes , 'El Pocholongo, y el hijo del Pocholongo', nos condujeron lentamente a Tecate, (Baja California).
 En Jacumba, (California, Estados Unidos de Norteamérica), se descompusieron los frenos y paramos en una herrería para que soldaran algunas piezas, pues consideramos un gran peligro continuar sin brekas (expresión de los chicanos). En Jacumba, descansamos dos días, conseguimos algunos alimentos y después de una agradable estancia al aire libre, continuamos la travesía hacía Tecate. En el trayecto mi madre se sintió mal de su embarazo y nos detuvimos para que naciera un segundo medio hermano. Afortunadamente todo evolucionó bien. Estuvimos en casa de un pariente de mi madre. En este lugar mi padrastro consiguió algunos contratos en el campo donde lo ayudamos a limpiar una zona de trigo.
 En pago recibió varios sacos de trigo que sirvió para hacer tortillas y pinole. También conseguimos algunos contratos de leña y siembra de vides. En estas tareas eventuales no faltó tiempo para nadar y chapotear en el río, que en esa época llevaba bastante agua.
 Terminados los contratos, proseguimos el camino a Tijuana, en cuanto un emisario propio nos consiguió previamente casa y un solar donde arribamos ya entrada la noche, pues nos llevó todo un día de camino, cuando en auto se hace hoy una hora. Como no había terminado el 6to. por la prisa de nuestra salida de Mexicali, ingresé nuevamente al 6to. año con el Profesor José Amador.

 Sin querer echármelas, me parecieron las clases muy sencillas y fáciles, pues todo lo había cursado ya. Asistí a la antigua escuela 'Miguel F. Martínez', que quedaba junto al cuartel y la iglesia.
 Esta escuela desapareció cuando terminaron su nuevo edificio cerca del Teatro 'Zaragoza', poco antes habíamos ocupado (como salón) una casa amarilla que rentaron para el 6to. año únicamente.
 Terminada la primaria en Tijuana entré como mensajero del Telégrafo donde operaba como telegrafista un hermano de Caballero (Roberto). Después de un año había aprendido a escribir al tacto y a interpretar los signos telegráficos, clave Morse. Aunque ganaba dos dólares diarios, eran más las propinas que recibía al entregar oportunamente los telegramas.
 Confieso que yo estaba enterado de todo el contenido de los telegramas que se cruzaban, pues como yo mismo los ponía en su sobre, antes de doblarlos los leía sin que se dieran cuenta y naturalmente entregaba primero aquellos telegramas urgentes que se cruzaban con E.U. y tuve necesidad de escribir al tacto, para escribir bien los nombres de extranjeros, algunas de muchas letras y de difícil escritura.
 Cuando hube aprendido telegrafía, me enteraba del contenido de los telegramas que se cruzaban entre Ensenada, o de este lugar para Mexicali o para E. U.
 El Jefe del Telégrafo, Sr. García me tenía bastante confianza por el servicio extraordinario que prestaba, además de mensajero. Era un viejo libidinoso a quien le gustaban las muchachas; en varias ocasiones me llamó a la ventana para preguntarme:
 ¿Quienes son aquellas muchachas que van allá?
 Le contestaba que no las conocía. Entonces respondía: niño, a tu edad, yo ya conocía a todas las muchachas de mi pueblo y me las traía aquí, en las fiestas y en los bailes. Yo nada más me reía porque sabía que sólo era un 'echón', como se dice.
 Otras veces, cuando faltaba Roberto Caballero a su trabajo y se veía obligado a salir de la oficina, me encargaba que les dijera a todas las llamadas que esperaran unos minutos que no había telegrafista presente que era el mensajero el que contestaba.
 A veces recibía algunos recados para el jefe. Me felicitaba y me decía que haría la proposición para que me dieran una plaza de telegrafista de 3era. Al telégrafo llegaba de vez en cuando Guillermo Caballero a visitar a su hermano (Roberto) y como desconocía mi nombre y oía que el jefe me decía "níño", empezó él a llamarme "niño" y así continuó; cuando nos fuimos a México, todos los estudiantes seguían llamándome niño y algunos creían que ese era mi nombre. Después que conocieron mi apellido, me nombraban como niño Dueñas. Quizás por aplicado en la escuela el profesor José E. Amador llegó a estimarme algo y cuando llegó a su Escuela el aviso del Gobernador (Abelardo Lujan) Rodríguez para que buscaran alumnos aplicados acreedores a una pensión, me buscó y me convenció para que aceptara la beca.
 Confieso que yo no quería porque (ya) me iban a hacer efectivo el nombramiento como telegrafista de 3era. y naturalmente ganaría cinco dólares, en lugar de dos.

 Nuestra estancia en el Poblado de Tecate. 

 En el año de 1920, la familia Dueñas de pronto decidió trasladarse (de Mexicali) a Tijuana, donde se creía que había mayores posibilidades para encontrar trabajo.
 Pero antes de seguir esta narración, detengámonos un momento para anotar algunos datos acerca de este lugar; recogemos la opinión del Sr. Filemón Ramírez, quien expone sus puntos de vista acerca del nacimiento de Tecate, ya que es uno de los residentes más viejos de este lugar; nació según dice, en Hermosillo, Son., en 1880, y cuando tenía 4 años de edad sus padres llegaron a Tecate para establecerse. Dice que todavía hay unas cuantas casitas levantadas por Refugio Contreras, por Antonio Downey y Ramón Salazar. Este último era dueño de toda la parte céntrica que después donó a las autoridades. El crecimiento de este rancho fue muy lento; las personas se dedicaban a la agricultura de preferencia.
 Los Indios Pai Pai, algunos de los cuales vivían en el lado americano, formaban algunas congregaciones en llanos y montañas. Estos eran indios pacíficos y rara vez utilizaban la violencia, actualmente esta tribu tiende a desaparecer como los Seris de Sonora.
 En realidad, dice, este poblado evolucionó sin grandes acontecimientos, los más notables son los hechos ocurridos en 1911 con los magonistas; pues perteneció a las fuerzas de Celso Vega, a quien sirvió como mensajero. Tecate, dice, empezó a vivir casi al mismo tiempo que Tijuana, por allá en 1890, poco más o menos, no recuerdo ninguna ceremonia especial para señalar la fecha.
 La familia Dueñas radicó en Tecate un año; aquí nació un segundo medio hermano.
 En 1922 salió mi familia para Tijuana donde estableció su definitivo hogar. En este lugar conseguí emplearme en la oficina de Telégrafos como mensajero.

 El litigio de Tijuana.
 En Tijuana radicó mi familia desde el año de 1921, había algunos llanos desocupados ya que la población mayor se desvió más hacia la línea divisoria, ocupamos uno de estos solares pegados al cerro en la parte sur de la calle “D” y nos dispusimos a construir un local amplio como primera providencia. El Famoso Hipódromo de Tijuana (el primero), se encontraba a cien metros de la garita donde también había cantinas y mesas de juego, máquinas sorteadoras, ruletas, etc.
 Junto a la garita mexicana había un sitio de taxis amarillos para los turistas que quisieran ir al centro comercial de Tijuana donde encontrarían cantinas y cabarets a todo lo largo de la calle principal.
 Esta calle, en 1924, estaba sin pavimento, comenzaban a nivelar la tierra, para empedrarla, como esta tierra suelta duró mucho tiempo con perjuicio de los negocios, los vecinos hacían chistes despectivos: cuando alguno preguntaba acerca de lo que allí harían, contestaban:
 "Van a sembrar papas".-
 Debido a la impaciencia de las gentes, finalmente pavimentaron esta avenida principal, bastante transitada por norteamericanos, por comerciantes y animales desde perros hasta burros y autos 'foringos' que ya empezaban a llegar sobre todo los sábados y los domingos.
 En 1921 la población estable apenas llegaba a los seis mil habitantes. Entre los comerciantes más conocidos recuerdo a Miguel González, dueño de tiendas de curiosidades y fabricante de cerveza; a Mariano Escobedo dedicado al comercio de licores, a un norteamericano de apellido Ed Baker, también dueño de Bares a otros como los Cuevos y Cardinale éste fabricante de la cerveza Cardinale, a Joel López del bar Alhoa, y muchos norteamericanos más.

 Notas:

 1.- Pero, regresemos poco antes de que finalice el siglo XIX, cuando Ensenada entraba en una época de bonanza, cuando el profesorado ganaba dos y tres pesos de sueldo al día. Entonces se solicitaron maestros para desarrollar la educación puesto que Ensenada contaba ya con 1,500 habitantes.

 2.- Entre los profesores que llegaron, en su mayor parte de Colima y de Jalisco, se menciona a los siguientes: Don Felipe Dueñas, mi padre inolvidable, Carlos Munguía, Julio Ramírez, Eliseo Esquironi, Julio Núñez, Luis Rodríguez, Teófilo Echeverría, Joaquín García, Matías Gómez, David Espinoza y otros más cuyos nombres escapan al grato recuerdo.

 3.- El 9 de julio de 1900: Muere en Ensenada don Manuel Clemente Rojo, insigne maestro y político de origen peruano. Había llegado a Santo Tomás en 1867 como juez de Primera Instancia; después fue subjefe político y educador. En 1875 donó su biblioteca particular al pueblo de Santo Tomás. En 1879 escribió "Apuntes históricos de la Baja California", con algunos relativos a la Alta California. Realizó una importante labor educativa”. 

CONTINUARA... 

“Hace más el que quiere, que el que puede”, dice un refrán popular.
 Las múltiples actividades de la familia Dueñas Montes, bien se pueden incluir en los grandes esfuerzos de los pioneros, aquéllos personajes que sólo el fin de sus vidas, los detiene.
 Desde Felipe S. Dueñas Palencia, a su llegada en 1898, a El Rosario, Baja California, y hasta donde nos lleva la narrativa del Doctor Dueñas Montes, ha sido sólo trabajar, y trabajar, haciéndolo tanto por el progreso de ellos mismos, como por el bien que pudieron compartir con sus semejantes. Con que México contara con unas cuantas más personas así, otro gallo nos cantara.
 Qué bien por ellos, qué bien por Baja California, y qué bien que un hombre tan destacado tenga profundas raíces en El Rosario, Baja California.

 INTRODUCCION Y NOTAS: 

 Ing. Alejandro Espinoza Arroyo 
El Rosario, Baja California 
05 de Agosto de 2012 

 El presente trabajo de investigación, en su parte medular pertenece a Francisco Dueñas Toledo, hijo del Doctor y Profesor Francisco Dueñas Montes. Queda protegido bajo patente 1660383, se puede utilizar para divulgación, sin fines comerciales, de lucro, ni políticos. 

 NOTAS RELEVANTES:

 La familia Echeverría que cita el Doctor Dueñas, se refiere a la formada por el profesor Teófilo P. Echeverria, y su esposa Gertrudis Ortiz Aguilar; esta última fue hermana de la madre de Crescencia.

 Crescencia Montes Ortiz, madre del Doctor Dueñas Montes, proviene de la la familia rosareña formada por Francisco Montes Espinoza, y Gregoria 'La tía Yaya' Ortiz Aguilar: cuyos hijos fueron: Crescencia, Carlota, Celestina, Delfina, Trinidad, Dolores, Marcelino, Francisco, Rosario, Manuel, y Josefa “La Nana Montes”, quien vivió hasta su fallecimiento en San Felipe, Baja California.

 Con relación a Licenciado Don Manuel Clemente Rojo Zavala, a quien Dueñas Montes cita en sus narraciones, puedo asentar que llegó a Baja California, por accidente, ya que se dirigía de Acapulco a San Francisco, Alta California, y que el día 19 de Octubre de 1848, Rojo, realizó un dibujo de Carlos Espinoza Castro en su casa en El Rosario, donde Rojo se encontraba hospedado por haber naufragado su barco en 'El Socorro', sitio ubicado a unos treinta kilómetros al norte de El Rosario, y que por haber quedado 'enteramente solo en aquella triste playa', como lo dice el propio Rojo, y ante el temor de los ladridos de los coyotes, que llegaban hasta muy cerca de él; no tuvo de otra, mas que irse a El Rosario, lugar que no conocía, y que se hospedó con Espinoza, hombre ya anciano, muy hospitalario, caritativo, y conversador. Rojo tomó sus primeras notas sobre la historia de Baja California, en El Rosario, de las largas conversaciones que sostuvo con Carlos Espinoza Castro, quien a esa fecha contaba con 70 años de edad, mientras que Rojo, 25. De El Rosario, Rojo pasó a la misión de Santo Domingo, aprovechando el regreso hacia aquél lugar de José Luciano Espinoza Castro, pues había ido a El Rosario a visitar a su hermano Carlos.

 Teófilo P. Echeverria, fue Juez de Paz en El Rosario, en 1890, en donde conoció a la que fue su esposa.
 Julio Núñez, fue secretario 'El escribano' del Juzgado de Paz de El Rosario, y aunque muy poco se sabe, fue el padre de Enriqueta Núñez Ortiz, madre fundadora de la familia 'Reseck' en El Rosario, y prima hermana de Crescencia Montes Ortiz.
 Sebastián de Aparicio Soriano, en 1890, según las narraciones de Manuel Clemente Rojo, era el 'preceptor' en El Rosario, en la escuela Elemental número IV, a la que concurrían treinta niños. Sebastián de Aparicio Soriano, al mismo tiempo que Felipe S. Dueñas Palencia pasa de El Rosario, a la aduana en Los Algodones, en 1901, Soriano pasa a la aduana de Calmallí, donde muere de los riñones en 1905.

 Por último, cuando cursé sexto año de primaria, 1969-1970, en la Escuela 'Maestro Justo Sierra', del Ejido La Sangre, del Municipio de Tubutama, Sonora, las clases se impartían con el mismo horario, y disciplina como lo describe Dueñas Montes; y por lo que hace al trato de nuestros maestros, era muy fino, aunque recio. No se andaban por ramas, ni con medias tintas. 

 “SOMOS BAJA CALIFORNIA, NO BAJA”.

1 comentario:

  1. Bonita sorpresa, soy Alberto Rosas Duenas nieto del Doctor Francisco Duenas Montes, mi madre Norma Duenas . Gracias por su trabajo.

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