Destacado y Célebre personaje de Baja California, descendiente de El Rosario.
Nuestras
tradiciones son cultura y conocimiento, valoremos nuestro legado.
INTRODUCCION Y
NOTAS:
Por
Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
31
de Julio de 2012
Artículo
número 98.
Patente
1660383.
Somos
Baja California, tengamos dignidad, que no nos hagan decir: 'Baja'.
INTRODUCCION.
El
Profesor Felipe S. Dueñas Palencia, fue el primero de esa estirpe que llegó
desde Jalisco a El Rosario, Baja California, a finales de 1898, siendo enviado
por el gobierno federal para que se hiciera cargo del Juzgado de Paz del lugar,
en cual atendió a partir de enero de 1899, siendo 'su' primer fallecido nada
mas, y nada menos que Don Ángel Loya Moreno, quien junto con Maria de Jesús Espinoza
Marrón, fundaron esa familia en la
región,; Loya falleció en el Rancho El Rosarito de los Loya Espinoza, en mayo
de aquél lejano año del siglo diecinueve.
Era el profesor Dueñas Palencia, en
1898, cuando arriba a El Rosario, un joven de tal vez unos treinta años, cuando
más. Su labor fue destacada, siendo el segundo maestro que dio clases en El
Rosario, después de Sebastián de Aparicio Soriano; ambos dieron clases en la
escuela mixta elemental numero IV; ademas Dueñas le siguió en el Juzgado al
Juez Benjamín Romero, de quien por cierto, el Juez Dueñas, en 1899, le tocó
levantar su acta de defunción, al fallecer Romero en la misión de San Fernando
Velicatá, a causa de asma. Se aprecia en
la lectura del acta que el juez Dueñas, le guardó mucho respeto y admiración a
Romero, a quien le llama: 'Don Benjamín Romero', siendo que apenas contaba, al
morir, con cuarenta años de edad, ademas asentó los nombres de sus hermanos,
padres, y otros pormenores que en ninguna otra acta se encuentran.
Por qué llegó el profesor Felipe S.
Dueñas Palencia desde Jalisco hasta el remoto , polvoriento, neblinoso,
desértico, y casi olvidado pueblo de El Rosario, Baja California, en un tiempo
en que viajar, era algo de pensarse dos veces. Sería porque en este tan
apartado rincón de México, y de Baja California, se encontraría con la
rosareña, señorita Crescencia Montes Ortiz, conocida en el pueblo como 'La
Bella Crescencia”, con quien se casa en el lugar, en 1900, y fuera la madre de
los primeros siete 'Dueñas'
Baja-californianos de esa estirpe: ?O sería
el destino?. Algunos dicen que el destino no existe...
Dejaremos un poco más adelante de esta
narración para que sea su propio hijo el
Doctor y Profesor Francisco Dueñas Montes, quien nos deleite con sus trabajos
que durante muchos años recopiló, incluso muchos datos llegados desde su propio
padre.
No sin antes también, agradecer la gran
distinción del que soy objeto por parte del señor Francisco Dueñas Toledo, hijo
del Doctor Francisco Dueñas Montes, y nieto del profesor Felipe S. Dueñas
Palencia, al enviarme del archivo personal de su padre y abuelo, la información
que a continuación se encuentra, la que, generosamente escribieron sus autores,
principalmente el ilustre doctor Dueñas.
Y reconocer a Raúl Dueñas Diaz, nieto de Dueñas Palencia, siendo el
primero de ese linaje con quien tuve el gusto de tratar, a causa del seguimiento
que él le ha dado a mis trabajos de historia publicados en internet.
El Doctor y Profesor Francisco Dueñas Montes, fue Diputado Constituyente
del Estado de Baja California, fundador de la Escuela Normal Fronteriza de
Mexicali, y de la Escuela de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Baja
California, en Mexicali; de las que fue Director, y maestro. Fue coautor de la
constitución política de Baja California. Fue reconocido por su incansable
labor por la UNESCO.
Entre tantísimas otras actividades que el Doctor Dueñas Montes legó en
beneficio de Baja California, a la que por cierto, jamás llamó 'Baja', como lo
hace la actual administración del Estado, sobretodo cuando se refieren a la
destacada labor de nuestros deportistas, a propósito de las Olimpiadas en
Londres 2012..
A las siguientes narraciones de la
autoría del Doctor Francisco Dueñas Montes, solo le he agregado entre
paréntesis ciertas actualizaciones para facilitar la ubicación en el tiempo.
“MEMORIAS DE
VIVENCIAS DE TODA
UNA ÉPOCA
EN BAJA CALIFORNIA.
Por el
Doctor Francisco Dueñas Montes
Capítulo primero.-
Baja California, fascinante y
enigmática, ejerce igual atracción, a través de los siglos, lo mismo a
descubridores que a conquistadores, igual a evangelizadores que a osados
aventureros.
La alargada
península es toda una leyenda rodeada de misterio, largos años exploradores y
cartógrafos la diseñan como una isla habitada únicamente por mujeres bravías y
sanguinarias. Y es hasta cuando llega la era de los grandes descubrimientos,
cuando Baja California queda definida como una península, cuando se identifican
las tribus aborígenes que la pueblan, y cuando se inicia de lleno su
evangelización, primero por los misioneros Jesuitas, luego por los y
franciscanos dominicos.
En esta virtud, en mi carácter de
profesor y medico originario de Mexicali y con raíces en el norte de la
península, no he permanecido inmune a esa seducción. Al igual que mi padre, he
observado y tomado notas, con la mayor acuciosidad que me ha sido posible, de
los sucesos y lugares en que me ha tocado vivir. Por ello se puede considerar
que la afición a escribir y el afán histórico me han llegado por herencia
paterna.
Nací en
Mexicali, cuando corría el año de 1908 y había una población que apenas llegaba
a los mil quinientos habitantes, tomando en cuenta a los residentes en las
áreas rurales, dedicados a la agricultura.
Se iniciaba, en aquella época, un mayor
incremento en toda clase de actividades, en leal competencia con la que se desarrollaba
en Caléxico, California su vecina ciudad, que fue fundada unos dos años antes
que el poblado del lado mexicano. Al igual que Los Algodones, que desde el
final del siglo pasado (diecinueve)
había reunido a un mayor número de habitantes gracias a las obras que desde
hacía algunos meses se venían ejecutando en el Río Colorado. La vecina Calexico
había progresado un poco más en su crecimiento demográfico.
Fue hasta que Mexicali adquirió cierta
importancia y acusó un más halagador futuro, que la cabecera de la sección
municipal se cambió de Los Algodones a Mexicali.
Procedo de
una familia nativa de Baja California. El Gobernador del Distrito Norte de Baja
California, a instancias de Don Manuel Clemente Rojo, de origen peruano,
solicitó un grupo de maestros para que ejercieran en algunos poblados del
Distrito, como en El Rosario, pequeña y pintoresca ranchería, ubicada al sur de
San Quintín.
En ese grupo
arribó a aquellas tierras, procedente originalmente de Jalisco, Don Felipe
Dueñas y a la par que impartía las primeras letras en El Rosario, ocupaba los
cargos de Oficial del Registro Civil y Juez de Paz de la localidad.
En el Rosario, Don Felipe S. Dueñas
casó con la Señorita Crescencia Montes, de 18 años de edad. De aquel matrimonio
nacimos los siguientes hijos, (nombrados de mayor a menor):
1.- Filipina,
nacida en El Rosario, 2.- Eduardo, nacido en Ensenada, 3.- Enrique, también en
El Rosario, 4.- Francisco, en Mexicali, 5.- Julia, 6.- Carlos y la menor, 7.-
Enriqueta, en Los Algodones, Distrito Norte de la Baja California.
El Rosario, a fines del siglo pasado,
(diecinueve) era un rancho más o menos poblado. Había una veintena de casas
habitadas por oriundos del lugar, y otros procedentes de Loreto. Las familias
eran dueñas de sus pequeñas parcelas, que cultivaban gracias a un arroyo de
aguas corrientes, que constantemente bajaban de las montañas vecinas, para
seguir deslizándose plácidamente hasta desembocar en el mar.
En 1774 se había construido la Misión
de El Rosario, la que reunía a los fieles con su clamoroso llamar de una
campana, cuyas notas escuchábanse a más de veinte kilómetros a la redonda.
Contaba el
lugar con una pequeña escuelita, (Mixta Elemental Numero IV), cuyas paredes
venerables recogían el eco de las palabras del Profesor, Don Felipe Dueñas, día
con día, pues fue en aquella escuelita donde mi padre nutrió a los niños del
pintoresco villorrio con sus primeras enseñanzas.(A los nacidos entre1887 y
1890).
El Rosario era un alto obligado al paso
del camino, entre el norte y el sur, y cuentan sus moradores que vivieron
felices en aquella época, a pesar de su modestia, de su ausencia de
ostentación, pues todos se conocían y trataban entre sí, todos eran amigos y
muchas de las familias estaban enlazadas por estrechos parentescos. Las
parcelas familiares proveían a la población de frutas, granos y legumbres,
tales como maíz, trigo, frijol, verduras, en cantidad suficiente para todos, y
había ocasiones en que era tanta su producción que mandaban parte, en ocasiones
hasta Ensenada.
Hagamos un paréntesis para anotar
otros datos acerca de las misiones de Baja California. El rancho de El Rosario
fue conocido desde 1774, cuando los padres Dominicos fundaron la Misión en ese
lugar, pues los Jesuitas que habían construido sus misiones, abandonaron la-
península en 1768, embarcando en (La misión de) Loreto 13 de los frailes, en
lugar de los 16 que habían arribado originalmente.
El cronista,
padre Clavijero, afirma que en ese tiempo había una población determinada de
más o menos siete mil habitantes, repartidos en las varias misiones, que fueron
poco a poco diezmados, unos por el sarampión, la viruela y otras enfermedades,
pero principalmente por el ataque de los nativos indios que se calcula en 18 mil
de ellos. Con la población que habitaba en la desembocadura del Rio Colorado, y
la que vivía desde la Misión de Santa María hasta la Bahía de Todos Santos,
Clavijero calculó aquella población en 25 mil habitantes más o menos.
La principal y más importante obra de
los Jesuitas, fue la construcción de las misiones para educar y enseñar el
catecismo a los indios. Durante los setenta años que los Jesuitas habitaron la
península, trazaron mapas de la costa oriental y de las islas adyacentes.
Exploraron el interior de la península hasta el paralelo 31, latitud norte,
trazando veredas que después fueron caminos que unieron a todas las misiones y
que eran utilizados por viajeros, caminantes y arrieros. Establecieron lo que
se llamó "El Fondo Piadoso" y en total, los evangelizadores fundaron
23 misiones. El sistema misional de los Jesuitas no ha sido superado. Enseñaron
a los naturales a cultivar la tierra y construyeron sistemas de regadío. Fueron misioneros de muy vasta cultura, de
muy amplia ilustración y muchos de ellos procedían de familias acomodadas, cuya
labor evangelizadora la desarrollaban por su alto espíritu de servicio y
bondad. Entre ellos, había ocho alemanes, seis españoles y dos mexicanos
nativos.
La Misión de El Rosario, que fue ya
obra de los Dominicos, debe su fundación a un donativo de dos mil pesos hecho
por el Rey de España. Un año más tarde, fue fundada la Misión de Santo Domingo
al norte de la anterior, construida de adobe a la orilla de un arroyo. A pesar
del tiempo, aún se conservan en el lugar algunas palmeras datileras y otros
frutales de los que plantaron en aquella época los frailes.
En el año de 1824, Duflot Mofras, atache
de la Legación francesa en México, hizo algunos estudios en la península, de
sur a norte, visitando en su recorrido casi todas las misiones. Afirma el
viajero, que en ese año, había en la Paz una población de 400 almas; en Loreto
200; en San Javier 55; en Mulegé 74; en Comondú 81; en Magdalena 35; en
.Guadalupe 240; en San Ignacio 19; en San José del Cabo 320; en Todos Santos
260; en San Antonio del Real 717; en Santa Gertrudis 53; San Borja 71; en San
Fernando (Velicatá) 45; en El Rosario 75; en Santo Domingo 159; en San Vicente
(Ferrer) 261; en Santo Tomas 233; en San Miguel (Arcangel del la Frontera) 430
y en Santa Catarina 48. Total, 33 mil 376 habitantes.
Cuando ocurrió la ruptura de relaciones
entre los gobiernos de México y los Estados Unidos (1846), una compañía
militar, al mando del Coronel Stevenson, ocupó la Bahía de Todos Santos,
(Ensenada) mientras otras fuerzas, al mando del Coronel Burton, desembarcaron
en la Bahía de La Paz. El Capitán Pineda, de las tropas mexicanas y el fraile
de San Ignacio, invitaron a los nativos a tomar las armas contra los invasores.
En este año, México fue mutilado en más de la mitad de su territorio,
recibiendo en cambio una ridícula indemnización por el vil despojo llevado a
cabo por Norteamérica.
Entonces la corriente de viajeros se
realizaba de norte a sur, invirtiéndose más tarde, por lo aislado de la
península, por su falta de comunicaciones, porque las enfermedades y los indios
diezmaban continuamente su población, y porque los descubrimientos de oro en
California atrajeron la corriente de viajeros al revés, es decir, de sur a
norte.
En el año
1887, se determinó dividir la península en dos distritos. El del Sur, con su
capital en La Paz, y el Norte con su capital en Ensenada.
Durante la época de auge de la
compañía inglesa, que ocupó San Quintín para sembrar trigo y elaborar harina
del mismo, se emplearon varios vecinos de El Álamo y otros lugares. Algunos
aficionados a la pesca proveían de pescado y mariscos a la comunidad. En esos
años "El Rosario" era un rancho modelo de convivencia, de
identificación, donde sus moradores formaban una sola, grande y unida familia.
No faltaba en
el lugar el improvisado panteón, (data de 1802) erigido en un solar adquirido
por todos los vecinos, panteón que, con todo y su humildad, estaba siempre
lleno de flores frescas.
Fue entonces cuando mi padre recibió la
comisión de trasladarse al rancho "Los Algodones", con el cargo de
Contador de la Aduana. Allí se estableció con toda su familia, en el año de
1908.
El rancho de "Los Algodones"
se conocía desde 1859. Fue adquirido en primera instancia por Don Pedro
Villarino, del gobierno de Juárez, a la sazón en Veracruz.
Después el
señor Villarino traspasó sus derechos a Moreno Altamirano. Este a su vez los
cedió a Bluthe y (Guillermo) Andrade,
quienes los adquirieron porque el terreno les era indispensable para derivar
las aguas del Colorado al Valle Imperial.
Andrade
adquirió 305 mil 735 hectáreas del gobierno, condicionando a que deberían
radicar en aquellos terrenos cuando menos setenta familias de indios Cucapas,
quienes ocuparían una superficie de 10 hectáreas por familia. En realidad,
desde muchos años atrás ya ocupaban parte de aquellas tierras los mencionados
indios.
Tras algunas
gestiones, finalmente Don Porfirio Díaz, Presidente la República, extendió los
títulos de propiedad a favor de Andrade por aquella inmensidad de terrenos. Tan
negro capítulo se escribió el 7 de agosto de 1889.
En los primeros años del actual siglo,
el pueblo de "Los Algodones” fue creciendo por los trabajos que allí
realizó el gobierno de los Estados Unidos, para evitar que las aguas invadieran
cultivos en el Valle, de modo que se observaba una actividad mayor que en la
zona de Mexicali, donde había una Aduana, menos importante que la de "Los
Algodones", pero que contaba con un cuerpo de empleados entrenados para la
revisión de los vagones del ferrocarril, cuya inspección se hacía en "Los
Algodones".
En el libro “Colonización del Valle de
Mexicali”, se dice que los miembros de la expedición Williamson contemplaron un
sistema artificial de regadío hecho por los indios, quienes lo aprendieron de
los Franciscanos, misioneros de la Purísima Concepción y de San Pablo y San
Pedro, cuyo sistema de riego también fue encontrado por el Padre Kino en
algunos lugares de Sonora y Arizona. La idea era el riego por gravedad de las
tierras laborales de la "depresión del Colorado”. Se sabe que el General
Fremont, (invasor de la Alta California en 1846) llegó a idear la
reconstrucción del "Lago Cahuilla" en esta depresión, mediante la
desviación de las aguas del Colorado, con el fin de cambiar el clima del
desierto. Seguramente que tenía conocimiento que las grandes avenidas del
Colorado precipitaban sus aguas por todo el Valle de Mexicali y parte del Valle
Imperial. Pero esta laguna se secaba al descender la corriente del río.
Se sabe que estas aguas habían corrido
abundantemente en 1840, 1842, 1852, 1862, y 1867. Los estudios de Carlos
Robinson Rockwood, ingeniero de Michigan, relatados en su libro "Born of
the desert” formula un mapa regional en 1856, mostrando que el hoy "Valle
de Mexicali" es una área de tierra fértil y cuya superficie podía ser
regada por gravedad, puesto que quedaba abajo del nivel del Río Colorado. Tal
estudio, ocasionó la concurrencia de ambiciosos capitales para explotar dichas
tierras previa canalización y construcción de compuertas.
Fue así como
la "Colorado River Irrigation Company" puso manos a la obra y
siguieron después otras empresas interesadas en estas tareas, consideradas como
colosales obras de riego.
Se dice que la formación de la
"Sociedad de Riegos y Terrenos" es uno de los acontecimientos más
importantes en la historia del Valle de Mexicali.
Posteriormente, y de acuerdo con las
gestionas realizadas por Andrade, se formó la sociedad anónima, en la cual
intervinieron única y exclusivamente norteamericanos. La sociedad se denominó
"Sociedad de Irrigación y Terrenos de la Baja California" y su objeto
era, entre otras cosas, adquirir tierras, construir canales, etcétera.
Fue así como, desde el momento en que
el general Porfirio Díaz legalizó con su firma la venta de las casi 400 mil
hectáreas de terrenos de Baja California a Don Pedro Villarino, que a la postre
pasaron a poder de (Guillerm0) Andrade, se atentó contra la soberanía del país,
se sustrajeron aquellas tierras al dominio de México, y la constitución de la
sociedad formada por este individuo, con accionistas norteamericanos
exclusivamente, lo prueban fehacientemente. Aquella venta a todas luces ilegal,
antipatriótica, pesó sobre la soberanía de México durante largos años y fue
motivo de escarnio y vil explotación de Baja California, por empresas
extranjeras, hasta que el general Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de
aquellos latifundios, rescatándolas para México.
Pero, tras esta necesaria explicación,
debemos agregar que la mencionada sociedad de Irrigación y Terrenos de Baja
California, logró además el permiso para construir y poseer presas, acequias,
acueductos y otras construcciones, para colectar, depositar, conducir, y
distribuir aguas para la irrigación. Pero no fue eso todo lo que obtuvo la
afortunada sociedad:
En el año de 1904, ya había sido
autorizada para llevar agua a los Estados Unidos por el lado americano, pero,
desde mucho antes, anticipándose a la obtención del permiso, la sociedad había
iniciado trabajos y desde el año de 1901 ya irrigaba tierras labrantías del
Valle imperial, por medio del Canal llamado número uno.
Con trabajos, el poblado de Los Algodones
fue creciendo a tal punto que el gobierno mexicano vio la necesidad de
construir una Aduana, en la cual trabajó mi padre como contador, según ya lo
hemos dicho, y Don Tomás Meléndrez como administrador, auxiliados por un
personal de 6 o 10 empleados mas . El edificio de aquella aduana era bastante amplio,
construido de madera y pintado de amarillo, a unos cuantos pasos de la línea
divisoria con los Estados Unidos. En el lado americano había una garita donde
se turnaban algunos celadores con sus armas.
El lado americano se llamaba
"Andrade", nombre del concesionario del latifundio. A una cuadra de
la garita vivía mi familia, en una pequeña casa de madera de tres piezas. Esta
casa, junto con el edificio de la Aduana, fueron quemadas por los magonistas,
cuando invadieron el lugar en 1911.
Habiendo ocupado varios cargos públicos y la
responsabilidad de algunas escuelas, al sur de la península, mi padre,
observador atento, era aficionado a hacer apuntes de todo aquello que veía o de
cosas de las que tenía conocimiento. Estos apuntes fueron cuidadosamente
conservados por la familia y han servido de mucho para confirmar algunos hechos
sucedidos en los lugares en que vivió, sobretodo de Ensenada, ya como cabecera
del Distrito, donde también vivían algunos de sus viejos amigos, como por ejemplo,
Don Epigmenio Ibarra, que fue después Gobernador del Distrito, y tutor, en la
ciudad de México, de estudiantes baja californianos, incluyendo al que esto
escribe.
Fue amigo también mi padre de David
Zárate, oriundo del Real del Castillo y quien redactó interesantes
y valiosos apuntes acerca de aquel lugar, que fue cabecera oficial del
Distrito, antes de cambiarse a Ensenada en 1882. El entonces Gobernador
Sanginez ayudó mucho a mi padre, pues invitado por dicho gobernante vino a Baja
California, junto con un grupo de profesores.
Cuando Sanginez abandonó su cargo, no
quiso dejar desamparado a su gran amigo, el profesor Dueñas, habiéndolo
recomendado para que pasara a la aduana de Los Algodones. Esta recomendación se
hizo efectiva, lo cual comprobó personalmente el ex-gobernador Sanginez, en una
visita que hizo a Los Algodones en 1902, luego de haber estado aquí, en
Mexicali.
Por cierto, se asegura que fue Sanginez,
en aquella visita que hizo al villorrio aún sin nombre, quien le puso Mexicali,
utilizando las primeras sílabas de México y California, al revés de como los
vecinos bautizaron a su población fronteriza de Calexico, con las primeras
letras de California y México.
Fue aquella época una de las más felices
para la familia Dueñas, que eran queridos y respetados en Los Algodones ,
villorrio que entonces se componía de unas 35 casas , algunas de adobe, otras
de madera, muchas levantadas con horcones de árboles y con techos de
cachanilla. Todas las noches llegaba el ferrocarril de paso, con docenas de
furgones cargados de fruta del Valle Imperial, para su revisión al paso de la
frontera. Los integrantes del personal del tren, empezando con los garroteros,
eran bondadosos, esplendidos, y repartían a la gente del pueblo melones y sandías,
verduras y vegetales y toda quella producción de los campos agrícolas, que
transportaban diariamente del Valle rumbo al Este. La llegada del tren a Los
Algodones, por tal motivo, era recibida con júbilo, sobre todo por la
'chiquillería', que devoraba la fruta feliz y encantada. Era fruta madura con
los soles ardientes de California y con las aguas vivificadoras del Río
Colorado.
Desafortunadamente, un día aciago aquel
tren no nos llevó el regalo de sus frutas ni de sus amabilidades. Nuestro añorado
tren fue el mismo que llevó a las huestes magonistas a atacar Los Algodones,
las huestes que quemaron la aduana y nuestra casa. Fue un día negro de 1911.
La previsión, el amor y la devoción que
mi padre profesaba por nuestra familia, y un evento fortuito, inesperado, nos
salvó de la ruina y acaso de la muerte. Los rumores de que Los Algodones serían
invadido por los magonistas, se precisaba ya bien claro en lo que ya no eran
predicciones, sino hechos reales muy próximos a acontecer, por tal motivo, mi
padre nos trasladó a Andrade, del lado americano, donde consideró segura a la
familia, mientras él siguió cumpliendo sus tareas en la aduana mexicana. Había
razón para la alarma, Mexicali había sido invadido por los magonistas, que
ocuparon la plaza sin resistencia alguna.
No ocurrió así en Los Algodones. Ante el
asedio de los magonistas, los celadores aduanales del poblado repelieron a
tiros la agresión, resultando muerto el teniente Cecilio Garza, herido el
administrador de la Aduana Melendrez, que resultó herido en una pierna y fue
trasladado a Andrade para su curación, y a mi padre lo salvó uno de esos
fortuitos a que me refiero. Había ido a Yuma, Arizona, a una misión ordenada
por el gobierno Federal. Por otra parte, la vida en Los Algodones de entonces,
parecida a la de ahora, era plácida y tranquila, los vecinos se reunían los
sábados y domingos para presenciar y apostar en las carreras de caballos, que
se escenificaban en cualquier llano. Como los chicos no tenían escuela,
ayudaban en los quehaceres de la casa, cortaban y acarreaban la leña para las
estufas, sembraban algunas hortalizas y gozaban bañándose en las aguas
revueltas del Río Colorado. Los mas grandecitos, incluidos los Dueñas, eran
buenos cazadores de conejos. Iban los Dueñas cada semana de paseo a Yuma,
gracias a la franquicia o pase que les había otorgado el ferrocarril. O iban a
Y urna, o a Calexico, o a Mexicali, a la compra de ropa y provisiones.
Habiendo nacido dos Dueñas en El Rosario,
otro en Ensenada y tres más en "Los Algodones", se determinó que el
próximo vástago naciera en Mexicali. Así pues nací en esta ciudad, de Mexicali
a la que estoy ligado por indisolubles lazos de afecto y a la que me he
esforzado en servir, como médico y profesor, al igual que como ciudadano,
cuando he participado en la vida política de la entidad. (Diputado Constituye
del Estado de Baja California)
En ocasión en que nacía un nuevo
vástago, era costumbre en la familia avisar mediante carta a El Rosario,
anexando las fotografías para que los padres de mi madre se enteraran del nuevo
miembro de la familia.
En Los Algodones, ya lo hemos dicho, no
había escuela entonces. Empero, siendo profesor Don Felipe Dueñas, no iba a
permitir que sus hijos careciéramos de la elemental instrucción. Así recibimos
las luces de las primeras letras, con tal eficacia, que cuando ingresé a la
escuela Cuauhtémoc, de Mexicali, en el año de 1917, me pusieron en el segundo
año, y no en el primero como correspondería, puesto que ya conocía las enseñanzas
elementales.
EL RIO
COLORADO.
Algodones, como se le conoce ya abreviando
su verdadero nombre que es “Los Algodones”, crece y crece cada día, merced de
las obras que se van haciendo en el Río Colorado.
Para estas fechas, de 1909, el caudal del
río es extraordinario, rápidas e indómitas las corrientes, arrastran palizadas,
ramajes, forman turbulentos remolinos. La chiquillada de Los Algodones iba a
bañarse bajo el puente de Yuma, en aquellos peligrosos remolinos y abismos
profundos, donde de puro milagro, salvé la vida al caer entre las aguas del
río, gracias a que un compañero, heroico, que sin medir el peligro, se arrojó a
rescatarme, cuando ya perdidas las fuerzas me había dejado arrastrar por la
corriente vertiginosa. Posteriormente comentaba con mis compañeros que no había podido tocar tierra
con los pies, no obstante que varias veces intente hacerlo. Así de profundas
eran las aguas de aquel caudaloso Colorado.
Esto explica la razón por la cual,
muchos autos y camiones, vacíos o cargados de algodón, al caer al río,
desaparecieron para siempre, sin que ni los hombres ni los vehículos hayan sido
recuperados jamás. Dolorosa la tragedia de los Vildósola, uno de cuyos
hermanos, Pomposo, se hundió en las aguas fatídicas, sin que apareciera nunca,
ni su cuerpo ni el jeep en que viajaba.
Las presas construidas por los vecinos
arriba del Colorado, a la par que domaron un poco sus furias, dejaron que las
aguas corrieran con más placidez, arrastrando limos y materias orgánicas que el
río, en sus veleidades, en sus continuos paseos por el valle, depositó en las
partes bajas, favoreciendo con ellos la consistencia de las tierras, que se
hicieron más aptas para la agricultura.
En la esquina de una de las calles
principales de Yuma, Arizona, había una frutería cuyo dueño se llamaba Yote.
Tenía dos hijos, Yuguin y Ollen, quienes eran muy amigos de toda la muchachada
de Los Algodones. La familia Dueñas, era vecina de los Yote, en Yuma. Los Yote
eran además dueños de un rancho en La Mesa. Era la plantación de frutales con
ciruelas, manzanas, naranjas, y eventualmente fresas, melones y sandías. Los
amigos de los muchachos Yote iban a piscar a aquel bonito rancho y a dar rienda
suelta a su glotonería.
Este rancho, proveía de fruta los almacenes
y tiendas de Yuma. Servía además de alojamiento a nuestra familia, cuando
íbamos de visita a aquel lugar, así como la casa de los Echeverría, en
Mexicali, originarios de El Rosario, Baja California, emparentados con
Crescencia Montes, en donde pasábamos dos o tres días, cuando veníamos a
Mexicali. Pero los años de 1908 a 1913, los Dueñas vivimos de preferencia en
Los Algodones y sus alrededores.
Mi padre, originario de Guadalajara,
tenía una idea fija: Quería llevar a la familia a su tierra natal, con el fin
de que aprovecháramos los mejores colegios que había en la Perla Tapatía y
donde sus hijos nos educaríamos con mayores recursos, y en establecimientos de
primaria y secundaria, de los que en Mexicali se carecía.
Al fin, ya plenamente decidido a mover
a la familia, salió Don Felipe Dueñas rumbo a El Paso, Texas, donde haría los
arreglos para llevar después a toda su familia. Partió en el tren acompañado de
mi hermano mayor. Ocho días después mandó por el resto de la familia, cuando ya
había conseguido casa en arrendamiento.
Pero el
destino había ordenado que las cosas no fueran como las había proyectado el
jefe de la familia. La revolución había tomado demasiado auge, y en Juárez
había repercutido el rompimiento ocurrido entre las fuerzas de Villa y las de
Carranza. Imposible era entonces proseguir el viaje hasta Guadalajara, y fue
aquel giro impuesto por el destino lo que impidió entonces que los Dueñas nos
hiciéramos jaliscienses y que los muchachos hubiéramos asistido a mejores colegios.
La revolución (mexicana iniciada en
1910), en el sur y en el norte del país, había impedido el viaje de la familia
a Guadalajara, como era el propósito de mi padre. Pero, ya estábamos en El
Paso, Texas. Se hicieron los arreglos para adquirir un modesto restaurante y
esperar que mejorara la situación en el lado mexicano y se regularizaran las
corridas de los trenes hacia el sur. Más, en esos años de 1915 y 1916, las
cosas fueron empeorando. La guerra civil se sentía en todos los ámbitos del
país. Mis hermanos mayores se pusieron a trabajar, a vender el diario, a
prestar servicios como mozos, recaderos, etc. Los domingos había oportunidad de
cruzar la frontera y visitar Ciudad
Juárez. Se compraban "bilimbiques" en El Paso y se gastaban en el
lado mexicano.
En cierta ocasión, nos tocó ver al
General Francisco Villa en la plaza de toros de Juárez. Aquello parecía una
romería. Deambulaban los soldados armados por las calles, las soldaderas y
gente del pueblo comprando cosas en el mercado. Se oían músicas, gritos,
alboroto. Parecía que todo mundo andaba nervioso, queriendo expresar lo
contrario, divirtiéndose en casas de juego, en las cantinas.
A los pocos días, los carrancistas
(Fuerzas de Don Venustiano Carranza, entonces presidente de México) tomaban la
plaza de Juárez, de modo que los famosos "bilimbiques" (papel moneda
de Villa), perdía todo su valor, quedaban convertidos en simples papeles y los
únicos billetes que valían eran los que traían las fuerzas victoriosas de Carranza.
En medio de aquel bullicio, de tan caótica
situación llena de presagios, rumores y temores, pasó un año entero. Mi padre
tomó entonces la determinación de regresar sólo a Mexicali, para buscar acomodo
y mandar luego por el resto de la familia. Así lo hizo, más el destino había de
llenar de
luto y desolación a toda la familia, tan entrañablemente unida siempre. Pasaban
las semanas y los meses sin que se
recibiera una sola letra de mi padre.
Hasta que un día un familiar de los
que residían en Mexicali, envió la noticia fatal directamente a mi madre: Don
Felipe Dueñas, su amantísimo esposo, había muerto en Mexicali de
insolación...” CONTINUARA...
Ninguna duda queda que, tanto el profesor
Felipe S. Dueñas Palencia, como su hijo el Doctor Francisco Dueñas Montes,
fueron hombres de gran valía, de letras, que a pulso aprendieron, se hicieron valer, y que gracias a sus
oportunas observaciones, y al dejarlas escritas, ahora nos llegan como parte de
su gran legado.
En los tiempos en que fui compañero en
las vaquerías de mi tío bisabuelo Adalberto 'Caracol' Espinoza Peralta, nacido
en 1890, me narró gratos recuerdos de su
profesor Felipe Dueñas. Recordaba que fue un hombre muy querido en el pueblo, y
tanto lo quisimos que hasta la 'Bella Crescencia' le dimos, comentó en alguna
ocasión de aquellos nuestros viajes a lomo de mula en 1969, cuando él contaba
con 79 años de edad, y yo con apenas once.
Mientras que mi tambien tío bisabuelo José
del Carmen 'Tambo' Espinoza Peralta, en alguna ocasión me dijo: 'Mi querido
profesor Felipe Dueñas, fue quien me enseño el silabario, en El Rosario'.
INTRODUCCION
Y NOTAS:
ING.
ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO,
BAJA CALIFORNIA
31 DE JULIO DE 2012.
El presente
trabajo de investigación en su parte medular pertenece a Francisco Dueñas
Toledo. Queda protegido bajo patente 1660383, se puede utilizar sin fines de
lucro, comerciales, ni políticos.
NOTAS
RELEVANTES:
El profesor Felipe S. Dueñas Palencia, llegó
a El Rosario, en 1898, procedente de Guadalajara, Jalisco. Según su nieto Raúl
Dueñas Díaz, hijo de Carlos, la 'S' significa 'Santiago', dado que así lo leyó
en en censo que su abuelo realizó.
Crescencia Montes Ortiz, fue hija de
Francisco Montes Espinoza (El Rosario 1860-?), y de Gregoria 'La tía Yaya'
Ortiz Aguilar (El Rosario 1861-?). Nació en El Rosario el 19 de abril de 1879.
Su padre fue primo hermano de mi tatarabuelo Policarpo Espinoza Marrón (El
Rosario1857-1928), quien también fue Juez de Paz en El Rosario de 1890 a 1897.
La madre fundadora de la familia Montes
en El Rosario fue Ildefonsa Espinoza Salgado (1834-1909), y el padre fue José
Montes, oriundo de la misión de Loreto, Baja California Sur, aunque también se
le reconocía como del pueblo de San Ignacio.
La propiedad donde nació Crescencia
Montes Ortiz, era dentro de El Rosario, un rancho, que en la actualidad es campo de Béisbol en la
parte de El Rosario que los políticos de Mexicali, en 1961, y sin tomar ningún
parecer al pueblo, llamaron Ejido Nuevo Uruápan. El campo es colindante con la familia de Esteban Ruiz.
La Escuela Elemental Mixta Numero IV, en
la que Felipe S. Dueñas Palencia dio clases, se encontraba en el patio
posterior del actual museo comunitario 'El Rosario', cercana a un túnel que
existió en el cerro desde 1849, año en que llegó la Colonia militar a El
Rosario, enviada por el presidente de México José Joaquín Herrera, según para
proteger la nueva frontera mexicana de
las invasiones. Aun con esa previsión, México, en 1853, por parte de Sonora y
Chihuahua perdió setenta y tantos mil kilómetros cuadrados de su territorio de
'La Mesilla', en la que se encontraba Tucson, Sonora, donde operaba otra
Colonia Militar. Hoy Tucson, Arizona.
El profesor Dueñas Palencia fue el segundo
profesor en toda la historia de El Rosario, desde 1774 a la fecha, el primero
fue Sebastián de Aparicio Soriano.
Los alumnos rosareños del profesor Dueñas fueron los que nacieron hace mas de
ciento veinte años; mientras que los de Aparicio Soriano, fueron los que
nacieron entre 1877 y 1885, hace unos ciento treinta y cinco años; Crescencia
Montes Ortiz, mi bisabuelo Santiago
Espinoza Peralta, Modesto Valladolid Ortiz, por ejemplo fueron alumnos de Soriano.
En enero de 1901, el profesor Dueñas fue
sustituido por la profesora Maria Antonia Legaspi, siendo la tercera de los
profesores de El Rosario, y la primera mujer en dar clases en el pueblo. A ella
la sucedió su hermana Alejandra Legaspi, pero ya en la escuela elemental Mixta
numero VI, y hacía 1912, la profesora Flora Castro...
La escuela Elemental número IV, funcionó
donde ha quedado dicho, mientras que la VI lo hizo en la casa de mi tatita
Carlos Espinoza Castro, bisabuelo de Crescencia, y tatarabuelo de Francisco
Dueñas Montes. Solo ruinas quedan de lo que fue casa de Carlos Espinoza Castro,
y Escuela Elemental VI.
Es de importancia resaltar que en los
pueblos y ranchos de Baja California, hasta antes de la llegada al poder del
Gobernador Sanginez, y la llegada de los
primeros profesores desde el centro del país, eran los padres los que daban
clases a sus hijos, y vecinos, y que el
analfabetismo era muy alto.
Mi
tatarabuelo Policarpo Espinoza Marrón, fue también profesor, estudió en San
Francisco California, aunque en El Rosario, nunca fungió como tal, sí lo hizo
como Juez de Paz.
Las hermanas Dorotea, Juana y Gertrudis
Ortiz Aguilar, tías de Crescencia Montes Ortiz, fueron aprendices de
institutriz que apoyaron tanto a De Aparicio Soriano, como a Dueñas.
La primera profesora nativa de El Rosario,
hija de Dorotea Ortiz Aguilar y del Juez de Paz Teofilo P. Echeverría, de
nombre Maria de la Luz Echeverría Ortiz, quien fue la esposa del Juez de Paz
Francisco A. Meza Arce.
El modesto edificio de adobe crudo que
sirvió para la primera escuela en El Rosario, la Elemental Mixta Número IV, fue
construido por la comunidad, ademas asistían con casa y alimentos a los
profesores, y el Gobierno Federal les pagaba su sueldo.
Fue en un viaje a El Rosario, del Coronel
Esteban Cantú Jiménez, en agosto de 1919, entonces Gobernador del Distrito
Norte de la Baja California, cuando el pueblo, encabezado por mi bisabuelo
Santiago Espinoza Peralta, por Don
Gustavo Ceseña, y el chihuahuense profesor Luis Gildardo Rembao, se arremolinó en
torno a él, y le pidió que construyera su gobierno una escuela con todas las de
la ley, siendo así como se construyó la Escuela 'Padre Salvatierra', en
edificio totalmente de madera, estilo Victoriano, con amplias dimensiones, al
igual que una cincuentena más que se construyeron entonces por todo el
Distrito, de los cuales sólo sobrevive, precisamente el nuestro, el de El
Rosario, en cuyo recinto se alberga el Museo Comunitario, después de que se
rescató de la ruina total entre 1993-1994.
El primer profesor en la Escuela 'Pdre
Salvatierra', fue Luis Gildardo Rembao, le siguió el profesor Benitez, despues
la profesora Paula Arreola. El primer alumno de la 'Padre Salvatierra' fue mi
abuelo Alejandro 'Negro' Espinoza Peralta, esto cuando repitió primer año en
1921; mientras que en la primera ocasión fue en la Elemental Mixta numero VI, y
que al llegar la Padre Salvatierra, desapareció la VI.
En el actual El Rosario de Arriba, la
primera profesora fue Albina Márquez, mientras que sus primeros alumnos fueron
los hermanos Bárbaro y Domingo Duarte Peralta, en un salonsito de adobe crudo
que la comunidad construyó. Los hermanos Duarte, entonces niños, en 1923,
viajaban desde El Rosario de Abajo en una yegua colorada.
Los billetes 'Bilimbiques' que cita el Doctor Dueñas Montes, los conocí
en Ensenada, en 1970, en casa de mi tía abuela Natividad Garcia Marrón de
Cochran, donde viví seis años; y es que su esposo William James Cochran Flores,
'Willy Cochran' le tocó pelear en la revolución, y se quedó con algunos de esos
billetes que usaba en Chihuahua Pancho Villa, cuando era dueño del poder
absoluto en aquel Estado norteño; pero al llegar las fuerzas del presidente
Venustiano Carranza, y derrotar al ejercito de Villa, los billetes pasaron a ser
simple papel. En son de burla los contrarios de Villa, los llamaban en lugar de
'Bilimbiques': Pancholares; los dolares de Pancho Villa.
En los canales para riego y derivación de
aguas del rio colorado que menciona el Doctor Dueñas Montes, trabajaron los
hermanos William James, Henry, y John Cochran Flores. Fue la razón por la que
John conoció a la que fue su esposa: Arcadia Mendoza, quedándose a vivir en el
pueblo de Los Algodones, donde radican sus descendientes actualmente.
Para saber algo más sobre la familia
Montes, se puede consultar en este mismo sitio: 'Origen de la familia Montes en
El Rosario, Baja California', y 'Algunas personas que han dejado valioso legado
en El Rosario'.
ALGUNAS FOTOS
DE LA FAMILIA DUEÑAS MONTES.
Profesor Felipe S. Dueñas Palencia Crescencia Montes Ortiz.
Archivo:
Francisco Dueñas Toledo
Archivo: Francisco Dueñas Toledo.
Firma del
Juez Felipe S. Dueñas, y testigos. El Rosario, Baja California, 1899.
Archivo: Ing.
Alejandro Espinoza Arroyo. Escaneado por Laura Delia Espinoza Jáuregui.
Familia Dueñas
Montes, en su casa de Los Algodones, Baja California: Que fue incendiada en
1911 por las fuerzas de los Magonistas. El niño cercano a la puerta es el Dr.
Francisco Dueñas Montes.
Archivo:
Francisco Dueñas Toledo.
Tarjeta de Navidad del año de 1913. Archivo: Francisco Dueñas Toledo.
Francisco
Dueñas Montes, en Tijuana, Baja California, en 1923.
Archivo:
Francisco Dueñas Toledo.
Dr. Francisco Dueñas Montes, su esposa Maria Graciela Exiquia Toledo Elorga, y dos de sus hijos, frente a su casa en Calle Reforma 1000, de Mexicali, Baja California.
Doctor y
Profesor Francisco Dueñas Montes.
Archivo:
Francisco Dueñas Toledo.
Medalla que
conmemora el décimo aniversario del Estado Libre y Soberano de Baja California,
y a los ciudadanos Diputados que lo constituyeron.
Archivo:
Francisco Dueñas Toledo.
SOMOS BAJA
CALIFORNIA, TENGAMOS DIGNIDAD, QUE NO NOS HAGAN DECIR: 'BAJA'.
el dr duenas un angel para su tio rosario montes Ortiz ..nosotros sus hijos estamos muy agradecidos con el rip..somos 6 hermanos montes
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