miércoles, 22 de junio de 2011

EL ERMITAÑO: “CHUYITO DE LA BOCANA”.

Era un hombre de complexión delgada, de espesa barba, de larga y risada cabellera negra, la que con el paso de los años se fue tornando entrecana; si se le veía de perfil por el lado derecho mostraba una blanca dentadura en su amplia sonrisa, pero si se le veía reír desde el perfil izquierdo, mostraba la ausencia total de dentadura, la razón era que contaba con solo la mitad de su dentadura, tanto arriba, como abajo; cuando se le cuestionaba al respecto, decía que la otra parte se la había entregado a su “media naranja”, y que desconocía el rumbo que ella había tomado, habiéndola perdido de vista por completo desde hacía varias décadas.

Llegó solo, y a pie a El Rosario, por allá en los principios de mil novecientos sesenta, o antes tal vez, de repente apareció en una pequeña e improvisada cueva-choza en la parte de mayor pendiente de la montaña que hace la margen izquierda de la desembocadura del arroyo de El Rosario, en la costa pacífica.

Jesús el Ermitaño, era conocido como: “Chuyito de la Bocana”, “Chuy Trenzas”, y “Chuy Mentiras”; era un personaje silencioso pero amable, era amigable, en extremo mentiroso y exagerado, parecía que al entablar platica con él, se hablaba con un pirata, con un corsario, y hasta con un extraterrestre. Su principal afición era las pláticas sobre sirenas, y cosas por el estilo.

Como vivía a la orilla de la laguna en la bocana del arroyo, en la parte más difícil de llegar, la que siempre es golpeada por el viento del noroeste, que es el reinante en el lugar, y por las diarias neblinas que esconden aún más aquel apartado lugar, se convertía con todo eso, en un lugar mítico, un lugar misterioso, habitado por un misterioso pero agradable individuo.

¡Aquí en la orilla de la laguna, frente a mi casa me he entrevistado en varias ocasiones con sirenas que salen del mar, a las que ayudo a llegar hasta acá!, decía.

¡Todas ellas, llegan por lo regular del norte, yo las peino, y les hago platica, aunque algunas no les entiendo porque no hablan español!

Entre sus múltiples exageraciones contaba que en su lugar de origen; -jamás dijo dónde era tal sitio-.

Que en su lugar de origen, en una ocasión fue contratado por largo tiempo en un colegio de señoritas por la madre superiora, nada más y nada menos, que como semental del colegio.

Decía que había llegado hasta la península, por haber sido lanzado al mar por órdenes del capitán del navío corsario en el que era tripulante; y después de nadar por casi un mes arribó hasta la bocana de El Rosario, y que con maderas que encontró por toda la orilla construyó su cueva, como llamaba a su jacalito.

Dentro de sus escasas pertenencias se encontraba una pequeña embarcación de madera, y un par de remos, con los que hacía recorridos de “paseo” por “toooda” la laguna, decía; que si acaso serán unos quinientos metros de larga por unos cien de ancho, y que en esa “basta” navegación sacaba a pasear y a asolear a sus amigas las sirenas, que con frecuencia recibía en su “aposento” según sus propias palabras.

Contaba con una tarima, en la que según él las sirenas se tiraban al sol en medio de la laguna; aquella tarima siempre la remolcaba con dos o tres sirenas encima de ésta, y otras cinco o diez a bordo con él en la panguita; y que la tarima cuando no la estaba usando para pasear a las sirenas, la usaba como defensa de los ataques de los bucaneros hostiles a él, que hasta su cueva llegaban, merodeando en busca de tesoros que Chuyito celosamente guardaba.

Yo lo visitaba con la frecuencia en que visitaba mi tierra en época de vacaciones escolares, aunque en ocasiones aquellas visitas de cortesía se prolongaban hasta en tres o cuatro años, entre una y otra. Siempre que llegaba al frente de su choza, me recibía con tremenda sonrisa, en ocasiones le veía dientes, y en otras no, dependiendo donde me encontrara parado.

¿Amigo, por qué no habías vuelto?, nomás vieras cuantas visitas he recibido, decía:
Aunque del pueblo no, sino más bien algunos amigos corsarios que no me guardan mala fe; pero las sirenitas nunca me olvidan, ellas siempre me dan vueltas, pero vieras que algunas son muy celosas, por eso cuando veo llegar a varias, mejor me escondo, o me voy en mi pollino pa’l monte, y vuelvo cuando ya se han ido.

“Mi pollino”, le decía a un burro que era su medio de transporte, y el que fue su última comida.

¿Cómo has estado mi amigo Chuyito?, le preguntaba al llegar:
Así como te digo, así como te digo, repetía.

¿Y por qué nunca me ha tocado ver jamás a ninguna de tus amigas las sirenas? lo cuestionaba cada vez que iba a visitarlo.

Lo que pasa es que al escuchar tus pasos, como les son desconocidos, se sumergen en la laguna, y no salen hasta que te ven alejarte, entonces vienen y me preguntan, que ¿Por qué quieres verlas?

Chuyito se alimentaba de mejillones, de peces de la laguna, de patos, de gallinetas, y como visitaba el pueblo al menos una vez al año, la gente que todos lo conocíamos, le regalábamos desde verduras, carnes, ropas de uso, herramientas, cigarros; los cargaba sobre su resistente “pollino”, se retiraba a su cueva, y volvía un año, o dos después, apareciendo cada vez más viejo, cada vez más mentiroso.

En una ocasión, poco antes de 1990, más o menos, ya algo entrado en décadas de edad, al igual que su pollino, pues llegaron a la vejez casi al mismo tiempo; y como era de esperarse, al no salir Chuyito por el cansancio acumulado sobre su viejo cuerpo, su “pollino” se daba sus vueltas al monte para comer algo de la hierba que en las cercanías de la choza no existían, o nacía muy poca. En cierta ocasión su pollino no regresó, así que “Chuyito Mentiras”, se fue a buscarlo, encontrándolo que había muerto tal vez un día antes, así que para no perder la carne de su inseparable amigo, lo destazó, secó sus carnes y las comió en machaca seca; al menos tres comidas de aquella machaca alcanzó a saborear. Si Chuyito hubiera sabido que su pollino murió envenenado, no habría muerto él por la misma causa al comer las “sabrosas machacas” de su burro.

En los tiempos de la muerte del burro, siendo ya éste alimento en la alacena de Chuyito, fue a visitarlo Miguel Ángel Jáuregui López, encontrando a “Chuy Trenzas” en deplorable estado de salud. Lo sacó en brazos, lo llevó al hospital general de El Rosario, donde murió; según la necropsia: por envenenamiento en alimentos.

Su cuerpo fue sepultado en el panteón misionero de El Rosario, sin que jamás nadie en las décadas que vivió en el pueblo, ni después de muerto lo haya reclamado, o pasado a buscar, como lo digo, nadie lo buscó, ni vivo, ni muerto.

Seguramente “Chuyito Trenzas”, “Chuyito el de La Bocana”, “Chuy Mentiras”, “El Semental del colegio de señoritas”, ahora debe estar en otro alejado sitio como ermitaño, recibiendo a corsarios, sirenas, y tal vez con la compañía de lo que quedó de su burro; y también, por qué no, enterándose que he escrito algo sobre su extraña y solitaria vida.

Bien se dice: Que entre la cordura y la locura, existe solo un transparente velo, existe solo un pequeño paso, que para darlo, es solo cuestión de tiempo…

AUTOR DEL ARTÍCULO.

INGENIERO ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO
MIERCOLES 22 DE JUNIO DE 2011.


Ahí lo tienen: Aquí posa “Chuyito Mentiras” frente a su cueva, porque era una cueva que acondicionó con la madera que encontró en la costa.
Foto tomada por autor anónimo hacia 1975.







NOTA:
Aunque no tiene nada que ver con el artículo anterior, deseo comentar que hoy día miércoles 22 de junio de 2011, se cumplen cien años de los hechos de armas en la parte norte de Baja California, de la llamada “Invasión Filibustera de 1911”, en la que muchos murieron en defensa de nuestra tierra…
Hoy pasé frente al predio donde se dieron aquellos hechos, aquel enfrentamiento armado, en la actual complejo escolar Preparatoria “Lázaro Cárdenas”; y también pasé por el sitio donde fueron sepultados aquellos héroes, esto en la ciudad de Tijuana, Baja California.


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Raul Villarino Ruiz dijo...
Mi estimado Amigo, bien por el relato de El Ermitaño, te felicito por ese rescate de nuestra memoria histórica, te invito a que pases al Museo de Historia de Tijuana, exhibimos una cronología de los Sucesos de 1911 en Baja California en nuestra sala de exposiciones temporales, se que te va a interesar y mostramos la Bandera Original del Cuerpo de Auxiliares que participó en la Batalla del 22 de junio de 1911, que conservó Don Faraón Sarabia Espinoza y otros objetos y documentos originales, así como gran número de fotografías y facsimilares del Periódico Semanal Regeneración, partes oficiales de guerra y otros más. Invitados a visitarnos al Museo, se abre de martes a domingo de 10 a 18 horas, te esperamos, Tu amigo Arq. Raúl Villarino Ruiz.

25 de junio de 2011 08:20



TITULO: "El prisionero"
AUTOR: ARQ. JORGE BERNAL RAYA: 2011.

1 comentario:

  1. Mi estimado Amigo, bien por el relato de El Ermitaño, te felicito por ese rescate de nuestra memoria histórica, te invito a que pases al Museo de Historia de Tijuana, exhibimos una cronología de los Sucesos de 1911 en Baja California en nuestra sala de exposiciones temporales, se que te va a interesar y mostramos la Bandera Original del Cuerpo de Auxiliares que participó en la Batalla del 22 de junio de 1911, que conservó Don Faraón Sarabia Espinoza y otros objetos y documentos originales, así como gran número de fotografías y facsimilares del Periódico Semanal Regeneración, partes oficiales de guerra y otros más. Invitados a visitarnos al Museo, se abre de martes a domingo de 10 a 18 horas, te esperamos, Tu amigo Arq. Raúl Villarino Ruiz.

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