domingo, 28 de noviembre de 2010

RIGOBERTO MARTIN DEL CAMPO MARRON:


TATARANIETO DEL NORTEAMERICANO: JULIAN JESSE AMES, Y DE LA ROSAREÑA: PERFECTA ESCOLASTICA ESPINOZA CASTRO.

Nacido dentro de las mas antiguas costumbres y tradiciones bajacalifornianas, es Rigoberto “Rigo” Martín del Campo Marrón, una de las versadas personas, con amplios conocimientos de nuestras costumbres ancestrales, las conoce por haberlas vivido, y por haber nacido dentro de ellas, es la razón principal que lo llevan a pregonarlas, a defenderlas, y no solo eso, también las ha escrito para que sus familiares mas cercanos no las olviden.

En nuestras pláticas le he propuesto que las publique, sin embargo no lo quiere hacer de momento, pues afirma:

¡Solo las escribí, para que no se pierdan, siendo además una manera de recorrer el camino hacia los recuerdos, y vivencias aquellas!

Y aunque afirma que es de mala memoria, maneja tal cantidad de información, que la bastedad de sus datos fácilmente le darían varios libros de nuestra historia, principalmente las de Playas de Rosarito, La Misión, El Descanso, Tijuana, Tecate, y San José de la Zorra; Cueros de Venado, y la Presa Abelardo L. Rodríguez; como en los siguientes párrafos se podrán leer algunos de los cientos de nombres de personas, lugares, y hechos que maneja.

Nacido en Tijuana, entonces Territorio Norte de la Baja California, a las siete de la tarde del día 3 de marzo de 1941, es descendiente tanto de el linaje Marrón, como del Linaje Espinoza, ambos con origen en los primeros días en que Baja California, era llamada solo como “California”. Desciende además de linajes de Zacatecas, y de Jalisco.

Sencillas, amables, y generosamente honestas son las narraciones de “Rigo”, quien es enteramente bajacaliforniano, ya que su hablar, su vestir, y sus modos de vida lo delatan en cuanto se le conoce un poco.

Nacido en Tijuana, y criado en el rancho “La Pila”, donde transcurrieron sus primeros siete años de vida, le tocó como a cualquier peninsular ranchero, vivir entre aves de corral, ganado vacuno, caballar, y silvestres. Recuerda que en su casa tenían gallinas, patos, gansos, además de perros, y gatos; y que los siempre embravecidos gansos cuidaban del rancho mejor que los perros; que vivía además una becerra que le llamaban “La Lepe”, que era muy buena para dar de topes, y que ellos se cuidaban cuando eran niños del embate de “La Lepe”, de los gansos, y de los atropellos de los borregos. Su madre los mandaba a él y a su hermano menor, “Sergio”, para que metieran leña para la estufa, agua para la cocina, o que fueran a traer el petróleo para las lámparas, hasta por allá a la tienda que se encontraba muy lejos, y ya de regreso el galón aumentaba de peso conforme caminaban, y la distancia parecía no aminorar.

Sus juegos preferidos eran los vaqueros arreando el ganado; para lo cual con huesos de paleta de res que apoyaban en el suelo dejaban marcas como de pisadas de vacas, y ese era el sendero de las arreadas, así que tanto Rigo, como Sergio, eran vaqueros de los meros buenos, solo que tanto el ganado como el arreo era imaginario, ya que a los seis o siete años de edad en realidad no les tocaba arrear mas que en la imaginación.

Entre sus juegos imaginarios de aquellos tiempos, cuando aquí no existían juguetes de fabrica, o al menos era muy remoto verlos, y mas tenerlos: Eran los soldados, y los generales, su otro juego preferido: El ejercito se componía de una gran numero de casquillos de tiros de .22, de escopeta 6, y 12, de 30-30, de 30-06, y de pistolas; los tales casquillos abundaban en el rancho: Rigo y Sergio los juntaban, los alineaban, de manera que los casquillos chicos representaban a los soldados, los grandes eran los generales; colocados como a dos metros de distancia un “Ejercito” frente al otro, iniciaban los disparos con un cañón que era la mano, y cuyas balas eran canicas, así que quien primero terminaba con el enemigo, era el ganador del juego: ¡Tiradero de soldados que quedaban por todo el campo de batalla!: Recuerda Rigo.

Fue en ese entonces en que conoció y comió por primera vez las tortillas de maíz, ya que aquí en Baja California no se acostumbraban desde siempre, solo las de harina.

Con su padre trabajaba una familia que vivían en una casita cerca de los corrales, se llamaban Felipe y su esposa Jesús “Chuchi”, ellos desgranaban las mazorcas en una gran tina, luego remojaban el maíz, después le atizaban, y al hervir le agregaban cal, que en un rato ya estaba cocido, entonces lo llamaban “Nixtamal”, lo lavaban, luego lo molían en molino de mano, y después en metate le daban una segunda molida, y de esta masa obtenían unas muy sabrosas tortillas: Alimento básico de México, sin embargo aquí en la península no se conocían; Yo nunca había comido tortillas de maíz, afirma Rigo.

Su padre, que era un diestro vaquero, junto con varios parientes y amigos de los ranchos vecinos, habían ido a correr caballada, que pastaban en “La Mesa de los Indios”, en La Misión; a veces eran de los “Mesteños”, y otras veces de los ya amansados.

Recuerda Rigo que en una ocasión su padre lo dejó al pendiente para que en cuanto viera que se acercaba la caballada que traerían ellos arreando, debía abrir la puerta del potrero para que entraran y ya no se regresaran a la montaña; y a mucho de esperar, y esperar, se enfadó que no llegaban los vaqueros con los caballos, así que se bajó del caballo, y en una distracción, de repente escuchó y vio que se acercaban a toda velocidad aquella gran cantidad de caballos, que ya no le dieron tiempo de llegar al portón, por mas que corrió, así que los caballos dieron vuelta y se regresaron a las mesas altas; o sea que con esa acción les echó a perder todo un día de trabajo a todos sus mayores: ¡Esa fue la única vez que mi padre me dio de azotes!

Cuando salían de La Misión con rumbo a Tijuana, muchas veces a caballo, y en otras en carro, en otras ocasiones viajábamos en la diligencia, que era como se les llamaba entonces a los camiones de pasajeros, que por cierto eran muy pocos, ya que en aquellos tiempos eran grandes soledades, solo existían ranchos esparcidos por toda la distancia:

Cuando viajábamos en la diligencia, de La Misión a Tijuana, dejábamos el carro en casa de mi tío Alberto “Tejano” Crosthwiate, quien vivía en la orilla del camino, pasando el puente, de ahí nos regresábamos a pie a la escuela ejidal, pues ahí paraba “La diligencia” que venia desde Ensenada, hasta Tijuana; y como todos nos conocíamos, al subir a la diligencia saludábamos a todos, por lo regular eran gentes de los ranchos: “Las Chichihuas”, “El Junco”, “Santa Rosa”, “La Mina”, “La mesa del Tigre”; en ese tiempo no existía la carretera escénica, ni cuando.

Mi madre y todos los de su edad, y los de antes que ella, al camión le llamaban: Diligencia; al sitio donde se subía el pasaje, le llamaban: La Posta; Al automóvil: La Maquina.

Durante el viaje de La Misión a Tijuana, primero se llegaba al rancho de ”Los Alisitos” de mi tío Heberto Crosthwaite, adelantito “El Mesquitito”, donde ahora es “La Fonda”; ahí había un grupo de soldados que operaban durante la segunda guerra mundial unos radares, o antenas; Seguía la cantina “Medio Camino”, que por cierto en dos ocasiones en ese lugar, mis padres y hermanos recibimos el año nuevo; en ese mismo lugar la gente bailaba; el ambiente era amenizado por unos músicos, que desde arriba del templete, observaban que la gente le depositara un tostón de dólar en una alcancía que era un gato verde; nomás caía una moneda iniciaba una canción, mientras se depositara en el gato verde, la música no paraba: ¡No había monedas, no había música; tostón gringo costaba cada pieza: El dinero mexicano no circulaba aquí entonces!.

En este mismo lugar el padre de Rigo, jugaba muchas carreras de caballos “Parejeras”, por lo regular el cinco de mayo, el dieciséis de septiembre, y el veinte de noviembre.

Después rumbo al norte seguía la cantina “El Descanso”, propiedad del señor Otto Moller, que por cierto fue presidente municipal en Mexicali; colgaba en un muro de su cantina una foto de cuando casó al famoso artista Rodolfo Valentino y a Natasha Rambova; a la muerte de Moller, el lugar se quemó, sin que en la actualidad se encuentre ni el menor rastro.

Seguía el restaurante “La Posta” propiedad de mi tío Alfredo Crosthwaite, y su esposa la rosareña Lucia Cota Fernández: Le había puesto “La Posta”, pues el trabajó en el correo de Tijuana a Ensenada en la década de los treinta del siglo veinte.

Seguía la casa de Daniel Gilbert; y en su frente se encuentra el rancho que fue de Juan Loperena, y mi tía “Chunki” Crosthwaite Ceseña, y un poco adentro cerca de ahí el rancho de mi tía Manuela Machado.

Luego seguía el rancho “El Medano” de mi tía Toñita Macias de Gilbert, así como los ranchos de sus hijos: Tomas, Juan, Ramón, “Chelo”; y un poco mas a la rinconada rancho “El Gato” de Don Abraham Gilbert; mientras que a un lado del camino el rancho del señor Alberto Orta llamado “Cantamar”, luego de Alejandro Borja, y en nuestros días es de su hijo Carlos Borja.

El restaurante “Puerto Nuevo” era de don Jesús, suegro de José Macias, hijo de mi tía Manuela Machado de Macias; atrás de este rancho en la orilla del mar, se encontraban dos campos de pescadores ribereños.

Seguía el restaurante “Don Pancho”, donde servían mariscos, y comida mexicana típica: cuyo lugar era adornado con unos caracoles petrificados de inmenso tamaño; su propietario era Don Francisco “Pancho” Galván: Galván era compadre de Roy Manzir, hijo de Francisco Manzir del rancho “El Compadre” de la sierra de Juárez, de Ensenada.

Desde el restaurante “Don Pancho” hacia el norte viajábamos hasta llegar a “El Morro”, ahí se encontraban varias casas, sin embargo solo conocí a Don Eleno Estrada, quien era fayuquero, y vendía pan dulce; vivía también en ese lugar Don “Tacho” Cortes, que era pescador, originario de Sn José del Cabo, Baja California Sur.

Luego pasando “Calafia” había un pequeño puesto donde vendían carnada para pescar, y sodas, su dueño era Don Luis.

Seguía el rancho “Cuevas”, que ahora son los estudios “Fox” de cinematografía; aquí, en aquel tiempo solo existían dos construcciones de piedra, que eran propiedad de don Chale Cuevas; él le decía a mi papa: ¡Oye Lolo, regálame a este cab… chamaco; para qué lo quieres, al cabo tú ya tienes otro!: El chamaco era mi hermano Sergio, y el otro, era yo; dice Rigo. Por cierto que Chale Cuevas, era hermano del empresario de artistas Teofilo Cuevas, muy conocido en Tijuana.

Después seguía un rancho que tenía un letrerito que decía: “Rancho La Barca”, se encontraba a la orilla del mar, y muy cerca de ahí, estaba “La Encantada”, playa que tomo gran fama por sus paseos y sus lunadas, y también por la gran cantidad de personas que ahí se han ahogado.

Seguía la cantina “La Paloma”, muy frecuentada por los viajeros, y según platicas de mi madre, en ese sitio conoció a la cantante “Lucha” Reyes, la que no usaba micrófono para cantar.

Seguía “Rene’s Place” de Don Juan Ortiz, que paso a manos de su hijo Rene Ortiz Campoy; y enseguida se encontraba un taller mecánico, con una estación de gasolina.

Luego se llegaba al pueblito de Rosarito, cuyas construcciones “Rosarito Beach Hotel”, y “La Quinta Alberto”, -hoy quinta Santa María-, fueron construcciones que siempre me impresionaron, por cierto que contaban con pista de aterrizaje para avionetas, la que quedaba junto al mar, en la parte trasera de los edificios. En una ocasión uno de mis tíos sacó del mar a Juan Rodríguez Sullivan cuando con su avioneta cayó al mar, habiendo levantado vuelo desde la pista del hotel “Rosarito Beach”: Fue hijo del general Abelardo L. Rodríguez.

Enfrente del Hotel Rosarito Beach, se encontraba la tienda de Don Ramón León, que era el lugar donde mi padre surtía las provisiones de la casa.

Los últimos ranchos ya para llegar a Tijuana eran los de: Don Gilberto Gilbert Machado, hoy establos de “La Jersey” de Don Héctor Jiménez; luego seguía el rancho de Eusebio “Chevo” Gilbert Machado, y luego la casa de sus padres Don Eusebio Gilbert Yorba, y Doña Juanita Machado: Don Eusebio viejo, era primo hermano de mi abuela Martina Crosthwaite Gilbert.

Seguía el rancho del español Don Eduardo Yagues Jarquez, quien era un gran borreguero, por cierto yerno de Don Alfredo Ames.

Luego seguía el rancho de Don Eduardo Gilbert, que se localizaba a lado de la desaparecida escuela “Independencia”, siendo este el más norteño de los ranchos de Rosarito.

Luego seguía la empinada “Cuesta Blanca”, la que a duras penas subía “La Diligencia”, desde lo alto, y a lo lejos se divisaba el rancho “La Nopalera” de Don Alfredo Ames, quien era primo hermano de mi abuelo Juan Marrón Ames.

Y cuando al fin subíamos la Cuesta Blanca, pasábamos por la cantina “La Gloria”, construcción de agradable aspecto, rodeada de árboles, sobretodo muchos olivos.

Seguía la casa de Don José Solís; luego llegábamos a lo que hoy es el cuartel y campo militar; y desde ahí una agradable bajada pasando por “El Aguaje de la Tuna”, “la Pedrera”, hasta llegar al bulevar “Agua Caliente”, ya en pleno pueblo de Tijuana, que era en realidad una pequeña ciudad.

El viaje desde la Misión a Tijuana era de una hora y media, si no existía algún contratiempo, como la ponchadura de una llanta, o que se calentara la Diligencia.

No olvido que cuando mis abuelos y los de su época nacieron: No existían los automóviles, el medio de transporte eran solo carromatos de mulas, a caballo, mula, burro, o a pie.

Lo mismo era cuando viajábamos desde la calle primera de Tijuana, hasta la presa Abelardo L. Rodríguez”, era como ir a otra ciudad, pasando por muchos ranchitos, y sembradíos, hasta llegar a un muellecito que estaba al llegar a la Presa.

La primera vez que fuimos en familia a pescar, fue en 1948, los pescados que aquella vez pescaron mis tíos Juan y Jesús Limón Correa, los fuimos a preparar para la cena a un restaurante del pueblo de “La Presa”, que aun existe.

Algunas de las personas fundadoras del pueblo de “La Presa” que conocí, fueron: Felipe Cavaba, Pedro y Macario Rayle, y a José Preciado. La familia Preciado tiene más de cien año de radicar en ese sitio.

Íbamos también de día de campo a “Las Pozas Azules”, que se encontraban mas debajo de la cortina de la Presa Abelardo L. Rodríguez”.

Otro de los viajes agradables eran los del “trenecito”, que salía de Tijuana a La Rumorosa, y Mexicali: El día 24 de diciembre de 1947, mi tío Jesús Martín del Campo, y yo abordamos el tren que iba para Mexicali; lo hicimos en la misma terminal que aun existe del lado mexicano en la línea internacional en Tijuana.

Todo el personal del tren era estadounidense, el tren era de vapor, y cuando arrancaba se llenaban de vapor los carros, sin que se pudiera ver nada hacia fuera, solo se despejaba cuando ya llevaba cierta velocidad, dejando atrás el vapor, esto era mas o menos como donde ahora se encuentra el Hospital General, en la zona río.

La primer parada era en la estación del kilómetro 12, luego en Valle redondo, donde cargaban agua al tren; siguiendo cuesta arriba con rumbo a Tecate, y luego de cruzar la estación de ese lugar, como dos kilómetros adelante el trenecito se internaba a Estados Unidos; para ese entonces ya habíamos pasado los dos túneles de la Presa “Abelardo L. Rodríguez”, aunque aun faltaban diecinueve mas.

Del lado estadounidense recuerdo las estaciones de Jacumba y la de Campo, California; Cuando bajaba la Rumorosa era a vuelta de rueda, con abismos enormes que causaban terrible miedo en el niño que entonces fui.

El trenecito llegaba a El Centro, California, y desde ahí viajaba al sur hasta Calexico; donde nos hacían esperar como media hora, pues no se permitía bajar a nadie; luego llegaba otra locomotora, que se enganchaba y nos llevaba a Mexicali: El servicio de éstos viajes se suspendió en 1951.

No esta por demás comentar que cuando llegamos a Mexicali a casa de mi tia Panchita que era donde pensábamos pasar navidad; no estaban, se habían ido a Tijuana a pasar la navidad allá. Mi tío abrió la casa a como pudo, y ahí pernoctamos aquella noche; por la mañana le pidió dinero prestado a la vecina de mi tía, para poder regresarnos a Tijuana, como así lo hicimos en la diligencia de las amarillas, unas muy trompudas.

Esa diligencia iba a media capacidad, cuando pasamos la Laguna Salda, nos internamos por el arroyo de La Rumorosa, y luego hacia arriba, por un camino que todo era de terracería, que había mandado construido el Coronel Esteban Cantú Jiménez, por allá antes de 1920, y se conocía como: Camino Nacional.

El tal camino era muy angosto, cuando un camión subía, tenia el derecho de vía, mientras que el que bajaba, debía hacerse a un lado. Para los autos no era muy problemático, en realidad los problemas eran para los camiones grandes y diligencias.

Recuerdo que cuando íbamos subiendo los precipicios eran el paisaje predominante; la diligencia por lo largo no podía dar vuelta en las curvas; le daba un entre, y luego de reversa; aquí entraba el ayudante del chofer, quien se bajaba con un barrote de madera que colocaba en las ruedas, para que no se despeñara la diligencia, así que los viajeros que iban hasta atrás, quedaban en pleno voladero. La subida duraba mas de cuatro horas, solo La Rumorosa, y eso si no había “trafico”.

Eran aquellos abnegados chóferes hombres rudos, con temple de acero: Mis tíos abuelo Rito Martín del Campo, y su hijo Agustín Martín del Campo, fueron de los chóferes pioneros, en la ruta a Mexicali, y también hacia el Sur de la península, hasta El Arco, en el paralelo 28; es por esta razón que la terminal de camiones de Tijuana lleva el nombre de: “Terminal Agustín Martín del Campo”.

En los años en que mi bisabuelo Francisco Crosthwaite termino de construir su rancho, ya había obtenido títulos de propiedad del Presidente Benito Juárez, quien queriendo hacerse de recursos para defender el país de la intervención francesa, vendió infinidad de terrenos en Baja California, que es donde nos consta; Así que esas propiedades a lo largo de toda la península, no eran “terrenos Nacionales”, no, eran comprados por nuestros pioneros, y titulados por el gobierno de Juárez. Pero llegó un día, en que Lázaro Cárdenas, también presidente lanzó a “Los ejidatarios”, sobre nuestras familias. Incluso a finales del siglo diecinueve Estados Unidos, pretendía abiertamente quedarse con la península, así que fueron nuestros abuelos, bisabuelos, y tatarabuelos quienes la protegieron, pues a México le urgía colonizarla; haciéndose esto con nuestras familias que prefirieron quedarse del lado mexicano, y no del estadounidense.

Y solo por mencionar a nuestros antepasados defensores de la península, tenemos a: La familia Crosthwaite, Gilbert, Ames, Espinoza, Meléndrez, y tantas otras que participaran, los primeros en defenderse de la invasión del filibustero de Isaac Van Ness en 1851.

Sin tomar en cuenta la legalidad jurídica de las propiedades, de nada les valió a los sordos, y mudos representantes del gobierno de Lázaro Cárdenas; pues no debemos olvidar que en la década de los mil novecientos treinta, en Baja California, existían miles de hectáreas de terrenos nacionales, sin reclamar aun, y donde muy bien habrían podido asentar a los necesitaban tierras; y no como lo hicieron en propiedades privadas, tituladas, y pagando impuestos. Aquellos infames, nada escucharon, y fue muy poco lo que se pudo hacer en protección de nuestros bienes, que en realidad si les dejaron el veinticinco por ciento de su propiedad original; sólo que les dejaron solo cerros, y paramos yermos.

No está por demás comentar que lo mismo sucedió en mi tierra El Rosario, en 1961, a manos del entonces gobernador de Baja California, Eligio Esquivel Méndez. Esto sucedió en toda la geografía de nuestro Estado.

Las historias de Rigoberto Martín del Campo Marrón, son interminables, son tantas, como las que ha vivido en su existencia.

Fue mi deseo entrevistarlo y dejar asentadas algunas muy pocas de las muchas relaciones que sabe, y que vivió; ya que recuerdo que en mi niñez, en El Rosario, nuestros mayores siempre recordaban a los parientes del norte; y ahora que pude, que tuve la oportunidad que la vida me dio, para conocerlo, y que gracias a su generoso apoyo, dejo esta entrevista de mi buen pariente en el tiempo “Rigo”, el que según él, es de mala memoria…

Tiene escritos infinidad de datos de vital importancia para la historiografía de la región norte peninsular, la cercana a la frontera de México con Estados Unidos, por ambos lados, de muchas de las familias primigenias.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

INGENIERO ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO

SABADO 27 DE NOVIEMBRE DEL 2010.

NOTAS RELEVANTES:

Por lado paterno Rigoberto desciende de José Dolores Martín del Campo Rodríguez, nacido en Estanzuela, Zacatecas, el 13 de marzo de 1910, y fallecido el 3 de septiembre de 1971. Había llegado a Tijuana, en 1928, después de fuertes problemas en la guerra cristera.

Su abuelo paterno se llamó: Librado Martín del Campo Ledesma, nació en Yahualica, Jalisco, el 17 de agosto de 1880.

Su bisabuelo paterno fue: Ignacio Martín del Campo, apodado “El Bordado”, nació en 1855, y su esposa Cruz en 1857. Aunque conoce “Rigo” mucho más de sus ancestros paternos, por esta vez, hasta aquí la dejamos.

Por el lado materno, es descendiente de familias bajacalifornianas pioneras:

Su madre: Enedina Marcolfa Marrón Crosthwaite, nacida el 3 de abril de 1916, en el Rancho “La Zorra”, de Ensenada, Baja California. Aunque siempre vivió en San isidro, California, Estados Unidos.

Los hermanos de su madre fueron catorce, que para cuando “Rigo” nació habían fallecido ocho, así que conoció a: Leopoldo Ruperto “Pollón Marrón”; Matilde “Tilly”; Aurora “Yoya”; Enedina Marcolfa; Lidia “Bibi”; Elodia, y Armando. A los tíos que no conocí, están sepultados en el panteón de la Misión, y de los que recuerdo fueron: Virginia, Leoncio, Elodia, Baudelia, Theresa, y Gilberto: Hubo dos Elodias.

Abuelo Materno fue: Juan Marrón Cruz, nacido en 1882 en Estados Unidos, fallecido en 1948. (Tíos abuelos, hermanos de Juan Marrón Cruz, fueron: Daniel, José, Guadalupe, Mary, Francisca, y Natividad que nació el 25 de diciembre de 1867, y Theresa; fueron quince en total, y nacieron todos en Dulzura, California, Estados Unidos).

Abuela Materna: Martina Clara Crosthwaite Gilbert nació en La Misión el 11 de julio de 1890, y falleció en La Misión, Municipio de Ensenada, territorio norte de la Baja California. Sus abuelos maternos se casaron en San Diego California en marzo de 1909, y en Ensenada, el 30 de enero de 1911.

Los otros bisabuelos padres de su abuela Martina Clara Crosthwaite Gilbert, fueron: Francisco Crosthwaite López, y Martina Gilbert Verdugo.

Tatarabuelos maternos fueron: Phillipe Crosthwaite, nacido en Athy, Irlanda en 1825, y fallecido el 19 de febrero de 1903. La esposa de Phillipe fue: María Josefa López, originaria de San Diego, California: Se casaron en San Diego, el 10 de agosto de 1848. Phillipe había llegado a San Diego, Alta California, México, en 1845.

Tatarabuelos Maternos por la otra punta: Julián Jesse Ames, nacido en 1803, en Carolina del Norte, casado en san Diego con la rosareña Perfecta Escolástica Espinoza Castro, Nacida en El Rosario en 1821, y fallecida en san Diego en 1890.

Debo destacar que en nuestra familia “Espinoza”, a Perfecta Escolástica se le ubica haber nacido a principios de la década de los 1790, y que se casa con Ames en El Rosario, hacia 1807. De donde salieron hacia 1850, con rumbo al Norte: La Grulla, y Rancho El Rosarito”, hoy Playas de Rosarito. Según Pablo L. Martínez, en su guía familiar de Baja California, ubica a ambos fallecidos y sepultados en El Rosario, lo que también nuestras tradiciones indican”: Perfecta Escolástica fue hermana de nuestro fundador en El Rosario, Carlos, e hijos del español Juan Nepomuceno Espinoza, y dela Guaycura-Cochimi Loreto Castro, mejor conocida desde 1778, como: “Mama Espinoza”, y después “Nanita Loreto: Juan Nepomuceno fundador “Espinoza” en Baja California, falleció en el paraje de San Juan de Dios, en la Sierra de El Rosario, en 1799; y su esposa Loreto en casa de su hijo Carlos en El Rosario, en 1838; el mismo año, y la misma casa en que nació José del Carmen Espinoza Salgado, el hijo varón que sobrevivió de Carlos Espinoza Castro y María Dolores Salgado Camacho.

Bisabuelo materno: Juan María Marrón, nacido en San Ignacio, partido centro de San Ignacio, Baja California.

Bisabuela materna: Martina Ames Espinoza, nacida en La Grulla, Ensenada, el 14 de marzo de 1844.

Bisabuela materna: Matilda Florentina Ames Espinoza de Marrón: Nació el 14 de marzo de 1844, en La Grulla, Ensenada, y falleció en San Diego, California el 19 de febrero de 1903. Lo cual concuerda con nuestras tradiciones de haberse asentado la familia en “La Grulla”.

De los hijos de la bisabuela Martina Florentina Ames Espinoza, y Juan María Marrón, fueron: Natividad nacida el 25 de diciembre de 1867; Daniel quien murió en Denver, Colorado; José o Joe, quien tuvo problemas por pleitos de tierras con un tal García de San Diego, y lo mató en defensa propia, siendo sus testigos de tales hechos (de la defensa propia), Teodoro Gilbert; quien en viaje a su rancho en la sierra de Juárez, fue asesinado junto con su acompañante José Yorba. Después Daniel, hermano de Joe, mato a los que mandaron matar a Teodoro Gilbert, y a José Yorba. Esta fue la razón por la que Daniel Marrón, y hermanos no pudieron regresar a México, perdiendo sus ranchos: “El Topo”, y otro cercano a San Valentín, el primero en la sierra de Juárez, y el segundo en Tecate.

Rigoberto Martín del Campo Marrón se caso con Elvia Concepción Aguilar Angulo, el día 25 de julio de 1969: Ella aunque nacida en Tijuana, es descendiente de las antiguas familias de Santa Agueda, Baja California Sur, en la sierra de Santa Rosalía, en el golfo de California; es descendiente de la familia Angulo de El Triunfo, Baja California Sur.

Sus hijos son: Rigoberto, Verónica, y Berenice, los tres nacidos en Tijuana

5 comentarios:

  1. Muy buena historia de mi pariente Rigo,suy mamá era prima de mi madre Adela Crosthwaite.

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  2. hola, buenos dias!! si pudieran publicar mas acerca de tomas warner/tomas bona, en que parte de Inglaterra nacio, asi como los nombres de sus hijos y descendientes, fue mi tatara,tatara abuelo, gracias!!

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  3. Aqui hay bastante relación entre apellidos del San Diego Antiguo con los de Tijuana, Rosario, hasta llegar la Misión (a medio camino entre Tijuana y Ensenada). Muy buen escrito, Ing. Alejandro. Saludos, primo.
    .
    Atte:
    D.Marrón
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  4. Hola, ¿tendrán información de Elena Ames Gilbert?

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  5. Muy interesante. Quisiera saber si el sr Lolo era de la misma rama de Don Rito Martin del campo? .

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