miércoles, 7 de agosto de 2024

ANDAS MOJADO EN TIERRA SECA.

EXPRESIÓN QUE ME DIJO UN TOHONO O´ODHAM, EN EL EJIDO LA SANGRE, MUNICIPIO DE TUBUTAMA, SONORA; EN 1969.

Es indiscutible, existen personas que se cruzan brevemente en nuestros caminos y nos acompañan el resto de la vida…



AUTOR: ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

MARTES, 30 DE JULIO DE 2024.

ARTICULO No. 138.

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.


NUESTRO LEGADO ES CULTURA Y CONOCIMIENTO”

DERECHOS PROTEGIDOS POR EL AUTOR, BAJO PATENTE 1660383.


Viaje desde el desierto central de Baja California al desierto Sonorense.

En agosto de 1969, cuando contaba con once años de edad, me encontraba recién llegado desde El Rosario, Baja California, en los pueblos de San Manuel y La Sangre del municipio de Tubutama, Sonora; lugares enclavados en el Desierto de Sonora.

Había ido con mis tíos Heraclio Manuel Espinoza Grosso y Rhode Dicochea Gaxiola, ella nativa de San Manuel, y mi tío; nativo de El Rosario y profesor de primaria. El motivo de mi viaje fue para terminar la primaria en la escuela “Maestro Justo Sierra”, -lugar en el que mi tío era maestro de sexto año-, ubicada en el pueblito de “La Sangre”, mientras que nuestra casa se ubicaba en San Manuel.

Cuando recién llegamos desde El Rosario, Baja California, a San Manuel, a mediados de agosto del lejano año de 1969, mis tíos prosiguieron el viaje para Hermosillo, ya que estaban en vísperas de que les naciera su primer hijo, a quien llamaron Eduardo Hiram, nacido el 14 de septiembre. A mí me dejaron en la casa.

Como me quedé solo y sin conocer a nadie en los pueblos, un caluroso día, después de haber conocido a la familia Celaya Jiménez, cuyos padres eran Ruperto Celaya Bernal y Arminda Jiménez Chávez, decidí ir, a pie, de San Manuel a La Sangre; para ubicar la escuela que se encuentra a unos cinco kilómetros de la casa. Caminé por una vereda de arena blanquizca que mi tío me había indicado antes, misma que discurría por entre el monte formado de mezquites, palo verde, palo fierro, cinitas, hediondillas, y sahuaros, entre otra diversa vegetación; fui soportando un calor abrazador que alegraba a las chicharras, que mediante sus melodías, parecía que disfrutaban aquellas altísimas temperaturas, mientras unas chureas –correcaminos- cruzaban el monte a toda velocidad. Llegué hasta la escuela, la observé y di la vuelta de regreso.


Salvador Jiménez Ríos.

Cuando ya venía de regreso con rumbo a la casa, me topé en el campo de béisbol con Salvador Jiménez Ríos, quien entonces contaba con unos cuarenta años de edad; siendo la primera persona que conocí en La Sangre; era el comisario del ejido, hablamos un poco, nos presentamos y seguí mi andar.


Encuentro con un sonorense Tohono O’odham.

Más adelante me encontré de frente a un hombre de unos cincuenta años quien viajaba en una mula parda frontina. Salí de la vereda y me acomodé entre el monte para darle el paso, sin embargo él se detuvo frente a mí, mientras me saludaba, con un “eitale buqui”, en seguida me dijo:

Andas mojado en tierra seca”, expresión que no entendí, y que al notar mi interrogación, me explicó: “nosotros los Tohono O’odham así decimos cuando andamos bañados en sudor debido al calor extremo, en plena resequedad”. Mayor fue mi confusión, y entonces aquel hombre se acomodó de lado en su montura y me cuestionó:

  • ¿No sabes nada sobre el pueblo de los Pápagos, que también así nos dicen a los Tohono O’odham?

  • No, no sé nada, nunca había escuchado esas palabras, le contesté.

  • Ah, ya caigo en cuenta que no eres de aquí, porque tienes una tonadita diferente al hablar.

  • No, no soy de aquí, acabo de llegar, soy de un pueblo que está muy lejos, en Baja California; se llama El Rosario, está mucho más allá de Ensenada.

  • No, si yo a duras penas he escuchado mentar un Mexicali, una Tijuana, muy rara vez Ensenada, pero de El Rosario, ni idea tenía. Soy Pápago, pero no nos gusta que nos digan así, porque eso es burla para nosotros, que en nuestra lengua quiere decir: “los come frijoles”, así que haz la lucha de aprender a pronunciar bien nuestro verdadero nombre.

  • Está bien, nomás que se me va a olvidar, es difícil de pronunciar.

  • Es fácil buqui jodido, nomás repítelo mucho, a ver dilo:

  • No, pues ya se me olvidó.

  • Tohono O’odham, Tohono O’odham, así se pronuncia, a ver repítelo.

  • Tojonodam, tojono odam…

  • Pues no, pero está bien; cuando seas grande vas a saber sobre los Tohono O’odham.

  • Que te vaya bien buqui, ya me voy…y se fue, de repente volteo hacia atrás y gritó:

¡Ah, mi pueblo se llama “El Quelele”!, está para el lado de Sonoyta, nomás que ando con mi parientada de acá de Altar, Caborca, Pitiquito y ahorita aquí ando en San José.

¡Se te va a olvidar todo eso que te dije, casi estoy seguro!…

Solo en esa ocasión miré aquel hombre, no nos dijimos nuestros nombres, se nos pasó, y cada quien siguió su camino. Me fui repitiendo Sonoyta, Caborca, Altar, Pitiquito, porque recientemente eran las primeras veces que escuchaba aquellos nombres. “El Quelele”, no olvidé ese nombre, porque lo relacioné con el Quenene Arce, un amigo de mi padre y de mi abuelo.



Ruperto Celaya Bernal.

Continué con rumbo a la casa, y como un kilómetro adelante entró a la vereda, desde otro sendero, Don Ruperto Celaya Bernal, de unos treinta y tantos años de edad, nos fuimos platicando y me invitó a su casa a comer. En el trayecto le comenté sobre el Tohono O’odham. Son muy trabajadores aunque muy serios, expresó; están desde aquí hasta Pitiquito, Caborca, Puerto Peñasco, Sonoyta y en todo el desierto de Altar, y en los volcanes de El Pinacate. Mi familia Celaya, es de Átil, abundó.

Fotógrafo ambulante:

Al día siguiente, mientras me encontraba lustrando los zapatos, llegó a la casa Bernabé García, quien era fotógrafo ambulante y contaba entonces con unos treinta y cinco años de edad. Después del saludo, preguntó por mis tíos y se ofreció a tomarme unas fotos, lo cual acepté, dijo que se las pagara a la siguiente vuelta cuando ya las trajera impresas. Eso me preocupó, ya que no había considerado que su trabajo tenía un costo, y como ya me las había tomado, no hubo marcha atrás. Me comentó que andaba por todos los pueblos buscando clientela.

Al escuchar eso, le pregunté por los nombres de los pueblos y sus rancherías, me los fue mencionando, -mientras yo los anotaba en un cuaderno- : Altar, Oquitoa, Átil, Tubutama, El Nogalito, Cerro Prieto, Sáric, La Reforma, La Sangre, San Manuel, La Cuchilla, y para acá para abajo, ando para El Ocuca, Trincheras, Santa Ana y hasta el ejido El Claro, alcanzo a llegar. Y para el otro lado, voy a Las Playas, Pitiquito, Caborca, Arivaipa; para el Pozo Grande, y Pozo Verde, allá con los Pápagos…

Entonces lo interrumpí: Fíjese que ayer conocí a un hombre, me dijo que es de un pueblo que se llama “El Quelele”…

Ah sí, ellos son Pápagos, también les he tomados infinidad de fotos, voy a sus fiestas y a las de todos los pueblos y ranchos, después regreso y les entrego sus fotografías.

Fue Bernabé García quien me dijo como se escribe Tohono O’odham.


Bernabé García, mensajero y encomendero de a pie.

Los pueblerinos aprovechaban los largos recorridos del fotógrafo Bernabé, para enviar toda suerte de mensajes, cartas y encomiendas a sus familiares y conocidos en los demás pueblos. Mucho de los mensajes eran de “hablada” me comentó, en otras ocasiones él mismo redactaba los mensajes, porque muchos no sabían escribir.

Los mensajes eran muy variados, según recordó, al grado que al ser tantos, se le olvidaban y por eso tuvo que usar una libreta, dejando un espacio en cada mensaje para anotar la respuesta y llevarla de regreso al interesado. Usaba una libreta para sus pedidos y abonos de fotografías y otra para los mensajes y encomiendas. Su pedazo de lápiz era tosco y chato, por lo que plasmaba letras y números muy grandes en sus destartaladas libretas, compañeras de mil batallas, que muy seguido recibían grandes gotas de sudor que resbalaban de la cara y frente de Bernabé, desfigurando los textos antes escritos.

Por los caminos que recorría Bernabé, se encontraba con otros ambulantes de distintas actividades, como fayuqueros, circos, cines, gitanos, peluqueros, zapateros, parteras, y a veces leñeros. En ocasiones enviaban con él, niños que entregaba con sus familiares en otros pueblos.

Viajaba a pie dentro de los pueblos y entre pueblo y pueblo en el camioncito de Don Pancho López, que recorría la ruta Átil, Tubutama, La Reforma, San José, La Sangre, San Manuel, El Ocuca, Santa Ana, y todas las rancherías intermedias; aunque la mayoría de ocasiones Bernabé viajaba de aventón, durmiendo en donde le caía la noche y preparando sus alimentos en campo a ras de suelo, mientras que en muchos pueblos era “abonado” de fondas y pequeños restaurantes, llamados “Tanichitos”

Conservo las fotos que me tomó en aquella ocasión, además las de graduación de la primaria, por él tomadas.

Pueblo milenario del desierto sonorense:

Los Tohono O’odham, son un pueblo que vive en el desierto, cuyo significado es ese precisamente: “Gente del desierto”. Pertenecen a la familia Uto-Azteca, cuya lengua pertenece a la familia yuto-nahua; radican en el noroeste de Sonora, en México y, en el Suroeste de Arizona en Estados Unidos.

En Sonora, es un pueblo nativo que se ubica entre los Pimas altos al Este, y los Pinacateños, Areneños y los Cucapah, por los rumbos del Río Colorado y la península de Baja California, aunque antes de la llegada de los europeos, eran parte de la alta pimería, siendo divididos por la colonización y el sistema misional español.

Ante los intentos de México por reducirlos y someterlos a la nación mexicana, estos se levantaron en armas en 1840.

Además, en la época del México independiente, Tohono O’odham fueron reclutados para someter a los apaches, en los tiempos de las guerras continuas de nativos contra el gobierno mexicano.

El territorio ancestral del pueblo Tohono O’odham, quedó dividido entre México y Estados Unidos, al pasar La Mesilla –territorio entonces mexicano del norte de Sonora, comprendido entre la actual línea fronteriza y el rio Gila- a ser parte de Estados Unidos, incorporado a Arizona.

Sin embargo, el pueblo Tohono O’odham continúa hasta nuestros días relacionado entre sí, como ancestralmente lo hizo, a pesar de estar dividido por una frontera y dos países. Del lado de México se dedican a las labores de vaquerías, elaboración de productos lácteos, ganadería y actividades de rancho en general; mientras que del lado estadounidense, se dedican mayormente al turismo y casinos; enviándoles recursos económicos a sus hermanos del lado mexicano.

He sabido también que en los cabildos de algunos municipios de Sonora, de la región Tohono O’odham tienen representación.

Dentro de sus costumbres, el ser muy serios y de poco hablar, son de gran arraigo.

Nunca supe el nombre de aquel hombre con quien crucé unas cuantas palabras en la vida, ni lo volví a ver; aunque más que palabras, fue una enseñanza en mi niñez; y que ahora, después de transcurridos cincuenta y cinco años, escribo estas letras dedicadas aquel hombre que me vio “mojado en tierra seca”, y en honor a su pueblo Tohono O’odham, hermanos nuestros de la patria mexicana…






Notas relacionadas:

Mi tío Heraclio Manuel Espinoza Grosso, quien fue mi maestro en sexto año, en 1969, contaba con 25 años de edad; falleció en accidente carretero, en Mexicali, Baja California; a los 35. Mientras que mi tía Rhode Dicochea Gaxiola, contaba con 18, y vive actualmente.

La última vez que miré a Bernabé García, fue a fines de junio de 1970, jamás he vuelto a saber de él, quien con su breve plática, también fue mi mentor en la niñez.

Galería de fotos.

Las fotos que se agregan al presente, fueron tomadas por el fotógrafo ambulante Bernabé García, entre éstas:






En agosto de 1969: en la casa me tomó dos fotos, una mientras lustraba los zapatos y otra, de rostro.

En junio de 1970: foto de los grupos de quinto y sexto grado, a quienes nos dio clases en el mismo salón el Profesor Heraclio Manuel Espinoza Grosso, y donde posamos con motivo de graduación de primaria, mi madrina María Badilla González y yo.

La foto de la casa en la que vivíamos, fue tomada por Paloma Castañeda Núñez, el año 2020. Esa casa, fue construida por mi tío Heraclio Manuel Espinoza Grosso, entre 1967 y 1968.





Derechos de autor:

El presente es un trabajo de investigación que pertenece íntegramente a su autor, Ing. Alejandro Espinoza Arroyo, quien lo protege bajo patente 1660383, otorgando el permiso para divulgarlo, siempre y cuando se respeten sus derechos de creación y contenido, se den los créditos y menciones correspondientes. El autor y su creación, no siguen lineamientos gubernamentales, económicos, políticos, ni religiosos de ninguna índole.



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