martes, 10 de enero de 2012

ORIGENES DE LA FAMILIA “RESECK” EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo:

10 de Enero de 2012.

¡“Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento; cuidemos nuestras tradiciones”!

Un día de 1990, como muchas otras veces fui a visitar a Benjamín Reseck Núñez, en su casa en El Rosario de Abajo, localizada frente al panteón misionero del pueblo. Reseck quien fuera mejor conocido a lo largo de toda su vida como; “Benny Viejo Reseck”, o “Benny Viejo”, a secas, me narró infinidad de historias, y como no iba a saber tantas de aquellas vivencias, si le tocó criarse con su abuela materna Dorotea Ortiz Aguilar, quien era descendiente directa de los “Aguilar Savin” de los últimos cochimies que habitaron la zona de El Rosario, aquel pueblo autóctono cochimi que durante milenios vago por gran parte de la península hasta la llegada del azote español a mi tierra, en 1774.

Cuando mi buen amigo “Benny Viejo” iniciaba una charla diciendo: “Fíjate Valecito que…”, ya sabía muy bien que serían nutridos los apuntes que lograría rescatar, siempre era así, siempre eran tan importantes, tan valiosos.

La primera platica con respecto a su origen, me dijo:

“Me llamo Benjamín Reseck Núñez; y agregó: Fíjate Valecito que mi padre fue el ingeniero mestizo de alemán Eduardo Reseck, y mi madre la guapa Enriqueta Núñez Ortiz, quien falleció casi al nacer yo, así que no tengo ningún hermano, ni hermana,…”: Hasta aquí las palabras del “Benny Viejo”.

En este artículo traeré narrativas sin distinción ni orden como las fuimos comentando “Benny Viejo” y yo.

Decía que en los tiempos en que Eduardo Reseck pretendía ser novio de la rosareña Enriqueta Núñez Ortiz, no le había resultado muy fácil que digamos, ya que mientras que Eduardo vivía en San Diego, Enriqueta radicaba en El Rosario, lugares que se encuentran separados entre sí por unos cuatrocientos kilómetros, que hoy en día se recorren en unas siete horas, pero en 1914, no.

Un buen día salió Eduardo desde San Diego con rumbo al sur, en un carrito de gasolina, de aquellos que casi nadie conocía, porque toda la rancherada se movía en caballos, mulas, burros, y carros tirados por bestias, o a pie, en nada mas; y como los caminos nomas no existían, aquellos caminos eran solo grandes polvaredas, o lodazales; pero el ánimo de congraciarse con Enriqueta era tan grande que los contratiempos no le importaban. El carrito que Reseck conducía, tenía a decir del “Benny Viejo”: ¡Muy delgaditas las llantas, con rines de rayos de madera, Fíjate vale Alejandro”!

Las delgaditas llantas hacían que en cualquier lodito se atascara o patinara demasiado, lo que causaba que la gasolina se fuera acabando sin remedio, y como la gasolina era tan desconocida como los carros en esta tierra, pronto lo enfadó tanta modernidad, así que a su paso por la Colonia Vicente Guerrero, unos noventa kilómetros antes de llegar a El Rosario, fue Reseck a ver al rosareño Salvador “Cuatito” Duarte Espinoza, que en ese lugar vivía, y pelo a pelo cambiaron el carro a gasolina por uno de dos mulas, en el que continuó su viaje Reseck sin ningún contratiempo.

Cuando llegó a la casa de su amada Enriqueta, que por cierto lo esperaban hasta dentro de un año, y no en ese tiempo que llegó; salió la familia a recibirlo y para el recuerdo, y para la historia se tomaron fotos a bordo de aquel carromato, de las cuales “Benny Viejo” conservaba una, que por cierto gentilmente me la obsequió, mientras me dijo:

En mi larga vida, he visto de todo, pero jamás había visto que alguien se interesara en “juntar” las historias de mi tierra, por eso a nadie conozco que la merezca y la valore como tú valecito”.

Unas tres semanas después de haber llegado a El Rosario, en 1914, Eduardo Reseck inició el viaje de regreso a San Diego, y al pasar por la Colonia Vicente Guerrero, el “Cuatito Duarte Espinoza” le dijo que si por favor le devolvía su carro de mulas porque nomás no sabía como “manijar” el carro de gasolina; Contestándole Reseck que lo acompañara a San Diego, y se trajera de regreso su carro incluidas las mulas, y que el de gasolina lo usara para gallinero, como así lo hicieron.

Cuando el “Cuatito Duarte Espinoza” y todos los viejos de todos los pueblos empezaron a “manijar” carros de gasolina, cuando los querían “manear” les gritaban Ohh, Ohh,Ohh, como lo hacían con los carros de mulas, al querer detener a las bestias; así que para mis viejitos los carros no frenaban, maneaban, tampoco se conducían, se “manijaban” a velocidades que no rebasaban si acaso el trote de un caballo, o igualaban el correr de un hombre, jamás mayor velocidad, pues mas allá de aquellas velocidades, era una exageración, y riesgos desmedidos.

“Cuando yo era chico valecito y escuchaba algún ruido de carro, corría hasta el camino para verlo pasar, y luego me iba corriendo detrás del carro, lo alcanzaba, me subía a la defensa, y me volvía a bajar, y lo seguía correteando hasta que el cansancio ya no me lo permitía; me dijeron casi en coro “Benny Viejo” e Isidoro Aguilar, que eran mas o menos de la misma edad”. Mientras ellos comentaban esto, viajé en mis recuerdos a los tiempos en que fui chico en El Rosario, y hacía lo mismo que dijeron, pero los que yo correteaba eran los troqueros del sur.

¡Me imagino los desfiguros que ahora haríamos si correteáramos a un auto!

Con el paso de tantos viajes a El Rosario, Eduardo Reseck se convirtió en el novio de Enriqueta y se casaron, procreando solamente un hijo, como lo dijera el buen amigo “Benjamín Reseck Núñez: no tuve ningún hermano, ni hermana.

Enriqueta a poco de nacer su único hijo, Benjamín” en los días de la cuarentena del parto, comió nieve a causa del inclemente calor del valle de Mexicali e Imperial, que hacen frontera en Calexico, California, Estados Unidos de América, con Mexicali, Baja California, México. En Calexico falleció Enriqueta a la corta edad de unos veintitrés años; en ese lugar fue sepultada, y por lo que tocó a Reseck padre, se fue hacia el norte de Estados Unidos, no sin antes entregar a su recién nacido a su abuela materna Dorotea Ortiz Aguilar, quien había viajado de El Rosario a San Diego en barco, y de San Diego a Calexico en tren, y en carretela; aun así no alcanzó a ver a su fallecida hija, salvo ir a brindarle su bendición en el camposanto donde ya descansaba la bella Enriqueta.

Cuando “Benny Viejo” contaba con mediana edad, unos doce años, se escapó a San Diego, para ver si podía encontrar y reconocer a su padre, pero no fue así; en una fría noche después de mucho buscarlo sin saber en donde, unos policías lo llevaron a un orfanatorio, pues no pudo demostrar familia, domicilio, ocupación, ni hablaba inglés. En ese orfanatorio estuvo mucho tiempo, mismo que su abuela no supo de él, me confió que en ese lugar sufrió mucho, de todo le pasó en aquel encierro, mayormente hambre; y que por fortuna aprendió inglés, a hablarlo, leerlo, y escribirlo, pues en español ya lo había aprendido en la escuela “Padre Salvatierra”, en El Rosario.

Cuando ya andaba por los veinte o mas años se fue de San Diego, El Rosario, a casa de su abuela, quien con una severa regañada lo recibió, y le tenía su cuarto sin alterar desde que se había ido, y que aunque lo hacía tal vez muerto, nunca perdió la esperanza que algún día regresaría; de la misma manera su abuela conservó por varias décadas la habitación de su hija Enriqueta, a quien ya sabía fallecida, sin permitir a nadie que se alojara en aquel lugar, salvo al entonces joven “Benny Viejo”.

Benjamín Reseck Núñez, se casó con la rosareña Bertha Duarte Valladolid, mejor conocida como “Güera del Benny”; procrearon a: Enriqueta, Concepción, Catalina, Benjamín, Octavio, Rodolfo, Ramona, y Santiago.

El “Benny Viejo” fue pescador por varias décadas, trabajó en muchísimos equipos en esas labores, tanto en la langosta, abulón, pescado, y sargazo; sobretodo durante mucho tiempo fue una de las poquísimas personas que hablaban inglés en El Rosario. Para referirse a algún rosareño fallecido, en el pueblo siempre se dice:

¡Se cambió de lugar, ahora se encuentra enfrente de la casa del “Benny Viejo”!, o lo que es lo mismo: Ya falleció la persona que se busca, pues por mucho tiempo fue la casa “Reseck” la única que tenía como vecino al camposanto.

“Benny Viejo” Falleció al parecer el 17 de marzo de 2005, mas o menos; siendo sus descendientes en la actualidad, personas que han destacado dada su afición al trabajo y al progreso, son una destacada familia, que sin duda han puesto en marcha muchos de los conocimientos y entrega del “Viejo”, y los genes que heredaron de Enriqueta, de la bisabuela Dorotea, de sus padres, y sus propios esfuerzos que han brindado resultados tangibles, que cualquiera puede ver y reconocer.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO

A 10 DE ENERO DE 2012.

¡“Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento; cuidemos nuestras tradiciones”!

El Presente trabajo en propiedad intelectual del autor, quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383; se permite su uso, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y no sea con fines de lucro, ni comerciales.

NOTAS Y FOTOS RELEVANTES:

En mi primer libro “LOS ROSAREÑOS” que publiqué en 1992, se encuentran varias entrevistas que le hice a Benjamín Reseck Núñez; así también en mi segundo libro “LINAJE ESPINOZA” que publiqué en 2007.

Cuando fui niño en El Rosario, existían infinidad de carritos modelo “A”, “T”, y otros de los años de mil novecientos veinte, treinta y cuarenta, que se usaban como gallineros, así como el carrito de Eduardo Reseck- Cuatito Duarte Espinoza.



De pie de izquierda a derecha se encuentran Eduardo Reseck,

Enriqueta Núñez Ortiz, José del Carmen “Tambo” Espinoza Peralta,

Señor Larralde; sentada se encuentra Doña Dorotea Ortiz Aguilar, y Salvador “Chip” Meling Olsen.

Foto en la casa de la familia Ortiz Aguilar, El Rosario, Baja California, 1920.

Me la explicó Doña Faustina Valladolid Ortiz, y me la obsequió “Benny Viejo”, en 1990.

Colección Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.




Este es el carro de mulas que Eduardo Reseck le cambió en la Colonia

Vicente Guerrero, Baja California, al rosareño allá radicado, Salvador “Cuatito” Duarte Espinoza.

Foto en casa de la familia Ortiz Aguilar, en El Rosario, Baja California: 1914.

Me la explicó y obsequió “Benny Viejo”, en 1990. La utilice para la portada de mi primer libro “LOS ROSAREÑOS” Nacimiento y Vida de un Pueblo Bajacaliforniano, 1774-1992: 1992.

Colección: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.



Enriqueta Núñez Ortiz, en El Rosario, Baja California, en 1921.

Ya esperaba a su único hijo.

La foto me la obsequió su hijo “Benny Viejo” en 1991.

Colección Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.




A mi izquierda se encuentra Rosario “Chayo Juit” Duarte Valladolid, al centro este autor, y a mi derecha Benjamín Reseck Núñez:

Foto: Museo Comunitario “El Rosario”, el día de su inauguración, el 09 de octubre de 1994, a la que los “Viejitos” asistieron de invitados de honor, por haber sido los primeros alumnos que asistieron a ese recinto antes llamado” Escuela “Padre Salvatierra”.

Foto: C.P. Lourdes Pérez Corral. Colección: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.

Mientras posábamos para la foto “Benny Viejo”, dijo: Aquí aprendí las pocas letras que sé, gracias por rescatar el viejo edificio y darnos este museo Alejandro”:

“Chayo Juit” agregó: “Ya no va a existir otro Alejandro, espero que lo cuiden lo nuevos, porque nosotros ya nos vamos.

Y ya se fueron efectivamente, solo falta que el cuidado al edificio, y al museo se dé por las nuevas generaciones…

2 comentarios:

  1. SR. Alejandro una fascinante historia de nuestros origenes bajacalifornianos.

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  2. Muy bonito trabajo me dio nostalgia recordar a mis abuelos en verdad un tesoro las anecdotas que gracias a tu esfuerzo lograstes rescatar

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