sábado, 28 de mayo de 2011

EL MARMOL, BAJA CALIFORNIA, MEXICO: PUEBLO EXTINTO.

Las vetas de minerales que sirven a la humanidad, ya sea como ornato, como conductores, o para la fabricación de miles y miles de artículos utilizados en la cotidianidad, forman en ocasiones pueblos que se convierten en ciudades, otros casos no, algunos desaparecen en lo más profundo del olvido, en el abandono total, quedan cubiertos por los polvos del olvido; en ocasiones por la ignorancia, y en otras, por el agotamiento de sus riquezas, o la caída en el desuso de ellas.




Es el extinto pueblo de EL MARMOL, BAJA CALIFORNIA, localizado en el corazón del gran desierto central de Baja California, enclavado también en El Valle de los Cirios, ejemplo palpable del comentario del párrafo anterior.



El Mármol, Baja California, fue un pujante pueblo, durante al menos unos setenta años, desde finales de la década de mil ochocientos ochenta, hasta por lo menos, la década de mil novecientos cincuenta. Fue la mina de ónix la que dio origen y vida a este ahora pueblo fantasma, al que en la actualidad solo le quedan en pie, las ruinas de la única escuela construida en mármol en la península de Baja California, y el panteón donde descansan para siempre muchos de los que acabaron sus días en este mundo, y que bajo la tierra se convirtieron en mudos testigos de la existencia antaño de un pueblo minero; aquel panteón que se abre paso en un vallecito por sus montículos de trozos de ónix, que señalan el sitio exacto donde muchos fueron recibidos por esta tierra.




De la mina fueron extraídas grandes cantidades de ónix, las que en grandes cubos eran transportados, una por una, primero a bordo de rudas carretas tiradas por caballos percherones, que los mineros y rancheros también llamaban “matalotes”, por lo corpulento y la fortaleza de aquellos ejemplares. En los “carros de mulas”, como eran conocidos, aunque no fueran mulas, sino caballos percherones los que las tiraban, se transportaban los bloques en su primer etapa de explotación, desde la mina hasta San Carlos, puerto natural ubicado por lo menos a unos cien kilómetros de distancia, eran caminos de terracería, con altas cuestas, y con polvorosos caminos formados en el lento andar de los carromatos de carga. De la costa de San Carlos, con miles de batallas, y con singular ingenio, las pesadas piezas eran acercadas, a través de las olas hasta el “vapor”, que eran los barcos que en su borda las transportaban al norte, a Estados Unidos, país que compró a México, cientos y cientos de aquellos enormes bloques, los que reducidos y transformados en miles de piezas de ornato quedaron diseminadas por el mundo.




Con el paso de los años los ingenieros de la mina se dieron a la tarea de buscar una ruta menos fatigosa que la de San Carlos, encontrando la travesía al puerto de Santa Catarina, pasando por el rancho Santa Catarina propiedad que fue de Don Gilberto Peralta Velis, después a la ciénaga de San Carlos, y en el último jalón llegaban al puerto; en cuya costa William James Cochran Flores, construyó un puerto y muelle de madera, muy similar al que también él construyó en la isla de Cedros, y que en la actualidad existe aún, aunque bastante deteriorado por los largos casi noventa años de uso. Con el muelle en Santa Catrina, las cosas se facilitaron grandemente, ya los carros de mulas, llegaban hasta la falca del vapor, de este con “malacates”, llamados también “winchis”, transbordaban aquellos bloques, los que apilados con todo orden, hundían bastante a los “vapores”. En aquellos vapores se transportaban desde Estados Unidos a la mina toda clase de bienes, tanto para la construcción, maquinaria, ropa, alimentación, caballos, zacate, mas carros de mulas y sus refacciones; podremos imaginarnos el vaivén de todo aquel mundo de cosas y situaciones antes cotidianas, y ahora por completo ignoradas.



La ruta del mármol, por así llamarla, desde la mina, hasta las fábricas en Estados Unidos, hicieron nuevos ricos, y a muchos otros los mandó a la ruina; los ricos los puso Estados Unidos, y a los arruinados, los puso México, qué raro.
En 1914, tiempos en que los vientos de la primera guerra mundial soplaban, nace en la mina de El Mármol, mi abuela paterna Maria Visitación Garcia Marrón, entonces era un pueblo de cientos de trabajadores, quienes con sus familias vivían en el lugar en casas que lograron construir; unos años después, por ahí de mil novecientos veinte, o poco después, los carros de mulas fueron sustituidos por camioncitos a motor de gasolina que sobraron de la primera guerra mundial, llegando aquellos “foringos”, aunque no todos eran Ford; cuyo principal problema en la mina era que nadie los sabia manejar, así que los capataces norteamericanos, enseñaron a manejarlos a decenas de mineros, que desde entonces pasaban a ser mineros-choferes, lo que les daba alta distinción entre la rancherada, y los mineros de a pie.



Cuando la segunda guerra mundial concluyó, también le sobraron camiones, aunque entonces ya habían aparecido la doble tracción, entre ellos comandos, jeeps, ambulancias, y otros rudos vehículos que vinieron a favorecer a la ruta del mármol, ya que poco antes de mil novecientos cincuenta, aquellos pesados camines transportaban los bloques de ónix, desde la mina hasta Ensenada, al puerto, uniendo con ello, a los ranchos y pequeñas comunidades diseminadas a los largo del camino real, que desde la mina a Ensenada, es una distancia de unos cuatrocientos kilómetros, de los cuales solo unos ciento diez, eran de pavimento; el resto inmensos lodazales, y enormes nubes de polvo; inmersos en un vaivén también, que lo mismo servían para transportar las cargas de la mina, que como correo, como transporte de personas, y todo tipo de bienes que los rancheros ocupaban; incluso fueron en ocasiones el medio por el cual algunos se “robaban” a la novia.



En el pueblo de El Mármol, existió “de todo”, como tienda general, juzgado, policía rural para mantener el orden, escuela, panteón, caserío de los trabajadores, oficinas y casas de los jefes gringos, talleres mecánicos, maquinaria de vapor, tanques elevados para el agua, correo, caballerizas; parteras, pero no doctor, ni cura; los asesores morales de los mexicanos eran los profesores, quienes gozaban de altísima reputación y honor; aunque no tanto como muchos de los profesores de estos tiempos…



Los trabajadores, eran operarios de maquinarias, y choferes, picadores, que eran los que moldeaban a cincel y marro los bloques para su mejor acomodo en camiones y barcos, barrenadores, peones labrantíos, capataces, también cocineras, lavanderas, planchadoras, leñadores, y leñeros, existía también un sepulturero, que un buen día, el pueblo lo sepultó.
A continuación deseo dejar manifiesto un arreglo que a ese pueblo le compuse, hará un par de años cuando mas.

“EL MARMOL”
Pueblo y mina del diecinueve,
De los mil ochocientos, y de los mil novecientos,
Donde tantas familias, encontraron sustento,
Sacando inmensos bloques de óni, en pleno desierto.

El Mármol con su mina, dio vida a Santa Catarina,
Y a San Carlos, los puertos,
A donde movían sus cargas, en carros de mulas, o en troques muy viejos;
Por brechas de lodo, de polvo suelto el trayecto.

Las compañías mineras, tres fueron las aventureras,
Rindiendo los mejores frutos a una tierra extranjera;
Dejando a los nuestros duros y penosos trabajos,
Y sin riqueza en la tierra.

Por principios de mil novecientos,
A finales de mil ochocientos;
En tu suelo nacieron, tantos descendientes,
En este emporio de agua sediento.

Hoy solo quedan los huecos, las tecatas, la derruida escuela,
El panteón con los trabajadores de antaño;
Descansando en tu lecho, bajo cielo estrellado por techo;
El Mármol, pueblo fantasma, historia pasada sin olvidar;
¡Eres un mudo ejemplo de la vida,
En el desierto peninsular!



AUTOR DEL ARTÍCULO
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
SABADO 28 DE MAYO DE 2011.



NOTAS RELEVATES:
Tomás Vidaurrázaga Arce, y Gilberto Peralta Velis, fueron dos de los jueces de El Mármol, en su época minera; el ingeniero en construcción pesada y geólogo William James “Willy Cochran” Flores, fue uno de sus mejores hombres; Don Reyes Quiñonez Castellanos, fue uno de sus gerentes generales, cuyo jefe era el señor Kenneth Brown.


En el museo comunitario de “El Rosario”, alojé los restos de uno de los “Malacates” de El Mármol, de los de principio del siglo XX, que me donara el seños Pedro Maclis, quien hace poco falleció.
Elena Esther Cochran Garcia, quien me facilitara las antiguas fotos aquí señaladas, nació en El Mármol, Baja California, el día 29 de mayo de 1929, por lo que mañana será su cumpleaños, que con este sencillo artículo, a mi manera le celebro.
La región peninsular que colinda al norte con El Rosario, es la Delegación de El Mármol, que es lo que queda de aquel viejo pueblo, colinda también con la de Punta Prieta, al sur.


ALGUNAS FOTOS DE EL MARMOL, EN 1926, DE LA COLECCIÓN DE “WILLY COCHRAN”, AHORA PROPIEDAD DE SU HIJA ELENA ESTHER COCHRAN GARCIA.


SE APRECIA EL PUERTO DE SANTA CATARINA; FOTO MISMO ORIGEN QUE LA ANTERIOR.


FOTO ACTUAL DEL MUELLE DE MADERA DE ISLA DE CEDROS, BAJA CALIFORNIA, CONSTRUIDO HACE UNOS NOVENTA AÑOS POR “WILLY COCHRAN”.
TOMADA POR EL AUTOR EL 17 DE MAYO DE 2011.

lunes, 23 de mayo de 2011

ALGUNOS ARREGLOS A BAJA CALIFORNIA:

Los que a continuación se encuentran son algunos pequeños arreglos que nos recuerdan a las ciudades de Baja California, las que se encuentran pobladas con nacionales de todo el país, y con personajes de distintas latitudes del mundo.
Solo por el aprecio que a esta tierra le tengo y he tenido desde siempre, es que le dedico estas muy sencillas palabras, que ni siquiera han de tener la cuadratura y la armonía de un buen arreglo, sin embargo las escribo con especial aprecio; siendo este aprecio que por la península tengo, que me da el apoyo moral para atreverme a hacerlas públicas:



“GOLFO DE CALIFORNIA”:Golfo de California, El Mar Bermejo, Golfo de Cortés,
Cuyas ricas, y tibias aguas;
Bañan las costas peninsulares, sonorenses y sinaloenses,
Por muchos codiciado, y por México conservado.

Laboratorio marino, de importancia mundial,
La cuna de tantos seres, como muy pocos que hay;
A su infinidad de islas,
Aves de tierras remotas vienen a anidar,
Gallitos del sur de América, gaviotas del Canadá.

Las tortugas tan viajeras, que se pasean por tu mar,
Hasta el lejano oriente, les gusta ir a viajar;
Siguiendo las corrientes desde el macizo continental,
Yendo y viniendo hasta el Japón, nadando sin igual.

Alto golfo muy afamado, por ser reserva de la biosfera,
Delfines, vaquitas, tortugas, y totoabas, siempre tus aguas espera;
Las aguas del colorado, por millones de años haz colectado;
Y con tus pueblos costeros, a muchos haz cautivado,

Hermoso golfo, que tanto te has adentrado,
A la tierra continental;
De Sonora, y Sinaloa, a la península haz separado.


“TIJUANA”:La primera casa de México, la casa de mexicanos,
Noble, altiva, enclavada, en cerros y montañas;
La tierra del amplio regazo, madre protectora,
Así es Tijuana, que a todos nos abre los brazos,
La Tijuana luchadora, cosmopolita, y acogedora.

Prodiga de gente noble y buena, esquina de México,
Donde principia la otra tierra, donde hasta el más pobre,
De bendiciones se colma.

La tierra de la Tía Juana, la de Cueros de venado,
La tierra del Mata nuco, la del Cerro Colorado, la tierra de la frontera;
Donde por cientos de años, ha refugiado a cualquiera,
Paisanos, chinos, japoneses, y amen de tantos,
Que la hemos hecho nuestra querida tierra.

La tierra por donde Meléndrez expulsó, en 1854;
A Walker, el cobarde invasor;
La tierra de los héroes, la heroica de mil novecientos once;
Tijuana de Zaragoza, la de Arguello, la tierra de hoy, y la de entonces.

Enclavada en la porción, de California recuperada;
La tierra de cruce de millones, la casa del Cecut;
La más lejana ciudad de México, la siempre visitada;
A donde tantos llegamos, Tijuana la ciudad más encantada.


“TECATE”:Tecate el pueblo del Cuchumá, el de las Juntas de Nejí,
Tecate, el de la rumorosa, la gran montaña rocosa,
La que saluda a Mexicali, la de forma caprichosa;
La que se levanta altiva y orgullosa.

Tecate: por unos botes rojos fama mundial te hacen apreciar,
Que tu nombre lleva, que en el mundo todos saben pronunciar,
Que tu pan no tiene igual,
Por tus calles tan coquetas, su aroma nos invita a llegar.

Tecate, el que no tiene mar, pero si tiene frontera;
Frontera de amistad, y con tus pronunciadas montañas,
La vista levantas, hasta el techo peninsular;
Parece que como pueblo, siempre te habrás de quedar.

Pueblo que nunca has sabido olvidar,
Su origen kumiai, del yumano peninsular,
Guarda en sus nombres, aquella herencia,
Que le dan gracia y pertenencia.

Tecate, no olvides tu cerro sagrado: El Cuchumá; cuida tu rumorosa;
A tus Juntas de Nejí, las encineras de los Kumiai,
Recuerda que ese es tu origen, no lo vayas a olvidar,
Siempre amable, risueño, y coqueto serás;
Por mucho que crezcas, no dejes de ser un pueblo,
Pues ese es tu encanto especial.



“MEXICALI”:Ardiente llanura, polvorosa cual más,
Antigua tierra de los indios alchendomas, yumas, dieguinos, cucapah, y areneros;
Del río colorado todos estos pueblos vivieron;
Desierto de los cucapah, descanso en el chinero.

Las nieves eternas del norte continental, derretidas forman del rio colorado caudal;
Las aguas del colorado, a las tierras del gran cañón han transportado,
Y con estas, en valle te han formado,
Ardiente llanura, bañada de sol, y bañada por el colorado.

La imponente rumorosa, desde allá te saluda,
Enviando a su hijo, el centinela, para que sea tu guarura;
Y a la laguna salada, cual dama de compañía,
El alto golfo, el río Hardí, el colorado;
Que desde remotos confines, llegaron a ti: ¡OH valle tan agraciado!

Pueblo de los Algodones, por su posta señalado,
Desde mil ochocientos veintisiete, ya tu suelo era entregado;
Para fines de mil ochocientos sesenta y uno, otras tierras se entregaron,
Siendo sus primeros dueños; Valdirra, Rivera, Castro, Terán, Montenegro;
Y con Martínez Sotelo, el vaquero sonorense;
Que a Guillermo Andrade, viniera hacer fuerte,

Pioneros, que en la ribera del colorado a este pueblo formaron.
Luego vendría el algodón para darte distinción,
Como el rancho más grande de todita la nación;
Y de todos los rincones del México continental, y la región peninsular;
Haz recibido a su gente, la que ama trabajar,
Con las casas de cachanilla, otro nombre lograste forjar.

Mexicali, la tierra de los pioneros; los de antes y los del ’37;
Mexicali de la Baja California, su capital,
El catorce de marzo de mil novecientos tres,
Ha nacido en esta tierra, un pueblo convertido en ciudad;
A la que en el corazón habremos de llevar:
¡Mexicali, tierra de oportunidad!



“ENSENADA”:La PA Tai de los primeros pobladores,
Bahía de San Mateo, de Todos los Santos,
La bahía de exploradores tantos,
La Ensenada de Todos Santos.

La bella cenicienta, la novia del pacifico,
Del distrito norte por años su capital;
La más poblada, cuando sus pueblos mineros,
La bahía de pescadores y la tierra de los vaqueros.

La Ensenada de la bufadora milenaria,
La que tiene bosques, mares, desiertos, y montañas;
La tierra que de todo tiene en sus aras;
La tierra a la que Meléndrez su vida ofrendara,

Haciendo correr a Walker, cuando su suelo pisara.
En sus islas gran esperanza guarda,
Su cerro el vigía, que al puerto y escollera gran parte de piedra entregara;
La tierra de Ruiz, la de Gastelúm;
La que por el peruano historiador, Manuel Clemente Rojo,
Se conociera mejor.

Ensenada la del gran territorio,
Donde conviven, pescadores, mineros, agricultores, vaqueros,
Científicos, y muchos, como en un gran emporio.

La del Riviera, el que en otra época fuera,
Centro de gran atracción, el que hoy cuenta,
Con histórica distinción.

“PLAYAS DE ROSARITO”:Tierra bañada por el arroyo de wawatay,
Para el indígena sagrado, suelo de la Alta California recuperado,
Ranchería de la misión de San Miguel Arcángel de la Frontera,
Como ranchería indígena de El Rosario, en tiempos misioneros te conocieran.

Ranchería del Rosarito, la de la mesa redonda,
El amigo de la Tía Juana, desde antes que existiera Tijuana;
El proveedor de misiones,
De sus playas los mejillones, los peces, las langostas, y los abulones.

Rosarito, antes como rancho llamado, en los límites de las californias;
El misionero Palóu en tu suelo ha señalado, al que hoy es región del centro Calafia,
Por miles de turistas visitado.

Playas de Rosarito, de los municipios el quinto;
El más joven, el ya desarrollado; el de artesanías recinto;
Abasteciendo de combustibles, y electricidad,
Con lo que se mueve a toda la entidad.

Playas de Rosarito, no vendas tus tierras, no vendas tus montes,
No vendas tus playas;
Por altos edificios, que progreso te traerán;
Deja lo más para tus hijos, que no te olvidarán.

Playas de Rosarito, en ti siempre hemos de creer,
Con tus vecinas, Tijuana, y Ensenada,
Siempre te haz de proteger;
No olvides que te queremos, Rosarito prometedor;
Tierra con gentes, que siempre nos muestran su calor.



AUTOR DE ESTOS ARREGLOS:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
23 DE MAYO DE 2011.

NOTA:
Pasado algún tiempo, que será breve, les compartiré otros arreglos que tengo para algunos pueblos peninsulares.



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COMENTRARIO 25 MAYO 2011, SOBRE ESTE ARTICULO:

> Mi estimado amigo de tantas decadas.
>
> Una vez platicaba yo con un especialista en vinos, quien ofrecio una platica acerca de esas bebidas.
> Cuando este erudito de la enologia termino su platica, yo me acerque a el, obviamente porque mi atolondrado cerebro no habia alcanzado a entender plenamente (o satisfactoriamente) tanto tecnicismo y palabreria. Y todavia no podia yo saber o reconocer cual puede ser considerado un buen vino.
>
> Y ya apartados de todos los demas conocedores, este senor me explicaba:
> Mira, es muy simple. Todo lo que dije alla enfrente de todos, se resume a lo siguiente: Pones un poco de vino en una copa, lo pones en tu boca, lo saboreas... Y si te gusto, bueno, pues ese es un buen vino. Asi de simple.
>
> Yo transporto eso del vino a la poesia.
> Yo creo que la poesia no tiene formato definitivo. Para mi, si la poesia te cala hondo en tu corazon, o "te llega", por cualquier razon que tu gustes, entonces es una buena poesia.
> Si alguien es capaz de palpar todo el sentimiento, todo el amor vertido en esas estrofas, entonces el poeta hizo un buen trabajo.
>
> Yo palpo en tu poesia, mucho amor por tu tierra, amen de muchisimo conocimiento de su historia y sus origenes. Y eso, al menos para mi, es mas que suficiente. Como dijo el enologo aquel: Asi de simple.
>
> De tal manera que, mi estimado amigo, tu sigue escribiendo arreglos, poesias, poemas, prosa, o como canijos quieras llamarle. De todoas modos son bien recibidas y apreciadas.
>
> Saludos fraternos.
ANTONIO CHAIDEZ CHAIDEZ

miércoles, 4 de mayo de 2011

PENINSULA DE BAJA CALIFORNIA.

Y solo por llevar en cuerpo y alma a esta tierra, por el solo hecho de saberla única, de saberla madre de miles de generaciones de todo tipo de seres, entre ellos a los humanos; por el deleite de haber recorrido palmo a palmo su gran geografía, ello me ha inspirado desde hace mucho tiempo a asentar unas cuantas palabras en ciertos arreglos, que insisto, según yo son poemas; aunque no tengan ni la cuadratura, ni la belleza del que sabe componer, y del que sabe escribir con certero estilo; del cual me encuentro bastante alejado; aun esto, no puedo dejar de compartir estas sencillas palabras en remedo de “arreglo literario”, eso sí, invitan a valorar a esta muy noble tierra, la que algún día, quizás en su seno nos recibirá.
Pero si les puedo decir, que solo repito las “palabras” que la península me ha susurrado, en los tantos recorridos que sobre su suelo he caminado:; puedo decir sin exagerar, que aunque me ha tocado componer estas viñetas, es la península de Baja California la que me ha inspirado. Inicio estas sencillas letras con:


BAJA CALIFORNIA: MI TIERRA

Baja California, península tan querida
Que tanto te debemos; tierra, montañas, mar, y desiertos;
A los que arrancamos la vida, sin nunca negarnos nada;
Nos proteges sin medida.

Haz sido tierra tan codiciada, tierra tan generosa
No obstante ser tan agreste,
Gracias a ti nos formamos, con una templanza fuerte.

California, península, Calafia; casa y Reyna de las amazonas,
Cubierta de riquezas, desde lejanos ayeres grandes codicias despertaste;
Aún sin saber que con el tiempo, ¡a nosotros te regalaste!

En tus desiertos tan rudos, bellos paisajes atesoras,
Siendo tan variados y únicos;
De ti todo mundo se enamora.
Como un dedo en el mar, en el que escribes tu historia;
Y en las pinturas rupestres,
Arte y pasión atesoras.
De misiones plagadas estás; de rancheros, y ranchos con sus ganados;
Desde antaño lo pregonabas, que todo el que a ti llegara;
En tu regazo lo abrazabas.
Ya tus pueblos norteños son ciudades; tus hijos peninsulares muy pronto las invaden;
Y los que de otras partes te llegan,
Es porque tus encantos, muy pronto, todos lo saben.

Los ranchos y pueblitos del desierto y la montaña,
Son como antaño; francos, directos, y a nadie engañan;
Eso sí, amigos hospitalarios, amigos sin recovecos;
Pues en tu suelo, esto es como un eco.

Hermosa península en la que tuve el gusto de nacer;
Espero que no muy tarde, a tu tierra he de volver;
Y ya pasado algún tiempo, en tu regazo;
Por siempre he de permanecer.

¡Que solo te llamas BAJA, dicen algunos por a´i!
Déjalos, no lo saben, son como plaga rapaz;
¡Como Baja California, eternamente seguirás!







“PRIMEROS POBLADORES BAJACALIFORNIANOS” La tierra peninsular, poblada desde antiquísimos tiempos está,
Milenario callejón sin salida,
Al que llegaron oleadas de antiguos y le entregaron su vida;
Desde el norte continental, durante milenios llegaron,
Sin poderse regresar, senderos, pedernales, metates, y concheros nos heredaron.

Un grupo empujando a otro grupo, siempre con rumbo al sur caminar,
En viaje sin retorno, del extremo peninsular;
Por tantos grupos llegar, a los anteriores empujar,
Llenaron cientos de nómadas la tierra peninsular.

Más tarde sus artistas brotaron, legando sus emociones,
Cientos de rocas pintaron, los míticos petrograbados,
Que por milenios grabaron, dejando un sin fin de cuevas,
Que como lienzos de arte rupestre colmaron;

En ocre y negro sus ilusiones plasmaron.

Después llegarían, cochimies, guaycuras, y pericués,
En esta tierra existieron, la que por hogar eligieron,
Teniendo por su cubierta, al alto cielo estrellado;
Y por límites a sus dos mares, a los que siempre bajaron;
Y de ellos se alimentaron.

Los europeos por su ambición, los lanzaron a la extinción,
Cuando ya habían sobrevivido por unos diez mil años, por todita la región;
La fortuna sonrió, a kiliwas, paipai, cucapah, y kumiai;
Los auténticos californios, que resisten aun en esta su tierra,
En esta su milenaria tierra peninsular.

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA: “PUEBLO VIEJO”Allá en la lejana montaña, enclavado en arroyo con verde sauzal,
Se encuentra un antiguo pueblo, flanqueado por desérticos cerros, también flanqueado por un bravo mar;
Su origen es misionero, histórico como otros que hay;
Asiento de muchos pioneros, que a la península vida trajeron.

Pueblo viejo con tres direcciones;
Arriba, abajo, y el otro lado;
Muchas familias aquí se asentaron, labrando y cultivando la tierra,
También a su mar se adentraron;
Reclamando la sierra,
En sus ranchos, sus ganados pastaron.

Viejo pueblo de la ruta misionera, de costumbres;
De costumbres tan añejas: tus cabalgatas, tus vaquerías, tus jaripeos, tu vida sana;
En el campo sus fogatas, mantienen la llama viva de tu gente campirana.

Puerta al gran desierto central de la baja california;
Cardones, cirios, y chollas;
Los venados, águilas, y pumas, con borrego cimarrón;
Sin contar a tantos otros, que te han dado distinción.

Tus formaciones paleontológicas, sin olvidar a la geología,
Son atracciones majestuosas para la ciencia y la sabiduría;
Viejo y querido pueblo, El Rosario, del territorio el primero;
Tu bien que lo has de saber, muchos de la baja california,
En tu regazo, es donde empezaron a nacer;
Partiendo desde tu suelo a distintos rumbos para hacerla florecer,
Por eso pueblo de El Rosario, siempre ese orgullo, habrás de tener.



“LOS PIONEROS BAJACALIFORNIANOS”Baja California, como tierra prometida; donde nuestros pioneros sacaron la vida,
Formando un sinfín de ranchos; sembrando profundas raíces,
Raíces de fuerte estirpe, que han llegado a nuestros días.

Soldados de cuera, muleros, arrieros, herreros, mineros, vaqueros, músicos;
Fayuqueros, parteras, peluqueros, cocineros, comerciantes, pescadores, leñeros,
Leñadores, ganaderos, y cazadores; todos ellos después de misioneros y exploradores,
En esta tierra dejaron la vida, con esfuerzos sin medida;
La vida también de albañiles, carpinteros, maestros, alumnos, labriegos, agricultores,
Talabarteros, nutrieros, y vinateros.
Allá en los ranchitos serranos,
Las teguas, las prendas de cuera, los quesos,
La fruta, la carne seca, las asaderas;
Siguen igual que antaño, dando vida donde quiera;
Y sus rancheros tan rudos;
Rudos para evitar, que nuestras antiguas costumbres mueran.

En la Baja California, los que de pioneros nacimos;
Viajamos de tramo en tramo, por la ruta misionera;
Saliendo de nuestro diario devenir; llegando hasta el origen, En que en un rancho se empezó a vivir.

¿A dónde habrán ido nuestros pioneros?;
¿A dónde nuestros héroes, los que nos defendieron?,
Los que pelearon, los que expulsaron a filibusteros;
Esta agradecida tierra, sus restos y sus memorias;
Los guarda cual único tesoro, ¡cómo se habría de olvidar!:
Que con su sangre, a este suelo supieron regar.

Luego vendrían los troqueros, mecánicos, y científicos;
Que con su nuevo saber, también serían pioneros;
Y nuestra tierra, tan sabía que ha sido,
A un sinfín de quehaceres les ha dado la bienvenida;

Así, conocimiento, y grupos de todo tipo, han encontrado guarida;
Desde aquellos los lejanos, hasta estos los nuevos tiempos;
Han llegado para quedarse, y fructificar sin medida.
Así seguirá por siempre, como lo habría de dudar,
La tierra peninsular de pioneros plagada está,
Que no quepa ninguna duda; nuestra identidad, nuestras añejas costumbres,
Por buenas, por buenas han otorgado la vida;
Siempre habrán de perdurar.
Amistades, tradiciones y buenas costumbres,
Como inquebrantables hemos sabido forjar,
¡Aquí seguimos queridos pioneros!,
¡Donde quiera que ustedes puedan estar!;
¡Véanos, y sepan, que no los hemos de defraudar!.



“DESIERTO BAJACALIFORNIANO”Cuántos viajaron, y viajan;
Por los caminos del desierto peninsular,
Ignorando su gran belleza singular,
Atropellando su flora, atropellando su fauna,
Con grandísima crueldad.

El desierto cubierto de bellos cactus,
Bellas flores ofrece, de espinas cubiertos sus tallos;
Con majestuoso esplendor, el desierto se entrega agreste
Se entrega sin temor, arrinconado entre dos mares, con sus paisajes naturales, que nunca han encontrado pares.
A los cactus centenarios, altivos y de bello color,
Algunos humanos lo atacan, como si no tuvieran valor;
Ya sean balas, hachas, o machetes;
Los marcan, o destrozan, sin el más mínimo pudor.
Qué triste ignorancia reviste,
A estos seres que no aprecian, y creen que no causan dolor;
Quizás es por ello que los cactus,
Crecen, crecen entre más lejos mejor.

Es la Baja California, desnudo brazo con ardor,
Donde el sol ilumina la vida, y lo hace con fulgor;
Las montañas, llanos, y llanuras, junto con las chollas;
Y exóticos seres silvestres, han marcado, y otorgado distinción;
¡A este bello paraíso terrestre, al que queremos con harta pasión!

AUTOR DE ESTOS CINCO ARREGLOS:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA
A 03 DE MAYO DEL 2011.

NOTA: Estos arreglos los he compuesto en junio del 2008; y forman parte de un total de cincuenta que logre “componer” aquel año.