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lunes, 26 de diciembre de 2016

CAJILOA: paraje ancestral Cochimí en El Rosario, Baja California.



Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo
El Rosario, “Pueblo Histórico”, Baja California
24 de diciembre de 2016
Articulo 123

“Nuestras costumbres y tradiciones son cultura y conocimiento: Valoremos y protejamos nuestro legado…
            Cajiloa, es un vocablo de origen Cochimí, que debe tener miles de años pronunciándose, sin embargo es muy poco conocido por el público en general.
            Es un paraje que se ubica en la Delegación de El Rosario, Baja California, se localiza en las cercanías del puerto natural de San Carlos, al sur de la bahía de El Rosario; y por tierra se llega al sitio desde los desérticos valles de San Vicentito y de El Malvar, pasando por “Las Albóndigas”, que es un cañón flanqueado por hermosos cardones, gigantes cactus que adornan el paisaje que se vuelve sumamente lodoso e intransitable cuando las escasísimas lluvias llegan a la región.
Cajiloa, fue, desde la década de los 1880´s, hasta 1914 aproximadamente, paso obligado para los carromatos que transportaban los bloques de mármol, -ónix-, que era enviado desde la mina de El Mármol, Baja California, hasta el puerto natural de San Carlos, para depositarlos en la orilla “del islote”, y desde esa orilla, llevarlos a  bordo de las barcazas, no sin antes verse cara a cara con el embravecido mar, que por  cuyos oleajes, cobró grandes bloques de ónix que hasta la fecha se pueden ver cuando baja la marea. El trabajo, tanto para extraer los bloques de las entrañas de la cantera, labrarlos, cargarlos a los carromatos tirados por catorce caballos percherones, transportarlos por terracería unos cien kilómetros, descargarlos, maniobrar entre las olas para llevarlos a cubierta, y desde “el islote”, llevarlos por mar hasta San Francisco, o algún otro puerto de entrega en Estados Unidos.
Todas las estufas, camas, muebles domesticos en general, herramientas, monturas, equipos de minería, de labranza, lecheras, telas, hilos, fotos, sombreros, guitarras, calzado, ropa, tabaco, licor, cuadernos, alimentos industrializados de todo tipo, y muchos, pero muchos más bienes salieron de puertos de Estados Unidos, que transportados en barcos a vapor, que de ida llevaban bloques de ónix, y de regreso traían mercancías de todo tipo para la rancherada y los mineros;  todos aquellos bienes se desembarcaron en “El Islote” de San Carlos, y pasaron por Cajiloa con rumbo a la mina de El Mármol, y a los ranchos de la comarca, como Santa Catarina, El Águila, Jaraguay, San Juan de Dios, San Fernando Velicatá, Rosarito de los Loya Espinoza, Los Mártires,  San Antonio, La Suerte, El Arenoso, Santa Úrsula, y, por supuesto, al pueblo de El Rosario, que en aquel tiempo era de unos cien habitantes, o menos.
Desde luego que aquellos “vapores”, transportaban algunos individuos que iban o venían de “raite” para, o desde “el otro lado”, por cierto que ni pasaporte ocupaban, si acaso alguna modesta identificación, o un: “Sí, lo conozco.
Las casas en el pueblito de El Rosario, y de los ranchos se construían con adobe crudo y techos de tule, o de palma, con travesaños de “latas de cardón”, de mezquite, o lo que se tuviera al alcance. Pero en ocasiones se construían con barrotes rústicos que eran recolectados de las “Barazones”, que grandes marejadas arrojaban a la playa, y que la rancherada iba a propósito en su búsqueda, y muy apreciados que eran aquellas piezas que adornaban las casas. Otros de aquellas maderas rústicas que provenían de aserraderos de Estados Unidos, eran transportados en los “vapores” por encargo especial de algún ranchero. Y los rancheros decían: “Es madera curada, no la “desfarata” la polilla””.
Cuando las minas, que fueron muchas, como: la Julio Cesar, El Mármol, El Sauzalito, y muchas otras, dejaron de extraer, quedaron sin uso cientos de piezas de madera “que no desfarataba la polillla”, lo que vino a ser un “deleite” para los rancheros. Con aquellos troncos, y maderas gruesas en general, construyeron, además de sus corredores y cobertizos, cercos, corrales de manejo para el ganado, comederos, silleros, carretones, muebles, bancos, tapancos, brocales y ademes para pozos de agua, y tantas cosas de utilidad. A la fecha, por ejemplo, en el pozo de El Arenoso, se puede ver su ademe con madera de aquel origen.
Cajiloa, que en tiempos milenarios fue un sitio a donde los Cochimí llegaban a la costa para extraer abulón, choros, -mejillones-, peces, y otras especies que el mar les ofrecía.
Cajiloa fue un punto de interés milenario, ya que era, junto con las mesas de San Carlos,  El Canasto, San Carlos, Punta Escarpada, los valles de San Vicentito, El Malvar, el arroyo del Venado, Las Pintas, La sierrita, Mesa de la Sepultura, Velicatá, La Sierrita, y El Rosario, -Viñatacot-, sitios habitados por los milenarios Cochimí.
Desde el punto de vista científico, es relacionado con las formaciones geológicas de la mesa de San Carlos, como referencia geográfica al menos.
Y volviendo a los carromatos que transportaban el ónix de El Mármol a San Carlos, uno de sus primeros conductores fue Don Andrés Acevedo Marrón, quien en aquellos tiempos era un jovencito, que mas tarde, después de 1914, la ruta del “camino largo”: -El Mármol-San Carlos-, cambio su ruta por otra, que vino a ser por: El Mármol-Rancho Santa Catarina-Ciénaga de San Carlos-Puerto Santa Catarina.
Pocos son los vocablos ancestrales milenarios Cochimí, en la actualidad conocidos, que por cierto, son agradables al oído, tales como: Cajiloa, Velicatá, Cataviñá, Patai, Jatai, Otay, Kuatay, Wagalá, Amagamá, entre tantos mas. Hasta nuestros días se conserva el ancestral nombre de la “India Flaca”, -cañada de El Aguajito, frente al Cantil- en El Rosario, y, Valladares –sitio en la sierra San Miguel de El Rosario, donde murió el nativo californiano “Valladares”, quien viajaba en el contingente de Fray Junípero Serra en 1769, cuando se abrió la ruta de Velicatá a San Diego.
Cuando alguien pasa por cualquier sitio, por imperceptible o humilde que parezca, podemos estar seguros por completo que guarda amplísimas historias, que si esos sitios pudieran hablar, este relato resultaría menos que mínimo.
AUTOR DEL ARTÍCULO:
ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO
EL ROSARIO, “PUEBLO HISTORICO”, BAJA CALIFORNIA
24 DE DICIEMBRE DE 2016.

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Nota: En la actualidad, gente sin conocimiento, le han cambiado el acento al vocablo “Cataviñá”, por “Catavíña”. Lo correcto es como lo pronunciaban los primeros pobladores peninsulares, que eran Cochimí, y hablaban el dialecto borjeño, ellos pronunciaban: Cataviñá.