"NUESTRA TIERRA SE LLAMA "BAJA CALIFORNIA", NO SE LLAMA "BAJA":
SOMOS "BAJACALIFORNIANOS", NO SOMOS "BAJEÑOS"... "Agradezco infinitamente a mi amigo ARQ. MIGUEL ALCÁZAR SÁNCHEZ, el apoyo que me ha brindado al diseñar ésta página y subir mis trabajos desde el año 2007"

sábado, 28 de enero de 2012

CAMINO REAL BAJACALIFORNIANO, ANTES DE LA CARRETERA TRANSPENINSULAR.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo

20 de Enero de 2012.

“Nuestras tradiciones son cultura, y conocimiento; cuidemos nuestras tradiciones”

La Península de Baja california, estuvo surcada por infinidad de senderos que comunicaban a las montañas, los desiertos, las costas, y con cualquier sitio geográfico que pudiera interesar a los milenarios pobladores desde tal vez los tiempos posteriores a la última glaciación, hará unos catorce mil años, y hasta la extinción de aquellos seres humanos, aplastados que fueron por la voracidad imperial española desde la aparición de aquellos poderosos hombres, ante la presencia de los casi indefensos nativos.

Ya para 1697, año en que se asentó de manera definitiva el imperio español en nuestra península; y cuando de avanzar en la conquista se trató, no dudaron en utilizar los milenarios senderos, viajando por toda la soledad que por medio de aquellos angostos caminos llegaban a cualquier sitio, por inhóspito que fuera.

Baste decir que aquellas veredas por las que viajaban nuestros antepasados los primeros pobladores peninsulares, mal llamados “indios”, se conservan en las montañas, como cicatrices sobretodo en la roca, y en suelos de alta dureza; los mismos por los que viajaron los conquistadores, misioneros, arrieros, rancheros, ganaderos; y que actualmente en las “campeadas” se siguen utilizando, cuando los vaqueros buscan sus hatos ganaderos.

En la sierra de San Miguel, que es la estribación sur de la de San Pedro Mártir, en la zona de El Rosario, existen kilómetros y kilómetros de aquellas veredas, que suben y bajan las montañas, y que muchos al recorrerlas en la actualidad creen que son de reciente creación, pero no es así; esas veredas, sobretodo las que aclaran los mantos rocosos han sido testigos de los miles y miles de pies que las han caminado, durante muchos miles de años, y hasta nuestros días.

Cuando en la actualidad se abre algún camino vecinal que une a las rancherías, y que para su formación, destruyen, sin saber, tal vez, que están borrando de la faz de la serranía, aquel legado milenario, que tuvimos el privilegio de heredar; pero entiendo que estamos tan acostumbrados a ver las veredas de manera superficial, que no les prestamos la atención que deberíamos; nos sucede igual que cuando los árboles no nos dejan ver el bosque.

Entiendo también que abrir un nuevo camino, trae consigo una inversión económica limitada, y que seguir por los “caminos viejos” o veredas, resulta mas fácil, además que es poca la vegetación que se destruye; lo mas conveniente para nuestros legados, y para nuestra flora, considero que sería, no abrir un camino mas, y rehabilitar continuamente los existentes.

Por fortuna los senderos de las altas montañas aun están a salvo, no es fácil que sobre ellos pase maquinaria, solo hombres, bestias, y ganado.

Cuando los automóviles llegaron al mundo hace poco mas de cien años, a nuestro entorno peninsular, llegaron primero los carros de mulas; y de manera muy lenta, los automotores.

Cuando los automóviles empezaron a recorrer los senderos de Baja California, lo hacían a mayor velocidad que los carros de mulas, y por ende, requerían ser algo mas anchos, con menos pendientes, que en mi tierra llamamos: “cuestas”; y como fue aumentando el parque vehicular, mas bien de extranjeros que recorrían la península en busca de la naturaleza, tesoros, y solo ellos saben qué cosas mas; mientras tanto nuestros abuelos, bisabuelos, y tatarabuelos, seguían utilizando las mulas y sus carromatos a muy bajas velocidades, pocos paisanos nuestros podían adquirir los carros a gasolina.

Para la apertura de los caminos, en ciertos tramos el gobierno de México contrataba a ciertos rancheros de la región a desarrollar, porque eran ellos los que conocían como las palmas de sus manos los milenarios senderos, cañadas, arroyos, cuevas, oasis, montañas, costas, y desiertos, lo que los hacía indispensables para que el progreso llegara a todos los rincones, no obstante la paulatina destrucción del milenario legado: Las veredas ancestrales.

Cuando se trató de entrar y salir de El Rosario, ya no a pie, o en caballos, sino en carros de mulas y a gasolina después, se hubo de abrir la cuesta que se encuentra en la parte que se le llama “Ejido Nuevo Uruapan”, siendo su constructor mi bisabuelo Santiago Espinoza Peralta, quien con cuadrillas de rosareños, a pico, pala, marro, y carretilla, construyeron la “Cuesta Vieja”, allá por 1900; y que contaba con “cuestas livianas”, para que las bestias pudieran subir y bajar tirando de sus carros de madera, con grandes llantas de fierro, y rin de madera; y luego que llegaron los automotores, se construyó la “Cuesta Nueva”, que bajaba y subía la mesa norte de El Rosario; por ésta los primeros en transitar eran lentos vehículos a gasolina, que solo tenían “avante”, y “reversa”. Y para bajar la mesa hacía el Norte, se encontraba la cuesta “La Calera”, que aun muestra sus líneas.

Antes que las “Cuestas vieja, nueva y La Calera”, se entraba y salía al pueblo, si era hacia el norte por la bocana, hacia “El Gallo”, con rumbo a “El Desfondadero”, hoy mas conocido como “La Lobera”, de ese lugar a “El Campito”, lugares todos éstos localizados en la costa del océano pacífico, y proseguía el camino hasta alcanzar la estribación sur del valle de San Quintín, con rumbo a “El Socorro”.

Si de viajar al sur se trataba, la única manera era hacerlo por la cañada de San Fernando, precisamente siguiendo un milenario sendero.

Cuando los “troques” de carga hicieron su aparición en nuestros caminos de tierra, hacía 1919, acabaron con aquellos caminitos, se debió construirlos mas anchos, pero como no había con qué, el doble rodado destruyó por completo cuando antiquísimo sendero rodaron a lo largo y ancho de toda la península.

Cuando recorro las veredas aun intactas, hasta me sorprendo que aun existan, digo esto porque sé muy bien lo destructivos que podemos ser los humanos; por ejemplo cuando se trata de escalar la mesa de San Carlos, todas sus veredas cuentan con al menos unos ocho mil años, y aunque muy difícil de recorrerlas, casi todas ellas conducen a petrograbados, y a la costa donde los nativos sacaban abulón, y otros mariscos; y luego me pregunto:

¿Por qué las abrieron por lugares tan difíciles?

Y creo, por lo que he observado, que debe haber sido para guarecerse de sus enemigos, otras tribus, pues al llegar a la parte alta de la mesa, se cuenta con extensa zona de descanso; pero en caso que alguien pretendiera atacarlos, primero debían subir, no sin antes recibir una cascada de rocas rodando a gran velocidad cuesta abajo.

Y llegó el día en que debieron comunicarse a la mayoría de los pueblos peninsulares, así que el gobierno de México a principios de la década de 1970, dispuso que se construyera la carretera transpeninsular.

Cuando contaba con quince años de edad, fui peón en la construcción de alcantarillas, para la transpeninsular; fue donde me pude percatar de la destrucción a gran escala de nuestras ancestrales veredas, del camino real que utilizaron las carretas de bestias, y los primeros carros a gasolina; se abandonaron en mi tierra las cuestas vieja, nueva, y de la calera, la cañada de San Fernando, el camino de “La India Flaca”, la cañada y cuesta de “El Aguajito”, la cuesta de “La Turquesa”, “San Jorge”, “Jaraguay” y tantas más.

No solo el viejo camino a tierra y ciertos tramos de veredas se destruyeron, también infinidad de especímenes de Flora y Fauna, que por no sacarles la vuelta, las maquinas los arrollaban si piedad; además de la cantidad de rocas con petrograbados y pinturas milenarias fueron destruidas; y todo por el bien del progreso, como si progreso y protección de lo nuestro no fueran compatibles.

Debo comentar también que cuando se construyó una línea de fibra óptica desde Ensenada hasta Guerrero Negro, hará unos diez años, se excavó una zanja como de dos metros de profundidad; con gran aprecio observé que muy por enfrente del avance de la obra, iba un grupo de ambientalistas trasplantando toda cholla, y planta que se encontrara en los sitios por los que habría de construirse la obra, y no solo eso, sino que en las partes de donde había “chóllales”, es decir bosquecillos de esas plantas, la obra simplemente le sacaba la vuelta sin tocar para nada a ninguna planta, con el riesgo que el propio gobierno mexicano suspendiera la obra; y a toda cachora, serpiente, ratón, “correcaminos”, o lo que fuera, fue protegido si reparar en gastos, ni en otros recursos; y luego me congratulé por tales acciones: ¡Qué nos cuesta pues!

Debo agregar que, cuando de plano la vegetación impedía los trabajos, y como no se permitió por ningún motivo su alteración, entonces los trabajos se continuaron por la cuneta que drena la carretera en épocas de lluvias, así que se demolía la cuneta, se instalaba la línea óptica, y se construía de nuevo la demolida cuneta.

Solo falta que nuestras autoridades también preserven y protejan, edificios antiguos, sitios naturales como, oasis, formaciones rocosas de interés, y todo lo que un buen juicio nos dicte, qué se puede sacrificar, y qué no. Por supuesto que nuestra población oriunda, y los visitantes en mucho debemos y estamos obligados a contribuir, por ejemplo diré que:

No debemos tirar basura en lugares naturales, no contaminar las aguas de corrientes naturales al lavar nuestros aceitosos y tóxicos vehículos, ni debemos “machetear” cardones, chollas, biznagas, no defecar a ras de suelo y al aire libre, sino que enterrarla, y lo peor de todo, no provocar incendios.

Un cardón que destruyamos, no volverán nuestros ojos a verlo ser adulto, pues les toma hasta 500 años llegar a la adultez, y por lo menos se ocupan seis millones de semillas de éstos organismos, para que sólo una se logre, las demás o se pudren, se las comen las hormigas, los pájaros, o simplemente cuando ya están naciendo, pasa un despistado animal y las pisa; o bien cuando ya tienen arraigo en la tierra, y unos dos o tres metros de altura, pasa otro animal y los “machetea”.

La carretera transpeninsular que en la parte de El Rosario se abrió a la circulación en septiembre de 1973, ha traído progreso en todos los sentidos, y no obstante esa construcción, nuestra bella península sigue siendo una tierra sin igual.

¡A ver que hace cada uno de nosotros porque así continúe, al menos ya di algunas simples ideas para lograrlo!

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO

20 DE ENERO DE 2012.

El presente es trabajo intelectual del autor quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383; se puede citar, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y no sea con fines comerciales ni de lucro.

NOTAS Y FOTOS RELEVANTES.

Por el camino real bajacaliforniano, cruzaron primero los nativos, luego misioneros, soldados, arrieros, vaqueros, muleros, fayuqueros, asaltantes, bandas de forajidos, gente que huía de la leva en la revolución mexicana, carretas de mulas, gente a pie, mineros, gambusinos, leñadores, leñeros, pescadores, investigadores, historiadores, migraciones de familias enteras principalmente de sur a norte; siendo los peores de todos, los asesinos, traficantes, invasores, y filibusteros; y más tarde: Laboriosos hombres que conducían troques cargados con mercancías, caguamas, ganado, quesos, carnes, frutas secas, conservas, ónix, oro, granate, tungsteno, cobre; Aquellos troques que en mucho hacían pasar apuros a los carros bajos, peor cuando los caminos eran inmensos lodazales, que cruzarlos tomaba meses; todo eso pasó por aquellos caminos, y mucho, mucho más…En tiempos de lluvia para cruzar de Punta Prieta a La Bachata, distantes entre si unos cuantos kilómetros, se hacían días y días en cruzar las trampas eternas que eran los inmensos lodazales…O bien cruzar en cualquier época del año los médanos de El Socorro, al sur del valle de San Quintín, era un cuento de nunca acabar con los movedizos arenales; en lo personal cuando viajaba con mi abuelo, siendo un niño, me la pasaba tirado de panza jalando arena con los brazos y colocando ramas debajo de las llantas, recuerdo que salía grisáceo de abajo del carro; grisáceo como un coyote…

La carretera transpeninsular también se construyó a los largo de la península sobre ciertos tramos de las veredas ancestrales…

Y hablando de los caminos de la vida, el gran cantor uruguayo ALFREDO ZITARROZA, entonaba:

“No eches en la maleta lo que no vayas a usar, pues son mas largos los caminos pa’l que va cargau de mas…

No te olvides que el camino es pa’l que viene y pa’l que va”…

En el tramo entre San Agustín, hasta el área de la Laguna Seca de Chapala; en la actual Delegación Municipal de El Mármol, Baja California; y desde la laguna seca de Chapala, hasta Punta Prieta, y la Bachata, en la Delegación de Punta Prieta, fue don Arturo Grosso Peña, a quien en 1945, el gobierno federal contrató para abrir los caminos de los que he narrado.

En Bahía de Los Ángeles y su comarca, fue Don Antero Díaz el encargado de tales trabajos.

Don Fidencio Ibarra, Don Gustavo Villavicencio, y “Cheche Fisher” en la zona de San Ignacio, Baja California, Sur; y tantos más laboriosos bajacalifornianos que ya se fueron, como los viejitos decían: ¡Se fueron para el potrero grande!

Camino real milenario, en El Rosario; Sergio Espinoza Grosso, arreando

Las bestias para la campeada del ganado.

Foto: Autor anónimo: Año hacia 1988.

Un auto de los que surcaron los ancestrales caminos.

Foto tomada en casa de mi bisabuelo Ambrosio García Guerrero, en El Rosario.

Hacia el año de 1936, por William James Cochran: Me la obsequió su hija

Elena Esther Cochran García.

Colección Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.


Primeros “Troques de carga” que llegaron a la zona de El Rosario, en 1919,

Sobrantes de la primera guerra mundial.

Foto William James Cochran; Colección Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.

Me la obsequió Elena Esther Cochran García, hija de W.J. Cochran.

Arriba: Margarito Duarte Espinoza, subiendo la cuesta nueva en

Agosto 1919, Con sus mulas jala el carro del gobernador Esteban

Cantú Jiménez. Abajo: Carros de mulas frente a la casa de

Don Anastasio Villavicencio Arce, y auto del gobernado que

Pasa por enfrente de la casa por el camino que fue sendero

Ancestral, y aquí habilitado para carros de mulas y los primeros a gasolina.

Foto: Gobierno de Esteban Cantú.

Camino de El Mármol, a El Volcancito, ambos sitios hoy abandonados.

Este camino se construyó siguiendo un sendero ancestral.

Foto tomada en 1995, por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.

Cabalgata “Eulogio Duarte Peralta” en marzo de 2008, por un camino

que antes fue sendero milenario.

Foto: Alejandro Espinoza Jáuregui.

Colección: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.

Valle de los Cirios, en el extremo sur de la Delegación de El Rosario,

Baja California, México.

Foto: Marzo de 2008 por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.

Camino sobre sendero milenario entre el pueblo Nuevo Rosarito y

La misión de San Francisco

De Borja Adac.

Foto tomada en marzo de 2008:

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.


Foto tomada desde un sendero milenario intacto.

San Francisco de la Sierra, Baja California, Sur.

Foto tomada por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo

Marzo de 2008.

Sendero milenario en la roca cruda, se encuentra intacto; la mano

Del hombre actual construyó una cortina para proteger y almacenar

Agua en mayor capacidad en una tinaja que utilizaron por milenios

Los primeros pobladores.

San Francisco de la Sierra, Baja California, Sur.

Foto tomada por Alejandro Espinoza Jáuregui, en marzo de 2008.

Cicatriz milenaria en la roca madre: San Francisco de la Sierra,

Baja California, Sur.

Foto tomada por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo, en marzo de 2008.


El autor Ing. Alejandro Espinoza Arroyo, recorriendo milenaria vereda.

San Francisco de la Sierra, Baja California, Sur.

Foto tomada por Alejandro Espinoza Jáuregui: Marzo 2008.

Otra vista de milenario sendero intacto: San Francisco de la Sierra,

Baja California, Sur.

Foto tomada por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo: Marzo de 2008.

“Qué hermosa es la cruda belleza de Baja California”

“Nuestras tradiciones son cultura, y conocimiento; cuidemos nuestras tradiciones”

HOSPITAL CIVIL “CECILIO ESPINOZA PERALTA”, EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo

17 de Enero de 2012.

“Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento; cuidemos nuestras tradiciones”

Cecilio Espinoza Peralta, fue el sexto varón de los “Espinoza” nacido en Baja California, en El Rosario, salvo su bisabuelo Carlos Espinoza Castro, que nació en Loreto; y el padre de Carlos, Juan Nepomuceno Espinoza nacido en España, hacia 1730; antes que Cecilio en Baja California sólo habían nacido por la línea de Carlos Espinoza Castro: El propio Carlos, su hijo José del Carmen Espinoza Salgado, su nieto Policarpo Espinoza Marrón, que fueron, su bisabuelo, abuelo y padre de Cecilio respectivamente; y dos de sus hermanos mayores, que fueron: Juventino y Santiago Espinoza Peralta; nacidos todos en la península de Baja California, en: 1778, 1838, 1857, 1877, 1878, y 1880 respectivamente, desde Carlos hasta Cecilio en línea directa; existiendo una diferencia entre los nacimientos del bisabuelo Carlos de Cecilio de 102 años; y aunque Cecilio no conoció a Carlos, él si conoció a Cecilio, pues falleció en 1883 a los 105 años de edad, y aunque muchos no lo creerán, Carlos, nuestro patriarca fundador falleció porque un caballo lo tumbó y le quebró la cadera.

Habían nacido también solo dos mujeres en cada una de las generaciones; Maria del Carmen, y Perfecta Escolástica en la generación de Carlos; Maria Rita, e Ildefonsa en la de José del Carmen; María de Jesús, y Gertrudis en la de Policarpo, y ninguna antes que Cecilio en su generación.

Fue el entorno familiar en el que crio Cecilio y todos los demás antes y después que él, enfocado en la cordialidad, al compromiso por el apoyo a la familia, y más allá de esta el apoyo comunitario; eran compromisos, valores y una cultura de servicio que no tenía paralelo, valores y cultura que en la actualidad han desparecido casi hasta sus cimientos.

Con esas buenas costumbres y la excelente educación que poseían, en 1955 Cecilio se entregó a la tarea de construir un hospital, que en los 181 años de existencia de El Rosario, jamás había contado ni siquiera con un cuartito en remedo de primeros auxilios; y cuando Cecilio contaba con 75 años de edad, se echó a cuestas la ardua labor de ver edificada su aportación a su muy querido pueblo; al que con justa razón le correspondieron sus habitantes denominando al nuevo nosocomio con el nombre de “Hospital Cecilio Espinoza Peralta’, retirándole el que él le había puesto: “Hospital Civil de El Rosario”.

Antes que aquel modesto edificio de adobe crudo existiera, según algunos documentos históricos, y el habla popular en mi tierra, a muchos de los fallecidos se les asentaban en su acta para describir los motivos de la muerte, frases como las siguientes:

“No cantando con asistencia medica, por no existir ningún facultativo en el lugar…”; en otros casos, por desconocimiento de “Los Escribanos”, se asentó:

“La causa del fallecimiento fue por diarrea intestinal”; en otro “Por Alferecía”, en otro mas “Devorado por un león”; “Falleció en su casa habitación por un dolor en el costado”, “Falleció a causa del cáncer que le produjo la herida”, “Murió por un dolor repentino en los ijares”, “murió por embriaguez tóxica”, “Murió por mal de intuerto”, “Murió de la Próspeta”…”Falleció por senil”; “Falleció por hidrópito”; “Falleció por un dolor en las corvas”, “Falleció por estar tapiado”, “Falleció por fiebre calurosa”; “Falleció de calor y sin sestiar”; “Falleció a causa de golpes al caer de la bestia en una cagalbata”; “Falleció espirituado”; “Falleció con el cuerpo desfaratado”; “Falleció por golpe en los entresijos”; “Falleció de tuberculosis pulmonar”; Falleció por pesadez en el pecho”; y la de mayor incidencia: “Falleció al dar a Luz”, o “Falleció en la Raspa”…(No existe error en la escritura, así es el habla popular).

Se hablaba y escribía según como las costumbres y los usos enseñaban, ya que casi en ningún lugar se contaba con el auxilio de un “Dotor”, mucho menos de una clínica, o cuartucho de adobe, o de ramas que sirviera para que un profesional de la medicina diera auxilio a nuestros viejitos.

HISTORIA DE LOS INICIOS DEL HOSPITAL.

Afligido porque la vida ya casi se le iba, Cecilio Espinoza Peralta decidió en 1955, organizarse él, y organizar al pueblo para que se construyera un modesto hospital y traer a un médico de planta, o al menos a “Residentes”.

Sus primeros aliados fueron sus hijos y su esposa Eloísa Peralta Murillo; y luego se dio a la tarea de apoyarse en las mujeres del pueblo, sobretodo en las madres que contaban con hijas en edad de bailar; y luego que habló con aquellas madres e hijas, consiguió un viejo camioncito que le prestó su hermano Santiago Espinoza Peralta, mi bisabuelo.

Cuando estuvo todo aquello bajo control, se dispuso a construir el “Salón” para los bailes, que no era otra cosa que un corral con paredes de varas y hierba verde del monte con altura de dos metros o poco mas, con piso de tierra bien regado, y por techo el alto cielo estrellado del desierto rosareño; y por “Orquesta” la guitarra y el violín de Enrique Meza Echeverría, y José “Pepe Garrucha” Valladolid Ortiz, y un “Bajo” construido con un pedazo de tambo de lámina de 200 litros, que con nervios de venado por cuerdas amenamente tocaba Doña Dorotea “Tea” Ortiz Aguilar, y Juana su hermana al acordeón, de quien en broma los jóvenes de entonces se decían entre sí, que para donde iba el acordeón, iban las muecas en la cara de Juana.

Se había conseguido quien cobrara y colocara los distintivos a los bailadores que pagaban un peso por entrada al baile, y para que nadie se escapara del pago las bailadoras contaban con alfileres y distintivos que colocaban a cualquiera que las sacara a bailar, y no mostrara su listoncito, y luego le entregaban los dividendos a Cecilio el organizador de tales encuentros.

Se llevaron a cabo carreras parejeras de caballos, “Rayadas a caballo”, venta de barbacoa, menudo, café, cerveza, sodas, machaca seca, burritos, carne asada, y los bailes que en conjunto dejaban algunas ganancias para el pago de los trabajadores de la construcción del hospital, que era la principal preocupación de Cecilio.

Para la construcción, no se contaba con un predio que sirviera a la comunidad en cuanto a la distancia entre los de arriba y los de abajo, así que Don José “Pepe Garrucha” Valladolid Ortiz, donó el área donde por muchos años él, y su padre el chihuahuense Manuel Valladolid antes que él, habían tenido el corral de la ordeña; y en ese preciso lugar, en medio del corral, se levantó el edificio.

Las muchachas que apoyaron en el baile a Don Cecilio fueron las que actualmente se encuentran por encima de los setenta años de edad, entre ellas, mi madre.

Antes del Hospital “Cecilio Espinoza Peralta”, no existían ni doctores, ni enfermeras; pero siempre han existido Las Parteras, y por supuesto el panteón; mientras que las primeras recibían a los nuevos rosareños, el panteón recibía sin distinción de edades, sexo, color, estado civil, a cualquiera, incluso aun existiendo médico de por medio.

El primer enfermero y que yo sepa el único en El Rosario, ha sido Pedro Garcia, quien atendía a sus pacientes, y “curaba” con amplio conocimiento, aunque siempre, siempre faltaron las medicinas, los análisis, y equipo adecuado.

En una ocasión mientras sepultaban a un parroquiano, Pedro García le dijo a su compañero que se encontraba de pie a su lado:

A todos éstos que vez sepultados aquí, los atendí, siempre fueron mis pacientes; mientras que el otro le contestó:

¡Con razón, se encuentran bajo tierra!.

Bueno, la verdad es que para las parteras y el enfermero, lo único con los que contaban a su alcance, era con sus conocimientos, su experiencia, su arrojo; y con agua caliente, hierbas del campo, y uno que otro “Linimento”, y nada mas; se puede afirmar que muchas vidas se les deben a ellos, aunque a la fecha la mayoría de aquellos también han partido.

El Hospital abrió sus puertas a principios de 1960, había iniciado su construcción poco después de 1955; contaba con dos camas, sala de espera, y un cuarto para el médico. Fue demolido en el otoño de 1980, así que solo se mantuvo en operación solo veinte años; dando paso a la actual clínica de la Secretaria de salud, la que se construyó gracias al ejemplo que Cecilio Espinoza Peralta le dio al gobierno, al edificar lo que al gobierno le correspondía, y como finalmente así lo hizo.

Considero que personalidades con el talento, el compromiso, y el arrojo de Don Cecilio, no las deben cobijar los polvos del olvido, la ingratitud, o simplemente que el paso del tiempo los borre de nuestras memorias y de nuestra gratitud, ya que personas como él, no nacen todos los días, ni todos los pueblos tienen la suerte de contarlos entre sus hijos.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

17 de Enero de 2012.

El presente es trabajo intelectual del autor, quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383, se permite su uso, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y su uso no sea con fines comerciales, ni de lucro.

NOTAS RELEVANTES:

Cecilio Espinoza Peralta, nacido en El Rosario, en 1880, y fallecido poco después de la inauguración del hospital, fue casado en primeras nupcias con Cecilia Romo, procreando a: Alfonso “Rey Espinoza”; Isabel “Chavelita de Quitito Peralta” quien fue una destacada partera; Alberto, Norberto “Yoti Espinoza”, quien por mucho tiempo fue uno de los gasolineros a lata y barril en El Rosario.

Al fallecimiento de Cecilia Romo; Cecilio se casa con Eloísa Peralta Murillo, procreando a: Carlos, María, Anna, Francisca “Jirto”, y Zacarías.

El primer Espinoza en Baja California, fue el español JUAN NEPOMUCENO ESPINOZA, tatarabuelo de Cecilio.

Juan Nepomuceno Espinoza fue casado con la nativa de familias prehispánicas LORETO CASTRO, procreando a diez hijos, siendo Carlos (1778-1883) el mayor, además Zacarías, Maria del Carmen (Madre fundadora de la familia Ortiz en El Rosario); Perfecta Escolástica (Madre fundadora de la familia Ames en Baja California); Juan Nepomuceno, Joaquín, Loreto (Mujer), Juan José, Cosme, y José Luciano.

En El Rosario, el patriarca fundador fue Carlos, a donde llegó con su madre y hermanos menores en 1800, procedentes del paraje de San Juan de Dios, en la misma comarca; casado en 1832 con Maria Dolores Salgado Camacho.

La actual Biblioteca “Alfonso Espinoza Romo”, obtiene su nombre por su benefactor, quien fuera el hijo mayor de Cecilio, nacido en El Rosario, en 1908, y fallecido en Ensenada en febrero de 1992. El campo de Beisbol “LOS JAIBOS DE EL ROSARIO”, lleva también el nombre de Alfonso Espinoza Romo, al ser su benefactor; en ambos casos les donó los predios donde se encuentran, así como a la Delegación de El Rosario, y a la Escuela Secundaria número 41, “Prof. Heraclio Manuel Espinoza Grosso”.

La biblioteca es atendida desde su creación oficial, en 2000, por Susana Espinoza Valladolid, nieta de Cecilio Espinoza Peralta, e hija de Zacarías Espinoza Peralta y de Francisca Valladolid Duarte.

Los médicos o pasantes de medico que estuvieron en El Rosario, fueron: Miguel Valdez, en la década de 1950, Benjamín Gómez, y Aroldo Diez Angulo, en la década de 1960; en las décadas de 1970 y 1980 Josefina Vega Montiel, y otras personas enviadas por la Secretaria de Salud, así también los particulares Rutilio Galván, y Eulogio. En la actualidad que yo sepa la única rosareña que ha estudiado medicina es Enedina Meza Tambo, nieta de Ramón Meza Pellejeros, e hija de Dionisio Meza Valladolid; así como un amplio grupo de estudiantes de enfermería, y varias personas con esa profesión. Vive en la parte de El Rosario llamada Ejido “Nuevo Uruapan” la Doctora Armida Romo, desde hace varios años.

Los “SAMARITANOS DEL AIRE”, una agrupación medica estadounidense ha prestado valioso apoyo en atención y medicinas a comunidades en distintas partes de Baja California; y en El Rosario, desde hace décadas han asistido a la comunidad. En los tiempos de hospital civil “Cecilio Espinoza Peralta” utilizaron el recinto para tal fin. Fue la señora Ana Grosso Peña quien los recibió desde que iniciaron con su valioso apoyo en mi tierra.

Parteras en El Rosario han sido muchas personas, mismas que se pueden consultar en mi segundo libro “LINAJE ESPINOZA”, Así sobrevivieron nuestros pioneros en El Rosario, Baja California”: 2007.

Y para quien no lo tenga las puedo citar a continuación:

Maria del Carmen Espinoza Castro de Ortiz: Entre 1809 y 1840

Perfecta Escolástica Espinoza Castro de Ames: Entre 1815 y 1860

Columba Savin de Aguilar: Entre 1809 y 1845

Columba Sevilla de Pellejeros: Entre 1830 y 1872

Maria Dolores Salgado Camacho de Espinoza: Entre: 1836 y 1888

Petra Pellejeros Sevilla de Marrón: Entre 1857 y 1895

Maria Rita Espinoza Salgado: Entre 1855 y 1905

Ildefonsa Espinoza Salgado de Montes: Entre 1857 y 198

Maria de Jesús Espinoza Marrón de Loya: Entre 1880 y 1900

Gertrudis Espinoza Marrón de Duarte: Entre 1182 y 1927

Catalina Montes Espinoza de Ortega: Entre 1880 y 1922

Pilar Meza de Collins: Entre 1877 y 1902

Encarnación Ortiz Aguilar de Valladolid: Entre 1900 y 1914

Andalecia Ortega de Orduño: Entre 1920 y 1930

Encarnación Ortega Espinoza de Ortiz: Entre 1909 y 1929

Teresa Grosso Peña: Entre 1932 y 1960

Faustina Valladolid Ortiz: Entre 1939 y 1965

Isabel Espinoza Romo: Entre 1947 y 1968

Sara Orduño Ortega: Entre 1950 y 1967

Amelia Marquez Cervera: Entre 1960 y 2004.


“Hospital Civil de El Rosario”, se lee en la fachada, sin embargo el pueblo le cambió de nombre a: “Hospital Civil Cecilio Espinoza Peralta”.

Foto tomada por Howard E. Gulick, el 8 de Septiembre de 1963.

Colección UCSD, San Diego, California, EUA; Colección Especial de Baja California.

Al fondo se observa el taller mecánico fundado por Ramón Meza Pellejeros, y que en la actualidad maneja su hijo Dionisio “Chichoy” Meza Valladolid; en tierras que pertenecieron a la familia Valladolid, siendo el suegro de Ramón Meza Pellejeros, Don José Valladolid Ortiz, mejor conocido como; “Don Pepe Garrucha”.

Me parece una pena que no se haya conservado el edificio, y construido la nueva clínica en otro predio.

“Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento; cuidemos nuestras tradiciones”

jueves, 12 de enero de 2012

CONCURSO PARA “EL REY DEL MARIACHI”: PARTICIPANTE MIGUEL ALCAZAR SANCHEZ: “CANTOR ALCAZAR”.



CONCURSANTE NUMERO 4: MI VOTO ES PARA EL.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo


12 de Enero de 2012.

“Nuestras tradiciones son Cultura y Conocimiento; Valoremos nuestras tradiciones

Los viejitos en mi tierra El Rosario, Baja California, tenían un dicho muy eficaz para cuando de apoyar a alguien se trataba:

“Una mano lava a la otra, y entre las dos manos, lavan la cara”.

Y esto viene a cuento porque Miguel Alcázar quien además de Arquitecto de profesión, es CANTANTE DE RANCHERO; a LOS ROSAREÑOS no ha prestado un apoyo incondicional desde el año 2007; que aunque en primer plano me lo presta a mi, hace extensivo su gran servicio a todos nosotros, ya que sin su valioso apoyo mis trabajos no verían la luz con la oportunidad que llega a las computadoras de mis lectores.


Por principio de cuentas fue Miguel Alcázar quien tuvo la idea para que formara mi página www.elrosariobc.blogspot.com, en la cual se dan a conocer las historias, las tradiciones, los orígenes de nuestras familias, y tantas narrativas mas; y que aunque son todas investigaciones mías, es él quien las lleva de manera amable a Internet, y las pone al alcance de quien las lee.

Por esa razón es que ahora les pido a todos los que lean estas letras brindarle su voto para que sea EL REY DEL MARIACHI, ya que participa en un concurso promovido por PEPE AGUILAR, quien es hijo del ícono de la música mexicana, el zacatecano DON ANTONIO AGUILAR.


El concurso se llevará a cabo a fines de febrero de 2012; y cada quien puede emitir un voto cada día:


Estimado amigo Arq. Miguel Alcázar Sánchez, “CANTOR ALCAZAR”, para mí, creo que para nosotros “Los Rosareños”, Usted es una mano, nosotros somos la otra; y nuestra historia, y el que Usted gane el Concurso es: La Cara. Mucho éxito ahora y siempre.


AUTOR DEL ARTÍCULO:


ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO

12 DE ENERO DE 2012.


El presente es un trabajo intelectual del autor, quien lo protege bajo patente 1660383, se permite su uso, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y no se utilice con fines de lucro, ni de comercialización:

NOTAS RELEVANTES: A futuro mi amigo MIGUEL ALCAZAR, nos hará el favor de grabar los corrido rosareños: “CORRIDO DE LAS ESPINOZA”, Y “LOS PESCADORES DEL CAMPITO”.


PARA IMPRIMIR Y ANUNCIAR:



Estoy participando para ser “El Rey del Mariachi”:

Concurso organizado por Pepe Aguilar

y se puede votar, y correr la voz!

1era semana en 4 to. lugar!

2da semana en 3ero.

3er semana en 3ero.

4ta. semana en 3ero.

5ta. semana mantuvimos el 3ero.

Vamos por el primero!


Un voto al dia, de aquí a finales de Febrero!
MIGUEL ALCAZAR participante #4

VOTA AQUI

Y SI DESEAS TAMBIEN PUEDES:




Quedo a sus órdenes,
Mi Agradecimiento y Amistad
Desde San Antonio de las Minas
"La Ruta del Vino"
Ensenada, Baja California, México
Miguel Alcázar


martes, 10 de enero de 2012

ORIGENES DE LA FAMILIA “RESECK” EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.

Por Ing. Alejandro Espinoza Arroyo:

10 de Enero de 2012.

¡“Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento; cuidemos nuestras tradiciones”!

Un día de 1990, como muchas otras veces fui a visitar a Benjamín Reseck Núñez, en su casa en El Rosario de Abajo, localizada frente al panteón misionero del pueblo. Reseck quien fuera mejor conocido a lo largo de toda su vida como; “Benny Viejo Reseck”, o “Benny Viejo”, a secas, me narró infinidad de historias, y como no iba a saber tantas de aquellas vivencias, si le tocó criarse con su abuela materna Dorotea Ortiz Aguilar, quien era descendiente directa de los “Aguilar Savin” de los últimos cochimies que habitaron la zona de El Rosario, aquel pueblo autóctono cochimi que durante milenios vago por gran parte de la península hasta la llegada del azote español a mi tierra, en 1774.

Cuando mi buen amigo “Benny Viejo” iniciaba una charla diciendo: “Fíjate Valecito que…”, ya sabía muy bien que serían nutridos los apuntes que lograría rescatar, siempre era así, siempre eran tan importantes, tan valiosos.

La primera platica con respecto a su origen, me dijo:

“Me llamo Benjamín Reseck Núñez; y agregó: Fíjate Valecito que mi padre fue el ingeniero mestizo de alemán Eduardo Reseck, y mi madre la guapa Enriqueta Núñez Ortiz, quien falleció casi al nacer yo, así que no tengo ningún hermano, ni hermana,…”: Hasta aquí las palabras del “Benny Viejo”.

En este artículo traeré narrativas sin distinción ni orden como las fuimos comentando “Benny Viejo” y yo.

Decía que en los tiempos en que Eduardo Reseck pretendía ser novio de la rosareña Enriqueta Núñez Ortiz, no le había resultado muy fácil que digamos, ya que mientras que Eduardo vivía en San Diego, Enriqueta radicaba en El Rosario, lugares que se encuentran separados entre sí por unos cuatrocientos kilómetros, que hoy en día se recorren en unas siete horas, pero en 1914, no.

Un buen día salió Eduardo desde San Diego con rumbo al sur, en un carrito de gasolina, de aquellos que casi nadie conocía, porque toda la rancherada se movía en caballos, mulas, burros, y carros tirados por bestias, o a pie, en nada mas; y como los caminos nomas no existían, aquellos caminos eran solo grandes polvaredas, o lodazales; pero el ánimo de congraciarse con Enriqueta era tan grande que los contratiempos no le importaban. El carrito que Reseck conducía, tenía a decir del “Benny Viejo”: ¡Muy delgaditas las llantas, con rines de rayos de madera, Fíjate vale Alejandro”!

Las delgaditas llantas hacían que en cualquier lodito se atascara o patinara demasiado, lo que causaba que la gasolina se fuera acabando sin remedio, y como la gasolina era tan desconocida como los carros en esta tierra, pronto lo enfadó tanta modernidad, así que a su paso por la Colonia Vicente Guerrero, unos noventa kilómetros antes de llegar a El Rosario, fue Reseck a ver al rosareño Salvador “Cuatito” Duarte Espinoza, que en ese lugar vivía, y pelo a pelo cambiaron el carro a gasolina por uno de dos mulas, en el que continuó su viaje Reseck sin ningún contratiempo.

Cuando llegó a la casa de su amada Enriqueta, que por cierto lo esperaban hasta dentro de un año, y no en ese tiempo que llegó; salió la familia a recibirlo y para el recuerdo, y para la historia se tomaron fotos a bordo de aquel carromato, de las cuales “Benny Viejo” conservaba una, que por cierto gentilmente me la obsequió, mientras me dijo:

En mi larga vida, he visto de todo, pero jamás había visto que alguien se interesara en “juntar” las historias de mi tierra, por eso a nadie conozco que la merezca y la valore como tú valecito”.

Unas tres semanas después de haber llegado a El Rosario, en 1914, Eduardo Reseck inició el viaje de regreso a San Diego, y al pasar por la Colonia Vicente Guerrero, el “Cuatito Duarte Espinoza” le dijo que si por favor le devolvía su carro de mulas porque nomás no sabía como “manijar” el carro de gasolina; Contestándole Reseck que lo acompañara a San Diego, y se trajera de regreso su carro incluidas las mulas, y que el de gasolina lo usara para gallinero, como así lo hicieron.

Cuando el “Cuatito Duarte Espinoza” y todos los viejos de todos los pueblos empezaron a “manijar” carros de gasolina, cuando los querían “manear” les gritaban Ohh, Ohh,Ohh, como lo hacían con los carros de mulas, al querer detener a las bestias; así que para mis viejitos los carros no frenaban, maneaban, tampoco se conducían, se “manijaban” a velocidades que no rebasaban si acaso el trote de un caballo, o igualaban el correr de un hombre, jamás mayor velocidad, pues mas allá de aquellas velocidades, era una exageración, y riesgos desmedidos.

“Cuando yo era chico valecito y escuchaba algún ruido de carro, corría hasta el camino para verlo pasar, y luego me iba corriendo detrás del carro, lo alcanzaba, me subía a la defensa, y me volvía a bajar, y lo seguía correteando hasta que el cansancio ya no me lo permitía; me dijeron casi en coro “Benny Viejo” e Isidoro Aguilar, que eran mas o menos de la misma edad”. Mientras ellos comentaban esto, viajé en mis recuerdos a los tiempos en que fui chico en El Rosario, y hacía lo mismo que dijeron, pero los que yo correteaba eran los troqueros del sur.

¡Me imagino los desfiguros que ahora haríamos si correteáramos a un auto!

Con el paso de tantos viajes a El Rosario, Eduardo Reseck se convirtió en el novio de Enriqueta y se casaron, procreando solamente un hijo, como lo dijera el buen amigo “Benjamín Reseck Núñez: no tuve ningún hermano, ni hermana.

Enriqueta a poco de nacer su único hijo, Benjamín” en los días de la cuarentena del parto, comió nieve a causa del inclemente calor del valle de Mexicali e Imperial, que hacen frontera en Calexico, California, Estados Unidos de América, con Mexicali, Baja California, México. En Calexico falleció Enriqueta a la corta edad de unos veintitrés años; en ese lugar fue sepultada, y por lo que tocó a Reseck padre, se fue hacia el norte de Estados Unidos, no sin antes entregar a su recién nacido a su abuela materna Dorotea Ortiz Aguilar, quien había viajado de El Rosario a San Diego en barco, y de San Diego a Calexico en tren, y en carretela; aun así no alcanzó a ver a su fallecida hija, salvo ir a brindarle su bendición en el camposanto donde ya descansaba la bella Enriqueta.

Cuando “Benny Viejo” contaba con mediana edad, unos doce años, se escapó a San Diego, para ver si podía encontrar y reconocer a su padre, pero no fue así; en una fría noche después de mucho buscarlo sin saber en donde, unos policías lo llevaron a un orfanatorio, pues no pudo demostrar familia, domicilio, ocupación, ni hablaba inglés. En ese orfanatorio estuvo mucho tiempo, mismo que su abuela no supo de él, me confió que en ese lugar sufrió mucho, de todo le pasó en aquel encierro, mayormente hambre; y que por fortuna aprendió inglés, a hablarlo, leerlo, y escribirlo, pues en español ya lo había aprendido en la escuela “Padre Salvatierra”, en El Rosario.

Cuando ya andaba por los veinte o mas años se fue de San Diego, El Rosario, a casa de su abuela, quien con una severa regañada lo recibió, y le tenía su cuarto sin alterar desde que se había ido, y que aunque lo hacía tal vez muerto, nunca perdió la esperanza que algún día regresaría; de la misma manera su abuela conservó por varias décadas la habitación de su hija Enriqueta, a quien ya sabía fallecida, sin permitir a nadie que se alojara en aquel lugar, salvo al entonces joven “Benny Viejo”.

Benjamín Reseck Núñez, se casó con la rosareña Bertha Duarte Valladolid, mejor conocida como “Güera del Benny”; procrearon a: Enriqueta, Concepción, Catalina, Benjamín, Octavio, Rodolfo, Ramona, y Santiago.

El “Benny Viejo” fue pescador por varias décadas, trabajó en muchísimos equipos en esas labores, tanto en la langosta, abulón, pescado, y sargazo; sobretodo durante mucho tiempo fue una de las poquísimas personas que hablaban inglés en El Rosario. Para referirse a algún rosareño fallecido, en el pueblo siempre se dice:

¡Se cambió de lugar, ahora se encuentra enfrente de la casa del “Benny Viejo”!, o lo que es lo mismo: Ya falleció la persona que se busca, pues por mucho tiempo fue la casa “Reseck” la única que tenía como vecino al camposanto.

“Benny Viejo” Falleció al parecer el 17 de marzo de 2005, mas o menos; siendo sus descendientes en la actualidad, personas que han destacado dada su afición al trabajo y al progreso, son una destacada familia, que sin duda han puesto en marcha muchos de los conocimientos y entrega del “Viejo”, y los genes que heredaron de Enriqueta, de la bisabuela Dorotea, de sus padres, y sus propios esfuerzos que han brindado resultados tangibles, que cualquiera puede ver y reconocer.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO

A 10 DE ENERO DE 2012.

¡“Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento; cuidemos nuestras tradiciones”!

El Presente trabajo en propiedad intelectual del autor, quien lo tiene protegido bajo patente número 1660383; se permite su uso, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes, y no sea con fines de lucro, ni comerciales.

NOTAS Y FOTOS RELEVANTES:

En mi primer libro “LOS ROSAREÑOS” que publiqué en 1992, se encuentran varias entrevistas que le hice a Benjamín Reseck Núñez; así también en mi segundo libro “LINAJE ESPINOZA” que publiqué en 2007.

Cuando fui niño en El Rosario, existían infinidad de carritos modelo “A”, “T”, y otros de los años de mil novecientos veinte, treinta y cuarenta, que se usaban como gallineros, así como el carrito de Eduardo Reseck- Cuatito Duarte Espinoza.



De pie de izquierda a derecha se encuentran Eduardo Reseck,

Enriqueta Núñez Ortiz, José del Carmen “Tambo” Espinoza Peralta,

Señor Larralde; sentada se encuentra Doña Dorotea Ortiz Aguilar, y Salvador “Chip” Meling Olsen.

Foto en la casa de la familia Ortiz Aguilar, El Rosario, Baja California, 1920.

Me la explicó Doña Faustina Valladolid Ortiz, y me la obsequió “Benny Viejo”, en 1990.

Colección Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.




Este es el carro de mulas que Eduardo Reseck le cambió en la Colonia

Vicente Guerrero, Baja California, al rosareño allá radicado, Salvador “Cuatito” Duarte Espinoza.

Foto en casa de la familia Ortiz Aguilar, en El Rosario, Baja California: 1914.

Me la explicó y obsequió “Benny Viejo”, en 1990. La utilice para la portada de mi primer libro “LOS ROSAREÑOS” Nacimiento y Vida de un Pueblo Bajacaliforniano, 1774-1992: 1992.

Colección: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.



Enriqueta Núñez Ortiz, en El Rosario, Baja California, en 1921.

Ya esperaba a su único hijo.

La foto me la obsequió su hijo “Benny Viejo” en 1991.

Colección Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.




A mi izquierda se encuentra Rosario “Chayo Juit” Duarte Valladolid, al centro este autor, y a mi derecha Benjamín Reseck Núñez:

Foto: Museo Comunitario “El Rosario”, el día de su inauguración, el 09 de octubre de 1994, a la que los “Viejitos” asistieron de invitados de honor, por haber sido los primeros alumnos que asistieron a ese recinto antes llamado” Escuela “Padre Salvatierra”.

Foto: C.P. Lourdes Pérez Corral. Colección: Ing. Alejandro Espinoza Arroyo.

Mientras posábamos para la foto “Benny Viejo”, dijo: Aquí aprendí las pocas letras que sé, gracias por rescatar el viejo edificio y darnos este museo Alejandro”:

“Chayo Juit” agregó: “Ya no va a existir otro Alejandro, espero que lo cuiden lo nuevos, porque nosotros ya nos vamos.

Y ya se fueron efectivamente, solo falta que el cuidado al edificio, y al museo se dé por las nuevas generaciones…