miércoles, 30 de junio de 2010

COMUNIDAD DE LOS CAITIOBOS YAQUIS, EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.

Estos son terribles episodios, que nunca me habría gustado saber, mucho menos que sucedieran, y que por ser parte de nuestra historia, tenerla que narrar.


La lengua Yaqui, o JIAK NOKPO, pertenece al sistema lingüístico CAHITA de la familia YUTO-AZTECA.

CAHITA es el término que denomina a una agrupación lingüística o racial. El vocablo YAQUI, es relativamente nuevo, ya que originalmente es HIAQUI, de HIA, que significa “VOZ”, y BAQUI, que significa “RIO”, por lo que HIAQUI , significa: “los del río que hablan a gritos”.

Los CAHITAS, provienen del río Gila de la actual Arizona, y en Sonora, según la arqueología se les tiene ubicada desde el año 1300.

Los Yaquis entre ellos se llaman YOREME, que significa “GENTE”, y para todos los que no son Yaquis los llaman: YORI, que significa: “Los que no son Yaquis”, es decir españoles, criollos, conquistadores, y en general, llaman YORI a todo aquel que no respete sus leyes tradicionales.

Tres zonas distinguen a los Yaquis que se asientan a lo largo de todo el río Yaqui, estos son: Los de la zona serrana: Sierra del BACATETE, los de las tierras de cultivo: En el valle del Yaqui, y los de la zona pesquera: Principalmente, en Guásimas, y Bahía Lobos. Fuera de estas tres zonas, se agrupan en colonias en cualquier lugar en el que vivan, como en Hermosillo, que viven en las colonias de: La Matanza, El Coloso, y Sarmiento.

Los YAQUIS en Sonora vivieron por siglos en las fértiles tierras del valle del Yaqui, en las montañas, y en la costa, cuyos fértiles valles son regados por los escurrimientos pluviales de la sierra madre occidental. Los pacíficos, robustos, y callados Yaquis coexistieron con su entorno natural desde hace tanto tiempo que no se tiene memoria.

Es la sierra del BACATETE, su montaña sagrada a la que ancestralmente rinden respeto y adoración. Los despeñaderos de aquella alta sierra, han sido el hogar natural de los Yaquis, pues se han movido con paso experto y firme, tanto en la alta sierra como en el valle, y en las costas.

Las extensas y ricas planicies irrigadas por el río, hogar de la nación yaqui, despertó la codicia de los gobernantes encabezados por el nefasto dictador presidente de México Porfirio Díaz Mori.

LOS YAQUIS APARECEN EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA.

En el Rosario, Baja California, a la llegada de los Yaquis, en 1907, vivía Concepción Duarte Espinoza, apodado “Chinito”, quien poseía el rancho Santa Gertrudis, llamado así en honor a su señora madre: Gertrudis Espinoza Marrón, cuyas tierras eran herencia del abuelo de ella, Carlos Espinoza Castro, quien había llegado al lugar junto con su madre y hermanos el año de 1800, siendo el patriarca Espinoza, fundador del linaje Espinoza en El Rosario. En ese lugar vivió una comunidad de Yaquis de los que ampliamente me hablaban mis abuelos.

Mis abuelos Alejandro Espinoza Peralta, y María Visitación García Marrón, quienes en mucho convivieron con los Yaquis Caitiobos, -Que así se hacían llamar como gentilicio de CAITA-, fueron las primeras personas que me hablaron de ellos cuando era yo un niño de unos seis o siete años de edad; me comentaban: Tu tío Rosario “Chayo Juit” Duarte Valladolid, aunque es Rosareño, es en mucho un yaqui, él aprendió muchas de las costumbres de ellos, y se comporta según las tradiciones de los” yaquesitos”.

Tendría unos yo unos diez años de edad, el año de 1967, cuando en una ocasión me miré repentinamente frente a frente con el tío ”Chayo Juit”, así que a quemarropa, casi sin saludarlo, le lancé una interrogante, que solo él me podría contestar.

-¿Por qué llegaron los Caitiobos al rancho de su padre?, le pregunté

Con cierta incredulidad y asombro por mi pregunta, me contestó:

-¿Cómo es que sabes tú de los Caitiobos?

-Mis abuelos, me han platicado de la Nana Nieves, de la Nana Antonia, de la Nana Felipa, de la Nana Juana, de Antonio Caña, de Witimea, de Carlos “Calichi” Tena, Juan Tena, Jesús Tena, y que usted es yaqui Rosareño.

Con cierta risa, y con evidente agrado se encaminó hacia una piedra que se encontraba por ahí, se sentó en ella, y me dijo:

-Bueno, vente, vamos a platicar de mis yaquesitos.

Aparte de las personas que mencionas, también vivieron aquí las familias Seguapise, Montañés, Eutimio Tena casado con Manuela Murillo, fue padre de “Calichi Tena”, Esteban Poblano el padre de Aristeo, y el más viejo y principal de todos: José María Casillas, mejor conocido como “Chemale Casillas”. Casillas era el mas viejo de todos, decía mi papá que cuando llegó aquí, tendría como cincuenta años, vivían muchos otros que no recuerdo sus nombres, pero eran muchos mas.

Ellos llegaron hasta aquí muy tristes, porque añoraban su tierra que era Sonora, lo que mas deseaban era regresar a sus casas, al Bacatete, pero no podían, ya que los del gobierno, los militares, y los políticos les habían quitado todo, todo se lo repartían entre ellos, y sus tierras como eran muy ricas, las querían, pero les estorbaban los Yaquis, así que el gobierno dio la orden de que los mataran a todos, que no quedara ninguno vivo.

La Nana Antonia, la Nana Nieves La Nana Felipa, y la Nana Juana, eran de las mayores cuando llegaron aquí, tendrían unos cuarenta años de edad.

Me platicaban de todas las cosas tan crueles y terribles que les hacían los del gobierno, por órdenes del presidente de México Porfirio Díaz, porque tanto él como los demás políticos querían sus tierras, pero no a ellos. Pero después el gobierno si los quería pues era gente muy resistente, y los mandaban desterrados a trabajar a Yucatán, Quintana Roo, y a Oaxaca, o a cualquier lugar que el gobierno decidiera. Aquí en El Rosario, la distracción principal de todos ellos, era trabajar, y trabajar, como lo hacían antes en su tierra.

Recuerdo que quedé completamente aturdido con aquella platica del tío “Chayo Juit”.

-¿Qué mas quieres saber de los Caitiobos?, me cuestionó

-¡No sé!, le contesté

No supe qué decir, solo le di las gracias y me retiré, mientras caminaba no recuerdo para donde me dirigía, me preguntaba:

¿Por qué alguien quiere matar a gente trabajadora?

¿Por qué les quitan sus casas?

Rosario Duarte Valladolid, fue hijo de Concepción “Chinito” Duarte Espinoza, fue conocido durante su vida como “CHAYO JUIT”, o “CHAYO PRIETO”, que para cuando él nació en El Rosario, el día 7 de octubre de 1918, la comunidad Yaqui tenía ya varios años viviendo en su casa, así que entre ellos se crío, entre los niños Yaquis era considerado como uno mas de ellos, siendo muy consentido de todos los Yaquis mayores, ya que ellos son muy apegados a la familia, y les causa tremenda tristeza la perdida de alguno de sus seres queridos, a grado tal que de tristeza mueren, al igual que cuando se les humilla en su mas profunda dignidad, según lo que mis abuelos me habían platicado.

Constantemente cuestionaba a mis abuelos sobre el asunto, ellos me refirieron infinidad de cosas sobre aquella comunidad. Me decían que eran de lo mas amigables, trabajadores y honestos, muy francos para decir las cosas, pero que siempre temían que alguien llegara por ellos, y se los llevara a la fuerza como antes lo habían hecho los del gobierno, los soldados, los rurales, y que eran desterrados de su tierra, que su mayor añoranza era regresar a Sonora, la tierra que tanto amaban, y por la que mucho lloraban las mujeres, y suspiraban los hombres.

En la cañada de San Fernando, comentaban mis abuelos, en la pura rinconada, tenían un túnel, en el cual iban todas las mujeres y los niños a esconderse cuando tenían dudas que pudieran venir por ellos, mientras que los hombres se subían a la Sierrita, en la parte mas alta, desde donde vigilaban el túnel, hacia San Fernando, y hacia el Rosario. Cuando miraban que el peligro había pasado, regresaban a sus casas solo algunos hombres, y luego de desengañarse que no existía peligro regresaban todos, a veces duraban días allá en el túnel, aunque estuvieran seguros que no había peligro.

La historia se dio de la siguiente manera:

La tarde de un día del año de 1907, se encontraba CONCEPCIÓN” EL CHINITO” DUARTE ESPINOZA, tomando café en el corredor de su casa del rancho Santa Gertrudis, en El Rosario, Baja California, cuando de repente los perros se alzaron en gran alboroto, al ver que por el camino real, con pesado y lento andar, se dirigía sin rumbo un hombre de aspecto andrajoso.

Al ver tal situación “El Chinito Duarte” le gritó a su familia para que estuvieran al pendiente de él ya que se acercaría al que caminaba vacilante por sus tierras, al llegar allá le preguntó los motivos por los que se miraba tan deteriorado, pero aquel forastero no le entendió el idioma español, entonces “El Chinito”, a señas lo invitó a pasar a su casa, allí lo alimentaron, le brindaron todo tipo de auxilios y le regalaron ropas para que se bañara y cambiara.

Al día siguiente ya un tanto reposado, aquel hombre a señas le pidió trabajo a su protector. Con el paso de unas semanas ya se podían entender mejor entre ellos.

Aquel hombre era un Yaqui, de nombre José María CHEMALE CASILLAS”, que había escapado de la mina MIRAMAR, en cuyo lugar junto con él y numerosas familias los tenían trabajando de esclavos, pero de allí se escapó, y luego de mucho caminar y caminar por las montañas, bajó a un arroyo por el que siguió caminando, era el de San Juan de Dios, sin que él lo supiera, ya que jamás había estado antes en la península, fue el mismo arroyo el que lo sacó a El Rosario, y era por el que caminaba aquella tarde cuando pasaba por tierras del Santa Gertrudis.

El Chinito Duarte y su esposa de nombre Josefa Valladolid Ortiz, recibieron de manera generosa a aquel desvalido, allí pernoctó por espacio de unas semanas. Después Chemale Casillas, se hizo amigo de Abel Ortiz, primo hermano de Josefa la esposa del “Chinito”. Los Ortiz son descendientes directos de los antiquísimos cochimí, y por otro lado de la familia Espinoza, y conocían a la perfección todos los más recónditos lugares de la región desde El Rosario, hasta el golfo de California.

Casillas y Ortiz fueron hasta las cercanías de la mina, y luego de mucho espiar a los guardias, Casillas logró entrar y alertar a unos de sus paisanos para que también huyeran, como así lo hicieron, y se fueron por las montañas, no por el arroyo, en grupos de cuatro a diez individuos, para que al seguirlos sus captores desistieran de su intento por las altísimas dificultades que conlleva el caminar por las montañas, por donde solo a pie se puede avanzar, ya que ni caballo, ni mulas caben por los angostos senderos con milenios de existencia, utilizados por cientos de generaciones de los primeros pobladores peninsulares.

Muchos de aquellos senderos se encuentran al filo de profundos acantilados, sin embargo eran ampliamente conocidos por Abel Ortiz, quien fungía de guía.

Desde luego que los ladinos guardianes mineros persiguieron a los que huían, dando buenos resultados las estrategias de Casillas y de Ortiz, ya que sus opresores tan luego vieron el rastro de su andar desistieron en su intento de recapturarlos, regresando a la mina desde donde de seguro solicitaron mas esclavos al gobierno de Porfirio Díaz, esto resultaba mas fácil que perseguir a los que huían, y que con toda seguridad, según ellos, morirían en las inhóspitas y agrestes montañas de la sierra de San Pedro Mártir, pero los guardias se equivocaron.

Cuando las familias a salvo llegaron desde la mina al rancho del Chinito Duarte Espinoza, se les atendió, y descansaron lo suficiente. Duarte decidió obsequiarles una parte de su rancho para que se asentaran y formaran su propia comunidad, incluso les obsequio tierras y aguas del arroyo para que laboraran y cultivaran sus propias siembras. Con esa generosa acción el Chinito Duarte se ganó el sobrenombre de: “REY DE LOS YAQUIS”. En esas tierras construyeron sus casas a la usanza de su tierra yaqui en Sonora, también construyeron una escuela, donde asistían sus niños, muchos de los cuales nacieron en El Rosario, entre 1909 y 1930.

Los que se instalaron en el Rancho Santa Gertrudis, se nombraban entre si como: YOREME y CAITIOBO de la nación Yaqui de Sonora.

En una de nuestras muchas platicas, Benjamin Reseck Núñez, ampliamente conocido que fue como “Benny viejo”, recordaba que después que ya se instalaron en su “colonia”, Chemale Casillas se arriesgó yendo a Sonora a traer a su familia y a la mayor cantidad de Yaquis que pudiera, haciendo el inmenso recorrido solo y a pie:

Desde El Rosario cruzó la sierra peninsular hasta el golfo de California, de ahí subió al norte rodeando el mar hasta las confluencias del río colorado, en los limites de Baja California con Sonora, luego bajó con rumbo al sur recorriendo toda la costa Sonorense, hasta llegar a la desembocadura del río yaqui, siempre muy escondido. Ya en el valle del Yaqui, de noche viajó por ese territorio, invadido por los cazadores de Yaquis, que eran soldados, rurales, y de la acordada y también espías que allí, y donde quiera tenía el gobierno del estado de Sonora, y el de la república.

Casillas logró llegar a su gente, encontrándolos en las partes más altas de las montañas de la sierra El Bacatete, en las regiones más recónditas. De inmediato salieron hacia la península, siguiendo sus mismos pasos que lo habían traído desde la inmensa lejanía en que se encuentra El Rosario, y más lejos parece cuando el viaje se hace completamente a pie.

Casillas subía y bajaba montañas, para dejar el menor rastro posible, lo que le exigía un desgaste brutal, durmiendo en lo alto para tener la mayor vista posible, y poder protegerse de los verdugos del gobierno. Llegó de regresó a El Rosario con su esposa Bartola, un año y medio después, acompañado de los que sobrevivieron al viaje, ya que muchos murieron en el camino. En aquel año y medio del recorrido, solo caminó, y caminó, no había tenido tiempo para nada mas, alimentándose de los recursos que la naturaleza ponía a su alcance por donde iba pasando.

LA MANERA EN QUE FUI DESCUBRIENDO, Y ENTREVISTANDO A LOS YAQUIS:

En una ocasión, hacia 1966, viajamos mis hermanos, Héctor, Eduardo, y yo, al campo pesquero “Los Morros Colorados”, antiguo campo pesquero ubicado unos trescientos kilómetros al sur de El Rosario, sobre la costa del océano pacifico, íbamos de raite con Antonio Gerardo Gómez, y Andrés Díaz Gerardo, en aquel lugar pescaba mi padre. Salimos de madrugada de El Rosario, enfilamos por todo el camino real por la “India Flaca”, llegamos al rancho “El Aguajito”, entonces propiedad de Alberto Espinoza Romo, de ahí continuamos el viaje al rancho “El Arenoso” donde vivía el viejo vaquero Isidoro Aguilar. En cuanto llegamos a aquel lugar, escuchamos que Antonio Gerardo Gómez le dijo a Isidoro, ahí arriba de la carga del troque traigo a tres becerritos para que los hagas tamales: Bueno te voy a dejar a uno, otro se lo voy a dejar al Yaqui Marcelino Cajeme García en el rancho “El Progreso”, al otro me lo comeré yo mismo en Los Morros Colorados. Y fíjate Isidoro que los tres tienen nombres de personas, continuó diciendo Antonio Gerardo, para que supiéramos que era a nosotros a quienes harían tamales.

Mis hermanos menores que yo, eran entonces niños de unos siete y ocho años de edad, que de inmediato enmudecieron por el miedo que aquellas palabras les causaron. Para mi, escuchar la frase: “El Yaqui Marcelino Cajeme”, me transportó a las pláticas que sobre aquellas gentes me hacían mis abuelos. Desde aquel momento mi interés se centraba en conocer a un Yaqui, por lo que el tiempo para llegar hasta allá, hasta el rancho “El Progreso” desde “El Arenoso”, que aunque cercano un lugar del otro, muy largo me pareció aquel tramo del camino real, por mi inquietud de conocer a un verdadero Yaqui.

Cuando llegamos a “El Progreso”, por la rendija de las redilas del camioncito observé a Antonio Gerardo, para ver cuando saludara, y con esto saber quién era el Yaqui; al bajarse le preguntó a Pascual Cajeme Peralta.

-¿En dónde está tu padre el viejo Yaqui Marcelino?

- Allá está debajo de aquella sombra, le contestó Pascual.

Tan luego como pude me acerqué a Don Marcelino Cajeme, y le pregunté con mucho espasmo:

-¿Usted es Yaqui?

-¡Siii, a mucha honra amigooo!

Luego me tendió su mano en señal de saludo, y por poco me saca el brazo de tan fuerte que me saludó.

Cuando los años pasaron, cuando llegué por ahí de los diecisiete años de edad, en 1974, busqué tanto al tío “Chayo Juit”, a Don Marcelino Cajeme García, a Doña Francisca Tena de Romero, y a Lorenzo ”El Yaqui” Romero. Antes de eso, como a los catorce años de edad, cuando estudiaba la secundaria y vivía en la casa de Willy Cochran y Natividad García Marrón, en Ensenada, conocí a Aristeo Poblano, hijo de Esteban Poblano, con quien los Cochran llevaban sólida y añeja amistad, ya que los visitaba con toda regularidad. El era Yaqui de aquellos Caitiobos.

De aquella comunidad solo a Aristeo Poblano conocí de manera cercana y directa, con él platiqué en repetidas ocasiones de temas muy variados, sin embargo cuando le trataba la historia de su pueblo, enmudecía y lloraba en profundo silencio.

Dejaré asentadas algunas de las charlas que con ellos sostuve, desde 1966 y hasta el año del 2008, es decir, desde que fui niño y hasta cuando ya tenia mis cincuenta años de edad; todos ellos han desaparecido, solo vive aun, doña Francisca Tena de Romero, quien cuenta con mas de cien años de edad, y que por cierto ha sido a ella la última que entrevisté de nuevo en marzo del 2008, vive en el desierto central de Baja California, en su ranchito llamado: Sonora. Entiendo que el lugar no podía tener mejor nombre, el nombre de la tierra tan añorada por ellos, añorada aun por los nacidos en las generaciones posteriores y que ni siquiera la conocieron







Aristeo Poblano, según me platicaron Willy Cochran y Natividad García Marrón, recordaba que a sus abuelos, junto con muchísimas familias los tomaron presos en el Valle del Yaqui, se los llevaron amarrados para Guaymas, de ahí los embarcaron llevándolos al puerto de San Blas, Nayarit, y de ahí los hacían caminar tanto, hasta que los mas débiles caían muertos, y que por el camino de San Blas a otro lugar del mismo Nayarit se encontraban cientos de tumbas de los Yaquis que morían en los tantos viajes que el gobierno realizó con ellos, desterrados con rumbo a Yucatán, y al Valle Nacional, Oaxaca; allá los esclavizaban hasta que morían, ya fuera de hambre, de azotes, o por tanto trabajar.

Don Marcelino Cajeme García me comentó, que el pésimo y tirano presidente Porfirio Díaz y los políticos del gobierno de Sonora de esa época, querían obtener para sí a como diera lugar, las ancestrales tierras Yaquis, pues eran sumamente ricas, y con abundancia de agua.

Los Yaquis se defendieron, un grupo de ellos se volvieron rebeldes ante la ofensa de violar a sus mujeres por parte de los soldados y la policía rural de Porfirio Díaz, incluso violaron a la esposa del alcalde mayor del río Yaqui, llamado José María Leyva:CAJEME”. Fue así como se levantaron los Yaquis contra el gobierno, siendo éste el pretexto principal de los gobernantes aquellos para justificar su cacería, y mas tarde para la orden del mismo Díaz de exterminarlos.

Francisca Tena de Romero, hija de Carlos “Calichi” Tena, me comentó que su padre, siendo un jovencito allá en Sonora, a duras penas logró escapar de la persecución de las huestes del tirano dictador Porfirio Díaz. Recuerda Doña Francisca, que aun escondiéndose, a su padre y a muchos, incluyendo algunos otros de sus antepasados, con todo y sus familias los capturaron no muy lejos de la costa, llevándolos amarrados hasta el puerto de Guaymas, Sonora. En ese lugar los embarcaron y enviaron de esclavos a la mina Miramar, ubicada en una sierra de la península de Baja California.

Con profunda tristeza me comentó, mientras lloraba, y como no iba a llorar, que a muchos de sus familiares que venían también huyendo, desesperados se adentraron en la isla Tiburón en busca de refugio, siendo la isla territorio ancestral de la nación SERI, y que hasta la costa frente a la isla llegaron los soldados tras de los Yaquis que se habían adentrado hasta allá, obligaron a los Seris a entrar a la isla con armas que ellos mismos les dieron, ordenándoles traer la mano derecha de todos los Yaquis que se encontraban allá, con la pena que de no hacerlo, serían ellos ejecutados con todo y sus familias, a quienes retenían los soldados como rehenes, mientras los hombres Seris volvían de la isla con su inhumano encargo.

Cuando los SERIS regresaron a tierra desde la isla, traían racimos de manos derechas, amarradas con una cuerda que pasaban por un agujero que le hicieron a cada una de las manos, entregándolas a los bárbaros que cumplían las cobardes ordenes de Porfirio Díaz y de las autoridades Sonorenses. Esa acción se repetía las veces que por desgracia los Yaquis se adentraban a aquella isla.

En muchas otras ocasiones en vez de permitir que los alcanzaran se tiraban al mar, suicidándose todos por ahogamiento, asegurándose que los niños murieran antes que los adultos, sabiendo que al caer vivos en las infernales manos de aquellos chacales del gobierno, sería infinitamente peor el suplicio, que aquel de una muerte rápida, mediante el suicidio como única alternativa de escape, así fueron las narraciones que Francisca tena de Romero.

Baste decir que el tirano dictador Porfirio Díaz, primero ordenó el exterminio de la raza Yaqui, aunque después le convino mejor venderlos como esclavos en las haciendas henequeneras de Yucatán, y Quintana Roo, y en las cafetaleras del valle Nacional, Oaxaca. Un gobernador de Yucatán fue dueño de una de esas haciendas esclavistas, mientras que en Sonora, también unos gobernadores de los compinches de Porfirio Díaz, eran los que junto con él enviaban al ejercito, a los rurales, a espías, y caza Yaquis para su captura y posterior venta, recibiendo con esto el sucio dinero que a sus sucias manos llegaba, proveniente de los sucios hacendados.

No obstante, casi acaban con la nación Yaqui, y que al escasear éstos, capturaban también a ópatas, y pápagos, enviándolos para la venta en calidad de Yaquis, vendiendo y esclavizando también a los mayas. Si la caída de Díaz hubiese durado unos años mas, con toda seguridad que nosotros sólo sabríamos que existió en Sonora una comunidad llamada Yaqui, tal y como sabemos que en la península vagaron por unos diez mil años, o mas: los Guaycuras, Cochimíes y Pericues, y que en solo unos trescientos años, los españoles, causándoles hambres, epidemias, azotes, exceso de trabajo y vejaciones, los exterminaron, los borraron del mapa.

En verdad que no me explico cómo es que el anciano dictador Porfirio Díaz, en su destierro en Francia, añoraba a “su” México, lloraba por regresar a su tierra, a esta noble tierra y sus razas que tanto ultrajó. Su traje salpicado estorbosamente con insignias de todo tipo, creo que se habría visto mejor adornado con sus trofeos por tantísimas muertes que en el país efectuó.

La sangre inocente que inundó al país durante mas de treinta años que Díaz perduró en el poder, la sangre derramada durante su mandato, no seria suficiente, pues Díaz reclamaría otras inundaciones nacionales con tal de largarse. Esta vez la sangre que se derramaría lo pondrían los revolucionarios.

Me imagino los grises días llenos de nostalgia que en su destierro en Francia debe haber pasado Porfirio Díaz, nada comparado desde luego, con las pocilgas donde sus esclavos medio vivían en el destierro, ni con los putrefactos alimentos que de mala gana les daban, tampoco nadie lo debe haber azotado allá, ni de su familia separado.

Así son las cosas en esta vida, siempre la historia alcanza a sus actores, y es de ésta manera, con ejemplos como el que acabamos de analizar, vemos como la historia alcanzó a Porfirio Díaz y sus chacales, aunque ésta debe ser solo una mínima parte de la barbarie que en realidad, la bota de Díaz generó en el país.

VIVENCIA QUE TUVE EN HERMOSILLO, SONORA:

Una noche del año de 1978, me encontraba en Hermosillo, fui a cenar a un restaurante que se llamaba “EL MESON DEL VIEJO”, eran como las nueve, al llegar con otros acompañantes nos dirigimos a una de las mesas de aquel lugar que estaba vacío, y a media luz, de pronto llegó hasta nosotros una enorme mujer que venía sabrosamente fumando, nos aventó desde lejos las cartas al centro de la mesa, se puso una mano en la cintura, mientras que con la otra se llevó el cigarrillo de nuevo a la boca, soltando repetidas bocanadas de humo, con tosco y parco hablar, nos preguntó:

-¿Qué van a cenarrr?, ¡y apúrense porque ya voy a cerrarrr!

Nos apuramos a pedir y a cenar, desde luego, y en cuanto pude mientras le pagábamos la cuenta, le pregunté:

-¿Es de aquí usted?

-Nooo, soy del Bacatete

-¿Del pueblo Yaqui?

-¡Siii!

-¿Existe mucha gente aun en su pueblo?

-¡Mas o meenos, por poco y se la acaba el píinchi del Porfirio!

-¿Cómo se llama Usted?, le pregunté

-¿Es ceenso, o qué?

-No, es solo que tengo interés en saber historias de su pueblo yaqui.

-¡Bueeno, ándale pues!

-Siempre nos han jodido, con una presa que construyeron quedaron tres de nuestros pueblos bajo el agua: Pótam, Bicam, y el otro que ya se me olvidó su nombre, ¡te diigo estoy cada vez mas jodida!

-¿Y usted como se llama?, le insistí.

-!Otra veez!, bueno pues, me llamo Marciana, tengo cuarenta y ocho años, un cabronal de hijos, y muchos problemas económicos, y mi casa es apenas un tanichito. (Se le llama así a una pequeña construcción, ya sea tiendita, o casa pequeña, fea y bajita).

¿Ya quedaste contento, con tanta pinchi preguntadeera?

-Si, gracias.

-¡Bueeno, adióos!, Me dijo para despedirme.

Así de directa fue Marciana, así son los Yaquis, cuando ya me retiraba me dio una suave palmadita, y me dijo, con dura voz, y con toda seriedad.

¡Cuando vuelvas platicaremos largo y tendido, así como platicamos ahorita!

Para concluir, solo me gustaría comentar que mis ojos nunca vean, ni mi conciencia se entere, que algún trastornado político se atreviera a traer los restos del chacal Díaz, de regreso a nuestra sufrida patria.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA

SABADO 26 DE JUNIO DEL 2010.

Notas relevantes:

Lejos de reducir su amor a sus tierras ancestrales y a su cultura, los Yaquis se fortalecieron en ese sentido a causa de los brutales atropellos del que fueron objeto por parte del gobierno sonorense, y mexicano en la época de Porfirio Díaz.

A raíz de las constantes agresiones, infinidad de familias Yaquis huyeron a Arizona.

Desde Yucatán, y Quintana Roo, a la caída de Díaz, muchos de los que sobrevivieron, regresaron a pie a sus tierras en Sonora, recorriendo inmensa distancia, mayor a la que recorrió Chemale Casillas.

Algunos hombres y mujeres, por imposición de los hacendados, y del gobierno, se casaron con mayas, con chinos, coreanos, y con otros de distintas razas, quienes también eran esclavos.

Les quitaban a sus hijos a los Yaquis, y mayas, entregándolos a otras familias y a ellos les daban los de otras, y cuando ya al fin los aceptaban como propios, se los volvían a quitar y entregar a otras casas.

Los levantamientos armados más importantes de los Yaquis en contra del gobierno, fueron los de CAJEME en 1870, y las guerras de guerrillas de TETABIATE.

José María Leyva “CAJEME”, (nació en 1839, murió en 1887), fue el alcalde mayor del río yaqui. Implantó un sistema de administración autónomo en sus tierras y en su pueblo, lo que disgustó al gobierno de Sonora. En 1882 encabezó una de las revueltas más grande de las que se tenga memoria en contra del gobierno de Porfirio Díaz, se le llamó: “La guerra del yaqui”, en ésta, el ejército de Porfirio Díaz, asesinó a numerosas poblaciones enteras. El Ejercitó venció a CAJEME y lo capturó en San José de Guaymas, donde fue ejecutado a orillas del río yaqui, para que mas les doliera, en son de burla e intimidación para el pueblo yaqui.

Como consecuencia de la batalla de MASOCOBA el año de 1900, se dio inicio con el envío de multitud de Yaquis desterrados a Yucatán y a Quintana Roo, destierro que se dio hasta 1908, en que casi desaparece el pueblo yaqui, y que fueron sustituidos por los Opatas, y Pápagos, para ser enviados a las haciendas henequeneras de la península yucateca, en calidad de Yaquis para servir como esclavos.

VOLVIENDO CON EL RELATO A EL ROSARIO.

José maría “CHEMALE CASILLAS” falleció en el asilo de ancianos de Ensenada, a donde lo había llevado Manuel Cousiño, esposo de María Grosso Duarte, quien me platicó que Casillas le suplicaba a Cousiño que lo llevara a Sonora donde deseaba morir.

La distancia que recorrió Chemale Casillas desde El Rosario al golfo, de allí subir hasta el desemboque del río colorado, para iniciar el recorrido por toda la costa Sonorense hasta la desembocadura del río yaqui, y luego subir a la sierra del bacatete. Esta distancia es de aproximadamente 1,500 kilómetros de ida, mas 1,500 kilómetros de regreso. ¡O sea, recorrió la descomunal distancia de unos 3,000 kilómetros a pie, por costas y montañas, en año y medio!

Ningún Yaqui en la actualidad vive en El Rosario, se fueron muriendo, muchos otros se fueron del pueblo a Ensenada, donde vivían en la calle Aldama y Cuarta, frente a la casa de José del Carmen Loya Espinoza “Nico Loya”. Muchos descansan en tumbas del panteón misionero de El Rosario, ya borradas por el tiempo transcurrido.

El sitio donde se ubicó la colonia de los Yaquis se encuentra en la cañada de San Fernando, en los ranchos de Jorge Duarte Valladolid, primo hermano de “Chayo Juit Duarte”, y Armando Duarte Espinoza, nieto del Chinito Duarte, e hijo de Rosario “Chayo Juit Duarte Valladolid, así como en la actual propiedad de Gregorio Albañez, y de Misael Benítez.

Concesión “Chinito” Duarte Espinoza, falleció y fue sepultado en El Rosario, en 1924, a la edad de 44 años aproximadamente, su esposa la señora Josefa Valladolid Ortiz, falleció en Ensenada, en 1946, allá quedó sepultada.

Abel Ortiz, falleció hacia 1967, en El Rosario, vivía en el preciso lugar donde se encuentran los salones de la nueva escuela primaria “Padre Salvatierra”, en El Rosario de Abajo, Pueblo viejo.

Aristeo Poblano, falleció hacia 1983 en Punta Prieta, en pleno corazón del desierto central de Baja California, debido a que cuando comía se ahogó con una sopa de espagueti.

Marcelino Cajeme García, falleció hacia 1979 (¿?). En el rancho “EL Progreso” aun vive y atiende el restaurante su hijo Guillermo Cajeme Peralta.

María Visitación García Marrón (mi abuela paterna), nació en la mina de El Mármol, el día 02 de julio de 1914, y falleció en San Quintín, el día 13 de diciembre de 1987, sepultada en El Rosario.

Alejandro Espinoza Peralta (mi abuelo), nació en el Rancho San Juan de Dios, en El Rosario, el día 01 de octubre del 1912, y falleció en Ensenada, el día 21 de agosto de 1991, sepultado en El Rosario.

Rosario “Chayo Juit” Duarte Valladolid, nació en El Rancho Santa Gertrudis, el 07 de octubre de 1918, y falleció hacia el año 2002 (¿?), heredó el rancho Santa Gertrudis de manos de su madre y hermanos, y a su muerte, su hijo Jesús Manuel Duarte Espinoza, lo vendió.

William James Cochran Flores, “Willy Cochran”, fue hijo de irlandés y de española, nació en Ensenada el día 21 de octubre de 1892, falleció en San Diego, California, el 22 de junio de 1974.

Natividad García Marrón, nació en la mina de El Mármol, el día 25 de diciembre de 1909, y falleció en Ensenada, el día 09 de septiembre de 1985. Fue la hermana mayor de mi abuela María Visitación.

En una ocasión el año 2006, mientras me encontraba trabajando de ingeniero en jefe en la ampliación del hospital general de Ensenada, y mientras salía por uno de sus pasillos, pasó a mi lado un camillero con un cuerpo dentro de una gran bolsa negra de duro plástico, el de alguien que recién había fallecido, y como vi que lo cargó con mucha facilidad para dejarlo en el cuarto frío, le pregunté, casi por instinto:

-¿Disculpe: Es una mujer?

- No, es un hombre mayor.

Después anotó su nombre en una pizarra, junto a otros que se encontraban escritos, para que supieran los nombres que en vida habían llevado los cuerpos que se encontraban depositados en el lugar. Observé que escribió: LORENZO ROMERO, de inmediato le pregunté:

-¿Sabe usted de dónde era la persona?

- Lo trajeron del Sur, creo que de un rancho, o de El Rosario.



En mi posterior investigación supe que era LORENZO “EL YAQUI” ROMERO, y que lo había matado una vaca bronca, en el rancho de Santa Catarina, al sur de El Rosario, cuando jalaba con una cuerda a un perrito que traía amarrado a una de sus manos. Al ver la vaca al perro, se le fue encima, y éste protegiéndose corrió y se escondió detrás del Yaqui, quien recibiendo varias cornadas, causaron unos días después, la muerte de este generoso hombre.

Para concluir reitero: Esta es una de las historias que nunca me hubiera gustado conocer, nunca debió suceder, y mucho menos me habría gustado narrar, pero así es la vida, creo que debemos divulgar estas espantosas atrocidades llevadas a cabo por los bajos instintos, y por mezquinos intereses de gentes sin escrúpulos, como Díaz y sus compinches, que son a quienes deberíamos respetar por ser nuestros representantes, nuestros guías como nación, los que nos deben proteger, los que nos deben instruir, velar por nuestra salud, por nuestros trabajos, son quienes tienen como primer obligación, ver por la grandeza de la nación, ésta nuestra nación que es la casa de todos.

Sin embargo no siempre es así, y nunca han entendido, ni entienden esos “dioses” que se creen paridos por Venus, que se creen hechos a mano, no entienden que mientras nos encontramos en la vida, todos, estamos solo de paso, y que con nada cargaremos cuando de aquí nos vayamos, así como ellos que nada se llevaron cuando se fueron, igual, nadie nos llevaremos nada, cuando nos carguen con los pies por delante para depositarnos en la tierra, si es que alcanzamos a merecer que la madre tierra nos reciba.

-¿Por qué los humanos somos tan duros y engreídos para entender eso?

Para entender que estamos aquí, solo de paso.

En mi libro “LOS ROSAREÑOS”, que publiqué en 1992, quedaron asentadas en parte, las relaciones aquí descritas.