lunes, 26 de abril de 2010

HERACLIO MANUEL ESPINOZA GROSSO.

Un día como hoy 24 de abril, del año 1944, nace en El Rosario, Baja California: Heraclio Manuel Espinoza Grosso, hijo de Heraclio Espinoza Peralta, y de Ana Grosso Peña, descendiente directo del primer Espinoza que arribó a éstas tierras: El soldado de cuera y nutriero, Carlos Espinoza Castro.

Heraclio Manuel Espinoza Grosso, se distinguió desde su niñez por su entrega en la solución de las actividades que se le asignaban primero, y después las que por su iniciativa tomaba. Fue Heraclio Manuel un niño inquieto, juguetón, muy compenetrado y hábil en las tareas propias de campo. Como estudiante fue de menos a mas, siempre con la idea de ver fortalecida en su pueblo la educación, misma que en aquellos años, era poco atendida, ya que los chicos regularmente eran sacados de la escuela, apenas habiendo terminado máximo el tercer año de primaria, razón por la que se dificultaba de sobremanera, seguir con un grupo completo de cuarto grado en adelante; no se diga secundaria: Ni pensarlo, además, lo normal era que terminaban en un saloncito los muy escasos alumnos de cuarto, quinto, y sexto grado de primaria, todos juntos, con un solo profesor, cuyo salón era mayormente de hombres, ya que para las niñas, llegar a esas “alturas”, eran sueños de grandeza.

A los niños que eran retirados de sus estudios primarios, se les llevaba a trabajar de sol a sol con sus mayores, o eran “prestados” por sus padres, a familiares o amigos, para se enseñaran a “ser hombres” realizando duros y pesados trabajos; se les obligaba a dormir en las zacateras, en los graneros, y a bañarse en un barril de agua fría, mucho antes del amanecer.

Mientras tanto a las niñas se les enseñaban las obligaciones de la cocina, y de la casa en general, debían además atender y servir a sus hermanos, porque eran los hombres, debían las niñas además, guardar las buenas costumbres de la familia; aprendían a temprana edad a cocinar, lavar, planchar, y soportar los cuidados extremos de los hombres de la casa, pues tan bien entraban en la mas tierna juventud, iniciaban los pretendientes, quienes por lo regular se hacían de sus esposas cuando ellas andaban apenas en los catorce o quince años de edad,… y los estudios de aquellas chicas, ni soñarlo…

En mayor o menor grado, todos los que pasamos nuestra niñez bajo la sombra de aquellas costumbres ancestrales, fuimos arrancados de nuestras primeras letras, para apoyar a los “grandes” en la manutención de la familia, cuidando, o abriendo un ranchito nuevo, que por lo regular muy pronto lo cobijaban los polvos del olvido, y la nostalgia de las duras faenas ahí pasadas, y con mucha regularidad: la zozobra. Pocos fuimos lo que tuvimos la suerte de regresar a las letras.

Por razones propias de su espíritu de lucha, Heraclio Manuel Espinoza Grosso, continuo con sus estudios mas allá de la primaria, una parte de ésta cursada en El Rosario, hasta donde se podía en aquellos tiempos, el resto de la primaria, así como la secundaria, los cursó en la entonces pequeña ciudad de Tijuana, Baja California, ubicada en la frontera de México con Estados Unidos de Norteamérica.

Habiendo concluido sus estudios de secundaria, con quince años de edad, se despidió de doña Catalina Ortiz Aguilar, oriunda de El Rosario, pero radicada en Tijuana, en cuya casa vivió Heraclio Manuel a causa de sus estudios de educación media; desde donde salio con rumbo a La Paz, Baja California Sur, mil quinientos kilómetros al sur de Tijuana, en aquel entonces con mas de mil doscientos kilómetros de polvorientos caminos peninsulares. En La Paz, ingresó a la Normal para profesores, de donde egresó tres años después, ya con dieciocho años de larga vida, según comentarios que me hacia, unos nueve años mas tarde.

Hacia el año de 1962, el ya Profesor Heraclio Manuel, fue enviado por el gobierno federal mexicano, para impartir clases en un pueblito del estado de Jalisco, con usos y costumbres, similares a las de El Rosario, muy bien conocidas por el profesor, aunque otras desconocidas por él. En aquel triste lugar de Jalisco, muy sumido en el pasado, vivió un corto tiempo, ya que repentinamente le salieron con que lo querían matar. Pensaba el profesor que en aquel lugar no tenia amigos, ni enemigos, por lo que desconocía los motivos de las amenazas que sufría, causadas por unos rufianes del lugar, tipos que no les agradaban los hombres bien rasurados, de baño diario, de ropas limpias, y de manos suaves. Ellos querían ver al profesor, sucio, tosco, manos callosas, de hablar bravío, pues no les gustaban los “Finitos Perjumados”.

El Gobierno federal aceptó el cambio de plaza, solicitado por el profesor Heraclio, siendo enviado al pueblo de San Manuel, Municipio de Tubutama, en el hermano y vecino estado de Sonora, a cuyo suelo arribó hacia el año de 1967, contando él con veintitrés años de edad.

En aquel pueblo sonorense el profesor fue recibido y tratado como un guía de niños y adultos, fue espléndidamente tratado, al grado que los pobladores de San Manuel, le obsequiaron un terreno de una hectárea, para que ahí se asentara, y construyera un patrimonio, ya que ellos lo que menos deseaban era que el profesor se fuera del lugar, lo querían tanto, que deseaban no perderlo nunca.

La buena fama del profesor pronto se extendió a los pueblos vecinos de: La Sangre, San Armando, San José, La Cuchilla, todos estos pueblitos pertenecientes al municipio de Tubutama; fue ampliamente reconocido también en los pueblos de: El Ocuca, y La playa, pertenecientes al municipio de Trincheras: La tierra del legendario Joaquín Murrieta.

Vivió el profesor entre los queridos sonorenses desde 1967 a 1972, año en que se le autoriza regresar a Baja California, y para su mayor agrado a su tierra natal: El Rosario, Baja California, aquel lugar en el que el profesor deseaba empujar las actividades educativas, como así lo hizo. Fue profesor de primaria en su tierra, al poco tiempo llego a ser inspector de la zona escolar a la que pertenece El Rosario.

Al haberse establecido en El Rosario, inicio los trabajos para llevar una escuela secundaria, y con esto establecer el segundo escalón para los niños y su futuro, no sin antes consolidar el primero, que consistía en convencer a los padres, que a sus hijos e hijas por igual, se les debía dar la oportunidad de una vida mejor y de progreso, el cual muy bien podría iniciarse desde las letras en los nuevos salones de clases, que para entonces ya habían sido abiertos, gracias a la tenaz lucha de quien fue un verdadero profesor, y quien llevo una verdadera lucha a cuestas, sin politiquería barata, cuyos resultados, mas que mis palabras, son elocuentes a todas luces.

No es mucho lo que se le puede pedir a la vida, esta nos da oportunidades, y si se dejan pasar, otra persona las podría tomar y realizar, en vez de aquel que por pereza, o por mediocridad las deja ir. En el caso del profesor Heraclio Manuel, no quedo ninguna oportunidad de vida que se le presentó sin desarrollar, siempre se dedicó a trabajar en ellas incansablemente. Fue tanto su esmero, por ver logrados aquellos sus anhelos para beneficiar a la gente de su pueblo, iniciando con las facilidades de educación para sus chicos y jóvenes, que a la postre redundaría en el crecimiento también de sus mayores.

El distinguido profesor Heraclio Manuel Espinoza Grosso, fue un hombre adelantado a su tiempo, uno de los primeros eslabones de una cadena que recién nacía con él, de la cual formamos parte un amplio grupo de los que fuimos sus alumnos.

Fue un hombre que se fue demasiado pronto, en la cúspide de sus energías, se fue en un tiempo en el que hubiera podido dar mucho mas, en el que su aporte hubiera sido mucho mayor.

La escuela secundaria de El Rosario, Baja California, lleva su nombre, así como una escuela en el Valle de San Quintín, pueblo vecino del norte, localizado a sesenta y cuatro kilómetros de distancia, y un salón social para profesores del mismo valle.

Cuando en el año de 1972, el profesor anunció su retiro de los pueblos de Sonora, grande fue el pesar de aquellas finas e inolvidables personas.

El día 25 de enero de 1980, en la Laguna Salada, perteneciente al municipio de Mexicali, Baja California, siendo las 7:15 de la tarde, en accidente de auto, con apenas treinta y cinco años de edad, se nos adelantó en el camino hacia la muerte, dejando tantas tareas iniciadas, dejando también a cinco hijos pequeños sin su calor, y a una joven esposa de veintinueve años de edad, con una amplísima carga a cuestas.

Desde aquel día 25 de enero de 1980, cuando paso por la Laguna Salada, muy lejos se van mis recuerdos, viajando en pos de los sueños de mi apreciable profesor Heraclio Manuel Espinoza Grosso.

El pasado día 4 de abril del 2010, por la zona donde perdimos a este entrañable rosareño, la tierra rugió, abriendo una grieta de unos 28 kilómetros de largo, y con desnivel de hasta dos metros de profundidad; tal vez en muy lejanos días por venir, por esa grieta se abrirán paso la aguas del golfo de California, buscando su salida hacia el Océano pacifico, que alguna vez encontrará al norte, convirtiendo en isla, a la península tan querida por el profesor.

Los chicos y jóvenes rosareños actuales, sin saberlo quizás, en parte, mucho le deben a los grandes esfuerzos del profesor Heraclio Manuel.

En la actualidad existe escuela preparatoria en El Rosario, muchos han forjado carreras profesionales, y las niñas llevan una vida menos rígida que antaño, así también los niños cuentan con mayores consideraciones, en mucho es debido a la labor de nuestro homenajeado.

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA

A 24 DE ABRIL DEL 2010.

sábado, 17 de abril de 2010

LA SABROSA Y PICOSA SALSA, ALGUNA VEZ DESCONOCIDA EN EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

De nuestros legados prehispánicos, en el México que hoy conocemos, en lo relativo a alimentación nos han llegado las costumbres de los pueblos indo americanos, del macizo continental, desde donde se han distribuido a toda la nación, de cuya gastronomía, resaltan principalmente el maíz, y el picante. Los pueblos mexica, tarasco, tlaxcalteca, teotihuacano, maya, entre muchos otros que han habitado extensas regiones del actual México, han traído desde tiempos ancestrales infinidad de costumbres, ritos, y usos propios de cada región, dependiendo de las costumbres sedentarias, nómadas o seminómadas; la abundancia relativa de agua disponible, así como las tierras de cultivo.

En la parte norte de México, desde la línea que dividía a los pueblos antes mencionados, con los del norte conocido como chichimecas, u hombres bárbaros; los usos costumbres y ritos, eran bastante distintos al menos en lo que a la alimentación se trata.

Acostumbrados al desierto y a las montañas, los de acá, los del norte, variaban sus alimentos dependiendo de la estación del año, la precipitación pluvial, y con esto la disposición de alimentos a recolectar, dadas las costumbres mayormente nómada y seminómada de las naciones prehispánicas de lo que ahora es el norte de México.

Y tratándose de la península de Baja California, la situación era bastante distinta, tanto del resto norteño, como al centro y sur mexicano de antaño. Baste decir que aquí en la península las tres grandes naciones que conformaron sus habitantes, la cochimi, la guaycura, y la pericue; asentadas al norte, centro y sur peninsular respectivamente, tenían costumbres nómadas y seminómadas, vivían sin conocer agricultura; solo recolectaban plantas silvestres, sus frutos y sus semillas, principalmente la pitahaya, sobreviviendo además de la caza de la fauna terrestre disponible según la región y época del año, y lo que el mar les podía ofrecer, de donde se hacían de alimentos y algo de pesca muy primitiva, principalmente en las costas, lagunas, y esteros.

Con la llegada del sistema misional a la península, llegaron distintos grupos entre los que destacaban españoles, criollos, y otros de raza europea, quienes trajeron distintos alimentos a esta tierra. Así también con la introducción del ganado vacuno, ovejas, caballar, Caprio, porcino, y aves de corral; y con la introducción de los cultivos de vid, olivo, cítricos, dátil, higo, maíz, frijol, y calabaza, principalmente; esta tierra cambió a partir del año de 1697, las antiquísimas costumbres en la alimentación, siendo ahora mas variadas, y abundantes.

A la salida de los misioneros de la península, y con el México naciente, muchas familias antes al servicio de la misión, se volvieron los primeros rancheros peninsulares, que en sus costumbres tenían en arraigo la alimentación regional, basada principalmente a los productos que de sus propios ranchos obtenían, ya fuera de sus tierras y de sus hatos ganaderos vacunos, caprio, ovejas, porcino, y aves de corral, así como de los derivados de la leche, consistiendo su alimentación casi de manera exclusiva en:

Carne asada, machaca seca, carne deshebrada, queso, natas, jocoque, cuajada, requesón, caldos de res, chorizo, arroz morisqueta (blanco sin sal, ni grasa o aceite), frijol, zanahorias, mostaza, quelites, dátiles, higo, pera criolla, tuna, nopal, abulón, langosta, almejas, mejillones, pescado fresco y seco, carne de venado, conejo, codorniz, paloma, borrego cimarrón, todo acompañado con tortillas, o con panecillos de harina. Las bebidas consistían en agua miel, café caracolillo, te de wata, de hierba del venado, canutillo, hierba del borrego, y leche bronca de manera importante en su uso.

Las tortillas de maíz, al igual que el picante, y los tamales no eran utilizadas en la alimentación; al igual que muchos otros alimentos que mas tarde llegaron a esta región. El maíz se usaba mas bien mezclado con frijol, en atole, y en pinole; digo esto solo por citar los más importantes orígenes de la alimentación de los peninsulares pioneros tempranos de nuestra actual sociedad.

Es de suma importancia resaltar que en la dieta de aquellos pioneros, y hasta mediados del siglo veinte no se acostumbro ningún tipo de picante en los alimentos, no se conocían las salsas, suculento alimento mexicano desde remotos tiempos, sin embargo aquí no formaban parte de la dieta peninsular, lo mas cercano al picante, era la pasta de mostaza que se consumía como mantequilla, y los chiles pasilla y California asados y desvenados para evitar lo picante, pero de escaso uso.

En las esporádicas corrientes migratorias de fines del siglo diecinueve y principios del veinte, en cuyo lapso de tiempo eran mas bien hombres solos los que venían desde el sur del país, conocidos aquí como “andarines”, Traian consigo la costumbre de utilizar chile en sus alimentos, pero como aquí no había, pronto quedaba en desuso.

Las primeras familias del interior que se internaron y se quedaron en la península, mas allá de Mexicali, y Maneadero, hacia la década de los treinta del siglo veinte, trajeron semillas de distintas especies de chile, siendo principalmente el de árbol, pico de pájaro, y serrano; enriqueciendo a nuestra original gastronomía peninsular con este nuevo estilo, y con infinidad de platillos llegados desde todos los rincones mexicanos.

Sin embrago en El Rosario, Baja California, no fue así, aquí las costumbres de los pioneros peninsulares persistió hasta los años del cincuenta, ya que a esa región del desierto peninsular no se habían adentrado familias del interior de la republica, sino hasta el año de 1954, en el que llegan un reducido grupo de familias, y se asentaron en las muy desérticas tierras del valle de San Vicentito frente a El Rosario, al lado sur de “la sierrita” y al Oeste del antiguo camino misional de las misiones de El Rosario y de San Fernando Velicatá. En ese contingente venían padres de mediana edad e hijos entre la etapa de la niñez y la juventud.

Don Antonio Arroyo Barbosa, herrero y campesino, originario de Pénjamo, Guanajuato, dentro de aquel grupo de familias, llegó a San Vicentito con sus hijos e hijas, dentro de las cuales venían Roberto, Amalia, Ignacio, Rufina, y Elías, habiendo arribado a aquellas tierras de tristes paramos, de inmensa soledad, y mas aun de profunda escasez de agua, por lo tanto de alimentos para el sustento familiar. Don Antonio y familia permanecieron desde 1954 a 1956 en la soledad del desierto donde escaseaban el agua, la sombra, y los alimentos, por cuya razón paso a vivir a El Rosario, a unas tierras solas que le regalaron para que de ahí sacara el sustento familiar, en las que permaneció hasta 1960, año en que partió con rumbo a San Vicente, Baja California, ciento sesenta kilómetros al norte, también lo hicieron el resto de su familia, a excepción de Rufina, quién el 17 de abril de 1957 se caso con un descendiente de los pioneros peninsulares, acostumbrado a no comer ningún tipo de salsas picantes, cuyo nombre es Julio Espinoza García.

Fue entonces que la jovencita Rufina Arroyo Castro, en 1957, introdujo paulatinamente en El Rosario y su sociedad, en aquella época con casi 180 años de radicar en ese sitio, con las costumbres alimenticias ancestrales, en las que no se incluían las salsas picantes, las tortillas de maíz, ni los tamales; y en chiles, solo el pasilla y California, ambos de reducido uso.

Sin embargo las recetas preparadas por aquella joven introdujeron en el gusto de este pueblo el uso cotidiano de las suculentas salsas picantes, roja, y verde preparado en molcajete, con tomate, comino, ajo, sal y mucho chile de árbol, pico de pájaro, o chilpitin, cuando se disponía de este último, acompañadas con tortillas de maíz.

Las salsas y las tortillas de maíz de Rufina se iniciaron como toques de sabor a los frijoles refritos con queso, y a los chicharrones, en las carnes asadas, y en los calientes caldos de res, abulón, Chopin (caldo de langosta), o forzados (caldos de carne), caldillos (caldo de carne seca de res), caldos de gallina, de queso con papas, y muy utilizadas las salsas en quesadillas, de maíz, y harina, y en las empanadas de carne.

En la actualidad existen infinidad de familias llegadas después de Rufina a El Rosario, desde diversos rincones del país, y que utilizan las salsas diariamente y las tortillas de maíz, a todas horas en sus mesas.

El merito de incorporar las salsas picantes, y las tortillas de maíz en nuestra dieta, dicho esto con toda amplitud, dada la histórica resistencia por su uso, se debe a la señora de las exquisitas salsas y tortillas:

Rufina Arroyo Castro: Mi madre, cuyo primer salsero rosareño fue Julio Espinoza García, aunque no le gustan aun las tortillas de maíz: Mi padre, a quienes hoy día 17 de abril del 2010, por cumplir 53 años juntos, les escribo este modesto articulo, con tintes históricos, y anecdóticos.

Autor del artículo:

Ing. Alejandro Espinoza arroyo

El rosario, baja California

Sábado 17 de abril del 2010.

domingo, 11 de abril de 2010

ANSELMO ORTIZ AGUILAR.

Nacido en El Rosario, Baja California, México, el día 21 de abril de 1859, Anselmo Ortiz Aguilar, fue un incansable hombre de mar, y de sierra; fue pescador, y vaquero, como casi todos los
Rosareños desde hace más de doscientos años.

El próximo día 21 de abril del 2010, se cumplirá el 151 aniversario de su nacimiento, razón por la cual escribo estas pocas letras en honor y recuerdo a uno de los Rosareños de mayor valor y arrojo, para lo cual solo destacaré una vivencia de tantas que tuvo a lo largo de su larga vida.


Corría el año de 1909, cuando Don Anselmo se encontraba trabajando en la pesca en isla Guadalupe, Baja California, habitaba una modesta vivienda de pescador que poseía en el campamento Este, abandonado en la actualidad, ubicado en la costa oriental de la isla.

Un día en la cotidianidad de sus labores, un barco atraco en la costa casi frente a su campamento, ya que se encontraba con averías mecánicas; era un barco estadounidense, con varios hombres a bordo, entre ellos un muchacho muy joven, casi un niño, que se quedo a bordo del buque dañado, mientras los otros marineros fueron a Estados Unidos para traer las partes afectadas, y con esto sacar la embarcación con rumbo a su destino, allá en aquel país.


Don Anselmo todas las tardes viajaba en su pequeña embarcación de madera desde la costa al sitio donde el barco se encontraba fondeado, lo hacia para ver el estado del joven, y brindarle la cortesía de un amigo, y el apoyo moral necesario para un chico, venido de la experiencia de un hombre entonces de cincuenta años de edad.

Día con día el ánimo del joven decrecía por la tardanza de sus compañeros, ya que en el largo tiempo transcurrido, no llegaban ni con las partes del buque, ni con mercancías para abastecer su alacena, muy diezmada, solo abastecida por los peces y abulones que Don Anselmo llevaba.


La desesperación se apodero a tal grado del joven, que el llanto y la tristeza eran sus eternos acompañantes, razón por la cual Don Anselmo, decidió un buen día llevar al chico a San Diego, California, Estados Unidos, para esto preparo su embarcación con tanques metálicos que amarro a lo largo de ambos costados de su diminuta embarcación, para que las olas en la travesía no entraran a la panguita.


Se avituallo con pescado seco, agua, cebollas, una botella de alcohol, unas cobijas viejas, un par de remos; y así una noche con la estrella del norte trazo rumbo de isla Guadalupe a El Rosario, ambos pertenecientes a la península de Baja California, México. Remaron durante siete u ocho días, y sus noches, llegando al paso de esos duros días y noches a bordo, a la playa de El Socorro, distante unos treinta kilómetros al Norte de El Rosario. En El Socorro, Don Anselmo también poseía una casita donde pasaba las temporadas de pesca en ese lugar, ahí descansaron, y al día siguiente caminaron a pie hasta llegar a El Rosario, en donde descansaron unos tres días, mientras Don Anselmo alisto un par de caballos, uno para él, otro para su joven compañero, emprendiendo ahora otro viaje a caballo desde El Rosario, A San Diego, California, distante unos cuatrocientos veinte kilómetros al norte, llegando unos quince días después a aquel lugar, donde entrego a sus familiares sano y salvo al joven estadounidense, quienes por cierto, aun no salían con rumbo a la isla Guadalupe.

Una vez entregado el chico, Don Anselmo tomo camino con rumbo a El Rosario, desde San Diego, no sin antes haber sido ampliamente reconocido por la familia de aquel quien acababa de recibir una extensa lección de vida.

Don Anselmo regreso a El Rosario, y desde ese lugar se regreso a isla Guadalupe, ahora haciéndolo en un vapor, el cual también remolco su panguita, habiendo salido desde Punta Baja, extremo norte de la bahía de El Rosario. Durante el resto de su vida fue visitado por aquel joven, quien reconocía de manera respetuosa a uno de sus mejores y destacados maestros de vida.

Don Anselmo, no tuvo hijos, no fue casado, vivió hasta su vejez en El Rosario, proviene del soldado misional o de cuera José Rito Ortiz, y de María del Carmen Espinoza Castro, siendo nieto de ellos; fue descendiente también de los cochimies Domingo Aguilar, y Columba Savin, de la antiquísima comunidad indígena radicada en los parajes que a la llegada de los misioneros dominicos en 1774, llamaron misión del Santísimo Rosario de Viñadaco, primera misión peninsular de esta orden religiosa.


Para la mejor comprensión del artículo, a continuación asiento los siguientes DATOS RELEVANTES:

Isla Guadalupe, Baja California, México, se encuentra en el Océano Pacifico, es de origen volcánico, pertenece al municipio de Ensenada, cuenta con una superficie de 253.8 kilómetros cuadrados, pertenece a la ecorregión de las islas de Santa Bárbara, California, Estados Unidos de America.

La isla mide 35 kilómetros de Norte a Sur, y casi 10 kilómetros de Este a Oeste; su elevación mayor es de 1,324 metros sobre el nivel medio del mar; su cadena volcánica al norte es llamada “Monte Augusta”, cuenta la isla con peñascos rocosos, denominados: Islote de afuera

(Islote zapato, al sur, el mas alejado de la isla principal), islote de adentro (El Toro, también al sur), islote Negro al sureste, y roca Steamboat al oeste.

El antiguo y abandonado en la actualidad campo pesquero, se encuentra en la costa oriental de la isla.


Existe en la ensenada Melpómene en la actualidad una estación meteorológica, en el campamento sur; cercana al centro de la isla existe una pista para aterrizaje de avionetas, aunque es chica esta pista ha sido de gran utilidad.

Según censo del año 2005, vivían en la isla 28 habitantes, contando con escuela, así como una protección por marinos mexicanos.

La isla antes poblada por miles de cabras, que llegaron al lugar, ya que los barcos de pescadores, y balleneros dejaron parejas de estos animales, para que se reprodujeran, y que en viajes subsecuentes atracarían en la isla, matando ejemplares de estos animales, obteniendo así carne fresca, sin necesidad de llevar a bordo desde su puerto de origen animales vivos, ya que en aquellos lejanos días, no se contaba con ningún tipo de refrigeración, por esa razón en aquellos tiempos se llevaba a bordo carne seca y salada, o bien animales vivos, que eran sacrificados a bordo.

En la actualidad han sido erradicadas los miles de ejemplares de cabras que aumentaron de manera vertiginosa su población, la que se volvió salvaje, y casi extingue de la isla la vegetación de chaparrales, y bosques de las zonas elevadas.

La ubicación de la isla de Guadalupe es: 29grados 09 minutos latitud norte, y 118 grados 14 minutos longitud oeste, se encuentra a 241 kilómetros de la costa de la península de Baja California.

AUTOR:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO

10 DE ABRIL DEL 2010


sábado, 10 de abril de 2010

ISLA RASA, GOLFO DE CALIFORNIA, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

Cuando se viaja en la cubierta del barco repentinamente aparece en el horizonte marino del golfo de California, perteneciente a una vecindad de islas, dentro de las que destacan la San Lorenzo, Roca Partida, san Esteban, al sur de la isla Ángel de la Guarda, y casi al nivel del mar la ISLA RASA, denominada así por casi encontrarse a ras del nivel del mar, ubicada a unos sesenta kilómetros al sureste de bahía de Los Ángeles, Baja California, en el municipio de Ensenada. Del otro lado de la línea imaginaria que divide el golfo en la parte de Baja California, en la Sonorense, se encuentra la isla Tiburón, antiquísima casa de la tribu de los Seris, los amos de las figuras de palo fierro, y de la danza del venado.

Nuestra isla Rasa, mide escasas sesenta hectáreas de rocosa superficie, es como las demás islas parte de la tierra, que geológicamente estuvo unidad a la tierra peninsular y la tierra sonorense, quedando la península en la placa tectónica del pacifico, y Sonora en la de Norteamérica, ya sean las islas de ese origen, o bien volcánico. Es la isla Rasa desde tiempos inmemoriales la cuna de cientos de miles de aves migratorias de dos especies, “los gallitos”, que arriban desde América del sur, (Chile), y de Gaviotas que llegan de Norteamérica, (Canadá).


En los primeros días del mes de marzo de todos los años, hacen su aparición cientos de miles de ejemplares de ambas especies, que vienen a procrear las nuevas camadas de polluelos, mexicanos por nacimiento. Ya con los juveniles regresan a sus lugares de origen, hacia el mes de junio de cada año, dejando detrás un sinnúmero de huevos no eclosionados, y cientos de polluelos muertos prematuramente, muchos de los cuales no alcanzan ni a emplumar, y muchos otros que mueren enredados en las espinas de las chollas, porque sus padres no escogieron bien el área del nido, o tal vez porque no les quedo de otra, y nimodo de regresar a sus lejanas tierras sin crios.

Es la isla Rasa, dentro del archipiélago del golfo, escogida desde épocas muy remotas para la anidación de ese par de especies de aves marinas, muy curioso resulta para nosotros los que por alguna razón nos hemos aventurado a observar esa magnifica manifestación de la naturaleza, caprichosa según nuestro ver y sentir, ya que existiendo tantas islas, aun de mucho mayor tamaño, se arremolinan cientos de miles de aves, en solo sesenta hectáreas, plagadas de rocas volcánicas, peleando incluso por un pequeño espacio para la “cuna y patio de maternidad”, para los polluelos.

Sabia como siempre la naturaleza, provee además los “comerios” en las aguas que rodean la isla; que consiste en grandes poblaciones de pececillos, de los que se alimentan las hambrientas aves, primero en celo, poniendo, después empollando, criando, y por ultimo emprendiendo las largas rutas de regreso ya para el norte, o bien ya para el sur del continente americano.


En tiempos de los “piratas”, la isla era asediada por esos bandoleros, y por otros barcos, incluso balleneros, que desembarcaban en su costa sur para hacerse de grandes cantidades de huevo, que en su borda transportaban como alimento fresco. Otro grupo de gentes que en mucho impactó la isla y sus nidos, fueron los “guaneros”, personas que acampaban en improvisadas casas de rocas, creando grandes veredas entre las rocas, y cúmulos de piedras en forma cónica, para dejar espacio para el deposito del guano de las aves, y patios de maniobras para la acumulación del guano ya recolectado, que después se sacada del lugar en barcos arreglados para ese propósito.


Cuando yo completé la tercer vuelta a la isla, detecté claros indicios de escondites, tal vez de piratas, escondites que parecen fortines para espías, y para poder disparar a algunos intrusos, tal vez, ya que muy claro se aprecia desde el alto escondite la amplitud del varadero sureste, y al alcance de los disparos de rifles quedan la playa, y “los intrusos”. Pude encontrar infinidad de fondos de botellas de vino sin marca, vidrio soplado, de cuyas muestras deje a resguardo en la estación de campo, mismos que denotan antigüedad de al menos unos ciento cincuenta años; y me pregunté:

A quienes le pudo interesar adentrarse hasta estas latitudes en el golfo de California?

Por qué se construyeron esos escondites, dentro de los cuales apenas caben unos cuantos vigías?

Existe en la isla un panteoncito con unas dos o tres tumbas, que se encontraban muy borrosas, y en mi estancia en la isla, en marzo del 2003, me di a la tarea de restaurar, tratando de decirle a los futuros visitantes, después de mi, que en ese lugar descansan al menos tres individuos anónimos, que en sus tiempos en la vida, vieron los paisajes de la isla Rasa, desde otra óptica muy distinta a la mía, tal vez desde la óptica pirata, de los guaneros, de los balleneros, o incluso desde la de ordinarios pescadores, a quienes un día les llego su fin, y por la eternidad pertenecen ya no a sus deudos, si no a la hermosa y desértica isla rasa.


Existe desde principios de la década de 1960 en la isla una estación de campo, a la que se llega por medio de una pequeña entrada de agua, y un canal abierto por la mano del hombre entre las rocas, cuando la marea sube esta pequeña ensenada entra al corazón de la isla. La estación de campo que antes fue algo así como una casa de pescadores, fue construida por don Antero Díaz, incansable hombre de trabajo y pionero en Bahía de los Ángeles, hoy paraíso turístico peninsular, desde cuyo lugar trabajaba don Antero las pesquerías de tortuga, y otras especies entonces permitidas en el país, muy socorrida que fue la economía peninsular, con esas pesquerías de aquellos años del siglo veinte.

La estación de campo fue rehabilitada, y rescatada desde los escombros por el gobierno mexicano, desde la cual con sus dos modestas, pero cómodas habitaciones, los científicos observan el comportamiento de las aves, tanto en sus modos de galanteo, anidación, sus polluelos, observando todas sus silvestres costumbres, incluso, cuentan los pollos que mueren, los huevos “hueros”, es decir los que no eclosionan, observando además los eventuales ataques de otras aves sobre las vigiladas.

La ISLA RASA, como todas las islas, se encuentran bajo la protección de las leyes mexicanas, a cargo de la CONANP, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, cuyas oficinas para el área de la isla Rasa, se ubican en la ciudad de Ensenada, Baja California.

El rescate del pequeño edificio en isla Rasa fue toda una odisea, ya que no se permitió, alterar en lo mas mínimo la naturaleza de la isla, por lo que se tuvo que llevar agua, arena, grava, cemento, madera, y víveres, por decir lo menos, en barco desde San Felipe, Baja California, unos doscientos kilómetros al norte, ubicado en las cercanías del alto golfo, en el municipio de Mexicali.


La labor del rescate del edificio le fue encomendada a varios contratistas, pero con las posibles pérdidas económicas, la lejanía, lo pequeño de la obra, y la nula utilidad económica, ocasionó que voltearan sus intereses hacia obras con mayores posibilidades económicas, como es de entenderse, desde luego.

El ingeniero Roberto Esteban Sevilla Ramírez, ampliamente conocido como “SEVILLABAJAVENTURAS”, sin el menor reparo acepto el reto, dándose de inmediato a las arduas tareas, para llevar a cabo contra reloj la encomienda de dejar a los científicos instalados, y a buen resguardo para la observación de las aves a su llegada en marzo del año 2003, como así fue.

Un trabajador pretendió sacar un pequeño cardon de la isla, como souvenir, yo me opuse a esa situación, y por fortuna lo convencí, de que a la naturaleza mucho tiempo le tomo su nacimiento, ya que en tierra firme se necesitan algo así como seis millones de semillas para que se logre un solo cardoncito, y que en la isla Rasa, se ocupan cantidad mayor de las semillas de los enanos cardones, que llegan a poca altura en su crecimiento dada la profunda escasez de lluvias en el lugar.

No me queda ninguna duda que a nuestra tierra le hacen falta muchos “SEVILLABAJAVENTURAS”, y que mientras las aves migratorias se sigan multiplicando, nuestra bella isla rasa, seguirá siendo la cuna utilizada por la madre naturaleza, para poner de manifiesto uno mas de sus caprichos… Qué enormes privilegios poseemos...

AUTOR DEL ARTÍCULO:

ING. ALEJANDRO ESPINOZA ARROYO

EL ROSARIO, BAJA CALIFORNIA, MEXICO.

O9 DE ABRIL DEL 2010.